Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dear Sam ||Wincest|| por Dark_Ness

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

One shot hecho como regalo de cumpleaños a una muy buena amiga ♥

Notas del capitulo:

Porque nunca viene mal un poco de Wincest en nuestra vida :)

 

Publicación original en wattpad:

 www.wattpad.com/story/146993878-dear-sam-wincest?utm_source=widget&utm_medium=link_copy

    Habían pasado días desde que había tenido el cuerpo de Sam entre sus brazos. Aún recordaba su calidez y la forma en que sus ojos se cerraron después de escupir sangre, pero con una sonrisa en sus labios.


    Sus palabras fueron claras, y estaba seguro de que nunca más las iba a volver a escuchar. Por eso estaba triste.


    Aunque triste era una palabra muy suave para describir cómo en realidad estaba.


    Así que no temió regresar sobre sus pasos y visitar la tumba de Sam. Parece que aún estaba su cuerpo cálido y sonrosado, con la sangre aún brotando de las fisuras de su piel.


    No se podía creer que lo hubiera perdido. Él, quien siempre estuvo a su lado desde el inicio de su vida, quien lo acompañó a esas peligrosas aventuras para combatir el mal y traer paz; una paz que les fue arrebatada en el primer momento en que aprendieron a usar un arma.


    No podía entender cómo su hermano, la persona a la que juró proteger, se había ido de sus manos.


—De todo lo que he hecho, lo único de lo que me arrepiento es de no haberte protegido. —Las lágrimas de Dean bajaron por su rostro, y no hizo ningún esfuerzo por limpiárselas. Su dolor lo superaba y no había forma alguna de eliminar esa molesta sensación de saber que le falló a su hermano—. Adiós, Sammy.


    Y la noche cayó. Junto a ella vinieron las estrellas. Las sonrisas ya no existían para él.


    Las noches de sueño eran terribles. Y con eso pasaron días, en los que la embriaguez le nublaba el juicio.


    Sin embargo, todo tocó un límite cuando comenzó a alucinar.


    Sus alucinaciones, por supuesto, eran de su hermano. Y una de ellas fue muy real. Sintió cómo Sam lo tocaba para limpiarle las lágrimas y acariciarle el cabello.


—No eres real, Sam... ya no estás aquí. —Dean se aferraba a la cintura de su hermano, sollozando al tiempo que la mano cálida de la alucinación de Sam le acariciaba el cabello—. Eres un producto de mi mente... ya no estás aquí.


    Y escuchó una risa que sin duda le hizo estremecerse.


—Estoy aquí para ti. Siempre lo estuve...


    Dean dejó de sollozar. Miró a su hermano. Y por Dios, él estaba ahí.


    Dean pegó un brinco gigante. Ese no podía ser su hermano. Él lo enterró y se aseguró de que ninguna criatura pudiera profanar su cuerpo.


—Antes de que entres en pánico, mira. —Sam se levantó una manga de la camisa y ahí encontró una marca. Era una mano, la cual se le había impreso en la piel a fuego. Dean la tocó con las manos temblorosas y luego intercambió miradas entre la marca y los ojos de su hermano—. Estoy vivo. Estoy aquí. Estoy contigo.


    Y sin pensarlo dos veces, Sam acarició la cara de su hermano y le dio un casto beso en los labios. La muerte le hizo ver su vida desde otra perspectiva; fue cuando entendió lo mucho que amaba a Dean, y no era justamente como a un hermano.


    No hubo duda en ello; Dean se abrazó al cuello de Sam e intensificó el beso. Joder, lo había extrañado, y ahora estaba junto a él. No iba a desperdiciar su oportunidad.


    Las manos de Sam no se quedaron quietas. Comenzaron a bajar por la espalda de su hermano hasta tocar su cintura y afianzar su agarre; el beso comenzaba a tomarse más caliente, y los sonidos indecorosos que salían de sus labios eran los causantes de que sus cuerpos reaccionaran cada vez más.


   Dean caminó, llevando a Sam hacia atrás e impulsándolo hasta que cayó en el colchón de la cama; se separaron sólo para observarse entre sonrisas y miradas llenas de amor. Dean se acomodó entre las piernas de su hermano y comenzó a besar su cuello, sacándole jadeos.


    Las manos de Sam estaban inquietas, aferradas a la espalda de Dean y acariciando su cabello corto al mismo tiempo. De ahí bajaban por caminos candentes hasta el comienzo de la curva de su espalda, donde metió las manos dentro de su pantalón y apretó fieramente el rígido culo de Dean.


    Este no se lo esperaba y dio un brinco, seguido de un gemido poco masculino. Sam lo veía desde abajo con una sonrisa torcida, como de autosuficiencia, y eso incitó a Dean a morderle el cuello hasta dejarle una linda marca.


—Eres un chico malo —susurró sobre el cuello de Sam al tiempo que lo lamía. Sam se frotaba contra el cuerpo de su hermano, buscando atención y liberación a su palpitante erección—. Y sabes que hay que castigar a los chicos malos.


    Las manos del hermano mayor abrieron la camisa sin remordimientos. No le importó en lo más mínimo romperla ni desgarrar la tela, no cuando el delicado pecho de su hermano lo recibió; pasó sus dedos con un simple roce en intimidad, tocándolo con apenas una leve caricia.


    Se sentía bien hacerlo, se sentía bien tener un momento íntimo con esa persona a la que tanto amó y que aún seguía amando; en especial cuando esa sonrisa le transmitía tantas cosas.


    Sólo ahí comprendió que nada podía compararse a él, al sentimiento de amor que guardaba en su pecho y a lo mucho que sufrió en su ausencia. Era ya tan ficticia esa sensación de pérdida ahora que tenía a su chico entre sus brazos mientras acariciaba sus cabellos, los cuales crecían rebeldes.


