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My Lovely Piece of Cake por Izuspp

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  Levi Ackerman perdió a su madre cuando era sólo un niño pequeño. Jamás conoció a su padre, por lo cual quedó bajo el cuidado de Kenny, su tío. Que si bien no era todo amor y comprensión, hizo lo que pudo para criarlo de la manera correcta. Entre una de sus aficiones, a Kenny le gustaban las artes marciales,  y no dudó en entrenar al pequeño Levi en distintas disciplinas. Mucho, más viendo que el niño no había sido privilegiado con una gran estatura y dudaba que eso cambiara cuando fuera mayor, dadas las condiciones de desnutrición en las que había nacido y crecido.

   Kenny le enseñó al niño cómo pelear y defenderse, y desde temprana edad el pequeño adquirió fuerza, habilidad y destreza, debido a ese entrenamiento. "Levi, siempre recuerda que tú no eres menos que nadie. Y si alguien intenta lastimarte alguna vez, tú debes defenderte. No importa cuántos o qué tan grandes sean,  no puedes dejar que nadie te haga daño." Y las palabras de su tío se quedaron grabadas hondo en su mente, para ese entonces no lo comprendía bien, pero dicho consejo le serviría de sobremanera más adelante en su vida.

   Levi no tuvo una infancia especialmente buena, por el hecho de que eran de recursos muy limitados. Kenny no había tomado buenas decisiones durante su vida, así que perdió todo lo que tenía en deudas. Y cuando se hizo cargo de Levi, estaba pasando la peor pobreza en la que alguna vez se hubiese encontrado. Su vivienda era bastante humilde, y no poseían muchos bienes. Kenny no podía darle a su sobrino juguetes o dulces, si acaso podía alimentarlo una o dos veces por día y enviarlo a la escuela. Por sobre todo, esa era su prioridad, ya que sabía que la única esperanza para el niño era recibir una educación que le permitiera salir de la pobreza, si es que él mismo no lograba hacer nada al respecto. Aun así sufría por no poder ser un buen proveedor y hacer al niño pasar tantas necesidades. Pero ¿qué más podía hacer? Jamás se hubiese imaginado que su hermana perecería, teniendo que hacerse responsable de su retoño. Y aunque ella también era bastante pobre, por lo que Levi debía estar algo acostumbrado, el niño jamás había vivido en tanta escasez hasta ese momento.

  Pero Levi aprendió a ser fuerte y no sufrir por aquella situación, si tenía hambre iba a las calles y robaba un poco de comida. Cuando lo atrapaban, y lo delataban con su tío, se ganaba unas buenas palizas de su parte. Le decía que por más carencias que estuvieran pasando, no debía robar. Pero ¿cómo podían culparlo? Era solo un pobre niño hambriento y había otros que hacían lo mismo. Sus amigos Isabel y Farlan por ejemplo.

  Aquel par también eran niños muy pobres, todos vivían en una zona poco privilegiada. Levi era solitario y no le gustaba estar con gente, pero finalmente cedió ante la insistencia de ellos en que fueran amigos y se aliaran para robar.  Y así lo hicieron, Farlan e Isabel, en su inocencia y necesidad se convirtieron en malas influencias para Levi. Hasta que uno de tantos días, en los que el niño estaba con hambre y buscaba qué poder hurtar para comer, dio con una pastelería. Observó curioso los trozos de pastel de diferentes sabores y colores, estaba maravillado con lo bonito que se veían, además de que deseaba por sobre todas las cosas en ese momento, poder comer un poco, ya que jamás antes los había probado.

  El niño entró a robar a la repostería, ansiaba poner sus manos en tan delicioso manjar. Pero no pudo llegar demasiado lejos, justo cuando estaba decidiendo cual trozo tomar, fue atrapado por el dueño del lugar: un hombre alto y con un abundante estómago, un gracioso bigote y alegres ojos. Pero su bonachona apariencia cambió por una severa expresión.

-¡Suélteme! ¿Qué le pasa viejo?- Intentaba librarse de su captor.

-Sé que estabas planeando robar niño. ¡Eso está muy mal!- Comenzó a sermonearlo. . Levi ya se estaba imaginando el castigo que su tío le daría cuando de pronto el hombre cambió de actitud. -¿Qué te parece si en lugar de robar, te ganas los pasteles?- Repentinamente, cambió la dura expresión que estaba fingiendo, por una cordial y amigable

-¿Ganar? ¿Y cómo voy a hacer eso?- Ahora el niño estaba curioso.

-Puedes trabajar aquí, necesito a alguien que haga entregas por mí, yo no tengo tiempo porque debo hornear todo el día y atender la tienda. Si trabajas para mí en tus ratos libres, te prometo que podrás comer todos los pasteles que desees. Además, te pagaré.- Le ofreció amablemente. Levi abrió sus ojos en gesto de sorpresa, jamás nadie le había ofrecido trabajar para ganarse la comida, y no estaba muy seguro de aceptar.

-No lo creo…- Rechazó el ofrecimiento luego de meditarlo brevemente.

-Es una pena. Pero si cambias de opinión, la oferta sigue en pie. Dejaré que te lleves esto, tal vez te ayude a pensar mejor las cosas.- Y con un trozo de pastel de chocolate, cubierto de mermelada de fresa, el niño abandonó aquella pastelería; se alejó totalmente intrigado por  la actitud de ese hombre.

-¡Hermano! ¡Esto está delicioso!- Exclamó Isabel al probar aquel postre que Levi llevó para que compartieran entre los tres.

-¡Es cierto! ¿Y dices que si le ayudas al viejo, te dará todos los pasteles que quieras?- Interrogó Farlan. –Serías un tonto si no aceptaras.-

-No lo sé, no me gusta que nadie me dé órdenes.-

-Yo digo que debes aceptar, ¡así tendremos deliciosos pasteles para comer todos los días!- Le aconsejó interesada la niña.

