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Infierno por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!

 

Espero que estén bien, les traigo un nuevo capítulo, espero que les guste.

 

Disculpen si me demoré en actualizar, he estado muy ocupado!!

 

Nos leemos!

Capítulo especial 1: Felipe

 

Mi nombre es Felipe Calderón, tengo dieciséis años, soy hijo de Pamela Calderón y de un hombre que nunca quiso reconocerme. Mis primeros años los viví con mi abuela materna, en un barrio muy pobre en la periferia de la ciudad. Sin embargo, recuerdo esos días como los más bellos de mi existencia. Mi abue me amaba, me cuidaba y protegía de todos los problemas, se despertaba muy temprano en la mañana para hacerme comida y estaba vigilándome durante todo el día, aun cuando ya estuviera viejita y se cansara muy seguido.

 

Sabía que no era mi mamá, y es que de vez en cuando llegaba la mujer joven que decía ser mi madre. Era cariñosa las pocas veces que le veía, tan solo que no era ella quien me abrazaba por las mañanas, o que me acompañaba al doctor cada vez que me enfermaba. Pamela siempre parecía más una amiga, una señorita de dinero que vestía bien y hablaba correcto. ¿Por qué era tan distinta a mi abuela? Me pregunté cuando ya era más grande.

 

Para mi desgracia la felicidad se acabó cuando mi abue enfermó. Ya no era yo quien estaba en el hospital por un resfriado, sino que ella por un cáncer que apareció de la nada, pero que fue tan fulminante con su salud, que en dos meses ya había acabado con su vida.

 

-Te amo mucho, Pipe… Espero sepas que siempre te estaré cuidando. Esté donde esté –fueron las últimas palabras que me dijo, antes que un doctor me sacara de su habitación porque un niño tan pequeño como yo no podía estar allí.

 

No le vi morir, pero supe que después de esas palabras ya no le volvería a ver, que desaparecería para siempre por algo que ni siquiera hoy en día entiendo muy bien. La muerte es tajante, culmina una vida y se la cambia a todos quienes le rodean. Yo no volví a ser el mismo después de su partida.

 

Me quedé solo, ya no tenía quién me cuidara y la única pariente viva que me conocían, era esa mujer que decía ser mi madre. Así, de la nada, una completa desconocida se convirtió en mi familia y tuve que irme a vivir con ella. Pamela había tenido suerte y es que vivía en un lujoso departamento en la zona acomodada de la ciudad. Recuerdo muy bien la vez que llegué allí, y es que no podía creer que existiera un lugar tan hermoso, rodeado de grandes y verdes parques, con coches brillantes aparcados en las calles, esas mismas que relucían de limpias. Había flores plantadas en los balcones enormes de los edificios. Parecía que incluso las personas que allí vivían eran más lindas. Todo era tan distinto al barrio humilde de donde venía, allí donde había basura en los pasajes, donde no hay árboles ni patios verdes, donde las casas son pequeñas y apretadas unas con otras.

 

-Esta es mi casa, pero no quiero que te acostumbres a ella, porque para ti tengo planes aún más grandes. ¿Me entiendes? Algún día lo entenderás y te darás cuenta que todo lo he hecho por ti –fue lo que me dijo al mostrarme el departamento.

 

Y efectivamente, no viví mucho tiempo en aquel lugar. Meses después supe que se casaría, un evento del todo improviso y que jamás he entendido. Antes de saber la verdad, había pensado que tal vez ella era amante de aquel hombre y que, tras la muerte de su esposa, decidió oficializar su relación, aunque ocurrió tan rápido que hasta parece sórdido. ¿Y si la muerte de su señora fue con la intención de quedarse por fin con la mujer que ama?

 

Trato de no pensar en eso, especialmente tras todo lo acontecido en esta familia.

 

Jamás vi a Diego Grimaldi en el departamento, nunca fue a ver a Pamela y lo conocí recién en la ceremonia, en aquella boda tan pomposa y elegante, donde me sentía perdido, inmerso en un mundo que no se parecía en nada al mío.

