Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

'OP. Musical Kov {LawZo} por amourtenttia

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

DISCO CERO. TRACK 02. "YOUR SONG" - LAW

 

.

.

.

"Y puedes decirle a todos que esta es tu canción.
Puede que sea una muy sencilla, pero está hecha.
Espero no te importe que lo diga con estas palabras...
Qué maravilloso es la vida, cuando estás en este mundo"
 
DISCO CERO. TRACK 02 - LAW
 
 
 
 
 


 
Observó el documento delante suyo a la vez que una ceja se alzaba sin poder evitarlo. Frente de él, su guardián le miraba con total calma. Envuelto en el enorme abrigo color rojo sangre, los rubios cabellos que se mezclaban con las plumeas de su traje brillaban especialmente bajo la luz del sol de abril. El menor continuó frunciendo el ceño por todavía más minutos de lo que consideraba necesario, por lo que la imponente figura finalmente dejó escapar una sencilla oración:


—Cuando me pediste "hacerme cargo", supuse que tenía libre elección...

El más joven le mira con cierto recelo, rueda los ojos, y vuelve de nuevo la atención a los falsos documentos que su ángel personal se dignó a traerle.

Ciertamente él falló en darle algún tipo de pista sobre la nueva identidad que quería adoptar, así que no podía decir que fuese todo su culpa. Sin embargo, vaya que pensó que tratándose de un adulto responsable y sensato, al menos podría confiarle elegir un nombre aceptable. Cualquier cosa mínimamente decente. ¿Pero ésto?

—¿Qué clase de nombre es "Gurrie Cori", para empezar?—pronuncia finalmente Trafalgar Law, con una expresión cansada.


Ha intentado seriamente descubrir el origen de semejante barbaridad, pero ni siquiera puede comenzar a descifrar qué demonios pasaba por la mente de su tutor para escoger aquello, y menos en qué momento es que llegó a semejante idea. ¿Habría sido antes o después de que le hiciera el peculiar pedido?

—Gurrie me gusta... No hay mucha más razón que esa... Y Cori... Bueno... Esa sí tiene una bonita historia detrás...

—Muero por escucharla, viejo... Realmente el interés me mata—ironiza el moreno, apartando la mirada del rubio, quien le sonreía con bastante satisfacción.


—Sabes que te quiero como un hijo... —comenzó, solemne

—Sí, sí... Guárdatelo. No quiero que te pongas a llorar de nuevo.

—Eres tan cruel a veces, Law... No te eduqué para comportarte de esta manera.

El menor le ignoró.

—Mi punto es... Debido a que habría sido estúpido usar mi nombre para ti cuando tu idea es desaparecer, decidí que al menos llevaras algo mío... Me abandonarás a mí también, después de todo... Quiero que me recuerdes diariamente.


Entonces pudo entenderlo. Bufó con fuerza.


—¿Y que me digan un intento de tu nombre apenas fue tu mejor idea? Eres verdaderamente un genio, Cora-san...


¡AH! ¡Hacía tanto que no me decías así! —exclamó emocionado el rubio, mientras que Law solo atinaba a suspirar.

Por supuesto habían pasado meses, no, años desde que usara el peculiar mote que le colocó a tierna edad. Cuando le conoció era un crío de menos de 10 años, fácil que tuviera esas grandiosas ideas pre-pubertas de ir por allí poniendo nombres estúpidos. Suerte que le pasó el gusto el año siguiente, porque era ya bastante vergonzoso que la actitud de su niñero particular fuese tan efusiva como para agregarle que él, ¡él, quien era el adulto realmente!, le llamara de aquel modo tan lamentable.