  Y así fue como Levi terminó accediendo a la oferta del pastelero. Y ese hecho fue el que cambió su vida para siempre. Levi, Farlan e Isabel, asistían a la escuela por las mañanas, y en las tardes el niño de cabello negro trabajaba haciendo encargos en la pastelería. El viejo, como Levi le decía, resultó ser una persona muy bondadosa y amable, trataba muy bien al niño y a sus amigos cuando llegaban a la tienda. Era usual que el generoso hombre les invitara a un vaso con leche y algún trozo de su deliciosa repostería. Levi poco a poco le fue tomando más aprecio y confianza, hasta llegar a considerarlo una persona de suma importancia en su vida, como si fuera parte de su familia.

   Cuando se dio cuenta, Levi ya era todo un adolescente, y esa etapa de su vida, le trajo dos acontecimientos importantes:

  El primero fue el hecho de que parecía que todos a su alrededor no iban a parar de crecer, en cambio él, si bien ya de niño era algo más bajo que los demás; al llegar su pubertad quedó estancado y crecía a un ritmo muy lento. Kenny no se había equivocado en sus predicciones, y debido a eso, los muchachos  del vecindario y los compañeros en la secundaria, siempre se metían con él.

   Se burlaban de su estatura, le decían toda clase de apodos despectivos al respecto, y se juntaban para golpearlo. Pero a Levi no se le habían olvidado las palabras de su tío, además fue muy bien entrenado por él y si era cierto que su estatura era muy baja, su fuerza y habilidades para defenderse eran superiores a las de cualquier adolescente de su edad. Por lo que la mayoría del tiempo era capaz de defenderse, aunque en el fondo, odiaba que lo trataran así, detestaba ser bajo y deseaba que no lo discriminaran por su apariencia física. Pero al menos aún conservaba a sus verdaderos amigos, y probablemente eso fue lo que evitó que aquellas burlas afectaran su vida irremediablemente, ya que jamás estuvo solo y tenía el apoyo de sus camaradas.

  Lo segundo que ocurrió, fue que Levi aún continuaba trabajando para el pastelero. Y este, uno de tantos días, decidió que era hora de que aprendiera el arte de la repostería. El joven de cabello negro no recordaba un día más feliz en toda su vida, como el día en el que su amigo le ofreció enseñarle el oficio. Desde siempre Levi le admiró y deseó poder preparar tan exquisitos y hermosos postres como él, y el hecho de que el viejo tuviera la iniciativa de enseñarle, sin que él se lo hubiese pedido, significó mucho para él. De ese modo, Levi se esforzó entre continuar sus estudios en la secundaria, y aprender la profesión de pastelero al mismo tiempo.

   Resultó que Levi tenía una habilidad innata para la repostería. El pastelero se impresionó de lo rápido y fácil que el joven aprendía. Y no solo era que podía crear las más detalladas,  bonitas o elegantes decoraciones en sus postres. Sino que también el sabor era incomparable, el entendimiento que poseía para lograr esos resultados, para el pastelero eran un don;  no había otra explicación. Y Kenny, quien había sido testigo de todo el desarrollo de su sobrino,  no podía sentirse más orgulloso de él. Pensaba que su hermana también lo estaría y así se lo hacía saber al muchacho, quien sonreía con ternura ante el recuerdo de su madre. Su tío temía que dada su situación de pobreza y la costumbre de robar que Levi había adoptado, terminaría siendo un delincuente; era lo que más miedo y preocupación le causaba, pero el pastelero apareció en el momento justo. El hombre estaba sumamente agradecido hacia él ya que había logrado guiar a Levi por el buen camino, de manera que también se convirtieron en buenos amigos.

  Con los años, Kenny había podido reponerse de la pobreza extrema, máxime que Levi le ayudaba con lo poco que el pastelero le pagaba por sus servicios de repartidor. Salario que aumentó en el momento en que Levi comenzó a cocinar, causando que llegaran muchos más clientes a probar sus postres.  Así que en plena adolescencia, Levi no era un chico de tan limitados recursos, aún se podía decir que eran bastante pobres, pero la comida no faltaba en su mesa y todo iba cada vez mejor. Aprendió a hacer caso omiso de las burlas debido a su estatura, hasta que en determinado momento ya no le hacían más daño, ya que decidió que no debía tomarle importancia a lo que los demás pensaran de él;  que al fin y al cabo no le afectaba en nada. Estaba muy feliz de que con la ayuda de su empleador y ahora maestro, rápidamente hubiese desarrollado la habilidad de hornear deliciosos postres y confiaba en que todo sería mejor con cada día que pasaba.

   Todo esto, causó que Levi se convirtiera en una buena influencia para sus dos amigos, quienes no tardaron en seguir sus pasos y preocuparse tanto por estudiar, como por ganar dinero honradamente en lo que pudiesen hacerlo. Trabajaban haciendo recados, limpiando en locales, repartiendo periódicos o en cualquier tarea en la que los emplearan. Así conocieron la satisfacción de ganar dinero con el fruto de su esfuerzo. Ellos veían a Levi como un ejemplo a seguir y confiaban en que también les iría de maravilla en el futuro. Lo duro que Levi trabajaba siempre y lo mucho que se esforzaba para salir adelante era una inspiración para ellos y procuraban seguir sus pasos lo mejor que podían. Por esa razón, se podía decir que las vidas de los tres habían mejorado muchísimo y todo gracias a ese buen hombre, pero eso no sería lo único que él haría por Levi.

  Llegó entonces el momento del último año de secundaria de Levi, luego de esto quedaba la incógnita de qué iba a hacer con su vida. Resultó que no tuvo que pensarlo mucho ya que su amigo el pastelero, ya había hablado con Kenny sobre su futuro.  El alegre hombre había aprendido a verlo como si fuera su propio hijo, y por esa razón, se preocupaba por que el jovencito tuviera éxito en la vida. De modo que le hizo a Kenny una oferta que no pudo rechazar, y Levi a pesar de los temores, tampoco se rehusó a la idea.

