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Por Siempre Contigo por Miniikusa

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Notas del capitulo:

Atención : posible rompimiento de corazón y derramamiento de lagrimas. 

 

Lo siento y lean... 

..-..-..-..-..-..-..-..-..-..-..-..

 

Te Recordare con una sonrisa y un Brindis.

 





Cuando, después del juego de tenis del jueves por la tarde, Kushina Uzumaki llego a la puerta trasera de la casa, tuvo que hacer un esfuerzo por caminar los pocos metros que le faltaban para llegar a la sala y al sillón más cercano. Las piernas le temblaban violentamente; había sido un esfuerzo tremendo el llegar a su casa sin que nadie se diera cuenta de lo enferma que se sentía. Experimentaba una nausea tan grande que, después de unos momentos, tuvo que ponerse de pie y dirigirse al baño. Ni siquiera el arrodillarse, con la cabeza sobre el inodoro, le producía alivio alguno; quien sabe porque no podía vomitar; el dolor que sentía bajo el omoplato izquierdo hacia intolerables los espasmos del vomito. Estuvo, jadeante, en esa postura durante varios minutos y luego se puso en pie poco a poco, aferrándose al armario del cuarto de baño y a la puerta. Le sorprendió tener que aceptar que el asustado rostro que veía desde el espejo de la pared era el suyo propio, de un tono amarillo pálido y perlado por el sudor. El espectáculo de esa cara la aterrorizo más que ninguna otra cosa hasta esos momentos y desvió la mirada del espejo inmediatamente. Como pudo, regreso a la sala y se desplomo en el sillón, respirando con dificultad, y las manos impotentes colgándole a los costados del cuerpo.

 

Luego el dolor se apodero de ella y la desgarro como una enorme bestia enloquecida; Kushina se inclino hacia adelante, con los brazos doblados sobre el pecho. Pequeños gemidos débiles se le escapaban cada vez que la agonía, como un cuchillo, se agudizaba gradualmente, y no podía pensar más allá del dolor.

 

Después de una eternidad, el dolor disminuyo un poco y ella se apoyo en el sillón, exhausta y con todo el cuerpo  temblándole. Sentía un peso insufrible en el pecho que le sacaba todo el aire de los pulmones haciéndole imposible inhalar más. Estaba mojada por todas partes; el blanco conjunto de tenis estaba empapado de sudor; el rostro, mojado por las lagrimas; el asiento del sillón, húmedo con la orina que se le había escapado durante lo frio intenso del ataque. Jadeando y ahogándose con los labios morados, seguía ahí sentada pidiéndole a Kami que a Minato se le ocurriera venir a casa antes que ir al hotel con sus amigos. El teléfono del pasillo estaba a años luz de distancia, absolutamente fuera de su alcance.





Ya eran las siete de la noche cuando Minato y Naruto llegaron a la puerta de atrás de la casa. Todo estaba extrañamente callado y tranquilo, no habían prendido las luces en la sala ni el comedor, y no había ningún acogedor olor a comida.




-¡Taidama!, ¿Dónde estás, Oka San? – Interrogo Minato alegremente jugando, cuando él y Naruto entraron en la cocina - ¡Hey, Kushi! ¿Dónde andas? – grito de nuevo y luego se encogió de hombros – Debe haber decidido jugar un par de sets extra – comento.




Naruto siguió rumbo a la sala mientras Minato prendía la luz de la cocina y la del comedor. Hubo un grito terrible en el interior de la casa; Minato soltó la olla que tenía en la mano y corrió, con el corazón golpeándole en el pecho, en dirección de la sala.

 

Naruto estaba de pie, retorciéndose las manos y llorando, mirando a Kushina derrumbada en el sillón, curiosamente quieta, con los brazos doblados y las manos, con los puños apretados, a sus costados.





-¡Kushina!





Las lágrimas asomaron a los ojos de Minato cuando se dirigió al sillón y se inclino sobre su esposa, alargando una mano temblorosa para tocarla. Kushina estaba tibia; casi sin creerlo, Minato vio que el pecho de su esposa subía y bajaba lentamente. Inmediatamente se incorporo.


 

 

 

-Naruto, no llores – dijo por entre los dientes apretados -  Voy a llamar por teléfono a la doctora Tsunade y a Ino y volveré en seguida. Tú quédate aquí, y si Kushi hace algo, grita inmediatamente. ¿Me entendiste, compañero?


 

 

 

La doctora Tsunade era una amiga de copas en el hotel y estaba en su casa, cenando. Le dijo a Minato que llamaría a una ambulancia y que se encontrarían en la sala de emergencias del Hospital Konoha. Limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, Minato marco el número de Ino. 

 


Sai contesto con una voz que traicionaba su impaciencia; era la hora de la cena y le disgustaba profundamente que lo molestaran precisamente a esa hora.





-Escúchame bien, Sai; habla Minato – dijo este, enunciando las palabras cuidadosamente – No vayas a asustar a Ino pero se trata de su madre. Creo que le dio un ataque al corazón, pero no estoy seguro. La vamos a llevar inmediatamente a la sala de emergencias del Hospital Konoha  así que no tiene sentido que vengan aquí. Sería mejor que tú e Ino se reunieran con nosotros en el hospital tan pronto como puedan.

 

-Lo siento muchísimo, Minato – repuso Sai – Por supuesto, Ino y yo iremos de inmediato. No se preocupe.


 

 

 

Cuando Minato regreso a la sala, Naruto seguía de pie, mirando a su madre y llorando desconsoladamente; Kushina no se había movido. Minato le puso un brazo en los hombros a Naruto y lo apretó contra sí, no sabiendo que hacer; pero si sabía que no debía mostrar su desesperación  frente a Naruto.





-Vamos, no llores, Naruto – murmuro, con la voz quebrada – Mamá está bien. Ya viene la ambulancia y vamos a llevarla al hospital. Ahí la curaran rápido. Tienes que ser un buen muchacho y calmarte, por el bien de mamá. A ella no le va a gustar si despierta y te ve ahí, parado y llorando ¿no crees?





Ente hipos y jadeos, Naruto trato dejar de llorar mientras su padre se acercaba al sillón de Kushina y se arrodillaba, tomándole las manos y poniéndolas sobre su pecho.





-¡Kushi! – Le hablo, con el rostro viejo y entristecido – Kushi, mi amor, ¿puedes oírme? ¡Soy Mina, corazón! – Dijo, cada vez con la voz más baja y quebrada – Soy Mina…


 

 

 

El rostro de ella estaba amarillento y delgado, pero los ojos se abrieron y se inundaron de luz cuando lo vio arrodillado ahí; débilmente, el apretó una mano.


 

 

 

-Mina… - pudo balbucear – Okairi… Qué bueno que ya estés aquí… ¿Dónde está Naruto?

 

-Esta aquí, mi amor. Ahora no te preocupes por Naruto, la ambulancia está por llegar y vamos a llevarte al hospital inmediatamente. ¿Cómo te sientes?

 

-Como… No sé… Oh, por Kami, Mina… El dolor… Es algo terrible… Me orine… El sillón esta empapado…

 

-Kushi, no te preocupes por los muebles. ¿Qué importa eso entre amigos? – trato de sonreír, pero el rostro hacia muecas. A pesar de todo su control, empezó a llorar - ¡Oh, Kushi! – Dijo – No dejes que te pase nada, mi amor. ¿Qué haría yo sin ti? Por Kami, ¡Aguanta hasta que lleguemos al hospital!

 

-Tengo… que aguantar… No puedo… Dejar a Naruto… No puedo dejarlos… a ustedes… mis chicos… no saben ni cocinar… - finalizo, tratando de formar una sonrisa.





