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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 1:

En Blanco y Negro

 

La vida es una buena foto en blanco y negro. Hay blanco, hay negro, y un montón de sombras en medio.

(Karl Heiner)

 

 

 

A esa hora de la mañana, casi nada más despuntar el alba, la playa aún estaba levemente cubierta de aquella niebla baja y espesa que provocaba el tipo de frío húmedo que parecía colarse entre la ropa y meterse bajo la piel. Aquel frío que evocaba chimeneas encendidas para secarse un poco y chocolate caliente para intentar entrar en calor; aquel frío que despertaba deseos de estar refugiado en casa sin nada más que hacer que tumbarse en el sofá arrebujado en una gruesa manta leyendo algún buen libro.

Sí, aquella tempestuosa mañana de finales de noviembre era sin duda perfecta para ello; pero en cambio, Eren se encontraba allí, congelándose hasta el tuétano a causa de una tontería o, mejor dicho, debido a los demonios internos que aún era incapaz de controlar.

Había pasado una noche inquieta, donde durmió a saltos, despertando de tanto en tanto entre sueños demasiado vividos y notando el corazón acelerado cada vez que lo hacía a causa de la ansiedad. ¿Hacía cuantos meses que no le ocurría aquello?, se preguntó. Seis o siete, más de medio año si las cuentas no le fallaban. Realmente llegó a creer que ya estaba bien, que estaba sanando; sin embargo, bastó con que su hermana y Jean lo llamaran la noche anterior para felicitarlo y otra vez algo dentro de Eren comenzó a amenazar con desmoronarse.

Estaba seguro de que Armin se pondría furioso cuando se enterara.

Y aquella estúpida llamada, se dijo con resentimiento, era la verdadera culpable de que estuviese allí esa fría mañana ya que, resignado al saber que no podría volver a pegar ojo, Eren prefirió levantarse nada más ver que la primera claridad del día aparecía como una fina línea en el horizonte antes que seguir acostado en su cama revolcándose en su dolor.  Así que, luego de vestirse con un par de desgastados vaqueros azules y el grueso suéter negro que le había obsequiado su madre hacía un par de semana, le dejó una nota a Armin para avisarle donde iba, tomó del perchero el anorak gris de cuello alto para abrigarse bien y salió a dar una vuelta a la playa junto a su cámara.

A pesar del frío reinante y de saber que no era una idea razonable en esa época del año, de todos modos Eren se sentó en la arena que parecía casi húmeda a causa de lo helada que estaba. Una vez se hubo descalzado y quitado las medias, se puso nuevamente de pie y un estremecimiento lo recorrió por completo a causa de la baja temperatura, pero aun así disfrutó al sentir la rugosa textura de los diminutos granitos contra su piel desnuda y la briza persistente que le revolvía los rebeldes mechones de cabello castaño que escapaban de la corta coleta que se hizo y le obligaban a entrecerrar los ojos de tanto en tanto. Tomando una profunda bocanada de aquel gélido aire salobre, Eren acercó el visor de la cámara a su ojo derecho, enfocó hacia el mar embravecido y disparó.

Aunque a algunos les parecía una tontería, Eren sentía que sus mejores fotografías resultaban cuando podía conectar profundamente con el entorno que lo rodeaba. Olores, sonidos, el tacto de las cosas, todo eso para él era casi como un ritual que lo ayudaba a concentrarse y que hacía que una toma simple pudiese transformarse en una maravillosa. La fotografía era sin duda algo que se capturaba a través de los ojos pero, la esencia de las mismas, para él, eran todas aquellas sensaciones que percibía cuando estaba completamente enfocado en su objetivo.

Después de tomar unas cuantas fotos más, decidió moverse un poco antes de comenzar a entumecerse. Metió las medias dentro de sus deportivas negras y amarró estas a la correa del bolso de la cámara antes de avanzar más hacia el norte que era donde se hallaba el puerto de la ciudad y que solía ser la zona de más actividad a esa hora tan temprana.

Mientras paseaba, Eren levantó el rostro y observó el cielo color gris acero de esa mañana, salpicado aquí y allá por oscuras y amenazantes nubes que presagiaban lluvia; quizás, se dijo, el pronóstico del tiempo no se equivocaba del todo y aquella semana tendrían tormentas eléctricas. Si era así, tal vez podría intentar obtener alguna buena fotografía de aquello para la exposición. Fotografiar durante una tormenta era algo que nunca antes había hecho.

Contempló como el mar embravecido, cuyo sonido parecía ensordecedor en la playa silenciosa, hacía que las olas golpearan la orilla con fuerza brutal, dejando a su paso un grueso borde de espuma blanca que bordeaba la arena cual encaje, miles de gotitas saladas suspendidas en el aire y, desperdigadas por la orilla mojada, un sinfín de pequeñas y brillantes caracolas multicolores que las mismas aguas se encargaba de remover de un lado a otra tras cada nueva arremetida.

Un par de fotografías más salieron de aquella bonita imagen de contrastes entre la crudeza fiera del invierno próximo y la sencilla belleza de aquel millar de conchillas esparcidas como estrellas o joyas en aquel manto oscuro. Aquella tarde, se dijo Eren mientras las pasaba con rapidez en el monitor para revisarlas, las traspasaría al ordenador y las trabajaría un poco. Las más bonitas de aquella muestra se las enviaría a Historia. Estaba seguro de que a ella le encantarían.

Con algo de dificultad ya que tenía los dedos un poco rígidos a causa del frío, rebuscó en el bolsillo del anorak hasta que encontró su móvil para ver la hora. Apenas eran pasadas las siete de la mañana, así que aún tenía tiempo de sobra para tomar algunas fotografías más antes de tener que regresar a casa para desayunar y prepararse para ir a clases.

El potente y cercano ladrido de un perro lo hizo voltear curioso; era bastante extraño encontrarse con alguien paseando por la playa a esa hora de la mañana, algo que Eren sabía perfectamente ya que él solía hacerlo de vez en cuando. En cuanto este entró corriendo en su campo de visión, sin poder evitarlo sus ojos siguieron al muy activo animal que, veloz como era, se fue de lleno contra las olas una y otra vez, jugando y saltando mientras sus ladridos se mezclaban con el clamor incesante del encrespado mar; parecía pasárselo en grande.

Divertido ante aquel espectáculo, Eren levantó la cámara e hizo algunas cuantas tomas. Pudiendo verlo ahora mucho mejor a través del zoom del lente, se percató que aquel era un hermoso ejemplar de labrador retriever, con su lustroso pelaje negro ahora empapado y pegado al cuerpo a causa del agua. Un par de gaviotas gritaron insistentemente mientras volaban más bajo de lo usual, como si quisieran tentar al can para molestarlo, y como no, este al verlas se volvió loco.

—¡Maldita bestezuela, ven aquí de una puta vez!

El tono imperioso de aquellas palabras hizo que el enfoque de Eren se desplazara del animal al recién llegado que supuso era el dueño del animal. Evidentemente agitado, el sujeto llegó casi a la orilla de la playa donde se encontraba el perro todavía dando brincos y soltando ladridos mientras intentaba capturar a alguna de sus osadas acosadoras.

—¡Quieto! —soltó el otro de pronto con una voz potente y tal tono de mando que hasta a Eren le dieron ganas de obedecerle de la misma forma que lo hizo el animal en ese momento; este jadeaba nervioso y con la lengua afuera, pero observaba con auténtica devoción al hombre, y cuando este se acuclilló a su altura para quedar frente a él y le posó una mano en la cabeza para tranquilizarlo, gimió bajito, lleno de felicidad—. Tch, mierda, estás hecho un asco.

A través de su cámara Eren observó todo aquello casi como si fuese una película. Vio al chico, porque ahora que lo miraba bien era evidente que tenía solo unos cuantos años más que él, ponerse de pie otra vez mientras sacaba un blanco pañuelo del bolsillo del pantalón para limpiarse la mano y como posteriormente volvía a doblarlo y guardarlo; ¿en serio?, se preguntó divertido. ¿Quién en aquella época llevaba un pañuelo? Aquel sujeto sí que era extraño.

Con su atenta mirada todavía puesta sobre él, Eren vio como el desconocido se metía las manos en los bolsillos de los oscuros vaqueros y se quedaba muy quieto viendo hacia el mar mientras el perro, ahora completamente obediente, se sentaba a su lado.