  Lo siguiente que Levi supo, era que se mudaba a vivir a Sina, la capital. El pastelero tenía un amigo allí, Keith Shadis era su nombre, y también poseía una modesta pastelería en la ciudad. Shadis aceptó tomar a Levi como ayudante, porque confiaba en el criterio de su amigo, quien le dijo que Levi poseía un talento extraordinario para la pastelería y le aseguró que no se arrepentiría de tenerlo trabajando para él. Con el dinero que ganaría allí y otra cantidad que reunieron entre el pastelero y Kenny, Levi sobreviviría, terminaría su último año de secundaria en Sina, e ingresaría a la universidad, en donde podría estudiar gastronomía y especializarse en postres.

   La vida realmente le estaba sonriendo, debió separarse de su tío y de sus amigos, pero todo valdría la pena porque llegado a ese momento, el único sueño de Levi era convertirse en el mejor repostero y tener su propia pastelería cuando fuese un adulto en todas las de ley. Aunque fue en ese, su último año de secundaria, cuando Levi vio por primera vez lo que se convertiría en su segundo gran sueño.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

   Como no era un joven a quien le gustara socializar, se la pasaba en solitario en los descansos entre clases, además en esa nueva escuela, todo era exactamente igual a la antigua; como si todos los adolescentes tuviesen la misma actitud con respecto a su apariencia, no importando dónde se encontrara. Sus odiosos compañeros se metían con él debido a su estatura, así que como él no estaba para aguantar las burlas de nadie, prefería estar solo y relacionarse lo menos posible con ellos.

   Uno de tantos días, se encontraba en el patio del colegio, recostado a la sombra de un árbol, cuando escuchó risas e insultos que provenían de no muy lejos de su posición, por lo que le llamó la atención y con curiosidad, más por aburrimiento que otra cosa, buscó de qué se trataba.

  Un alto y regordete rubio, estaba siendo molestado e insultado por otros estudiantes, quienes se burlaban de él e incluso se atrevían a dar pellizcos en su trasero y los rollos que se asomaban en su zona abdominal. La víctima no daba muestras de que fuera a defenderse, tampoco rogaba para que lo dejaran en paz; se limitaba a recibir con resignación todos aquellos maltratos.

“¡Que tonto! Si yo fuera así de grande, sería muy fácil defenderme. ¿Por qué aguanta todo eso? En su lugar ya les hubiera sacado la mierda a todos esos imbéciles.”  Pensó Levi al ver tan penosa escena. Continuó observando casi con indiferencia, la situación no le divertía pero tampoco le importaba tanto como para intervenir, simplemente le causaba curiosidad. Cuando los matones se hartaron de molestar al rubio, se alejaron entre risas y dejándolo solo, o al menos eso pensaba el rollizo jovencito, ya que no se imaginaba que Levi lo había estado observando y continuaba haciéndolo.

   El rubio dejó que su llanto saliera, cuando estaba solo, no se esforzaba en retenerlo. Era demasiado desdichado, pero no podía darse el lujo de que su padre lo descubriera, así que se dejaba llorar cuando tenía la oportunidad, para no correr el riesgo de hacerlo ante su progenitor si se lo guardaba. El jovencito lloraba y lloraba. Levi primero sintió algo de desdén hacia él, ya que lo consideró demasiado débil y un total desperdicio de cuerpo y fuerza.  Mas luego de un rato de escuchar los desconsolados sollozos, no pudo evitar sentir un sobrecogimiento al respecto, así que tomó sus cosas y se alejó, después de todo ese no era su problema.

   Levi se había olvidado completamente de aquel episodio, y continuaba con su vida normal, pero el haber presenciado a Erwin esa primera vez, desencadenó que lo notara de ese momento en adelante siempre que se lo topaba en la escuela. Y realmente no se explicaba cómo a pesar de que llevaba varios meses en ese colegio, no se había percatado de la presencia de ese muchacho, que debido a su altura y complexión, llamaba bastante la atención.

  Otro día, Levi iba a regresar a la sombra de aquel árbol, ya que había decidido que era un buen lugar para estar solo y descansar. Pero resultó encontrarse al rubio allí nuevamente, así que al divisarlo a lo lejos, decidió mantenerse oculto y observar lo que fuese que estuviese haciendo. En el árbol había un nido que contenía algunos pichones, Erwin se las había arreglado para tomar una escalera del conserje de la escuela, y peligrosamente se había subido para llevar alimento a las desafortunadas aves 

“Es una pena que esos malvados  hayan matado a su madre. Pero no se preocupen, yo los cuidaré hasta que crezcan” Pronunció el joven sin saber que Levi se encontraba allí, presenciando aquella escena. Entonces cuando iba bajando, perdió el equilibrio y cayó, golpeándose fuertemente la cabeza lo cual hizo que perdiera la consciencia momentáneamente.

   Para su fortuna, Levi se encontraba allí y no tuvo el corazón para hacerse de la vista gorda, corrió a informarles a algunos profesores, un par de ellos acudieron al lugar y le ayudaron a Erwin a llegar a la enfermería. Por suerte ya estaba medio consciente cuando ellos llegaron, y sólo de esa manera pudo llegar allí, ya que no había fuerza en el universo que hiciera  en que dos profesores pudieran cargar con todo su peso hasta el lugar ellos solos.

  Estando en la enfermería, le tomaron los signos y le dijeron que descansara por un momento, pero Erwin colapsó debido al susto, el golpe y el sobreesfuerzo que tuvo que hacer; así que durmió en la camilla el resto de la tarde. Levi se pasó por allí al salir de clases, solo porque le daba curiosidad saber qué había pasado con el “gordito”,  entró mintiéndole a la enfermera, diciendo que sólo quería comprobar “si su amigo estaba bien” por lo que la señora le dejó pasar.