Cinco minutos después de que Minato llamara a la doctora Tsunade, la ambulancia ya estaba fuera de la casa. Minato condujo a los camilleros por la puerta de atrás pues había escalones en la puerta del frente y ninguno en la parte trasera. Los camilleros eran hombres robustos y alegremente eficientes, profesionales bien preparados en el campo de la medicina de emergencia; tan consciente de la capacidad de ellos como cualquier habitante de la ciudad, Minato se sentía aliviado que Tsunade los esperara ya en el hospital. Los recién llegados verificaron la condición de Kushina inmediatamente y luego la depositaron en la camilla. Minato y Naruto siguieron sus uniformes azul marino sintiéndose inútiles. Minato sentó a Naruto en el asiento delantero con uno de los camilleros y él se acomodo en la parte de atrás con el otro. Al parecer, ellos se percataron inmediatamente de que Naruto no era normal porque el que iba al volante le indico que se acomodara junto a él, y le dijo algo, sonriendo, que pareció hacerle más efecto de todo lo que Minato pudiera haberle dicho.

 

No prendieron la sirena; el que viajaba con Minato en la parte de atrás aplico el aparato de respiración artificial a la boca de Kushina y lo conecto al tanque de oxigeno. Luego se coloco junto a la camilla con la mano en la muñeca de Kushina, tomándole el pulso.





-¿Por qué no prenden la sirena? – pregunto Minato, mirando al otro con recelo, asustado con el aparato de oxigeno.


 

 

 

Unos ojos firmes y tranquilos le devolvieron la mirada; el camillero le palmeo ligeramente la espalda.





-No se preocupe – dijo calmadamente – Ponemos la sirena solo cuando vamos a un caso de emergencia, pero muy rara vez cuando llevamos a alguien aquí adentro. Eso asusta al paciente y le hace más mal que bien, ¿entiende? La señora está bien y, a estas horas, llegaremos allá igual de rápido sin tener que usar la sirena. Son unos cuantos kilómetros.





La ambulancia se abrió paso calladamente por entre el escaso transito hasta llegar hasta la puerta de la sala de emergencia, brillantemente iluminada. Precisamente cuando el largo vehículo frenaba suavemente, Kushina abrió los ojos y tosió dentro de la mascarilla de oxigeno. El camillero la observo rápida y cuidadosamente y por fin decidió quitársela a menos que le viniera otro espasmo. Tal vez ella quisiera decir algo y eso era más importante; siempre era mejor dejar que le paciente encontrara su propio nivel, menos angustioso.





-Mina… - musito ella.

 

-Aquí estoy, Kushi. Ya estamos en el hospital. Te van a curar rápido, ya verás.

 

-Mina… Yo no sé…

 

-¿Si, mi amor? – las lagrimas corrían por sus mejillas.

 

-Es… Naruto… Siempre nos ha preocupado… ¿Qué… va a pasarle… a Naruto… si yo me voy?... Mina…

 

- Aquí estoy mi amor… Por favor Kushi, resiste; yo tampoco podría vivir sin ti… Kushi… Te amo, mi amor… Te amo, te amo, te amo… Resiste, por favor….

 

-Mina… Te amo… te amo… te amo… - sonrió – Escúchame… Cuida a… Naruto… Y dile… Que no sea exigente… Que coma mucho… y crezca fuerte… Que se bañe todos los días… y se abrigue bien… Que no se quede despierto hasta tarde… Porque necesita dormir mucho… Y que haga amigos… Solo algunos… No necesita muchos amigos… Y que… Va a pasar por mucho dolor y problemas… Pero que confié en si mismo… Que tenga un sueño y… Tenga la confianza para hacerlo realidad… Que es muy inteligente y… Que estoy orgullosa de él… - Lloro – Hay muchas… muchas, muchas cosas… que quisiera haber pasado con él… Quisiera poder quedarme… Un poco más de tiempo… Dile que… Que lo amo mucho… mucho… Los amo a Todos…





Esa fueron las últimas palabras de Kushina


 

 

Mientras Minato y Naruto daban vueltas inútilmente frente a la sala de emergencias, miembros del personal ya se habían llevado la camilla, perdiéndose de vista. Los Uzumaki quedaron mirando la puerta que se había cerrado hasta que los condujeron, firme pero gentilmente, a la sala de espera. Alguien vino al poco rato y les tajo café, negándose sonrientemente a darles noticia alguna sobre el estado de la paciente.

 

Ino y su esposo llegaron media hora después. El embarazo de Ino estaba ya en su tercer mes y claramente se veía que su esposo se preocupaba mucho por ella. La joven avanzo trabajosamente hasta llegar junto a su padre y se sentó entre este y Naruto, llorando suavemente.





-Vamos, vamos, mi niña – la consoló Minato – No llores. Mamá se va a poner bien muy pronto. Cuando llegamos aquí estaba bien. Se la llevaron hace rato y no tardaran en decirnos como sigue. Sigue sentada y no llores más, piensa en tu bebe, Ino; no debes tener impresiones fuertes.

 

-¿Cómo sucedió? – pregunto Sai, encendiendo un cigarrillo y procurando no mirar en dirección a Naruto.

 

-No lo sé. Cuando Naruto y yo llegamos a casa, estaba inconsciente en el sillón, en la sala. No sé cuánto tiempo ha estado hay. ¡Kami! ¿Por qué no me fui directamente a casa, después de trabajo? ¿Por qué diablos tenía que ir primero al Hotel? ¡Pude haberme ido a casa, al menos esta vez!


 

 

Ino se sonó la nariz.





-No tienes porque culpare, Oto San – lo consoló – Bien sabes que siempre llegas a casa a la misma hora entre semana. ¿Cómo ibas a saber que precisamente hoy ella iba a necesitarte? Oka San conoce muy bien tus costumbres. Le gusta que tomes tu sake después del trabajo y, además, con eso le das oportunidad de que ella haga lo que quiera en ese rato. Muchas veces le oí decir que es un descanso saber que no regresas a casa del sino hasta las siete, ya que así ella puede jugar al tenis hasta las seis y tener lista la comida, para ti y Naruto, cuando llegan.

 

-¡Pero debí haberme dado cuenta de que ella no estaba bien!

 

-Oto San; no tiene sentido que te hagas recriminaciones. Lo que pasó pasó. A Oka San no le hubiera gustado que su vida y la tuya hubieran cambiado en absoluto y tu bien lo sabes. No gastes el tiempo enojándote por cosas que no puedes cambiar; mejor piensa en ella y en Naruto.



-¡Por Kami! ¡Eso es lo que hago!





Todos voltearon a ver a Naruto, sentado quietamente en una silla con las manos apretadas una con la otra y los hombros caídos en la postura de abandono que siempre adoptaba cuando estaba triste por alguna razón. Había dejado de llorar y tenía los ojos fijos en algo que no podía ver. Ino se acerco a él.





-Naruto – le dijo, mientras le acariciaba un brazo.





Naruto se estremeció hasta que al fin pareció darse cuenta de la presencia de Ino. Los azules ojos transfirieron su mirada fija del infinito a la cara de ella, mirándola tristemente.


 

 

-¡Ino! – dijo, como si se preguntara que estaría haciendo ella en ese lugar.

 

-Sí, Naruto; aquí estoy. Vamos, no te preocupes ya por Oka San. Se va a poner bien, te lo prometo.

 

-Gaara dice que nunca debes hacer promesas que no puedas cumplir – dijo él, sacudiendo la cabeza.


 

 

 

El rostro de Ino se endureció peligrosamente, y desvió su atención hacia Minato, ignorando a Naruto completamente.

 

 

La noche estaba bien avanzada cuando la doctora Tsunade entro a la sala de espera, con el rostro tenso y mostrando señales de fatiga. Todos se levantaron a un tiempo, como condenados frente al veredicto del jurado.





