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El desahogo de un escritor con pensamientos aberrantes por Moonspill

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Notas del fanfic:

Jamás había intentado escribir algo en forma de diálogo completo, ha sido muy interesante la idea y la realización.

 

Siento [no, en verdad no] si está muy marcada mi forma de pensar al respecto del tema —apenas se nota, vaya XD—, pero he aprovechado mi aversión interna hacia esta forma tan habitual de comportamiento y la he explayado tanto y cuanto me ha dado la gana, así que cualquier OOC que hayáis odiado, mea culpa. 

— ¿Qué hace él aquí? —Gruñó Tony, llamando la atención de Peter.


JARVIS indicó que el hombre a la puerta insistía, y que no parecía darse por vencido. Tony observó la grabación de la cámara exterior, bufando.


—Ábrele —se resignó, dirigiéndose a la entrada.


—Pá... —Intentó Peter, pero no le hizo ningún caso.


Bucky se hallaba ya en la entrada. Miraba hacia todos lados, sin una expresión explícita, solamente escrutando los detalles del lugar. Nunca había estado en un lugar tan lujoso. Steve le había hablado muchas veces sobre su «hogar», a cada vez que lo hacía sintiendo un vacío en sí, pero ninguna se comparaba a lo que ahora veía.


—Sé rápido —inició Tony, irritación supurando por todos sus poros—, tengo mucho que hacer.


Bucky hizo caso omiso a su hostilidad, manteniendo un estado ecuánime. Peter, repentinamente avergonzado, trató de mantenerse con el mayor disimulo posible, tras Tony.


— ¿Está Steve? —Fue directo, sin eludir ni amedrentarse. Ni mostrar su objetivo.


Tony frunció la nariz, cruzado de brazos. —No.


Peter apretó los labios, no queriendo incluirse.


—Mientes —afirmó.


Tony alzó una ceja, rodando los ojos, casi violentado. Casi. — ¿Qué quieres de él?


— ¿Está, o no? —Replicó.


—Ya te respondí a eso —Determinó.


—Le esperaré, entonces —se mantuvo firme.


Hubo un incómodo silencio. Peter quiso hablar en algún momento, pero la irritación de su padre demostraba que no era prudente. Se escuchaban sus respiraciones, pausadas. Medidas.


—Peter —recordó Bucky, rompiendo el silencio, abriendo la mochila que cargaba—. Te dejaste esto en el departamento.


Peter miró primeramente a Tony, buscando la aprobación para acercarse a él y tomar el cuaderno que le regresaba. Tony no le hizo ningún movimiento, Peter finalmente acercándose.


—Gracias... —agradeció Peter, en voz baja, avergonzada—. Es de Harry, lo había estado busc-


—JARVIS —interrumpió Tony, eludiendo la mirada de Bucky—. Dile a Steve que venga.


Bucky frunció el ceño, demostrando inconformidad y reprobación por sus actos. Tony le evitó su expresión con desdén, ocultando la vergüenza que haber sido descubierto le daba pero negándose a perder la dignidad.


— ¡Tony! Jarvis me avisó, ¿qué ha- —Mudó, estancándose estupefacto.


—Steve... —Exhaló Bucky, relajando sus facciones.


— ¿Bucky? —Inquirió, con una extraña mezcla de sentimientos en su voz.


Había alegría por el reencuentro, tristeza y vergüenza por sus actos, cuenta de la situación en la que se encontraba. Sus manos picaban con el deseo de abalanzarse a él, abrazarle y decirle lo mucho que le había echado de menos. Sin embargo, las preguntas silenciosas de Tony acallaban sus actos, la mirada de su hijo y las promesas previas de no abandonarles nunca más. Steve estaba dividido, entre el amor a Tony, y el amor a Bucky.


Bucky apartó su mirada unos segundos cuando le dirigió la suya, tragando grueso. Tragando lo que estaba haciendo. Y es que no menos sentía lo que Steve en ese momento, el inefable anhelo de rogarle su regreso, algo que no iba a suceder. La suave sonrisa que no había contenido cuando le vio de nuevo resguardada bajo su porte firme, necesario.


