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You're Always Sorry, Charles por midhiel

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You’re Always Sorry, Charles

Capítulo Diez: La Plática

Erik bajó la escalera a los brincos y fue derecho a la habitación donde sabía que Charles tenía una licorera. Se sirvió el primer bourbon que encontró y se arrojó en un sillón con la botella y el vaso en las manos. Mientras bebía reflexionaba sobre la plática. No podía llamarla un fracaso porque habían llegado a un acuerdo pero él no había sabido contenerse. El dolor y el resentimiento lo superaban y Magneto había sido siempre una persona impulsiva y emocional aunque aparentara una calma fría. Sin embargo, se sentía mal por la respuesta brusca que le había dado a Charles porque, a pesar de todo, sabía que el telépata no se merecía seguir cargando con la culpa y menos en su estado. Pero a Erik le costaba controlarse cuando se trataba de sus emociones y era algo que necesitaba conseguir cuanto antes.

Mientras pensaba, Kurt entró tímidamente.

-Buenos días otra vez – saludó con su marcado acento. A veces solía compartir frases con Erik en alemán, pero se dio cuenta por el aspecto de Magneto que en esta ocasión no sería conveniente.

-Buenos días, Kurt – saludó Erik y bebió un sorbo -. Puedes pasar, si deseas.

Kurt titubeó pero fue a sentarse finalmente en una silla enfrentado a él.

Erik le señaló la botella, mas el joven declinó el ofrecimiento.

-Eras el mejor amigo de Peter – recordó Magneto -. Te estimaba mucho.

Kurt simplemente asintió.

Erik bebió lo que quedaba en el vaso y lo colocó sobre una mesa que tenía un velador a su lado.

-La última vez que fue a visitarme, tú lo llevaste y lo buscaste después – Kurt asintió de cuenta nueva -. También me dijo que le habías aconsejado que aguardara para darnos la noticia a Charles y a mí ese viernes, pero él no pudo esperar. ¿Estabas presente cuando se enteró de que esperaba un hijo?

-Peter lo venía sospechando – confesó, masajeándose las manos cerúleas -. Se sentía mareado y “raro”, decía él. Así se sintió por varios días. Yo pensaba que se estaba por engripar y le dije que fuera a una farmacia a comprar algún medicamento y regresó esa noche bien tarde con el test de embarazo. Me contó que cuando se lo vendieron, mintió diciendo que era para su mamá.

En medio del dolor, Erik no pudo evitar sonreír al recordar lo inocente y divertido que había sido Peter.

-Así que esa noche se hizo la prueba y comprobó lo que suponía – concluyó Magneto.

-Sí, bien tarde por la noche. Quiso ir a despertar a Charles para contárselo. Por suerte me escuchó cuando le dije que ya estaba durmiendo.

-Después decidió viajar a Genosha a contármelo a mí – enumeró Erik los acontecimientos.

-Así es – corroboró Kurt. La timidez se le estaba yendo poco a poco -. Supongo que también había pensado en contárselo a Bobby.

-¿Bobby? – repitió Magneto sorprendido.

-Ouch – suspiró bajito -. La segunda vez que hablo de más.

-¿Bobby Drake? – Erik no salía del asombro -. ¿Iceman?

-Yo no lo sabía, señor Lehnsherr – aseguró Kurt veloz -. Me enteré como todos en esta casa cuando vino a preguntar por Peter ayer.

Erik no podía dejar de hacerse la idea de su hijo con el Hombre de Hielo. Lo había conocido tiempo atrás en alguna que otra visita que Bobby le hiciera a Charles los fines de semana pero jamás sospechó que pudiera existir algo entre Peter y él. Recordaba que su hijo le había asegurado que tenía una relación estable y parecía sentirse apoyado por su pareja.

Así que Robert Drake era el misterioso mutante.

-¿No está enojado o decepcionado? – interrogó Kurt, que con el susto que le había dado Bobby, no estaba para más reacciones sorpresivas.