 Levi lo observó mientras dormía. Ya estando más cerca de él, pudo denotar que bajo sus prominentes cejas, tenía unas pestañas  largas y doradas, mismo color que el de su cabello; además su tono de piel era bastante bonito y esta se veía muy tersa. A Levi se le antojó colocar su dedo índice en una de las suaves y redondas mejillas, solo para comprobar que en efecto su piel era sedosa y la textura de su pómulo era agradable. Pero cayó en cuenta de que estaba haciendo una gran estupidez, y salió huyendo de allí rápidamente.

   Con el pasar del tiempo, Levi se encontró cada vez más curioso por aquel “gigante amable”, y era que para el joven de cabello negro, no había mucha diversión en esa escuela, y no halló mejor manera de entretenerse, que observarlo cuando lo encontraba. Ya que no estaban en la misma clase, no lo veía todo el tiempo, pero cuando lo hacía, el rubio siempre terminaba tomando acciones que le llamaban la atención a Levi.

   Un día, temprano en la mañana Levi corría para no llegar tarde a clases, y encontró al rubio ayudando con paciencia a una anciana que llevaba unas pesadas bolsas, se dirigían en dirección totalmente opuesta a la escuela, por lo que Levi supuso que Erwin debió de haber llegado al menos una hora después a clases, y eso por su puesto era motivo de un castigo. En otra ocasión, una niña de los cursos inferiores derramó su refresco estando en la cafetería de la escuela, Erwin que pasaba a su lado, tomó el refresco de su propia bandeja, lo colocó en la de la niña, y se agachó para recoger los pedazos de vidrio del vaso que había roto. Ni la niña ni sus amigas dijeron nada, ni siquiera le dieron las gracias, pero la jovencita bebió todo el contenido del vaso que Erwin le había dado.

   También lo había encontrado cargando una enorme pila de papeles, que al parecer era tarea de una de sus compañeras de clase, pero de alguna forma ella se las había arreglado para que Erwin los llevara. Le había visto ayudar a cruzar la calle a unos niños de primaria, cuando el semáforo estaba descompuesto y los automóviles no paraban para dejarlos pasar. Y así sucedió en muchas otras situaciones similares.

   De ese modo, Levi se encontró cada vez más intrigado por aquel muchacho, quien tenía un corazón que hacía juego con el tamaño de su cuerpo, pero nadie más parecía notarlo. El rubio procuraba ayudar con amabilidad a toda persona que lo necesitara, pero siempre era correspondido con burlas, maltratos o indiferencia; ni una sola vez vio que nadie le agradeciera. Y ni una sola vez vio que el rubio entablara conversación con alguien, por lo que asumió que justo como él mismo, no tenía ningún amigo. Levi se había identificado totalmente con aquel joven, en el sentido en que ambos eran despreciados por la apariencia de sus cuerpos y no se les daba bien socializar.  Hasta que casi terminando el curso, de la nada apareció una muchacha de cabello castaño y con lentes, que insistentemente, revoloteaba alrededor de Erwin todo el tiempo.

   Fue entonces, cuando al verla constantemente al lado del rubio, Levi comenzó a sentir una molestia, que pronto se convertiría en una gran irritación, y al principio no se explicaba a qué se debía. Sólo sabía que detestaba ver a la mujercilla cerca de Erwin. Pero Levi no era tonto, y rápidamente se dio cuenta de que lo que crecía dentro de él, eran celos. Aunque nunca antes había sentido ni el más mínimo impulso de acercarse a Erwin, y su obsesión con él se la atribuía a que era lo más interesante que podía hacer en esa escuela.

   Entonces, Levi cayó en cuenta que poco a poco al observar a Erwin, conseguía una paz y tranquilidad que no había sentido antes.  Y que cuando era testigo de cualquiera de sus muchos actos desinteresados de amabilidad, una tibia sensación se arremolinaba en su pecho, sin embargo para Levi, Erwin era como una obra de arte: únicamente para admirar a la distancia y apreciar la belleza de su bondadoso corazón, sin llegar a tener contacto con él. Mas en el momento en el que Hanji llegó, todo aquello cambió drásticamente para Levi. Quería acercarse a Erwin, quería hablarle, quería que le inundara con esa calidez, y sobre todo, envidiaba a la muchacha, que en poco tiempo había podido ganarse un lugar junto a él.

   Como si fuese un acosador, Levi se las ingenió para averiguar el nombre de Erwin, el cual aún no conocía. Debido a sus antecedentes como ladrón, le fue bastante sencillo infiltrarse en la sala de profesores cuando estaban todos dando clases, y buscar en el archivero el expediente de Erwin. Ya lo había seguido lo suficiente como para saber a cuál sección pertenecía, y como los expedientes contenían la foto de cada estudiante, Levi le reconoció inmediatamente al encontrar su fotografía. “Erwin Smith”, grabó su nombre y la dirección de su casa en su memoria. Al llegar a la pastelería le preguntó a Shadis cómo llegar a dicha dirección y resultó que le quedaba bastante cerca.  

   Así que al siguiente fin de semana, salió temprano en la mañana y se dirigió al lugar, sólo quería seguir observando, le interesaba saber cómo se comportaba fuera del ámbito escolar. Y se sorprendió, al encontrarse con una escena de lo más extraña: El rubio en pantalones deportivos y sudadera, intentaba trotar torpemente, pero paraba a los pocos pasos al quedarse sin aire. Su cuerpo temblaba como gelatina con cada paso que daba, desde su abultado estómago, hasta los pechos que había desarrollado, como sus infladas mejillas y el resto de su voluptuosa forma. Pero a Levi fuera de verlo como algo gracioso, como comprobó que se lo parecía a sus vecinos que se burlaban y cuchicheaban entre ellos viendo la escena; más bien le parecía que Erwin se veía de lo más encantador.