—Bucky, ¿qué es lo que-


Bucky dio un paso hacia delante. Tony también se movió, acercándose a Steve y tomándole del brazo, en una posición protectora. Tenso. Detuvo su caminar, mirando a Tony que clamaba pelea y miedo.


Las manos de Tony sudaban, Steve estaba a punto de echarse a temblar, incapaz de entender qué hacer, qué ocurría. Estrés iniciaba su ascenso, control su descenso. Peter visualizaba la escena como si de la misma televisión se tratase, resultándole demasiado ajeno pero asaz cercano.


Bucky escrutó a Steve por largos segundos, Steve incapaz de apartar su mirada a pesar de que lo estaba deseando; o quizá fuese por eso.


—Ahora no te quedes callado, Steve está aquí.


Bucky dirigió su mirada a Tony. Y contra todo pronóstico, le sonrió ligeramente. No una sonrisa de felicidad, tampoco había el rencor del día que les echó del departamento colmaba su ser. Por el contrario, pena dulce que Tony no supo cómo interpretar.


—Quería disculparme por lo del otro día —comenzó. Tony apretó un poco su agarre en Steve, quien bajó la cabeza apenado—. Perdí los papeles, no estuvo bien.


Tony, por la disculpa, respondió con mayor tensión y nerviosismo, —in—esperando lo que tendría para decirles. Steve sí que ansiaba pedirle perdón. Disculparse y decirle que no era culpa suya, sino que él era el idiota, el que no había sabido comportarse.


—Me iré de aquí, venía a despedirme —se adelantó Bucky, antes de que pudiese hablar. La decisión ya está tomada y está tarde tengo que desalojar el departamento. He traído algunas de tus cosas, pero hay más allí que puedo enviarte por correo o puedes ir tú mismo a buscarlas —explicó. Apremió continuar, cuando Steve quiso replicar—. Sam me ha ofrecido pasar estos días en su sofá hasta que encuentre un nuevo piso, pero le he mentido. Voy a irme de aquí, al norte, o quizá a Europa, no lo sé.


Tony se sorprendió de su anuncio, mostrando cierta aflicción, pero no por él. 


En su lugar, estaba más preocupado por la reacción de Steve. Él, que batallaba por la sensación de abandono, si ya un par de días alejado de Bucky le habían preocupado, no tener noticias ni saber de él de manera indefinida no podría imaginarse.


— ¿Por qué haces esto? —Preguntó, apenado, suplicante, sin desear zafarse del agarre casi inerte de Tony pero deseando aunar el de Bucky.


Tony se separó de Steve, cruzando los brazos. Steve sintió en la separación la pérdida de su resistencia; miró en sus ojos enfado, cubriendo un miedo incipiente, que no mejoraba su estado de ánimo descompuesto.


— ¿Y has venido hasta mi casa solamente para esto? —Inquirió Tony, completamente a la defensiva.


—Tony, por favor —intentó, sin saber muy bien qué, Steve—. Bucky...


Peter apretó el cuaderno contra sí, sin darse cuenta, angustiado por el porvenir de su familia.


—Quería hablar con Steve una última vez antes de irme —explicó, sin dilucidar sus intenciones.


Steve volvió de nuevo su mirada a Bucky. La mirada de Tony le obligaba a hablar. —Pues dí lo que tengas que decir y vete.


—En privado —Bucky pidió a Steve, depositando en él la decisión.


—Peter, a tu habitación —exhortó Tony, temblándole ligeramente la voz al final, reponiéndose en seguida.


Peter iba a protestar. —Vé Peter, toma dinero para salir si quieres, o-


— ¿Vais a separaros? —Dudó, con los ojos ligeramente aguados por la angustia del momento, la incertidumbre.


Bucky mismo se removió con las palabras del chico. Él no debería estar en mitad de toda la situación. Tony no respondió, depositando la responsabilidad en Steve, quien de un momento a otro sentía que perdería el aire. Peter imploraba por una respuesta.


—No, Peter, no vamos a separarnos —respondió, él mismo sin querer creer algo diferente.


