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Love sonata por nunu

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Notas del capitulo:

¡Sorpresa!

Volví antes de lo que estaba planeando. Había dicho que no estaba segura sobre continuar como un mini-fic pero que tenía toda la idea ya hecha en mi cabeza. Después en los comentarios les dije a algunos que si actualizaba, seguramente esperaría hasta octubre porque deseaba ponerme al día con mis otros fics y...

Y no sé qué pasó.

Una fuerza sobrenatural se apoderó de mí. El fic se escribió solito, yo no hice nada u_u (?)

Anyway, la temática de este four-shot son las estaciones. El primer capítulo se dio en verano, y el de hoy, en otoño. Por consiguiente los otros dos estarán ambientados en invierno y primavera, dándole continuidad a esta breve historia de amor juvenil. 

Para esta entrega usé dos canciones:
1. Last first kiss.
2. Michi, to you all.

Disclaimer: los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. La historia es de mi autoría.

 

Sonata de otoño:

 

—¡Esto es lo peor, dattebayo!

El quejido de Naruto resonó por todo el aula de clase, mientras se escurría en su asiento y se cubría el rostro con el cuaderno perezosamente. Todos tenían el mismo aspecto: estaban más dormidos que despiertos. Era el primer día de clases luego de las vacaciones de verano, así que desacostumbrados a madrugar, tener que levantarse tan temprano de nuevo y retomar las tediosas rutinas de clases era la pesadilla de todo estudiante.

Ya había entrado septiembre y con él, el viento fresco del otoño les hacía querer estar más abrigados. Afuera, las hojas verdes de los árboles comenzaban a opacarse.

Algunos de sus compañeros concordaron con Naruto, aunque pronto el entusiasmo de verse de nuevo fue más grande que la pereza. Comenzaron a intercambiar experiencias de las semanas que transcurrieron, y no solo eso, si no que también rememoraron la fiesta que tuvieron en el centro vacacional. Fue entonces cuando Naruto tuvo que fingir indiferencia y reprimió en varias oportunidades algunas risas tontas que buscaban escapársele.

—Al finalizar la noche estuvimos buscando a Naruto-kun por todos lados, ¡pero estaba perdido! —Acusó Lee y Naruto se volvió a cubrir el rostro descuidadamente con el cuaderno.

—¡Me fui a dormir temprano! Estaba cansado, esta cara no se mantiene bella si trasnocho.

—Parece que alguien se ha contagiado del síndrome de Sasuke-kun —intervino Ino, parándose tras el asiento del rubio para retirarle la libreta y mirarle con cierta sospecha.

—Y hablando de Sasuke-kun… —todos giraron a ver a Sakura, que se acercaba al grupo de amigos— ¿no es extraño que aún no haya llegado?

El reloj marcaba las 7:55 de la mañana. En cinco minutos empezarían las clases, y normalmente, Sasuke era uno de los primeros en llegar.

—Seguro se le pegaron las sábanas, habrá olvidado que ya terminaron las vacaciones —Neji comentó, sentado en uno de los puestos apartados del salón. Aunque no era del tipo de estar sumergido en el bullicio estudiantil tal como Sasuke y Shikamaru, también era muy cercano al grupo.

—Es Sasuke, a él jamás se le pegan las sábanas —respondió Shikamaru—, ¿no viene siempre contigo, Naruto?

El aludido asintió y torció los labios.

—¡Ese bastardo ingrato estuvo desaparecido todo el verano, dattebayo! —dijo escandalizado, negando con un gesto de ofensa, aunque por supuesto a modo de broma.

—Cállate, ya sabes cómo es mi madre en vacaciones.

La voz de Sasuke interrumpió la conversación. Ino fue la primera en saludarle, colgándosele del hombro bajo la mirada hastiada del muchacho, quien para sorpresa de todos lucía bastante somnoliento. Con la guía insistente de la rubia, Sasuke se acercó al grupo y dejó el paquetito que traía en la mano sobre el brazo de la silla de Naruto, recibiendo una mirada confundida de su parte.

—Pie de calabaza. De parte de Itachi.

Acto seguido Sasuke tomó asiento junto a la ventana luego de dejar su mochila en el espaldar de la silla. Naruto destapó el paquete con notable entusiasmo.

—Una vez me fui de vacaciones con la familia de Sasuke, y Mikoto-san prohíbe a todos usar el celular. Recuerdo la cara de tu padre, estaba loco por no tener contacto con su trabajo, dattebayo. —Naruto se echó a reír mientras llevaba un trozo del pie a su boca y Sasuke arqueó una ceja, contagiado por su risa.

Lo cierto es que Mikoto consideraba los viajes familiares como un evento importante, tanto, que ni Itachi o Fugaku poseían autoridad para oponerse. En consecuencia no tenían otro remedio más que seguir el cronograma vacacional de la matriarca. Y ninguno se quejaba, porque al final del día, eran esos pocos momentos en que podían compartir realmente como una familia unida, ya que se la pasaban ocupados en sus propias cosas el resto del año.

—Ya que estamos todos reunidos por fin —habló Kiba, sentándose en las piernas Lee confianzudamente. Él le dio una palmada en la espalda, pero el castaño no se movió— ¿cómo vamos a resolver el problema?

—Eso deberíamos preguntártelo a ti, fuiste quien nos metió en esto, ¡shannaro! —Sakura le señaló con el dedo acusatoriamente y Kiba soltó una carcajada desvergonzada.

—Es verdad, si no hubieras colado esas botellas de licor no nos habríamos embriagado esa noche —fue Lee quien le reprochó esta vez.

—¡Yo no los obligué a beber! Pero nadie se quejó cuando estaban felices tomando todo a escondidas, eh —se encogió de hombros, ofendido ante las acusaciones.

—Lo más probable es que no tengamos fiesta de verano el próximo año, lo que sería una pena, porque es el último antes de graduarnos —dijo Sai, y unos cuantos  suspiraron con decepción.

Esa noche, después de que los directivos dieran la fiesta en la piscina por terminada sin ningún contratiempo, los muchachos del curso se encerraron en una de las habitaciones para beber lo que Kiba había llevado. Algunos de ellos terminaron tan ebrios que el bullicio que armaron por todo el centro despertó a los maestros y a los otros estudiantes. Ahora tenían que esperar por el castigo que les darían al volver a clases.

Todos levantaron la vista hacia la entrada del aula al ver a Kakashi entrar por la puerta, junto a Choji, que trataba de guardar en el bolsillo de su pantalón el paquete de papas que estaba comiendo. Rápidamente los muchachos corrieron dentro del salón para tomar sus respectivos lugares para iniciar las clases y recibir lo que muy seguramente sería el regaño de sus vidas.

Pero aún así, no se arrepentían. Había sido la mejor fiesta de verano.

Y Naruto y Sasuke concordaron al cruzar miradas furtivas y sonreírse por breves instantes antes de prestarle atención al disgustado maestro.

 

.

.

.

 

Sasuke se obligó a contener un comentario mofándose de la suerte de su amigo. Naruto le dio una patada de enojo a la llanta delantera de la bicicleta que terminó por desinflarse apenas intentó subirse en ella.

—Oh no, no me mires así. —Y lo que antes pretendía ser una burla, rápidamente se transformó en oposición apenas comprendió el mensaje silencioso de Naruto.

—Oh sí —corrigió el rubio—, vas a tener que llevarme, ¿o me dejarás morir aquí? ¿tan mal amigo eres?

—Caminar no te va a matar.

El pelinegro se encogió de hombros pero Naruto se irguió tras él para zarandearle, a lo que recibió un codazo suavecito en respuesta.

—¡Sasuke, anda! ¡solo esta vez, dattebayo!

—¿Y qué harás con la bicicleta?

—Mañana traigo la válvula y la vuelvo a inflar. Pero llévame.

Sasuke resopló. Naruto extendió una sonrisa al notar la victoria.

—¡Bien! —Inmediatamente Naruto elevó su pierna para subirse en el asiento, pero Sasuke le detuvo.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Subirme, naturalmente —repitió la acción, pero bajó la pierna cuando su amigo le interceptó con la mirada.

—Tú manejas, yo iré sentado.

—¡Eso es abuso!

—Eres quien necesita el favor.

—Y yo el invitado en tu lujoso vehículo —dijo entre risas, dándole un par de golpecitos a la silla—. Está bien, piedra, papel o tijeras.

—Es mi bicicleta, se hará como yo diga.

Pero Naruto, con aquella expresión insistente a la que rara vez podía negarse, nuevamente ganó la discusión. Sasuke empuñó su mano con molestia y Naruto soltó una carcajada contento, imitando su acción.

—¡Uno, dos, tres!

Y a la cuenta de tres, ambos lanzaron su ataque. Los labios de Sasuke se curvaron discretamente al notar que había ganado la ronda, sacando tijeras ante el papel de Naruto, que rechistó con frustración por la derrota.

Sasuke se sentó y apoyó sus pies en las barras de cambio de las llantas traseras, y Naruto se levantó delante de él, sujetando los manubrios firmemente y manipulando los pedales.

Más pronto que tarde, Sasuke se arrepintió de haber decidido que Naruto sería quien llevaría las riendas de la bicicleta. Tuvo que aferrarse fuertemente a su cintura porque su amigo manejaba como loco a toda velocidad, ignorando muy poco las pequeñas colinas que a veces tenían que bajar para llegar a su vecindario y gracias a que el otoño estaba volviendo el clima más fresco, no tenían que andar despacio para no sofocarse. Y Naruto se aprovechó de ello para vivir la vida al máximo de su adrenalina.