Corazón era un hombre de casi 40 años de edad en el momento en que su madre los presentó. En aquel entonces, ella había estado buscando distintas opiniones en cuanto a médicos que pudiesen tratar a su padre, y, entre tantas personas, uno de quienes fue recomendado fue precisamente el rubio que se encontraba ahora a un lado suyo, casi 10 años después. No, aunque pareciera a veces, no tenía ningún tipo de estudio relacionado con el área médica, de salud, ni similares... Pero cuando se trataba de conseguir cosas, era el tipo de persona con el cual debes acudir. Porque Doquixote "Corazón" Rosinante , siguiendo la tradición de su familia, se trataba de un hombre bastante poderoso, con una lista casi infinita de recursos. ¿Necesitabas ayuda, y podías pagar? Sabías perfecto a quien llamar.


Contrario a su hermano mayor, quien construyese un imperio criminal a base de cuerpos apilados uno sobre otro —aunque actualmente se rumoreaba que se había retirado definitivamente del negocio, hecho que Law no creía—, el menor de la familia se permitió formar una red de información tan amplia y poderosa solo a base de un oído perfecto y una atención al detalle que cualquier otra profesión envidiaría. Nadie podía guardar un secreto mejor que él... Y nadie podía esconderle nada a la vez, si es que él quería saber.


Luego del accidente que terminase definitivamente con la prometedora carrera del grupo de música más conocido de los últimos 20 años, su madre decidió invertir la fortuna que había recolectado durante sus años en la cima de la industria en volverse invisible. Tanto ella, como su esposo. Y, más especialmente, su único hijo. Según Trafalgar sabía, era hasta probable que la mitad de quienes continuaban preguntándose sobre el paradero del dúo de oro desconociera totalmente su existencia. Pero incluso si tenía tanta seguridad en que nadie sabía quién era, de cualquier manera no se permitía arriesgar a su madre de ningún modo posible. Es por ello que decidió acudir por su ayuda.


Cuando finalmente regresó el tan esperado silencio, Trafalgar no se sorprendió de que acariciara su cabeza con calma, mientras le sonreía de manera conciliadora. Siempre era de esta manera... Nadie podía entenderlo mejor que este rubio.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Law? Sabes que te ayudaré si realmente lo deseas pero... Tu madre... Ella no será feliz si te vas de esta manera...

El menor no se movió, ni le miró tampoco. Su vista clavada en el suelo delante de ambos.

—Madre se ha rendido ya... Yo no puedo hacerlo...

—Estarás cometiendo un delito, con un cambio de identidad o no—le recuerda con calma el rubio, apuntando lo obvio, su cabeza se inclina ligeramente a la cama a un lado suyo— No es como que él pueda decir que te lo pidió, ¿sabes?

—Es mi padre. Es mi derecho decidir si él es incapaz de hacerlo... —rebate Law, molesto.

—Tu madre es quien goza de ese derecho, Trafalgar... Llevándotelo de esta manera... —el mayor suspiró antes de continuar aquella oración, suspiró audiblemente mientras que su mirada se volvía hasta el hombre que continuaba descansado en la cama.

Cuando la morena le buscó con esperanzas, él nunca se esperó que 10 años después estaría siendo él mismo quien intentaría arrebatar ésta del hijo del mismo hombre que, en ese entonces, tenía algo más de oportunidad. El hombre acostado allí había perdido la cabeza al encontrarse sin voz luego de semanas inconsciente... Y ni todo el dinero del mundo pudo salvar sus cuerdas. El que su esposa decidiera confiar en las personas equivocas pese a las advertencias de Rosinante era lamentable... Mudo para siempre era mejor que ésto, definitivamente.

Tenía dos años enteros en el estado en que estaba ahora. Coma. La muerte que no te lleva a ningún lado, y que, irónicamente, sí que mata a quienes están a tu alrededor, a quienes más te quieren... Rosinante no deseaba tan final para nadie de su sangre. La muerte tenía que ser mejor que eso.


—Es peligroso mantener esperanzas... Si él nunca despierta, habrás dejado que tu vida y la de tu madre fuesen más complicadas de lo que ya son solo por un capricho... ¿Podrás vivir con ese tipo de remordimientos?

—Mi único remordimiento será no hacer esto, Corazón... Si no lucho por él, ¿quién lo hará? Mi tío también se ha rendido, mi madre tardó casi una década... Si yo, su hijo, lo abandona... ¿Quién quedará que se preocupe por él?

