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Dispara o dispararé por Nicole Prince

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Notas del capitulo:

¡¡Hola!! :) He vuelto.


Antes que nada, gracias por vuestra paciencia. Necesitaba este tiempo para seguir escribiendo y organizarme (y para arreglar el ordenador también, para que mentirme).


Las actualizaciones de este FF serán los lunes, y sí, ya sé que no es lunes aún jajaja Pero me hacia ilusión volver a actualizar, así que...


Y por último, ya sé que no debería pedir esto pero si pudierais dejarme comentarios con lo que os gusta o lo que no, me hariais muy feliz y también podría mejorar :)


 


¡Un saludo!

Capítulo 4: Vuelta a casa.

 

Fueron curados de forma básica. Lo típico que haces cuando un niño se raspa la rodilla, desinfectante, gasas y poco más. Con la diferencia de que ni Hanamiya ni Himuro se habían raspado una rodilla. Aunque tampoco podían esperar más, poco les importaba a esa gente si tenían algo roto o necesitaban puntos. Mientras pudiesen hablar, les servía. Tras ser curados, a ambos los llevaron hasta una habitación, donde fueron encerrados. La tensión se podría haber cortado con cuchillo y tenedor. No puedes enjaular dos leones sin esperar que se ataquen.

 

— Bueno ¿y a ti que te trae por aquí? ¿De visita? — Rió Tatsuya.- Papi te ha castigado ¿es eso, no?

— Tengo muchas, muchas ganas de romperte esa cara de póquer, ‘cariño’. — Makoto recalcó la última palabra con mucho asco. Si tenía que pagar con él toda esa frustración que lo recorría, lo haría. Porque definitivamente había algo raro ahí.

— Me gustaría ver como lo intentas, estás hecho un asco— Con su siempre leve sonrisa, el pelinegro no se dejaba intimidar.

— Le dijo la sartén al cazo— Ese tío le divertía de verdad, era algo fresco en esa asfixiante situación.

 

¿Qué que hacia ahí? No lo tenía muy claro. Estaba siendo castigado por su desobediencia, por su metedura de pata y por ser rematadamente gilipollas, claro. Además, sabía que estaban siendo suaves, lo sabía. Durante todos esos años había visto tantas muertes que ya no llevaba la cuenta. Fácilmente podrían haberlo hecho desaparecer. Sin embargo ¿por qué el meterlo ahí?

 

— Joder. — Masculló por lo bajo. — Joder.

— Déjame adivinar ~ no me digas que no has hecho caso a papi—

— El no es mi jodido padre, párale a eso. — Himuro iba a hablar cuando algo los interrumpió.

 

Una explosión, otra, seguidas de dos más. Había tal ruido en el exterior que no podían ni comunicarse entre ellos ¿Lo gracioso? Que ellos no podían salir. El mundo ahí fuera parecía estar desmoronándose y ellos… no podían ni abrir una puta puerta.

Gritos disparos, más explosiones ¿Qué coño estaba pasando ahí? Desde ahí dentro no podían ver nada, pero parecía un ataque. Una explosión más y la puerta voló en pedazos. Todo repleto de humo y esquirlas. Makoto, quien estaba más cerca de esa parte, sintió como algo impactaba directamente con su cabeza. Lo único que pudo escuchar antes de caer inconsciente, fue una risa completamente irritante.

 

Unas horas después, Hanamiya despertó. Su siempre mente analítica, lo avisó de que estaba en peligro incluso antes de abrir los ojos. Pero ¿Cómo no darse cuenta? Estaba en una habitación completamente diferente a la que estaba antes de las explosiones. Esta era pequeña, mas humildemente decorada y estaba prácticamente en penumbra. Repasando los hechos, se dio cuenta que no conocía ni la identidad de quien lo había sacado de la habitación, aunque sospechaba que algo tenían que ver con el pelinegro ¿Amigos o enemigos? Gilipollas, seguramente enemigos.

 

— Ningún amigo te ata a la puta cama, Makoto… — Se farfulló a sí mismo— Tampoco tienes amigos, guapo.

— Ey, ey, ey, estas despierto Ma-ko-chan— Un pelinegro de ojos azules entró en la habitación, canturreando y muy contento.