 

Fue en esa misma celebración, en la mismísima catedral de la capital, que conocí a quien se convertiría en mi hermanastro, aquel niño tan menudo y pálido, con una expresión de tristeza tan grande que pudo sucumbir mi corazón. Había pensado que yo había sufrido demasiado para la corta edad que tenía, tan solo que luego me percaté que no era así, y que había más sufrimiento allá afuera de lo que imaginaba. Aunque suene a cliché, los ricos también lloran.

 

-Está será tu nueva casa –me dijo Pamela tras su matrimonio.

 

Ese mismo día llegamos a la casa más grande y elegante que jamás había visto, un palacio de piedra y grandes vitrales que me recordaban más a un museo que a una casa. Todo era hermoso, grande y costoso, parecía la vida perfecta, tan solo que le faltaba ese calor de hogar, ese amor que sí tenía en la pequeña casa de mi abuela.

 

Aunque tuviera su sangre y haya salido de su vientre, no tenía una conexión real con mi madre, era solo una desconocida y esa distancia se acrecentó aún más cuando nos fuimos a vivir con su nueva familia. La veía pocas veces, casi siempre para cenar todos juntos, mientras nadie se veía a los ojos ni decía palabra alguna. Estaba más tiempo con las criadas que contrataban para cuidarme, eran ellas las que se preocupaban de mis tareas, que no me lastimara cuando jugaba, aunque no lo hacían por cariño, sino que por su trabajo. Esa falta de amor, fue destruyéndome poco a poco incluso desde mi infancia. Ahora puedo tener todo lo que el dinero te puede brindar, menos lo que tanto anhelo recobrar.

 

En esa soledad fría y tormentosa, decidí acercarme a la única persona que parecía lamentarse de la misma manera. Así, busqué compañía en el niño pálido, en el hijo único de Diego Grimaldi.

 

-Hola, ¿quieres jugar conmigo? –le pregunté un día que ingresé a su habitación.

 

Estaba solo recostado en su cama, abrazando un oso de peluche. Sé que estaba llorando, porque sus ojos estaban rojos y su rostro empapado.

 

-No me gusta jugar –respondió débilmente antes de volver a acurrucarse.

 

-¿A qué niño no le gusta? – solo quería continuar con la conversación.

 

No tuve respuesta y me quedé parado en aquel lugar, sin saber qué hacer ni decir. Tan solo que estaba desesperado, quería un poco de afecto y por ello, actué sin pensar. Me introduje más en su cuarto, hasta el baúl dónde supuse guardaba sus juguetes, tan solo que no era eso lo que encontré.

 

-¿Por qué tienes guardados tantos cuadros y fotos? ¿Quién es ella? –no tuve que ser tan entrometido.

 

Lucas al ver que estaba tocando quizás su bien más preciado, saltó de su cama para obligarme a soltar los retratos de aquella bella mujer.

 

-¡No la toques! –gritó como si estuviera bajo amenaza. Jamás había visto tanta desesperación en los ojos de un ser humano.

 

-¿Quién esa ella? ¿Es tu mamá? –aunque tenía miedo, le pregunté.

 

No me hizo caso y decidió dejar las fotografías nuevamente en el baúl, para cerrarlo.

 

-No le digas a nadie que viste esto, es un secreto, no lo pueden saber –regresó a mí para advertirme.

 

Tiempo después me enteraría que, tras la muerte de Carolina, Diego ordenó que botaran todos los cuadros de su esposa y que Lucas al enterarse, decidió robarlos para esconder los pocos recuerdos que aún poseía de su amada madre. Apenas tenía seis años y poco podía comprender de todo el dolor que había tenido que sufrir aquel pequeño.

 

-Está bien, será nuestro secreto –traté de sonreír para ganarme su simpatía.

 

Y así fue, porque tras ese día, regresé a su habitación cada tarde después del colegio para invitarlo a jugar. Al principio se quedaba callado y no mostraba atención, pero con el paso del tiempo y tras mi insistencia, poco a poco comenzó a acercarse a mí, a participar de los juegos e incluso, a reír. Por fin había hecho un amigo, alguien por quien añorar regresar a casa.

 

-Me gusta estar contigo –dijo una vez, sin siquiera presagiar que luego me abrazaría.