—¡Para, idiota! —Le gritó Sasuke, tratando de hacerse escuchar por un risueño Naruto que ignoraba sus órdenes. Estaba comenzando a convencerse de que pronto morirían embestidos por algún auto si él seguía insistiendo en pasarse las señales de tránsito en cada oportunidad.

Tal como pensó, el semáforo se puso en verde antes de que Naruto pudiera cruzar la avenida, dándole paso a los autos que venían en forma perpendicular. Sin embargo, el rubio no se detenía.

—¡No puedo frenar! —Exclamó asustado al darse cuenta de que la velocidad que había tomado era tal, que ya no tenía control de sí mismo.

El claxon del auto que estaba por atravesar la vía les alteró y aquello fue el anuncio del destino final. Sasuke cerró sus ojos con fuerza y se aferró a Naruto como previendo el golpe del vehículo. Naruto entrecerró los propios, negándose a ver la muerte tan de cerca aunque tratando de salvarse a última hora. Afortunadamente, y en medio del chillido agudo de las llantas, el auto se detuvo a tiempo mientras la bicicleta siguió andando cuesta abajo y Naruto logró frenar unos cuantos metros más allá. Sasuke fue el primero en apoyar su pie en el suelo para evitar perder el equilibrio.

Ninguno de los dos escuchó los insultos del dueño del carro antes de marcharse. Agitado, el Uzumaki se llevó la mano al centro de su pecho y Sasuke tomó aire profundamente, buscando calmarse y recuperar la fuerza por el terror de imaginarse arrollados. Y justo cuando comenzaba a pensar que ya no tendrían que llamar a sus padres para reconocer su cuerpo aplastado en la morgue, las carcajadas de Naruto le trajeron de vuelta a la realidad.

—¿Qué es tan gracioso? ¡Naruto, casi nos matas! —Recriminó de inmediato, dándole un puñetazo en la espalda.

El rubio se encogió sobre sí mismo por las risas mientras su amigo le miraba confundido. Su risa era tal, que no se molestó en devolverle el golpe a Sasuke.

—Es que… ¡eso fue tan divertido! ¿Puedes creerlo?

—¡Pudimos haber muerto!

—¡Lo sé, lo sé, dattebayo! ¡Pero eso fue emocionante! —Ladeó el rostro para ver a Sasuke que todavía no salía del shock. Trató de no reír más, pero le fue difícil. Su sonrisa se extendió de nuevo cuando vio que Sasuke también estaba sonriendo, aunque no tan entusiasta como él —no tienes que ocultar que eso fue genial.

—Cállate —refunfuñó, apartando la mirada aunque reprimiendo una risita.

Tenía que reconocer, después del susto vivido, que la situación fue divertida y todavía sentía la adrenalina recorriéndole las venas. Naruto era experto en llevarle a los extremos de todo.

Buscando calmarse un poco del eufórico momento, decidieron que podrían aprovechar la fresca tarde para pasear un rato antes de volver a casa, después de todo, el clima otoñal le dio la bienvenida a su reencuentro.

Fueron con menos prisa hasta el parque del vecindario y se sentaron bajo un árbol de frondosas ramas, pensando en el desperdicio que sería ver todas esas abundantes hojas caer con el paso de las semanas, aunque algunas más rebeldes y presurosas se abrieron paso primero como gotitas sepia con el murmullo de la brisa, haciendo una cama de hojarascas en el suelo. Todas las calles comenzaban a pintarse en distintos tonos de naranja.

El tronco era lo suficientemente grueso como para que los dos pudieran echarse a descansar sus espaldas, pero Naruto decidió que era mejor idea recostarse sobre las hojas y apoyar la cabeza en las piernas de Sasuke con toda confianza, y él no se quejó. Ahora cada uno tenía un audífono en sus oídos para compartir las canciones del reproductor del celular de Sasuke, que Naruto manipulaba libremente entre sus manos.

—Tu lista de reproducción parece sacada de los años ‘90 —rió el rubio, bajando por la pantalla táctil con ayuda de su índice. Sasuke frunció el ceño en respuesta.

—Si no te gusta, puedes devolverlo.

Sasuke extendió su mano para recibir el aparato y Naruto solo la palmeó jocoso, negándole su objetivo.

Por un rato hablaron de todo y de nada. Naruto le contó animadamente sobre su viaje familiar a un pueblito cercano que Kushina siempre anheló conocer y finalmente se dieron la oportunidad de hacerlo, ya que el verano anterior Minato no pudo tomar tiempo libre de su trabajo —y fue justamente por tal motivo que Naruto terminó uniéndose a los Uchiha en esa oportunidad—. Sasuke fue menos detallista sobre su viaje familiar, aunque terminaron intercambiándose algunas fotos que tomaron en el trayecto.

—¿Vas a ir a verme jugar? —Preguntó Naruto, cuando el tema pasó de su verano a las actividades que tendrían que realizar durante este ciclo.

Naruto era parte del equipo de fútbol del instituto y pronto se inauguraría la temporada competitiva local, por lo que tendría que retomar su arduo entrenamiento en los próximos días. Y justamente, Sasuke le había dicho momentos atrás que el motivo por el que no le llamó por la mañana para ir juntos a clases era porque fue citado muy temprano para la primera reunión con el grupo que se presentaría en las olimpiadas científicas, y eso explicaba por qué no fue uno de los primeros en llegar al aula como era costumbre.

—Si no te quedas dormido durante mi competencia —respondió Sasuke, consiguiendo que Naruto soltara un gruñido gracioso y arrugara la nariz.

—Es una pena que Neji haya preferido irse con el club de taekwondo este año, y Shikamaru fue solicitado para el de ajedrez. ¿Te imaginas si hubieran estado los tres en esta competencia otra vez? Recuerdo que los otros institutos estaban aterrados de enfrentar al trío de genios de Konoha Gakuen.

—Y es por eso que este año nos han separado —dijo orgulloso—, o los otros grupos no habrían tenido oportunidad contra nosotros.

—Eres un maldito arrogante —se mofó el rubio, soltando una carcajada.

—Hn.

Sasuke no dijo nada, pero le miró con cierta gracia. Pronto Naruto se removió, dándole un golpecito con el muslo con su propia nuca, siguiendo el ritmo de la música.

—¡Oye, esta es muy buena , dattebayo! No la recordaba, me transporta a cuando tenía como… diez años. Es el tipo de música que sólo escucharía Sakura-chan y sus amigas —volvió a reírse, y esta vez las cejas negras se fruncieron.

Sasuke hizo un gesto buscando atrapar el celular con sus manos pero Naruto fue más ágil en apartar el objeto de su alcance. Por el contrario, lo envolvió entre sus puños, pretendiendo que era un micrófono y comenzó a cantar en un inglés muy mal pronunciado.

Baby yo quiero saber qué piensas cuando estás solo, ¿es en mí? ¿estás pensando en mí? Hemos sido amigos por un tiempo, quiero saber si cuando sonríes es por mí, ¿estás pensando en mí? —A medida que cantaba iba levantando el tono de su voz dramáticamente, ignorando a las personas que iban pasando por allí. Se llevó una mano al pecho y luego la extendió en el aire, como si estuviera dando un concierto. Sasuke quiso taparle la boca, pero los movimientos bruscos del rubio impedían su cometido— Girl, ¿qué es lo que harías? ¿Te quisieras quedar si te dijera…? Quiero ser el último, sí, baby déjame ser tu último primer beso... —Y su celebración se detuvo cuando miró a Sasuke mientras cantaba. Su voz sonó mucho más bajita ahora sin pretenderlo. —Quiero ser el primero, sí, quiero ser el primero que tome un camino como este, y si tú solo supieras...—murmuró y tomó aire nuevamente para seguir cantando, apartando la mirada de aquellos ojos negros— quiero ser el último, baby, déjame ser tu ÚLTIMO PRIMER BESO.

Gritó a todo lo que dieron sus pulmones, a más decibeles de lo que era humanamente soportable, incluso para él mismo.

—Cállate, estás llamando la atención —reprendió, tratando de evadir el calor que se le acumulaba en las mejillas. No solo era vergonzoso que Naruto hubiera descubierto su ridícula lista secreta musical con canciones bubble-gum que nadie sabía que escuchaba y que si de alguna manera le recordaban a Naruto no era casualidad, si no que ahora él cantaba a viva voz, exponiendo penosamente lo que había estado intentando ocultar para conservar su reputación.

BABY DIME QUÉ CAMBIAR, TEMO QUE CORRAS SI TE DIGO LO QUE QUIERO DECIRTE, YEAH, QUIZÁS SOLO TENGO QUE ESPERAR, QUIZÁS ESTO ES UN ERROR... —pasó por alto la orden y continuó cantando, más por los nervios mismos al haber reaccionado ante la letra de la canción, cuyo significado hubo olvidado por un momento, siendo que no era muy bueno en el inglés.

—¡Naruto! —Volvió a llamar, esta vez mirándole molesto. Naruto pasó saliva y nerviosamente cambió la canción, buscando cualquier otra que pudiera alejar el latido frenético de su corazón en ese momento.

—Ya, ya, a ver esta… —soltó una risilla y cerró los ojos, evadiendo la mirada de Sasuke. No es como si el pelinegro estuviera buscando enfrentarle de todos modos.

La música comenzó a sonar y Naruto solo movía su pie suavemente y los dedos los tamborileaba sobre su vientre, entretenido con el violín de la apertura de la canción. Sasuke se sostuvo tenso contra el tronco, pero terminó apoyando la nuca contra la rugosa superficie.