Permanecieron en silencio hasta que la sala quedó vacía. Bucky tragó grueso con la ida de Peter, Steve respiró un poco más tranquilo y Tony se cuestionaba e imploraba porque las palabras de Steve fuesen realidad. «Serán realidad como sea», se alentaba Tony. Steve propuso continuar la conversación en la cocina, invitando a Bucky a un café. Vacilante aceptó, prefiriendo que Steve le fuese instruyéndole para tomar asiento y ser servido.


—Gracias —aceptó, removiendo con la cuchara—. Pero quería hablar contigo a solas.


Remarcó tales palabras con un deje de desacuerdo, sin llegar a reprobar su forma de actuar. Steve tomó asiento en el otro lado de la mesa, esperando por Tony.


—Al menos siéntate, por favor —pidió, Tony haciendo un mohín aunque finalmente cediendo.


Junto a Steve, Tony se apoyó completamente sobre él, aparentemente a punto de sentarse en su regazo, impidiéndoselo la encimera de la mesa.


—Sé rápido —exasperó Tony, rozándose contra el cuello de Steve—. Tenemos cosas pendientes que hacer.


Una mano serpenteó por su entrepierna, Bucky ajeno al movimiento.


Steve la apartó sin dilación, disgustado.


—Solo quiero preguntarte una última cosa antes de marchar, Steve —la concentración del nombrado fue toda para él, Bucky ignorando a Tony, quien permanecía atento a la escucha.


Bucky abrió la boca, sin despegar su mirada del café. La cerró de nuevo. Levantó, tanteando el terreno, su mirada a los ojos de Steve. Siempre tan abiertos y azules como los había conocido; podría perderse fácilmente en el mar que tenía por ojos y olvidarse del camino de regreso, pero se recordaba que debía mantener firmeza y enfrentarle con el ímpetu propio que sus actos le habían demostrado, finalmente posicionando sus ojos sobre el mar.


La frialdad metálica de Bucky no se quebró —completamente, al menos— con la desesperación de Steve. La mano que había posado en la mesa le temblaba considerablemente, sus corazones latían desbocados y los ojos de Steve comenzaron a nublarse de lágrimas. Tony respiraba profundamente, mirando a ambos con nerviosismo, apretándose todavía más contra Steve. Bucky tosió con fuerza, intentando desanudar su voz. Steve sentía su cara arder, los nervios, el comportamiento de ambos.


— ¿Me quieres?


Steve se mantuvo estático ante el quiebre al final de la palabra; Tony rezaba plegarias a que su respuesta fuese simple y llana, un «no» tan directo como simple bastaría. Aguardaban una respuesta que Steve no sabía si podría responder. Tony no podía imaginar cómo podría soportar de nuevo una separación de él, era el amor de su vida, había confiado como en nadie jamás había hecho. Le colmó una seriedad precedente del miedo a verse de nuevo desamparado, sin la confianza de quien ya se la había quebrado. Steve tenía dificultades para mentir, y menos con el duro juicio que se le presentaba. Le sudaban las manos, y de repente, se le cayó una lágrima, que no contuvo en limpiar.


—Respóndele —murmuró Tony, tan bajo y peligroso que infundía temor. Una fachada.


Steve no apartaba su mirada de Bucky, el agarre de Tony se apretó, hasta el punto de clavarse en su brazo. Limpió la siguiente lágrima de manera automática. Bucky había perdido parte de su ecuanimidad, sin palabra alguna aún.


—Steve Rogers, respóndele y acaba con esto —subió el tono de voz Tony, Steve no sabiendo qué hacer—. Venga... —susurró, implorante.


No habló.


— ¡RESPÓNDELE DE UNA PUTA VEZ! —Clamó Tony, asustando a ambos presentes, asustado él mismo, el nombrado cerrando los ojos unos segundos antes de volver a sobresaltarse—. DILE DE UNA VEZ QUE NO, QUE TIENES UNA FAMILIA, QUE-


—Sí.


Tony calló, petrificado. Steve sintió más lágrimas descender.


—Joder, Bucky, sí, sí te quiero y-


—No puede ser, no, Steve, ¿cómo has-? —Divagaba atónito Tony—. Oh Dios, no, no, es...