Rosinante suspiró.

—Bien... No seguiré insistiendo entonces... Haré los trámites...

Cuando el mayor alcanza la salida, ya le ha dado la espalda al otro, quien igualmente concentra su atención en el enfermo.

—Gracias... —dice, casi en un susurro.

Donquixote sonríe ligeramente, a la vez que finge no oírle. Trafalgar decide acercarse finalmente a la cama, tomando la mano fría entre las suyas. Su corazón se encoge un poco más, como cada vez que realiza esta acción. Deja un beso sobre ésta.


—Estarás bien, padre... Esta vez, yo cuidaré de ti—promete, seguro— Estaremos bien...

Apoyado desde la puerta fuera, el rubio contiene un suspiro rendido. Se aparta para luego caminar hasta la recepción. Su protegido ha decido ya, y él no es quien para detenerlo. Su único arrepentimiento es que no será capaz de advertir a la esposa de Furamo sobre los planes de su vástago.

Renegó para sí mientras firmaba los documentos necesarios. Se metía demasiado, pero no tenía muchas opciones. Conocía al chiquillo desde pequeño, y ni tuvo que amenazarlo. Era mejor que fuese él, y no su hermano.

Ése era su único consuelo.
.
.
.
.
.
.
 
Trafalgar caminaba con la rabia destilando a través de cada poro de su cuerpo. Salió de la habitación que correspondía a su padre mientras que sus ojos enrojecidos por el coraje le impedían mirar más allá de sus narices. No escuchó a las enfermeras llamándolos ni se molestó porque el médico continuara insistiendo en que tenía que decidir pronto. No había manera en que él pudiera hacer algo como eso. Su padre despertaría pronto. Lo había llevado a ese justo lugar por ello. Un lugar donde eran admitidos casos extraordinarios como los suyos, sitios donde se daba algo de tranquilidad a las familias de personas quienes podrían no volver nunca. Pero Furamo no era una de esas personas. Su padre despertaría tarde o temprano. Tenía que hacerlo.


Salió del edificio sin mirar ni siquiera sus propios pasos. Cuando chocó contra una figura al pasar por la calle no se molestó ni en mirar, ni disculparse, o voltear para asegurarse de que la chica estuviese en buen estado.

—¡Eh! ¡Imbécil!

Ignoró deliberadamente el llamado de quien le gritaba con evidente molestia. Deseó alzarle el dedo de en medio, pero no se interesó en hacer eso siquiera. Otras preocupaciones le ocupaban. Había pasado los últimos años de su vida estudiando cuanto podía sobre los problemas de salud que tenía su padre, tanto así que más de una vez su madre, Corazón, e incluso los encargados de su progenitor, le recomendaron encaminarse hacia la carrera de médico. Nunca le interesó. Trafalgar aprendió cuanto sabía ahora porque quería poder entender, quería debatir. Quería tener fundamentos con los cuales negar cualquier opinión que le recomendaba acabar con la vida de su padre. Quería poder decir con total certeza que no era recomendable. Continuó caminando mientras se sumergía entre su propia miseria cuando le escuchó. Volteó la cabeza justo en el momento en que gritos histéricos llenaban el aire. A metros de distancia, reconoció una cabellera color verde. Frunció el ceño cuando su cuerpo reaccionó de manera automática.


Entre más aprendía, más tenía este tipo de descuidos. Nunca ayudaría fácilmente a quien le llamara a los gritos... Pero cuando había una emergencia, el instinto le ganaba. A veces sí que sabía qué hacer, y en ese tipo de momentos, no le interesaba que no fuese un estudiante propiamente dicho. Él sabía y actuaba de acuerdo a ello. Su carrera improvisada le quitó el aliento por apenas segundos. Tan acelerado como estaba ni reparó en que tenía dos noches en vela, ni recordó que ni había desayunado o comido en las últimas 18 horas. Nada de eso le importó. Se abrió paso entre la grupo de curiosos, y los malditos morbosos que comenzaban a documentar el evento. Los mandó a la mierda en un pensamiento que apenas le tomó segundos y pronto se arrodilló a un lado del cuerpo que no dejaba de sangrar.