De pie ante el océano con el can a su lado, el chico tenía la mirada perdida en el horizonte, sin importarle lo más mínimo que el fuerte viento le agitara el negro cabello ligeramente corto, azotándolo sin clemencia contra el blanco inmaculado de su frente y sus pómulos. Vestía casi completamente de negro, desde sus botines fuertes perfectamente lustrados, pasando por los vaqueros impecables en los que tenía enfundadas sus manos, hasta la cazadora de cuero que, a pesar del viento frío, llevaba abierta. Solo la blanca camiseta que tenía puesta debajo rompía aquel efecto oscuro, pero de una manera agradable, ya que el níveo color de la tela parecía matizarse casi a la perfección con aquella pálida piel. La oscura arena mojada a sus pies, el gris tormentoso del cielo a su alrededor y el salvaje mar de aquel mismo tono, roto de tanto el tanto por la blanca espuma, eran un fondo perfecto.

Conteniendo el aliento a causa de la impresión, Eren pensó que aquella era una imagen hermosa; un extraordinario encuadre de contraste en blanco y negro, con un sinfín de grises intermedios.

Sin lugar a dudas, una de las cosas más bellas que había visto en sus veinte años de vida.

Sobresaltado ante lo que acababa de hacer, Eren se dio cuenta, con cierto arrepentimiento, que acababa de tomar una serie de fotografías del sujeto mientras lo observaba. No fue su intención por supuesto, sin embargo, absorto ante aquel cuadro sus dedos se movieron solos y comenzó a disparar sin pensarlo.

Avergonzado consigo mismo, bajó la cámara de inmediato dispuesto a borrar las tomas; no obstante, en ese preciso momento el chico, como si recién advirtiera su presencia, giró el serio rostro para observarlo con una acerada mirada y Eren pensó que perfectamente podría morirse allí mismo.

Aquel intercambio de miradas no habría durado más de cinco segundos, pero para él fue como si hubiesen abierto el suelo bajo sus pies. Notó que el rostro se le enrojecía, seguramente a causa de la culpa y la vergüenza de ser casi descubierto, y tamborileó nerviosamente los dedos sobre el cuerpo de su cámara. Por su lado, el desconocido apartó la vista de él con un gesto lánguido y, luego de inclinarse un poco para decirle algo al perro que Eren fue incapaz de oír por completo ya que sus palabras parecieron ser tragadas por el ruido del mar, se dio media vuelta y se puso en marcha, dejándole a él plantado en aquel sitio, con el corazón latiéndole a mil y la sangre atronándole en los oídos; tan alterado como si acabara de hacer un descubrimiento importante.

Cuando la figura del hombre y el animal se perdieron en la distancia, Eren volvió a su cámara y comenzó a repasar las fotografías que acababa de tomarle. Eran once en total, todas muy similares aunque al mismo tiempo, distintas. Hubiese dado lo que fuera por tener el ordenador allí mismo para poder traspasarlas y estudiarlas con detenimiento, sin embargo tendría que esperar hasta llegar a casa. ¿Pero le daría tiempo de hacerlo antes de alistarse e irse a la universidad? Quizás si no desayunaba…

Una revelación, casi como un aguijonazo doloroso y amargo, se coló en su consciencia aterrizándolo nuevamente en la tierra y quitándole aquella extraña felicidad de golpe.

Lentamente comenzó a pasar una tras otra las fotografías del chico desconocido y decidió que iba a borrarlas, no solo porque tomar fotos de alguien sin su consentimiento podía considerarse una falta grave, sino porque también con eso estaba rompiendo la promesa que él mismo se hizo tiempo atrás. Lo que aquel día entre lágrimas se prometió.

Pero a pesar de su determinación, no pudo hacerlo. La imagen de aquel chico reflejada en el monitor parecía agitarle algo por dentro, gritarle, sacudirlo, como si lo hubiera despertado de un largo, largo sueño. Un sueño del que ni siquiera él mismo era consiente de estar soñando.

Soltando un pesado suspiro, mitad desasosiego, mitad resignación, Eren guardó finalmente la cámara en el bolso y volvió a sentarse en la arena para calzarse.

Mientras enfilaba rumbo al departamento que compartía con Armin, no pudo dejar de pensar en lo ocurrido esa mañana. En el chico desconocido, en aquel extraño encuentro. En la hermosa imagen que el otro protagonizó sin querer, haciendo que él olvidara su decisión y logrando que sucumbiera a la tentación después de casi dos años: fotografiar a otra persona por el simple placer de querer hacerlo.

 

——o——

 

Realmente hacía un frío de los mil demonios, pensó Eren mientras encogía un poco más los hombros para arrebujarse en el anorak y se llevaba las manos a la boca para calentarlas con su aliento en un intento de darles algo de calor antes de frotarlas con fuerza. Llevaba casi veinte minutos esperando en la playa apenas iluminada por la primera luz del día y ya se estaba planteando la idea de regresar a casa; tal vez debería hacerlo, se dijo, pero sabía que aquella extraña ansiedad que lo embargaba desde el viernes no se lo permitiría; lo atosigaría sin dejarlo concentrarse en nada como los días anteriores, así que seguiría allí un poco más, quizás hoy tuviese suerte. Solo esperaba no acabar cogiendo un catarro.

Aunque Eren estaba acostumbrado a madrugar de vez en cuando para tomar algunas fotografías al amanecer porque aquella luminosidad era una de las mejores, por lo general el domingo era su día sagrado y nada ni nadie lo sacaba de la cama antes de las once a menos que fuese una emergencia; no obstante, él mismo decidió la noche anterior sacrificar aquella mañana, y allí estaba, apenas despuntada el alba y de pie sobre la gélida arena, pendiente de cada movimiento extraño que percibía, rogando una y otra vez para sus adentros, casi como un mantra, que el chico del otro día regresara.

Casi parecía que estuviese obsesionado con él. Casi…

Después de aquel extraño encuentro, Eren fue incapaz de quedarse tranquilo. Ese día no revisó las fotos de inmediato al llegar al departamento como quiso hacer en un comienzo, sino que las dejó guardadas en la memoria de su cámara durante toda la jornada de clases, observándolas de tanto en tanto y notando como la ansiedad se iba apoderando más y más de él a medida que las horas pasaban. Si sus compañeros de clase lo notaron raro, no le dijeron nada; sin embargo fue Moblit Berner, su maestro de Diseño Fotográfico, quien le preguntó si le ocurría algo, a lo que él se escudó en el pretexto de que todavía estaba un poco nervioso por la invitación que este le había hecho para la exposición que se llevaría a cabo dentro de tres meses.

Al pensar nuevamente en la exposición, Eren no pudo evitar sentirse otra vez un poco ansioso, con aquella mezcla de nervios e incertidumbre que sentía le apretaba el pecho y le revolvía el estómago. Como casi siempre, su parte más cobarde estaba aterrada ante la posibilidad de fallar y arruinar aquel ofrecimiento; sin embargo, la otra mitad de él estaba feliz porque, ¿cómo no estarlo? Aquella sería la primera oportunidad de verdad que tendría de exponer su trabajo en una galería importante. Sería su primera oportunidad en serio para que otros vieran lo que él quería enseñar, para que él pudiese observar el cómo reaccionaban los demás a su manera de mirar el mundo. Sería su primera oportunidad para demostrarle a su padre que iba en serio con la fotografía y que no lo estaba haciendo tan mal como él creía.

Cuando el jueves recién pasado Moblit le habló de la exposición conjunta y le ofreció la oportunidad de participar en ella junto a él mismo y otros tres alumnos de cuarto año, Eren casi explotó de la emoción. De inmediato les envió un mensaje a sus amigos para contarles sobre la buena noticia y llamó a su madre, Carla, para informarle. Desde luego, ella compartió su misma felicidad y le prometió que iría sin falta el día de la inauguración para darle su apoyo junto a Grisha, su padre; le dijo también que ambos estaban muy orgulloso de él y lo mucho que se estaba esforzando. Y por supuesto, aquella misma noche, un poco más tarde, también le llamaron para felicitarlo su hermana y Jean; y a pesar de la alegría que le proporcionó a Eren el compartir su felicidad con ellos, de igual modo una parte dentro de él se desmoronó de golpe. Y fue en ese momento en el que su mundo otra vez colisionó, despedazándolo, enfrentando el presente con el pasado que intentaba dejar atrás con desesperación y todo volvió a descontrolarse. Ansiedad, miedo, rabia, dolor, vergüenza y profunda tristeza. Demasiadas emociones que digerir en muy poco tiempo, y él se sentía incapaz de hacerlo.