Erik sacudió la cabeza. Seguía pensando en Peter y Bobby. No pudo evitar imaginar cómo hubiese sido un hijo de ambos y rápido se quitó la idea. Ya con pensar en su hijo tenía bastante dolor para aumentar pensando en el nieto que no había podido existir.

-Señor Lehnsherr – Kurt lo trajo a la realidad -. Sabe, yo también me quedé muy mal con lo de Peter y me consuelo yendo a visitar su tumba.

-¿Tumba? – se asombró Magneto -. No sabía que habían rescatado el cuerpo.

-No, días después del accidente, ese viernes para ser precisos, le hicimos un funeral con un entierro simbólico aquí, en la mansión – explicó el joven.

-¿Dónde lo enterraron? – se interesó Erik.

Kurt se levantó y caminó hacia el ventanal.

-Allá – señaló con el brazo -. Cerca del pequeño bosque que tiene el jardín. Está marcada con una placa de mármol. Podría ir a verla cuando, bueno, cuando lo considere oportuno.

-No – suspiró Erik y alzó el vaso para cargarle más líquido -. Su cuerpo no está allí, su cuerpo nunca apareció.

Kurt soltó un suspiro de pena, recordando que su mejor amigo se había pulverizado con la explosión. No sabía si comentar o no, y finalmente decidió hacerlo.

-Usted debería estar orgulloso de su hijo, señor Lehnsherr.

-Lo estoy – replicó Magneto con firmeza -. Pero quiero saber por qué lo dices.

-Porque falleció salvando la vida de otros. A un científico lo pudo rescatar de esa planta antes de que estallara y al otro, bueno, era la persona más veloz y no tuvo tiempo. Es una ironía, ¿cierto?

Erik bebió de un solo sorbo. Su mirada, todo su ser se transformó por la ira y el resentimiento.

-No fue ninguna ironía, Kurt. Fue la arrogancia de su líder que los enviaba a misiones suicidas. Tuvieron suerte en muchas ocasiones, pero en esta mi hijo no.

-¿Líder? – se sorprendió Kurt -. ¿Se refiere al profesor?

-Llámalo como gustes, muchacho – se levantó del sillón con bronca para marcharse -. Peter jamás habría hecho semejante estupidez si no hubiese sido por él.

De repente, sintió que el rencor había vuelto a ganarle y esta vez había acusado a Charles delante de una persona ajena como era Kurt. Sacudió la cabeza, se mordió el labio y suspiró.

-No quise decir eso – se arrepintió -. El dolor me supera. Sabes, Kurt – lo miró a los ojos -, Charles es una buena persona. Pienso que está tan destruido como yo.

-El profesor quería a Peter como si fuera su hijo también – contó Kurt, dolido. Erik parpadeó -. Está mal y se siente culpable pero no fue su culpa. Yo estaba allí esa noche, él se enojó porque Peter se había escapado y no le dijo nada. Discutieron y Peter le quería contar lo de su bebé y el profesor solo quería reprocharlo. No se entendieron. Sin embargo, tiene usted razón, no fue una ironía pero tampoco la culpa del profesor. Al principio se lo quiso acusar como cuando ocurren estas cosas y uno tiene que desahogarse pero no fue su culpa.

-No lo fue – congenió Erik con sinceridad y, en el fondo, envidió a Charles el tener a alguien que lo defendiera con tanta convicción -. Yo también lo culpo y no se lo merece. Gracias, Kurt – le extendió la mano -. Tengo que regresar a la isla pero volveré pronto.

Kurt se la estrechó con ganas.

Erik guardó la botella y se marchó. Al pasar junto al joven, le apretó el hombro afectuosamente. Regresó a Genosha con el plan de arreglar asuntos de la isla en cuanto a su manejo y sustento para volver a Westchester. Mantuvo pláticas y acuerdos con los demás mutantes de la comunidad y doce días después regresó a Nueva York. Jean lo vio junto a Scott descender en los jardines con una maleta pequeña donde cargaba lo adecuado e indispensable. Con la vida nómade de su juventud sabía perfectamente acarrear solo lo necesario.

