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Eres mi aire por Naru-chan Uchiha

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Notas del capitulo:

Bueno sin más preambulos aquí conmienza la historia.

– Mamá ¿Vas a ir a trabajar hoy? —Rodé los ojos a mi muy embarazada madre que yacía tendida en su cama, en bragas y sujetador. El embarazo hizo a Ino una aún mayor reina del drama que antes de tener relaciones sexuales sin protección con otro perdedor.

Gimió y se cubrió la cabeza con una almohada. —Me siento muy mal, Naruto. Sólo ve sin mí.

Había visto venir esto a un kilómetro de distancia incluso antes de salir de la escuela. El último día de clases fue ayer, pero en vez de ser capaz de salir y ser un adolescente normal y corriente, Ino esperaba que yo hiciera el dinero.

Era casi como si hubiera planeado que trabajara en su lugar todo el tiempo.

—Mamá, no puedo solo ir a tu trabajo y tomar tu posición. Ellos no estarán bien con que tu hijo doncel de diecisiete años haga tu labor.

Sacó la almohada de la cara y me lanzó la mirada malhumorada que había perfeccionado años atrás. —Naruto, no puedo seguir limpiando la casa con el estómago del tamaño de una pelota de playa. Estoy acalorada y cansada. Necesito que me ayudes. Siempre resuelves las cosas.

Me acerqué al aire acondicionado de la ventana y lo apagué. —Si dejaras de correr el aire por un período continuo a veinte grados, podríamos ser capaces de vivir con menos dinero. ¿Tienes alguna idea de lo mucho que cuesta mantener en funcionamiento un aire acondicionado todo el día? —Sabía que no estaba al tanto, ni le importaba, pero aun así le pregunté.

Hizo una mueca y se sentó. —¿Tienes alguna idea de lo acalorada que estoy con todo este peso extra? —Replicó de vuelta.

Necesité de todo mi autocontrol para evitar recordarle que no había usado un condón. Los compré para ella y me aseguré de que su bolso siempre contuviera varios. Incluso le recordé, antes de irse a las citas.

Recordar quién es el adulto en nuestra relación podría ser difícil a veces. La mayor parte del tiempo, me parecía que los papeles se invirtieron, ser adulta, sin embargo, no significa que ella tomara decisiones inteligentes, porque Ino, simplemente, no sabía cómo ser responsable.

—Sé que estás acalorada, pero no podemos gastar el dinero que hacemos en el aire acondicionado —le recordé.

Suspiró y se dejó caer sobre la cama. —Lo que sea —se quejó.

Me acerqué a su cartera y la abrí. —Está bien, voy a ir a tu trabajo hoy, por mí y espero que me permitan atravesar las puertas. Si esto no funciona, no digas que no te lo advertí. Para todo lo que estoy calificada es para puestos de trabajo de salario mínimo, que no van a pagar nuestras cuentas. Si vinieras conmigo, tendría una mejor oportunidad de tomar esta posición. —Sabía, mientras decía las palabras, que ya era ignorada. Ella había trabajado durante dos meses y logrado mantener el trabajo.

—Naruto, tú y yo sabemos que lo puedes manejar por ti mismo.

Suspiré, derrotado, y la dejé allí. Volvería a dormir tan pronto como me fuera. Quería estar enojado, pero, al verla tan grande, me daba lástima. No era la mejor madre del mundo, pero me pertenecía.

Después de ponerme la ropa, pasé a su habitación y me asomé por la puerta. Roncaba, suavemente, con el aire acondicionado, una vez más, calibrado en veinte grados. Pensé en apagarlo, pero cambié de opinión. El apartamento ya se sentía tibio, y durante el día solo se calentaría más. Salí y subí a mi bicicleta. Me tomó treinta minutos llegar al puente. El que me llevaría a la isla exclusiva conectada al Chidori, Konoha. La isla no era en donde la gente vivía, sino donde los ricos llegaban en el verano, que empleaban un montón de personal. Ino logró enganchar un trabajo como empleada doméstica en una de las casas, a doce dólares la hora. Oré por ser capaz de hacerme cargo de su puesto sin problemas. Encontré la dirección en su tarjeta de empleado que había recuperado de su bolso. Mis posibilidades de conseguir este trabajo eran escasas. Mientras más pedaleaba hacia la isla, más y más grandes y extravagantes se volvían las casas. La dirección de la casa donde mi madre trabajaba se encontraba tres casas más abajo. Ella, por supuesto, tiene que trabajar en la casa más extravagante en el bloque, por no mencionar la última antes de la misma playa. Me detuve junto una gran puerta de hierro y entregué la tarjeta de Ino al tipo que trabajaba en la entrada.