Bucky cerró con fuerza sus ojos. Ojalá no hubiera sido así, ojalá haber escuchado un «no» de sus labios y haberse resignado, aceptarlo y ya. Irse a otro lugar, a amar a otra persona aunque no olvidase jamás a Steve. Y tanto como hubiera deseado ese no, tanto imploraba que fuera un «sí», ahora que lo tenía viéndose estancado en algo mayor que él, que era la otra relación de su amado. No era la situación perfecta, la más deseada, pero no hubiera podido preferir otra que no fuese esta.


Steve, sin obtener mayor respuesta de Bucky que su movimiento contradictorio de negación con la cabeza, ilusión en su mirada pero escondida en el café, se dirigió a Tony. —Tony, por favor, déjame explicarte —tomó su brazo—, esto-


Tony se levantó bruscamente. —No me toques, joder, ¡no me toques! —advirtió, abrazándose a sí mismo.


Steve se replegó a la silla, posando el codo sobre la mesa y sobándose la frente con la mano. Le empezaba a doler la cabeza, no sabía qué hacer y la situación le estaba superando.


Tony caminó de un lado al otro de la cocina. No podía pensar con claridad, y el deseo de abrir una botella y echarse a beber, olvidar lo que estaba sucediendo era tentadora, pero debía mantenerse con claridad. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo Steve le había hecho esto? Recordaba la confianza que le había otorgado, la forma en la que le había abierto la puerta de los mil cerrojos que era su corazón, y se preguntaba dónde había quedado todo aquello. Sus miedos, expuestos a quien dudaba que lo mereciese. «¿Cómo he podido ser tan idiota?», se preguntaba.


Bucky alzaba en ciertos momentos la mirada, frunciendo los labios y sin inmutarse ante el comportamiento de Tony, concentrado en disolver el azúcar en el café. Otro terroncito más. Steve evitaba mirarle, pero en ocasiones sus miradas se cruzaban y la de Bucky se fundía, picando su mano por tomar la de Steve en la mesa y apoyarle. Steve se deshacía en limpiar su rostro y masajear sus sienes, mirar de soslayo a Tony con culpabilidad reinante y cuestionarse todos sus actos, estaba seguro de sentir lo que sentía Tony, y sus ínfimas posibilidades le hacían impotente de cambiarlo. Se preocupaba también por Bucky, de primeras insensible ante su otra pareja, pero conociendo que tal solo era su forma de reflexionarlo.


Tony colocó sus manos en la mesa, su cara a centímetros de la de Steve; la taza en los labios de Bucky. — ¿Cuánto tiempo me estuviste engañando con él? —Cuestionó; tantas preguntas.


Miró a Bucky, buscando fuerza. No podía hablar, un nudo en la garganta se lo impedía. Bucky respiró hondo, preparándose. —Suficiente para saber que le amaba.


— ¡TÚ CÁLLATE! —bramó Tony, señalando a Bucky.


—La culpa es mía, Tony, no suya —consiguió defender Steve, Bucky replegándose nuevamente al café que comenzaba a enfriarse.


— ¡NO PUEDO CREER QUE ME ENGAÑASES CON ÉL TODO ESTE TIEMPO! —desgañitó Tony, comenzando a caérsele las lágrimas.


Se irguió de nuevo, dándoles la espalda para reponer su rostro antes de volver contra Steve.


Steve se veía extremadamente dolido por sus palabras, su voz igualmente afectada. Había dejado de llorar pero no por ello se había tranquilizado. —Tony, por favor, detente, no quiero verte así... —Imploraba.


Tony, arrastrando con fuerza la silla al punto de chirriar, se dejó caer en ella, codos sobre la mesa, manos en sus ojos. Su cara enrojecida, producto de la ira. Miró, apoyando su cabeza en sus manos, ojos vidriosos a Bucky, quien dejando su estoicismo a un lado le dirigió una apenada compasión, por una razón que no llegaba a entender.


—Te odio —masculló, apretando los dientes.