— ¿Quién eres tú? — Le sonaba mucho, muchísimo.

— Mi nombre es Takao Kazunari, guuusto en conocerte— Y se dio cuenta.

— Y-yo, t-tu, no estás muerto. — Él era el personaje que acompañaba a Himuro aquel día. El mismo que Himuro le había pedido que investigara.

— Ne, eres guapo como el demonio, que escondido te lo tenias Tatsu- kun. —

— Takao, basta. — Ahora se daba cuenta el pelinegro que no había estado solo.

— Eres un aburrido…— Hanamiya ya tenía suficiente de toda esa cháchara.

— ¿Dónde estoy? — Exigió saber.

— En algún lugar. — Esa respuesta estúpida hizo que una vena en la frente de Hanamiya se hinchara. — Ahora ya no estás en tu casa. Las preguntas las hacemos nosotros.- Estaba jodido, pensó Makoto.

— Kazunari, llama a alguien, creo que tiene roto algo— Segundo a segundo esto se volvía más raro.

— ¿No quieres curarme tu, cariño? — Hanamiya Makoto siempre tentando a su suerte.

— ¿Quién eres? — Le preguntó en contra.

— Tu puta madre—  

— No vas a hacer esto por las buenas ¿verdad? Veremos. — Y se marchó de la habitación.

 

 

Horas, llevaba horas esperando. Y nadie había pasado a verlo, no le habían tocado, no le habían dicho nada ¿iría la Yakuza a por él? JA. En el fondo de su ser sabía que no; era un trasto que ya no necesitaban. Se habían deshecho de la basura que les sobraba. Después de horas pensando en su pasado, presente y futuro, Takao llegó con una bandeja de comida.

 

— ¿Tienes hambre, Mako- chan? — Le preguntó.

— ¿Qué vais a hacer conmigo? —  Contestó en cambio.

— Eres tan serio y directo como Tatsu- kun…— Farfulló aburrido— Pues, nuestra primera opción era hacer algún intercambio o así con la Yakuza. Pero no te quieren ni en pintura, chico. Así que no sabemos qué hacer contigo. — Lo había dicho todo con una leve sonrisa y un tono de voz flojo y despreocupado.

 

Para cuando terminó de hablar ya había dejado la bandeja con comida encima de una mesa; lucía completamente apetitosa. De la misma forma, había reafirmado las sospechas del pelinegro, nadie iba a ir a salvarlo. Fue el filo de un cuchillo en su cuello el que asustó a Makoto.

 

— Escúchame bien, hijo de perra. He visto las cicatrices en su espalda y cuerpo. Si vuelve a pasarle algo por tu culpa te mataré ¿entendido? — Le dijo de forma suave, nada se había alterado en el tono del muchacho.

— No fue mi culpa, vosotros os metisteis en esto solos. — Makoto, se recriminó, esta boca tuya te va a matar.

— Bueno, sí, pero quería dejarlo claro ¿capisci? — Se volvió a levantar, sonriendo alegremente.

— ¿Qué hicisteis para cabrear de esa forma a la Yakuza? — Le pregunto, sin realmente esperar respuesta.

— ¿Qué has hecho tú para que no te quieran ni ver? —

— ¿Cómo has acabado en esto? —

— ¿Sabes? Nos han dicho que podemos matarte. —

— ¿Lo haréis? —

— No. Espero poder sacar provecho de ti— Esa voz fue diferente. — Kazunari ¿de verdad? —

— Ha empezado él— Masculló el pelinegro, un poco enrojecido.

 

Después de la interrupción, Takao volvió a salir, pero no sin antes sacarle la lengua a su amigo. Y esto, para Makoto, era jodidamente irreal ¿no se daba cuenta de su situación? Es que de verdad no lo entendía. Habían atacado a la Yakuza, les habían quitado algo, lo que fuese, y… ellos tan tranquilos. Una vez Takao se hubo marchado, Himuro volteo mirando fijamente a Makoto. No se molestó en mediar palabra con él cuando, con una navaja, rompió su camiseta y pantalones y lo desvistió.