Sin embargo solo una cosa permanece: tu voz, tu cara de felicidad, también tu cara de enojo, y con todo ello me voy abriendo camino. Si separo las nubes frente a mí quizás pueda ver. Dime, lo entiendes, ¿verdad? —Cantó casi para sí mismo, entreabriendo los ojos para perder su mirada entre las nubes en el cielo, dibujando mil formas abstractas en su cabeza. Cantaba tan bajito, que a Sasuke pareció no molestarle esta vez, aunque quizás estaba igual de absorto que él.

Omitió las partes que no recordaba y se dedicó solo a tararear la melodía con tono sereno, aunque sabía que su voz siempre había sido horrible, era demasiado espontáneo como para que aquello le importara. Sin embargo, otra parte de la canción llegó a su corazón sin darse cuenta y no pudo hacer otra cosa más que abrir los labios para seguir entonando.

La luz se ha dispersado en el cielo, tú lo puedes entender. Y así recorro el camino que brilla más, por todas partes. ¡Poooor todas partes! —Nuevamente alzó el tono de su voz cómicamente como si así pudiera alzarse por encima del tucum-tucum en el centro de su pecho— Voy hacia tus dedos, tu boca, tu voz, tu pelo. Sólo ahora estoy bien…

Y no se dio cuenta en qué momento de la canción solo se quedaron mirando fijamente. Sasuke le observaba con una expresión indescifrable en el rostro, y él no se sentía en mejores condiciones. Antes de que finalizara, el pelinegro le sacó el audífono del oído y se retiró el propio con cierta brusquedad antes de, por fin, quitarle el celular de las manos.

—Estás siendo muy ruidoso. —Se excusó, guardando en el costado opuesto de su cuerpo, donde Naruto no estaba apoyado.

—Solo arruinas mi diversión, pft —refunfuñó, aunque prefirió volver a cerrar los ojos.

Sasuke no dijo nada más. Los dos se quedaron en silencio por largos minutos, y cuando Naruto quiso reaccionar se percató de que su amigo se había quedado dormitando contra el árbol. Seguramente estaba demasiado cansado por madrugar tanto después de las vacaciones, lo que era poco típico en el Uchiha siendo que siempre ha sido un ave mañanera. Prefirió no molestarle por un rato, de todos modos él no tenía prisa alguna por ir a casa y sabía que la siguiente temporada sería difícil para Sasuke con todo lo que tendría que estudiar.

El viento meció sus cabellos y varias hojas secas le cayeron en la cara. Las apartó con molestia, y cuando alzó la vista vio que algunas cayeron sobre el cabello de su compañero, que solo arrugó la nariz con fastidio y ladeó el rostro para seguir durmiendo apaciblemente. Era extraño ver a Sasuke dormir tan profundamente en un lugar público a plena luz de la tarde, y Naruto supo que era una oportunidad en mil que no se querría perder. Iba a molestarle toda la vida con ello y para eso tendría una evidencia del delito.

Sigiloso, se sacó el celular del bolsillo delantero del uniforme y activó la cámara. Como pudo desde ese ángulo se las apañó para tomar una fotografía del somnoliento Sasuke, sonriendo satisfecho al notar que capturó la imagen con la calidad perfecta. Se acercó a la pantallita para verificar el resultado de su obra llena de maldad, pero contrario a lo que pensaba, un suspiro se escapó de sus labios. ¿Cómo podía ser tan horriblemente fascinante incluso durmiendo? Sasuke lucía tan tranquilo e imperturbable, tan… encantador, tan todo, con la curvatura de su mentón tentándole a recorrer un camino de besos, o su perfilada nariz, y esos labios que ya hubo sentido en más de una ocasión.

Recordó la fiesta en el centro vacacional, cuando se escabulleron con un par de tragos en la cabeza hacia la piscina cuando todos se habían ido a dormir después de el caos con los maestros. Allí se dieron tantas rondas de besos que los labios les ardían, justificándose con que querían experimentar distintas formas de besar y que aquella era la oportunidad ideal para hacerlo.

Naruto se humedeció los labios, tratando de rememorar el sabor de aquellos. Le gustaba el sabor natural de su boca, también el que venía mezclado con el muffin de arándanos de la primera vez, o con el de licor cuando se embriagaron sentados en el borde de la piscina, o ese mentolado a la mañana siguiente cuando Sasuke se bañó y cepilló los dientes con afán porque la mayoría de los muchachos se quedaron dormidos hasta la hora en que la ruta tenía que recogerles, así que, compartiendo asiento trasero en el bus, cuando nadie miraba, ambos compartieron más besos por el simple hecho de retarse a “besar sin que nadie nos descubra”.

Sasuke se despertó intempestivamente, gracias a que más hojas siguieron cayendo, perturbando su tranquilidad. Fue entonces que ambos decidieron que era hora de regresar a casa, después de todo, ninguno avisó que llegaría tarde más de lo usual.

 

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Viernes por la noche, el momento favorito de la semana para muchos. Fue poco el tiempo que Naruto y Sasuke tuvieron para verse durante los días transcurridos, ya que el Uzumaki inició su entrenamiento deportivo el martes y Sasuke, de igual forma, asistía por las tardes con su grupo de olimpiadas para estudiar. Como sus horarios eran tan distintos tampoco se acompañaban de vuelta a casa. Por tal motivo ahora Naruto estaba allí en el apartamento de la familia Uchiha para pasar la noche y compartir con su amigo, aunque al día siguiente tuviera que despertar temprano.

Entre Mikoto e Itachi hicieron la cena y prepararon los bocadillos para ver películas juntos, hasta que el reloj marcó la medianoche y los adultos optaron por irse a dormir. Fugaku trabajaba al día siguiente también, después de todo.

Se despidieron con un saludo de buenas noches e Itachi fue el último en salir de la sala, después de haber puesto en el DVD una película de terror bajo la insistencia de Naruto y la negativa de Sasuke, pero ninguno de los dos quería levantarse de la comodidad del sofá y de las mantas que les cubría, por lo que, como buen hermano mayor, Itachi les consintió el perezoso acto de permanecer acurrucados. Se aseguró de que el volumen no fuese demasiado alto para molestar a sus padres que trataban de descansar, y finalmente, dejó a los más jóvenes a solas.

Naruto y Sasuke compartían la misma cobija y la misma butaca en la que estiraron sus piernas para estar más cómodos, por lo que cada vez que alguna escena que espantaba a Naruto llegaba, se exaltaba y pellizcaba los pies de Sasuke con los propios, o se pegaba mucho más a su hombro, o escondía el rostro en la curvatura de su cuello. Sasuke fingía que nada le atemorizaba y por eso permanecía con la vista fija en la pantalla, aunque por dentro estaba casi tan perturbado como su escandaloso amigo.

—¡Esto es horrible! —Se quejó en un murmullo, recordando que si levantaba la voz Sasuke le llamaría la atención en represalia.

—Ha sido tu culpa, de todo lo que pudiste haber querido ver… tenías que escoger esta basura —reprendió, ladeando el rostro para verle disgustado.

—Ya casi es halloween, ¿bien? Tenemos que entrar en ambiente.

—Falta un mes todavía.

—Y hablando de un mes… —esta vez Naruto sonrió con cierta picardía, frotando su hombro graciosamente contra el de Sasuke— ¿qué vas a darme de cumpleaños?

—Una patada para que quites esa cara de idiota —respondió, mirando de nuevo a la pantalla donde otra escena de la película se reproducía, aunque ninguno de los dos prestó mucha atención.

—Te estoy preguntando en serio —insistió, frunciendo los labios en un gesto inconforme. Cuando abrió la boca para decir algo, Sasuke tomó un puñado de palomitas que aún quedaban en el bol y se las echó adentro.

—No preguntes tonterías, si te digo, ¿cuál será la sorpresa?

—¡Esquemdflasisono! —trató de hablar con la boca llena, pero masticó rápidamente cuando Sasuke arqueó una ceja y se corrigió de inmediato—, me pone ansioso y quiero saber.

Sasuke continuó con sus ojos negros enterrados en la pantalla por instantes que a Naruto le parecieron eternos.

—No he pensado en nada.

Respondió con honestidad. Aún faltaban algunas semanas para el cumpleaños de Naruto de cualquier modo, pero han pasado tantos años juntos, y tantos cumpleaños y otros eventos, que sus ideas de regalos comenzaban a agotarse, por más que supiera que al rubio cualquier cosa le contentaba. Pero por algún motivo esta vez… deseaba que fuera especial.

—¿Hay algo en particular que quieras este año? —le preguntó con inusual curiosidad, girando el rostro para verle.

Y fue en ese momento que se dio cuenta de lo cerca que estaba Naruto. Tan cerca que podía sentir la respiración contra su rostro. Él le miraba atentamente, como si no existiera otra cosa más interesante en el mundo y algo cosquilleó en su estómago y se extendió por el resto de su cuerpo. Bajó la mirada para ver los labios ajenos y volvió a perderse en ese mar azul que tenía por pupilas. Notó que Naruto siguió el mismo recorrido que él mientras se relamía los labios. Las piernas le temblaron y por impulso sus pies chocaron entre sí bajo las mantas.

—¿Algo que… quiera? —Cuestionó, tragando duro mientras se inclinaba tan solo un poco. Cuando notó que Sasuke no buscó tomar distancia creyó que moriría de un colapso frente a él.

Ambos volvieron a mirarse los labios y Sasuke asintió quedito, demasiado sumido en grabar en su mente cada curvatura del rostro foráneo como para recordar de qué iba la conversación principal. Sus manos se buscaron, escondidas en la protección otorgada por las cobijas y juguetearon con sus dedos entre sí distraídamente, cariñosamente.