Frunció el ceño y me miró. Le entregué mi licencia de conducir.

—Soy él hijo de Ino. Está enferma, y se supone que debo trabajar por ella hoy.


Continuó frunciendo el ceño, mientras que cogía un teléfono y llamaba a alguien. Eso no era algo bueno, teniendo en cuenta que aquí nadie sabía que iba a venir en su lugar. Dos hombres grandes aparecieron, y se acercaron a mí. Ambos lucían gafas de sol oscuras y me recordaron a los jugadores que debían ser vestidos con uniformes de fútbol en equipos de la NFL en lugar de estar con trajes negros.

—Señorito Namikaze, podemos ver su bolsa por favor —dijo uno de ellos más que preguntar, mientras que el otro la quitó de mi hombro.

Tragué saliva y luché contra el impulso de temblar. Eran intimidantes, grandes, y no parecían confiar en mí. Me pregunté si parecía peligroso para ellos, en todo mi metro con sesenta y siete centímetros. Eché un vistazo a mis shorts hasta solo cinco centímetros arriba de la rodilla blancos y camiseta de tirantes color morado y me pregunté si consideraban el hecho de que sería imposible ocultar armas en este equipo. Me pareció un poco extraño que los dos grandes hombres se mostraran reacios a dejarme entrar. Incluso si pasaba a ser una amenaza, creo que, cualquiera de ellos, podría haberme tomado con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda. La imagen apareció en mi mente y me dieron ganas de reír. Me mordí el labio inferior y esperé a ver si me sería permitido entrar en las puertas de hierro más grandes que la vida.

—Es libre de ir, señorito Namikaze. Por favor, tome la entrada de servicio a la izquierda de la pared de piedra e infórmese en la cocina, donde se le indicará cómo proceder.

¿Quiénes eran estas personas que necesitaban dos hombres del tamaño de Goliat para proteger sus entradas? Volví en mi bicicleta y entré por las puertas ya abiertas. Una vez que pasé por la esquina de exuberantes palmeras y jardines tropicales, vi la casa. Me recordó las casas de los estilos de vida de los ricos y famosos. Nunca me hubiera imaginado que existieran casas como ésta en Konoha. Había estado en Iwa una vez y vi casas similares en tamaño, pero nada tan espectacular como esto.

Me compuse, empujé la bici a la vuelta, tratando de no parar y quedarme mirando el enorme tamaño de todo. Apoyé la bicicleta contra un muro fuera de la vista. La puerta de entrada para el personal de servicio había sido diseñada para impresionar. Al menos doce metros de altura, una letra U bellamente grabada la adornaba. No sólo alta, la puerta era muy pesada, haciéndome usar toda mi fuerza para abrirla. Eché un vistazo en el interior del gran pasillo de entrada y entré en una pequeña área con tres portadas en forma de arco, diferentes, para elegir, ante mí.

Como nunca había estado aquí antes, no sabía dónde se hallaba la cocina. Me acerqué a la primera puerta a la derecha y miré a través de la abertura. Parecía ser una sala de reunión grande, pero nada lujoso y sin aparatos de cocina, así que me trasladé a la puerta número dos, me asomé en el interior, y encontré una gran mesa redonda con gente sentada alrededor de ella. Una señora mayor se paró frente a una estufa, diferente de cualquiera que hubiera visto en una casa. Era algo que encontrarías en un restaurante.

Este tenía que ser el lugar. Di un paso al interior.