   Levi recordaba que hacía unos meses, Erwin no estaba tan rollizo como lo estaba en ese momento, pero durante el año el joven continuó acumulando kilos en su cuerpo, aunque el joven más bajo, nunca lo vio como razón de disgusto. Levi se había percatado de que cuando Erwin pensaba que estaba solo y se relajaba, tenía la costumbre de acariciar su barriga perezosamente, y recordaba haberse encontrado más de una vez entretenido viendo el lento movimiento de las manos sobre la redonda superficie. También, el joven recordaba haber pensado en varias ocasiones que las mejillas de Erwin que la mayoría del tiempo pasaban sonrosadas, debido a que siempre estaba nervioso y apenado, de seguro no se verían tan adorables si no estuvieran así de llenas. Si se ponía a pensar, a los ojos de Levi, todos los kilos de más que Erwin cargaba solo hacían que se viera dulce y tierno. 

  El joven estaba absorto en esos pensamientos, pero luego volvió a la realidad al escuchar cómo las risas de los vecinos de Erwin se intensificaban, cuando Erwin ya se encontraba sin aliento y bañado en sudor. “¡Maldita sea! El pobre está intentando hacer algo por su vida ¿y ustedes lo único que pueden hacer es burlarse de él?” Pensó molesto, pero no se atrevió a decir nada, después de todo, él en ese momento era un acosador quien no podía arriesgarse a ser descubierto. Pensó en que esas personas eran idiotas, ya que más bien debían de admirarlo por su gran fuerza de voluntad, que  a pesar de que le era casi imposible ejercitarse, a pesar de que probablemente estuviese sufriendo, y a pesar de que claramente podía escuchar sus burlas; aun así continuaba esforzándose con determinación. Levi se alejó de esas personas, y observó entretenido con el vaivén del voluminoso cuerpo que intentaba ejercitarse, por un rato más antes de retirarse.

  El joven de cabello negro, regresó a espiar al rubio un par de veces más, pero se percató que en poco tiempo había abandonado su iniciativa de ponerse en forma, por lo que ya no se le encontraba fuera de su casa. Levi asumió que se la pasaba todo el día en su habitación ya que sabía que tampoco tenía amigos salvo por la irritante muchacha que siempre lo rondaba. De modo que decidió que ya no tenía mucho sentido ir a observarlo a su vecindario y lo continuó haciendo únicamente en la escuela. Con la diferencia que si antes aprovechaba cuando se lo encontraba por casualidad para seguirlo, ahora incluso usaba sus descansos para buscarlo y poder verlo todos los días si le era posible.

   A Levi al final se le había hecho un hábito espiar de lejos a esa persona que no salía nunca de sus pensamientos. Quería acercarse pero no sabía cómo, ya que no era alguien muy diestro en la parte social tampoco. Además estaba el hecho de que realmente se sentía como un acosador enfermo, estando tan obsesionado con Erwin y persiguiéndolo por todos lados como un perro. Así que se limitó a continuar estando pendiente de él desde las sombras, y no se atrevió a dar un paso más allá.

  Llegada la recta final del año, Levi había aceptado que no solo gustaba de Erwin, y que le valía una mierda como él decía, si estaba gordo o no; sino que había caído totalmente enamorado. ¿Cómo no enamorarse de tan maravillosa, bondadosa y pura alma? Pero no había tiempo para eso, los exámenes finales y los exámenes de ingreso a la universidad estaban cerca, el hecho de que estuviera en esa ciudad en primer lugar, era para que llegara ese momento. Debía ingresar sí o sí a la universidad y estudiar gastronomía. No había tiempo para preocuparse de haber resultado ser homosexual, luego de nunca haber mostrado interés por nadie de ninguno de los dos géneros. Y no había tiempo de preocuparse de reunir el valor para acercarse a Erwin y probar suerte con él. Tampoco había tiempo para seguir observándolo. De manera que pasó el tiempo de las evaluaciones, luego la graduación y llegó el término de su vida secundaria, habiendo perdido totalmente de vista a Erwin.

  Aún sabía dónde vivía, pero sería de lo más extraño que se acercara un día con un: “¡Hey! Me llamo Levi y estoy enamorado de ti, me vale una mierda que estés gordo, y de hecho créeme que se me hace de lo más adorable. ¿Quieres ser mi novio?” o algo por el estilo. Así que, Levi decidió darse por vencido de su primer amor, y olvidarse del rollizo rubio, debía concentrarse en su carrera y en su trabajo en la pastelería, que hasta ahora había podido llevar junto con sus estudios, a pesar de haberle dedicado tantas horas a la placentera y agradable tarea de observar.

  El joven hizo un esfuerzo sobrehumano para poder llevar al tiempo todos los aspectos de su vida,  trabajaba arduamente y estudiaba cada vez que tenía la oportunidad. Dormía muy poco, en ocasiones se encontraba con que se había quedado dormido sentado en una silla y con el libro sobre sus regazos, aprovechando que la incomodidad de la silla no le permitía dormir más que un par de horas, se levantaba temprano para poder seguir estudiando antes de asistir a sus clases. Fue así como el muchacho se las arregló para pasar con honores las pruebas en su escuela y de la universidad a la que tanto ansiaba asistir; que dicho sea de paso la admisión a esa institución eran muy difícil ya que se requería un alto nivel de conocimiento para lograr aprobar todos los exámenes de ingreso. Y continuó igual ya habiendo empezado a recibir una educación superior.