 

Era la primera vez que demostraba afecto, uno sincero y que incluso me llevó a las lágrimas. Es impactante lo dependiente que somos de otros, lo necesitados que nos sentimos por un poco de calor humano, por algo de amor. Y tanto él como yo, volcamos esa necesidad en el otro.

 

-Por fin tengo un hermano menor. Te prometo que te voy a proteger de cualquiera que quiera hacerte daño –le respondí ante su demostración.

 

Era lo más bello que me había ocurrido en mucho tiempo, aun cuando nadie quisiera que nosotros fuéramos cercanos.

 

-Quiero que alejes a tu bastardo de mi hijo. No voy a permitir que lo perturbe –escuché una vez a mi padrastro discutiendo con Pamela.

 

-Es mi hijo, parte de esta familia, ¿por qué lo ofendes de esa manera? –se defendía la mujer.

 

-Él no es ni será jamás un Grimaldi, eso que te quede claro. Mi único heredero es Lucas, la única persona que me importa y por eso, no dejaré que se vea influenciado por un don nadie, por un recogido hijo de una ramera –era la primera vez que escuchaba a alguien ofender de tal manera. Aunque con el tiempo tuve que acostumbrarme, y es que Diego nos insulta constantemente, como si jamás hubiera querido casarse con mi madre y solo fuéramos un problema en su vida perfecta.

 

Pamela me mencionó la amenaza de su esposo, pero no le hice caso y es que no iba a perder a mi hermanito. A escondidas nos juntábamos en el patio para jugar detrás de los arbustos, allí donde ningún adulto podía escabullirse.

 

Así transcurrieron los años y ambos crecimos ocultando nuestra amistad, o aquel lazo que se había gestado entre ambos. Y es que mientras iba creciendo, me daba cuenta que Lucas se había convertido en algo más que mi amigo de juegos, más incluso que mi hermano, y es que me había enamorado de él.

 

Usualmente, mis compañeros comenzaban a interesarse en otras chicas, hablaban de lo mucho que les atraían sus cuerpos, sus caderas y senos, y aunque yo también podía reconocer cierta atracción, en esos casos no podía sacarme de la cabeza el rostro de Lucas. Con él todo era diferente y es que sentía, y sigo sintiendo, un amor genuino, tan puro que me obligaría a cometer hasta la más grande de las atrocidades con tal de protegerlo.

 

Y aunque sabía que era un error, decidí confiar en Pamela y confesarle lo que sentía.

 

-¿Qué? ¿Estás loco? No puedes sentir eso por él… Es…. Es descabellado. Ustedes no pueden estar juntos, ¿entendiste? –fue lo que me respondió.

 

Tenía trece años y pensaba todavía que el mundo había cambiado, que tal vez mi amor hacia otro chico no sería tan mal visto.

 

-¿Por qué? ¿Es porque somos hombres? –la enfrenté decidido.

 

-No es eso, ni siquiera me importa… Es… Es… ¿Tú sabes lo que ocurrió con su mamá? –aquella revelación me sorprendió mucho y es que no se trataba de homofobia.

 

Aunque había pasado muchos años cerca de Lucas, nunca tocamos el tema de su madre, aunque era obvio que había escuchado rumores en los pasillos. Todos decían que habían tratado de atacar a la familia y que por eso la asesinaron. Otros desmentían esto y aseveraban que en realidad había sido un suicidio. Los más paranoicos, incluso mencionaban que en realidad había sido asesinada por el mismo Diego. Nunca le di importancia, hasta aquella noche en que conversé con Pamela.

 

-¿Sabes a quién encontraron al lado del cadáver de Carolina? Fue a Lucas, él no solo está traumado por la muerte de su mamá, sino que también porque estuvo allí cuando ella fue asesinada y no solo eso… porque…-y se detuvo ante la revelación que iba a hacer.

 

-¿Qué más quieres decirme? –se había quedado callada de pronto, y ya no era capaz de mirarme a los ojos.