—Sasuke… —y su voz sonó más grave de lo que planeó y más de lo que Sasuke hubiese querido, porque resistirse a Naruto comenzaba a hacerse difícil— ¿puedo… puedo besarte?

Por instinto, el pelinegro humedeció sus labios tal como lo hizo Naruto momentos atrás. Y esa fue la invitación que necesitaba, porque instantes después, sus labios se habían unido tímidamente. Naruto llevó la mano que no tenía enlazada a la altura de la tersa mejilla, y Sasuke acomodó la propia sobre el hombro ajeno, como si quisiera atraerle más a su cuerpo. Sus dedos seguían acariciándose entre sí tan dulcemente que estaban cerca de derretirse.

Estaban apenas iluminados por la luz de la pantalla, pero a ojos cerrados, eso pareció no importar. Sus bocas calzaron tan bien en medio del vaivén de caricias delicadas que recordaron lo adictivo que era, y lo mucho que estuvieron añorando ese contacto del que se privaron durante todo el verano. Naruto le tomó el labio inferior y Sasuke respondió con un suspiro antes de aventurarse con más confianza a atrapar el ajeno, buscando robar el sabor de su boca.

Ninguno se dio cuenta de que Itachi estaba parado justo en el umbral cerca de la cocina y al escuchar el sonido húmedo de la succión levantó la cabeza distraídamente, encontrándose con la escena en el sofá. Con dificultad podía ver en ese ángulo sus rostros demasiado cerca, pero por los sutiles movimientos y el eco de los besos no fue demasiado difícil suponer qué estaba sucediendo. Prefirió devolverse a su habitación, sabiendo que si abría la nevera para servirse el agua que fue a buscar, los muchachos notarían su presencia. Sin embargo, una sonrisa se extendió en sus labios. No fue una sorpresa para él. Estaba seguro de que tarde o temprano, entre su hermano y Naruto ocurriría algo como eso, sobretodo cuando Sasuke comenzó a mostrar su curiosidad acerca de las relaciones hace semanas atrás.

—Ya es un poco tarde… —murmuró Sasuke contra sus labios, pero no se apartó y naturalmente, Naruto mucho menos.

—¿Deberíamos dormir? —habló en el mismo tono, ausente y distraído, mucho más interesado en picotear un par de veces los labios de su amigo, acto que fue gratamente recibido.

Sasuke asintió perezosamente, antes de que Naruto volviera a atacar su boca en una caricia dulce y gentil que duró poco, pero fue suficiente para mesmerizarles por breves instantes.

Con pesar se pusieron de pie, y fue Sasuke el encargado de desconectar todos los equipos mientras Naruto organizaba —muy a su manera— los tendidos de las cobijas. Cuando Sasuke se encaminó primero por el pasillo hacia la habitación, Naruto le siguió y fue entonces que cayó en cuenta de lo distinto que sería esto. Iba a dormir con Sasuke. Pero por algún motivo la sensación no era la misma de siempre que lo hacían, esta vez… esta vez estaba demasiado nervioso y con el corazón tan agitado que se preguntó si realmente iba a poder dormir con la respiración de Sasuke sobre su nuca, con su aroma inundando sus fosas nasales durante toda la madrugada y con su cabello haciéndole cosquillas en cada movimiento.

Naruto fue el primero en meterse en la cama que iban a compartir. Se recostó de medio lado justo al tiempo en que Sasuke, accidentalmente, también lo hizo, encontrándose frente a frente. Dejó escapar una risita cuando sus frentes rozaron y por impulso elevó el brazo para envolverle la cintura. Sasuke solo reposó la mano en medio de los dos, sobre el colchón, después de echarse las sábanas encima.

—¿Recuerdas lo que hablamos esa vez? —Preguntó con cautela, y jamás alzando el tono de su voz, porque quería ser escuchado solo por Sasuke.

Y era extraño, extraño para los dos, que Naruto estuviese por fin hablando entre murmullos y que Sasuke no estuviese apartándole con empujones por la invasión de su espacio personal. Era extraño, pero se sentía tan bien, tan correcto.

Sasuke negó, aunque sí recordaba. Él recordaba cada una de las palabras que conversaron durante toda la fiesta, y probablemente desde que tenían uso de la razón. Y eso era mucho decir porque Naruto siempre hablaba demasiado.

—Cuando te dije que quería besar de muchas formas… —continuó, esta vez con un semblante notablemente más nervioso que antes— como besar ebrios, que ya lo hicimos. O dentro de una piscina, que lo hicimos también. Que también tenía curiosidad sobre cómo serían los besos a escondidas y… también pasó.

Ambos sabían a dónde quería llegar Naruto, y Sasuke se sintió igual de nervioso, aunque a diferencia de su amigo, su faz permanecía imperturbable y serena, incluso si por dentro estaba deshaciéndose como una gelatina.

—¿Quieres… intentar eso? —Y a Sasuke le hubiera gustado sonar mucho más determinado, pero la cercanía y el calor de su cuerpo, y esos dedos trazando figuras abstractas en su cintura, levantando con tanto cariño el borde de su playera para rozar su piel no le dejaban concentrar. Sentía que estaban entrando en una zona muy peligrosa, sobretodo cuando él mismo no pudo contener su necesidad de delinear el mentón de Naruto con la yema de sus dedos, consiguiendo que entreabriera sus labios y suspirara caliente contra sus dedos.

Naruto se mordió el labio inferior antes de acortar la distancia entre los dos, lo suficiente para que sus narices rozaran.

La necesidad de sentirse fue mucho más grande que la cordura. Nuevamente sus bocas se buscaron con el mismo ritmo de siempre, ese que les hacía cosquillear el borde de los labios y querer reír bobamente por lo suave que era, pero lejos de la timidez o la inexperiencia de la primera vez, en esta ocasión la comodidad entre ambos les permitía concentrarse en disfrutar las sensaciones más que preocuparse en el cómo hacerlo. Pero ese no era el tipo de beso que Naruto quería probar. No del todo. Él había soñado con besos como en las películas, de esos demandantes que te quitan el aliento, o eso fue lo que le comentó a Sasuke durante la fiesta. Los besos que hasta el momento habían compartido siempre eran rítmicos y dulces, y es que ninguno se atrevía a ir más allá con las caricias. Esta vez era muy distinto.

Naruto le estrechó más contra su cuerpo ejerciendo presión en su cadera mientras se aventuraba, con descaro, a hundir la lengua en la boca de Sasuke. Ni él mismo sabía de dónde había obtenido tal valor, y Sasuke estuvo por sacarle a patadas de la cama porque eso fue demasiado por soportar para él. Se sintió abatido, de repente, como si un latigazo eléctrico le hubiera recorrido toda la espina dorsal para después acumularse como un fuerte revoloteo en el centro de su pecho. Estaba seguro de que Naruto pudo palpar el estremecimiento en la palma de su mano, esa vergonzosa y humillante reacción por haber sido estimulado con algo tan simple como una caricia húmeda y otra demandante en su cintura.

Y aún con todo, algo se desactivó dentro de su cabeza, como si alguien le hubiera retirado el chip del raciocinio y las buenas maneras. Sasuke ya no era Sasuke. Sasuke solo era un ente motivado por la oleada de sensaciones que una mordida en su mentón y una nueva succión a sus labios ocasionaron en él. Su mano, que tampoco era suya ya porque se movía por cuenta propia, dibujó y desdibujó un caminito de caricias al colarse por el cuello de la playera hasta alcanzar el inicio de la clavícula. Y esta vez fue Naruto quien tembló por su causa, y en respuesta, le arañó la cintura. Sasuke tuvo deseos de vengarse y fue por eso que decidió ser él quien acariciara la lengua ajena con la propia, sin pudor alguno, arrancándole un suspiro que murió en medio del beso.

Naruto subió la mano por su espalda por encima de la playera y Sasuke enredó la propia en su pelo cuando las caricias entre sus labios aumentaron de intensidad. Sus piernas se enlazaron bajo las sábanas y sus pies jugaban entre sí, también, como si no tuviesen suficiente del otro y tuvieran que desesperadamente encontrar una forma de llenarse de su esencia. Los roces ahora eran más torpes por la misma ferocidad con la que devoraban sus bocas. No existía distancia alguna entre los dos, porque incluso sus torsos chocaban entre sí ante cada respiración profunda y cada vez que trataban de pegarse más y más al cuerpo contrario. Se separaron lo suficiente, apenas para intentar calmar infructuosamente las respiraciones erráticas pero, rendidos ante la necesidad de probar más, tocar más, sentir más, terminaron por enredar sus labios nuevamente. Naruto recorrió la caliente cavidad con su lengua y la de Sasuke salió al encuentro. Se mordieron los labios, se maltrataron e ignoraron los quejidos del otro, y rieron con el choque de sus narices, y suspiraron cada vez que el otro, con una nueva sesión de caricias, conseguían despertar fibras escondidas.

Naruto no quería que terminara. Sasuke tampoco. Era demasiado bueno, demasiado ideal, demasiado sublime.

Y eventualmente los besos se volvieron perezosos. Estaban agotados y somnolientos, pero lo compensaban con rondas de besitos mimosos de buenas noches hasta que finalmente acabaron dormidos, con picoteos por aquí y por allá en los cerezos contrarios porque era realmente muy difícil solo apartarse y echarse dormir, aunque inevitablemente más temprano que tarde acabaron rendidos en las ineludibles garras del mundo de los sueños.

 

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Shikamaru curvó una ceja cuando notó la insistente mirada de Naruto sobre él a través del libro que sabía de sobra no estaba estudiando.

