Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Infierno por jotaceh

[Reviews - 73]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 30: En esto me he convertido 

 

 

-¿Por qué me haces esto? –

 

-Porque te lo mereces, porque destruiste mi vida y ya es hora que pagues por eso –

 

-Pensé que me amabas –

 

-La única persona a quien amo es a Felipe, y me lo has quitado... pero eso no te lo voy a permitir. Él es el amor de mi vida y estaremos por siempre juntos –

 

Diego me recriminaba mientras zurcía el tajo que había quedado en su entrepierna. Supuse que, entre su carne ardiente, debía dejar un pequeño orificio para la uretra, y es que el hombre debía orinar. Algo había escuchado sobre las operaciones de los eunucos en la antigua China. Por eso, tras cortarle su falo en el cuarto, y llevarlo a la guarida secreta entre los muros, derramé una gran cantidad de alcohol en la herida, tomé una aguja para coser cuero y comencé a traspasar su piel con un hilo que encontré. El hombre se desmayó al sentir escozor de la sustancia esterilizante, pero cuando estaba culminando mi labor, despertó para saber qué es lo que había sucedido.

 

-No dejaré que estés con Felipe. Eso será sobre mi cadáver –

 

-Por eso estás aquí. No saldrás vivo de estas paredes, pero no te preocupes, porque no será hoy ni mañana, sufrirás mucho antes de fallecer –

 

Sonreí victorioso antes de marcharme. Escuché sus gritos desesperados buscando ayuda, pero era inútil, nadie podía escucharlos, las paredes son muy gruesas y la mansión demasiado grande.

 

Mis manos se volvieron a ensuciar cuando asesiné a Miguel, pero escondimos sus restos en lo más profundo de aquella montaña abandonada. Sería un milagro que alguien le encontrara.

 

-Insisto, es demasiado arriesgado lo que hicimos. La policía buscará con más fuerza aún el cuerpo de este imbécil. Si ya se han esforzado mucho investigando el paradero de Christopher, imagínate ahora –

 

-Por eso mismo, sus fuerzas se van a tener que dividir en dos. No seas miedoso, todo saldrá bien-

 

Esteban no estaba de acuerdo con nuestros futuros pasos, pero no tenía otra opción más que seguir. Con ayuda de sus secuaces, nos deshicimos del vehículo en el cual venía Díaz, sin antes recorrer mil veces la ciudad para despistar a los detectives.

 

Sin embargo, esa vez fue diferente. Al llegar esa noche a mi casa, un fuerte sentimiento de culpa me invadió, mucho más poderoso que el vivido con Alice. No podía contener mis ganas de llorar, el estómago me dolía como si se estuviera retorciendo. Volvieron a mi cabeza aquellas voces grises que me pedían morir, que me señalaban como un engendro despreciable que no merecía vivir. Terminé nuevamente en el baño, vomitando lo poco que había ingerido en el día, intentando dejar de oler tan mal. 

 

De pronto me encontré solo, recostado en el piso frío de aquel baño, sintiéndome una basura como hace mucho tiempo no me sucedía. Solo en ese instante me percaté que Miguel había cruzado una línea que solo Felipe había logrado. Había cautivado mi corazón.

 

¿Qué hubiera sucedido si siguiera con vida? Tal vez me hubiera terminado de enamorar, de engatusar con sus preocupaciones, con sus deseos de ser mi príncipe azul. Y eso me hacía estremecer, porque algo que pensé inalterable, ahora parecía mundano, posible de mutar. Quizás mi amor por el hijo de Pamela no era indestructible como imaginaba. 

 

Sin embargo, no podía permitir que mi único objetivo en la vida desapareciera, ya había sacrificado demasiado como para rendirme. Por eso, sequé las lágrimas que habían comenzado a cubrir mi rostro y decidí que era hora de torturar a mi presa.

 

Abrí el pasadizo y caminé hasta el escondite dónde se encontraba Diego. Ya habían transcurrido un par de días desde la operación que le había practicado. Seguía en el suelo, manchado en sangre e incapaz de levantarse producto del dolor.

