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Suggar Babby por aries_orion

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Bien, listo, ya estaba.

 

Hace, aproximadamente, 5 minutos había rellenado todo el formulario y dado click en el banner de enviar. Las manos le temblaban y su corazón había aumentado su ritmo un par golpes de más. Se levantó, la laptop en la mesa parecía burlarse de su estado. Recorrió su hogar y supo, después de ver la cama, que había sido una idea temeraria, pero ciertamente, él pocas veces se detenía a pensar sus acciones hasta después de ejecutarlas. Respiró hondo.

 

Lo hecho, hecho estaba y no daría un pie atrás. No cuando de esto dependía su futuro.

 

Sin embargo, se encontraba con situaciones en las que se preguntaba, ¿por qué carajos se dejó embaucar por ello?, seducido por las malditas cifras que podría ganar. A veces se sentía como una dama de la noche, lo malo es que no vendía su cuerpo sino su compañía.

 

Aomine se volvió bueno en su trabajo, un acompañante fino, aprendió a guardar las apariencias. Siempre un paso delante de lo deseado por sus daddy's. Un mero adorno y salvavidas para quienes lo necesitaban. Uno de los mejores pagados, un hombre guapo, con rasgos varoniles y cuerpo trabajado.

 

Lo cierto es, que algunos de sus clientes terminaron cayendo en el costal de amigos y otros en los indeseables. En la compañía que servía de intermediaria y protectora, era uno de los mejores, pues como tal por cada servicio la empresa se llevaba el quince por cierto, no se quejaba, en otras era hasta el setenta.

 

Ha conocido infinidad de personas, ha asistido a tantos eventos importantes que nadie le crearía; ha visitado algunos de los países que la mayoría sueña con hacer. No puede evitarlo, aunque quiere, su suerte le ha sonreído en aquel trabajo y no se queja, lo agradece.

 

De eso, han pasado cuatro años, está a un semestre de terminar la universidad y con ello su vida de sugar baby. Sólo un trabajo más, sólo una fiesta más para poder ser libre y dejar de usar una máscara que tuvo que forjar a base de pura voluntad, fuerza y sangre.

 

*****

 

Nunca espero que aquella locura proviniera de su hermano, al menos, no apoyada por su padre, quien hasta parecía divertido con la situación. Masajeando el puente de su nariz, seguía incrédulo ante la flecha verde que ocupaba la mitad de la pantalla de su portátil, indicándole su acceso a la página de daddy´s en busca de alguien que le acompañara a la estúpida gala benéfica donde su familia era partícipe desde el tiempo de sus abuelos.

 

Dado que él no tenía pareja, siempre invitaba a su hermano o amigos, incluso asistía con su madre, pues en ese evento la única regla era no asistir solo. En ningún año nadie se negó a ser su acompañante, pero ahora, después de cumplir treinta y dos años, resulta que nadie puede. No es tan idiota para no darse cuenta que simplemente son excusas para orillarle a encontrar pareja, que ciertamente, no quiere. Al menos, no proveniente del mundo al cual ha pertenecido.

 

–Taiga, ¿haz enviado el pedido?

 

Su madre, entrando a su oficina como si fuera una habitación de su casa se sienta en el apoyabrazos del sofá donde se encuentra su padre.

 

–Madre, ¿tú también?

 

–Oh querido, no seas exagerado, deja las rabietas para tu hermano y niños, y no, no me molesta. Velo por el lado bueno, ayudaras a alguien.

 

–Alguien que sólo vive a costa de otros.

 

–Tatsuya, no ayudas con tus juicios apresurados.

 

–Ya he enviado la solicitud, espero el código de acceso para poder revisar el listado. Ahora, si no les importa, largo de mi oficina.

 

Entre burlas su familia le dejó solo. Kagami se masajeo las sienes, esa situación se le hacía hilarante, nunca pensó que tendría que pagar por compañía a un evento donde apenas poner un pie te conceptualizaban antes de atacarte o simplemente ignorarte.

 

La pantalla cambio de color y el acceso se mostró. Con cierta pesadez y fastidio comenzó a revisar los perfiles de los jóvenes. Dado el momento, se hastío de aquello, sentía que seleccionaba a alguien para sexo en lugar de una compañía. Importándole poco, toco la foto de una mariposa negra con tonalidades rojas que se situaba en las primeras entradas de la página, ni siquiera leyó la advertencia en aquellos perfiles.

 

El trato se cerró.