-Minato, ¿Podemos hablar afuera un minuto? – pregunto suavemente.





El corredor estaba desierto, con los pequeños reflectores formando círculos en la iluminada franja de la que caía luz, iluminando crudamente el suelo de mosaicos. La doctora Tsunade le puso a una mano en un hombro.





-Se nos ha ido, Minato.





Parecía como que un peso terrible, insoportable, descendía sobre el pecho de Minato; desoladamente alzo el rostro incrédulo para mirar la cara de su amiga.





-¿Y ya puedo hablar con ella?





Tsunade lo miro con pena.





-No, Minato... Ella murio.

 

-¡No puede ser!

 

-Ya no había nada que pudiéramos hacer. Sufrió un ataque al corazón, y luego tuvo otro a los pocos minutos de haber llegado aquí. Su corazón se detuvo. Tratamos de volver a hacerlo funcionar, pero ya era inútil. Sospecho que ya debía haber tenido problemas antes y que este súbito enfriamiento del tiempo y el tenis le hicieron mal.

 

-Ella nunca me menciono que estuviera enferma. Yo tampoco sabía nada. Pero así era Kushi; nunca se quejaba – Minato había recuperado el control y hasta poda hablar con fluidez. Tsunade comprendio que esto se debía al shock anterior y a una preocupación mayor - ¡Tsunade, no sé qué hacer! Naruto e Ino están ahí… ¡Y creen que está bien!

 

-¿Quieres que yo se los diga, Minato?

 

-No – respondió él – Yo lo hare. Pero déjame verla antes Tsunade. 

 




Habían sacado a Kushina de la sala de terapia intensiva y la habían puesto en un cuarto pequeño, a un lado del corredor, reservado para tales ocasiones. En su cuerpo ya no había rastro de los esfuerzos de los médicos, ya no había tubos ni cables y estaba cubierta hasta la cabeza con una sábana blanca. Minato sintió como si un puño gigantesco lo golpeara cuando se detuvo en el umbral, mirando aquella forma, exactamente quieta, cuyos contornos se delineaban bajo la sabana. Ahí estaba Kushina y nunca más podía moverse; todo había terminado para ella, el sol y la risa, las lágrimas y la lluvia. No más; nunca más. Su porción en el festín de la vida se había acabado y ahora estaba en un cuarto tenuemente iluminado con una nívea tela cubriéndola. Sin valor, sin previo aviso. Sin siquiera tener oportunidad para prepararse, para un adecuado adiós. Simplemente acabada, terminada, ida. Minato se acerco a la cama, consiente del enfermizo y dulzón aroma de unos claveles que estaban en un gran florero en una mesa cercana. Después de esto, ya nuca pudo soportar el olor de los claveles.

 

 

La doctora Tsunade estaba del otro lado de la estrecha cama; levanto la sabana y volvió el rostro, mirando en otra dirección; ¿Podría alguien alguna vez acostumbrarse a ver el dolor en otra cara, a aprender a aceptar la muerte?

 

 

Le había cerrado los ojos y le habían cruzado las manos sobre el pecho; Minato la estuvo contemplando largo rato y por fin se inclino para besarla en los labios. Sin embargo, eso que besaba no era Kushina; esos labios, desangrados y fríos, no eran los de Kushina; dejando escapar un suspiro, se volvió.

 

 

En la sala de espera tres pares de ojos se le clavaron en la cara cuando entro. Minato se detuvo, mirándolos a todos, y enderezo sus hombros. 

 




-Se ha ido.




Ino rompió a llorar y dejo que Sai la abrazara; Naruto tan solo miro fijamente a su padre, como un niño perdido y confuso. Minato se acerco y tomo la mano de su hijo con mucha ternura.




-Salgamos a dar una vuelta, compañero – dijo.



 

Dejaron la sala de espera, atravesaron el corredor y salieron al aire libre. Afuera había una ligera claridad y el horizonte se teñía de rosa y oro. La briza de la madrugada les acaricio el rostro suavemente y se alejo suspirando.


 

 

-Naruto – dijo Minato cansadamente – No tiene caso hacerte creer que mamá vaya a regresar algún día. Mamá murió hace rato. Se nos fue, compañero, se ha ido. Ya jamás poda volver, se nos ha ido a una vida mejor, donde no hay dolor ni tristeza. Vamos a tener que aprender a vivir sin ella y eso va a ser muy duro, terriblemente duro… pero ella quería que nosotros siguiéramos adelante sin ella; que siguiéramos adelante y que no la extrañáramos demaciado. La vamos a extrañar mucho al principio, pero pasado un tiempo, cuando ya nos hayamos acostumbrado, ya no va  a ser tan difícil.

 

-¿Puedo verla antes de que se vaya, Oto San? – pregunto Naruto en tono desolado.


 

 

Minato negó con la cabeza, tragando saliva con dificultad.


 

 

 

-No, compañero. Ya no podrás verla más. Pero tú no debes culparla por eso; no era así como ella lo quería; irse de repente sin siquiera decir adiós. A veces las cosas se salen de nuestro control y suceden demasiado rápido para que podamos alcanzarlas y, cuando queremos hacerlo, ya es demasiado tarde… Mamá murió así, muy pronto, demasiado pronto… Le llego su hora y no hubo nada que ella pudiera hacer para alargarla un poco más, ¿me entiendes, compañero? 



-¿Y de veras está realmente muerta, Oto San? 



-Sí; de veras está realmente muerta.





Naruto alzo la cabeza al cielo sin nubes; un pajaro chillo y se meció muy por encima de ellos precipitándose luego a la tierra extraña y volviendo a elevarse en busca de su hogar.


 

 

-Gaara me dijo una vez que era la muerte, Oto San. Ya sé lo que es. Oka San se ha ido a dormir, está dormida en la tierra, bajo una sabana de pasto, y va a descansar ahí hasta que todos nosotros vayamos también, ¿verdad? 



-Más o menos así es, compañero.






Cuando regresaron a la sala de emergencia, la doctora Tsunade los estaba esperando. Envió a Naruto a que se reuniera con Ino y Sai, pero le indico a Minato que permaneciera con ella.




-Minato – le dijo – hay varios arreglos que hacer.

 

-¿Y qué hago? – Minato se estremeció – Por Kami… No tengo la menor idea.


 

 

 

Tsunade le hablo del entierro y se ofreció para recomendar a Minato al propietario de una funeraria.





-Es un buen hombre, Minato – le explico Tsunade – No te cobrara más de lo que tú puedas pagar. Tienen que enterrarla mañana, no lo olvides, porque pasado mañana es domingo y los entierros deben hacerse en un plazo de cuarenta y ocho horas. Es por el clima cálido, ya lo sabes. Ahora, ¿Por qué no llamas a un taxi y llevas tu familia a casa?


 

 

Una vez que llegaron a la desierta casa, pareció que Ino volvía un poco a la vida y se encargo de prepararles el desayuno. Minato se dirigió al teléfono y llamo a Gaara. Este contesto al instante, lo cual lo alivio.




-¿Gaara?... Soy Minato. Escúchame... Mi esposa murió esta madrugada, todo sucedió muy rápido… Sí, muchas gracias, Gaara… Sí, estoy un poco confundido aun… Sí, tratare de descansar un poco… Te llame para hablarte de Naruto… Sí, ya lo sabe, no tenía ningún sentido ocultárselo; de todos modos tenía que saberlo algún día así es que, ¿por qué no de una vez?... Gracias Gaara, me alivia que pienses que hice bien  en decírselo. También te estoy muy agradecido por haberle explicado a él lo que es la muerte; fue una ayuda muy grande, de veras… No, no me costo ningún trabajo hacerlo comprender; no tanto como yo pensé que me iba a costar, pensé que tendría que pasarme todo el día, pero lo tomo como un hombrecito… Si, él está bien, lo está aceptando con resignación, sin llantos ni temor. Él fue la que la encontró; fue algo terrible.





