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Infierno por jotaceh

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Capítulo 36: El fin del infierno

 

Intenté correr, quise alcanzarlo, con todo mi corazón deseaba que ese instante fuera un sueño, una broma de mi mente que quería prepararme para lo peor, tan solo que no era así, estábamos en la vida real y todo lo que había hecho ya no era un secreto, no por lo menos para la persona que más me importa en este mundo.

-Espera... Felipe... yo puedo explicarte todo...- quise decirle la verdad, que me entendiera, que viera a través de los ojos de un niño que había perdido todo y que creyó encontrar la respuesta a su tristeza en él.

Tan solo que lo que recibí fue aún peor que todas las muertes que perpetré. El muchacho se detuvo en medio de las plantaciones de la hacienda, miró al suelo y luego volteó, se acercó a mí y me golpeó en el rostro tan fuerte que caí rendido al suelo.

-Me das asco... Pero... siempre lo supe. Era obvio, era evidente...- me observaba desde las alturas, mientras comenzaba a sentir cómo mi mejilla se hinchaba. -Todo tenía que ver conmigo... murieron las dos chicas con las que estuve... luego desapareció mi madre y Diego. También el detective ése... Todo tenía que ver con nosotros. Tan solo que.... Quise creer que era mentira. ¿Cómo podías ser tú? Era imposible, la persona a quien amo no puede ser un asesino -

-Puedo ser lo que tú quieras, solo... olvida lo que escuchaste -

-¡No puedo! ¡Maldita sea! ¡No puedo! - gritó tan fuerte que su eco despertó a toda la comarca.

-Todo lo hice por ti -

Sin querer comencé a llorar, estaba totalmente desesperado. Había perdido mi refugio, el amor de mi vida se desvanecía frente a mí como una pesadilla. Luché con todas mis fuerzas, hice lo peor que pueda alguien imaginar, para finalmente no recibir recompensa.

-Yo nunca te pedí que mataras a inocentes... Todo lo hiciste porque querías... porque estás enfermo... porque.... Eres el maldito hijo de tu maldito padre.... ¡Son iguales! -

Y aquel ataque me dolió más que cualquier otro. Había sido comparado con el ser más repugnante que había conocido en la faz de la tierra. ¿Y en eso me convertí? ¿Acaso era el retrato vivo del ser a quien más he odiado? ¿Fue eso lo que conseguí?

-Llamaré a la policía...- sentenció como si me tuviera compasión, como si fuera su última muestra de afecto.

-Haz lo que quieras -

-Tienes que pagar por lo que has hecho... tienes que pagar por asesinar a todos quienes he amado... ¿Qué le hiciste a mi madre? ¿Dónde la tienes? ¿La mataste verdad? -

Su dolor regresó y de tal manera, que se agachó para poder tomarme de la camisa y amenazarme. Era la primera vez que era agresivo conmigo, era la primera vez que contemplaba rencor en sus ojos. Y aún así, se veía más real que cualquier otro sentimiento que haya podido percibir en él.

El amor que tanto intenté cultivar por años se había esfumado en cuestión en instantes. Todo acabó en ese momento, y lo supe al sentir su corazón frío, su carencia de afecto ante quien apostó todo lo que tenía por conservarle.

Ya nada tenía sentido, no volvería a recobrar lo que perdí, ni mucho menos su afecto. Fue tan corto el tiempo en que pude gozar el fruto de mis sacrificios, y tan larga la pena que he debido pagar por ellos.

No, ya no había vuelta atrás, él ya no volvería a estar a mi lado, y todo era por culpa de aquella maldita prostituta que reveló mi secreto. Si tan solo no hubiera gritado, ahora quizás estaría casado con el hombre a quien siempre amé y todo hubiera valido la pena.

-Dime maldita sea... desgraciado hijo de puta... ¿qué le hiciste a mi madre? -

Me maldijo y maldijo a mi madre, a aquella santa que dio su vida para defenderme. No, eso ya no tenía vuelta atrás. Ya no era el mundo en contra de nosotros, me había quedado solo y a la deriva. Debía buscar el rumbo pronto y es que aquel barco se estaba hundiendo estrepitosamente.

