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Infierno por jotaceh

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Capítulo 23: Odio

 

Jamás me había atrevido a profundizar lo que siento por aquel hombre que tantas veces ha arruinado mi vida. Desde pequeño imaginaba que la mejor forma de sobrevivir era evitarlo, pensar en una vida imaginaria donde mi madre siguiera con vida y me quisiera tal como hizo hasta su último aliento. Tan solo que en las circunstancias en las que me encuentro ahora, eso ya no es para nada fácil. Caí débilmente y permití que se colara en lo más profundo de mi corazón, en aquel rincón donde se ha guardado todo el odio que siento por Diego.

Hay algo mucho más profundo que el odio, existe algo más poderoso que se esconde en mi pecho, un sentimiento alimentado por años de torturas y vejaciones que han creado en mi interior la oscuridad más profunda que puedan imaginar, una tan grande que nadie podría imaginar, que ninguna mente cuerda podría empatizar, porque aunque soy la víctima, aunque soy el protagonista de la historia más triste que puedan leer, en mí no se ha generado esa bondad que suelen poseer las princesas de cuentos de hadas. No, en mi corazón abunda la maldad y el resentimiento, las ganas imperiosas de hacerle pagar a ese hombre todo lo que me ha hecho, y no solo a mí, sino que también a todos aquellos que han osado tener la valentía de amarme. Mi madre fue la primera en caer en sus garras y ahora caía sobre mí Felipe, sangrando y empapándome de rojo.

Puedo recordar el calor de su rostro cayendo en mi pecho, su mirada perdida y el miedo en sus pupilas. Cómo respiraba con dificultad, cómo el sudor que emanaba su piel se impregnaba en mí, como si quisiera entregarme su esencia antes de partir. Fue la peor forma de despertar de aquel hermoso sueño, como si de pronto regresaras a la realidad oscura y cruel que es tu vida. Un golpe me bajó de las nubes donde estaba, del paraíso en que prefería esconderme para evadir la verdad: que nunca podría escapar de la maldad de mi padre, del hombre que me ha aprisionado, que me ha despojado de toda humanidad y me ha convertido en su amante, quien ha abusado del cuerpo por donde fluye su misma sangre.

-No puedo creer que esta asquerosidad esté ocurriendo en mi propia casa...- fue lo primero que pronunció Diego tras disparar la bala que impactó en la espalda de Felipe.

Se acercó a nosotros, que estábamos desnudos sobre la cama. Su rostro era idéntico al de aquella noche, el odio le había sucumbido como a un demonio, el monstruo que habitaba bajo su piel se había alimentado de una nueva alma y estaba sediento por seguir con su cacería, porque aquella sed es infinita. 

Como si se tratara de un trapo viejo, tomó a mi amado por el cabello y lo lanzó al suelo. Ya no era más un ser humano a sus ojos, sino que un costal de carne putrefacta que debía ser eliminado. 

-¿Qué has hecho? ¿Cómo has podido caer tan bajo? No puedo creer que tenga un hijo sodomita -gritaba espantado el hombre, desconociendo todo lo que él me ha hecho.

No le di importancia y bajé de la cama para socorrer a Felipe, necesitaba saber que respiraba, que seguía con vida la única razón en este mundo por el que sigo vivo, por el cual me despierto en las mañanas y trato de continuar con mi camino, porque él es mi meta, él es el sueño que quiero realizar para alcanzar la felicidad, esa promesa que le hice a mi madre antes de morir.

-¡No te acerques a ese desgraciado! Merece morir -me separó de él patéandome en el rostro. Su bota golpeó mi quijada como si se tratara de un balón, pude escuchar cómo mi cráneo crujía. Jamás me había tratado con tal violencia.

Tras el golpe decidió continuar con su tortura y tomando a su hijastro por el cabello, lo arrastró hasta sacarlo del pasillo, donde se encontró con Camilo. El muchacho estaba impactado al ver lo que sus chismes habían logrado, estaba aterrado ante la imagen de crueldad que emanaba mi padre y es que imaginaba que fuera malvado de muchas formas, mas nunca a tal nivel.

-¿Qué vas a hacer con él? -grité apenas y es que me costaba mucho abrir la boca.

No tuve respuesta, por lo que corrí detrás de ellos, sin colocarme ninguna prenda encima, desnudo como me había quedado, como había estado por primera vez con el amor de mi vida.