 

-¿Cuándo me vas a sacar de aquí? –

 

-Jamás –

 

Dije antes de mostrarle la cadena que había llevado conmigo. Sabía que por mientras no podría escapar porque estaba adolorido, tan solo que en algún momento se recuperaría y era muy peligroso que pudiera moverse con libertad, por lo que traje unos eslabones de hierro que estaban olvidados en la bodega y amarré del cuello al sujeto, atando el otro extremo a una roca de la pared.

 

-No vas a ganar, eso tenlo por seguro, me encargaré que pagues por lo que me has hecho –

 

-Creo que todavía no has comprendido la situación en la que te encuentras... pero con el tiempo lo irás descubriendo. Supongo que esto es lo único que puedo agradecerte finalmente, y es que te demostraré que soy digno de la maldad que me has enseñado todo este tiempo –

 

Y esa era la verdad, porque desataría en él toda la ira y oscuridad que había albergado desde pequeño. 

 

No había hecho nada más desde que le castré, por lo que decidí que era momento de dar inicio a su final. Saqué la daga que llevaba en mi pantalón y caminé lentamente hasta el hombre, quien desde el suelo me observaba aterrado.

 

-¿Qué vas a hacer? –

 

-Lo mismo que le hice a tu perra –

 

Le tomé la cabeza y comencé a arrancar la piel debajo de su cabello, tal como una vez hice con Elia. Sus gritos eran cánticos de sirena para mí, me seducían y aplacaban el vacío que llevaba dentro. Su rostro se llenó de sangre tras quedar calvo.

 

-¿Tú asesinaste a tu tía? –

 

Recién había comprendido la verdad, que tenía frente a él al asesino que todo el mundo estaba buscando. No era solo un berrinche de un niño como imaginaba, sino que estaba delante de alguien que bien podía acabar con su vida y lograr que sus últimos días fueran una pesadilla.

 

Le dejé allí un par de días más. Sabía que, si seguía no aguantaría tanto y mi venganza duraría muy poco. Necesitaba que se sanara de sus heridas, para continuar con mi plan.

 

Lo malo de ganar en una guerra es que te serenas y dejas de ver los peligros que tienen frente a ti. Tenía en mis manos al animal que destruyó mi vida, podía hacer con él todo lo que anhelaba, sentía la victoria en mi alma corrompida, y por eso, orgulloso, no pude prever lo que pronto sucedería.

 

Alguien con el poder y la astucia de Diego no es tan fácil de vencer, y él había sido muy apacible al capturarlo. No se me ocurrió imaginar que tenía un as bajo la manga, que escondía un secreto, y ese se relacionaba con alguien muy cercano.

 

Mi idea era acabar con su vida, para luego continuar con mi plan de ser realmente feliz al lado de Felipe. Lo iba a lograr, tan solo que mi edad era un impedimento. Al ser menor de edad, siempre tendría que solicitar el permiso de un adulto, y quien tenía mi custodia en ese momento era Pamela, la misma que por años siguió las órdenes de su esposo, de quien finalmente era su hermano.

 

-Quiero irme a El Aromo, quiero estar al lado de tu hijo. Debe sentirse muy solitario –

 

Llegué a su cuarto un día y sin más fui al grano. Ella era la única que podía permitirlo, necesitaba ganarme su aprobación si es que pensaba tener una relación con el amor de mi vida.

 

-¿Y qué gano yo a cambio? –

 

-Voy a ser el heredero de la fortuna Grimaldi, cosa que tú siempre has ansiado. Ayúdame a estar con Felipe y te aseguro que serás tú quien administre las empresas, no Rubén –

 

El dinero jamás me importó. No por haber nacido en una familia millonaria se asegura tu felicidad, todo lo contrario, lo único que me trajo fue sufrimiento y maldad. ¿Para qué quería dirigir las empresas? Ese era el futuro que anhelaba mi padre, siempre lo detesté.

 

-Suena prometedor, aunque un poco sombrío. Habría que esperar a que muriera tu padre primero. ¿Y si aparece luego de eso? Él no quiere que tengas una relación con mi hijo, la más perjudicada sería yo –

 

-Eso no va a suceder, confía en mí –necesitaba convencerla.