 

— ¿Qué coño haces?- Le gritó.

— Estoy buscando tatuajes. Los tatuajes de la Yakuza pueden llegar a mostrar muchas cosas. — Hanamiya era consciente de esto. La falta de tatuajes siempre había sido para él el signo de que no pertenecía a ese lugar.

— ¿Y? ¿Qué tal vas? —

— No llevas ninguno ¿Quién eres tú? De verdad ¿Quién eres? — Tatsuya lo miraba… ¿fascinado?

 

Hubo algo en esa mirada maravillada que lo hipnotizó; Hanamiya no podía dejar de mirarle a los ojos. Sin embargo poquito a poco fue descendiendo hasta sus labios. Se veían rojos y suaves, sexys para Makoto. De forma inconsciente, Tatsuya se pasó la lengua, humedeciéndose los labios. Estaban demasiado cerca, si se inclinase un poco, podría besarlo.

Y lo hizo, a la mierda la seriedad. Estaba acostumbrado, desde pequeño había tenido lo que había querido y esta no iba a ser la excepción ¿Qué más daba? Makoto estaba atado de pies y manos, ni aun queriendo podría detenerlo. Fue un beso rabioso, emanaba pasión. Cogiéndolo de la nuca, levantó un poco su cabeza para poder acceder mejor a esa boca sin tener que agacharse demasiado. Para su sorpresa, no hubo queja por parte del otro, es más, sintió que reía mientras se besaban. Porque sí, se estaban besando desde el primer segundo. Con saña, pasión, bestialidad y prácticamente, odio. Al principio creyó que iba a ser un beso unilateral, pero Hanamiya se lo había devuelto con la misma fuerza o incluso más.

 

— Desátame—  Le pidió cuando se separaron por la falta de aire.

— Primero dime quien eres— Le condicionó Tatsuya, alzando una ceja.

— Vete al infierno— Respondió el otro aun con la sonrisa en la boca.

 

Himuro lo observó aun con la ceja alzada, repasando los hechos ¿cómo una persona que estaba atada, prácticamente desnuda y aun sin reponerse de la última paliza podía ser tan perra? Pero ahí estaba Makoto, como ‘Pedro por su casa’, sin inmutarse apenas. Y la curiosidad en Himuro creció de nuevo. Le sonrió levemente y un escalofrío recorrió a Makoto; reconocía ese tipo de sonrisas.

Poniéndose encima de Hanamiya, continúo besándolo. Este, profirió un leve sonido de queja, que fue rápidamente apagado por los labios del otro. Aprovechando que el otro estaba atado, Tatsuya comenzó a descender por su cuello mordiéndolo con fuerza. Esto provocó que el otro soltase un quejido e intentase mover los brazos para apartarle, o pegarle. Riendo, Tatsuya continuó con lo que hacía pero esta vez lamiendo las marcas de sus propias mordidas. A la vez que hacia esto, utilizó una de sus manos para empezar a acariciar uno de los pezones de Makoto; lo acariciaba, pellizcaba y volvía a acariciar.

Llegados a ese punto, Hanamiya había dejado de intentar separarlo, estaba demasiado centrado en no emitir ni un solo sonido. Ni por todo el oro del mundo aceptaría que eso le gustaba.

No pasó mucho tiempo hasta que Himuro pudo sentir la erección del otro, dura contra él. Descendiendo un poco más, llegó hasta el pezón que no estaba siendo atendido por su mano, lamiéndolo; notó como el pelinegro se tensaba, completamente excitado. No se detuvo mucho tiempo, continuó bajando, pasando por los marcados abdominales, el ombligo, llegando hasta el bóxer que el otro aun llevaba puesto. Cuando su boca estuvo a punto de llegar a esa marcada erección, se detuvo. Se separó, levantándose, mientras se reía.

 

— Aprende a contestar a mis preguntas, cariño— Le soltó, repitiendo ese apodo que el otro había utilizado varias veces con él.

— Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. —

— Volveré mañana- Canturreó antes de irse. —  Que duermas bien— Himuro aun reía cuando salió por la puerta.