-La dejé pudrirse entre las paredes de la mansión. Mi padre vio cómo su carne se caía a pedazos y los gusanos devoraban su entrañas... Su ojo derecho fue el primero en desprenderse ¿sabes? -sonreí ante su cara, esa que sentía repulsión por mí.

-¿Te causa risa? -

-Claro que sí, porque se lo merecía... esa puta siempre supo lo que Diego me hacía y en vez de socorrerme, ayudó a su esposo...-

-¿De qué hablas? Estás completamente loco... Dices incoherencias. ¿Cómo pudiste hacer todo eso? -

-Lo hice por amor -

-Tú no sabes amar, eres un monstruo sin corazón -

-Solo quería conseguir tu amor, todo lo hice para cumplir la promesa que le hice a mi mamá. Solo sería feliz si estaba a tu lado -

-¿Y para eso tenías que asesinar a tanta gente? -

-Es lo único que sé, desde que vi morir a mi madre mientras mi padre penetraba mi cuerpo. No sé otra manera para conseguir lo que quiero -

-No vas a conseguir que te tenga pena, no te lo mereces. Eres un asesino, cruel y despiadado... Me arrepiento de haber sentido algo por ti... Asesinaste a mi hijo que estaba en el vientre, y a mi madre.... Nunca te lo perdonaré -

Y tras el primer golpe, recibí otros estando en el suelo. Me dio puñetazos y patadas hasta que le venció el cansancio. Quería desprenderse de toda la ira que le había generado enterarse de la verdad.

-Continuaría, pero tal vez terminaría con tu vida y no te daré ese gusto. Tienes que pagar en vida por todo lo que has hecho -

-¿Y qué te hace pensar que quiero eso? ¿Qué te hace pensar que me entregaré? -

-Haré hasta lo imposible para que eso suceda?-

-Mataré a cada ser que intente acercarse a ti... te seguiré por el resto de mi vida para cerciorarme que no seas feliz jamás, que tengas la misma desdicha que yo he tenido que sufrir durante toda mi vida. He llegado hasta aquí sin problemas, ¿qué te hace creer que podrás ser más astuto que yo? -

Felipe se levantó, estaba sudado y jadeaba, se había cansado luego de la paliza que me había proporcionado, esa que me desfiguró el rostro, que me llenó de sangre y que me rompió más de un hueso. Respiró profundo y se rió en mi cara.

-Yo soy tu debilidad. Siempre me has amado y no podrás contra mí - se jactaba.

Por primera vez le vi sin el velo del romance, tal cual como era. Dejé de contemplarle como mi salvador, como mi príncipe azul. Me encontré de frente con el hijo de mi madrastra, aquel que siempre sintió envidia de la preocupación que sentía Diego por mí, aun cuando no se imaginaba lo que realmente ocultaba su preocupación. Siempre quiso estar en mi lugar y ser el heredero de la fortuna Grimaldi. Estaba frente al chico que se convirtió en el novio de la chica que se burlaba de mí en el colegio, la que me insultaba y golpeaba. ¿Acaso nunca se enteró de eso? ¿Nunca supo que sufría por el acoso de su chica? Estaba frente al joven que tras saber lo que sentía por él decidió estar con Alice, y que jamás dejó de pensar en Camilo. ¿Por qué nunca pude verle de esta manera? ¿Por qué tan solo al final fui capaz de darme cuenta que jamás me amó?

-Siempre te he amado, desde que te conocí en el matrimonio de nuestros padres. Eres la primera persona que fue gentil conmigo. Te conocí en el momento en que imaginaba que nadie me querría, que estaba solo en el mundo. Me aferré al primer ser que fue gentil. Estaba necesitado de amor y te convertí en mi solución... obviando lo mucho que me detestabas, del odio que tu madre te infundió en contra de mí, ¿o me equivoco? Has fingido todo este tiempo quererme porque solo te interesa el dinero de mi familia... ¿o me equivoco? -

-¿En realidad crees todo eso? ¿Tan loco estás? -

-Claro que estoy loco...-

Esas ideas pasaron por mi cabeza como una tormenta, verdad o no, nunca pude descubrirlo y solo utilicé ese discurso para distraer a Felipe. Tomé una roca que estaba detrás y con las pocas fuerzas que me quedaban luego de la golpiza, la estrellé en su cabeza.