  Levi logró entrar a la universidad, se encontraba satisfecho y amaba lo que estaba estudiando; aprendía muchísimo todos los días. Además, en la pastelería de Shadis le iba de maravilla, en el último año se habían triplicado las ventas. Todo era gracias a Levi, que si bien no llamaba mucho la atención debido a su estatura, a pesar de ser bastante apuesto; su repostería era la mejor de la ciudad, o al menos eso era lo que la gente aseguraba. Así que cada vez, aquella pastelería se hacía más famosa y cada vez Levi cocinaba mejor. Con Shadis había aprendido a preparar postres distintos a los pasteles, y había mejorado sus habilidades enormemente.

   Levi estaba muy agradecido con él también, si bien cuando llegó a la ciudad le pareció que el hombre era una persona bastante malhumorada, y en realidad así era,  también era un excelente maestro y sobretodo muy estricto. Al principio aunque Shadis había comprobado que el joven tenía talento y lo que preparaba tenía un excelente sabor y presentación siempre; insistía en decirle todo lo contrario para motivarlo a mejorar. Con comentarios como "¿Y en serio piensas que alguien compraría esta porquería? " o "¿Qué acaso quieres intoxicar a alguien?" O el favorito de Shadis: "Esto sabe a mierda. ¡Hazlo de nuevo! ". El hombre había logrado poner una presión tal en Levi, que se sobre esforzaba para que todo quedara perfecto. Y si bien al principio Levi odiaba y maldecía a ese odioso hombre, a la larga comprendió que todo era parte de una estrategia para explotar su potencial.

  Shadis además le había alquilado a Levi una habitación en su propia casa, y cuando se quedaba corto de efectivo, le decía que podía pagarle la renta haciendo la limpieza del hogar; que de todas formas era una actividad que Levi disfrutaba. No tenía idea del porqué pero limpiar, barrer y lavar le relajaba y le ayudaba a liberar estrés. Así que aunque no le debiera nada, limpiaba de todas formas.

   De vez en cuando, Levi también regresaba a su hogar en los barrios pobres en donde Kenny aún vivía y trabajaba. Cocinaba para él y su amigo el pastelero. Ambos hombres se sorprendían cada vez, de ver lo mucho que mejoraba, y estaban satisfechos, sabiendo que la vida de Levi iba mejorando y que tenía un futuro esperanzador por delante. Se sentían muy orgullosos de su progreso y el enorme esfuerzo y dedicación que ponía en todo lo que hacía.

   Ya habiendo comenzado la universidad desde hacía unos cuantos meses, se le dio a Levi la buena noticia de que sus amigos Isabel y Farlan, habían logrado reunir dinero suficiente para ir a vivir a Sina igual que él, allí conseguirían trabajos y planeaban entrar también a la universidad. Y si bien no pudieran entrar a la misma institución en la que estudiaba Levi, podrían ir a alguna más modesta. El joven pastelero, había ganado una beca bastante generosa debido a sus excelentes calificaciones, de otro modo no hubiese podido costearse su educación. Pero sus amigos que no eran tan aplicados para los estudios como él, no correrían con tanta suerte. Aunque aquello no significaba que no pudiesen estudiar y continuar siguiendo los pasos de su amigo.

   Y aunque su vida era buena, y tenía muchos motivos para estar feliz, Levi todavía pensaba en Erwin, y se lamentaba no poder volverlo a ver. Se controlaba para no ir a observarlo a su casa, y trataba de mantenerse distraído, pero todo era inútil. Cuando horneaba un pastel, terminaba pensando en que de seguro al rubio le encantaban, y se encontraba soñando despierto sobre lo hermoso que sería cocinar para él y que gustoso aceptara sus platillos con una amplia sonrisa en su rostro. Pensaba que de seguro Erwin era una persona que podría apreciar mucho más todo lo que podía preparar, y tenía suficiente espacio para recibir todo lo que él pudiese cocinarle. Constantemente tenía ese tipo de pensamientos, y terminaba castigándose internamente, por no ser capaz de olvidarse del rubio. Y es que ¿cómo era posible no poder dejar de pensar en una persona con la que jamás había cruzado una palabra?, se terminaba preguntando siempre.

   Pero Levi no necesitaba haber hablado con Erwin para haber quedado tan prendido de su personalidad. El solo ver sus desinteresados actos de amor al prójimo, y haberse dado cuenta además que era un muchacho muy inteligente, y también gracioso, ya que más de una vez había logrado alcanzar a escuchar las conversaciones que tenía con su amiga. Levi sabía que debajo del manojo de nervios que Erwin era, que bajo todo ese peso, y que dejando de lado las inseguridades y complejos; Erwin era una persona hermosa, y tenía un carisma que lograba encantar. Pero nadie le daba la oportunidad para demostrarlo.

  Más de una vez, Levi sintió ganas de estrangular, machacar y asesinar, a todos los que se metían con Erwin constantemente, pero bien sabía que no podía interferir. No tenía el derecho y por otra parte, si se metía en problemas, podía afectar su graduación y su entrada a la universidad y no podía permitirse eso. Pero aquello no significaba que no sintiera pena por el pobre Erwin, y que no deseara ir a consolarlo y secar sus lágrimas; no le impedía anhelar tomarlo entre sus brazos y confortarlo hasta que su llanto cesara.

   Levi no necesitó nunca cruzar una sola palabra con Erwin, para quedar profundamente enamorado de él. Para amar cada aspecto de su ser, y pensaba que si así era sin realmente conocerlo, ¿cuán maravilloso no sería, pudiendo entablar al menos una amistad con él? Pero por su propio bien y el de las personas que quería, Levi no podía perder más tiempo pensando en un amor que nunca logró concretarse.