Ese sábado Naruto tuvo que asistir al instituto para recuperar el examen que reprobó antes del verano, por lo que se vio forzado a rendir la prueba nuevamente. Y justo cuando terminó y estuvo dispuesto a marcharse a casa porque el encuentro con Sasuke no le dejó dormir y estabamuerto de ganaspor tirarse en su cama a tomar la siesta más larga de su vida, se encontró con Shikamaru entre los pasillos. Él le había comentado que iría a la biblioteca para adelantar algunos trabajos de su club de ajedrez, y Naruto, hostigante como ninguno, decidió colgarse en su plan con una intención muy clara. Pero no tenía el valor suficiente para enfrentar a Shikamaru.

Y por eso allí estaban compartiendo un escritorio en la biblioteca de Konoha Gakuen, Shikamaru tratando de concentrarse y Naruto con un libro alzado que por supuesto no leía.

—Solo dilo de una vez. Tengo cosas por hacer y esto es un fastidio —dijo el castaño delatando, justamente, tal fastidio en sus facciones. Apoyó el codo contra el escritorio y la mejilla contra su mano, aplastándola en el proceso mientras miraba al intranquilo Naruto queriendo enterrarse diez metros bajo tierra.

—¿Cómo te diste cuenta de que estabas enamorado de Temari?

Y Shikamaru se arrepintió de animarle a ser tan directo. Tosió torpemente y se irguió correctamente en su asiento, recobrando la compostura.

—¿Por qué tan de repente? ¿Te gusta alguien?

—No lo sé —respondió a mitad de un suspiro.

En cualquier otra instancia de sus vidas, Shikamaru solo habría hundido su cara en el libro que estaba estudiando para omitir ese tipo de preguntas tan comprometedoras. Pero la expresión de agobio de su compañero fue suficiente para conmoverlo a tal grado que resopló, resignado. Nunca, en todos los años de conocerlo reconoció tal magnitud de dudas en aquellos ojos. Naruto siempre era tan alegre y desinhibido que cuando declaraba que alguien le “gustaba” no dudaba en demostrarlo con métodos poco ortodoxos y es que el hiperactivo adolescente siempre era escandaloso para todo. Por ejemplo, cuando estuvo obsesionado con la idea de que le gustaba Sakura, atosigaba a la pobre muchacha a toda hora con la propuesta de una cita. Y cuando Sakura resignada, aceptó, él la dejó plantada accidentalmente. Algo similar pasó con Ino. Lo peor de todo es que todo sucedió en una caótica temporada en la que ambas chicas rivalizaban por la atención de Sasuke, quien pasaba de ellas olímpicamente por no estar interesado en romances.

Y si lo pensaba un poco más, otra de las chicas por la que Naruto mostró interés también había sido cautivada por los encantos de Sasuke. En esos tiempos Shikamaru se preguntó si es que Naruto, sin premeditarlo, solo pretendía mantener la atención de esas muchachas lejos de Sasuke. No se le haría extraño siendo que ambos competían por todo, pero siendo que el Uchiha, por cuenta propia, rechazaba cualquier muestra de afecto… se dio cuenta de que ese particular patrón solo era promovido por parte de Naruto.

—Escucha, solo lo diré esta vez, porque estas cosas son molestas y problemáticas para mí —finalmente se convenció de decirle, quizás de una vez por todas Naruto podría aclarar lo que sea que estuviera turbando su cabeza.

El rubio afirmó con efusividad y se acomodó en su asiento, en clara señal de que escuchaba atentamente.

Shikamaru resopló, por vez número mil.

—Lo cierto es que… —y de repente se sintió avergonzado, tanto, que no se sintió capaz de continuar. Pero retomó su valor— no dejaba de mirarla, inconscientemente mis ojos siempre la estaban buscando entre la multitud.

Naruto volvió a asentir. Si lo pensaba, él siempre era el primero en notar la ausencia de Sasuke. A veces le gustaba solo mirarle hacer cualquier cosa, porque Sasuke tenía una delicadeza para toda actividad y era fascinante cómo se las apañaba para tener modales tan bonitos en dadas circunstancias aún cuando creía que nadie le veía. Y el maldito era muy atractivo, eso lo sabría hasta un ciego. Su belleza era envolvente y magnética, de esa que hace que no puedas quitarle los ojos de encima porque hasta lo más ridículo que haga parece aprobado por dios mismo.

—Su carácter es insoportable, pero de alguna manera, lo encontré encantador. Me gustaba estar con ella —continuó el castaño—, me di cuenta de que no era porque yo tolerara sus defectos. Los defectos de alguien son difíciles de tolerar. Pero… los entendía. Y cuando me encontré a mí mismo comprendiendo por qué se comportaba de ciertas maneras, pude abrir mi corazón a ella.

Sasuke también era insoportable. A veces muy arrogante, aunque sabía que no siempre hablaba en serio. También era huraño y arruinaba los ambientes divertidos, y se burlaba todo el tiempo de sus desgracias, era muy  quisquilloso y metódico, obsesionado por el orden a niveles frustrantes. Era bueno en todo eso sí, repugnantemente bueno y eso también le hacía enojar porque cómo rayos alguien podía estar tan bien hecho. Pero al mismo tiempo Naruto nunca se divertía tanto en su vida como cuando estaba con él, y es que incluso en las reuniones con sus amigos, algo le faltaba cuando Sasuke no asistía. Aunque a todos les costara entenderlo, él era muy buen conversador, cuando no daba respuestas monosilábicas por desinterés. Sus silencios no le molestaban, en lo absoluto, por el contrario… él siempre le generaba mucha tranquilidad, lo suficiente para calmar su irrefrenable energía hasta llevarle a un estado de arrullante calma. Él también entendía por qué Sasuke era así, tan distante con todos. Tuvo muchas decepciones en su pasado, y aunque las personas creían que él solo era un bastardo con incapacidad para sentir, lo cierto es que era todo lo contrario. Sasuke sentía tanto y tan profundo, que cuando algo le afectaba se encerraba en sí mismo.

—Era muy natural estar con ella. No tenía que forzarme a buscar temas para conversar, podía hablarle de todo, y eso no me pasó con otra chica antes.

Naruto parpadeó ante eso. Su relación con Sasuke era la cosa más natural del universo, como si hubiesen nacido para ser amigos. De hecho, tal cual así era, si tomaba en cuenta que sus madres compartieron el embarazo y les ponían a dormir en la misma cuna y hasta se intercambiaban la ropa porque “a Naruto-kun le queda más bonito el naranja, Kushina, prueba este”, pero luego “Sasuke-kun luce tan adorable con ese gorrito, Mikoto, podrías quedártelo”. Naruto no conocía un mundo en el que Sasuke no estuviera, pero no es como si se hartara de su existencia, todo lo contrario. Siempre tenían cosas nuevas que descubrir del otro y mucho por contarse, y cuando no, solo escuchaban música silenciosamente hasta dormirse. Hasta las peleas se sentían naturales. Discutir era tan habitual como placentero. Siempre necesitaban retarse por cualquier tontería.

—Por supuesto, también sentí ganas de tocarla. Me refiero a… ya sabes, las cosas que hacen los novios —esta vez sintió que los colores se le subían a la cara, y no sabía si estaba rojo, verde, azul o qué cosa loca, pero no estaba acostumbrado a hablar tan abiertamente de esos temas—. Me sentía ansioso, porque deseaba tomar su mano, o abrazarla, besarla.

Sonrió sin darse cuenta y un suspiro tenue se le coló en la sonrisa. Ni hablar. Recordar esos besos tan endiabladamente buenos hacía que se inquietara más de la cuenta y la urgencia de salir corriendo a buscarle, abrazarle y comerle la boca como la noche anterior era una tortura para él. Quiso sacarse el pensamiento de la cabeza. Besar a Sasuke era delirante y él quería hacerlo una y otra vez hasta hacerle olvidar su nombre.

—Quiero preguntarte algo, Naruto.

El rubio se agitó el cabello un momento, buscando enfocarse.

—Dímelo.

—¿Por qué crees que te gusta esa persona?

Y entonces la película dejó de reproducirse en su cabeza. ¿Por qué le gustaba Sasuke? Él podía enumerar algunas cosas que le gustaban de él, pero… ¿por qué le gustaba? Era muy ambiguo todo. No podía responder. Sentía que cualquier razón que diera sería muy superficial para abarcar todos los sentimientos que su amigo despertaba en él. No era una cosa en particular o dos, era el conjunto de su sola existencia lo que le aceleraba el corazón y lo que hacía que, desde que tenía memoria, estar a su lado fuera tan significativo.

—No lo sé, Shikamaru —respondió con honestidad—, es muy difícil explicarlo. Supongo que… solo es así. Pero tampoco sé si me gusta-gusta, ¿entiendes?

Shikamaru torció una sonrisa que Naruto no supo identificar si era por diversión o porque había descubierto algo. Pero era una sonrisa que le puso nervioso.

—Estás jodido.

—¿Qué? ¡¿Por qué, dattebayo?!

Cuando alzó el tono de su voz, la bibliotecaria le calló con un “¡sht!” y se obligó a disculparse con un gesto apenado.

—Porque el hecho de que no sepas qué es, es un indicativo muy importante de la magnitud de tus sentimientos. Esta persona no te gusta porque es guapa, inteligente o graciosa… solo te gusta y no sabes por qué. No tienes un motivo, solo un sentimiento.

—Ya te dije que no sé si me gusta-gusta, ¿bien? —replicó con desdén y cierto retorcijón febril a la altura de su estómago. Ya comenzaba a sentirse extremadamente intranquilo y mareado con la situación.

