Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sol volverá a brillar sobre nosotros. por javithabadeer

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Asgard definitivamente no era igual que Jotunheim; el Reino rebosaba de amplias hectáreas de verdes paisajes, los que decoraban el panorama que el carruaje real dejaba ver a la vez que cruzaban la frontera entre ambos reinos. Jotunheim, a diferencia, lucía igual que un reino muerto, decorado con penumbrosos horizontes, condenados a vivir en tundras perpetuas. Tuvo que tomar un momento para tranquilizarse ante la idea que había atacado su cabeza, era cierto, la vida no era justa, se lo habían enseñado cuando apenas era un niño, quien había perdido a su madre, dejándolo solo al cuidado del Rey Jötunn: Laufey "El cruel", como le decían. El hombre se había ganado ese apodo debido a sus numerosos actos bélicos, donde cada victoria había decorado los suelos con ríos de espesa y brillante sangre de sus enemigos pero, la suerte no le sonreiría para siempre a su reino. Ahora habían caído en crisis al tener serios conflictos con el "Paraíso Dorado", obligando a su Rey a tomar la salida fácil; dar en matrimonio a su hijo menor para poder salvar de la extensión a su especie. No lo culpaba, él mismo habría buscado todas las alternativas para poder salvar a tribu, a cada uno de los Jötunn que vivían bajo el resguardo de la casa de Laufey pero, aun así, la sola idea de tener que unirse a la fuerza con el hijo del mismos guerrero que se habían manchado sus manos de sangre de cientos de gigantes, del mismo que había avergonzado a su legado y linaje, le hacía estremecer del enojo. No sería extraño que aquel hombre "Odin" buscara jactarse con su "trofeo exótico" para su hijo, una pieza de colección con la que los Aesir y los pobladores de otros reinos podrían deleitarse, por que sí, un "Ergi" como él servía para ser admirado por su belleza y ser llenado de cachorros, y su padre lo sabía, por eso había esperado para venderlo al mejor postor.

—Estamos por llegar. —Anunció el solado de élite, perteneciente a la casa de los "hombres dorados" quién, para dar honor a su nombre, portaba una fina armadura hecha del precioso metal y decorada con una capa de la misma tonalidad intoxicaste.

— ¡Padre, es una locura!—Siseó al percatarse que su destino estaba a unos cuantos minutos a la velocidad que el bello corcel proporcionaba.

—No es un tema de discusión.—Corto el hombre, pero el moreno no era conocido por rendirse fácil, tenía métodos para salir de problemas y este no era la excepción. Si su padre no iba a ayudarle, entonces tendría que hacerlo solo, no sin antes asegurarse que Jotunheim estuviera seguro con el pago que Asgard tendría que darles por su mano. Decidió esperar. Esperar ver a aquel príncipe que, se rumoreaba, rehuía de su deber real. Haciendo que el camino se acortara aún más al sentirse poco emocionado por arribar.

—Hemos llegado —Dijo su padre, haciendo que un nudo en la garganta se formara con cada silaba. — Jörd, prepara a Loki antes de salir del carruaje.

Jörd era su acompañante, una mujer mayor quien ya había tenido por lo menos cuatro hijos; al ser un Ergi era necesario que nanas y otros Ergi de clase baja le cuidaran. No podían arriesgarse a perder su valor. La nana obedeció a su Rey y se quedó al lado del joven príncipe para poder decorar su cuerpo con joyas y finas prendas.

—Hoy te ves muy bien, Loki.

—No me siento así. —Murmuró haciendo que la mujer le dedicara una sonrisa triste, después de todo, lo había criado prácticamente toda su vida y ahora, su pequeño tendría que irse. —Me siento enfermo, asqueado y vendido. 

La mujer sólo le miró con ternura, queriendo ayudarle, pero sabiendo que no podía hacer nada.  

—Debemos salir, el Rey de Asgard nos espera. —Dijo ella, el moreno asintió sin ganas. — No olvides que debes portarte bien.

Y con esas palabras se vio obligado a salir a mostrarse ante aquellos guardias quienes les guiarían hasta la familia real, lamentablemente, el horror se plasmó en su rostro al percatarse del intenso color azul cerúleo de su piel.

—Párate derecho, no quiero que me avergüences.  —Pidió su padre con seriedad. 

—No creo que puedas caer más bajo. —Siseó.