—¡Tú! ¡El de azul! —llamó a los gritos a un chico que miraba la escena horrorizado, congelado en su sitio, y el teléfono móvil aun en sus manos—¡Llama a una ambulancia!


Y el asustado muchacho le obedeció. Gritó por un buen rato, órdenes escapan de su boca a diestra y siniestra. Era lo que se necesitaba en esos casos. Entre la bola de carroñeros, y los pocos asustadizos sinceramente preocupados, faltaba quien pudiera poner orden. Y Trafalgar estaba encantado de serlo... Si no fuera por lo que era necesario para vivir un momento con ése. Intentó detener el sangrado sin provocar más daño del que había, el destrozo que sufrió la chica era evidente. El moreno no dejaba de cuestionarse cómo carajo había sido posible que recibiera semejante impacto cuando cayó por primera vez en cuenta del hombre arrodillado a un lado suyo que intentaba alcanzar la mano de la peli-rosa. Reconoció el verde en su cabeza. Era lo único que había logrado distinguir a la distancia cuando volteó minutos antes.


Sus manos manchadas de sangre no abandonaron su labor mientras que le observó por el rabillo del ojo, a la vez que su voz le llamaba con insistencia.

—Chico... Chico... ¿Estás bien?

Trafalgar no podía culparlo por ser incapaz de soltar palabra. ¿No eran estas personas las mismas con las que se cruzara antes? No podía asegurarlo... Pero en caso de serlo, qué malditamente pequeño era el mundo de vez en cuando. Escuchó sirenas a lo lejos, y se apartó a regañadientes de ella cuando 20 minutos enteros habían pasado. No tenía sentido seguir intentándolo... Y él no había prestado un juramento aun. Dirigió su atención entonces al cuerpo del otro hombre. Lo obligó a ponerse de pie, pero ni por la rudeza de sus acciones pareció salir del trance en el que estaba.


—¿Duele? ¿Sientes algo? En serio necesito que hables... —dijo, mientras sus manos buscaban cualquier tipo de herida que a primera vista no hubiese notado.

Manchado por sí solo por la sangre de su novia, no debería de importarle demasiado que Trafalgar le dejase todavía más sucio que antes. Palpó a consciencia mientras los paramédicos llegaban. Intercambió una mirada con uno de ellos mientras su mano pasaba por la mano del menor.

—¿Cuánto tiempo...?—inquirió el hombre

—20 minutos... No creo que haya más que hacer...—admite, su mirada regresa al peliverde— Hey... Hey... Di algo...

—B-bonney...

El moreno se siente satisfecho con ello.

—¿Cuál es tu nombre?—inquiere, a la vez que dos hombres levantan el cuerpo ya sin vida

—Zoro...

Trafalgar asiente, mientras que obliga a que le observe. Su atención sigue queriendo irse a la mujer que ahora es transportada dentro de la ambulancia.


—Escucha, Zoro... Necesito que pongas atención... Ella lleva mucho tiempo así... Y te dirán que no harán nada, pero no vas a permitirlo... —dice, rápido, pero con tanta pausa como puede, no será capaz de repetirlo

—Bonney...

—Irás con ella. Y no te separes, ¿de acuerdo? No puedes dejarla sola...

Cuando su atención se pierde de nuevo, Trafalgar lo agarra con más intensidad.

—Zoro... —demanda, con fuerza— Subirás ahí, y les dirás que lucharán hasta el último minuto, ¿oíste?

No hay respuesta.

—¡Zoro! ¿Me escuchaste? Dirás que ella puede lograrlo... ¿Oíste?

—S-sí... Ella... Ella puede hacerlo.

—Bien.