 

El viernes por la noche esperaría por su acompañante, sólo rezaba que la empresa leyera sus advertencias, el evento era de suma importancia.

 

*

 

Su celular vibró, un mensaje en su correo electrónico le daba el aviso, advertencias y requerimientos para su último evento. Suspiro derrotado, se giró en la cama sin ánimos de levantarse para asistir a clases, pues esa noche era el evento al cual tendría que asistir.

 

Solo serán unas horas, después obtendrás tu libertad, se dijo y se repitió hasta el cansancio.

 

Se ducho, cambio y arreglo en base a la experiencia y conocimientos adquiridos al salir con varias personas del mundo de la moda. No sólo dinero recibía, también, conocimientos que a veces le sacaban de apuros.

 

El taxi le dejó a un par de cuadras del lugar, quería usar su motocicleta, pero el evento no se prestaba para ello, salvo el auto. Conforme se acercaba se notaba la ostentosidad sin llegar a lo vulgar. Ignorando los flashes de las cámaras o las preguntas gritadas de los reporteros mostró su invitación e ingreso. Afortunadamente ya había asistido a una boda organizada por los mismos chicos del actual evento, por lo que no le llevó mucho identificar a la chica de logística, preguntando por su daddy. Esperó unos minutos hasta que un hombre en traje negro con una camisa vino tinto se posicionó enfrente de él.

 

–¿Eres Dakota Aomine?

 

–¿Tú eres…?

 

–Taiga Kagami, el da…

 

–Sí, soy yo. –Daiki le interrumpió, no le gustaba que se identificaran así con él. –¿Qué debo hacer?

 

–No te alejes de mí y si preguntan eres mi amigo, al finalizar esto te pagaré. Sólo no lo eches a perder.

 

El pelirrojo se giró comenzando a caminar hacía su mesa, Daiki, en cambio, quería girarse en sentido opuesto y salir de ahí. El muy bastardo le había tratado como una maldita ramera. Ni siquiera preguntó si aquel era su nombre verdadero, cuando otros de sus clientes se interesaron en mantenerlo cómodo a la primera. Pero bueno, no todos eran amables. Aún con copa en la mano le siguió, le presentó a su familia, sonrió e hizo uso de casi todo su repertorio para no dejar mal a su daddy.

 

Sin embargo, el hermano de éste no dejó de enviarle indirectas, atacando los puntos que ya se sabía de memoria atacaban cuando se encontraban celosos o simplemente para fastidiarle. Trato de calmarse, en algunas se hacía el desentendido. Por suerte la madre del pelirrojo le ayudaba o defendía cuando no podía procesar las palabras. Varias veces sus manos se tornaron blancas de lo fuerte que las apretaba. Terminó con el labio roto de tanto morderlo, pues aunque Taiga le alejó del chico, este siempre venía.

 

Bailaron y ni así se salvó. Más su paciencia era limitada y este había tocado lindes sangrantes.

 

–Cuéntenos joven Dakota, ¿qué clase de padres le ponen así a un varón? ¿Qué historia hay detrás de un nombre destinado para una mujer?

 

Hijo de perra.

 

Daiki, le observó, tratando en vano de no levantarse para lanzarse a golpearle. Bufo y continuó comiendo del postre, el silencio pesado se instaló en la mesa, lo peor, no era la situación en sí, sino que su daddy no le defendía y eso, se sentía horrible, pues una de las reglas de la empresa era la defensa del sugar. Al parecer, su contratista se pasó por el arco del triunfo las reglas y normas de la empresa.

 

–Entonces, ¿cuántas veces se tiene que abrir una flor? –Continúo comiendo. –¿Cuánto cuesta un simple flor? –Continúo comiendo. –¿Cuánto pagan sus padres por sus flores?

 

No lo soportó, simplemente no lo soporto más.

 

Podían cuestionar lo que sea, le importaba poco si esto giraba en torno a él, pero sus padres. ¡Maldita sea!, a sus padres no los podían poner en la misma oración que un suggar.

 

–U-u-us-sued e-e-es el h-hombre m-ma-ma-s-s…

 

–Por dios, joven Dakota, ¿desde cuándo se volvió usted un tartamudo?