Bucky detuvo su mano, mirándole de reojo, sacando la cucharita, y dando un sorbo a su café. Hizo una mueca de desagrado, tomó otro terrón. Le ignoró unos segundos.


Removiendo de nuevo, volvió su mirada a Tony. —Perdón —la sinceridad de su disculpa inexistente.


—Eres un rompefamilias, puto barato, insensible, gilipollas robamarid-


— ¡Ya basta, Tony! —Cesó Steve, dando un golpe en la mesa, perdiendo el control de su fuerza.


Tony le miró con furia. —Y tú, cabrón, tanta confianza te dí, tan poca me devolviste —gruñó, de nuevo alzando su mirada a Steve, esperando un poco de empatía que ahora no dilucidaba en él.


—Sabes que-


— ¿QUÉ ES LO QUE SÉ, ROGERS, EH? ¡DIME QUE ES! —Exhaltó, levantándose y golpeando duramente la mesa con sus puños. Steve cerró los ojos del golpe, Bucky limpió un poco de café derramado—. FOLLANDO CONMIGO UN DÍA, EN LA CAMA DE OTRO AL SIGUIENTE. Tantas veces que me dijiste que me querías, ¿fue alguna verdad acaso, Steve?


—Por supuesto que lo eran, To-


— ¡¡MIENTES!! —Rechazó Tony, volviendo a golpear la mesa.


— ¡Yo te amo! —Y la voz suplicante, los ojos de Steve realmente querían explicar aquello, realmente destellaban en consonancia a sus palabras.


Pero no, «no es posible», Tony se repetía como un mantra tal imposibilidad.


—Dices que me amas pero amas a otro hombre —recalcó, cerrando fuertemente los ojos—. ¿Pensabas en él cuando me abrazabas estos días?


—Por supuesto que no, yo te amo, como no te-


— ¡DEJA DE MENTIRME! —Juzgó Tony, acallándole—. No eres más que un mentiroso, un malnacido que tuvo los huevos a ponerle los cuernos a su marido y a abandonar a su hijo, ¿qué pudo ver mi padre en tí para darte el suero? El Capitán América, el héroe nacional, justo y bueno y ¡ahg! ¿Acaso ya follábais entonces? Eres lo suficientemente puta para-


— ¡No te atrevas a seguir insultándole! —Bramó Bucky, enfadado como hasta ese momento no se había mostrado—. Poco demuestras ese amor que tanto le tienes.


— ¿Y tú crees que eres mejor? —Replicó—. Tenía una familia que le quería y vas y la jodes, ¿puedes dormir por la noche, pensando en lo que has hecho?


—Yo nunca le obligué a nada —apretó su puño— y jamás le obligaría.


Tony apretó los dientes. — ¿Entonces qué haces aquí, en nuestra casa?


—Ya dije que solo quería hacerle una pregunta —reiteró—. Y ahora que sé la respuesta solo me queda darle lo que quiere.


— ¡Es MI casa, y es MI marido!, tú sobras aquí.


— ¡Bucky, Tony, PARAD! —Concluyó Steve, deteniendo la réplica de Bucky.


Bucky relajó su expresión, dedicándole una de paciencia. Tony apretó más los dientes y aguardó por las palabras de Steve.


Bucky se levantó. —Steve, yo me voy —habló, apresurándose a ponerse la cazadora y tomar la mochila.


—Eso, vete —alentó Tony.


Steve negó, levantándose también. —Bucky. Bucky, detente —pidió, siguiéndole.


Bucky se detuvo, resoplando. Steve se acercó a él, sin llegar a salir ninguno de la cocina. —Te quiero, y lo sabes —explicó Bucky, tomándole del brazo—. Pero no puedo discutir con alguien tan irracional y egoísta como lo es tu marido.


—Buck, eso no-


— ¿Egoísta? —Se acercó Tony, indignado—. ¿Por qué yo y no tú, que elegiste de entre todos los hombres del mundo enamorarte de uno casado?


—No empecéis de nuevo, es-


—Egoísta tú, sí —se plantó Bucky—. Porque la casa será tuya pero Steve no lo es.


—Tuyo desde luego que no —adoptó Tony una sonrisa desdeñosa, cubriendo su alarma.


