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Infierno por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!

Espero que estén muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo

Los adoro!!

 

Les dejo esta canción Fiestar-Mirror

Capítulo 15: Desesperación

 

Nunca he pensado que soy una buena persona, y por eso es que me sorprendí tanto al aceptar la petición de Alice. ¿Cómo se me ocurre aceptar su relación con Felipe? ¿Acaso estoy loco? ¿Y si finalmente él se enamora de ella?

 

Aquellas interrogantes solo las pensé luego de llegar a mi casa, habiendo dejado atrás lo sucedido en la casa de los Campbell. ¿Por qué lo hice?

 

Llegué a la conclusión que, aunque no me había dado cuenta, estaba encariñado con la extranjera, que sus intromisiones en mi vida habían provocado algo que pocas personas logran, se había ganado un espacio en mis sentimientos. Supongo que solo a un verdadero amigo se le puede decir que sí ante tal petición.

 

-Permiso, ¿se puede pasar? –escuché que alguien ingresaba a mi cuarto tras golpear.

 

Estaba tumbado en la cama, pensando detenidamente en las consecuencias de mi decisión, cuando de pronto apareció frente a mí el otro cabo que había quedado suelto: Felipe.

 

-Me acaba de llamar Alice… Me contó todo lo que sucedió –no me imaginaba que tenían tan buena comunicación.

 

-Sí, ya sé por qué estás con ella –dije casi susurrando, sin poderle ver a los ojos y es que de hacerlo, me alteraría aún más.

 

-Es… algo muy complicado Lucas. Ella ha sufrido mucho en esta vida y es injusto que ahora, siendo tan joven, se vaya a morir. Es egoísta, lo sé, pero es lo mejor que podemos hacer… No podría vivir tranquilo de saber que no ayudé a alguien que lo necesitaba… -finalmente le vi a los ojos y noté la congoja que se había instalado en sus pupilas.

 

¿Y yo? ¿Acaso no he sufrido lo suficiente como para merecer su amor?

 

-Lo sé… -no pude decir nada más, no quería llorar frente a él.

 

-Esto… No cambia en nada mis sentimientos hacia ti. En todos estos años no se han modificado ni siquiera un poco, y no creo que vaya a suceder… aunque seamos hermanos –era aquello lo que había ido a comentar.

 

-No, no lo somos… -me atreví a decirlo en voz alta.

 

-No somos hermanos, tú mamá te ha mentido porque no quiere que estemos juntos, pero no tenemos ese parentesco. No eres hijo de don Diego… -si iba a seguir con esto, por lo menos quería asegurar que luego de terminado todo, nuestro amor pudiera aflorar finalmente.

 

-No, ella… ella nunca haría algo así –se negaba a creerlo.

 

Suspiré profundamente antes de levantarme y caminar hasta el estante donde había escondido la copia de los resultados de la prueba de paternidad. Ya no quería ocultar la verdad, no después de optar por postergar el deseo más grande que he tenido en mi vida. No era justo.

 

-Toma. Esa prueba fue realizada con una muestra tuya y de mi padre –le entregué el papel en las manos, ante su postura inquietante.

 

La leyó detenidamente antes de doblarla y volver a introducir el papel en el sobre.

 

-¿Estás seguro que fueron bien tomadas las muestras? ¿Por qué Pamela haría algo así? Es como si supiera que estoy enamorado de ti… pero es imposible –se movía por la pieza al mismo tiempo que sacaba conclusiones.

 

-Felipe, ella es tu madre, la mujer que más te conoce en este mundo y estoy seguro que sabe de tus sentimientos hace muchos años… Además, no te he contado toda la verdad… -tragué saliva y es que iba a contarle lo más importante de todo.

 

-¿A qué te refieres? –se detuvo en seco frente a la ventana, miraba el patio mientras esperaba a que siguiera con mi relato.

 

No sabía si era lo correcto, si podía confiar en su discreción y es que el secreto que nuestros padres esconden es muy grande, tanto que arruinaría por completo la reputación de la familia, lo más amado por don Diego.

 

-Esto no puedes contárselo a nadie, ¿entiendes? Se supone que yo no lo sé y es mejor que quede así… Estaba en el cuarto de mi papá para sacar la muestra que necesitaba, tan solo que justo en ese momento ellos entraron y me tuve que esconder debajo de la cama. Pamela estaba discutiendo con él, y en medio de eso, ambos comenzaron a hablar del abuelo Roberto, que… es padre de ambos. Tu mamá es hija ilegitima… Es hermana de don Diego y por eso, porque ambos lo saben, es imposible que seas hijo de mi papá. Ellos se casaron para que Pamela no revelara la verdad y así, poder tener parte de la herencia que por ley le corresponde… ¿Comprendes lo que ocultan? ¿Entiendes que son ellos quienes en realidad son hermanos y no nosotros? –había confesado todo.

