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Infierno por jotaceh

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Capítulo 22: La envidia de Camilo

 

Ya no puedo ver a Felipe con los mismos ojos. El saber que él se ha enterado de la verdad, que fue don Diego quien asesinó a mi madre y me ha torturado durante todos estos años, me provoca rechazo. Sé que debe estar sintiendo lástima por mí, como todo el mundo desde que soy un niño. Ese sentimiento, esas miradas de penas, detesto todo aquello y al provenir del hombre a quien amo, me duelen aun más. 

 

-Es extraño que te estés escondiendo de tu hermanito, pensé que estabas enamorado – se burló de mí Esteban al verme entrar al baño. 

 

-Se ha enterado de todo – mencioné sin darle importancia a su mofa. 

 

El muchacho botó el cigarrillo que a escondidas suele fumar en los recreos y se acercó para revelar si lo que mencionaba era cierto. 

 

-Me vio… vio cuando don Diego me estaba follando – confesé y es que él sabe todo de mi vida. 

 

-¿Y qué va a hacer? ¿Lo quiere denunciar? – consultó como si fuera el paso obvio. 

 

-Claro que no, le dije que no lo hiciera, y es que no es necesario – todavía no le había contado a Esteban lo ocurrido con Campbell. 

 

-¿Qué? ¿Lo quieres tratar igual que a mí? ¿Lo vas a obligar a callar? – volvía a expresar su envidia. 

 

-No es eso, es algo más importante. Christopher me ha dicho que está en sus planes matarlo, quiere vengarse por la muerte de Alice y va a acabar con su vida. Todo va a terminar por fin – sonreí y es que parecía que las cosas mejorarían. 

 

Esteban, que ha estado a mi lado por mucho tiempo, solo suspiró hondo como si pensara que soy inocente, que se me ha ocurrido creer en una mentira brillante, pero una mentira al fin y al cabo. 

 

-¿Y crees que ese gringo debilucho te va a salvar? ¿Le vas a entregar el culo también por eso? – estaba más enfadado de lo normal. 

 

No pude soportar que me tratara como una ramera, por lo que le abofeteé con fuerza. 

 

-Escúchame muy bien, la única persona que te ha ayudado he sido yo. Nadie más ha querido protegerte, solo yo he estado a tu lado cuando tu hermanito se las hacía de galán y conquistaba a la primera perra que aparecía frente a él. ¿Y ahora me vas a decir que le agradeces a Felipe por quedarse callado y al gringo por prometer que matará a tu papá cuando no tuvo los cojones de proteger a su hija? ¿Cuándo te darás cuenta que sólo me tienes a mí? Yo soy lo único que necesitas – estaba iracundo, gritaba como si no le importara ser escuchado por cualquiera. 

 

-Sé a la perfección que eres la persona que más me ha ayudado, eso nunca lo voy a olvidar – traté de calmarlo. 

 

-Entonces ¿por qué no me amas? – preguntó con un tono más calmado. 

 

-Porque… ya te lo he dicho. Eso no se elige, yo no decidí amar a Felipe, solo ocurrió – no quería tener nuevamente esa discusión. 

 

-Está bien, seré paciente… pero  ¿quieres que te diga algo? No veo un buen futuro en todo esto. ¿Sabes qué sucederá? – se acercó para acariciar mi cabello, como si se tratara de un brujo. 

 

-Diego matará a Campbell, se enterará que tú tienes algo con Felipe y lo asesinará a él también. Tú volverás a quedar solo y devastado, ¿y quién estará a tu lado consolándote? Pues yo, porque en el fondo sabes que soy el único que puede ayudarte a acabar con todo esto. Solo es cosa de tiempo para que regreses a mi lado – su mirada era fría, no le importaba que muriera más gente y es que lo vaticinaba como una certeza. 

 

-Ah, y no te preocupes de seguir fingiendo, ya le he dicho a todo el mundo que nuestra “relación” ya terminó, así que estás libre para que puedas convertirte en la nueva perra de tu hermanito. Aunque ten cuidado, porque novia que tiene termina en pedazos – se marchó del baño riendo, mofándose de mi inocencia. 

 

Sus palabras me dañaron y es que tenía razón, existía una alta probabilidad que todo resultara mal, pero de todos modos preferí tener una esperanza, avivar una llama en mi interior que hace muchos años se había apagado. Tal vez esta sería la ocasión para comenzar de nuevo, para cumplir la promesa que le hice a mi madre y ser realmente feliz, al lado del hombre a quien amo. 

 

Al salir de ese lugar me encontré de frente con Felipe, el mismo chico a quien estaba evitando incluso en la mansión. Al parecer me estaba buscando, me observaba sin comprender qué había ocurrido, por qué no le quería ver después de haber descubierto mi secreto más grande. 

 

-¿Qué estás haciendo? – fue lo primero que dijo. 

 

-Quiero estar solo – di media vuelta para marcharme, pero tomó mi brazo y me detuvo. 

 

-¿Hay algo más que deba saber? – preguntó como si ya supiera la respuesta. 

 

-Nunca tuviste que enterarte de todo esto – repliqué en tono hostil. 