……………..

Charles había quedado aturdido. Cuando Erik salió de la recámara, se hizo un ovillo en el colchón y cerró los ojos. Se mantuvo en esa posición por largo tiempo hasta que percibió que su Magneto dejaba Westchester. Después durmió una siesta hasta que Hank lo despertó con el almuerzo. Por la tarde ya se encontraba mejor. Mientras los días pasaban, siguió el consejo de Hank y, cada noche, hacía los problemas a un lado para descansar tranquilo. Cuando volvió a sentir la presencia de Erik después de doce días, el corazón le dio un vuelco, pero había decidido que el bienestar del niño era lo primordial, así que se enfocó en mantenerse calmo y quitó de su mente la ansiedad que su llegada le producía.

Erik entró al cabo de un rato en la habitación y se saludaron, le preguntó por él y por la criatura, Charles le contestó que ambos se encontraban bien, se despidió y bajó.

Hank preparó los antiguos aposentos de Erik, que consistían en una salita privada, la recámara, un baño y un vestidor.

Charles continuó guardando reposo y esperando con ansias la visita de Strange. Cuando llegó el día, dos después del regreso de Erik, sendos padres apenas disimulaban los nervios. Stephen los entendía perfectamente y revisó a Charles con los exámenes de rutina. Recargado contra la pared, en una pose distendida, Erik no le quitaba los ojos, estudiaba cada detalle, dónde y cómo lo tocaba, durante cuánto tiempo lo hacía y se mantenía con recelo a una distancia prudente.

Strange ya no soportó más la situación y liberó una carcajada que quebró el ambiente silencioso.

-¿Qué ocurre? – preguntó Charles sorprendido, que justo se estaba preparando para la prueba del ecógrafo.

El médico mago simplemente hizo un ademán para materializar el sonógrafo y los instrumentos necesarios.

-Es que me divierte la manera en que el señor Lehnsherr me está observando – soltó y con un movimiento elegante, se ubicó enfrentado a Charles para hacerle la prueba -. Lo comprendo – se dirigió a Erik -, no es la primera pareja celosa de un paciente que me toca atender, pero voy a dejarle en claro que no tengo intenciones más allá de las médicas con el señor Xavier.

Charles volteó hacia Erik, asombrado. ¿Tenía celos del doctor Strange? ¿Erik sentía celos?

Magneto quedó de una pieza. No esperaba que su reacción fuera tan obvia. Iba a contestar que entre él y Charles ya no existía más nada pero calló, primero, porque era un asunto personal entre ambos que no incumbía a terceros y, segundo, porque se dio cuenta de que era una brutal mentira. Él seguía teniendo sentimientos hacia Charles, más allá del resentimiento, lo seguía amando.

-¿Estás listo, Charles? – preguntó Stephen antes de untarle el gel.

Erik volvió a la realidad. Strange lo llamaba por su nombre de pila.

-Sí, adelante – autorizó Charles.

Erik se acercó a la cama. Charles le hizo un gesto para que se sentara en el colchón. Era la primera vez que Magneto se encontraba tan cerca de su ex amante y en contacto con la cama donde se habían amado tantas veces y titubeó. Finalmente se acomodó junto al telépata y enfocó la vista en el vientre, que ya había alcanzado el tamaño de una gestación de tres meses.

-Hasta ahora los resultados fueron positivos – comunicó Strange, mientras acomodaba el sensor sobre la piel de su paciente -. Si los de la ecografía resultan normales, ya estarás en condiciones de dejar la cama.