 

Felipe había centrado toda su atención en mí y es que estaba impactado, no podía dar crédito a lo que acababa de revelar. En su mente tuvieron que comenzar a producirse las asociaciones necesarias para comprender que es sobrino de mi padre y por ende, primo tanto de Camilo como de mí, que efectivamente es un Grimaldi, pero no de la manera que había pensado todos estos años.

 

-Ella… Ella me lavó la cabeza diciéndome por años que la herencia de la familia me debía corresponder a mí, por ser el hijo primogénito de Diego…Cuando eso jamás fue realidad, solo lo hizo por el rencor que se generó en ella por no ser reconocida legítimamente. Solo… solo me ha utilizado…. ¿Te das cuenta lo maquiavélica que es? Ella misma le insistía a Valentina con esas patrañas… Todo era una mentira… -no podía creer tanta osadía por parte de Pamela.

 

-Felipe… Lo más importante aquí es que no puedes decirle nada –quería convencerle.

 

-¿Por qué? Tiene muchas cosas que explicarme –se alteró como nunca antes le había visto.

 

-Porque me delatarías… -sentencié.

 

-¿No quieres quedar mal delante de tu padre? –parecía enojado.

 

Tan solo lo miré y es que no era necesaria aquella animadversión hacía mí, cuando solo he tratado de ayudarlo.

 

-Lo siento, pero no me puedes pedir eso –dijo antes de salir decidido, raudo a enfrentar a su progenitora.

 

Le vi retirarse al mismo tiempo que se me rompía el corazón. De todo lo que le mencioné solo le importó aquello, como si el hecho que ambos podemos vivir libremente nuestro amor no le interesara, ¿acaso sus sentimientos no eran verdaderos? Y aún peor, no le importó las consecuencias de sus actos al hablar con su madre, no se puso a pensar en qué sucedería conmigo si es que don Diego se enteraba que le estaba espiando.

 

Aquel desinterés me dolió aun más que dejarle estar con Alice, me destruyó de tal manera que caí directamente a una fosa conocida, a un abismo bestial que se alegra de poseer mi alma y mi cuerpo, que me destruye lentamente y que guarda las penurias más grandes que he vivido.

 

Vi cómo la luz del sol comenzaba a retirarse de mi cuarto, cómo el astro rey se marchaba de la ciudad y la noche comenzaba. El frío se colaba por la ventana abierta, aunque no la cerré, dejé que mi piel doliera, que mi pecho se apretara ante las temperaturas bajas, quería sentir el mismo dolor que se gestaba en mi interior.  Y es que aunque pudiéramos estar juntos, parecía como si volviera a producirse una barrera entre nosotros.

 

Pasé la noche de esa manera, no pude dormir pensando en lo sucedido, en el desaire del ser que más amo en este mundo, en aquella relación que ha comenzado con una moribunda, en la posibilidad que se enamore de la desvalida Alice, de la gentil y amable muñequita de porcelana. Y en lo mucho que me detesto por ser tan débil como para no haberla enfrentado y aclararle que Felipe es mío, que es mi príncipe prometido.

 

Llegué a la escuela vacío, sintiendo una soledad que hace años no experimentaba. Siempre había tenido la esperanza de concretar mi amor, y ahora eso había desaparecido. No era capaz de llorar, ni de gritar, estaba completamente destruido, despojado de toda energía y anhelo.

 

Un ser humano puede acostumbrarse a muchas situaciones, mas nunca a estar solo, eso es algo para lo cual no estamos diseñados. Durante toda mi vida he buscado el amor que trágicamente me arrebataron en mi infancia, aquella dulzura que mi madre me entregaba, aquel sentimiento que todo niño necesita. Fui criado por el miedo, por el pánico de volver a experimentar tal pesadilla, y si seguía adelante era por la promesa que le hice a ella antes de morir: sería feliz, y esa felicidad solo podía entregármela Felipe. Ahora me encontraba sin propósito, era un barco a la deriva, había perdido el rumbo hacia mi destino.

 

Caminé por el pasillo central del colegio hasta que me encontré de frente con Esteban.

 

-Buenos días amor, ¿cómo amaneciste? –sonreía galantemente, intentando como siempre conquistarme.