—Entonces una última cosa… —le dijo— es la más importante de todas. Y con eso sabrás si de verdad estás enamorado, o si solo estás confundido.

Naruto juró que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento y sus manos sudaban ante la sentencia que cambiaría todo para él. Nunca estuvo tan nervioso, ni cuando entregaban las notas finales o cuando quedaban solo unos segundos para cerrar un partido de fútbol.

La espera fue demasiado larga para su precaria paciencia. Shikamaru tomó aire antes de hablar.

—Mientras me escuchabas… ¿pensabas en esa persona?

El mundo se le cayó encima, con todo el peso aplastante que le hizo marañas la cabeza. El alma se le salió del cuerpo. Los pájaros dejaron de cantar, el mundo dejó de girar y Naruto sintió que era succionado por un ente poderoso al fin del inframundo ante la realización de sus sentimientos.

Se puso de pie rápidamente, con tanta torpeza que trastabilló y tropezó con la silla. Tiró el libro contra la mesa y se despidió con una mueca malforme.

—Tengo que irme, gracias por todo, Shikamaru, ¡eres el mejor, dattebayo!

Shikamaru le miró partir y negó suavemente. Naruto era demasiado idiota como para tardar en darse cuenta de sus sentimientos, sean por quien fueran estos, aunque nadie necesitaba tener el coeficiente intelectual digno de un genio para sospechar quién era el causante de tantas revoluciones.

 

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Necesitaba ver a Sasuke o se iba a morir. Tenía que mirar su cara y comprobar lo que acababa de descubrir o definitivamente se iba a morir, y es que eso no podía estar pasando. No a él. No a su amistad.

Seguramente solo estaba confundiendo las cosas. La emoción de besarle solo hacía un lío enredando nidos de pájaro en su cabeza sobre el lazo de amistad que tenían, nada más que eso.

Sí, solo era eso. Estaba confundido.

Pero aún así no podía dejar de pensar en otra cosa, no podía dejar de notar que la palabra enamorado calzaba perfectamente con lo que toda la vida había sentido por él, porque muchas veces pensaba que estar tan apegado a Sasuke y quererle por encima del resto del mundo no era solo por haberse conocido en pañales, si no por él mismo, por lo que él es, por lo que toda su inmaculada humanidad representa en su vida. A Naruto no le revoloteaba algo en la panza cuando veía a Shikamaru o a Neji, ni siquiera cuando veía a Sakura o Ino. A él le revoloteaba la panza cuando Sasuke hacía algo que secretamente le resultaba encantador. Siempre fue así. Incluso hubo un tiempo, cuando eran pequeñitos en el jardín, que Naruto odiaba la idea de que alguien más se robara la amistad de Sasuke, entonces peleaba con todos los niños, porque Sasuke era su amigo y de nadie más. Pero Naruto siempre fue sociable, entonces él sí podía rodearse de otros niños incluso si Sasuke refunfuñaba. Y si Sasuke le hacía berrinches se sentía culpable, entonces se apartaba de todos e iba a jugar con él al otro extremo de la piscina de arena donde nadie los molestaba.

Suspiró aliviado al darse cuenta de que afortunadamente ya no eran niños de cinco años haciendo esas tonterías tan ridículas pero esas anécdotas solo eran cosa de los dos y quedarían en sus memorias donde nadie podría burlarse de ellas.

Entonces, determinado a desenmarañar por fin la naturaleza real de los sentimientos por su amigo de toda la vida, sus piernas se apoderaron de su voluntad y cuando quiso darse cuenta ya estaba en el vecindario del conjunto de apartamentos donde vivían los Uchiha. Y cuando giró la cuadra pertinente, se exaltó al chocar con algo, o más bien con alguien que venía saliendo del local de panadería de la esquina.

—¿Naruto-kun?

Itachi no parecía sorprendido de verle, aunque su presencia fue inesperada.

—Hola —saludó a secas, más por reacción tardía y no sabía qué decirle. —¡Ah, qué bueno que te veo! No te había dicho, el pie de calabaza del otro día estaba delicioso, gracias.

El mayor le sonrió con amabilidad y negó con un sutil movimiento.

—No ha sido nada —le dijo— ¿vienes a ver a Sasuke?

—¿A Sasuke? ¡Claro que no! ¿Por qué querría YO ver a Sasuke, dattebayo? —rió nerviosamente, con una carcajada exagerada. Itachi arqueó una ceja con cierta sospecha.

—Estás en nuestro vecindario y tú vives en la otra calle —espetó lo evidente.

Naruto quiso enterrar la cabeza como un avestruz en alguna parte del pavimento.

—Jé… verdad que sí, eh. Solo venía por, uhm… —alzó la vista hacia la panadería, con el mismo logo del paquete que traía Itachi en la mano— venía por panes.

Itachi quiso decirle que el vecindario estaba lleno de panaderías y que sabía de sobra que su cuadra estaba repleta de varias más y bastante buenas, pero no quiso ponerle en aprietos.

—De todos modos, Sasuke está conm-

Y no pudo terminar de hablar. Justo en ese momento, Sasuke venía con sus propios paquetes saliendo del local. Él tampoco se sorprendió por ver a Naruto. Encontrárselo en las calles era, literalmente, el pan de cada día.

—Ya que estás aquí, deberías ayudarnos con esto —Sasuke extendió una de sus bolsas hacia el rubio que no hizo más que mirarle anonadado.

Sí, estaba perdido, muy perdido.

Bastante jodido.

Sasuke solo observó en silencio, con confusión y su brazo estirado aquella expresión que jamás en sus años de vida le había conocido a Naruto.

Y fue allí, en ese instante, viendo su cara bajo el tenue sol del atardecer de otoño, que el universo se le redujo a una sola cosa: se dio cuenta de que no creía estar enamorado de Sasuke por la novedosa emoción de besar. Se dio cuenta de que fue estar enamorado de Sasuke lo que le llevó a besarle.

Y a querer seguir haciéndolo.

Ni una palabra salió de su boca. Sus piernas fueron mucho más rápidas. Desapareció de la escena a la velocidad de un rayo, dejando a los hermanos mirándose con claro desconcierto por la inusual actitud.

 

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Detestaba tener que admitirlo, pero estaba preocupado.

Quizás porque la extraña e inexplicable reacción de Naruto la tarde anterior le dejó descolocado y el hecho de que no le hubiese llamado en lo que quedó del día era otro aliciente a sus dudas. Se dijo a sí mismo que estaba exagerando. Solo estaba mal acostumbrado a que Naruto estuviera haciendo su vida insoportable llamándole constantemente solo para contarle memeces.

Entonces, si solo estaba exagerando, ¿por qué ahora estaba en el vecindario de los Uzumaki, un domingo por la tarde que bien podría estar usando para descansar antes del regreso a clases?

Él solo llegó allí por casualidad. La bicicleta se le movió sola.

Sí, claro.

Alzó la vista cuando llegó al conjunto donde vivía Naruto. Piso número siete. Entonces identificó con su afilada vista de halcón la cabellera dorada. Naruto estaba sentado en el balcón, echado en una silla inflable mientras los audífonos se conectaban a sus oídos. Tenía la cabeza colgando hacia atrás, probablemente estaría durmiendo o eso pensó.

Sasuke se sobrecogió ante el pensamiento que tuvo. Mirándole desde abajo, alzando la mirada varios metros arriba, Naruto se asemejaba al sol. Podía camuflarse con el otoño. Naruto era naranja, muy naranja, en todo aspecto, pero también era muy brillante. Por algún motivo nada de eso le molestaba a sus ojos que siempre buscaban el sosiego brindado por los colores más fríos.

Naruto era exactamente todo lo opuesto a lo que estaba acostumbrado y eso le calentaba la vida como ninguna otra cosa. A veces odiaba que fuera así, porque con la furia de un huracán, ese loco hiperactivo arrasaba con todas sus corazas, las atravesaba sin dificultad una a una hasta colarse hondo e invadir cada espacio como un virus.

Tratando de alejar el absurdo de sus cavilaciones, se sacó el celular del bolsillo y marcó el primer nombre de la lista del registro. Inmediatamente, el rubio se sobresaltó cuando sintió su móvil vibrar y miró atentamente la pantalla. Sasuke estaba seguro de que contestaría al instante como siempre hacía.

Pero qué equivocado estaba.

Naruto cortó la llamada antes de contestar. Y Sasuke no podía creerlo.

Incrédulo quiso suponer que se trataba de un error, así que volvió a marcar.

Y Naruto volvió a colgar.

Un tic le vibró en la ceja izquierda.

La tercera vez que llamó, el celular de Naruto estaba apagado.

Y eso fue suficiente para Sasuke.

Estaba demasiado molesto, ofendido, iracundo, exacerbado, fúrico y todos los sinónimos que pudieran existir en el diccionario y que en ese momento no podía procesar.

Así que con una fuerza que desconocía en sus piernas, pedaleó rápidamente lejos de allí.

 

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Decir que el lunes fue incómodo es poco. Sasuke no se dignó a mirar a Naruto durante toda la jornada, pero Naruto no hizo mayor esfuerzo por acercarse. Estaba demasiado nervioso con el descubrimiento de sus sentimientos para hacerlo.

—Estuve llamándote —le dijo Sasuke a secas, cuando el rubio, por cortesía, le hubo preguntado cómo estaba poco antes de que el timbre que anunciaba el descanso sonara.

—Ah, sí… creo que tenía el celular apagado, dattebayo. Lamento eso.

Sasuke no quiso seguir escuchando más.

