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You're Always Sorry, Charles por midhiel

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You’re Always Sorry, Charles.

Capítulo Dos: La Misión

Por la diferencia de huso horario, en Genosha se estaban preparando para almorzar y cuando padre e hijo entraron, Peter se encontró con la mesa servida. La comida consistía en una ensalada de verduras cultivadas en la granja interna y carne de conejos recién cazados. La comunidad era autónoma y subsistía con los elementos que le brindaba el entorno natural. Sobre la mesa había una jarra con agua que los mismos mutantes potabilizaban, otra con jugo de frutas y un porrón con cerveza artesanal de trigo fermentado.

Erik agregó un vaso, cubiertos y un plato a la mesa para su hijo y lo invitó a sentarse. Aunque Peter ya hacía tiempo que había alcanzado la mayoría de edad, le sirvió jugo de frutas sin preguntarle lo que deseaba beber. Erik no iba a permitir que regresara a Westchester con su amado y estricto Charles después de haber consumido cerveza.

Peter bebió y probó la comida. Como las otras veces le pareció exquisita. Sonrió mientras masticaba. Comieron en silencio hasta que su padre hizo una pausa para preguntar.

-¿Qué querías decirme?

Peter hizo a un lado el plato. Estaba ansioso y feliz.

-Ayer por la noche me enteré de que te convertiré en abuelo, papá – soltó emocionado y decidido.

Erik quedó de una pieza.

-¿Dejaste embarazada a una chica?

-No exactamente – contestó el joven con complicidad.

-¿Tú . . . tú estás? – titubeó, señalándole el vientre.

-Así es. Ya sabes que algunos mutantes varones desarrollamos una habilidad, podríamos decir. La llaman la segunda mutación y parece que yo la desarrollé.

Erik se frotó la sien, tratando de acomodar las ideas.

-Aguarda, fuiste demasiado directo y necesito procesar tu mensaje. ¿Dices que tú estás embarazado?

-Sí, papá.

-¿De cuánto tiempo?

-No sé, supongo que de un mes, o de uno y medio, o quizás de dos.

-¿No lo sabes? – se asombró Erik -. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste relaciones? Esa mutación no se activa como si se tratara de una reacción como el sarpullido.

Peter cayó en la cuenta de que lo que su padre estaba procesando en realidad no era la noticia de que sería abuelo sino que su hijo había tenido sexo con otro varón, mutante o no mutante, sin protección y ahora cargaba con las consecuencias de un embarazo inesperado.

-Mira, papá. Tengo una relación estable. No la hicimos pública pero la tengo. Se trata de otro mutante, que conoces, espera – hizo memoria -. Sí, lo conoces. Me enteré ayer por la noche y quise venir apenas me levanté para contarte a ti primero.

Erik se debatía ente la confusión, la sorpresa y el honor de ser la primera persona a quien su hijo había decidido confesarle semejante secreto. No era sencillo reaccionar cuando tenía tantas dudas en cuanto a lo que podría depararle el futuro a Peter, pero dejó que su cariño paternal fluyera y se levantó para fundirlo en un abrazo. Peter estaba feliz con la noticia pero una parte de él temía que su progenitor no se mostrara comprensivo, y sentir su apoyo le dio alivio y contención.

-Vuelves a Westchester, se lo cuentas a Charles también y vas con él a visitar a un médico de inmediato o me esperan hasta el viernes y lo visitamos los tres juntos, ¿de acuerdo?

Peter deshizo el abrazo para mirar a su padre a los ojos.

-Charles fue al primero que me hubiera gustado decírselo. De hecho, apenas lo supe me moría por contárselo. Pero me enteré ayer por la noche, demasiado tarde para interrumpirlo. Después decidí decírtelo a ti primero porque eres mi padre biológico y te quiero. Kurt me propuso que esperara hasta el viernes cuando estuvieran tú y Charles juntos pero ya sabes que la espera no es lo mío.

-¿Kurt? – repitió Erik, arrugando el entrecejo -. ¿Kurt Wagner?

-Es mi mejor amigo – dejó Peter en claro y rio -. No mi novio o algo así.