Y aquel dolor fue el que lo impulsó a salir de la cama nada más amanecer dos días atrás, después de aquella nefasta noche de descanso. Fue la acuciante necesidad de desterrar a sus fantasmas la que lo llevó a caminar por la solitaria playa para tomar fotografías, porque cuando Eren tenía una cámara en sus manos, se calmaba; la vida asustaba menos. Enfocar y ver el mundo a través de un lente, filtrado, inmutable, hacía que el miedo y el dolor disminuyeran. La fotografía se convirtió en su escudo, y él permitía que todo aquello que sentía e intentaba mantener oculto fluyera a través de una foto. Que lo que no podía exponer con palabras, se reflejara en una imagen.

El potente y frenético ladrido de un perro lo puso de inmediato en alerta, logrando que su corazón se acelerara poco a poco durante la espera. No tuvo que aguardar mucho, ya que unos pocos minutos después vio al animal llegar corriendo a la playa y retozar en la arena como un loco, aunque en esta ocasión no se tiró a cazar las olas como la vez anterior; no tuvo que esperar mucho más para ver aparecer nuevamente al chico que parecía ser el dueño del can, que con paso cadencioso se acercó hasta la orilla para observar como el perro corría de un lado a otro desfogando su energía.

Disimuladamente, Eren enfocó su cámara hacia el joven utilizando el monitor en vez del visor para no parecer tan descarado y, conteniendo el aliento, hizo unas cuantas tomas. Si el otro sujeto lo pillaba fotografiándolo y no le parecía bien, en verdad podía meterse en serios problemas. Era un riesgo enorme, Eren era plenamente consciente de ello, pero aun así no pudo evitarlo ya que “ese” era su principal motivo para ir a aquella playa esa tempestuosa mañana de finales de otoño.

Cuando el viernes pasado llegó de la universidad, después de cenar con su amigo Armin, se encerró en su cuarto y revisó a consciencia las fotografías que hubo tomado esa mañana, todavía dividido entre si lo mejor sería borrarlas o dejarlas guardadas en sus archivos; no obstante, nada más verlas, Eren supo con certeza que no iba a deshacerse de ellas, no cuando todas eran muy buenas fotos y dos de ellas eran simplemente perfectas. Como pocas veces la luz fue la propicia, ni demasiado intensa ni demasiado débil, ideal para aquel tipo de toma, y ciertamente el tormentoso paisaje con el mar de fondo, era en verdad hermoso. Pero lo que más destacaba de aquellas imágenes, era el modelo. Aunque el chico solo estaba de perfil, con las manos metidas en los bolsillos y sin hacer aparentemente nada especial, algo en él parecía gritar “mírame, obsérvame, veme”. Era casi como un imán, que hacía que los ojos del espectador se quedaran prendados de su esbelta y oscura figura, como si exudara un extraño y atrayente hechizo.

A pesar de su determinación inicial de dejar aquello de lado, Eren trabajó hasta tarde en las dos fotografías que más le gustaron hasta que estuvo satisfecho con el resultado y las imprimió. Una vez el papel estuvo seco y pudo tenerlas en sus manos, se dio cuenta de que quizás aquellas fotos eran unas de las mejores que había realizado en los últimos años, pero, ¿fue solo cosa de suerte, algo de talento o aquella magia era gracias al modelo que, sin saberlo, posó sin él? Eren no lo tenía muy claro, pero estaba más que dispuesto a averiguarlo.

Y entonces una alocada idea comenzó a cobrar forma dentro de su cabeza, motivándolo a ir la mañana anterior a la playa dispuesto a encontrar al misterioso desconocido; pero no tuvo suerte, o mejor dicho, la tuvo más o menos, ya que cuando Eren llegó, el chico y su perro ya se estaban marchando y él no pudo hallar un excusa convincente para acercarse y hablarle porque, ¿y si lo recordaba del día anterior? ¿Y si creía que era una especie de psicópata o un acosador? ¿Se podía considerar un acosador si iba durante dos días seguidos a buscarlo? Realmente, realmente esperaba que no.

No obstante, Eren era terriblemente obstinado cuando deseaba algo, así que esa mañana se levantó todavía más temprano y esperó con paciencia en el mismo sitio donde lo vio la primera vez, confiando en que se encontrarían nuevamente. Y a pesar de que la noche anterior se quedó dormido planeando algunas excusas convincentes que le sirvieran para poder entablar conversación con el desconocido, Eren todavía no estaba demasiado convencido con ninguna de ellas; aun así, se dijo con seguridad que cuando ese momento llegara, algo se le ocurriría.

Y en ese instante su deseo acababa de cumplirse. Y él estaba parado allí como un idiota, sin saber qué hacer, con el cerebro en blanco. ¡Por favor, que algo sucediera! ¡Que alguien, quien fuera, lo iluminara y lo ayudara antes de perder otra oportunidad!

Eren esperó unos segundos tras aquel ruego, pero nada pasó… y allí seguía el chico frente a su cámara, tan quieto y silencioso como días antes.

En aquella ocasión, se fijó él, el desconocido vestía levemente distinto a su primer encuentro. Aunque los botines y los pantalones seguían siendo entallados y negros, en vez de la cazadora de cuero, ahora el muchacho llevaba un grueso suéter blanco de cuello alto que le daba un aire un poco más angelical y menos de chico malo como el de la vez anterior. Mientras lo enfocaba en la cámara y tomaba unas cuantas fotografías de él, Eren pensó en que este era realmente guapo. En verdad deseaba poder hablar con él, poder conocerlo…

El peligroso rumbo que tomaron sus pensamientos lo asustó un poco, dejándolo desconcertado. ¿Qué significaba aquello?, se preguntó inquieto. A pesar de que a Eren solían gustarle mucho las personas y era bastante sociable, no habituaba comportarse de ese modo con los desconocidos, con quienes siempre se mostraba más reservado, pero ahora… ¡Estaba casi desesperado porque le notara!

Eren no creía que aquel cambio en su forma de ser le gustase demasiado.

Estaba tan ensimismado regañándose a sí mismo por su comportamiento que no se percató de lo que estaba ocurriendo hasta que ya fue muy tarde. Cuando Eren sintió el golpe en medio del pecho y cayó de espaldas en la arena conteniendo un quejido de dolor, notó como el aire escapaba por completo de sus pulmones a la vez que un enorme y cálido peso caía sobre él que, sin poder reaccionar a tiempo, tuvo que soportar como una larga y húmeda lengua pasaba una y otra vez por su rostro.

—¡Maldición! ¡Ludwig, detente! ¡Quieto! ¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?!

Eren se sintió de pronto liberado y lentamente abrió los ojos un poco asustado, encontrándose cara a cara con el joven desconocido que lo observaba con el ceño fruncido y algo de preocupación en su atractivo rostro. Sintiendo que se sonrojaba furiosamente al tener su atención puesta sobre él, intentó sentarse como pudo en la arena y respiró profundamente un par de veces, aliviado. Genial, al parecer sus costillas estaban intactas aunque dolían un poco.

—Oi, ¿estás bien?

Eren levantó la vista y, esperando parecer más calmado de lo que se sentía en verdad, observó al otro chico, quien sujetaba firmemente al perro por el collar para evitar que siguiera haciendo travesuras. Tenía una voz bonita, pensó de inmediato al oírlo; calmada, baja y lo suficientemente profunda para crear un sonido atrayente y envolvente. Asimismo, a aquella corta distancia, pudo observar por primera vez sus ojos que, bordeados por marcadas ojeras oscuras, eran de un pálido y brillante gris claro, como el del mar en invierno cuando obtiene un leve reflejo de luz solar. Eren también vio algunos sutiles matices más oscuros en sus iris, y se preguntó si con la iluminación adecuada estos se verían más azules en algunos momentos. Su pudiese fotografiarlo…

—¡Dios, mi cámara! —gritó al tiempo que, desesperado, se giró a buscar el aparato que estaba tirado en la arena a su lado. Un nudo de verdadero pánico le atenazó las entrañas al imaginarse el daño que esta podría haber sufrido. Había sacrificado tres meses completos de su trabajo a medio tiempo para poder comprársela, viviendo con lo justo que pudo ahorrar meses antes. Aquel fue el medio año más miserable de su vida y no quería volver a pasar por eso.