 

No me sentía bien existiendo tal tensión entre ambos, pero no podía permitir que siguiera enterándose de cosas que nadie debería siquiera imaginar. 

 

-¿Qué es eso que todo acabará? ¿Vas a hacer algo? ¿Alguien te va a ayudar? – seguía intrigado por lo que le dije el otro día. 

 

-Todo sucederá a su debido tiempo, solo tienes que ser paciente – quería dejar la conversación ahí, pero él no me soltaba. 

 

-Lucas, eres lo más importante que tengo y no quiero que sigas sufriendo. Por favor, no cometas ninguna imprudencia – su tono había cambiado, ahora era más cálido. 

 

Acercó su rostro, sus labios estaban a punto de rozar los míos, sentía el calor de su cuerpo y el grato aroma de su piel. 

 

-Todo estará bien, confía en mí. Pronto todo esto acabará – llevé la mano que tenía libre hasta su mejilla, para acariciarle con todo el amor que guardo hacia él. 

 

Aquel acercamiento me dio aún más esperanzas, al parecer todo iba bien, mi amado sentía lo mismo que yo y después de terminar con la pesadilla podríamos vivir nuestro amor libremente. 

 

Aunque como era de esperar, mil obstáculos se interpondrían en mi camino. 

 

-¿Crees que alguien en esta casa va a permitir que estés con Felipe? – fue lo primero que escuché al entrar a mi cuarto. 

 

Camilo me estaba esperando sentado en el sofá frente a la cama. Su mirada era inquisidora, como si reprobara mi comportamiento. 

 

-¿Qué estás haciendo aquí? – no podía creer que tuviera la osadía de profanar mi cuarto. 

 

-Me dijeron que te vieron muy cerca de Felipe, y que además terminaste tu relación con Esteban. ¿Qué pretenden? ¿Acaso los hermanastros quieren ser novios? – los chismes corren muy rápido y no tardaron en llegar a oídos inadecuados. 

 

-¿Tienes envidia? Al final Felipe nunca te quiso, porque siempre ha estado enamorado de mí. ¿Eso te duele? – no iba a quedarme callado. 

 

-Quizás un poco, pero... – se levantó del sofá para acercarse y amenazar - ¿sabes a quién no le gustará saberlo? ¿Qué pasaría si se lo cuento a tu papá? – su mirada venenosa quería penetrar mi alma. 

 

La ira y la tristeza abundaron en mi interior al mismo tiempo. Quien por un tiempo pareció ser un aliado, había mostrado su verdadera forma. Estaba dolido por el desamor y eso le guiaba a traicionar, a amenazar con tal de lograr aunque sea un poco del afecto que le fue arrebatado. 

 

Sin embargo, no iba a sentir pena por él, al contrario, su actuación me pareció vil y asquerosa. La ira ganó y renovando mis energías me propuse hacer algo que no suelo: luchar abiertamente. Sin darme cuenta, abofeteé con fuerza a mi primo, tan potente que le derrumbé sobre la alfombra. 

 

-¿Qué haces? – preguntó asustado. 

 

Me hinqué delante de él para tomarle del cabello y mirarle detenidamente a los ojos. No es el único capaz de amedrentar. 

 

-Sí tú le cuentas algo a don Diego, te prometo que me defenderé acusando que tú tuviste toda la culpa, que me tienes envidia y me quieres destruir por eso inventas esa mentira. ¿A quién piensas que le creerá? ¿Qué puede hacerte ahora? Me inclino a pensar que te desterrará en un pueblo perdido en las montañas – no iba a dejar que nadie se interpusiera en mi felicidad. 

 

El muchacho prefirió levantarse e ir, no estaba acostumbrado a que me defendiera y no había imaginado que lo haría en esta ocasión. Tal vez tenía en mente que caería en su chantaje. 

 

Me quedé a solas en mi cuarto, pensando en lo desesperado que debe estar Camilo para actuar de esa manera. Debe desear con todas sus ansias regresar a los brazos de Felipe, refugiarse de toda la oscuridad que nos rodea en el calor de aquel muchacho que no hizo más que utilizarle. 

 

Las horas transcurrieron y la noche cayó sin piedad sobre la mansión Grimaldi. ¿Esta sería la ocasión que ocuparía Christopher para acabar con don Diego? Pensaba siempre antes de acostarme, ansioso por ser testigo del final, de vivir libre, de ser una persona normal, de construir todo aquello que mi padre me ha impedido. 

 

Me quedé dormido en medio de mis anhelos, aunque fui despertado en mitad de la larga travesía. Una mano meció mi hombro. Pensé que se trataría de don Diego que suele visitarme a esas horas, tan solo que esta vez se trataba de Felipe. 

 

-¿Qué haces aquí? – susurré. 

 

-No podía dormir, no puedo sacarme de la cabeza que has sufrido tanto y que no he podido ayudarte – sus ojos brillaban como nunca antes le había contemplado. 

 

Su calidez me abrazó con tal fuerza que fui guiado hasta sus labios, fue por mero instinto, por realizar mis sueños más hermosos. 