Diego arrastró como si se tratara de un perro al muchacho, lo llevó por todo el segundo piso hasta que llegó a las escaleras, donde su táctica cambió. En vez de seguir jalándolo del cabello, prefirió lanzarlo desde lo alto para que la gravedad hiciera el resto. El cuerpo malherido del muchacho rodó sin compasión por las interminables escaleras que le llevarían muy cerca de la muerte. Su verdugo parecía enojarse aún más con su dolor.

-¿Qué sucede aquí? -apareció en la escena la persona que hacía falta: Pamela.

La mujer, quien suele ser un témpano de hielo, sucumbió ante la imagen de su hijo malherido en la planta bajo, sangrando ante los ojos oscuros del hombre con quien se había casado.

-¿Qué le hiciste? ¿Estás loco? -increpó a Grimaldi, tan solo que él la tomó de los brazos y la despreció con la mirada.

-El asqueroso de tu hijo estaba follando con Lucas, estaba profanando mi casa cometiendo aquel asqueroso pecado -sus palabras emitían un odio tan profundo que toda la oscuridad en su ser se impregnaba en el sonido que su boca expulsaba.

-¿Es una broma? ¿Acaso hizo algo que tú no? -la mujer enfrentaba así a su marido. Revelaba sin tapujos los que muchos desconocían.

El hombre no permitiría aquella muestra de osadía, por lo que abofeteó a Pamela dentro de un vendaval de agresividad que solo parecía incrementar.

-Tú no sabes nada, eso nunca ha ocurrido. Estás inventando cualquier cosa para salvar al asqueroso de tu hijo. ¿Por qué te importa tanto ahora? -le respondió.

Tuvo el descaro de desmentir todo lo que me ha hecho y es que en su mente enferma no existe nada, nunca me ha violado y es que esa es la forma en que su cerebro le hace creer que está cuerdo. Es como si existieran muchos Diegos, el de ahora era el que todo el mundo suele ver, pero existen otros ocultos bajo su fachada de moralidad, aquellos que despiertan en la noche para violarme, para acariciar el cuerpo de su hijo y penetrarle como si no se diera cuenta que soy un niño todavía.

-Claro que lo sabe, si cuando era niño era ella quién curaba mis desgarros después de tus visitas. No podíamos ir a la clínica porque sabrían que mi padre había abusado de mí. ¿Por qué quieres ocultarlo? -respondí por primera vez, alcé mi voz y me enfrenté al mismísimo demonio.

-¿Qué estás diciendo? Eres un maldito sodomita que inventa historias asquerosas. ¿Eso es lo que quieres que el resto crea? ¿Acaso te excitas pensando en mí? No puedo creer que tenga un hijo tan enfermo -era incapaz de enfrentar la realidad, de aceptar lo que me ha hecho.

-¿También vas a negar que fuiste tú quien mató a mi mamá? Quizás pueda decirle a todo el mundo que recobré la memoria y que ya puedo recordar lo que me hiciste ocultar... -no, no era tiempo de ser débil y temerle, debía salvarle la vida a Felipe.

-¡No sabes lo que dices! ¡Maldito maricón! -gritaba el hombre mientras me apuntaba con el arma que seguía cargando.

-¿Eso es lo que te decía el abuelo cuando te pegaba? ¿Tanto te discriminó por ser homosexual que terminaste reprimiéndote a tal punto de violar a tu propio hijo? ¿No te das cuenta que has cometido los mismos errores? Por favor, si es evidente que también abusaron de ti cuando eras un niño, pero en vez de cortar con esta herencia tan detestable, quisiste seguir con ella y has destruido mi vida de la misma manera que lo hicieron contigo. Pero yo soy diferente, no voy a continuar con esto, no te voy a venerar como tú lo haces con don Roberto -utilicé una carta que tenía guardada bajo la manga.

Mi familia siempre ha estado rodeada de oscuridad y sufrimiento, por lo que cuando comencé a sufrir los vejámenes de Diego, no pude evitar averiguar sobre su propio pasado. Por mucho que le he odiado, no pude sacarme por mucho tiempo la idea de cómo un hombre se convierte en semejante monstruo, y no tuve que llegar muy lejos para averiguarlo. Todos los que conocieron a don Roberto Grimaldi concluían que era un ser detestable, un hombre machista y déspota que detestaba la femineidad en todos sus ámbitos y que estaba obsesionado con tener hijos varoniles que dejaran bien en alto la herencia familiar, que pensaran más con sus penes que con sus sentimientos. ¿Acaso era solo una fachada para su pederastia? Pues no estoy muy seguro de esto último, aunque sí mis palabras calaron hondo en el cerebro de mi padre.