—Espera —oyó que le decía el desconocido acuclillándose a su lado, pero esa vez él no le hizo caso, preocupado como estaba revisando la cámara y cerrando un ojo para examinar con el otro la lente y el objetivo—. Oi, mocoso, te he dicho que esperes.

Eren contuvo el aliento cuando notó la férrea sujeción sobre su muñeca izquierda. Miró sorprendido y un poco boquiabierto al chico cuando vio que este se llevaba sin miramientos su mano a la altura de sus ojos y la observaba con el ceño fruncido.

—Tienes un corte muy feo aquí. No parece demasiado profundo, pero está sangrando bastante y hay que desinfectarlo de inmediato —le soltó el otro sujeto con una calma que contrastaba a millas con el pánico creciente de Eren—. Oi, estás pálido, mocoso. ¿Te sientes mal? ¿Te da miedo la sangre?

Eren negó con un vehemente gesto y contuvo el aliento al ver la herida que tenía en la mano, levemente abierta y sangrante y llena de arena pegoteada, un horror. Era un tajo largo, que comenzaba justo bajo el dedo anular y se curvaba un poco hacia el pulgar para acabar casi llegando al talón, cerca de la muñeca. Eren pensó al verla que se asemejaba bastante a una línea de la vida invertida.

—Y-yo no… me di cuenta de que me hice daño —le dijo al otro, como intentando excusarse—. No siento dolor. ¿Pero cómo…?

—Tch, luego va a dolerte una putada. Ya verás —le soltó el desconocido que en ese momento se puso de rodillas en la arena, a su lado, y comenzó a envolverle la sangrante herida en un inmaculado pañuelo blanco que rápidamente comenzó a teñirse de rojo. Eren intentó apartar la mano, pero el otro se la sujetó con más fuerza y le lanzó una mirada de advertencia para que se quedase quieto—. Te debes haber cortado con una concha cuando te has caído —le explicó este señalando con un gesto la arena a sus pies repleta de aquellos pequeños sedimentos blanquecinos—. No creo que sea necesario darte puntos, pero, ¿quieres que te lleve al hospital? Hay uno cerca de aquí.

Él volvió a negar enérgicamente. Cada vez se ponía más nervioso al tener a aquel chico tan cerca.

—N-no es necesario, gracias. Solo necesito llegar a casa y podré atender la herida por mí mismo —Eren intentó sonreír para aliviar la tensión pero el gesto le resultó tan rígido que desistió de inmediato—. En verdad es menos grave de lo que parece.

El desconocido lo miró evaluativamente durante unos segundos y luego, como si aceptara su petición, se puso de pie. El perro que seguía sentado a su lado, gimió bajito.

—Vivo cerca de aquí. Te ayudaré con eso —se sacudió hábilmente con las manos la arena que se le había quedado adherida a los pantalones oscuros y cuando hubo acabado le tendió una de las mismas para ayudarlo a levantarse—. Vamos.

Eren lo miró aterrado.

—¡No, no es necesario! ¡Ya te he dich-! —Al ver la fría mirada de fastidio que le dirigió el otro, se calló de golpe y aceptó la mano que le ofrecía sin protestar más—. Gracias por tu ayuda —murmuró bajito intentando ocultar lo avergonzado y turbado que se sentía.

—Ha sido culpa de esta bestezuela, así que es en parte mi responsabilidad —respondió el chico muy serio, pero a pesar de sus duras palabras acarició suavemente la cabeza del animal cuando este se acercó para caminar a su lado—. Por cierto, soy Levi. Levi Ackerman.

Así que Levi, pensó Eren mientras repetía aquel nombre una y otra vez en silencio, aprendiéndolo, memorizándolo, casi como si quisiera grabarlo en su cabeza, en su lengua, en sus propios labios; y no pudo evitar sentirse un poco feliz al poder poner finalmente una palabra identificativa al rostro que llevaba obsesionándolo durante días.

—Eren Jaeger —respondió, tendiendo su mano buena hacia el otro, quien tardó unos instantes en corresponder al gesto, como si valorara si era adecuado acceder a aquello o no; finalmente el chico aceptó y envolvió en un suave apretón sus pálidos dedos contra los suyos más morenos. Y en ese momento, Eren dejó de lado parte de sus nervios y fue capaz de sonreírle de verdad—. Un gusto conocerte, Levi.

El chico, Levi, no contestó en esa ocasión pero asintió con un ligero movimiento de cabeza y apartó sus ojos de él con rapidez. Luego, sin decirle más, enfiló rumbo fuera de la playa con Eren siguiéndole obedientemente junto al animal que de tanto en tanto lo observaba con ojos lánguidos, como si quisiera pedirle disculpas. Disculpas que Eren no creía merecer, porque acaso, ¿no rogó y rogó por una oportunidad para poder hablar con el chico desconocido? Y allí la tenía, ¿no?, se dijo mientras observaba al otro caminar frente a él con la misma calma atrayente que parecía exudar en sus fotografías

Sí, pensó, en verdad se debía tener mucho cuidado con lo que se deseaba, porque en ocasiones los deseos se hacían realidad de las formas más extrañas, y no siempre se estaba preparado para afrontarlos.

 

——o——

 

Tal y como le dijo Levi, la casa quedaba bastante cerca de la playa. No llevaban ni quince minutos caminado cuando el chico enfiló con paso rápido hacia una de las viviendas que se hallaban en aquella zona residencial que, por lo que Eren había oído, era bastante exclusiva y muy cara; al ver la enorme casa donde el otro estaba ingresando el código de entrada en un panel de control, no le quedó ninguna duda de que seguramente era así.

La vivienda consistía en una bonita y espaciosa estructura de dos plantas que en vez de asemejar un solo bloque como era lo habitual, parecían dos construcciones que se superponían una sobre la otra. La primera planta estaba forjada en pesada madera de ciprés barnizado, conservado en su color natural al igual que los pilares de soporte de la parte baja que le daban altura y la escalera de gruesas barandas que llevaba hacía la entrada principal, mientras que las pequeñas ventanas de madera y el gran ventanal, que daba hacia la playa y al jardín ornamental bellamente cuidado, estaban bordeadas de jambas más oscuras, del mismo tono que la robusta puerta de entrada. Las blancas cortinas abiertas dejaban entrever vagamente un interior ordenado, de decoración sencilla que daba una apariencia casi rustica a la casa; realmente bonito. Sin embargo, lo que dejó a Eren profundamente impresionado, fue la planta superior que, abandonando por completo el estilo impuesto con anterioridad, era una estructura vanguardista en su totalidad, forjada en toda su extensión por cristal y metal, donde los inmensos ventanales que la formaban lo dominaban todo. Incluso el plano tejado que sobresalía un poco y daba la impresión de formar un borde más oscuro, palidecía ante lo impresiónate que resultaba contemplar aquel mirador. En ese momento, con la débil claridad de las primeras luces de aquel día otoñal reflejándose en los vidrios que miraban hacia la playa y el puerto, la casa parecía centellear delicadamente como una joya.

Eren no pudo evitar preguntarse cómo sería tomar una fotografía desde aquella vista. Seguramente al amanecer o a última hora de la tarde debía ser un espectáculo impresionante, lleno de aquellos colores y matices que solo perduran un segundo antes de desaparecer para siempre y cuyas combinaciones es imposible repetir más de una vez aunque-

—Oi, ¿vienes?

Saliendo de su ensoñación en el acto al oír aquella imperiosa voz llamándolo, en unas pocas zancadas Eren se apresuró hasta la puerta que su anfitrión aún mantenía abierta para que él ingresara. Cuando llegó a su lado, Levi lo observó de una manera curiosa, como si a pesar de serle en apariencia indiferente algo sobre él lo intrigara. Qué vergüenza, pensó Eren. ¿Por qué siempre debía dejarse arrastrar de ese modo cuando alguna cosa llamaba su atención? Jean le dijo en una ocasión, mientras discutían, que el mundo que él veía y el que observaban los demás eran dos cosas muy distintas; que debía empezar a centrarse. Eren estaba comenzando a creer que este tenía razón.