 

-El asesino no solo atacó a Carolina, sino que también a Lucas… Felipe, a ese niño lo violaron mientras su madre moría a su lado…. ¿Entiendes lo dañado que está? Diego trató de ocultar esta verdad, para no afectar la reputación de su heredero, para protegerlo y por lo mismo, nunca va a dejar que te acerques a él… ¿Acaso no lo ves? Lo único que harás acercándote a él es complicarlo todo. Es un amor imposible, así es que es mejor que te olvides de él –me aconsejaba aterrada, como si realmente fue peligroso.

 

A mí no me importaron sus amenazas, sino que la verdad detrás de Lucas. Jamás había imaginado que le había tocado sufrir de tal manera. Era como si pudiera sentir su propio dolor, no podía imaginar toda la tristeza que llevaba guardada en su interior y solo tenía una idea en mente: tratar de sanarlo, de entregarle todo mi amor para así curarlo. Tan solo que Pamela no me iba a dejar.

 

-No me importa nada de eso. Lo amo y voy a decírselo –sentencié seguro, con el corazón palpitando a mil. Me acerqué a la puerta para realizar lo que había decidido, cuando mi madre me tomó del brazo para impedirlo.

 

-No quería llegar a esta instancia, pero no me dejas de otra… No te iba a contar la verdad hasta que fueras más grande, pero… Es necesario que entiendas la razón por la cual me opongo a su romance –podía notar cómo la mujer tiritaba de los nervios.

 

Pamela me volteó para acariciar mi rostro y decirme mirándome a los ojos, la que supuestamente era la verdad.

 

-La razón por la que me casé con Diego, es porque… éramos amantes hace muchos años, y porque… yo le había dado un hijo ilegítimo. Cariño, tú… tú eres en realidad hijo de él… por eso no puedes amar a Lucas, porque son hermanos –y todo mi mundo se desvaneció al saber aquella verdad.

 

Ya no tenía sentido seguir al lado de la persona que amaba, por lo que me alejé de Lucas e hice todo lo que mi madre me había pedido. Ella era ambiciosa, quería que yo, como primogénito de los Grimaldi, fuera el verdadero heredero de la fortuna. A mí nunca me importó, pero seguir su juego fue el motivo suficiente para acercarme a Pamela, ahora que me había quedado solo.

 

Lucas me buscó muchas veces, no entendía por qué le había abandonado y es que no era capaz de explicarle. Por eso, decidí actuar con frialdad y comenzar a relacionarme con otras personas, a tener novias y amigos que distaban mucho de él. Así, con el tiempo, se rindió y volvimos a ser dos desconocidos. Mi relación con Valentina solo fue parte de esto, una distracción más para alejarme de mi supuesto hermano.

 

Aunque todo se volvió más retorcido cuando comencé a acercarme a Camilo. Algo en él me hizo recordar a Lucas, y todos los sentimientos que había reprimido afloraron de pronto. Se convirtió en una nueva esperanza, en una burda imitación de mi verdadero amor. Jamás imaginé que todo terminaría tan mal para todos. Y finalmente, mis esfuerzos habían sido en vano porque mi madre me había mentido.

 

Tras la cruda muerte de Valentina y del hijo que esperábamos, todo mi mundo se vino abajo y aunque tenía el apoyo de mi amante (Camilo), no pude superarlo. Todo empeoró cuando supe la verdad. En ese instante me sentí tan estúpido por caer en las trampas de Pamela, había hecho tanto para impedir mi amor, había hecho sufrir a tanta gente, que ahora no podía creer que todo era mentira. Tal vez si no hubiera utilizado a Valentina, ella ahora podría estar viva, feliz con otro chico que la mereciera.

 

Desde ese momento no he podido recuperarme, ni siquiera luego de comprender que ya no poseía impedimentos para vivir mi romance. El beso, aquel primer beso con Lucas ha sido lo único hermoso que ha tocado mi vida en estos últimos años, un paraíso que se ha visto opacado por el sufrimiento y las atrocidades que ocurren a mi alrededor.

 

Antes de saberlo, y sin darme cuenta, había comenzado una relación con Alice Campbell. La pobre muchacha extranjera que me confesó lo poco que le quedaba de vida. Sé que era cruel estar con ella sabiendo que no la amaba de verdad, pero lo decidí porque vi desesperación en sus ojos, porque no quería morirse sin antes conocer, aunque sea un poco lo que era el amor. La entendí tan bien, y es que yo mismo nunca he podido concretarlo.