 

-Yo no puedo creer que me ames – respondí tras el ósculo. 

 

Sonreí, no quería seguir sufriendo por lo que había pasado, sino que prefería imaginar el futuro, uno donde pudiéramos vivir nuestro amor con libertad, sin la presión de nadie ni los prejuicios que inundan nuestro alrededor. 

 

Felipe no respondió nada, solo decidió acostarse a mi lado y posar sus brazos sobre mi pecho. Me abrazó como suele hacer un esposo, refugiando su corazón en el de ser amado. 

 

Así transcurrieron los minutos en completo silencio. Sentí el calor de su cuerpo, escuché sus latidos y me embobé con su aroma. Todo aquello era una aventura que podría repetir una y otra vez. 

 

Sí hay algo que me ha enseñado la vida es que los momentos felices no abundan, por lo que debes aprovechar al máximo cuando estás en ellos. Por eso, volví a acercar el rostro de mi amado para besarle con delicadeza, con pasión, con todo el brío que generaba en mí. 

 

-Quisiera que este momento durara para siempre – mencionó al acariciar mi cabello. 

 

-Podemos hacer que eso ocurra – ya era hora de plasmar todo lo que sentimos en algo concreto. 

 

Mi mano abandonó su rostro para recorrer su pecho, descender por su abdomen y llegar hasta aquella carne lujurioso que por primera vez conocía. 

 

-No, no quiero esto… tú no debes disfrutar esto – supuso al recordar lo que me ha hecho don Diego por años. 

 

-Quiero saber cómo es el amor, quiero que tú me enseñes antes que pueda ser demasiado tarde – es lo que anhelaba hace años, poder vivir por primera vez la pasión verdadera. 

 

Felipe aceptó. Mi mano continuó con su travesía hasta tocar el miembro que poco a poco comenzaba a crecer. Mi deseo era provocar placer en mi hombre, despertar al animal que tiene muy escondido en su interior y hacerle desfallecer del placer. 

 

Mi lengua se alojó en su boca, mientras masajeaba su falo con movimientos delicados. Nuestros cuerpos se mecían en un baile que se incrementaba en calor. Saboreé sus labios antes de llegar a su cuello, jugueteé con el lóbulo de su oreja, aquella piel que produjo su primer quejido, ese cántico celestial que me hizo llegar al paraíso. 

 

Le quité la polera que llevaba, dejé en libertad los pezones que rosados se erguían sobre su piel pálida. Millares de pecas cubrían sus hombros y yo hubiera sido capaz de acariciarlos uno por uno con tal de verle disfrutar. Mordisqueé esa piel, le lamí con vehemencia mientras su pene solo crecía y crecía con una potencia tan grande que nos desbordaría a ambos. 

 

-Quiero que disfrutes de verdad – susurré mirándolo a los ojos, antes de bajar sus pantalones y quedar frente a aquella carne candente. 

 

Por primera vez era yo quien guiaba, quien estaba consciente de lo que sucedía y que ansioso esperaba el desenlace. 

 

Su falo entró en mi boca como si se tratara del bocado más delicioso que he probado, su sabor se impregnó en mí, su esencia se convirtió en todo lo que necesitaba para vivir. 

 

-Ya es suficiente, ahora te toca a ti – murmuró antes de separarse y ser él quien bajaba mi prenda. 

 

Sentir su lengua en mi sexo me hizo desfallecer, me llevó a conocer placeres que habían sido vetados hasta el momento. Me estremecí al conocer el goce, aquel que sabía dar a la perfección pero que jamás viví. 

 

Gemí como si fuera virgen, un cosquilleo me invadió, una energía que jamás había sentido se apoderó de mi conciencia y por unos minutos, toda oscuridad desapareció, solo éramos nosotros dos fundidos en el amor. 

 

Su mirada se conectó con la mía y supe de inmediato qué es lo que quería. Sin decir nada, subió por mi abdomen besando mi piel, y cuando llegó a mi cuello me volteó para restregarme su erección en mis glúteos. 

 

Con delicadeza introdujo su pene en mis entrañas, lento como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Mis piernas se debilitaron con el paso de su sexo, pero era el dolor más hermoso que jamás sentí. Él estaba siendo parte de mí, estaba en mi interior por algo más grande que la lujuria, por un sentimiento más poderoso y noble. No pude evitar mirar su rostro, quería empaparme de su felicidad, del placer que mi cuerpo le proporcionaba. 

 

Cada gemido que brotaba de sus labios me llevaba a la gloria. Nuestras pieles sudorosas se entrelazaban en un vaivén que incrementaba poco a poco. Me embestía cada vez con más fuerza, hasta que todo culminó cuando su esencia me invadió, me repletó con todo su calor. 

 

Lo que vino después de eso fue un grito ensordecedor. Camilo se espantó al ver que su plan había fallado, que acusarnos con don Diego no había sido buena idea. Se asustó con el sonido del disparo, cuando mi padre utilizó su arma contra Felipe, cuando el muchacho cayó malherido sobre mí. Todo culminó muy pronto, muy tenebroso, como ha sido siempre mi vida. 

 

 

 


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