Si el exterior de la casa lo dejó impresionado, entonces no tenía palabras para lo que se encontró una vez dentro de esta. Limpio y ordenado en extremo, el amplio interior de la vivienda seguía la misma línea del exterior rústico en aquella bonita madera de color claro con vigas a la vista. El reluciente piso de planchas de madera, perfectamente lustrado, prácticamente brillaba; Eren estaba casi seguro de que si comiera directamente de aquel suelo correría menos riesgos de encontrar un germen que de los platos de su propia casa. Aquella era una enorme estancia de un solo ambiente en el que se repartían a la perfección la sala de estar que estaba ubicada frente al ventanal; el comedor, también hecho completo de madera fuerte y estilo rustico; y la amplia cocina americana. Una escalera de caracol de hierro forjado negro, del mismo color y material que la chimenea suspendida que estaba en la sala, llevaba a la segunda planta, y lo que él supuso, eran las habitaciones. La decoración del lugar era sencilla, principalmente en blanco como las redondas lámparas colgantes, las pesadas cortinas que cubrían las ventanas y la mullida alfombra de la sala de estar; el resto se combinaba en una escala de grises que iba desde los más claros como el cuero que forraba el sofá y las dos butacas de madera que estaban cerca de la chimenea, hasta el más oscuro de la isleta de la cocina y los electrodoméstico que se encontraban en ella. Aquella casa parecía tan hermosa e impecable como si hubiese sido directamente sacada de una revista de diseño de interiores, y de eso Eren sabía un montón, porque trabajaba a medio tiempo para una, sin embargo era igual de impersonal. No había nada en ella que la caracterizara. Ni cuadros, no adornos, ni fotografías. De hecho, ni siquiera la repisa que hacía la función de biblioteca tenía un mísero libro que pudiese indicar los gustos e intereses de su dueño. Era como si allí no viviese nadie, y eso a Eren lo hizo sentir un poco extraño, inquieto.

—Lamento la intromisión —murmuró él mientras se quedaba de pie en la entrada sin saber muy bien que hacer, a la vez que observaba como el perro se echaba felizmente a dormir frente a la chimenea encendida como si aquel fuese su lugar y a Levi dirigirse hacia la cocina para lavarse las manos, seguramente de los restos de su sangre.

—Espera aquí un segundo mientras voy a buscar el botiquín —le dijo este, sacando uno de los taburetes de madera que estaban bajo la isleta de la cocina e indicándole con un gesto de la cabeza que tomara asiento—. ¿Eres alérgico a algo?

Gracias a su padre y los miles de exámenes a los que lo hizo someterse cuando era más joven, Eren estaba seguro que no, así que negó rápidamente con un gesto y, mientras lo observaba marchar pensó en lo extraño que era aquel chico, porque, ¿qué clase de persona se preocupa de las posibles alergias de alguien? Una más responsable que él, de seguro, se dijo. Y eso que su padre era un médico.

Levi apareció a los pocos minutos a través de una puerta que colindaba con la sala de estar y que Eren no había visto antes, por lo que supuso sería el cuarto de baño de la primera planta. Poniéndose a su lado en la isleta, el chico dejó la cajita blanca que traía consigo y se arremangó el blanco suéter. Eren pudo distinguir, con algo de culpa, unas leves manchas rojizas; su sangre, para ser exactos.

—Te he estropeado el suéter. Lo lamento.

—Tch, no tienes porque. La sangre es un poco fastidiosa de quitar, pero con el tratamiento adecuado sale igualmente, además son solo unas gotas —le dijo Levi restándole importancia al asunto—. Ahora quítate el anorak, será incómodo trabajar si sigues con él puesto —le ordenó sin miramientos, como si estuviese acostumbrado a mandar; sin embargo, Eren no protesto y le hizo caso quitándose la chaqueta para dejarla en otro de los taburetes a su lado, junto a su cámara.

—Sabes, en verdad esto no es necesario —le repitió cuando lo observó aplicándose alcohol en gel para desinfectarse las manos—, se me da bastante bien el tratar heridas.

—A mí también —le dijo Levi sin mirarlo siguiera—. Ven aquí —le ordenó nuevamente, señalando el fregadero que parecía brillar de tan limpio que estaba—. Esto va a doler un poco.

Eren apretó los dientes y soltó un siseo cuando sintió el primer contacto del agua fría sobre su piel lacerada. Escocía de una manera horrible pero poco a poco comenzó a notar un leve entumecimiento causado por el gélido líquido y, cuando los dedos de Levi lo tocaron para intentar eliminar los restos de sangre seca y arena pegada, ya no dolía tanto.

Una vez la herida estuvo lo suficientemente limpia, el chico envolvió su mano en una toalla de algodón y le hizo regresar a sentarse en la isleta, donde el procedió a secarlo suavemente, retirar con cuidado los pocos granos de arena aún adherida, desinfectarlo a conciencia y vendarlo con una habilidad sorprendente. No había movimientos innecesarios en sus acciones, por el contrario, estas eran calculadas y precisas, moviendo sus pálidos dedos con rapidez y delicadeza como si estuviese acostumbrado a trabajar de aquella manera. ¿Sería médico como lo era su padre?, se preguntó Eren. Por la manera tan calmada y fría en que se comportaba, era una opción viable, aunque pareciera tan joven.

Mientras lo miraba trabajar silenciosamente en su mano, Eren se permitió observarlo con mayor detenimiento y sintió como se le aceleraba un poco el pulso al percatarse que de cerca Levi era mucho más atractivo de lo que esperaba. El chico tenía pómulos altos, frente amplia y barbilla estilizada, sin duda unos rasgos bonitos y bien definidos aunque un poco finos y delicados para ser un hombre. Además, a pesar de lo mucho que imponía su presencia, Levi no era precisamente alto ni corpulento, todo lo contrario. Sentado a su lado, con él de pie mientras le atendía, Eren quedaba casi a su misma altura ganándole por una mínima diferencia; estaba seguro de que estando frente a frente uno del otro, fácilmente lo superaría en más de veinte centímetros.

En ese momento el chico tenía la cabeza ligeramente inclinada ante él, por lo que el lacio y lustroso cabello negro que llevaba casi partido al medio le caía suavemente hacia adelante y ocultaba parte de su rostro cual si fuese una cortina. Los ojos de Eren vagaron, sin que pudiese evitarlo, por el cortísimo rapado que el otro llevaba a la altura de la nuca y las sienes y que generaba un contraste perfecto para aquella tez blanca e inmaculada que tanto le encantó en las fotografías. Levi tenía una piel muy pálida, tanto que a él, a la escasa distancia que se encontraban, le era fácil distinguir como algunas delicadas venitas azules se apreciaban sobre el borde del cuello que el suéter dejaba expuesto y en sus muñecas descubiertas, extendiéndose como una fina y palpitante tela de araña; Eren, fascinado, no pudo evitar preguntarse cómo se sentiría el tocarlas con sus dedos, ¿podría notar la sangre fluir bajo ellas? ¿Serían rápidos o acompasados sus latidos?

Apartando de su cabeza aquel pensamiento absurdo y peligroso, Eren se removió inquieto en el taburete que estaba sentado y se ganó una mirada de mudo reproche por parte de aquel par de afilados ojos grises, que enmarcados por las delgadas cejas oscuras, parecían observar con eterna indiferencia y fastidio al mundo.

Sí, se dijo él, Levi Ackerman era increíblemente guapo. Tanto que ante su presencia el estómago comenzaba a agitársele como si tuviese un millar de mariposas revoloteando dentro.

—Listo —puntualizó el chico pasados unos minutos cuando dio el toque final al vendaje. Eren lo observó pensativo mientras este regresaba al fregadero para lavarse las manos.

—Gracias, ha sido muy amable de tu parte, Levi. No deberías haberte molestado.

—Tch, ya te dije que toda esta mierda fue culpa de Ludwig, así que ya estamos a mano —le dijo el otro al tiempo que depositaba un vaso de agua frente a él y le tendía un par de pastillas—. Analgésicos. No era una jodida broma cuando dije que luego te va a doler.