Bucky resopló nuevamente, apretando inconsciente la mano de Steve. —No, no lo es —Tony hubiera sonreído con orgullo, de no ser por sus palabras siguientes—. Steve no es mío, ni tuyo, ni de nadie.


Tony gruñó a sus palabras, sin expresar nada inteligible.


—Me voy —concluyó, tomando considerado la mano de Steve y mirándole a los ojos, abierto y profundo—. Si algún día me necesitas, búscame, siempre estaré para ti; te quiero, Steve.


—Buck... —Steve se sentía peor que nunca, abandonándole—. Lo siento mucho, Buck, Bucky. Yo también te quiero, no te vayas, ¡espera!


—Así que tenía razón —rió sardónico, Tony—. Estabas mintiéndome.


— ¡También te quiero! —Se lamentó, cogiendo la mano de Tony.


Éste se soltó bruscamente, Bucky lo hizo con más suavidad, pero igualmente doloroso.


— ¡DEJA DE MENTIR DE UNA PUTA VEZ Y DI A QUIEN DE NOSOTROS AMAS! —Resolvió, plantándose frente a él—, a tu marido, a tu hijo, a tu familia que te quiere y te necesita o a un hombre cualquiera que-


—O a tu mejor amigo, que también te quiere... —Divagó Bucky, negando con la cabeza y mostrando rechazo a sus propias palabras—. No, esto no está bien,-


—Os quiero a ambos... —Gimoteó Steve.


Bucky, desde el mismo momento en que Steve dio unos pasos atrás y se sentó desosegado sobre una silla, no podía abandonarle. Tony bufó, mordiéndose el labio con impaciencia y observando la pared de la cocina como si la solución pudiera encontrarse en alguno de los armarios. Bucky volvió a conducirse, esta vez junto a Steve, quien agradecía con la mirada su estadía y el acercamiento de Tony, igualmente cansado desganándose en otra silla, la confusión opacándole, sin embargo.


—Os quiero a los dos —reiteró, como si tal afirmación fuese una mentira cuyo argumento de veracidad se hallase solo ahí—. Te quiero a tí, y por supuesto a Peter, y adoro escucharte cuando trabajas, o cuando me cuentas tus problemas y yo los tuyo; me enfado cuando nos peleamos pero en realidad estoy impaciente por reconciliarnos para volver a pelear. Claro que te quiero, Tony, claro que te quiero.


Bucky acarició sutilmente su mano, sin reclamo alguno en ello. Steve quiso abrir la boca, con la misma expresión de deseo por la dialéctica, acallado por una sonrisa casi imperceptible de Bucky, que le aseguraba que no necesitaba palabras más que las acciones anteriores para demostrárselo.


—Os quiero a ambos...


—Entonces elige —sacudió sus hombros Tony, jugueteando nervioso con sus manos en la mesa—. Yo o él.


Steve soltó un elocuente «oh Dios», exasperado y sofocado, abrumado por la responsabilidad. Bucky gruñó, desaprobando su comportamiento.


Tony estaba al borde del colapso, veía a Bucky demasiado cerca de Steve y le atemorizaba pensar que todo se había perdido. Si Steve le amaba, si Steve le elegía a él... No concebía cómo continuaría, habría decepcionado a la persona cuyo juicio le era más relevante, que más le afectaría, a quien habría confiado todo cuando en nadie más lo habría hecho. Habría fallado sus ideas, ¿qué había hecho mal?


Toda la confianza que le había otorgado, sus mayores miedos y flaquezas expuestos. Tenía miedo, y mostrar miedo, debilidad, era uno de esos temores. Tony no podía entender qué había hecho mal, qué había hecho a Steve alejarse de él. Culpaba a sus temores, a sus inseguridades, suponiendo que Steve se cansaba de escudarle y animarle de estas, recordarle que nada de ello le hace menos persona, peor o que pudiera dejar de amarle


Y Tony le había creído, otorgado confianza para ampararle de sí mismo, y consideraba que de esta acción tan significativa que era abrirse a él, era mínimo esperar comprensión y amparo en su fragilidad. De seguro Steve se había cansado de él, todas sus promesas de fidelidad y elogios eran mentira, y solo le soportaba por pena.