Minato hizo una pausa, respiro fuerte, y luego prosiguió.


 

 

-Gaara, sé que trabajas toda la semana, pero como también sé que quieres mucho a Naruto quiero pediré que vengas hoy a verme, lo más pronto que puedas, y si podrías llevare a Naruto contigo hasta el domingo. La vamos a enterrar mañana; no podemos hacerlo pasado mañana porque es domingo, y no quiero que él asista al funeral… Muy bien Gaara, estaré aquí y también estará Naruto… Muchísimas gracias, te lo agradezco mucho… Sí, tratare de hacerlo, Gaara… Adiós y gracias.




Ino se llevo a Naruto al jardín mientras Minato hablaba con el señor dueño de la funeraria sobre los arreglos y demás. 

 


Un poco después de que el dueño de la funeraria se hubo marchado, Gaara estaciono su auto en la calle, frente a la casa de los Uzumaki y subió los escalones de la puerta principal. El rumor ya se había esparcido en el vecindario durante las primeras horas de la mañana, y muchas ventanas mostraron unas aberturas en sus cortinas cuando Gaara se detuvo en la entrada, esperando a que le abrieran la puerta. Fue el esposo de Ino, Sai, el que la abrió y se quedo mirando a Gaara con expresión de asombro. Por un momento pensó que estaba teniendo una alucinación, pero luego escucho:





-Debes ser el esposo de Ino – dijo – Soy Sabaku no Gaara y vengo a llevarme a Naruto. ¿Podrías llamar a Minato Sama y decirle que estoy aquí, sin que Naruto se dé cuenta? Esperare aquí.



Sai cerró la puerta y regreso confuso por el pasillo. Por lo que los Uzumaki e Ino habían dicho, él se había imaginado que Gaara era un anciano, pero el hermoso joven que se hallaba en la entrada estaba lejos de ser un anciano y, además, se notaba a leguas que era un doncel.

 

Minato estaba en esos momentos tratando de interesar a Naruto en un programa de televisión. Sai hizo un gesto y Minato se puso de pie inmediatamente, cerrando la puerta entre el pasillo y la sala, al pasar por esta. 

 




-Ino, Gaara San esta aquí – murmuro Sai cuando tomo asiento junto a su esposa.

 

-¿Si? – dijo ella mirando con aire de curiosidad. Ella no sabía que Gaara tenía veintitrés años, ya que nadie se lo había comentado y con los preparativos de la boda, simplemente a sus padres se les había olvidado el tema.

 

-¡No es ningún viejo, Ino! ¿Por qué hablan de él como si tuviera la misma edad que Minato? Casi no podía creerlo cuando abrí la puerta del frente; no puede tener más de veinte años y, además, es un doncel, Ino. 

 




Ino siguió en silencio durante algunos momentos y al fin movió la cabeza haciendo una mueca.




-¡Ese Gaara! – exclamo por lo bajo - ¡De manera que ese era su juego! 



-¿Y cuál era su juego? 



-¡Naruto, por supuesto! ¡Se está acostando con él! 

 





Sai silbo por lo bajo.





-¡Por supuesto! – Dijo - ¿Pero tus padres nunca sospecharon nada así? Ellos lo habían cuidado tanto… 



-Oka San nunca quiso oír la menor palabra en contra de su Gaara San y Oto San estaba satisfecho con el trabajo de Naruto. ¡Vaya forma de arreglarle el jardín!






Sai lanzo una mirada envidiosa en dirección de Naruto.


 

 

-No hables tan alto, Ino – dijo.

 

-¡Oh! ¡Siento ganas de matar a Oto San por no darse cuenta! – Exclamo Ino, con los dientes apretados – Yo siempre pensé que había algo sospechoso con ese sujeto, pero Oto San nunca quiso saber nada. Bueno, comprendo muy bien que Oka San jamás haya sospechado nada ¡Pero Oto San debía haberme escuchado!




Minato, a su vez se quedo con la boca abierta cuando vio a Gaara, salió de su aturdimiento por un momento.


 

 

-¿Eres Gaara? – pregunto con voz pesada.

 

-Sí, soy Sabaku No Gaara – respondió - ¿Creía que era un chico normal, Minato Sama?

 

-Sí; así es… - repuso Minato, dominándose lo suficiente para mantener la puerta abierta, no por que Gaara fuera joven, eso ya lo sabía, sino por el hecho de ver que era un doncel. Él no era prejuicioso, pero siempre había pensado que los donceles eran algo anormales o raros, por eso le estaba costando ver que Gaara era uno - ¿No quieres entrar, Gaara? Espero que no te importe esperar un momento en el cuarto del frente mientras yo voy por Naruto.

 

-Por supuesto que no, Minato Sama – contesto Gaara, siguiendo a Minato al dormitorio y sitiándose un poco incomodo. Al parecer, era el dormitorio principal y Gaara se pregunto como aguantaría Minato el esfuerzo de introducirlo en ese sitio donde él y su esposa habían habitado por las noches durante tantos años. Sin embargo, Minato apenas parecía percatarse de lo que le rodeaba y no podía separar los ojos del rostro de Gaara. Él no era en absoluto la persona que se había imaginado y, por otra parte, era exactamente como se lo había imaginado. Su rostro era joven, incluso más de lo que era en realidad, si no supiera su edad, diría que no pasaba de los veinte; pero no era un rostro normal o que tenía algo de maldad o interes en su mirada, era un rostro bondadoso, ligeramente tierno, con un leve toque de sufrimiento en la expresión de los orgullosos ojos aqua y la boca de trazos delicados. Su pelo era rojo, como la sangre o una rica manzana. A pesar del shock que le había causado el descubrir que no era un hombre exactamente, sino un doncel específicamente, Minato confiaba en su rostro y en el dueño del mismo. Una apariencia externa serenamente firme, concluyo, un exterior muy adecuado para Gaara, de quien el siempre había pensado que era una de las personas más bondadosas, más generosas y más comprensivas que habían entrado en su vida.

 

-Minato Sama – dijo Gaara – Realmente no encuentro palabras… ¡Lo siento mucho!... Por usted, por Naruto y por Ino…

 

-Lo comprendo, Gaara. No digas más, por favor; entiendo muy bien lo que quieres decir. Es un golpe terrible; pero tenemos que soportarlo. Lo único que siento es que Kushi no te haya conocido. Simplemente, parece que nunca tuvimos la oportunidad de hacerlo, ¿Ho no es así?

 

-Sí, y yo también lo siento mucho. ¿Cómo está Naruto?

 

-Un poco aturdido, me parece. Aunque no se da mucha cuenta de lo que está sucediendo, excepto de que su madre está muerta. Siento haberte metido en esto Gaara, pero es que sencillamente no sabía que otra cosa hacer. No puedo permitir que Naruto vaya al funeral y tampoco puedo dejarlo solo mientras todos los demás vamos.

 

-Lo entiendo, Minato Sama, y estoy de acuerdo. Me alegra que me haya llamado, puede estar seguro de que yo cuidare a Naruto. Estaba pensando, que el domingo próximo por la noche podría llevarlos a Naruto y a usted a mi casa de campo para que estuvieran ahí unos días, así pudieran descansar y estar tranquilos. Yo tendré a Naruto conmigo hoy, mañana y el domingo, y el mismo domingo por la tarde puedo regresar por usted y llevarme a ambos al campo. ¿Le parece bien, Minato Sama?



 

 

El rostro de Minato cambio de expresión y luego se compuso.