Eren se tomó las pastillas obedientemente y se sobresaltó un poco al sentir el cálido peso sobre su rodilla. El perro, Ludwig, se había levantado del sitio donde dormía hacía unos minutos atrás, de seguro alertado al haber oído su nombre. En aquel momento observaba a Eren con ojillos de adoración y él le rascó la cabeza haciendo que el animal gimiera bajito de satisfacción.

—¿Le pusiste Ludwig por Beethoven, el músico? —le preguntó con curiosidad a Levi que en ese instante estaba guardando todo perfectamente ordenado en el botiquín. Un deje de sonrisa, muy leve, pero sonrisa al fin y al cabo se formó en aquellos delgados labios.

—Es Ludwig por Ludwig Boltzmann, el físico —aclaró, y su sonrisa se hizo un poco más amplia al ver su mirada de consternación—. Su dueña, Hange, es licenciada en física y se especializa en mecánica cuántica.

Los ojos de Eren se abrieron de la sorpresa.

—¿Entonces el perro no es tuyo?

Levi negó con un gesto.

—Solo lo estoy cuidando durante dos semanas ya que ella ha ido a dar unas conferencias a Mitra —explicó—. Cuando Hange no está, este bicho se pone muy inquieto, así que esa es la causa de su mal comportamiento. O la mayor parte, quiero creer. Con los cuidados de Hange nunca se sabe, está bastante loca, así que puede que este animal también este ya un poco demente.

Un sentimiento extraño, un sentimiento que Eren fue incapaz de identificar con claridad, se instaló en su pecho al oírle hablar de aquella mujer, lo que era absurdo ya que él ni siquiera la conocía; tal vez, se dijo preocupado, se debía a la forma en que Levi hablaba de ella, con indudable comodidad y camaradería a pesar de sus quejas, porque el evidente cariño que se apreciaba bajo sus palabras dejaba muy claro que tenían una relación muy cercana y fuerte, y el ser testigo de eso hizo que Eren se sintiera incómodo.

—Entonces… ¿ella es tu novia? —le soltó sin pensar mientras seguía acariciando suavemente al perro que seguía a su lado. De inmediato, al darse cuenta de su poco tacto, quiso retractarse de aquella absurda pregunta; pero no tuvo tiempo porque los ojos de Levi se clavaron en él, muy abiertos, casi al punto de parecer escandalizado.

—¡Demonios, no! Tendría que estar muy jodido de la cabeza para hacer una idiotez así. Hange es un poco… desquiciada —le explicó e hizo una mueca de fastidio—. Además ya tiene a un idiota que se ha dejado embaucar por ella —nuevamente Levi se alejó dándole la espalda y comenzó a llenar de agua la jarra eléctrica.

—Entonces —volvió a insistir Eren aprovechando que el otro chico no lo estaba mirando. Se sentía nervioso, y era consciente de que no tenía ningún derecho a preguntar, pero conociéndose sabía que no soportaría quedarse con la duda—, ¿eso significa que no estás con nadie en este momento?

Con lentitud, los ojos de Levi volvieron a posarse sobre él, una fina línea gris de parpados entrecerrados que lo observaba fría y pensativamente; ante aquella gélida mirada Eren contuvo el aliento, casi con miedo. Apenas conocía aquel chico, pero estaba seguro de que este no tendría ningún reparo en mandarlo a la mierda si creía que él estaba sobrepasando los límites, ¿y no era lo lógico? Él mismo solía ser muy reservado con los extraños, y sin embargo en ese momento se desconocía. No sabía que le pasaba. ¿Es que estaba perdiendo la cabeza por una simple fotografía? ¡¿Por qué la tierra no se lo tragaba o lo fulminaba un rayo de una maldita vez antes de que siguiera avergonzándose a sí mismo de ese modo?!

Levi apartó la mirada de su rostro, casi con molestia y volvió a concentrarse en su tarea. Eren tragó saliva con fuerza, esperando su condena…

Pero esta no llegó.

—No, en este momento no estoy con nadie.

A Eren le hubiese gustado engañarse, poder decirse que aquella revelación no provocó nada en él, que no significaba nada; sin embargo, no pudo evitar darse cuenta de que la alegría creciente que lo embargó al oír la respuesta de Levi en parte era producida por el alivio. Un alivio estúpido si se tenía en cuenta que probablemente después de aquel encuentro no volverían a verse otra vez.

Y ya iba siendo tiempo de marcharse… ¡Su cámara!

Casi como activado por un resorte, Eren se puso de pie asustando un poco a Ludwig y fue a buscar su cámara a toda prisa. ¡Con todo el revuelo por lo de su herida y el conocer a Levi se olvidó por completo de ella! ¡Por favor, Dios, que no le hubiese ocurrido ningún daño irreparable!

—¿Ocurre algo malo? —le preguntó Levi acercándose a él. Su frialdad anterior parecía haber desaparecido de momento, siendo remplazada por una leve preocupación en sus palabras.

Eren lo miró compungido.

—Levi, sé que ya debería marcharme y dejarte tranquilo, pero necesitaré abusar de tu hospitalidad un poco más. ¿Podrías prestarme un paño limpio que no te importe se pueda ensuciar un poco para poder dejar mi cámara? Realmente necesito revisarla.

—Claro. No hay problema —respondió el otro antes de dirigirse hacia la escalera de caracol que llevaba a la planta superior. Se detuvo con un pie en el primer peldaño para preguntarle antes de subir—: ¿Vas a necesitar algo más?

—Solo eso, gracias —le dijo Eren mientras comenzaba a sacar del bolso los útiles básicos para el cuidado de su equipo que llevaba siempre consigo por si ocurrían situaciones de ese tipo.

Unos pocos minutos después, oyó a Levi bajar las escalares y acercarse hacia él. Este le enseñó dos piezas de tela blanca, que al tenerlas sujetas de cualquier manera no tenían forma definida como para poder identificar que eran.

—Algodón y toalla, no sé si alguna pueda ser mejor que la otra —le explicó ofreciéndole ambas.

—Algodón —murmuró Eren, sorprendido por lo detallista que este era y tomó la, que ahora distinguía, camiseta que Levi le tendía—. Graci… as —terminó de decir casi atragantándose con sus palabras ante lo que sus ojos vieron y sintiendo como el corazón comenzaba a acelerársele dentro del pecho.

La palma izquierda de Levi, expuesta en ese momento ante él, lucía una fina y blanquecina cicatriz ya casi deslucida por el tiempo. Una cicatriz que comenzaba justo bajo el dedo anular y se curvaba un poco hacia el pulgar para acabar casi llegando al talón, cerca de la muñeca. Una cicatriz que lucía casi como una línea de la vida invertida. Una cicatriz que parecía casi una copia exacta de la herida que acababa de sufrir él.

Eren no creía en las coincidencias ni en el destino. Para él la vida y las oportunidades que te aparecían eran cosas que aprovechabas en el momento si te atrevías o dejabas pasar si eras un cobarde, ¿cómo iba a ser que deidades divinas o el karma o el cosmos decidieran el futuro por ti? ¡Eso era imposible! ¡Una idiotez! Pero en ese momento, mientras observaba la mano que Levi tenía extendida hacia él, a la cabeza de Eren volvió el vago recuerdo de una de las última pláticas que tuvo con Historia días atrás, en la que ella insistía que el universo nos daba pequeñas señales para indicarnos el camino correcto, y debían aprovecharlas. Él, por supuesto, desdeñó con una sonrisa todas aquellas tonterías cursis.

Hasta ese momento.

Porque viendo frente a él al chico de los fríos ojos grises y recordando todo lo que había ocurrido en su vida desde aquel primer encuentro, Eren ya no estaba tan seguro. Demasiadas coincidencias, pensó, o tal vez, como le dijo su amiga, señales. Quizás Levi Ackerman apareció en su vida por una razón. Aquellas fotografías fueron por algo.

Posiblemente, se dijo Eren notando la ya familiar punzada de dolor que lo embargaba a veces, había llegado el momento de seguir adelante y destrabar el reloj que de forma inconsciente dejó estático dos años atrás…

 

——o——

 

Una de las cosas que más detestaba Levi, a causa de su TOC, era que personas desconocidas estuvieran en su casa y desordenaran sus cosas. Era increíblemente pulcro con el aseo y ordenado en extremo; para él todo tenía su lugar, y le gustaba que se mantuviese así, siempre. Con sus amigos y conocidos podía soportar aquel tipo de invasión hasta cierto punto, pero con desconocidos esto solía ponerlo terriblemente ansioso, sin excepción. Por ese motivo le sorprendió un poco que la presencia de Eren Jaeger no lo incomodara tanto como debería haber esperado. El chico era, sin lugar a duda, el tipo de persona que Levi más detestaba: hablador, inquieto, invasivo y curioso. Demasiadas preguntas, demasiada energía contendida en un cuerpo; y aun así lo invitó a su casa, aunque fuese por culpa, y todavía no lo echaba a la calle. Una completa anomalía a su forma de ser. Joder.