Si Bucky nunca hubiera aparecido quizá Steve jamás le hubiera engañado, y él no estaría desesperado por el miedo al abandono.


—No puedes hacer a Steve elegir —reflexionó Bucky, removiéndose en la silla, y petrificando su mirada en la de Tony.


— ¿Por qué? —Defendió Tony. Steve apretó los dientes, sabiendo lo que Tony podía haber inducido con tal provocación.


Bucky soltó un soplido nasal, acompañado por una facción desdeñosa que desapareció tan pronto como fue mostrada. —Sería negarle una felicidad de dos viables que pudiera disfrutar —resumió en tal sentencia su pensamiento.


Alzando su mano, Steve escondió la triste sonrisa que tal adagio le conformaba, tras escucharlo tantas veces de él.


Tony pareció no entender su expresión. —No se puede tener más de una pareja a la vez.


Era inconcebible, una ilusión que para Tony no existía más que en películas de triángulos amorosos —que, a la vista siempre terminaba siendo uno elegido— y libros fantasiosos, como esas historias que fans hacían sobre variados temas, como la multiplicidad de parejas con las que solían relatarle.


Steve esperaba la pregunta del millón. — ¿Por qué no? —Contraatacó Bucky, utilizando la misma táctica.


Tony tragó grueso. Bucky se relajó. Steve sabía que no había vuelta atrás, y se dejó llevar.


—Eso de querer a todos por igual es una mentira —refutó.


Bucky no se inmutó. —Nunca he dicho que no lo fuera —y añadió—. Eso es imposible.


— ¡Ves! —Presentó Tony, como si hubiera revelado por sí mismo con su argumento.


— ¿Qué cambiaría eso? —Descendió el ánimo de Tony, a quien la impaciencia comenzaba a aflorar—. Le has oído varias veces, nos quiere a ambos, independientemente de cuánto, no quiere a los dos —recalcó las palabras, pronunciándolas lentamente.


Steve consideraba en silencio sus argumentos, escuchándoles y atento, y con las emociones mejor contenidas.


—Recibiría el doble de amor.


—Tendría el doble de problemas de pareja —rebatió Tony, irguiéndose en la silla—. Añadiendo los problemas que surgirían entre los otros.


Bucky meditó su respuesta unos segundos, considerándola.


—No te niego la razón —comenzó—, pero ejemplifícame qué problemas.


Tony tocaba, rítmicamente con sus dedos ligeramente la mesa al hablar, irritado. — ¿Cómo nos dividiríamos el tiempo?


—Steve no va por horas, él iría cuándo y con quién quisiera —antes de que pudiera replicar, explicó—. Incitarle a permanecer con uno de nosotros sería infame. La culpa sería nuestra, y con tal estupidez solo le dañaríamos a él.


Tony calló.


—Y los celos, ¿no estarías acaso celoso de que quisiera a otro?


Steve frotó sus manos, había escuchado en demasía las mismas palabras, los mismos argumentos, las mismas respuestas.


Bucky le escrutaba, leyéndole, contradiciéndose tal con sus palabras que rechazaban su pensamiento. —No.


Tony rió, sarcástico. —Eso es imposible —la convicción de Bucky al enarcar convenientemente la ceja desestabilizó su decisión, pero continuó—. ¿No te molestaría, entonces, que me lo follase mientras tú andas por ahí?


— ¡Tony! —Se alertó Steve.


—No —aseveró, manteniendo una calma sólida. El deseo de tomar la mano de Steve nació repentino, para confirmar sus palabras—, porque sé que me quiere.


—Si te quisiera, no lo haría —tentó Tony, apretando con nerviosismo los puños.


Bucky tenía diversas contestaciones en mente, algunas ciertamente dañinas, pero decidiéndose finalmente por la que consideró más objetiva.


—Si le quisieras, no le prohibirías —contraargumentó.


Steve les observaba a ambos, de uno a otro, cómo lanzaban contestaciones constantes y él mismo sin saber qué pensar.