 

Aun después de recorrer el pasillo, Tatsuya aun seguía riéndose. Y era algo refrescante, hacia mucho que no se divertía tanto. Quizá, no era algo bueno que si primera diversión en tiempo fuese algo técnicamente ‘cruel’. Pero era divertido.

 

— Tatsu- kun…— Le reprendió Takao, quien hasta ese momento había estado leyendo una revista en la sala. — La curiosidad mató al gato ¿lo sabías? —

— No sé de que hablas, Kazu— Pero si lo sabía, claro que sí.

— By the way ¿qué vamos a hacer con él? — Le preguntó, levantando la vista de la revista.

— Que se quede si quiere, que se vaya si no, no es un peligro. — Himuro no sabía de dónde sacaba esa seguridad; Makoto tampoco.

— ¿Y eso lo sabes por qué? —

— Déjame divertirme un poquito más. — La siempre leve sonrisa de Himuro se hizo un poco más notable.

 

Takao solo suspiró como respuesta. Normalmente era él el atolondrado, el irresponsable, el que se divertía con cosas peligrosas. E Himuro el responsable, quien tenía la cabeza donde tenía que tenerla ¿por qué no dejar que se divierta? No le veía nada de malo, en verdad. El chico ese, Hanamiya, les recordaba un poco a ellos. Y, de todas formas, su situación no podía ir a peor. Pero estaba feliz, claro que lo estaba. Mirando a su alrededor, no pudo evitar sonreír, toda esa casa le recordaba a su Shin- chan.

 

— Kazu- Lo llamó Tatsuya. —¿De quién es esta casa?

— Es una larga historia, una para otro día, tal vez. — A decir verdad, desde que consiguieron salir de allí, no habían tenido mucho tiempo para hablar.

 

Hacía apenas unos días, Kazunari, junto a un grupo bastante numeroso de personas, habían asaltado uno de los lugares de reunión de la Yakuza. Aun ahora, el pelinegro se extrañaba de haber salido de allí con vida. Si tenía que ser sincero, trazo el plan sin verdaderos pensamientos de sobrevivir. Pero tampoco le había importado, daría la vida una y mil veces por su amigo.

 

Al día siguiente, Tatsuya se dirigió de nuevo a la habitación ocupada por su ‘invitado’. Desde el encuentro del día anterior, no había ido a verlo de nuevo. Pero no hacía falta ser adivino para saber que el otro estaría jodidamente cabreado; tenía pinta de rencoroso además.

A petición suya, era Kazunari quien le llevaba comida y agua y le supervisaba las heridas, aunque tampoco lo había hecho muy contento. Hablando de Kazunari… cuando llegó a rescatarlo, creyó que estaba muerto. Estuvo agarrado a él durante horas hasta que se aseguró que estaba bien. Por cierto, aun le debía la historia de cómo se había salvado.

Removiendo un poco la cabeza, intentó deshacerse del malestar que recorría su cuerpo cada vez que pensaba en ello. Tenía algo placentero que hacer a continuación. Fastidiar a Hanamiya Makoto se había convertido en su pasatiempo preferido por el momento.

 

— Buenos días, Mako- chan— Utilizó el’-chan’ con el solo propósito de molestar al otro. Acercándose hasta la cama, le dio un beso, lamiendo su labio inferior y sonriendo ante la mueca de fastidio del otro—  ¿Cómo has pasado la noche? —

— Bien…- Sonrió Makoto- Pensando en cómo iba a joderte. —  Para sorpresa de Tatsuya, el pelinegro hizo un giro con las piernas empujándolo encima de la cama, mientras se sentaba a horcajadas sobre él, sujetándole las muñecas. —

— ¿¡Cuando te has soltado!? —

— Solo te diré que he pasado una ‘placida noche’. Me debes algo, Tatsuya. —

 

Inmediatamente después de decir eso, Hanamiya comenzó a besar al otro con rabia. Al sentir esa intromisión Himuro intentó apartarse, pegarle, o al menos, tomar la iniciativa. Pero el otro tenía más fuerza que él y más furia contenida. Aun así, sentía que no debía preocuparse y que el otro no le haría daño; simplemente se dejó llevar.