Satisfecho con su resolución, Law lo empuja hasta que alcanzan el vehículo que está por cerrarles el paso. El encargado le mira mal, y él no puede ofenderse por ello. Discuten apenas segundos.

—Él también está herido, ¿no lo ves?—miente con total descaro, pasando una mano por la espalda del mudo chico, cuando su mano bajó para apartarse sintió algo raro, ni siquiera dudó en sacar la caja del bolsillo— ¡Y es su prometido, por supuesto!

Se sintió bastante mal por inmiscuirse a ese grado, pero su sentido de justicia personal le demandó hacer eso y lo que hiciera falta por lograr que le dejaran ir con ella. Cuando le preguntaron directamente el menor no negó, por lo que a regañadientes, finalmente fue admitido también en el vehículo. Los paramédicos cerraban ya las puertas cuando le miraron a la espera.


—¿Tu no...?

—¿¡Por qué coño sigues perdiendo el tiempo!? ¡Váyanse!—rugió alcanzando la puerta, casi azotándola contra la cara del sorprendido muchacho— ¡Yo soy un civil cualquiera! ¡No necesitas ponerlo en la nota!—gritó, mientras escuchaba el motor rugir, al ver que se alejaba con velocidad de él musitó— Estúpido... Esperando que un transeúnte suba también...

Trafalgar sabe que habría sido lo correcto, porque intervino en ello directamente, sin embargo, también es consciente de que no es necesario... Esa chica, Bonney... La causa de muerte no es desconocida para nada. No fue solo el golpe que provocó un sangrado irreparable, sino que el impacto fue demasiado contra el pequeño cuerpo. Si luego se llegase a enterar que el cerebro rebotó entre el cráneo contra el suelo tampoco le sorprendería demasiado. Gruñó para sus adentros al pensarlo. Empezaba a pensar de ese modo que le desagradaba tanto de nuevo... Como si no existiera la esperanza.


Miró su ropa totalmente desarreglada. Suspiró bajo. No es como si antes hubiese estado muy presentable. Molesto, triste y sintiéndose un fracaso, sus pasos le regresaron a la calle por donde vino. No se molestó en ir a su departamento, como originalmente había querido. Ingresó de nuevo al condenado edificio. La resolución escrita en sus ojos.

—Lo he decidido—declaró, en cuanto sus ojos dieron con los de médico, quien abrió la boca para replicar, no le dejó hablar siquiera— No van a desconectarlo...

El mayor le sonrió de manera extraña.

—No será necesario... Su padre ha despertado.
 
.
.
.
.

 
 

Era un hecho verdaderamente sorprendente, si es que podía siquiera permitirse decir algo así. Trafalgar observaba la edificación delante de él con una expresión de ligera desconfianza a la vez que intentaba descifrar que es lo que esperaba encontrar realmente. Un imponente edificio de tamaño considerable se extendía por lo largo y ancho de su visión.

Amplias escaleras abrían paso hasta la entrada de la zona frontal, compuesta mayormente de paredes de cristal, permitiendo a cualquiera darse una idea de lo que había dentro. Un pasillo amplio daba con distintos salones que no debía fallar al predecir se trataban aulas de clase de baile, canto, y distintas disciplinas necesarias para desarrollarse en la industria. Un lugar tan brillante que era imposible que Law no se preguntara momentáneamente cómo era posible que su vida pudiese cambiar tanto en tan pocos meses. Parecía sencillamente surreal.


Caminó por los alrededores, sin atreverse a ingresar todavía. Rodeo la edificación, dando de lleno con el enorme exterior donde se alzaba un gran escenario ahora vacío. Aunque el terreno se encontraba expuesto, el moreno no pudo no notar que algunas cuentas señales estaban dispuestas en distintos sitios advirtiendo del paso exclusivo para los estudiantes de allí. Alzó una ceja apenas, mientras continuaba su paseo. Era aceptable intentar comenzar a conocer el lugar donde planeaba quedarse al menos algún tiempo. Un segundo hogar.