La señora de pie me vio y frunció el ceño. —¿Puedo ayudarle? — preguntó en un tono de autoridad fuerte a pesar de que me recordaba a la tía Bea de Andy Griffith Show.

Sonreí y el calor se elevó, amenazando con atravesar la parte superior de mi cabeza mientras observaba a todas las personas en la sala, mirándome de vuelta. Odiaba la atención y hacía cualquier cosa para no hacerme notar. A pesar de que parecía estar haciéndose cada vez más difícil, mientras más crecía. Quería evitar todo lo que animara a la gente a hablar, si pudiera. No es que fuera una solitario, es sólo el hecho de que tengo una gran responsabilidad. Entendí a primera hora en la vida que las amistades nunca funcionarían para mí. Estoy demasiado ocupado cuidando a mi mamá. Por lo tanto, he perfeccionado el arte de ser poco interesante.

—Mmm, ah, sí, me dijeron que me presentara en la cocina para más instrucciones. —Me aclaré la voz en silencio y esperé.

No me gustaba la mirada que me disparó la señora, pero desde que estaba aquí, no tenía más remedio que quedarme.

—Estoy segura que no te contraté. ¿Quién te dijo que vinieras aquí?

Odiaba a todos esos ojos sobre mí y deseaba que Ino no hubiera sido tan obstinada. La necesitaba aquí, al menos por hoy. ¿Por qué siempre me hacía estas cosas?

—Soy Naruto Namikaze, él hijo de Ino Namikaze. Ella... eh... no está bien hoy, así que estoy aquí para trabajar por ella. Eh... se supone… que trabajaré con ella este verano.

Ojalá no hubiera sonado tan nerviosa, pero la gente se quedó mirando. La mujer del frente frunció el ceño al igual que la tía Bea cuando alguien la hacía enojar. Era tentador dar la vuelta y correr.

—Ino no preguntó si podías venir a ayudarla este verano, y no contrato niños. No es una buena idea con la familia viniendo para el verano. Tal vez durante el otoño cuando se vayan, podemos darte una oportunidad.

Mi nerviosismo de ser el centro de atención desapareció de inmediato, y me entró el pánico ante la idea de mi mamá perdiendo estos ingresos que tan desesperadamente necesitábamos. Si se enteraba de que no podía trabajar por ella, renunciaría. Saqué mi voz de doncel fuera del armario y decidí que necesitaba mostrar a esta señora que podía hacer el trabajo mejor que nadie.

—Puedo entender su preocupación. Sin embargo, si usted me diera una oportunidad, puedo y le demostraré que soy una persona activa. Nunca voy a llegar tarde al trabajo y siempre voy a completar lo asignado. Por favor, sólo una oportunidad.

La señora miró a alguien en la mesa, como para conseguir una opinión. Movió los ojos de nuevo hacia mí, y pude ver que había roto su resolución.

—Está bien, Naruto Namikaze, tu oportunidad empieza ahora. Te voy a formar un equipo con Koharu aquí, que ha estado trabajando en esta casa tanto como yo lo he hecho. Ella te dará instrucciones y luego me informará. Tendré una respuesta al final del día. Aquí está tu prueba, Señorito Namikaze, te sugiero que no lo arruines.

Asentí con la cabeza y sonreí a, la ahora de pie, Koharu.

—Sígueme —dijo la señora de cabello canoso bajita y delgada que parecía tener por lo menos sesenta y cinco años antes de que se volviera y saliera de la habitación.

Hice lo indicado y no realicé contacto visual con ninguno de los otros en la habitación. Tenía un trabajo que salvar. Koharu me llevó por un pasillo y más allá de varias puertas. Nos detuvimos, abrió, y entró. La habitación tenía estantes de libros desde el piso hasta el techo. Sillas grandes, de cuero marrón oscuro se encontraban esparcidas por la habitación. No se enfrentan entre sí o parecían ser utilizadas para cualquier tipo de visita o para socializar. La habitación era claramente una biblioteca. Un lugar donde alguien podría venir, encontrar un libro, y perderse en una de las cómodas sillas de gran tamaño. Koharu levantó un brazo frente a ella haciendo un gesto hacia la habitación con un poco de estilo. Me sorprendió que viniera de la señora mayor.