 

 

-Eso es muy considerado de tu parte, Gaara, y por el bien de Naruto acepto la invitación. El jefe de Naruto y el mío bien pueden darnos una semana libre.

 

-Entonces está todo arreglado. Ino estará mejor en compañía de su esposo, ¿verdad? Para ella será un alivio saber que usted y Naruto no están solos, aquí en casa.

 

-Así es; eso la aliviaría bastante. Lleva ya unos tres meses de embarazo.

 

-Oh, no sabía eso – Gaara se humedeció los labios y trato de no mirar en dirección de la cama matrimonial que estaba contra la pared - ¿Quiere que vayamos ya por Naruto, Minato Sama?





Era un grupo curioso el que se había formado en la sala. Sai e Ino estaban muy juntos en el sofá y Naruto ocupaba un sillón especial, inclinado hacia delante, con los ojos sin ver, fijos en la pantalla del televisor. Gaara se detuvo en la puerta que daba hacia el pasillo, quieto, contemplándolo; tenía en esos momentos una apariencia indefensa y asustada.





-Hola, Naruto – dijo Gaara.





Naruto se puso de pie de un salto, mitad lleno de alegría y mitad demasiado angustiado para sentir alegría alguna, y se quedo inmóvil, de pie, con el rostro crispado y las manos extendidas hacia él. Gaara se acerco y las tomo, sonriéndole tiernamente.




-Vine para llevarte conmigo a la casa de campo durante unos días, Naruto – le dijo suavemente.




Naruto retiro las manos súbitamente, sonrojándose; por primera vez desde que lo conocía, Gaara veía que se sentía incomodo y plenamente consciente de sus actos. Involuntariamente, los ojos de Naruto se habían dirigido a Ino, y habían captado su enojo y su rechazo, y algo en él había crecido y madurado lo suficiente como para sentir que Ino pensaba que había hecho algo imperdonable, que condenaba que él le tocara las manos a su Gaara al que tanto quería. Sus propias manos descendieron por sus costados, nuevamente solas y vacías, y se quedo mirando a su hermana con ojos suplicantes. La joven apretó los labios y se puso de pie como un gato furioso, con los incendiados ojos pasando de Naruto  a Gaara y viceversa.

 

 

Gaara se adelanto con la mano extendida. 

 

 




-Hola, Ino – dijo amablemente – Soy Sabaku No Gaara.


 

 

Ino ignoro la mano que le ofrecía.


 

 

-¿Qué estás haciendo aquí? – escupió.





Gaara finjo no percatarse del tono de voz.





-Vine por Naruto – respondió.

 

 

-Eso ya lo estamos viendo – repuso Ino con una sonrisa malévola - ¡Vaya que descaro! El cuerpo de mi Oka San todavía esta tibio y ya estás aquí, babeando, con la lengua afuera, por el estúpido de Naruto. ¿Qué pretendías cuando nos engañaste haciéndonos creer que eras un viejo? ¡Nos has hecho parecer como unos idiotas, y enfrente de mi esposo!

 

 

-¡Por Kami, Ino, cierra la boca! – Interrumpió Minato con desesperación. 

 





Ino volteo hacia su padre furiosamente.





-¡Me callare cuando haya dicho todo lo que tengo que decir, interesado! – Exploto - ¡Vendiendo a tu propio hijo tarado por unos cuantos cochinos billetes cada semana! ¿Qué tal te sabían los sakes de mas que con eso podías tomarte en el todos los días? ¿Te pusiste alguna vez a considerar la vergüenza que nos tirabas encima? ¡Míralo, tratando de aparentar que su interés en Naruto es puro y espiritual! ¡Pues bien, Sabaku No Gaara – agrego con los dientes apretados, volviéndose para mirar a Gaara nuevamente – Ya descubrimos cuál es tu juego! ¡Qué bien nos engañaste a todos, haciéndonos creer que por lo menos tenías 80 años! ¡Ya me imagino cuantos de los que viven en esta calle se estarán muriendo de la risa ahora mismo por que pudieron ver de día a él “amigo” de Naruto de los fines de semana! ¡Nos has convertido en el hazmerreir de todo el distrito, doncel asqueroso!  Si necesitabas tanto a un hombre, ¿Por qué no te compraste un gigoló en lugar de aprovecharte de un retrasado mental como mi pobre hermano? ¡Eres un fenómeno repugnante! ¿Por qué no te vas con tu auto y dinero a otro lado y nos dejas en paz?


 

 

 

Gaara estaba inmóvil en el centro de la sala, con las manos flojamente caídas a sus costados y dos brillantes manchas escarlata encendiéndosele más y más en las mejillas. Las lágrimas le corrían por el delicado rostro en muda protesta ante las terribles acusaciones, estaba tan perturbado y devastado por estas, que no podía hacer nada por defenderse; no tenía ni la energía ni la voluntad de rechazar los ataques.
Minato había empezado a temblar, apretando los puños con tanta fuerza que los nudillos se mostraban blancos. Naruto, de vuelta en el sillón, se había desplomado en este y su asustado rostro iba y venía de la acusadora al acusado y viceversa. Estaba confundido, angustiado y extrañamente avergonzado, aunque él no comprendía la razón de tal sentimiento. No podía entenderlo. Ino parecía pensar que era algo malo que él fuera amigo de Gaara, pero, ¿Dónde estaba lo malo?, Y, ¿Por qué era malo? ¿Qué era lo malo que Gaara había hecho? No parecía justo que Ino gritara así a Gaara, pero él no sabía qué hacer porque no comprendía de qué se trataba. ¿Y porque sentía deseos de correr y ocultarse en algún rincón oscuro, como lo había hecho la vez que le había robado a mamá el pastel que había hecho para sus compañeras del club?
Minato se sacudió, tratando de controlar su enojo.





-¡Ino! – Ordeno - ¡No quiero volver a oírte decir esas cosas jamás! ¿Me oyes? ¡En nombre de Kami! ¿Qué es lo que pasa contigo? ¡A un chico tan decente como Gaara! ¡Por Kami! ¡Que él tenga que estar ahí,  escuchando estupideces como estas! ¡Me has ofendido, has ofendido a Naruto y has ofendido a tu difunta madre, y en una ocasión como esta! ¡Por Kami, Ino! ¿Qué fue lo que te hizo decir cosas como esas?

 

 

-Las digo porque son ciertas – contesto Ino, buscando protección en los brazos de Sai - ¡Tú has dejado que su cochino dinero te vuelva ciego, Oto San!






Gaara se paso una mano temblorosa por la cara, limpiándose las lagrimas. Luego miro directamente a Ino y a su esposo.


 

 

 

-Estas muy, muy equivocada – pudo decir al fin – Comprendo cuan mal estas por lo que sucedió en las últimas horas, y estoy seguro que no pensaste realmente nada de lo que estás diciendo – hizo una pausa y respiro profundamente – Nunca he ocultado mi edad- prosiguió – Se la dije a Minato Sama una vez que hablamos por teléfono y, jamás se me ocurrió que fuera algo tan importante porque nunca me paso por la mente ni por un momento que alguien interpretara la relación que hay entre Naruto y yo en un plano tan bajo. Yo quiero mucho a Naruto, pero no de la manera que estas insinuando. Y si se me antojara un hombre, me puedo dar el lujo a salir a comprarme un gigoló forrado en oro. ¿Por qué entonces iba a usar a Naruto en algo así? ¿Puedes decir que hayas visto evidencia alguna de algún despertar sexual en Naruto desde que me conoce? Si eso hubiera ocurrido, lo hubieras notado inmediatamente; Naruto es demasiado transparente para poder ocultar algo como eso. Y yo he disfrutado la compañía de Naruto de una manera verdaderamente pura e inocente. Naruto es puro e inocente y yo no cambiaria eso en él aunque estuvieran desgarrándome la carne diez mil demonios de lujuria. Y, ahora, tú lo has echado todo a perder, lo has echado todo a perder para los dos, porque si Naruto no puede comprender todo lo que significan tus palabras, por lo menos puede sentir que ha ocurrido un cambio. A su manera, esto era perfecto, y ya nunca volverá a ser igual. Me has hecho percatar de algo que nunca se me hubiera ocurrido, y has hecho que Naruto tenga que sentirse incomodo si vuelve a estar conmigo de nuevo.