Trafalgar recordaba claramente como unos pocos meses atrás, luego de años de incertidumbre, su padre había despertado de un coma que todos los médicos juraban le llevaría a la muerte. Pese a que las advertencias siempre estuvieron allí, no fue menos sorprenderte darse cuenta de que el hombre que regresó a la vida no era el mismo que les había abandonado a él y  a su madre una década atrás... Oh, bendita mujer. Pensar en ella le provoca un conflicto interno. Por un lado, se reconoce como un hijo malagradecido cuando piensa en que prefirió dejarla sola a abandonar a su padre. Y por el otro le culpa un poco por haberle orillado a tomar esa justa decisión. Si ella hubiese creído en él un poco más, quizá habría sido más sencillo.

Encuentra una única banca completamente vacía a unos metros luego de dar la vuelta. Frente a ésta, queda todavía más campus, y en el edificio delante distingue una enorme marquesina. Asume de inmediato que allí deben anunciar los conciertos que se llevan a cabo en la institución. Se siente bastante sorprendido y satisfecho con ello. Es enorme, llama la atención. Si tiene algo de suerte, quizá un día su nombre esté allí... Descarta la idea de inmediato. Se obliga a olvidar el pensamiento. Él, siendo hijo de ambos, no tiene esa clase de derecho.


"—¡Quiero que te vayas!" recuerda que rugió su padre tras unos pocos días de frustración "—No quiero que termines como yo, ni que decidas irte como tu madre... Quiero un futuro para ti, Law. Uno lejos de ésto"

Trafalgar no recuerda haber llorado nunca más que en ese momento, mientras su padre le abrazaba con fuerza antes de apartarle. Sin importar lo mucho que intentó negarse, lo mucho que suplicó que le dejara quedarse.

"—No dejaré que desperdicies tu vida cuidando a un viejo como yo, hijo... No quiero eso para ti."

El moreno intentó respirar hondo mientras se permitía cerrar los ojos un momento. Empezaba a doler de nuevo. Comenzaba a tener migrañas frecuentes debido a la tensión que le generaban ese tipo de recuerdos.

Abandonó a su madre, y fue obligado a dejar a su padre. Corazón tenía sus propios problemas por culpa de su hermano mayor, y él... Él no tenía a nadie. Buscar a su tío quedó fuera de discusión debido a que estaba en una gira por el mundo, y ni siquiera podía intentar contactarle. Era un desperdicio que siendo tan famoso, Brook continuara siendo tan malo con la tecnología. Tan hecho a la antigua... Eso de decir que era un alma vieja era tan real como broma. Luciendo así de joven siempre...

Escuchó como alguien se sentaba a un lado suyo, concentrado en ocultarse del sol de la tarde bajo el gorro blanco, ni siquiera pudo distinguirlo acercarse. Alzó ligeramente la mirada, observando al recién llegado con cierta molestia. El chico a su lado no pareció interesarse en ello, por lo que su ceja evidenció su irritación. El aspecto verdecido de sus cabellos alborotados le pareció ligeramente familiar.

Ninguno dijo nada en todo el rato en que permanecieron sentados allí. Trafalgar demasiado ensimismado en sus propios motivos para estar allí, a la vez que Roronoa intentaba buscar algún sentido nuevo para su vida.

Así, sin saberlo, lo que tanto buscaban estaban justo a un lado suyo en ese preciso instante... La razón para que Law viajase por dos días enteros a escalas hasta llegar a ese sitio, y el motivo que Zoro quería le diera una razón para volver a cantar de nuevo. Eran completos desconocidos que, sin saber, continuaban buscándose el uno al otro... Uno de ellos más consciente que el otro.
.
.
.
.
 
Roronoa Zoro se encontraba bastante curioso cuando ingresó esa noche al bar que ocasionalmente frecuentaba. Desde la muerte de su novia, se había negado terminantemente acudir a sitios como éstos, donde la música en vivo era tan frecuente. El desastroso resultado del último concierto le dejó un amargo recuerdo donde él terminaba desmayándose luego de presentarse junto con el resto en la que se planeaba fuera la última canción. Ante la emoción del público, Bartolomeo y Cavendish se animaron a cantar una vez más, mientras los más cercanos a él se encargaban de llevarlo al hospital más cercano.