    Un beso fue necesario para desatar una pequeña lágrima que se deslizó hasta el rostro del hermano menor.


—Ya no llores, Dean —consoló Sam a su hermano mientras abría las piernas y las cruzaba detrás de la cintura del cazador mayor—. Aquí estoy.


    Dean asintió y se abrazó a él, pasando su cabeza entre el hombro y el cuello de su hermano, dejando un camino de besos húmedos hasta la clavícula. Le dio un beso suave, el cual se convirtió en una mordida deliciosa que le sacó varios jadeos graves al menor.


    Sus manos estaban inquietas, querían quitarle la ropa a Dean, quería quitarse la ropa a él mismo. Pero, sobre todo, quería explorar el cuerpo de su hermano hasta aprendérselo de memoria.


—Vamos Sammy, quítame la ropa —le susurró bajo al oído, estremeciendo su cuerpo en el proceso—. Sé que lo quieres tanto como yo.


   La piel parecía estar hecha de magma, burbujeando caliente en todas las esquinas de su cuerpo. Cada roce le enviaba una placentera corriente a su entrepierna, la cual se apretaba contra la mezclilla de su pantalón y le daba un exquisito roce.


    Pero ya no querían roces de mezclilla, querían fricción por la piel del otro. Y así se decidieron cuando las camisas de franela salieron volando hasta el suelo, cuando los pantalones se deslizaron entre sus piernas y lo apretado de sus ropas interiores reposaban en el extremo de la cama.


   Dean había soñado con abrazar a su hermano, con llenarlo de besos y mimarlo; pero la realidad le atacó y lo perdió antes de poder siquiera decirle sus pensamientos sobre él. Pero ahora estaba ahí, debajo de él, suspirando con fuerza y aferrándose a su espalda cuando le metía sus dedos.


   Ahh, qué exquisita era la estrechez de Sam contra los dedos de su mano, qué cálida esa sensación de tocar las paredes suaves y húmedas de la entrada de Sam. Escuchar sus gemidos hacía que su erección saltara emocionada; pero verlo con el rostro sonrojado, el cabello pegado a la frente y los ojos achinados, era lo mejor que podía pasarle.


   Le estaba suplicando que lo tocara más. Que lo mordiera como si fuera un animal salvaje. Quería que lo marcara como suyo. Y Dean, complaciente como sólo él puede serlo, dejó atrás toda satisfacción de su cuerpo para atender la necesitada erección de su hermano. Le acarició cual largo y ancho era, dedicándole atención a esa zona rosada que brillaba por la humedad.


   Qué sonidos tan agradables, qué temblor tan divino era el que tenía el cuerpo de Sam. Tan deseable, tan delicioso.


—Dean... vamos. —Los suspiros salían como una melodía de la boca de Sam, la cual estaba rosada con hilos de saliva bajando por las comisuras de sus labios—. Estoy listo.


   No quería sacar sus dedos del interior de Sam, pero no le quedaba otra. Los deslizó hacia fuera con toda la mala intención de tentarlo más, sacándole gemidos cada vez más altos. Fue ahí cuando se lamió sus dedos y saboreó el increíble sabor de su hermano.


   Se frotó la erección con una sola mano, y abrió un poco más la entrada de su hermano.


   Los gritos de Sam fueron la bienvenida magnífica para las embestidas de Dean. Las piernas se enredaron en su cintura, sus brazos agarraron su espalda y los gemidos le acariciaron el oído.


—Dean... Dean... Ahh, por favor. —Dean pasó sus brazos por la espalda de Sam y lo apretó a él, empujándose con fuerza y moviendo la cama en el proceso.


     Lo besó con frenesí, jugando con su lengua, mordiendo sus labios y arrancándole más suspiros. Se sentía como aquella vez en la que escuchó su primer disco de AC/DC; eufórico, feliz, satisfecho y acelerado.


     La forma en que Sam arañaba su espalda, en que se aferraba a Dean, la manera en que le apretaba firmemente allá dentro era el paraíso.


    Le besó el cuello, le mordió para reclamarlo como suyo, le dejó un chupetón violeta. Y, como si a Sam le fuera el sadomasoquismo, se corrió entre sus vientres.


    Le apretó aún más fuerte y placentero, causando una fricción abrumadora entre el miembro de Dean y las paredes internas de Sam. Los dos veían estrellas detrás de sus ojos y, cuando Dean terminó, se derramó por dentro de su hermano.


   Terminaron sudados, pegajosos y sonrientes.


    Dean se acostó sobre Sam para recuperar el aliento, respirando como si hubiera corrido una maratón. Bajó sus manos de la espalda de Sam hasta abrir sus piernas y acariciarlas; salió de él y dejó que su semen se escurriera.


     Dean se sentó, con el corazón palpitándole furiosamente dentro del pecho, y recorrió el camino del semen de Sam con sus dedos. También se lo llevó a la boca, también lo saboreó como un exquisito sabor exótico.


     Sam lo observaba con lágrimas de placer entre sus ojos, sonrosado y sudado; tenía las piernas abiertas de par en par, dándole una vista hermosa a Dean. Sus brazos estaban por encima de su cabeza y no podía ni siquiera formular palabras coherentes.


—Te extrañé, Sammy —le confesó con una sonrisa—. Te extrañé demasiado.


    Sam sonrió.


—Y yo a ti, Dean.


    El cazador mayor le dio un casto y tierno beso a Sam en los labios y se acostó a su lado. Quería acariciarle hasta que el menor cayera en los sueños más profundos.


    Al final, Dean estaba feliz. Su hermano regresó de la muerte. Ya no estaba solo.

Notas finales:

Gracias por tanto Areana ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).