 

Estaba desesperado, necesitaba un poco de amor, era urgente. Por ello le tomé de la mano y lo llevé hasta aquel baño apartado, allí donde siempre nos hemos encontrado.

 

-¿Lucas? ¿Te sucede algo malo? –me preguntó sorprendido antes que cerrara la puerta con pestillo.

 

No quería hablar, solo lograr lo que me proponía. Sediento por cariño, besé al muchacho con toda la pasión que mi pecho destruido podía brindar. Mi lengua jugueteó con la suya, me empapé de su sabor, mordía su labio inferior cerrando los ojos. Pude sentir cómo su entrepierna comenzaba a levantarse, cómo el calor comenzaba a aumentar y todo su entendimiento se nublaba. Me observaba ya no como un hombre enamorado, sino como un animal sediento, como una fiera cazando su presa.

 

Dejé de jugar con su boca para llevar mis manos a su camisa, destrabé botón por botón dejando a relucir su abdomen plano y aquellos pequeños vellos que comenzaban a crecer en su cuerpo adolescente.

 

Le quité la prenda y mi lengua fue por sus pezones, los que lamía con vehemencia mientras él se estremecía de placer. Quería que se fijara en mí, que todo su mundo se centrara en mi persona y que me amara, que me penetrara deseándome, suplicándome por mi atención.

 

Ya era hora de continuar y por eso, acaricié el falo que se erguía bajo su pantalón. Era poderoso, duro como una roca y ardiente como el desierto más árido. Aquel hombre no podía pensar en nadie más que no fuera yo, sus ojos estaban repleto de deseo y era yo el objeto que él quería poseer, que anhelaba con subyugar y quebrantar.

 

Me hinqué frente a él, bajé el cierre de su pantalón y liberé aquel pene que clamaba por acción. Miré una última vez a Esteban, antes de introducir el glande en mi boca, antes de aprisionarlo y hacerle desfallecer. Tenía en mis labios su carne caliente, la que terminé por engullir por completo. Sentía cómo palpitaba adentro, cómo clamaba más ansioso de conocer otros lugares de mi cuerpo.

 

Jugueteé un buen rato con aquella polla, hice temblar a aquel hombre tan fuerte y viril, a aquel macho que era controlado por mis acciones, antes que sucumbiera a la lujuria y fuera él quien decidiera comenzar a atacar.

 

Con la respiración agitada y el cuerpo ardiendo, Esteban me levantó del suelo para atraparme contra la pared. Me besó con la pasión de un loco, con la desesperación de una bestia. Me miraba a los ojos con el brillo que solo un enamorado puede, estaba siendo amado tal como quería.

 

No tardó en voltearme, en restregar su erección en mis glúteos a modo de promesa. Me bajó los pantalones de un solo tirón y empapando su falo con saliva comenzó a introducirlo en mis entrañas. Sentía cómo su carne ardiente se hacía camino en mi interior, cómo aquel hombre complacía su pasión con mi carne.

 

-¿Estás bien? –me preguntó ante mi quejido de dolor.

 

-Sí, solo sigue…-respondí y es que necesitaba que continuara, que me amara como lo necesitaba.

 

De a poco se hizo camino en mí, aquel pene me entregaba tanto placer que lograba estremecerme. Mis piernas se debilitaban, era un ser endeble penetrado por una máquina. Sus embestidas comenzaban a ser cada vez más poderosas, mientras sus manos se posaban en mi cintura, inmovilizándome para poder ser más certero. El sudor de su pecho se impregnaba en mi espalda, su respiración moría en mi cuello y su pasión se estremecía en mis entrañas, entraba como un guerrero ataca a su contrincante en la batalla. Gemía de placer mientras Esteban continuaba como  un semental.

 

Me repletó con su esencia, terminó de amarme y me besaba el cuello como si estuviera complacido, agradecido por lo que le había entregado. Aunque debería estar de la misma manera que Esteban, la verdad es que mi vacío solo terminó por acrecentarse.

 

-Te amo… Ahora tengo que ir a clases –se despidió dándome un beso en la boca.

 

Ni siquiera podía responder y es que la solución había sido peor que el problema. Me sentía sucio, asqueado por haber tenido dentro a aquel muchacho, por dejar que me amara de aquella manera. Me había cegado, estaba desesperado y tomé la primera chance que tuve. El oler a sexo, tener en mi piel su sudor, todo me producía rechazo. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había caído tan bajo? Estaba completamente destrozado, solo y desnudo en aquel baño tan frío.

 

 

 


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