Contento de poder mover las manos esta vez, Makoto le quitó la camiseta a Himuro rápidamente y deslizó las manos hacia su bragueta con necesidad; todo esto sin dejar de besarse. El otro, no queriendo ser el único en ser desvestido, hizo otro tanto con la camiseta de Hanamiya. Tardaron poco en estar desnudos, desnudos y ansiosos.

Aun besándose, respirando como les era posible, giraron las tornas e Himuro acabó medio recostado sobre Hanamiya. Deslizándose un poco hacia abajo, besó de nuevo el cuello del menor, haciendo que a la vez, sus erecciones se rozaran.

 

— Ahh- Gimió Makoto, un poco más alto que antes.

 

Esto hizo que el mayor se encendiese más aun, dejando de besar al otro por un momento. Ambas miradas se cruzaron, hablando sin palabras, mandando a la mierda toda convencionalidad. Comenzando de nuevo, ambos calzoncillos fueron arrancados de sus ansiosos dueños. Piel contra piel, continuaron palpando, besando y lamiendo; cambiando posiciones, hasta que ambos chicos se sentían a punto de explotar.

Utilizando las cuerdas que habían usado para atarlo, Makoto se aprovechó de un descuido de Tatsuya para amarrarlo bien fuerte a la cama.

 

— Esta te la debía, ‘cariño’. — Sonrió este arrogantemente.

— Hijo de puta—

 

Para después empezar a descender por el cuello y torso de Tatsuya. Palpando, besando y mordiendo salvajemente cada centímetro de piel por el que pasaba hasta llegar al pene de su acompañante, que estaba alzado en todo su esplendor. Alzando la mirada, observó fijamente a Tatsuya mientras se relamía los labios. Este, al ver el gesto de Makoto, jadeo con fuerza y anticipación. Aun sonriendo, el pelinegro se introdujo el pene de Himuro de una sola vez. Bruscamente comenzó a mover su cabeza en un ritmo frenético mientras lamía la erección todo lo que podía.

 

— Ahhh, joder, ahhh— Gemía Tatsuya. — Desátame cabrón.

 

Tatsuya se tensaba y movía las caderas, intentando marcar el ritmo de la felación. En uno de esos movimientos, consiguió deshacerse de las ataduras agarrando la cabeza de Makoto.

 

— Y-yo voy a-—  Intentó jadear. Al escuchar eso, Makoto paró de repente.

— Nah, nah, nah— Le dijo mientras sonreía, el otro lo miraba con una ceja alzada. Acercándose a su oído le susurró— Quiero que te corras mientras me follas.

 

Tatsuya sintió como una descarga recorría su cuerpo salvajemente. Bruscamente tumbó a Makoto de espalda, colocándolo en cuatro. Al mismo tiempo que llevaba tres de sus dedos a la boca del contrario, rozaba la punta de su pene con la entrada del otro; haciéndolos gemir a los dos por el contacto. Mientras uno, humedecía los dedos, el otro luchaba contra todos sus instintos para no penetrarlo de golpe y sin preparación. Cuando consideró que ya era suficiente, aparto los dedos de la boca del otro y los adentró en la entrada del otro.

 

— Agh animal— Le gruño Makoto.

 

Un poco arrepentido por lo bruto que había sido, hizo que sus dedos acariciaran el interior que los oprimía, intentando acostumbrarlo.

Unos minutos después, cuando consideró que era suficiente, Tatsuya se colocó entre las piernas del otro, colocando su ya humedecida punta en la entrada del otro; abrazándolo al mismo tiempo por la espalda. Mientras iba entrando, mordió con fuerza el hombro del menor movido por el fuerte placer que estaba experimentando.

Una vez completamente dentro de Makoto, el otro comenzó a moverse rápidamente. Gemían, jadeaban y se besaban como podían. Uno muy lejos de ser virgen, el otro, muy lejos de ser cuidadoso.

 

— Me voy a correr— Gritó Makoto sintiendo que le faltaba poco. — Tatsuya— Gimió en el mismo momento en el que ese momento llegaba. Dos segundos después, Tatsuya le acompañaba en un eléctrico orgasmo.

 

Aun jadeando, cayeron uno al costado del otro en esa enorme cama.


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