—Este es el lugar favorito de la Sra. Uchiha. Ha estado cerrado todo el año. Vas a desempolvar los libros y los estantes, limpiar la madera con el limpiador especial, y las ventanas con Windex4. Vas a aspirar las cortinas, limpiarlas, y encerar las maderas. Esta habitación debe brillar. A la Sra. Uchiha le gustan las cosas perfectas para su santuario. Voy a venir a buscarte a la hora del almuerzo, y vamos a comer en la cocina.

Se acercó a la puerta, y la oí agradecer a alguien. Dio un paso atrás en el interior tirando de un carro lleno de artículos de limpieza. —Esto va a tener todo lo necesario. Ten cuidado con todas las obras enmarcadas y las piezas de arte. Te advierto que todo en esta casa es muy valioso y debe ser tratado con sumo cuidado. Ahora, espero que trabajes duro y no pierdas el tiempo con tonterías. —La Sra. Koharu de rostro hermético salió de habitación.

Di vueltas, viendo la extravagancia de mi entorno. La habitación no era muy grande, sino que sólo parecía estar llena. Podía limpiarla. No se me había pedido hacer algo imposible. Fui a los suministros para quitar el polvo y me dirigí hacia la escalera que conectaba las estanterías. Bien, podría comenzar en la parte superior, ya que el polvo siempre cae. Me las arreglé para desempolvar todo y limpiar las ventanas antes de que Koharu volviera a buscarme para el almuerzo. Necesitaba un descanso y algo de comida. Su ceño fruncido era una vista agradable. Movió su mirada por la habitación y asintió con la cabeza antes de llevarme de vuelta por el mismo camino que había tomado esta mañana en silencio. El olor a pan recién hecho me golpeó a la vuelta de la esquina y me metí en la luminosa cocina de gran tamaño. La Sra. Tsunade estaba sobre la estufa, apuntando a una mujer más joven que llevaba el pelo recogido en un moño cubierto con una redecilla para el pelo, al igual que la Sra. Tsunade.

—Huele bien, Shizune. Creo que lo tienes. Vamos a probar este lote con el personal hoy, y si a todo el mundo le gusta, puede hacerse cargo de la cocción del pan para las comidas de la familia. —La Sra. Tsunade se volvió, secándose las manos en el delantal—. ¡Ah, aquí está nuestro nuevo empleado! ¿Cómo van las cosas?

La Sra. Koharu asintió y dijo: —Bien.

O esta señora no sonreía mucho o simplemente yo no le gustaba.

—Siéntate, siéntate, tenemos mucho que hacer antes que llegue la familia.

Me senté después de que Koharu lo hizo, y la Sra. Tsunade dejó bandejas de comida en frente de nosotros. Debo estar haciendo algo bien ya que Koharu dirigió sus palabras en mi dirección. —Todo el personal come en esta mesa. Todos venimos a diferentes turnos para el almuerzo. Puedes elegir lo que quieres para comer.


Asentí con la cabeza y cogí la bandeja de sándwiches y tomé uno. Saqué un poco de fruta fresca de una fuente.

—Las bebidas están allá en la barra. Puede ir a escoger lo que está allí o arreglar algo por ti misma.

Me acerqué y vertí un poco de limonada. Comí en silencio, mientras escuchaba a la Sra. Tsunade dirigir a la dama a la que llamó Shizune. Parecían estar haciendo pan para la comida de esta noche. Ni Koharu, ni yo hicimos algún intento de conversación.

Después de que terminamos, seguí a Koharu a la pileta donde se enjuagan los platos y los cargamos en el lavavajilla nosotras mismas. Al igual, en silencio, volvimos a la biblioteca. Me hallaba un poco menos nerviosa ahora y más interesada en lo que me rodeaba. Noté los retratos a medida que caminaba por el pasillo. Había de dos niños muy lindos. Cuanto más caminaba, más mayores se volvían. Hacia la gran abertura llevaba a la biblioteca, un rostro extrañamente familiar me sonrió desde una pintura de tamaño natural. Un rostro que había visto muchas veces en la televisión y en revistas. Anoche durante la cena, había estado en la televisión. Ino veía los canales de entretenimiento diario durante nuestra comida. El rockero adolescente y galán Sasuke Uchiha era uno de sus temas favoritos. Ayer por la noche había estado del brazo de una chica que se rumoreaba estaría en su nuevo video musical. Koharu se detuvo detrás de mí. Me volví hacia ella, que parecía centrada en el retrato.

