Era septiembre, un día nublado en Río de Janeiro, las nubes amenazaba con soltar en llanto lo antes posible, es decir, habría una fuerte tormenta. Era algo extraño, puesto que en Brasil llovía todo el tiempo, aunque muy rara vez se veían tormentas como la que se esperaba para hoy, pero eso no le quitaba la esencia de un lugar tropical para vacaciones de en sueño.
No tardo mucho, un rayo seguido de un fuerte estruendo fue la señal para que las pesadas nubes grises soltaran el gran llanto, gotas de agua caían empapando toda la pintoresca ciudad.
Por las calles se veía gente pasear con sus lindos paraguas, o impermeables sofisticados, llegando a cafeterías cercanas o a sus hogares... a excepción de una mujer, una señora de tez morena, algo mayor para la forma en la que corría, su cabello largo y rizado chocaba bruscamente con su espalda por el moviendo de la mujer.
Agitada, llegó a una pequeña casa de estudiantes, de esas en las que varias jovencitas vivían para concluir sus estudios universitarios. La mujer toco la puerta y una señorita de cabello negro ondulado con ojos café le abrió.
- ¿Aquí vive la señorita Dianely Carvalho? -.
Dentro de la casa se escuchó un grito ahogado en dolor de una mujer. La chica de ojos café solo la miro preocupada asistiendo con la cabeza, apurada entro a la casa cuidada por la chica hacia donde se encontraba traban esos gritos de dolor
- ¡Señorita Dianely tiene que calmarse! -.
- ¡Solo saquéenme a esa niña ahora! - gritaba la joven de cabello peculiarmente verde natural.
Pudo ir a un hospital, dar a luz en manos de un mendigo profesional, aunque la partera no se quedaba atrás, era la mejor de todo Río de Janeiro.
- Muy bien - hablo la partera - Va a tener que cooperar conmigo señorita, su hija está a punto de nacer.
La joven de cabellos verde rodó los ojos al escuchar la palabra "hija" más sin embargo, no tenía opción, era hora de pujar.
Una... dos... tres hora pasaron, las amigas de Dianely estaban preocupadas, todas sabía que el primer parto tardaba demasiado. De repente se escuchó un pequeño llanto en toda la casa. Las muchachas pasaron a elogiar a la pequeña bebé, Dianely la vio, una pequeña niña de cabellos verdes como ella, piel blanca tostada y un muy definido arco de cupido tanto así que parecía un piquito de papagayo, además, sobre su labio superior se marcaban dos lunares hermoso, solo le faltaban las plumas, toda una hermosa periquita había nacido, eso decía la partera.
- Ya nació, ahora llévesela - hablo agotada y molesta la madre.
- Pero, señorita Dianely es una reciban nacida ¡necesita de su madre! - le replicó la partera.
- Yo no quiero a esa niña, no fue conseguida por amor ¡y me dolió demasiado traerla al mundo! yo cumplí, no la aborte como yo quería, le hice caso ahora le toca cumplir - replico la madre.
La partera sin más remedio accedió a cumplir su parte del trato.
En Bahía, ahí tiene un orfanato muy reconocido por tratar bien a los infantes y hacer que los adoptne lo más pronto posible por buenos padres
Esas fueron las palabras de la amiga de ojos café de la madre.15 de septiembre, día de invierno en Río de Janeiro, nació una periquita de cabellos verdes y piel blanca tostada, que ahora iba de camino a Bahía para conseguirle familia.