  Lo que el joven de cabello negro no se esperaba, es que iba a encontrar a Erwin nuevamente. Como el campus era muy grande, y las clases estaban divididas por bloques dependiendo de la carrera, durante varios meses jamás se topó con Erwin, quien se encontraba estudiando literatura, algo totalmente ajeno a la carrera de gastronomía que Levi estudiaba. Además, a Levi no le gustaba comer en la cafetería de la universidad, preparaba su propio almuerzo y lo comía en una de tantas zonas verdes del enorme recinto educacional. Asimismo, siempre permanecía cerca del bloque de la institución en donde recibía sus clases y no se aventuraba más allá.

   Pero uno de esos días, Levi no pudo cocinar ya que se había desvelado estudiando para las duras pruebas que se avecinaban, así que no le quedó más que acudir a la cafetería. Y entonces, mientras buscaba un lugar vacío, fue que lo vio. El rubio que ocupaba sus pensamientos constantemente, en carne y hueso (o más carne que hueso) frente a sus ojos nuevamente.  El corazón de Levi comenzó a palpitar aceleradamente, no podía creer que Erwin estuviese estudiando en la misma universidad que él.

   Tomó asiento en una mesa cercana, en donde podía observarlo a gusto sin ser descubierto. Era su Erwin: los mismos cabellos dorados, los mismos ojos azules, las mismas mejillas sonrosadas y… estaba casi seguro de que la última vez que lo había visto, su vientre no era tan prominente como lo era en ese momento, no era la misma barriga que recordaba y notó que en esos meses Erwin realmente se había esforzado en convertirse en una persona obesa. ¿Pero a quién le importaba? La vida le estaba dando una segunda oportunidad, tenía a su Erwin muy cerca y esta vez no iba a dejar que desapareciera de su vida, en definitiva se acercaría a él, costara lo que costara.

   Así que haciendo uso de sus habilidades de acosador, terminó enterándose que Erwin se encontraba trabajando en la biblioteca de Sina, junto con su amiga “la cuatro-ojos”, como a Levi le gustaba decirle. Las cosas no podían ser más fáciles, tenía la excusa perfecta para hablarle. De manera que creó un plan y lo puso en acción, sería pan comido ir con el cuento de que necesitaba un libro y así poder acercarse y conversar con él, se conformaba con eso para su primera vez, tampoco esperaba ir como un maníaco a soltarle todo lo que sentía por él en su cara de buenas a primeras.

  Para Levi, su plan había sido todo un éxito. Por suerte él era nulamente expresivo, y podía ocultar sus nervios y otras emociones con gran facilidad. Por lo que Erwin jamás notó lo nervioso que se encontraba al hablarle. Tuvo que llamarlo varias veces hasta que el rubio le puso atención. Pero cuando se volteó a verlo y le sonrió radiante y amablemente; el corazón de Levi por poco se detiene.  Era como un ángel, un tierno, hermoso y redondo ángel que iluminaba toda la habitación con su preciosa luz; Levi podía claramente escuchar el coro celestial, ver la aureola sobre su cabeza y las blancas alas en su espalda. Por su puesto que todo pasaba dentro de su cabeza, pero había esperado tanto tiempo para por fin poder hablarle, y el ver realizado el más grande anhelo de su corazón, simplemente era un éxtasis para él.

   Cuando Erwin tiró unos cuantos libros con su barriga, a Levi le pareció algo de lo más tierno, quiso reír pero sabía que si lo hacía, Erwin podía tomarlo como una burla, y lo que menos quería era que pensara que era uno más de los imbéciles que solían hacer mofa de él. Por lo que se contuvo, y aprovechó el momento para agacharse y ayudarle a recoger los libros, por lo que pudo estar muy cerca de él. Levi podía jurar que Erwin olía a chocolate, el cual era su sabor favorito. ¿Podía ser más perfecto ese hombre? Levi creía firmemente que no.

   Al salir de la biblioteca, el joven de cabello negro, se sentía como quinceañera con su primer amor; aunque no estaba muy lejos de ser eso precisamente. Estaba feliz, recordaba pocas veces en su vida haberse sentido tan contento. Incluso llegó a sonreír abiertamente, lo cual era extremadamente raro en él. Si había alguna duda de que lo que sentía por Erwin era amor, se disipó totalmente con ese breve encuentro. Levi adoró todo de él: su varonil voz, que no había tenido la oportunidad de escuchar tan nítidamente, sus claros cabellos, el carmín de su rostro, la inocencia que desprendía, el temblar de sus manos, el cómo sus cejas se arqueaban hacia abajo al sentirse nervioso, su dulce aroma y suave apariencia. Levi comprobó que realmente estaba perdido por aquel rechoncho hombre, pero tampoco era como que necesitara confirmarlo, desde hacía muchísimo tiempo que lo había aceptado.

  Decidió entonces que era momento de hacer un acercamiento mucho más agresivo. Al día siguiente, trabajó por la mañana en la pastelería como era su costumbre, y acudió a clases en la  tarde. Antes de ir, con todo el esmero y cariño que pudo poner, horneó un pastel de chocolate y fresas el cual era su especialidad. Pensó en que debía hacer el mejor pastel, y daba la casualidad que ese era un sabor muy significativo para él, ya que era el mismo del primer trozo de pastel que había probado en su vida, aquel que le había dado su amigo y mentor; y el causante de todo el cambio que había experimentado al crecer. Satisfecho con su labor, Levi cortó una generosa porción del pastel y la colocó en una de las cajas para regalo, procuró usar una que tuviera un bonito decorado, pero que a la vez fuera sobria, ya que era un regalo para un hombre y no para una niña. Así que usó una caja con un sencillo pero agraciado diseño en colores marrón, el cual combinaba bien con el color de la cubierta del postre. Levi puso atención a cada detalle para que todo estuviera perfecto.

  Sabía que a la hora del almuerzo, Erwin siempre iba a estar en la cafetería, ya lo había observado por varios días y había definido más o menos su rutina. A veces pensaba que realmente era un acosador trastornado, pero no le importaba, todo lo hacía por poder acercarse a la persona de la cual se había enamorado locamente.

