De nuevo pidieron la letra F. Esa era una de las más solicitadas en el lugar, pero ante mi inconsciencia de su significado solo podía acatar la orden de llevar el mensaje y solo por esa razón sería retribuido.
Mañana sería el gran día para mi. Para muchos solo significaba un paso más para los designios de su vida pero para mi, significaba la única oportunidad de triunfar en el mundo de arriba. No tenía talento, eso significaba que debía esforzarme pero tampoco era bueno en eso, en algún punto empecé a querer las cosas fáciles porque el trabajo era fácil y ganaba fácil. Tan era el caso, que muchas veces trate de golpearme a mi mismo en un intento de asegurarme que no era un sueño en el que vivía.
El casino cerró. Las cuentas se hicieron, y los que viviamos allí nos dirigmos a los dormitorios. Todo era una rutina, aquí o allá todo siempre era una rutina pues era la forma en que el ser humano lograba organizarse y sobrevivir.
Cerré mis ojos. La impaciencia pronto me abatió en la madrugada arrebatandome minutos valiosos de sueño; pero era lo normal, no solo porque mi mente estaba sobre una gran presión sino que esa pequeña sensación de todas las noches, de algo que me atormentaba, hizo su presencia sin darme tregua una sola noche.
Me alisté tan rápido como pude. Miré mis medicamentos...Tal vez hoy no serían necesarios, me comportaría y era consciente que de la noche a la mañana mi espontaniedad e hiperactividad no volverían. Requería atención ese día; por ello, con gran fuerza de voluntad, decí dejarlas por ese día.
Ahí estaba, al frente de la prestigiosa universidad. En menos de un minuto ya era observado por varios estudiantes ¿la razón? mi atuendo desencajaba totalmente con los demás, pero también era consciente de que no era el único. Al ser estos programas especiales, como he explicado, había un pequeño grupo que conmigo compartían la pequeña oportunidad de educarse, así fuera como asistentes y profesiones de rango bajo.
Me armé de valor y entré.
- ¿Cómo has logrado ingresar, Dobe?- frené en el pasillo al instante de escuchar esa voz que suele atormentarme. Trate de ignorarlo, peliarle hubiera sido mi tipico comportamiento pero...No podía darme el lujo, no ahora- ¿Me ignoras? Eres demasiado estúpido, no duraras ni una semana acá. Eres un fracasado.
-¿Sucede algo jóvenes?- un nuevo usuario intervino en el pleito. Impresionante era el parecido entre el mayor y mio. Bueno, no es que él fuera el único oji azul y rubio de todo el mundo.
-No- expresamos al mismo tiempo. Sasuke me mandó una mirada de odio, de esas que te calan hasta los huesos, para luego retirarse.
-¿Tú carrera cuál es?- preguntó el mayor.
-Perdone- hice una reverencia- Soy de asistente de cocina, me dirigo hacía allí.
- Te acompaño, soy el profesor de esa materia. Mi nombre es Minato- me otorgó una sonrisa comprensiva, tal vez tuvimos afinidad al momento por nuestras cualidades físicas. Correspondí su sonrisa y lo seguí directo al aula de clase- Me alegra mucho que esta carrera haya tenido una gran acogida en su segunda versión, me costó mucho convencer al Rector Madara sobre las posibilidades que abriría a muchos jóvenes. Aunque para la próxima entrega, viendo el aumento de esta carrera, se hará una examen de ingreso riguroso; como antes no tenía fe en el programa ni siquiera se molesto en realizar un método de filtro para los posibles aplicantes asumiendo que por mucho tendría tres estudiantes, por eso solo se enfocó en poner un costo de matrícula- soltó una carcajada- se equivocó. En esta versión ya somos veinte personas ¡Te divertiras!
Mantuve mi sonrisa. No sé si precisamente me divertiría desde que había olvidado esa sensación y la represión era constante en mí. Tal vez, disfrutaría un poco pero no llegaría a la diversión.
Pronto estuvimos en el aula. El lugar parecía de ensueño, de otro mundo. Todo estaba limpio, con mesas de madera finas y sillas. Un tablero inteligente; carteles alusivos al aprendizaje; cargadores; todo era muy lindo.
Por un momento sentí de nuevo la sensación de estar en un sueño.
Miré por todo el lugar y se sintió cómodo al sentarse al lado de de hombre de cabello color rojo y piel demasiado blanca. Pero no era su apariencia física lo que me trajó tranquilidad, su mirada pérdida y de tristeza eran similares a las mías; pensé tal vez, que sería más fácil una comprensión temprana con él.
-Jóvenes, bienvenidos al programa de asistente de cocina, mi nombre es Minato, espero que todos trabajamos en armonía y nos esforcemos- todos se levantaron de las sillas e hicieron una venía respetuosa.
Por fin, la clase empezó y sentí una chispa de emoción.