 

Las malditas risas que le acompañaron a su estúpida pregunta colapsaron las pocas paredes de contención de su ira. Le arrojó la copa de vino y después le soltó un puñetazo y evidentemente no se quedó a ver cómo se tornaba morado o verde. Tampoco le importó la pérdida de la paga, nunca le habían humillado tanto como esa noche. Embarrando a sus padres, poniendo en duda su origen, su sexualidad y hasta tratándolo de vil puta. No que tuviera problemas con ello, porque siempre hay un trasfondo para cada situación, pero ciertamente, el tipo no le soltó y él reaccionó.

 

Bajo la ducha, con el traje regado por toda su casa, pudo calmarse y ver la magnitud de sus acciones. Esperaba no llegarán a la empresa sino, se despediría de su semestre en la universidad y de su actual casa.

 

Debió imagina que su suerte en algún punto debía tener fecha de vencimiento, pues al segundo día del evento “florecilla”, como decidió dominarla, la empresa le envió un correo informándole de su baja y, claro está, una llamada del jefe donde le grito por más de dos horas por haber ofendido a un integrante de la familia Kagami. Lo que dijo después no presto atención, sólo alejo el celular y espero a que terminara, total, ya le despidieron con una liquidación que apenas le alcanzaría para cubrir un cuarto del semestre más pesado de su carrera.

 

Lo único que quería era llorar. Tanto esfuerzo, tanto practicar, morderse la lengua, frustrarse e incluso cambiar su maldita vestimenta para nada. En el último tramo lo hecho a perder. Ya lloraba de lo enojado que se encontraba.

 

En este caso, el dicho, llorar sobre la leche derramada no sirve¸ no se aplica, porque sin esa leche no podría vivir y sí, quizá se estuviera ahogando en un jodido vaso de agua, haciendo una pataleta ante un despido; más aquel trabajo era su todo. Dependía para subsistir, para comer y estudiar.

 

De su agonía pasaron cinco días, donde estuvieron tocando a su puerta, sorbiendo los mocos, sí, aún seguía llorando, abrió.

 

Y la cerró de un portazo.

 

Volvieron a tocar, volvió a abrir y cerró nuevamente de un portazo.

 

–¡Por dios, ¿cuántos años tienes? ¿Cinco?! –Gritaron detrás de la puerta.

 

–Qu-q-que t-te- te im-im-¡importa! –Abrió.

 

Intentó volver a cerrar la puerta de su casa, pero el hombre tras ella era un poco más fuerte que él por lo cual tuvo que ceder. Enfurruñado le dejó estar, pero no pasar. Su casa, sus reglas. Punto.

 

–Te pido disculpas por el comportamiento de mi hermano, debí detenerlo.

 

–De-de… debiste, no porque seas… un daddy, tiene… s el deber de cu… cuidarnos.

 

–¿Por qué haces tantas pausas?

 

Daiki sintió como sus mejillas se tiñeron, nunca le preguntaron tan directo de sus pausas, mucho menos con aquel rostro de duda seria. Aunque de lo dicho, al parecer, no llegó pues pregunto otra cosa.

 

–Pades-sco de… tartamudez mixta.

 

–¿Eso existe? Ya perdón, no te enfades, pero no lo note en la fiesta, hablabas normal.

 

–Respuestas ya… estableci… das. –Elevó los hombros para quitarle importancia al asunto.

 

–¿Me dejas pasar?

 

–Ya q-qu… ya que.

 

Se hizo a un lado. El hombre pasó y tras él la puerta cerró, pero por alguna razón sintió que cerraban su vida y no la de su hogar.

 

–Bien, te busque en la empresa y me dijeron que te despidieron. Lamento eso.

 

Bufo ante aquello, por su culpa tendría que buscar un trabajo, dividir sus horarios y dormir sólo tres horas. No creía sobrevivir con eso, pero algo era algo.

 

–Oye.

 

Daiki parpadeo y su rostro se convirtió en un bombillo, la cara de Taiga se encontraba muy cerca de la suya, incluso pudo notar las pequeñas motas de negro en sus iris.

 

–¡Quítate!

 

–Tranquilo, llevó hablando y no prestas atención. En fin. –Se sentó en el sofá de una pieza, frente al moreno. –Serás mi baby sugar.

 

–¿Ah?

 

–¿Cuántas veces debo repetir todo contigo? Serás mi baby sugar, cualquier cosa que necesites podrás pedirla, excepto sexo.

 

–¡N-n-no s-s-so-soy una p-put-puta!

 

–Dios, eres tan lindo.

 

–Jo- j- jode… te y es… sug-sugar b-ba-babby-y

 

El moreno le observó mal, si pudiera matar con la mirada lo haría, ese hombre lograba hacer que perdiera los nervios.