 -Tú no sabes nada ¡Maldito! -estaba colérico, ya no como cuando ingresó a la habitación, sino que más como un animal asustado, había tocado la herida más profunda de su ser.

-¡Dispara! ¡Mátame de una puta vez! -le grité acercándome a su arma, amenazándolo y demostrándole como nunca antes que poseo fortaleza.

Diego no lo hizo, solo se quedó mirándome como si no supiera qué hacer, como si siempre hubiera sido un débil que esperaba que su contrincante no fuera capaz de hacerle frente.

-Tú asesinaste a mi madre, me has violado por años, has asesinado a Elia, a Valentina y a Alice... Estás casado con tu propia hermana, fuiste violado por tu padre... ¿No crees que sé muchos secretos de esta familia? ¿Y sabes qué más? Estoy seguro que puedo comerme la polla del detective Miguel para que me crea y revele todo lo que sé, te meta preso y por fin sea libre de verdad. ¿Quieres que haga eso? -no, ya no puedo seguir siendo la víctima, es hora que me convierta en el villano si es necesario.

Mi padre reaccionó por fin, sonriendo como si le hubiera contado un chiste divertido. Bajó el arma y se apartó de mi cuerpo desnudo.

-¿Y qué pruebas tienes? ¿Cómo me van inculpar de todas esas estupideces que has inventado? ¿Por qué iba a asesinar a Elia? Si me encantaba cómo me la mamaba -su mirada había cambiado, ya no me encontraba delante del Diego de siempre, sino que de aquella faceta descarada y altanera.

Me quedé callado y es que tenía razón, no tenía más pruebas que mis recuerdos.

-A todos les diré que tratas de destruirme porque no dejé que siguieras con tus fantasías homosexuales con ese desgraciado que está allá abajo. Será la palabra de un niño con problemas mentales frente a la de un honorable hombre de negocios, dueño de una de las fortunas más grandes del país. ¿A quién piensas que le creerán? - y solo con eso logró destruir todas las armas que había levantado frente a él, me encontraba abatido nuevamente delante de su grandeza.

Al verme disminuido, mi padre botó el arma al suelo y con sus dos manos agarró mi cuello para estrangularme. Me levantó del suelo y mirándome a los ojos me amenazó.

-No ha nacido nadie capaz de enfrentarme. Tú eres mi hijo y harás lo que yo te ordene. Te separarás de ese malnacido, serás un hombre normal como todos, te casarás con una mujer de sociedad cuando yo te lo digo y dirigirás la compañía de la manera en que yo te enseñe. Tu vida y todos tus sueños son míos, no tienes otra opción, así es que borra todas esas esperanzas estúpidas de querer ser maricón y tener el pito de Felipe en tu culo. Tú eres mío y harás lo que me plazca en gana. ¿Entendiste? Ahora vete a acostar que yo me encargaré de ése de allá abajo -me trató como si fuera su esclavo, como si fuera su marioneta.

Me lanzó bruscamente al suelo antes de gritarme nuevamente que me fuera hasta mi cuarto, aunque no le hice caso.

-No me voy a separar de Felipe, no voy a permitir que muera como mi mamá. No de nuevo -dije con lo poco que me quedaba de voz.

-Para tu suerte no lo puedo matar, estoy rodeado de policías y de ese imbécil de Miguel, pero va a pagar por lo que te hizo. ¡Ahora vete! -me gritó nuevamente, antes de bajar las escaleras.

No sé qué le haría a mi amado, pero aunque se tratara del demonio más malvado que he conocido, sabía que cumpliría con su palabra y no acabaría con la vida de aquel muchacho que ya se encontraba malherido.

Derrotado me fui hasta mi cuarto, teniendo que pasar por al lado de Camilo, quien lloraba desconsolado al ver lo que sus intrigas habían generado.

-Lo siento... lo siento mucho... Nunca imaginé que pasaría esto -me susurró mientras pasé por su lado. No le tomé importancia y es que ni siquiera se merecía eso.

Me encerré en mi cuarto y aunque me recosté en la cama, la verdad es que no pude dormir en toda la noche. En mi mente transcurrían siempre las mismas imágenes. El calor del cuerpo de Felipe, su sonrisa mientras hacíamos el amor interrumpida por el sonido ensordecedor de aquella bala que le hizo desfallecer en mi regazo. La sangre que impregnó mi cuerpo, cómo su calor se disipaba y el sonido de su carne al estrellarse mientras caía por las escaleras. El amor de mi vida había sido torturado y me dolió de tal manera que cualquier abatimiento propio se veía menguado.