—Esta es su casa de verano. Él va a llegar con sus padres y su hermano en cualquier momento. ¿Puedes manejar esto?

Simplemente asentí con la cabeza, incapaz de formar palabras a partir de la conmoción de ver la cara de Sasuke Uchiha en la pared.

Koharu caminó de nuevo, y yo la seguí a la biblioteca. —Él es la razón por la que no contratamos adolescentes. Este es un escape privado para él. Cuando era más joven, sus padres insistieron en que tomara un descanso cada verano y pasara tiempo con ellos lejos de las brillantes luces de Tokyo. Ahora es mayor y todavía viene aquí para el verano. Se va de vez en cuando para ir a diferentes eventos, pero en su mayor parte, esta es su escapada. Trae a su familia con él, ya que no se ven mucho durante el año. Si no puedes manejarlo, se te despedirá de inmediato. Su privacidad es de suma importancia. Es por eso que este es un trabajo bien pagado.

Me enderecé y agarré el cubo que había estado usando.

—Puedo manejar cualquier cosa. Este trabajo es más importante para mí que una estrella adolescente de rock.

Koharu asintió con la cabeza, pero a partir de su ceño, pude ver que no me creyó.

Me concentré con más energía en mi trabajo. Al final de un largo día, escuchaba mientras que la silenciosa y ceñuda Koharu informó a la Sra. Tsunade. Ella creía que iba a ser una buen trabajador, y que se me diera una oportunidad. Le di las gracias a ella y a la Sra. Tsunade. Debería ser capaz de ahorrar el dinero suficiente para el otoño, cuando mi mamá tendría al bebé, sin trabajo, y estando de vuelta en la escuela. Podría hacer esto.

Sí, Sasuke Uchiha era famoso, y sus increíbles ojos negros como la noche hacían que me palpitara el corazón. Me obligué a admitir eso. Sin embargo, no era sólo porque pasó a ser una de las más bellas creaciones conocidas por el hombre. Todo el mundo sabía que la belleza es superficial. Supuse que lo superficial escapando de sus venas sería tan repugnante, que no le importaría si yo limpiaba su casa y paseaba en los pasillos. Además, los chicos eran una especie de la cual yo no sabía nada. Nunca tuve tiempo para hablar con uno, incluso cuando hicieron
todo lo posible para hablar conmigo. Siempre he tenido grandes problemas en la vida, como asegurarme de que comiéramos y que mi madre se acordara de pagar nuestras cuentas.

Cuando pienso en todo el dinero que había gastado, en los condones que metí en sus manos y carteras antes de que saliera con los innumerables hombres que acudían a ella, realmente tuve un momento difícil para no enojarme con ella. Incluso en ropa de tienda de segunda mano, parecía magnífica. Uno de sus muchos hombres repugnantes me dijeron que heredé el maldito aspecto. Desde su pelo rubio aunque un poco más dorado y alborotado corto, aunque más bien era la viva imagen de mi abuelo y a sus ojos azules pero de un azul intenso y pestañas negras, me las arreglé para conseguir todo. Aunque no saqué su piel ya mi piel es canela con un rostro aniñado y las marquitas en mis mejillas aun así no ayudan.

Sin embargo, me faltaba la única cosa que yo sabía que me salvaba de un desastre seguro, en realidad, yo me veía más bien aburrido. Algo que a mi madre le encantaba recordarme, sin embargo, en lugar de estar molesto, me aferraba a ello por la vida. Lo que ella pensaba sería una caída de mi carácter, a mi me gustaba verlo como un salvavidas. No quería ser como ella. Si tener una personalidad aburrida me impediría seguir sus pasos, entonces lo abrazaba.