Llenó el plato de Ludwig de pienso y lo puso en el suelo de la cocina, sobre la alfombrilla plástica que tenía expresamente para ello, junto al agua que acababa de cambiarle. El perro se aproximó a él trotando feliz y se le acercó como si quisiese lengüetearlo, pero una mirada de advertencia de su parte bastó para que aquella bestia volviese a comportarse. Si no fuera por el bicho de Hange, se dijo, nada de aquello estaría ocurriendo. Maldita cuatro ojos.

Levi echó una ojeada a Eren que seguía sentado y con la ancha espalda un poco inclinada sobre la isleta de la cocina. De seguro aquel mocoso alto y delgado debía estar por la veintena, calculó al observar con atención su rostro. De piel levemente morena y rasgos afilados y cincelados, era sin duda un joven bien parecido, sobre todo por aquellos enormes y espectaculares ojos verdeazulados que, enmarcados por las largas pestañas oscuras y las cejas un poco gruesas y expresivas, parecían dominar por completo su cara; especialmente cuando sonreía y estos se iluminaban.

El chico vestía de manera sencilla, con ajustados vaqueros azules desgastados y deportivas negras, como casi la mayoría de los mocosos de su edad. Llevaba un suave suéter entallado de cuello en pico del mismo color verde de sus ojos y que hacía que estos resaltaran todavía más; Levi no pudo evitar preguntarse si este lo habría elegido por esa misma razón. También le agradó ver que a simple vista Eren no lucía piercings visibles como solía ocurrir con otros chicos de edad similar, lo que era casi un milagro; quizás, el único punto en contra que pudo encontrarle fue el cabello castaño oscuro un poco demasiado largo y que el mocoso llevaba sujeto en una descuidada coleta corta con algunos mechones que escapan del agarre sobre su frente y la nuca. Obseso como Levi era con la pulcritud y el orden, aquel descuido lo incomodaba un poco.

Terminó de infusionar el té negro y sirvió dos tazas del mismo que, junto a seis sándwiches de pastrami y queso caliente que había preparado, dispuso con el azucarero en el extremo desocupado de la isleta para mantenerse un poco apartado de donde el otro estaba afanado con la cámara y así no estorbarle. Ya eran casi las ocho y Levi todavía no desayunaba, por lo que tenía un poco de hambre.

Bebió un sorbo de su taza de té mientras miraba trabajar a Eren que parecía muy concentrado limpiando cuidadosamente con un pincel aquel aparato. Sin duda tenía manos bonitas y bien cuidadas, pensó Levi al ver como sus largos y delgados dedos se deslizaban delicadamente por la cámara, casi como si bailaran. Dedos inquietos y expresivos, casi iguales a los de los músicos.

¡¿En serio?! ¿Qué mierda le ocurría? ¿Por qué estaba pensando en esas tonterías?, se preguntó alarmado. Lo más probable fuera que su última charla con Hange le estaba afectando el cerebro. Idiotez por contagio, seguramente.

A Levi nunca le gustaron ni interesaron las fotografías, y casi por regla general no permitía que se las tomaran a menos que fuese en casos extremos como para la cédula de identificación o el permiso de conducir. Por lo mismo, aquel mundo le era completamente desconocido; pero al ver la atención con la que el chico parecía enfocarse en aquella tarea no pudo negar que comenzó a intrigarle un poco. ¿Sería fotógrafo profesional? Tch, si al mocoso se le había arruinado la cámara por culpa de la bestezuela de Hange, obligaría a la muy maldita a pagarle le reparación.

—Genial, creo que no hay daños muy graves —dijo Eren soltando un cansado suspiro y le sonrió con evidente alegría mientras levantaba los largos brazos y se estiraba—. Por lo menos la lente, el visor, el sensor y el monitor no se han rallado con la arena, era lo que más me preocupaba. De todos modos mañana la llevaré a la tienda para que le hagan una limpieza más exhaustiva.

—Te lo pagaré —se apresuró a añadir Levi—. Ha sido culpa de Ludwig, después de todo.

—No te preocupes por eso, además ya iba siendo tiempo de llevarla a mantención —le dijo Eren quitándole importancia y sus enormes ojos verdes se iluminaron animados cuando él le señalo el té y los sándwiches—. ¡Genial! ¡Gracias, Levi! Estoy hambriento. Hoy salí muy temprano de casa y no alcancé a comer nada.

—¿Para fotografiar? —le preguntó, y aunque no estaba muy seguro, vio un breve destello de culpa en su rostro y como él chico bajaba la vista un momento, con las orejas enrojecidas, mientras daba un mordisco a su sándwich y asentía en silencio.

Una mentira por omisión. Interesante.

Eren Jaeger era sin lugar a dudas un tipo raro, se dijo Levi mientras lo observaba atentamente; o quizás, lo que en verdad resultaba extraño era que, a pesar del poco interés que él siempre mostraba por todos, el chico le intrigaba.

La memoria de Levi era bastante buena, por no decir excelente: podía recordar datos numéricos, información específica de cualquier materia como si nada, citas completas de libros o informes, y voces o rostros sin mayor esfuerzo. Una vez que veía a alguien aunque fuera unos pocos segundos, él no iba a olvidarlo con facilidad. Y a Eren lo había visto dos mañanas atrás, también cuando sacó a pasear a Ludwig. Y ese día lo notó observándolo.

¿Aquel segundo encuentro habría sido una coincidencia o algo planificado?, se preguntó. ¿Quería aquel joven algo de él? ¿Lo estaba siguiendo? Joder, Levi odiaba analizar todo y comportarse de ese modo, esperando siempre lo peor de las personas, buscando evidencias que los delataran, pero no podía evitarlo; estaba condicionado a actuar de aquella forma por su trabajo. Era un maldito desconfiado.

Y gracias a ello, se recordó, era que acabó allí, de regreso en Shiganshina después de quince años para intentar reconstruirse de nuevo del desastre que era su vida.

Tenía que relajarse un poco y dejar de comportarse así. Hange se lo había dicho más de una vez y, aunque odiara admitirlo, Levi estaba comenzado a pensar que aquella molesta cuatro ojos tenía razón.

Tomó otro sorbo de su amarga infusión, cortó un trozo del sándwich con los dedos para echárselo a la boca y comenzó a masticarlo despacio. Cuando levantó los ojos, se encontró con la curiosa mirada de Eren clavada en él mientras este seguía comiendo con ganas. Ante eso, Levi no pudo evitar sentirse un poco divertido.

Aquel mocoso era un descarado.

—¿Eres fotógrafo? —Le preguntó luego de tragar su comida, intentado distender un poco el ambiente Algo más que extraño en él—. ¿Qué edad tienes?

—Más o menos —respondió el chico mientras le ponía azúcar a su té y lo revolvía con energía—. Tengo veinte años y estudio Licenciatura en Fotografía en la Universidad Maria; ya estoy cursando mi segundo año. También trabajo a medio tiempo para una revista de decoración de interiores y diseño de jardines.

Levi no entendía mucho de fotografía pero, por lo que le solía comentar Moblit, sabía que ganarse la vida en ese medio era condenadamente difícil. No pudo evitar preguntarse qué era lo que pasaba por la cabeza de ese mocoso para aventurarse en un futuro tan incierto.

—¿Y te pagan bien?

Eren se encogió de hombros mientras seguía masticando el último sándwich. Levi solo alcanzó a coger uno, menos mal que solía comer poco…

—Es decente, por lo menos mejor de lo que puedes conseguir fotografiando fiestas o eventos. Además es más tranquilo, me permiten organizar mis horarios y puedo tener una cantidad de trabajo fijo mensual. De momento me viene bien —le explicó—. ¿Y tú, Levi? ¿Qué haces?