-Maldito desgraciado, ¿qué hiciste? - se llevó la mano a la cabeza para cerciorarse que sangraba a montones.

-Si no eres mío, no serás de nadie... -mencioné antes de seguir golpeándolo con la piedra.

Destruí su rostro, aquello que en algún momento percibí como una obra de arte y que ahora aborrecía. El amor que en algún momento sentí, se convirtió en odio. No podía creer que después de todo lo que había hecho, no hubiera conseguido lo que tanto anhelaba. Felipe nunca sería mío, y tal vez nunca lo fue. Engañé a todo el mundo sin darme cuenta que el más engañado de todos había sido yo. 

No quería que nadie más le observara, quería destruirle para siempre y por eso le rompí cada hueso de su cráneo. Pronto el muchacho se desmayó, debilitado por el dolor que le estaba produciendo. Me convertí en una bestia, con una fuerza inusitada capaz de doblegar a aquel chico y convertirlo en mi presa.

Ahí estaba sobre aquello que juré proteger y alcanzar, ahora lo destruía ante la implacable verdad: uno nunca consigue lo que desea, los sueños no se cumplen y el mundo no es más que el mismísimo infierno, y yo un demonio.

-Te perdonaré la vida solo porque fuiste la única persona gentil que conocí... haya sido verdad o no, dejaré que continúes con vida y que sufras con desdicha lo que te queda de ella. Jamás me olvidarás, porque me llevarás tatuado en tu rostro por las cicatrices que provoqué con mis propias manos -

No boté la piedra y es que todavía no había acabado aquella noche. Es tan sencillo destruir la vida de alguien, solo necesité de una estúpida roca, de la misma estructura, para acabar con los sueños y anhelos de tres personas.

Con una pierna ropa, corrí completamente ensangrentado, envuelto el lo único que resultó de mi amor, en la unión de nuestras sangres, las mismas que se esparcían por mi cuerpo como un aguacero en invierno.

Volví donde estaba Diana, bajo el sauce donde dejé el cuerpo de Camilo. No estaba allí, pero no podía haberse ido muy lejos, no había pasado mucho tiempo y la hacienda era inmensa. Comencé a correr nuevamente, ahora rumbo a la casona. La luz de la luna me guiaba entre los árboles, esquivando las ramas y soportando el dolor de mis heridas. Iba a encontrar a aquella perra que había destruido todo. Estaba repleto de ira, el verdadero monstruo que vivía en mi interior emergió por completo y no tendría piedad. Ya no había nada por lo cual luchar y por ello, nada me detenía.

-¡José Antonio! ¡José Antonio! -escuché de pronto los gritos de la mujer. Llamaba a su esposo desesperada, un poco antes de llegar a la casona.

Me escondí detrás de un arbusto para contemplar lo que sucedía. El hombre corrió al encuentro de su mujer, quien asustada comenzaba a contarle lo sucedido. Todo el mundo se enteraría de mi secreto y eso ya daba igual, lo que realmente me importaba era que esa zorra no iba a pagar jamás por destruir mis sueños. No, eso no iba a acabar de esa manera y si tenía que asesinar a otro inocente para hacer pagar a Diana, lo iba a hacer.

En el suelo encontré una botella de vidrio, era lo que tenía a mano y lo utilice. Estaba desesperado y no podía pensar con claridad cada paso a seguir. Debía ser rápido y por ello la rompí mientras corría hacia la pareja. Introduje las esquirlas en el cuerpo del hombre, perforándole por el costado, mientras la mujer se espantaba ante la escena tan horrenda que ocurría frente sus ojos.

-Me arruinaste... perdí a la única persona en este mundo a quien amaba y pagarás por ello-

-Yo no tengo nada que ver en esto. Fuiste tú quien se destruyó a sí mismo. Tomaste malas decisiones y es momento que pagues por ellas... Yo no he hecho nada malo. Soy esposa y madre... no puedes dejar a Nicolás huérfano, piensa en él por favor -

Mis manos temblaron en ese instante. Era como si estuviera frente a Carolina, rogándole a Diego que la dejara con vida pensando en mí, en que debía cuidarme. Mi mamá... debe estar tan desilusionada de su hijo.