Charles liberó un suspiro de alivio. No había noticia que pudiera agradarle más. Conocía el mecanismo de memoria, el gel frío en la piel, el sensor provocándole un ligero cosquilleo y el sonido de los latidos resonantes, uno detrás del otro. De inmediato volteó hacia el monitor para ver la imagen del feto. Antes tenía la forma de un embrión pero esta vez notó la apariencia de un niño: podían distinguirse los brazos, las piernas, el torso y la cabeza desproporcionada en comparación con el resto del cuerpo. Era un bebé, definitivamente estaba esperando uno. Sonrió con una mezcla de orgullo y conmoción. De repente, sintió que el metal de la habitación vibraba suavemente y que Erik le apretaba la mano. Volteó hacia él.

Erik estaba emocionado hasta la médula. Era la primera vez que observaba y oía a su hijo. Charles podía sentir la alegría, la sorpresa y el amor que lo desbordaban. Lo miró a los ojos y le sonrió.

Erik le devolvió la sonrisa.

Stephen estudió al feto un rato más. Estaba sano y también lo estaba su padre. Imprimió fotos de la imagen para los progenitores y apagó la máquina. Luego dio su veredicto: el embarazo progresaba adecuadamente y Charles estaba en condiciones de dejar la cama después de un mes entero de reposo.

El telépata no sabía qué lo alegraba más: la noticia de que podía abandonar el lecho, la salud de la criatura o el hecho de que Erik hubiera tenido una muestra de cariño.

Stephen hizo desaparecer sus elementos y se despidió estrechando las manos de los padres. Sonrió internamente cuando sintió el apretón de Erik, firme y fuerte, haciéndole saber que era un hombre fornido. “Celos,” se dijo a sí mismo el hechicero.

Hank entró más tarde y acompañó a Stephen hasta la salida.

Charles y Erik quedaron solos en la recámara. Los dos seguían maravillados con la criatura. Erik sostenía la fotografía del ecógrafo y la observaba fascinado.

-A mí también me deja maravillado cada vez que lo veo en una prueba del ecógrafo – comentó el telépata -. Guardo las fotografías de los exámenes anteriores por si después quieres verlas.

Erik lo miró. Tenía los ojos humedecidos.

-Fui crudo contigo la última vez, Charles – confesó -. Lo que te dije, que era tarde para disculparte por haber sido soberbio, fue cruel. No te lo merecías.

Charles se sintió tocado por la confesión. Magneto no era una persona que reconociera fácilmente sus errores.

-Los dos tenemos que encontrar la manera de acompañarnos sin hacernos daño - bajó la mirada hacia su mano, todavía podía sentir en ella el calor de Erik -. Cuando me apretaste la mano mientras observabas la pantalla, eso fue un gesto que me hizo mucho bien, Erik.

-Te tomé de la mano porque eres el padre de mi hijo y porque te quiero.

Charles lo miró emocionado y sin palabras.

Erik cerró los ojos un instante y dejó fluir sus sentimientos. Sentía tanto dolor por la pérdida de Peter que necesitaba culpar a alguien. ¿Se merecía Charles seguir recibiendo esa carga? ¿Cuántas veces había intentado pedirle perdón? Le dolía no tener más a su hijo pero también lo alegraba la llegada de un nuevo bebé. Erik no olvidaba que a ese niño lo habían buscado en cierta forma cuando decidieron hacer el amor sin protegerse. Ahora venía en camino y Charles se merecía que le abriera el corazón.

-Nunca dejé de quererte, Charles. Ya dije miles de veces cuánto me duele lo que le sucedió a Peter pero no quiero seguir culpándote. A pesar de todo, a pesar del dolor y de la bronca, nunca dejé de quererte.

-Creía que me odiabas – suspiró Charles.

Erik sacudió la cabeza. Nunca lo había odiado pero sí lo había tratado con desprecio y rencor. Sin añadir más nada, se le acercó y lo fundió en un abrazo.

-Los dos decidimos esforzarnos para estar juntos sin confrontarnos, ¿cierto? – recordó Erik -. Intentemos llevar a cabo la empresa lo mejor que podamos.

Charles no dijo nada y apretó el abrazo. Sentir a Magneto a su lado era lo que necesitaba para sanar. Necesitaba tiempo y necesitaba a Erik.

……………………………


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