 

-No te he visto con Lucas. ¿Sucedió algo? –luego de aceptar nuestra relación, los tres nos hicimos muy cercanos, aun cuando Alice supiera de nuestros sentimientos. Sin embargo, justo antes de su muerte, algo extraño sucedió.

 

-No puedo contarte, porque no tengo las pruebas suficientes, pero… Es mejor que te alejes de Lucas, es muy peligroso estar a su lado –se notaba visiblemente afectada, como si hubiera visto al mismísimo demonio.

 

-¿De qué hablas? ¿Qué descubriste? –intenté ahondar en el tema, tan solo que la chica no me reveló nada más.

 

Días después, la muchacha que estaba desahuciada, fue encontrada muerta. Y no puedo dejar de creer que fue por aquello que reveló. Tuvo que haberse enterado de un secreto muy importante como para ser presa de aquel asesino demencial. Tal vez Elia y Valentina habían descubierto lo mismo, y eso significaba que algo muy malo estaba rondando a Lucas. ¿Y si el asesino de Carolina regresó para encargarse de él? Aquel sujeto que lo violó teniendo solamente cinco años, jamás fue encontrado y es muy probable que haya regresado para continuar con sus fechorías.

 

Por eso, para proteger a Lucas de cualquier peligro, decidí que le seguiría como si fuera su sombra, que aguardaría al asesino e impediría que me arrebatara a la persona que más amo en este mundo. Al principio todo parecía normal, iba a clases en las mañanas y en las tardes se encerraba en su cuarto. De vez en cuando iba a la comisaría para ser interrogado por el detective Miguel. No vi nada sospechoso, hasta que me percaté de una falencia en mi plan: la noche. Supuse estúpidamente que el asesino no le atacaría mientras durmiera, tan solo que luego entendí que era el momento perfecto. Por eso, sin que él se percatara, me escondí dentro de su armario para vigilarlo.

 

Hubo noches en que nada ocurrió, debí parecer paranoico pensé, pero estaba en lo correcto y es que finalmente pude saber qué es lo que ocurría en la vida de Lucas.

 

La luna estaba en lo más alto del cielo, mientras yo me encontraba en aquel armario, escondido y enojado conmigo mismo por no ser capaz de proteger abiertamente a Lucas. Pensaba en rendirme esa jornada, en no seguir con el plan, cuando sentí que una persona ingresó sigilosamente al cuarto.

 

El muchacho se encontraba durmiendo plácidamente, cuando una mano le despertó. Pensé que se alarmaría al verle allí a esas horas, pero nada de eso ocurrió y es que permitió que el sujeto siguiera allí, tal como si estuviera habituado.  ¿Qué es lo que quería el hombre? No tuve que esperar mucho para comprender.

 

Su mano acarició el labio inferior de Lucas, para luego continuar su viaje por el cuerpo menudo del chico. Con paciencia desabotonó su camisa de dormir y continuó hasta su pantalón, el que bajó deleitándose con la carne fresca que iba descubriendo. Sin pudor, él mismo se bajó su prenda para dejar a entrever la erección que le había provocado aquel suceso. Con ímpetu se coló en la cama, se recostó sobre su presa para besarle apasionadamente en la boca. Acariciaba con sus manos su cuerpo y le restregaba la carne caliente que palpitaba en su entrepierna. El hombre estaba desesperado por poseerlo, tanto que no tardó en introducir su pene en las entrañas inocentes de Lucas. Le vi penetrándole, jadeando sobre la piel de la persona que amo, del chico que estaba paralizado debajo de aquel monstruo, permitiendo que fuera vejado.

 

-Eres tan hermoso… Por eso te amo tanto…- susurraba el violador mientras jadeaba.

 

Durante esa noche entendí que el mal había habitado esa casa durante muchos años y era más visible que cualquiera. El hombre que asesinó a Carolina y violó a Lucas no se había detenido nunca, había seguido con sus fechorías y con su tortura valiéndose de su poder. Ahí estaba frente al causante de tanto dolor, y es que quien se aprovechaba del muchacho no era nadie más que su propio padre, Diego Grimaldi.

 

 

 


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