Su padre lo miró con reproche  una vez  tomó su lugar junto a él frente al carruaje; su relación siempre había sido tensa, nunca habían pasado mucho tiempo en la misma habitación, compartiendo el mismo aire. De hecho le sorprendía que no hubiera muerto durante sus tres días de viaje.

—¿Por qué no puedes dejar de ser un niño? ¿Te divierte tanto burlarte de esto?

—Reírme es lo único que me queda, duh.

Le dedicó una pequeña sonrisa irónica, pero claramente sus ojos reflejaban la ira que llevaba en su corazón. Laufey estaba a punto de reprenderle nuevamente, haciéndole saber que solo lucía como un idiota, que era alguien egoísta y que debía saber cuál era su lugar dentro de su Reino, que debía cumplir con sus obligaciones, con su destino, al igual que sus, no tan queridos, hermanos mayores. Lamentablemente las palabras murieron en su boca al divisar a tres de los guerreros que portaba la misma armadura que él hombre que los había traído, con la ligera diferencia de un cambio de color en la capa de uno de ellos, haciendo así una distinción entre rangos mayores y menores.

—Su majestad, nuestros reyes esperan gustosos. —Dijo el hombre encargado, mientras señalaba a sus compañeros quienes, estratégicamente, se colocaban tras su espalda.

—Ellos llevaran sus maletas, ¿Serían tan amables de acompañarnos para honrar al Rey con su llegada?

Laufey accedió, pidiendo a la nana de su hijo acompañar a los soldados y esperar en sus aposentos. Entonces el hombre les guió por todo el castillo, llegando al fin a su destino; el salón de la realeza Asgardiana. Frunció el ceño, ¿Acaso todo ahí debía estar plagado de oro? Mucho del cual, seguramente, había provenido de su reino en la época de Ymir y el bisabuelo de su prometido.

 

Las puertas fueron abiertas, ni siquiera le había permitido responder a lo que quería. Molesto se ubicó a un costado para poder darle el medio del salón a los invitados. Se quedó mirando el suelo mientras escuchaba el sonido de sus pasos y un leve tintineo. Los seres de Hielo se presentaron quedando no muy lejos de donde él estaba, su madre había dejado lo que hacía para tomar su lugar junto a su esposo. Era la primera vez que un Jotun pisaba el suelo del salón real, era si dudas un acontecimiento único y ni pensando hace una décadas atrás. ¡Su abuelo y bisabuelo habían luchado contra ellos! ¡Su padre había perdido un ojo, por el amor a los Dioses! 

—Bienvenidos sean a Asgard, Rey Laufey, Príncipe Loki. —Comenzó su padre. —Les presento a mi esposa, Frigg y mi hijo menor, Thor.

Su madre los miró con una sonrisa suave, por su parte sólo se quedó quieto con el rostro totalmente serio. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Darles la bienvenida? ¿Besar a su esposo y saludar a su yerno? ¡Que besen su trasero!  Mantenía la mandíbula apretada, se rehusaba a decir palabra alguna, poco más y su párpado comenzaría a temblar.

—La boda será realizada con total antelación, los preparativos están en marcha. Por lo que podrán casarse en nuestro reino para el alba de dos días más. —Anunció su madre.

—Claro, si Thor no se niega al respecto. —Comentó Odin con un tono severo. —¿Cuál es tu respuesta?

—Primero Hela y ahora yo. ¿Tendrás más hijos para unir reinos, padre? —Soltó sin poder evitarlo. 

—No aceptaré ese tipo de insolencia. —Dijo este molesto alzándose de su trono.

—Me casaré si eso te complace, Odin. —Y con ello buscó retirarse del lugar, le bastó mirarlo un momento para saber que era él. Su piel azul, sus ojos rubíes, las vetas en su dermis... un monstruo de hielo. Se detuvo en el tercer paso sin poder evitarlo. Sus ojos quedaron clavados en aquel ser cubierto de oro y piedras preciosas. Era esbelto, alto y de una figura delineada. Jamás había visto a un Jotun de la realeza, solo a sus guerreros que eran reales demonios, aquel no lo era, parecía un sueño hecho realidad. Miró al rey de Jotunheim y así hizo una reverencia pronunciada.

—Disculpen mi falta de educación, tanto sol me ha afectado. Me retiro. —Comunico mirando a sus padres. Salió del salón no sin dar una última mirada nada discreta al que sería su esposo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).