Sai se aclaro la garganta.





-Pero, Sabaku No San – replico – Con toda seguridad debes haber tenido una idea de lo que la demás gente iba a pensar. A mí se me hace muy difícil creer que tú, una persona responsable y sobre todo un doncel, pueda pasar todo su tiempo libre, en compañía de un hombre tan joven y extremadamente guapo como lo es Naruto, ¡Sin pensar en lo que la demás gente pueda pensar!

 

 

-¡Así es! – Rugió Minato, levantando a Sai del cuello de su camisa y sacudiéndolo - ¡Debí haber imaginado que mi Ino, sola, no podía haber pensado toda esa mierda sin alguna ayuda por parte tuya! ¡De veras hablas aprisa! Entre el momento en que fuiste a abrirle la puerta a Gaara y la entrada de él en esta habitación, diez minutos después, te las arreglaste para plantar tus estúpidas ideas en la mente de mi hija tan malditamente bien ¡Que ella nos ha avergonzado y cubierto de basura a todos nosotros! ¡Y fuiste tú, maldito! ¡Por Kami! ¿Por qué no pudo Ino haberse casado con alguien común y corriente en lugar de un idiota como tú? ¡Debería sacarte los dientes a patadas, maldito sínico, podrido hijo de puta!

 

 

-¡Oto San! – exclamo Ino, llevándose las manos al vientre - ¡Oto san, por Kami! – agrego y rompió en llanto, temblando parada en el suelo con los tacones.





Naruto se movió entonces, tan súbitamente que los demás necesitaron varios segundos para comprender que era lo que había sucedido. Minato y Sai se vieron separados, con Sai puesto en el sofá y Minato e Ino empujados en sillones aparte, todo ello sin ninguna palabra. Naruto le dio entonces la espalda a Sai y, suavemente, toco a su padre en un hombro.



 

 

-No dejes que te haga enojar, Oto san – dijo en tono firme – Tampoco a mi me cae bien, pero Oka San dijo que debíamos tratarlo realmente bien, aunque no nos gustara. Ino le pertenece ahora; por lo menos, eso es lo que Oka San dijo.


 

 

 

Gaara rompió a reír entrecortada y suavemente; Naruto se puso junto a él y le rodeo los hombros con un brazo.





-Gaara – interrogo, mirándole el rostro atentamente - ¿Te estás riendo o estas llorando, dattebayo? No les haga caso ni a Ino ni a Sai; están peor de la cabeza que yo. ¿Por qué no nos vamos ahora? ¿Puedo empezar a guardar mis cosas?

 

 

-Ve y empieza a hacer la maleta, compañero – le ordeno Minato mientras miraba a su hijo con asombro y un repentino respeto – Ve y empieza ahora mismo. Gaara irá a ayudarte enseguida. ¿Y sabes que, compañero? Eres lo mejor que hay en esta casa.


 

 

 

Los hermosos ojos de Naruto brillaron y su sonrisa se mostro por primera vez desde que habían llegado a casa y descubierto a Kushina.


 

 

 

-También tu me gustas, Oto San – repuso, sonriendo, y se  dirigió a empacar.





Ido Naruto, hubo un silencio intenso; Ino seguía sentada, mirado a todas partes, excepto en dirección a Gaara, y ese seguía de pie en el centro de la habitación, sin saber qué hacer.






-Creo que le debes una disculpa a Gaara, Ino – dijo Minato, dirigiéndose a su hija.





Esta se puso rígida y los dedos se les cerraron un poco, como si formaran garras.






-¡Que me maten si le ofrezco una disculpa! Después de lo que nos ha hecho, ¡Creo que es a Sai y a mí a quien se nos debe una disculpa! ¡Maltratar a mi esposo de esa manera!





Minato miro a su hija con tristeza.





-Verdaderamente me alegro que tu madre no esté aquí – dijo – Ella siempre dijo que ibas a cambiar, que nosotros tendríamos que salir de tu vida, pero sé perfectamente que jamás pensó que te volverías tan tonta como para llegar a esto. Eres demasiado grande para tus zapatos, mi niña, y bien podrías tomar unas cuantas lecciones de buenos modales de Gaara, para no mencionar a tu chocante esposo.

 

 

-¡Minato Sama! ¡Por favor, ya no! – Exclamo Gaara volviendo a llorar, lleno de angustia - ¡Siento mucho haber sido el causante de esta discusión! De haber sabido que iba a suceder  esto, jamás hubiera venido. Oneigan, no se peleen por mi culpa. Me dolería mucho ser el  motivo de una ruptura permanente en la familia de Naruto. Si no fuera porque creo que Naruto me necesita en estos momentos, desaparecería para siempre de la vida de todos ustedes, incluso de la de él, y les prometo que tan pronto Naruto se reponga de la pérdida de su madre, eso es lo que hare. Jamás volveré a verlo ni a causarles a ninguno de ustedes problemas ni vergüenzas.






Minato se levanto, con la mano extendida, de la silla en la que Naruto lo había obligado a sentarse.





-¡Por Kami! – Exclamo – ¡Me alegro de que todo esto haya salido a la luz! De todas maneras ¡Algún día tenía que suceder! En lo que respecta a Kushi y a mí, Naruto es lo único que importa, y Naruto siempre necesitara de ti, Gaara. Lo último que Kushi dijo fue que cuidara de Naruto, y eso implica hacerlo feliz. Pues bien, voy a hacer precisamente eso, Gaara, y si el par de idiotas que están en el sofá lo ven de otra manera, lo siento por ellos. Yo voy a cumplir con la última voluntad de mi Kushi – la voz pareció quebrársele, pero levanto la barbilla hacia el techo, trago saliva varias veces y se las arreglo para continuar – Kushi y yo a veces también nos peleábamos – prosiguió – Pero a pesar de eso nos queríamos mucho. Pasamos juntos muy buenos años, que siempre recordare con una sonrisa y un brindis con mi botella de sake. Ése de ahí no entendería – dijo señalando con la cabeza en dirección al sofá – Pero Kushi se sentiría verdaderamente desilusionada si yo no brindara por ella todos los días en el .


 

 

 

 

A Gaara le costó un gran esfuerzo refrenar su impulso de precipitarse hacia el anciano para confortarlo físicamente, pero sabiendo que trabajo tan grande le había costado el controlarse, mantuvo sus brazos a los costados y trato de decirle con los ojos empañados de lagrimas y con una sonrisa de afecto, que él si comprendía muy bien.







…………






Durante todo el viaje a la casa de Gaara, Naruto no dijo ni una sola palabra, y permaneció hundido en el asiento del auto. No eran muchas las veces que había dormido en la casa de Gaara en la ciudad y el cuarto que siempre ocupaba no le producía la mínima sensación de pertenencia que su cuarto en la casa de campo; por lo mismo, no supo qué hacer cuando Gaara se dispuso a dejarlo para que se cambiara de ropa y se acostara. De pie en el centro de la habitación, refregándose nerviosamente las manos, lo miro con expresión de suplica. Siempre indefenso ante esa expresión en particular, Gaara exhalo un suspiro y vino en su ayuda.





-¿Por qué no te pones tu pijama y tratas de dormir un poco, hum? – le pregunto suavemente.