Tch, una pregunta complicada que no quería responder en aquel momento. No mientras ni siquiera él tuviese claro que mierda era lo que estaba haciendo con su vida. Maldito mocoso curioso.

—De momento me estoy tomando un tiempo de descanso —respondió con desgana, esperando que el chico entendiera la indirecta y dejara de preguntar—. Después de unos cuantos años es necesario parar en algún punto para analizar lo que has hecho en la vida antes de continuar.

La risita contenida de Eren lo molestó un poco. Sus intensos ojos verdes lo miraban divertidos.

—¡Dios, Levi, eso ha sonado como algo que diría un viejo!

¿Un viejo? ¿En verdad? Iba a matar a ese mocoso de mierda, se dijo Levi indignado; sin embargo, poco a poco comenzó a comprender lo que en verdad ocurría y no pudo evitar sentirse un poco perverso. Iba a lograr que aquel maldito chico deseara morirse de la vergüenza.

—Entonces, Eren —comenzó él con su tono más suave y una mirada intensa e indagatoria—, ¿qué edad crees que tengo?

El chico lo miró sorprendido.

—Veinticinco —le soltó prácticamente sin pensar. Levi enarcó una ceja logrando que el otro se pusiese nervioso.

—Puedes intentarlo de nuevo. Te doy otra oportunidad —le dijo al tiempo que una lánguida sonrisa se dibujaba en sus labios.

Levi vio como la nuez de Eren subía y bajaba al tragar nervioso. En aquella ocasión, este lo observó más detenidamente y se demoró un poco más de tiempo antes de responder.

—¿Veinti… siete? —preguntó dubitativo y él negó con aquella misma pérfida sonrisa carente de humor.

—Casi treintaicinco, mocoso —le dijo en respuesta. Los enormes ojos verdes de Eren se abrieron aún más por la sorpresa y se atragantó un poco con el té que acababa de beber.

—Que… buenos genes —fue la respuesta de Eren unos minutos después, su voz ligeramente enronquecida a causa de la tos anterior. Levi no pudo evitar sonreír un poco, sonreír de verdad, ante aquel estúpido comentario.

—Sí, geniales. Por lo menos ya no me piden la puta documentación cada vez que voy a comprar alcohol —le dijo mordaz, y al oír la alegre risa del otro chico, una parte de él que Levi creía muerta luego de lo ocurrido en Stohess pareció despertar dentro de su pecho.

Joder, ¿qué demonios tenía aquel chico…?

El sonido del timbre de su móvil lo sobresaltó un poco y Levi se apresuró a ponerse de pie para dirigirse al salón donde lo dejó cuando llegaron. Al ver que era Hange quien lo llamaba, la cortó sin miramientos. Luego le devolvería la llamada.

En ese mismo momento vio a Eren, que ya había acabado de comer, ponerse de pie y comenzar a reunir sus cosas, guardando la cámara con cuidado dentro del bolso y doblando perfectamente la camiseta que él le prestó. Cuando este terminó de ponerse el anorak gris, Levi comprendió que el inevitable momento de la despedida había llegado.

—Bueno… —comenzó a decir Eren acercándose hasta él. Bajó la vista un par de veces, un gesto que a pesar de lo alto que era, lo hacía parecer un poco infantil y cohibido—: gracias por todo, Levi. Lamento haberte impuesto mi presencia de este modo, pero de todas formas me ha alegrado conocerte. Ha sido divertido.

Levi no era muy sociable, todo lo contrario. Tenía mal temperamento y una boca muy sucia, hablaba poco y estaba lleno de manías. A lo largo de su vida le habían dicho muchas cosas, algunas buenas y muchas otras bastante malas y, con su carácter de mierda, ¿quién podía culparlos? Por lo cual que alguien le dijese que estar con él era divertido, vaya que sí era una sorpresa; quizás por eso las palabras de Eren lo hicieron incomodar un poco.

—Supongo —masculló, y al ver la mirada anhelante del chico, tan parecida a la de Ludwig cuando quería que Levi le prestara atención o lo felicitara, le soltó de mala gana—. También me ha gustado conocerte, Eren.

La sonrisa que le dedicó este al oírlo usar por primera vez su nombre fue deslumbrante y sincera, casi desarmante. La clase de sonrisas que deberían considerarse un crimen, se dijo Levi. Tch, aquel mocoso era un fastidio.

Lo acompañó hasta la puerta seguido por Ludwig y Eren bajó de un salto los dos últimos peldaños de la entrada. Parecía extremadamente contento cuando se volvió a verlo.

—Entonces, ya me marcho. Nuevamente muchas gracias por tus cuidados —le dijo levantando su mano vendada para enseñársela— y por tu hospitalidad.

—No hay nada que agradecer. Si necesitas pagar el coste de la reparación, no dudes en hacérmelo saber. Ya sabes donde vivo.

Durante unos pocos segundos la sonrisa se borró del rostro del chico y lo miró muy serio. Sus labios se entreabrieron ligeramente, solo un poco, como si quisiera decirle algo; sin embargo, borró el gesto triste en un par de segundos y volvió a clavar sus bonitos ojos en él con el mismo buen ánimo que minutos antes.

—Ya te dije que no sería necesario, pero gracias de todos modos. Bueno, ya me voy. Adiós, Ludwig. Adiós, Levi. Cuídate —le dijo al tiempo que le hacía un gesto de despedida con la mano y se encaminaba rumbo a la playa.

—Adiós, Eren —murmuró más para el aire que para el chico que ya estaba saliendo del recinto y a esa distancia sería incapaz de oírlo—. Realmente, ¿qué mierda estás haciendo, Levi? —se preguntó a sí mismo en voz alta mientras entraba en la casa y cerraba la puerta tras él.

Así era mejor, se dijo mientras se dirigía a una de las butacas del salón y se dejaba caer en ella. En aquel momento no necesita problemas ni nada que pudiese cambiar o alterar su muy inestable orden y el escaso control de su mundo. Pero aun así, al ahogarse en el profundo silencio que invadía la casa, no pudo evitar pensar en el chico que acababa de salir de ella unos pocos minutos atrás.

El sorpresivo e insistente golpeteo en la puerta lo asustó una barbaridad e hizo que Levi soltara una retahíla de maldiciones mientras se dirigía a abrir con una expresión amenazadora en el rostro. Una expresión que se quedó pasmada al ver a Eren, agitado como si acabara de correr la maratón, parado muy serio frente a su puerta.

—Eren, ¿qué ha pas-? —comenzó a preguntar pero el otro lo cortó de golpe.

—Se… mi… modelo —le dijo Eren entre jadeos, apoyando ambos brazos en las jambas de la puerta y clavando en él sus impresionante ojos verdes que en aquel momento estaban llenos de determinación—. Por favor, Levi, posa para mí.

Notas finales:

Lo primero, a todo el que haya llegado hasta aquí, muchas gracias por darse el tiempo de leer, solo espero que haya valido aunque solo sea un poquito la pena, sobre todo porque sé que ha sido un capítulo muy, muy largo.

La idea original de este fanfiction ha sido un poco rara, la verdad. Nació en un comienzo ante las ganas que tenía de escribir sobre esta pareja planteando una historia sobre cada uno de los cinco sentidos corporales. Quería que fueran cinco one-shots y empecé a darles forma en mi cabeza bajo esa imagen, sin embargo mientras más bosquejaba las ideas, más se alejaban de un one-shot, por lo que finalmente después de pensarlo mucho, me decidí a arriesgarme y escribirlas como historias independientes y ver como resultaba. In Focus es la primera de este loco proyecto, y por supuesto, corresponde al sentido de la vista.

También, de antemano quiero pedir disculpas. No sé mucho de fotografía, de hecho, soy de las que suelen sacar fotos con el móvil y estas son malas tirando a regulares, así que durante estos últimos días recurrí a mi hermano para que me diese un curso rápido de fotografía y me explicara un poco como iba la cosa. De este modo he intentado esforzarme y mirar un poquito más el mundo a través de una cámara y así imaginarme como podría ser el mundo que ve Eren a diferencia del de los demás. Por lo cual, cualquier error, cualquier cosa extraña que no se entienda, es mi error y pido perdón por ello. Recién estoy aprendiendo, así que consejos y sugerencias en este aspecto, o cualquier otro, son bien recibidos.

Muchas gracias por haber leído, espero les haya gustado y esperen por un capítulo más.

 

Tess 


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