 

-Suenas a que ya has dado por muerto a Diego. ¿Sabes algo que nosotros no? –

 

Quedé perplejo ante su suposición, sin querer había delatado mi conocimiento. Para todo el mundo, el líder de los Grimaldi no estaba más que secuestrado por el antiguo amante de su esposa, pero seguía con vida y podía liberarse en cualquier momento. Nadie podía imaginarse que el verdadero secuestrador era yo, ni mucho menos deducir que jamás lo dejaría ir.

 

-Solo quiero ser feliz. ¿No me puedes ayudar con eso? –

 

Quería apelar a su lado maternal. Jamás la vi comprensiva con el resto, ni siquiera con Felipe, pero suponía que era distinta a mi padre, que poseía, aunque sea un poco de humanidad. ¿Por qué impedir que dos personas que se aman estén juntas?

 

-¿Tu padre está muerto? –

 

Su mirada era penetrante, como si fuera capaz de leer mi mente y enterarse de todo lo que he hecho, como una bruja poderosa. 

 

-Supongo que no, no creo que Christopher haya sido capaz de matarlo –

 

-Lo mismo pensaba el detective Díaz. ¿Sabes que nadie sabe de su paradero? Miguel desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro, ¿no crees que es muy sospechoso? –

 

-Quizás tuvo algún accidente –

 

Tuve que respirar profundo para responder, algo en mi interior me ordenaba a que saliera corriendo de ese lugar. ¡Es una trampa! ¡Es una trampa! Intuía que la mirada de Pamela significa mucho más que una simple conversación.

 

-¿Un accidente? ¿El detective más cercano a ti? –

 

Aquella conversación no iba bien, mi peor temor se estaba materializando: había sido descubierto.

 

-¿Sabes? Nunca me di cuenta que estabas enamorado de mi hijo, creo que fui muy ciega, porque de haberlo sabido, me hubiera percatado de muchas cosas... Como lo beneficioso que fue para ti que Valentina muriera con el hijo de Felipe en su vientre, o la mismísima muerte de Alice, que había comenzado a salir con tu hermanastro. Era mucha coincidencia que esas muertes te guiaran a estar con él...-

 

Lo sabía todo. Un fuerte escalofríos me desestabilizó, todo mi cuerpo se paralizó y es que estaba a punto de ser destruido, mi enemigo había sido sigiloso y por eso no vi ver su ataque mortal.

 

-¿Es eso lo que hiciste? –

 

Sin embargo, esta vez no era Pamela quien hablaba. Una voz masculina apareció detrás, como un espectro fantasmal que había llegado desde el mismísimo infierno para llevarme con él. Al voltear me encontré con Diego, vestido y con una muleta. Había sido encontrado y ahora venía por venganza.

 

-Debo decir que me has superado con creces. Por eso te amo tanto... -

 

Veía el mismo rostro que el hombre expresaba cada vez que me violaba, aquella maldad sedienta de sufrimiento que destruyó mi alma año tras año, despojándome de toda humanidad.

 

-Sin embargo, eres un peligro y tengo que acabar contigo –

 

Su pasión había desaparecido y la mirada se llenó de rencor. Había osado a atacarle y eso es algo que jamás permitiría. 

 

Mi cuerpo estaba débil, la conmoción era tal que no pude resistirme cuando Pamela me tomó por la espalda y me amarró las manos con una cuerda, la apretó tan fuerte que poco a poco comenzaron a dormirse mis dedos. 

 

Pamela poseía un control remoto, con el cual apagó todas las luces de la mansión. Jamás supe de su existencia, hasta aquel momento en que lo utilizaron para llevarme por el pasillo hasta la habitación de Diego. Allí abrieron el pasadizo y me guiaron hasta el cuarto secreto donde tenía preso a mi padre.

