Todo lo que hice, se volvió en contra mía.
Éxito. Siempre estuve obsesionado con esa palabra. Tal vez por lo que le ocurrió a mi familia... La familia Asahina, en algún momento fueron los dueños de absolutamente todo lo relacionado con las imprentas. Mi padre era un empresario íntegro, pero demasiado chapado a la antigua, y se resistía a introducir cambios en su empresa, y esos cambios se convirtieron en imprescindibles. Eso ocasionó la pérdida de clientes, y después los mismos trabajadores se fueron marchando a otras empresas más modernas.
Empezamos a arruinarnos. De pronto, fue como si nuestra vida fuese cuesta abajo y sin frenos. Vendimos nuestra casa, nos trasladamos a un pequeño piso de alquiler, y recuerdo que un día papá nos dijo a mamá y a mí que nos subiésemos al coche...
Parece ser que en nuestra maniobra de "suicidio colectivo", alguien nos encontró. Isaka Soichiro, el entonces presidente de Marukawa, una de las últimas editoriales que trabajaron con papá.
Danna-sama nos acogió en su casa, consiguió trabajo para mis padres y un compañero de juegos para su hijo Ryuichiro, un chico un par de años menor que yo.
Ryuichiro era un crío terrible. Pequeño y delgado, con el cabello un poco largo y unos grandes ojos azul oscuro, el típico niño mimado, sarcástico y demasiado inteligente. Pero a la vez, era la cosa más adorable que había visto en la vida.
Me regaló una planta, que aún conservo. Hubo un tiempo en que pasaba las horas mirándola, viviendo de recuerdos.
Toda mi vida. Todos mis recuerdos relacionados con Ryuichiro. Cuando nos confesamos nuestros mutuos sentimientos, me sentí el hombre más feliz sobre la tierra. Creía que el amor podría conseguirlo todo...
Y a veces el amor no es suficiente. Lo aprendí de la peor manera.
Cuando Ryuichiro y yo llevábamos dos años de feliz relación, Danna-sama vino un día a mi casa. Ryuichiro se encontraba con uno de sus autores, y no había peligro de que nos sorprendiera en plena conversación. Porque Danna-sama no venía a hablar de trabajo.
-Kaoru, quiero hablar seriamente contigo.
-Usted dirá, danna-sama.
-Quiero que dejes en paz a mi hijo. -Se enteró de lo nuestro. No sé cómo, pero lo hizo. Debió ver algo en mi cara que lo impulsó a hablar más.
-Vi a Ryuichiro muy feliz, y sospeché que se encontraría con alguna chica. Nunca había mostrado interés en ninguna, así que lo seguí. Y me vi enfrente de tu piso, viendo cómo os estábais besando... A ver, no me malinterpretes. Yo lo respeto todo, y te quiero como a un hijo... Pero mi Ryuichiro es el heredero de un gran apellido y debe pensar en su futuro. Debe casarse con alguna chica elegida por su familia y darnos algún heredero... Como dije, hay que pensar en el futuro. -Se me revolvió el estómago al escuchar ese discursito.
-Y en el caso de que no lo acepte, ¿qué pasaría?
-No me gustaría tener que hacer eso... Pero en ese caso, tus padres, que ya están algo mayores y merecen una buena jubilación, lo perderían todo... Y acabarían sus días trabajando como esclavos o viviendo en sitios de mala muerte. Recuerda que todo lo que tenéis es gracias a mí... -Ahí tenía razón, todo lo que nos dio Danna-sama, podía quitárnoslo rapidamente, y además yo adoraba a mis padres y haría cualquier cosa por ellos... Y por Ryu también... Difícil decisión.
-Puedes pensarlo unos días. Y no te preocupes, una vez aceptes yo te conseguiré buen trabajo y buen alojamiento, eso sí, nada relacionado con Ryuichiro. -Ya lo había pensado bastante. Intentaba convencerme de que continuar con esta relación sólo traería sufrimiento, tanto para Ryuichiro como para mi propia familia. No tendríamos futuro, conque más valía sacrificarme por ellos ahora, que aumentar el dolor más tarde... No tenía otra solución, en aquel momento supongo que aún era joven, y no tan maduro como creía.
-Danna-sama... Aceptaré su propuesta. Pero no quiero nada más de usted. Conseguiré un trabajo y una casa por mi mismo, y nunca volveré a molestarles.
-Eso te honra, hijo. Ahora, ya sabes lo que tienes que hacer.
Pasé días pensando en cómo lo haría. Debía hacer que Ryuichiro me odiase, así me dejaría ir y el dolor no sería tan fuerte... Cuando le dije todas aquellas cosas hirientes, que en realidad no sentía, hubiese querido abrazarlo... Decirle que todo estaba bien y llevármelo lejos. Pero en aquel momento, me encontraba en un callejón sin salida.
Me fui sin mirar atrás. Durante años me negué a recordar ese día. Me centré en lo que había deseado, conseguir el éxito. Busqué trabajo y al final acabé en la universidad M, dando clases de Teoría Lingüística en la carrera de Literatura. Me hice amigo de un par de profesores que siempre andaban molestándose mutuamente, Kamijou-sensei y Miyagi-sensei, siempre andaba mediando entre ellos y eso me ayudó bastante.
Pero aún me acuerdo de Ryuichiro. Sin él a mi lado, no valía la pena conseguir el éxito, y me dejé llevar por la corriente...
Mis amigos profesores tenían ambos pareja, otro hombre. Alguna vez me invitaron a sus casas, pero no quería hacer de sujetavelas, conque volví a quedarme solo. En esos días empecé a oír hablar a mis alumnos, los más adinerados, hablar en susurros de un nuevo club que había abierto en Tokyo. Se llamaba El Cisne Blanco, y los rumores decían que tenía habitaciones escondidas, donde acudían clientes VIP que se dedicaban al sexo en todo el sentido de la palabra. Relaciones heterosexuales, homosexuales, sexo en pareja, en grupo, intercambio de parejas...
Entré allí una noche, por curiosidad. Me dirigí a los reservados, entre ellos hubo uno que me llamó la atención. En el centro de aquella habitación había una gran cama, y en ella había alguien tendido.
Parecía que era un hombre, delgado aunque musculoso, y tenía los ojos vendados, por lo que no podía ver la expresión de su cara. Parecía alguien que se ofrecía a los demás sin importarle nada, que dejaba que los demás hicieran lo que quisieran con su cuerpo.
Su cabello era castaño, algo largo y desordenado. Por un momento me recordó a Ryu... Me acerqué a él, y aspiré su olor... Olor a tiempos pasados, a recuerdos inolvidables. Lo besé en los labios varias veces, fui bajando por su cuello y al llegar a sus hombros descubrí una sospechosa marca de nacimiento en el izquierdo.
Es Ryu. ¡Ryu!
¿Desde cuándo a Ryu le gustaban este tipo de jueguecitos? Da igual... No quiero saberlo. Pero él no sabe quién soy...
Quiero que sea mío una vez más...
No me atreví a hablar, tampoco a quitarle la venda de los ojos. Me dediqué a besarlo, a tocar cada centímetro de su piel como si quisiera grabarlo permanentemente en mis recuerdos... A estimularlo, prepararlo, con paciencia, para que fuese una experiencia inolvidable...
Mi corazón dio un vuelco cuando, al hundirme en él, susurró algo casi inaudible, pero que yo logré comprender...
-Kaoru...