 

–Lindo… sí, bueno, ¿qué es lo que quieres? Tengo entendido que el baby deja claro lo que desea del benefactor y este de él. ¿O me equivoco?

 

¿Este tipo es idiota o qué?

 

–Só-sólo… –Se mordió el labio, su situación le tenía estresado y temeroso, su tartamudez no ayudaba mucho, pues le hacía sentirse inútil y frustrado. Respiró profundo, levantó la vista para ver la lástima o la diversión por aquello, pues cuando se alteraba no podía hablar sin repetir las letras. Sin embargo, lo que encontró fue seriedad, incluso notó algo como ternura, aunque eso sería imposible.

 

–Hazlo a tu ritmo o si prefieres escríbelo, no me molesta.

 

Tiempo fuera, ¿acaso Taiga le estaba sonriente? Imposible, el tipo era un idiota que…

 

–Deja de analizar tanto y sólo di lo que deseas, bebe.

 

El pelirrojo lo dijo de tal manera que se sintió un príncipe, alguien importante. Quitando el apodo estúpido, claro.

 

–Ayu-ay-ayudam-m-me con la un-u-unive-universid-da-dad.

 

–Hecho lindura.

 

El trato se cerró con un beso de labios muy osado del pelirrojo y un puñetazo del moreno, pues era su primer beso. Sí, Daiki a sus veinticuatro años no había recibido ningún beso, ni decir de pareja, para él lo importante era su carrera y subsistir, después vendría el amor, los besos y el sexo. Aunque nunca espero sentirse como príncipe siendo el sugar baby de Taiga Kagami, este le llenaba de regalos que por momentos debía negar el recibirlos.

 

El hombre prácticamente le ponía el mundo a sus pies con sólo mirar, así fuera por mera curiosidad. De eso se habían generado varias discusiones donde el moreno después de calmarse temía que el pelirrojo le dejara. Ya ni por la pérdida de la universidad, sino porque este se había ganado un lugar en su corazón. A Daiki le gustaba muchísimo Kagami, no le importaba los siete años de más, sólo le importaba él.

 

En varias ocasiones intentó hablar con él para decirle lo que sucedía, incluso dejó de recibir los regalos de Taiga, nada aceptaba y este sólo venía con más. Derrotado los admitía, pero no los habría o usaba. Si estos traían aún la etiqueta los iba a regresar. No quería ya nada material, quería a Taiga.

 

Anhelaba el corazón de su daddy.

 

Su límite fue propasado.

 

Soportar siete meses de completo estrés, de varios profesores de tras de ti en busca de una titulación y cuántos artículos se puedan sacar de esta, más las prácticas, más los trabajos, clases, exámenes, más los constantes asedios de Taiga y el imbécil del hermano de este, colapso. No pudo soportar nada más.

 

Simplemente le gritó que era un idiota vejete en busca de algo que bien se lo puede dar su celoso hermano, que se podía ir a la mierda junto con sus regalos y dinero, que estaba cansado de recibirlos cuando sólo quería una cosa, dudaba, se la pudiera dar. Tartamudeando, alargando las letras, quedándose sin aire. Daiki no pudo más y explotó con quien menos se lo merecía.

 

Para calmarse necesito un mes, un delicioso mes donde sólo fue dormir y olvidarse de todo. Un mes donde a su puerta tocaron hasta lograr sacarlo de la cama.

 

–Te ves horrible, bebé.

 

Ante su puerta se encontraba Kagami y ahora, este le tenía contra la pared más cercana, tomándolo de la cintura y del rostro, colando sin esfuerzo alguna una de sus piernas entre las suyas. Cazando sus labios bruscamente y llevándose su aire.

 

–Necesitas leche.

 

–¿Q-q-qu-qué?

 

–Te tengo demasiado consentido, eso se debe arreglar.

 

Daiki no comprendió nada, salvo que era nuevamente besado por el dueño de su corazón.

 

–No más daddy´s, tú serás sólo mío, ¿entendido Daiki?


¿Y quién podría negarse ante tal muestra de masculinidad, dominio y virilidad? Ciertamente a Daiki le importaba poco si terminaba siendo un simple juguete sexual o un suggar por el resto de su vida. Con Kagami Taiga, sería hasta un bebé si este se lo pidiera.

 

 

Notas finales:

Una locura más entregada contra reloj.

 


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