 

 

-¡Pero es que no es de noche; estamos en pleno día! – protesto él, revelándose en la voz el dolor y el temor que estaba sufriendo.

 

 

-Eso no importa, Naruto – respondió Gaara, con un nudo en la garganta – Creo que podrás dormir un poco si cierro las cortinas para que no entre la luz al cuarto.

 

 

-Me siento enfermo – dijo Naruto, hipando peligrosamente.

 

 

-¡Oh, Naruto! – respondió Gaara al instante, recordando cuando temía él que lo regañaran por ensuciar el suelo – Ven, vamos a baño.





Naruto empezó a vomitar en cuanto llegaron a la puerta del cuarto baño. Gaara lo sostuvo poniéndole una mano en la frente, hablándole cariñosamente y acariciándole la espalda mientras él expulsaba y se arqueaba.


 

 

 

-¿Ya terminaste? – le pregunto Gaara suavemente. Cuando Naruto contesto afirmativamente con su rostro sucio y su ropa manchada, Gaara hizo que se sentara en la silla que llevo hacia el baño y abrió la llave del agua caliente para llenar la bañera -  Mira como te has puesto. Yo creo que lo mejor es que te des un buen baño caliente, ¿no crees? Te sentirás mucho mejor en cuanto sientas el agua – tomo una toalla y le limpio los restos del vomito del rostro y las manos; le quito la camisa y la doblo cuidadosamente y luego con la misma camisa procedió a limpiar el suelo. Naruto lo miraba hacer sin energía, temblando y con el rostro pálido.

 

 

-Lo si-ssiento mu-cho, Gaara – tartamudeo – Lo enssssucié todo y tu te va-va-vas a enojar conmigo.






Gaara levanto el rostro y sonrió desde la postura que tenia, arrodillado sobre los mosaicos.






-¡Jamás, Naruto, jamás! No pudiste evitarlo, eso es todo, pero hiciste todo lo posible para aguantarte hasta llegar al baño. Eso es lo único que importa ¿nee?



 

 

Su palidez y debilidad lo alarmaron; no parecía estar recuperándose tan pronto como debía, por lo que no se sorprendió cuando cayó de rodillas ante el retrete y empezó a vomitar otra vez.





-Yo creo que eso ya fue todo – dijo Gaara cuando él se quedo quieto una vez más - ¿Por qué no te das un baño, hum?

 

 

-Estoy tan cansado, Gaara – murmuro aferrándose a la silla.






No se atrevió a dejarlo; la silla era de respaldo recto y no tenia brazos y, si se desmayaba, no podría sostenerse en ella. El mejor lugar para él en esos momentos era dentro de la bañera de agua tibia, donde podía estirarse y calentarse con toda satisfacción. Cerrando su mente de las hirientes palabras de Ino y rezando en silencio porque Naruto jamás mencionara esas cosas, lo ayudo a desvestirse y a meterse en la bañera, con un brazo sosteniéndolo firmemente de la cintura y el otro sosteniéndolo de la muñeca del brazo que le rodeaba el cuello por los hombros. 

 


Naruto se hundió en el agua con un suspiro de alivio; ya más tranquilo Gaara, vio como el color le volvía poco a poco, y mientras él se relajaba en el baño, Gaara termino de limpiar el piso y el retrete. El olor era horriblemente pegajoso, por lo que abrió la puerta y el ventiluz para que entrara el aire fresco. Solo entonces volvió a mirarlo.

 

 

Naruto se había sentado en la bañera, inclinado hacia delante y sonriendo levemente, mirando como las nubecitas de vapor se elevaban de la superficie del agua, con el espeso cabello dorado alisándose a causa del agua. ¡Tan hermoso… tan hermoso!

Gaara se dispuso a irse, pero la voz de Naruto lo detuvo al instante, pidiéndole que no lo dejara solo y que lo ayudara porque no se quería mover. 

 



Hay que tratarlo como un niño” Se dijo a si mismo Gaara mientras tomaba el jabón. Sin embargo, mientras pensaba eso, no pudo menos que contemplarlo de cuerpo entero en el agua transparente porque de pronto Naruto se había tendido de espaldas cuan largo era, dejando escapar un suspiro de satisfacción cuando Gaara comenzó a pasarle el jabón por el cuello. La desnudez vista en un libro, después de todo, era algo completamente aparte de su realidad en el cuerpo de Naruto; en los libros, nunca había tenido el poder de conmoverlo o excitarlo. Gaara se obligo en mirar en otra dirección, pero involuntaria mente su mirada regresaba furtivamente al cuerpo de él hasta que descubrió que Naruto había cerrado los ojos y entonces se permitió contemplarlo, no tanto como deseo carnal sino como un sentimiento confuso.

 

 

Un cambio en su postura lo hizo mirarlo a la cara. Para descubrir que Naruto lo miraba cansadamente, pero con un aire de curiosidad. Gaara sintió que la sangre se le calentaba bajo la piel y casi espero el comentario que sin duda él haría, pero Naruto no dijo nada. Gaara retrocedió, se sentó en el borde de la bañera y comenzó a enjabonarle el pecho y la espalda. Sus resbaladizos dedos recorrieron aquella piel que era como una suave ceda, y al mismo tiempo y de una manera casual, se detuvieron por unos instantes en la muñeca para tomarle el pulso y ver como estaba. 

 


Naruto se veía cada vez mejor, aunque un poco inquieto, y hasta se rio cuando Gaara le vertió agua en la cabeza e hizo que se inclinara hacia adelante para lavarle el cabello. Gaara no lo dejo jugar mucho sino que hizo que se pusiera de pie en cuanto termino de bañarlo. Hecho eso, le saco el tapón a la bañera y abrió la llave de la ducha. Lo divirtió ver con que ingenuo placer se arropo Naruto en la enorme toalla de baño en cuanto salió, pero se las arreglo para escucharlo con el rostro serio cuando él le aseguro que nunca había visto una toalla tan grande, agregando que era muy lindo que lo envolvieran a uno por completo como si fuera un bebé.



 

 

 

-Estuvo muy lindo, Gaara – le confeso, ya acostado en la cama y con los cobertores hasta el mentón – Creo que Oka San me bañaba así cuando era yo un niño chiquito, pero ya no me acuerdo. Me gusta que me bañen, es mucho más lindo que bañarse uno mismo. Quisiera que me bañaras siempre, Gaara.

 

 

-¿Cómo también quieres que te consuele todos los días? – Sonrió – Ahora acomódate y trata de dormir un poco, ¿sí?

 

 

-Está bien – rio él – Pero no puedo decirte buenas noches, Gaara, porque es medio día.

 

 

-¿Y ahora como te sientes, nee? – pregunto Gaara, cerrando las cortinas y dejando el cuarto un poco a oscuras, con una tenue luz natural que atravesaba las finas cortinas de tela.

 

 

-Me siento muy bien, pero muy cansado.

 

 

-Entonces duerme, Naruto. Cuando despiertes y me busques, estaré en la sala, ¿sí?

 

 

-No, Gaara – rogo Naruto, mirándolo suplicante – No te vayas, no me dejes solo. ¿Por qué no te quedas a dormir conmigo? ¿No quieres dormir conmigo? ¿Gaara, porque no te quedas conmigo?






Gaara lo miro por un momento, con una sensación de electricidad recorriéndole el cuerpo y sintiendo como en su estomago parecía haber crecido un vacio. Pero la mirada de Naruto lo desarmó de nuevo y solo se limito a sonreír con ese rubor en sus mejillas ya tan común cuando se trataba de Naruto.