El apartamento en el que vivíamos, por casi quinientos al mes, se hallaba debajo de una casa enorme, vieja. Entré para darme cuenta de que Ino no se encontraba en el interior. Con sólo cuatro habitaciones, no podía haber ido muy lejos.

—¿Mamá? —No recibí respuesta.

El sol se ponía, así que salí a lo que Ino nombraba como patio. Si me preguntan, eso era realmente más como un pequeño trozo de losa. Estaba de pie en el patio, con su estómago cada vez mayor, a la vista de todos, en un bikini que había comprado en una tienda de segunda mano, hace unas semanas. Se volvió y sonrió. La fachada de enferma de esta mañana ya no aparecía en su rostro. En cambio, parecía estar radiante.

—Naru, ¿cómo te fue? ¿La Sra. Tsunade te hizo pasar un mal rato? Si lo hizo, espero que hayas sido agradable. Necesitamos este trabajo, y tú puedes ser tan grosero y poco sociable.

La escuché hablar de mi falta de habilidades sociales y esperé hasta que terminó antes de hablar. —Me dieron el trabajo para el verano si lo deseo.

Ino suspiró dramáticamente. —Maravilloso, realmente tengo que descansar estos próximos meses. El bebé está tomando tanto de mí. Simplemente no entiendes lo difícil que es estar embarazada.

Quería recordarle que traté de evitar su embarazo mediante el sacrificio de dinero para la comida comprándole unos estúpidos condones, ¡Que no ayudaron en absoluto! Sin embargo, asentí con la cabeza y entré con ella.

—Me muero de hambre, Naru. ¿Hay algo que puedas hacer muy rápido? Estoy comiendo por dos estos días.

Ya había previsto lo que comeríamos para la cena antes de llegar a casa. Sabía que mamá no podía hacer nada en la cocina. De alguna manera, sobreviví los primeros ocho años de mi vida con mantequilla de maní y mermelada. Alrededor de la época en que cumplí ocho años, me di cuenta de que mi madre necesitaba ayuda, y empecé a crecer más rápido que los niños normales. Cuanto más ofrecía para hacer, más me daba ella.

En el momento en que había cumplido once años, lo hacía todo. Con los fideos cociéndose y la salsa de carne a fuego lento, fui a mi habitación. Me saqué la ropa de trabajo y me puse un par de pantalones vaqueros de tienda de segunda mano, que resultaban ser el núcleo de mi armario, y una camiseta. Mi guardarropa era simple. La cacerola, en la cocina, con los fideos, silbaba para hacerme saber que necesitaba revisar los alimentos. Ino no iba a levantarse y comprobar las cosas. Corrí de nuevo a la pequeña cocina, saqué un espagueti con un tenedor, y lo colgué en la pared detrás de la estufa. Se quedó pegado. Estaba listo.

—De verdad, Naru, el por qué tiras los fideos en la pared está más allá de mí. ¿De dónde sacaste esa idea loca?

Levanté mi mirada hacia Ino. Golpeó el sofá de colores pastel, que venía con el apartamento, con el bikini.

—Lo vi en la televisión una vez cuando era más joven. Se ha quedado conmigo desde entonces. Además de que funciona.

—Es repugnante, eso es lo que es. —murmuró Ino, desde su lugar en el sofá.

Ella no podía hervir agua aunque quisiera, pero decidí morderme la lengua y terminar con la cena.

—Está listo, mamá —dije, mientras ponía un montón de espaguetis en un plato, sabiendo que me pediría le llevara uno.

—Tráeme un plato, ¿Quieres, cariño?

Sonreí. Siempre un paso por delante de ella. Rara vez se levantaba en estos días, a menos que fuera absolutamente necesario. Puse un tenedor y una cuchara en el plato y se lo llevé. Ni siquiera se sentó. En su lugar, lo colocó en el estante de vientre que había desarrollado, y comió.

Puse un vaso de té helado a su lado y volví a buscar uno para mí. Había trabajado mi apetito hoy. Necesitaba comida.

Notas finales:

Bueno he aquí el primer capítulo, disculpen si encuentran algún error ortográfico.

No vemos


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