Habían pasado pocos días desde que le dieron de alta a partir de ese evento, y, al recogerlo allí, su padre le comentó las noticias que la directora había hecho llegar a él. Un nuevo alumno ingresaría al instituto cuando iniciara el curso el mes siguiente. El peliverde se sintió traicionado con la idea, sabiendo que el espacio que aquel desconocido venía a ocupar no le pertenecía en lo absoluto, pero, aunque intentó molestarse con él, supo que no había manera en que el nuevo supiera cómo es que una escuela que apenas y podía subsistir podía permitirse el recibirle tan repentinamente. Y debido a que su padre objetó que Iva parecía particularmente interesada en el prometedor talento, Zoro no pudo más que distraerse pensado en ello también.


Ésa era la verdadera razón de que él se encontrara allí esa noche, dos días después de que viera a ese extraño sujeto ocupar el lugar en la banca frente a la marquesina... El lugar que su corazón decía pertenecía a su fallecida novia. Cualquier distracción era aceptable para olvidar la muerte de Bonney.


Como era habitual durante sus visitas, se dirigió a la barra a pedir un trago sin ni siquiera molestarse en prestar más atención al resto de clientes que ocupaban el sitio. Se hundió mejor dentro de la chaqueta que usaba esa noche, y tras recibir su pedido se alejó de allí. Contrario a otras ocasiones, donde procuraba tener el mejor lugar para observar a los intérpretes de la noche, esa oportunidad la dejó totalmente al aire. El lugar más apartado, menos concurrido, y con peor visión fue su destino. Bebió perdiéndose en su propia miseria por un buen rato... Hasta que el ruido a su alrededor fue en aumento. Alguien estaba siendo retado para subir al escenario. Rodó los ojos al reconocer una cabellera de color rojo sangre a la distancia. Otra pobre víctima del orgulloso cantante de su escuela, seguro.


—Estúpido-ya... ¿No fui bastante claro? Hace mucho que no hago algo como esto...


El que su voz fuese alta y clara por que estaba ya delante del escenario provocó que Zoro apenas mirara en esa dirección de nuevo. Tomaría cualquier excusa para distraerse... Especialmente esa voz que le sonó de algún lado.


No supo qué demonios habrá respondido su amigo, cuando el hombre replicaba molesto:


—¡Bien! Pagarás la próxima ronda entonces...


Al ver la silueta caminar directo hasta el enorme teclado dispuesto en el pequeño escenario el peliverde sonrió apenas... Salvo él mismo, y unos pocos alumnos como el pelirrojo, Roronoa no podía decir que conociera muchos pianistas. Intentó agudizar el oído. El refunfuño del inesperado intérprete despertó su interés...


—Menudo imbécil... Retándome a mí, de entre todas las personas...

Le agradó que fuese más orgulloso que el propio Eustass Kid. No fue capaz de reconocer las notas que comenzaron a sonar segundos después...

Entendió automáticamente el estúpido reto que al otro le gustaba armar de tanto en tanto... "Como si fuera realmente tan bueno" recuerda que se quejaba Bonney constantemente al escucharlo alardear sobre el tema.

Le sorprendió gratamente la simpleza de la pieza, y su mirada ya ligeramente nublada por el alcohol no supo dar forma a la figura que continuaba cantando a la distancia. Le agradó su voz... Especialmente cuando pensó que en otras situaciones, los tonos serían bastante diferentes.

No fue particularmente consciente del pensamiento que le siguió.

"No me molestaría escribir de nuevo... Si quien lo canta es él".

Notas finales:

DISCO CERO.
-COMPLETO-

PRÓXIMAMENTE.
CONCIERTO UNO.
TRACK 01.

"TELEPHONE"
IVAN-KOV FT. INAZUMA & LUFFY


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).