Durante el receso se sentaron juntos con el resto de los muchachos pero ninguno se dirigió la palabra directamente. Nadie lo vio como algo fuera de lo común, siendo que era bastante habitual entre los dos tener rencillas que en ocasiones volvían el ambiente tenso pero en el lapso de unas horas se volvía a solucionar.

El problema es que esta rencilla no duró unas cuantas horas, si no días, hasta transformarse en un par de semanas.

El momento en que más se notó la ruptura fue cuando ambos buscaban cualquier excusa para evadirse a la hora de la salida y no tener que regresar juntos a casa. Naruto incluso fingía tener entrenamientos extra para permanecer unas cuantas horas más dentro del instituto y Sasuke hacía lo mismo, justificándose con sus olimpiadas. A veces descubrían que el otro mentía cuando se tropezaban accidentalmente en algún punto y eso sólo aumentó la tensión entre los dos, volviendo la convivencia en el mismo salón algo insoportable.

Dolorosamente insoportable.

Naruto no sabía cómo abordar a Sasuke, y Sasuke seguía molesto por todo. Incluso si no sabía qué era ese todo.

Lo peor era que ninguno de los dos entendía por qué estaban tan distanciados cuando la relación entre los dos iba mejor que nunca, o eso querían pensar. Naruto creyó que Sasuke tuvo razón cuando advirtió que jugar a besarse sería una pésima idea. De no haber insistido con eso, ahora no tendría el peso de sus sentimientos en la espalda porque no se habría dado cuenta de ellos y ahora no estaría tan confundido sobre cómo tratar a Sasuke, o qué decirle, o qué hacer, cuando se estaba muriendo de ganas por confesarle lo que sentía.

Y estaba seguro de que sería rechazado.

Entonces allí la amistad sí se echaría a perder irreparablemente.

La sola idea le agobiaba tanto que no podía respirar.

Cuando Sasuke dejó de sentarse junto al grupo, Naruto supo que tenía que hacer al respecto, pero no tenía idea de qué. Los muchachos constantemente le preguntaban por qué de la nada se estaban apartando tanto, pero él no tenía respuesta alguna para ello, y es que de todos modos el temor de ser juzgado estaba presente. ¿Cómo iba a decirle que ha estado besando a Sasuke en secreto todo este tiempo y se descubrió enamorado de su mejor amigo, que también es un chico? Imposible.

Por su parte, Sasuke estaba dubitativo y ausente en todos los aspectos que podría estar ausente un ser humano. Trataba de enfocarse en las actividades que le eran asignadas para la competencia, pero con dificultad apenas conseguía hilar dos ideas juntas. Eso le frustraba más. Él no era así, este no era él, pero estaba extrañando tanto a Naruto y al mismo tiempo estaba tan molesto con él y era aún más aterrador darse cuenta de que realmente su enojo no era con su amigo sino consigo mismo.

Sabía que en realidad no es que hubiera hecho mal, porque todo fue consentimiento mutuo. Aquel sábado sólo durmieron juntos pero no era la primera vez, aunque los besos y las caricias subieron de tono. Tal vez Naruto se estaba sintiendo incómodo con todo esto, y él también lo estaba, pero su incomodidad radica en el hecho de tener que desentrañar el enamoramiento oculto que enterró por tantos años y que se negaba a reconocer hasta el día de hoy. Hasta la fecha había podido vivir con esos sentimientos porque no los consideraba relevantes o útiles ni mucho menos beneficiosos para su amistad, que era mucho más importante para él que cualquier necedad juvenil. Sentir que Naruto le gustaba nunca fue algo que le perturbara o le molestara. Pero ahora… esto era muy distinto.

Ya no podía hacer a un lado lo que sentía, definitivamente ya no, porque la barrera estaba rota y ellos ya han cruzado la línea. Era difícil mirarle a la cara porque estaba seguro de que Naruto en cualquier momento se daría cuenta de lo enamorado que estaba con solo mirarle a los ojos. Estaba tan poco acostumbrado a expresar sus sentimientos, que ahora que los tenía a flote lloviéndole como nubecita negra sobre la cabeza, era como si se hubiera puesto un cartel en la frente de “me gusta Naruto” que todos podían leer abiertamente e incluso se imaginaba a la gente a su alrededor señalándole y burlándose de su desgracia.

Desde luego esas paranoias habitaban únicamente en su imaginación.

Pero no quería perder su amistad, y no tenía idea de cómo abordar las cosas. En las riñas infantiles que tenían los acercamientos entre los dos eran naturales. Las pocas peleas serias que tuvieron, siempre fueron solucionadas porque Naruto era tan impaciente que era él quien le buscaba para reparar las cosas, pero en esta ocasión su amigo no parecía tener intención alguna de aproximarse y por el contrario, estaba seguro de que le estaba huyendo a la situación.

Tampoco sabía a quién pedirle consejos. Sus amigos no eran una opción, porque ellos eran más amigos de Naruto que suyos y porque todavía valoraba un poco su dignidad. Itachi podría ser una buena idea, pero se avergonzaba tanto ante el pensamiento de revelarle lo que estaba pasando que prefería morderse la lengua. Y orgulloso y altivo como siempre, decidió que nadie más que él mismo podría resolver esta situación.

 

 

El reloj marcó las seis de la tarde cuando su sesión con el grupo de competencia terminó. Cuando estuvo dispuesto a marcharse a casa, la silueta de Naruto en su uniforme deportivo llamó su atención a través del pasillo que dirigía al campo de entrenamiento. Fue un impulso inexplicable lo que le arremetió y sin darse cuenta siguió los pasos de su amigo con distancia prudente. Se le hizo extraño, después de todo sabía que las prácticas del equipo de fútbol terminaban un par de horas antes que la suya.

No pasó desapercibido para él el estado de Naruto, que lucía un tanto sucio y magullado, seguramente por las caídas en medio del ejercicio. Sasuke siempre le decía que tuviera cuidado, pero Naruto era demasiado bruto físicamente como para controlar su euforia en el juego.

Sasuke se sentó en silencio en una de las gradas cuando Naruto se detuvo frente a la arquería al llegar a la cancha. Todavía no notaba su presencia. Estaba tan absorto en sus pensamientos, con el rostro compungido y el aura de ansiedad manifestándosele en cada rincón.

Tiró el balón contra el suelo y sin protocolo ni cuidado alguno lo pateó con toda su fuerza, gruñendo en la más pura frustración. El balón golpeó la malla del arco, rebotando en el proceso y regresando a su dueño con la misma furia. Naruto volvió a alzar la pierna sin cohibirse ni escatimar en la energía de cada golpe que hacía eco por el solitario campo, levantando parte de la grama y la tierra en el proceso. Ignoró también las gotas de lluvia que se precipitaron sobre él, al principio gentiles y frescas. No pasó demasiado para que la llovizna se convirtiera en una copiosa caída de gruesas gotas encharcando todo a su paso, lo suficiente para enlodarse cada vez que pateaba la pelota.

En algún momento, tratando de liberarse de toda la carga emocional que le acongojaba, tomó el balón con sus manos y lo lanzó contra el arco con tanto coraje que este retornó a él con más velocidad de la prevista. Se encogió sobre sí mismo cuando logró atraparlo entre sus brazos. Se irguió para seguir con su tortuosa rutina de reprocharse todas las malas decisiones de su vida, y fue cuando se dio cuenta de que Sasuke estaba ahora parado a cierta distancia de él con un paraguas cubriéndole protectoramente del agua.

Naruto dejó caer el balón y Sasuke caminó despacio hasta acortar la distancia en silencio.

—Vas a resfriarte —fue lo primero que se le ocurrió decirle. Naruto sonrió con cierta amargura. Sasuke siempre estaba regañándole por todo y eso era… era lo más adorable del mundo.

—Lo lamento. Por todo —se animó a decir con la lengua más rápida de lo que pudo conectar el cerebro para modular algo mucho más decente.

Sasuke envolvió con más ahínco su mano alrededor del mango del paraguas. Naruto estaba empapado de pies a cabeza y parecía no importarle.

—¿No te lo dije? —agregó— que esto era una pésima idea.

—Tenías razón —concordó, pretendiendo ignorar el nudo que ataba asfixiante algo en su corazón ante esas palabras—. Odio que siempre tienes razón. O casi siempre.

—¿Cuándo no he tenido razón en algo, idiota? —Sasuke no sabía en dónde dejar su mirada. Definitivamente, verle a los ojos era muy difícil.

—Tsk —chasqueó la lengua, intentando reír aunque solo fue por un momento tan breve que sintió pena de sí mismo—. No quiero perderte.

Y esta vez, Sasuke sí le miró, y allí entendió cuando la gente hablaba de mariposas en el estómago.

—Nuestra amistad, me refiero —se apresuró a corregir, frotándose las manos nerviosamente mientras su risa delataba lo dubitativo que estaba—, eres mi mejor amigo, después de todo.

—También eres mi mejor amigo —dijo—, el único en realidad.

—¿Entonces… —dejó la pregunta en el aire, dando un par de pasos hacia el frente para encararle. Sasuke intentó sostenerle la mirada y algo se le deshizo por dentro— estamos bien ahora? ¿Podemos ser los mismos amigos de siempre?

Aquellas palabras fueron más difíciles de pronunciar para Naruto de lo que quiso reconocer. Él no deseaba seguir siendo los amigos de siempre. En su interior todo le estaba gritando que le pidiera intentar algo más, que no tenían nada que perder, que su amistad era tan fuerte que incluso algo como eso no les iba a separar y que por el contrario esta sería una oportunidad para probar algo nuevo juntos. Pero estaba tan convencido de que Sasuke le rechazaría y que lo más probable era que pusiera una barrera distante entre los dos para evitar que Naruto siguiera enamorándose de él. No quería arriesgarse a perderlo todo solo por una ilusión ambiciosa de su parte.