 

-¿Nunca te dije que Pamela sabía sobre este sector? Se demoró en sospechar de ti, pero cuando lo hizo vino a indagar hasta este lugar y me encontró... Gracias a ella estoy libre y ahora te haré pagar por tus pecados –

 

Acto seguido, Diego me golpeó con fuerza en el estómago, haciendo que me retorciera del dolor. Supuse que, si hubiera estado sano, aquel golpe hubiera sido mucho más poderoso. Me había resignado, ya no había forma en que saliera con vida de aquel lugar. Había tenido mucha suerte hasta ahora, era imposible que nadie se diera cuenta de lo que había hecho.

 

-¿Qué es lo que me habías querido hacer? ¿Me ibas a torturar? Bueno, eso mismo haré contigo ahora –

 

Su cabeza seguía mostrando las heridas que le provoqué al despellejar todo su cuero cabelludo, y por eso, se veía más dantesco de lo normal. Puede ser que por fin su alma se haya condicho con su apariencia. 

 

Tomó un cuchillo y sin pensarlo dos veces me apuñaló en el abdomen. El dolor era tan profundo que dejé de respirar. Sentía el frío del filo penetrar mi carne caliente, rompiendo tejidos y haciendo que un fuerte flujo de sangre comenzara a derramarse.

 

¿Así es como iba a morir? ¿Acaso terminaría de la misma forma que mi madre? 

 

-Siempre pensé que había sido muy débil, que debí haber acabado contigo cuando asesiné a Carolina...-

 

Sentenció mientras sacaba lentamente el arma de mi cuerpo, disfrutaba mis chillidos y por eso quería que durara lo más posible. Ese sería el inicio de mi final, el que él mismo perpetraría. Sin embargo, volvió a cometer un grave error, porque al nombrar a la mujer que me dio la vida me hizo comprender que no debía dejar que hiciera conmigo lo mismo que le causó a ella. No, mi existencia no podía ser tan miserable como para acabar allí. Tenía que cumplir la promesa que le había hecho.

 

-¡Y ese error acabará con tu vida! –

 

Grité decidido a no caer en sus garras. No iba a permitir que volviera a colocar sobre mí sus manos asquerosas. Hice lo que siempre había deseado, cada vez que llegaba a mi cuarto para aprovecharse de mi niñez deseaba con todo mi corazón que tuviera la fuerza como para combatirlo, pero nunca pude. Dejaba que me tocara y que hiciera conmigo lo que quisiera, imaginando que era tan poderoso que era imposible ganarle. Y no, no era así, ahora comprendía que aquello que le había dado fuerzas todo este tiempo, había sido mi mismo miedo. Ya no lo tendría más.

 

Me levanté con fuerza y empujé al hombre con mi cabeza, lo derribé para luego patearlo con fuerza en la herida que había provocado al castrarlo. La sangre comenzó a aparecer y es que había abierto los puntos que artesanalmente había cocido. Le había causado mucho dolor como para paralizarlo, sin embargo, todavía quedaba su secuaz.

 

Sin esperar mucho, apostando todo en ese acto, tomé con mi boca el cuchillo con el cual me habían herido y girando rápidamente, herí a Pamela. Ella se había lanzado sobre mi espalda para neutralizarme, por lo que me fue más fácil introducir el filo en su abdomen. Ella no estaba acostumbrada al dolor como yo lo estaba, por lo que ante ese corte cayó rendida. 

 

No era momento de gozar la venganza, solo debía asegurarme sobrevivir y para eso, debía deshacerme de mi madrastra. Apretando aún más el arma con mis dientes, me dirigí hasta su pecho para introducir el filo en su carne madura. Y así lo hice hasta el cansancio, hasta que quedé empapado en su sangre, hasta que me di cuenta que había acabado con su vida. Su debilidad la llevó a no poder defenderse y a ser abatida por un muchacho con una daga en su boca.

 

-Jamás saldrás de este lugar –

 

Dije mirando fijamente a Diego, demostrándole con la sustancia roja que me bañaba, que era alguien mucho más poderoso. Tras tantos años de sufrimiento, no pude más que convertirme en algo mucho peor que mi verdugo y eso, acababa de demostrárselo a mi padre.

 

Luego de aquello, no paré de destruir a todo aquel que se interpusiera en mi camino. Fuera quien fuera...

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).