Los días transcurrieron y como se había hecho común en mi expediente, falté a clases, Diego no quería que me vieran con el rostro desfigurado después de la patada que me dio en la quijada. No salí de mi cuarto en ningún momento, no tenía ánimos de enfrentar la vida, aunque estoy seguro que si lo hubiera querido, tampoco podría y es que me tenían prisionero, "castigado" como supongo mi padre le ha dicho a la servidumbre.

La monotonía del encierro se rompió cuando la figura esbelta y el cabello platinado de Pamela aparecieron en el cuarto. Me sorprendió mucho al verle y es que aunque sea mi madrastra, nunca ha demostrado preocupación por mí.

-Tu papá salió a un viaje de negocios, si quieres salir es este el momento de hacerlo. -me dijo como si tuviéramos la confianza suficiente.

-¿Por qué eres tan buena de pronto? ¿Tanto te afectó ver a tu esposo golpear a tu hijo? -no iba a aceptar su amabilidad, era sospechoso.

La mujer respiró hondo antes de contestar.

-¿Cómo supiste que somos hermanos? Supuse que cuando Felipe me recriminó por inventar que Diego era su padre, tú tenías algo que ver, pero nunca imaginé que te hubieras enterado de todo -no respondió a mi pregunta, aunque sí hizo sus conjeturas.

-Los escuché hablar -fue todo lo que respondí.

-Supongo que no somos las personas más disimuladas, tal vez solo deberíamos cerrar nuestras bocas -sonrió como si en realidad pensara que nosotros podemos llevarnos bien.

-No trates de ser simpática conmigo. Cuando Felipe descubrió todo lo que Diego me ha hecho, estuve a punto de contarle que tú siempre has sabido todo y que incluso le has ayudado en más de una ocasión. Ahora ve el grano y dime por qué estás aquí -su cinismo me enfadaba.

- Está bien, supongo que nunca nos llevaremos bien. Estoy aquí porque mi hijo me ha insistido mucho para verte, pero como él no puede salir de donde está, esperé hasta el momento en que tú pudieras ir. Ahora ve antes que me arrepienta de ayudarles -me señaló la puerta con un ademán.

No tuve que ser un adivino para averiguar dónde estaba mi amado y es que yo mismo he sido recluido en ese lugar un millar de veces. Felipe se encontraba en el sótano, en el calabazo donde yo mismo estuve hace no mucho por última vez.

Al ingresar a aquel lugar tan oscuro y húmedo se me erizaron los vellos, no podía creer que estuviera allí cual animal, mucho menos con la gravedad de sus heridas. Le encontré detrás de la reja de hierro, recostado en el suelo con el torso vendado y unas pequeñas manchas de sangre seca en su rostro.

-Por fin puedo verte -esbozó el muchacho intentando sonreír.

-¿Cómo estás? ¿Te duelen mucho las heridas? -quería saber su estado.

-Sí, no te preocupes, Diego no va a permitir que su hijastro muera de un balazo, mancharía su reputación. Él prefiere descuartizar o cortar cabezas -aun cuando estuviera en aquel infierno, intentaba hacerme sonreír.

-Todo va a acabar, estoy seguro de ello -intenté no llorar, aunque me fue imposible, unas lágrimas estúpidas recorrieron mis mejillas.

El muchacho se levantó con dificultad solo para acercarse a la verja y secar con sus pulgares mi llanto.

-Aunque nos separen, nuestros corazones estarán siempre unidos. Solo el tiempo no permitirá estar juntos -en sus palabras pude sentir un secreto.

-¿Qué sucederá? ¿Acaso te alejarán de nuevo de la mansión? -pregunté, y es que era lo más evidente.

-Pamela me ha dicho que es muy probable que me lleven a Lo Aromo, que tienen familiares allá. Quieren que me pudra en un pueblo perdido en las montañas. -se refería a la familia de mi mamá, los Goycolea, estúpidos que siguen creyendo en la bondad de Diego. Si supieran que fue él quien asesinó a su Carolina.

-Te prometo que esta pesadilla acabará pronto, y podremos estar juntos para siempre -tomé sus manos para hacerle un juramento.

Y no voy a descansar hasta cumplir mis promesas. Seré feliz y estaré al lado del hombre a quien amo, cueste lo que me cueste.

 


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