—Sí —contestó, cerrando sus ojos por un breve momento para tomar fuerzas y poder enfrentar al rubio—, estamos bien.

Y Sasuke quiso decirle que no, que no estaba bien, que solo existía una persona en todo el universo que podría causar en él ganas de tener algo más allá de una amistad, que quería experimentar con él todas esas locuras que a Naruto se le ocurrían porque en el fondo también las deseaba. Quiso tomar su mano y decirle que no estaba mal si eran algo más, pero tuvo que callarse. Sasuke nunca fue alguien imprudente o impulsivo, y su lazo más importante estaba en juego… no podía permitirse echarlo todo por la borda por un deseo reprimido en su corazón.

Cuando Naruto le sonrió, una parte de su mundo se iluminó y la otra, que siempre estuvo escondida, volvió a apagarse.

—Fue divertido —y Sasuke se maldijo porque no supo en qué momento de su boca salió algo como eso—, espero que hayas aprendido lo suficiente.

Y, maldita sea, ahí iba otra vez. Tendría que hacerse un exorcismo de lo que sea que le hubiera poseído esa tarde. Tal vez la lluvia traía consigo algún maligno virus que se le coló en los pulmones y por eso estaba diciendo tantas tonterías.

—Sí, sí, fue divertido —Naruto se echó a reír pero quiso ser devorado por la lluvia. Ahogarse no sonaba tan fatalista y por el contrario, la idea le tentaba.

Probablemente tendría que hacerse el mismo exorcismo de Sasuke en el momento en que se le ocurrió seguir hablando.

—Pero… —prosiguió, y ambos se miraron a los ojos— ¿recuerdas mi lista?

Sasuke levantó la vista al cielo por un momento y alcanzó a ver las gruesas gotas que caían, sin retirarse demasiado el paraguas. Volvió a mirar a Naruto.

—Dijiste que… —hizo una pausa cautelosa, tratando de adivinar en esos ojos azules si iba por el camino correcto— que querías besar bajo la lluvia.

Naruto asintió y dio un par de golpecitos sobre el pasto mojado con el talón, intentando distraerse.

—Una última vez no…

—Una última vez —repitió Sasuke— no haría gran diferencia.

—No, definitivamente no —concordó Naruto, la impaciencia reflejada en sus iris azules. Sasuke le miraba igual, pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso.

—Naruto…

Aquel murmullo fue suficiente. El paraguas de Sasuke cayó a un lado y sus brazos envolvieron el cuerpo ajeno cuando Naruto se abalanzó contra él para rodearle con el mismo ímpetu, con la pasión de cada día en que hubo extrañado su cercanía. El beso supo a lluvia, a necesidad, a me gustas mucho, me gustas tanto, te quiero tanto, que ninguno de los dos se atrevió a decir esa noche. Sus labios se buscaron con frenesí, con la dulzura del primer amor, con la ternura de dos adolescentes temerosos de arruinar una amistad pero aún así no podían contener toda la oleada de intensas emociones que se despertaban cuando estaban juntos.

A Sasuke no le importó embarrarse su siempre pulcro uniforme con el barro que traía el de Naruto. A Naruto menos le importó cuando ambos se deslizaron en brazos del otro hasta caer suavemente arrodillados sobre el pasto. Se acariciaban la espalda, los brazos, las mejillas, el pelo, mientras trataban de saciar la imperiosa necesidad de fundir sus bocas en una, en esa danza de besos interminables que se mezclaban con mordiditas y succiones cariñosas, y unas tantas más fervorosas porque el éxtasis era demasiado de controlar.

Si esa iba a ser la última vez entonces estaban dispuestos a llevarse el mejor recuerdo del sabor ajeno. Querían grabarse y rememorarse. Naruto soñó con alimentarse del recuerdo de esos labios para apaciguar sus ansias en cualquier momento en que se sintiera débil por su mejor amigo. Sasuke estaba determinado a conservar este instante en su memoria, donde nadie pudiera arrebatárselo. Naruto era lo mejor que le había pasado en la vida.

Agitados, tomaron distancia apenas para poder verse. Naruto acariciaba sus mejillas y Sasuke deslizaba sus dedos entre las empapadas hebras doradas a la altura de su nuca. Naruto sonrió como no lo había hecho en días y Sasuke sintió alivio en su corazón.

Ambos se levantaron y si tomaron el camino más largo para ir a casa, caminando bajo la lluvia torrencial, no fue una coincidencia. Tenían que reponer los días perdidos y reprocharse algunas cosas solo por molestarse mutuamente, por ejemplo.

 

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.

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—¿Cómo se lo vamos a decir a Sasuke?

Itachi miraba a su padre con toda la seriedad pertinente. Mikoto también se enfocó en su esposo. Los tres estaban reunidos en la cocina mientras la mujer preparaba la cena.

—Con toda la honestidad, Itachi —respondió como si no fuera el gran misterio—, él es un chico muy inteligente y maduro para su edad, estoy seguro de que lo entenderá.

—Aún así —refutó el menor—, solo le queda un año para terminar. No podemos solo sacarlo de su zona de confort y hacer que se gradúe en otro instituto, en una ciudad que no es la suya, con gente que apenas conoce.

—Los conocerá durante el año que esté allí. Y no será tan malo. Se acercará a nuevas personas, que es lo importante.

—Usted sabe que Sasuke no es precisamente del tipo que se adapte a los grandes cambios.

—Tendrá que hacerlo. No puedo renunciar a esta propuesta de trabajo. Llevar a Sasuke a Kyoto es una gran oportunidad para todos, incluso para él mismo.

Mikoto solo observaba la serena discusión entre ambos. Quería intervenir, pero sabía que en esta decisión no tenía demasiado voto. Fugaku había firmado un contrato para administrar la nueva sede de la empresa para la que ha trabajado por tantos años y en consecuencia tendrían que mudarse a Kyoto. Dejar abandonada a su familia en Tokio no le apetecía en lo absoluto, sobretodo cuando la prioridad del trabajo era mucho más importante que el capricho de Itachi de hacer que Sasuke se gradúe con sus compañeros de toda la vida.

Vale, tal vez no era un capricho. Fugaku podía entender que todos los adolescentes querrían pasar sus últimos días escolares con los amigos con los que siempre compartieron y no es que le hiciera feliz o no le importara arrancar a su hijo menor de todo su núcleo, pero a veces las decisiones importantes traían sacrificios importantes.

—Sasuke podría cuidarse por sí mismo. Solo le queda un año por terminar. Después de eso él podría independizarse con mi ayuda —sugirió Itachi.

—Sé muy bien que Sasuke podría cuidarse por sí mismo —concordó Fugaku— pero no es lo mejor. Esta ciudad es muy peligrosa para un muchacho solo. Y tú pronto empezarás con los viajes de tu proyecto universitario así que no podrás cuidarle en nuestra ausencia.

—Entonces hablemos con los Uzumaki —añadió, con insistencia atípica en él. Pero se trataba de su hermano menor después de todo y no podían tomar decisiones precipitadas que le afectaran—. Podríamos pagarles algo mensualmente por los gastos de Sasuke. Estoy seguro de que no se negarían.

—Jamás molestaría a nuestros amigos cercanos con una petición como esa —se negó rotundamente.

Mikoto puso una mano en el hombro de su esposo, que le miró con cierta duda.

—Podríamos pensarlo todo con calma, cariño.

Tan sumidos estaban en la conversación que no escucharon la puerta abrirse. Sasuke había heredado la característica más Uchiha de todas: era sumamente silente y nunca se hacía notar. Por eso cuando le vieron detenido en el umbral de la cocina, escurriendo agua de pies a cabeza después de haberse empapado todo el camino de vuelta a casa, todos se paralizaron por un momento.

—¿Qué es lo que hay que pensar con calma? —Cuestionó, y la intuición le dijo que algo iba muy mal.

Y no estaba equivocado.

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leer! Ha sido muy bonito el amor que le dieron a lo que empezó como one-shot, así que espero que la continuación les guste. Muy sinceramente les digo que me moría de ganas por algo lleno de cliché adolescente.

La escena del karaoke me dio mucho cringe a mí misma de escribir pero sentí que sería divertido para ellos. De cualquier modo, pensé en muchas canciones que se adaptaran a ellos. Mi idea principal para la canción gringa-noventera era una de Mandy Moore, pero luego recordé que estos son niños de 16 así que la música de la niñez de ellos vendrá siendo por allí del 2010 más o menos. Y me sentí vieja, muy vieja, con mis +20-tantos. 

Entonces me acordé de que One Direction existe y que todos tenemos gustos musicales culposos y Sasuke no es la excepción. Esas canciones en nuestro reproductor que no queremos que nadie vea pero que gozamos en secreto(?) Y la del ending 2 de Shippuden... no podía no usarla. Esa es LA canción de ellos. 

Mi objetivo, sueño, anhelo y plan es publicar el capítulo Winter sonata el 10 de octubre, para el cumpleaños de Naruto (aunque el capítulo nada tenga que ver pero es mi regalo virtual), pero no prometo nada, quizás me den ataques de locura como esta semana y pueda actualizar antes (o después). 

Y como siempre, me extiendo mucho, así que me despido aquí, reiterando mis agradecimientos por leer este pedacito de mí que les traigo.

¡Saludos y feliz semana!


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