  Levi estuvo feliz, cuando por fin pudo entregarle su regalo al rubio. Quería hablar mucho más con él, en realidad el plan era sentarse a la mesa junto a él, explicarle de qué era el pastel y cómo había sido preparado, hacerle saber que era un sabor especial para él y si fuese posible, obtener su número telefónico. Pero no logró hacer nada de eso, en primer lugar por el hecho de que allí estaba la entrometida amiga de Erwin, que parecía estar pegada con goma a él, y no pensaba dejar que ella viera su lado más “débil”. Por otro lado, no pudo con los nervios, en el momento en que se agachó para presentarse más íntimamente con Erwin, se paralizó. Al rubio le había parecido que Levi le perforaba con aquella intimidante mirada, pero Levi simplemente estaba demasiado nervioso como para jugar al galán, así que no pudo hacer nada y se retiró resignado, como un gran perdedor. Se escondió en un salón vacío que estaba cerca del comedor, y esperó pacientemente a que Erwin y su amiga salieran, para poder acercarse a ella. De alguna manera tenía que saber cuál fue la reacción de Erwin con su regalo.

  Levi sintió como si le atravesaran el corazón con una estaca, cuando la amiga de Erwin le dijo que había tirado el regalo que con tanto amor y esmero le había preparado. Se sentía como un perfecto estúpido, y como pocas veces en su vida, sintió un nudo en la garganta, pero lo resistió. Finalmente quedó sumamente desconcertado al escuchar el motivo por el cual Erwin había desechado su obsequio.

  Posteriormente, terminó contándole la historia de su vida a aquella excéntrica mujer, le hubiese bastado con relatarle el porqué estaba enamorado de Erwin solamente. Pero tal vez, por el hecho de que jamás le había contado a nadie sobre sus orígenes,  y cuánto le había costado llegar a donde estaba, sintió un alivio grande al tener a alguien con quien compartir todos esos detalles de su vida. Hanji tenía unos extraños poderes de convencimiento, y generaba un sentimiento de confianza inmediato; con lo cual Levi se explicó el por qué Erwin era tan apegado a ella.

-¡Qué historia! De seguro que ganas mucho dinero si escribes un libro sobre eso.- Comentó Hanji cuando Levi hubo terminado su relato. -¿Por qué no le dices a Erwin que lo escriba? Él será un famoso escritor en el futuro, ya lo verás.-

-¡No intentes reírte de mí, estúpida! Ahora te toca darme una explicación, así que ¡comienza a hablar!- Levi sentía que la mujer se burlaba de él, pero la información que le acababa de dar sobre Erwin, era muy valiosa. Él no tenía ni la menor idea de cuál era la carrera de Erwin, solo sabía que solía asistir a clases en la facultad de arte y letras, pero habían tantas opciones que no sabía cuál era la que el rubio había escogido. Con lo que Hanji le dijo, estaba casi seguro de que el joven estaba estudiando literatura.

 -Mira pequeño, la verdad es que no tengo muchos detalles porque Erwin no ha querido contármelos. Pero yo sola puedo darme cuenta de que ha sufrido mucho durante toda su vida debido a su peso.- Comenzó a explicar la mujer. No era que ella estaba ciega y no podía ver que Erwin estaba pasado de peso, sino que no le daba la más mínima importancia. El hombre era alguien con quien podía compartir al mismo nivel intelectual, y era una excelente persona. ¿Por qué le habría de importar a ella la elevada cifra que marcaba su báscula cada vez que se subía para pesarse? No afectaba en nada y por eso ella decidió que fingiría como si no pudiera ver su gordura, para que Erwin se sintiera más cómodo con ella y se desinhibiera. Pero eso no quería decir que ella no se daba cuenta de todo su dolor y sufrimiento, o de las miradas y comentarios despectivos de la gente. O de los moretones pintados en su piel, en sus tiempos de secundaria cuando los abusadores le golpeaban.  –Tanto ha sufrido, que simplemente ya no confía en nadie. Piensa que cada gesto de amabilidad es un intento de humillarlo y burlarse de él. Así que va a ser muy difícil para ti acercarte, enanín.- Concluyó.

-Pero ¿qué tanto tuvo que haber pasado para que terminara así?- La pena que Levi sentía al enterarse de que su pastel terminó en el basurero, fue sustituida por pena hacia el rubio y la mala vida que había llevado; e ira, al enterarse del grave daño que la estúpida sociedad le había causado a su pobre Erwin.

-No lo sé Levi, no lo sé. Pero de lo que puedo estar segura, es que Erwin merece estar con alguien como tú. Y tú lo amas verdaderamente, jamás había escuchado a alguien expresarse de esa manera con respecto a otra persona, puedo ver que estás muy enamorado de mi amigo. Así que he decidido ayudarte.- La mujer le sonrió abiertamente. Para su fortuna, Hanji no se dejaba llevar por las normas de la sociedad, y el que él fuese hombre no le era ningún obstáculo para que ella hubiese tomado la decisión de echarle una mano con Erwin.

  Levi no sabía cómo reaccionar, por un lado era la primera vez que alguien se lo decía en voz alta, y era muy diferente admitirse a sí mismo que estaba perdidamente enamorado, que admitirlo para otra persona. Era la realidad, era la palpable realidad: estaba muy enamorado de Erwin Smith, desde ese momento en adelante se convirtió en la meta y sueño de su vida, el lograr conquistar aquel precioso corazón.

 

Continuará…

Notas finales:

Solo por si no lo sabían, pueden buscarme en mis redes sociales: Facebook, Twitter, Tumblr y Deviantart como Izuspp, en todas subo mis dibujos, tengo muchos de este fic.

Aunque estoy más activa en Facebook y me encanta poder interactuar con los lectores allí :)


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