-Le destruí la vida a mucha gente... ¿Crees que ahora me va a importar un mocoso? -

No, en ese instante ni siquiera el recuerdo de mi madre pudo detenerme. Con la roca que tenía en mi otra mano, le di dos golpes certeros a la mujer, quien cayó al suelo inconsciente. Los seres humanos somos tan débiles y no nos damos ni siquiera cuenta.

José Antonio me agarró la pierna estando malherido en el suelo, creyendo que podría defenderse. Le dejé caer mi pie sobre su cabeza mientras le volví a dar una estocada con la botella, pero ahora en el pecho. La sangre le brotaba a borbotones.

Ya nada me importaba, no era relevante la sangre que había regado sobre el pasto, ni lo que pensaría la gente cuando se enteraran de lo que había hecho, porque simplemente... yo moriría en esa misma noche.

No tenía sentido seguir con mi vida, con esta pesadilla que tuvo que haber acabado cuando tenía cinco años. Tuve que haber muerto junto a mi madre, eso hubiera sido mucho mejor que haber crecido y haberme convertido en este monstruo, en aquel demonio que cargó los cuerpos de aquellos padres sobre su automóvil y lo condujo con dirección al río.

De las altas montañas emerge un caudaloso río, uno que recorre todo el valle y termina muriendo en el océano a varios kilómetros más allá. En Lo Aromo serpentea entre los cerros, generando profundos acantilados en los que han ocurrido los peores accidentes. Mucha gente ha muerto allí y por lo mismo, fue mi destino para terminar con mi existencia miserable. Y también con la de aquellos dos. Con la mujer adultera que reveló mis secretos y con el hombre que estaba perdidamente enamorado de ella, siendo tan estúpido que jamás se enteró que le era infiel.

Conduje sin cuidado, nada me importaba. Me dirigí al río y cuando le escuché, cuando sentí su rugido, me alegré. Sonreí porque el final estaba cerca, porque tanta agonía se acabaría pronto. ¿Por qué no lo había hecho ya? ¿Por qué no me había atrevido a acabar con mi vida antes? Si finalmente, era yo quien mantenía el infierno a mi alrededor.

-¿Qué estás haciendo? Esta no es la solución... piensa en mi hijo, por favor - Diana despertó durante el viaje, pero estaba tan mareada que no podía levantarse de la parte trasera del carro. Allí donde dejé a ambos.

-Ya es muy tarde, querida... No moriré solo.... No, ustedes vendrán conmigo -

-¿Por qué lo haces? Apenas me conoces, no sabes nada de mí, somos familia pero nos conocimos hace un par de días... ¿Por qué nos odias? -

-Porque desde que llegué los he visto regocijándose, siendo la familia perfecta, el padre amoroso y la madre preocupada, tu hijo se ve feliz y saludable... ¿y yo qué? ¿por qué no tuve todo? ¿por qué toda mi vida fue tan miserable? ¿por qué unos tienen tanto y otros tan poco? -

-¿Esto lo haces por Nicolás? ¿Quieres que él sufra lo mismo que tú? ¿Acaso crees que alguien más se merece vivir tu mismo infierno? -

-¿Me estás hablando de justicia? Este mundo no tiene sentido, Diana, nada lo tiene... Diego no tenía derecho de quitarme a mi madre, y aún así lo hizo... ¿Y sabes? Sí, me convertí en él... y por eso mismo destruiré esta farsa... Tú no eres la madre perfecta que imaginé, porque te acuestas con otros hombres y engañas a este pobre infeliz... No... Nicolás no merece tener una madre tan prostituta como tú...-

-No hagas esto, por favor, te lo suplico...-mencionó al darse cuenta que giraba el manubrio para estrellarme contra el acantilado y lanzarnos sobre aquel río tan caudaloso.

-Ya es muy tarde... todos aquí moriremos por fin -

Y el vehículo se estrelló contra las rocas afiladas del acantilado justo antes de caer sobre el río y hundirse lentamente, de la misma manera en que mi vista se nubló. Mi mente se apagaba, había llegado la hora de mi muerte... 

 


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