 

 

Naruto se hizo a un costado dejando lugar a Gaara para que se acostara, mientras él se quitaba el calzado y se acomodaba suavemente dentro de las sabanas; inmediatamente Naruto se acurruco a su costado, tomándolo del brazo y hundiendo su nariz en su cuello, como si temiera que Gaara se levantara en algún momento o que alguien se lo llevara. Gaara solo sentía la respiración de Naruto y su propio estomago invadido por una rara sensación, luego giro un poco su rostro, quedando su nariz en el cabello de Naruto y su boca en la frente de este, respirando el aroma que desprendían los mechones dorados y dejándose llevar por Morfeo.



 

 

............





El fin de semana transcurrió sin ningún incidente; Naruto se mostro muy reservado, todavía no se había repuesto físicamente, pero Gaara no noto nada que le indicara que Naruto extrañaba de manera dolorosa a su madre. El domingo en la tarde hizo que se sentara en el asiento delantero del gran Audi y condujo el automóvil de regreso a la casa de Naruto para recoger a Minato.

 

 

Este se hallaba ya esperándolos en el corredor del frente y, cuando vio que el automóvil se detenía, bajo corriendo los escalones, de dos en dos, con la maleta en la mano. Gaara se dio vuelta para abrirle la puerta trasera. A pesar de su físico, delgado y musculoso, y de su manera de andar como la de un muchacho, ya no era ningún joven. El verlo así le preocupo a Gaara y lo único que pudo pensar fue en que Naruto se iba a quedar solo sin padre y sin madre.

 

 

Después de las palabras y el enojo que había tenido Ino el viernes, parecía que no había posibilidades de que ella se reconciliara con los suyos; su esposo, dominaba la situación. Eso era quizás algo bueno para Ino, pero de mal augurio para su propia familia. ¿Y cómo podría él, Sabaku No Gaara, adoptar a Naruto si algo le sucedía a Minato? Al parecer, todo el mundo pensaba ahora lo peor, así que, ¿Qué pensarían y que harían si Naruto se fuera  a vivir con el permanentemente? El solo pensar eso lo aterrorizaba. Solamente Minato, Itachi, la señora Chijo y Naruto mismo pensarían que esa relación era buena. Se estremecía al imaginarse que diría Ino y que haría. Con total seguridad iba a haber un escándalo; tal vez también un litigio; no obstante, cualquier cosa que sucediera, Naruto debía ser protegido a toda costa de cualquier daño.

 

 

Realmente no importaba lo que le sucediera a él, o a Ino o a sus vidas. Naruto era lo único que le importaba.

 

 

A pesar del shock sufrido y de la pena, Minato se divirtió con el comportamiento de Naruto durante el viaje a la casa de campo, viendo como pegaba la nariz a la ventanilla y como miraba embelesado el cambiante escenario, fascinado por completo. Gaara lo sorprendió mirando a su hijo, cuando miro por el espejo retrovisor, y no pudo menos que sonreír tiernamente.






-Nunca se cansa, Minato Sama. Es algo lindo saber que disfruta y se divierte en cada viaje como si fuera el primero.


 

 

 

 

Minato asintió con la cabeza, dándole la razón.






-Así es, Gaara. Nunca me había dado cuenta de que disfrutara tanto de los viajes. Por lo que recuerdo de las pocas veces que tratamos de sacarlo en automóvil, siempre vomitaba, ¡Que problema! Y era algo terriblemente vergonzoso porque el auto no era nuestro. De haber sabido que se le iba a quitar esa costumbre, me hubiera comprado uno para sacarlo a dar una vuelta de vez en cuando. Es una lástima no haberlo hecho, viéndolo como se porta ahora.

 

 

-Bueno, yo no me preocuparía por eso. Naruto es siempre feliz si todo va bien. Para él esta es simplemente otra clase de felicidad; eso es todo.


 

 

 

Minato no contesto, se le llenaron de lágrimas los ojos y tuvo  que dar vuelta la cabeza en otra dirección, poniéndose a mirar el paisaje por la ventanilla.

 

 

Una vez que los dejo instalados en la casa de campo, Gaara se preparo para regresar a la ciudad. Minato alzo el rostro y lo miro, lleno de tristeza.


 

 

 

-¡Que lastima, Gaara! ¿Por qué tienes que irte? Pensé que ibas a quedarte con nosotros.


 

 

 

Gaara movió la cabeza negativamente, pero con una sonrisa complaciente.


 

 

 

-Lamentablemente, no es posible – dijo – Mañana tengo que regresar al trabajo; mi jefe va a tener una semana llena de reuniones muy importantes y tengo que estar a su lado para ayudarle. Creo que encontraran ustedes todo lo que necesiten. Naruto sabe donde esta todo y él lo ayudara a usted si tiene problemas en la cocina o en alguna otra parte de la casa. Quiero que se sientan absolutamente como en su propia casa y que hagan lo que quieran. Hay muchas cosas para comer, así que por eso no hay problema, también les hice varias tortas de chocolate y bizcochuelos, que Naruto me conto que les gustan. Si les es necesario ir a la ciudad, mi número o el del servicio local de taxis está en la libreta junto al teléfono, y cárguenlo a mi cuenta, por favor.




Minato se puso de pie, mientras Gaara se ponía el suéter, listo para partir. Le sonrió y se estrecharon la mano, lleno de afecto.


 

 

-¿Por qué no me llamas Minato, Gaara? Así sería mejor. A estas alturas me parece tonto que sigan las formalidades ¿nee?


 

 

 

Gaara sonrío, con la mano un sostenida por la de Minato.





-Muy bien, estoy de acuerdo – se sonrojo levemente y con una sonrisa tierna finalizo -  Minato.

 

 

-¿Y cuando volveremos a verte, Gaara? – pregunto Minato observando el rostro del que, a sus ojos, era un niño, y no sabiendo si, como huésped, debería salir a acompañarlo al auto, estando él en su propia casa, o simplemente regresar a su silla.

-El viernes en la noche, no sé a qué hora, pero no me esperen para cenar. Tal vez tenga que quedarme en la ciudad hasta más tarde y cenar con mi jefe.



 

 

 

Fue Naruto quien lo acompaño hasta el automóvil; con sorpresa, Minato vio como su hijo se interponía entre los dos saltando de impaciencia como un perro cuando no le hacen caso. Comprendiendo lo que eso quería decir, volvió a sentarse con su periódico mientras Naruto seguía afuera a Gaara.





-Ojala no tuvieras que volver allá, Gaara – le dijo, mirándolo con una expresión que Gaara nunca antes había visto en sus ojos y que no podía identificar.


 

 

 

Gaara sonrió...

 

 



-Tengo que irme, Naruto – repuso – De veras, tengo que irme. Pero eso significa que estoy confiando en que tú cuidaras a tu padre porque él no conoce la casa ni los alrededores, como tú y yo ¿sí?. Se bueno con él. ¿Lo harás, Naruto?

 

Naruto asintió con la cabeza. Sus manos flojas a los costados, se movieron y se apretaron una a la otra.


 

 

 

-Lo cuidare, Gaara; te prometo que lo cuidare – dijo.






Se quedo mirando el sendero hasta que el auto desapareció entre los árboles y la oscuridad; luego dio media vuelta y entro a la casa con una expresión en sus ojos jamás vista.



..-..-..-..-..-..-..-..-..

 

 

Notas finales:

Perdón por el retraso.

 

Quizas no se dieron cuenta pero las últimas palabras de Kushina las base en las mismas que le dedico a Naruto antes de morir en el anime :( 

 

No sé ustedes pero yo llore cuando vi la película, una vez más, para transcribir las palabras.


Si, solita me hago sufrir y a ustedes también. 

 

Pero en fin, espero que les gustara el capitulo. 

 

(:

 

Muchas gracias por leer y comentar para las personitas que se molesten en hacerlo <3

 

Se los aprecia mucho de veras. 

 

Próximo capitulo = Jueves o viernes. 





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