Pasaron en silencio los siguientes minutos. Bucky estaba mucho más relajado que al inicio del asunto, Steve tenía muchas más dudas en su mente, y Tony trataba de serenarse por la discusión.


— ¿De verdad no sientes celos? —Interrogó agotado Tony, aún incrédulo.


Bucky sonrió de soslayo, demostrando ser para él una inefable grata virtud. —Nunca.


Steve lo sabía. Vaya que lo sabía. Y también sabía que Bucky mismo había tratado de evitar utilizar como refuerzo a su argumento el tiempo que habían pasado así, a la sombra de su familia. Nunca le había reclamado las pocas horas que pasaban juntos —cuando él mismo hubiérase aquejado de ello—, o lo mucho que le hablaba de su familia, de que tenía que volver con Tony porque podría sospechar. Nunca le había negado irse, o le había alentado a quedarse más de lo necesario, aunque sabía que deseaba más, por supuesto que sí. Había aceptado su decisión final, y había puesto su granito de arena a conocer a su hijo.


— ¿Entonces por qué nos echaste así de tu casa? —Acusó Tony.


Por supuesto que Bucky deseaba pasar más tiempo con él, poder salir de casa sin miedo a que amigos de Steve y Tony les viesen por la calle como algo más que amigos. Pero aplacaba la importancia que pudiera tener, restándosela en favor de la conveniencia de Steve que, en ese momento y así, era a quien le importaba. Las relaciones para él se trataban de ceder, y no le importaba ceder tales nimiedades.


—Porque traicionaron mi confianza —resolvió. Steve le miró, disculpándose sin pronunciar palabra—. Steve me prometió estar juntos, vivir juntos, una relación que no tuviéramos que ocultar.


La cara de Steve se tiñó de rojo, inspirando hondo y exhalando aún más lento, tapando con su mano su boca y cerrando los ojos de los que discurrieron un par de lágrimas. Tony escuchaba sus palabras, con el deseo irrefrenable de recordarle que, a quien más su confianza había sido traicionada era él, que él no tenía un hijo del que preocuparse.


—Buck…


—Pero no estuvo bien. Echaros así fue algo impetuoso, y sé que incorrecto.


Tony hizo un sonido de protesta, disgustado con ello. Picaba por argumentar lo que sentía, la traición y el miedo al abandono, pero su mente le recordaba que no podía mostrarse ya más débil de lo que lo había hecho, que Steve debía entenderle lo suficiente para comprender qué estaba sintiendo sin tener que arrastrarse ante un desconocido para él como lo era «Bucky».


—El amor sin celos no es amor —musitó, a modo de recurso final.


No esperaba una contestación.


—Celos no es amor.


Y con ello, concluyó levantándose nuevamente, nada sorprendente para Steve, cuando conocía bien qué provocaba aquella oración. Quiso seguirle de nuevo, pero una mano de metal en su hombro le impidió tal.


—Ambos sabemos que esto no conduce a ninguna parte, no así —Steve cerró los ojos—. Pero si me necesitas, tienes mi número. Ya he recogido mis cosas, solo faltan las tuyas.


Steve volvió a conducir el hilo de sus pensamientos cuando escuchó la puerta cerrarse, cerrando los ojos con fuerza y tratando de amainar la cefalea. «Te quiero», decía el instantáneo y último mensaje de Bucky. Tony ni hizo el amago de querer saber qué decía, no lo necesitaba para conocerlo.


Tony se levantó finalmente de la mesa, dándose por vencido. Protestó en varias ocasiones a su alrededor, sobre cómo todo ello no había conducido a nada y que ahora seguían en la misma situación de antes. Apaciguado por la ida de Bucky, Tony suspiró aliviado y finalmente resolvió que, con un poco de suerte, estarían en paz durante un tiempo mayor y podrían retomar su vida cotidiana. Dando un beso ligero en sus labios y buscando a Peter, para anunciarle que todo seguía siendo igual, dejó a Steve solo con sus pensamientos.


Quien, por el contrario, aún reflexionaba todo lo anterior, y dudaba muchas cosas.


«¿Por qué no?», se repetía.


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