-Ya veo – suspiró Erik, aliviado. Consideraba a Kurt un muchacho ingenuo y algo torpe, y no lo veía como al padre de su futuro nieto -. Peter, quiero que te cuides, sé que eres responsable pero quiero que te tomes esto muy en serio. Platica con Charles tranquilos, dale la noticia, sé que se pondrá tan feliz como yo, que Hank te haga estudios completos apenas regreses en su laboratorio, quiero que te cuides con lo que comes, con lo que bebes, vigila tu rutina de ejercicios, y Charles te alejará automáticamente de las misiones.

-Tengo que contárselo a Charles apenas llegue – reflexionó el joven -. Es un psíquico. Va a descubrirlo se lo diga o no.

-Charles es respetuoso y no lee a las personas pero seguro que la mezcla de ansiedad y alegría que tienes va a desbordarlo. Festejen los dos, festeja con todos los amigos que tengas en Westchester, y espera al viernes para que festejemos los tres juntos.

-Tú, Charles, yo – enumeró Peter -. También Kurt, Raven, Hank y mis otros amigos.

-Entonces, será una gran fiesta de fin de semana – sonrió Erik. Se quitó el collar que llevaba siempre colgado al cuello -. Los genes Lehnsherr continúan reproduciéndose ahora para una nueva generación. Quiero que tengas esto, Peter. Aquí guardo las fotos de mis padres y deseo entregártelas a ti para que tú, el día de mañana, se las entregues a tu hijo.

Peter se emocionó. Conocía el valor y la historia de ese relicario. Erik había llevado las imágenes de sus padres desde Auschwitz y, siete años atrás, se lo había obsequiado a su hija Nina. Cuando la asesinaron, se lo retiró del cuello para convertirlo en un arma mortal contra sus atacantes y no había vuelto a quitárselo desde entonces. El joven abrió con cuidado la cajita y permaneció un momento observando a sus abuelos, que nunca había conocido.

Erik le apoyó la mano sobre el hombro para traerlo a la realidad.

-Terminemos de almorzar, paseemos un rato y regresarás a Westchester.

-Sí, papá. Le dije a Kurt que viniera a buscarme por la tarde.

-Apenas regreses, irás a disculparte con Charles por no avisarle que te fuiste y le contarás todo.

-¡Claro! – contestó Peter como si se tratara del consejo más obvio.

-¡Ven acá, Peter! – exclamó Erik y liberó su emoción con un abrazo fuerte -. Así que decidiste convertirme en un viejo abuelo sin avisarme – bromeó.

Peter rio alegremente.

…………….

Ya era de noche en Genosha cuando Kurt llegó para regresarlo a la mansión. En Nueva York comenzaba a caer la tarde. Se encontraron en las afueras de la comunidad, dentro de un bosque, donde Peter solía pasear para distraerse. Magneto se había quedado a ayudar en la herrería para la construcción de unos portones. De solo verlo, Peter entendió que su amigo estaba preocupado.

-La mansión es un caos – explicó Kurt con su marcado acento alemán -. El profesor tuvo que abortar una misión porque no te encontraban por ninguna parte. Iba a venir a buscarte cuando Raven nos dijo que todo quedaba cancelado. No vi a Xavier porque no salió de su despacho, pero Beast se paseaba nervioso por ahí cerca.

Peter bufó.

-Maldita sea. Una sola vez me escapo y cancelan misiones y se desata el caos.

-Ve a despedirte de tu padre y te llevo para allá. Si vas directo a hablarle, el profesor podrá entender.

-Mi padre está ocupado, ya nos despedimos – contestó Peter. Suspiró para despejar la cabeza -. Bien – sacudió los hombros -, volvamos a casa.

Kurt lo tomó de ambas manos y en un parpadeo se encontraron los dos en la cocina de la mansión junto al refrigerador. Peter cerró los ojos mientras pensaba cómo encararía a Charles, que se merecía unas sentidas disculpas y una explicación sincera. Kurt musitó una oración de agradecimiento como lo hacía cada vez que teletransportaba a alguien y la empresa resultaba exitosa.

-Iba a preguntarte dónde estabas pero reconozco el relicario que llevas al cuello – sonó la voz severa de Charles. Ambos jóvenes giraron y se encontraron con el psíquico y Hank, que los observaban sentados juntos frente a la mesa con los brazos cruzados en el pecho. Tenían una expresión admonitoria -. Quiero que me expliques por qué viajaste a Genosha sin avisarme y tú, Kurt, vas a responderme cómo sabías de esto y no me avisaste nada, o voy a tener que leerles la mente a los dos como signo de desconfianza.

-Mira, Charles – comenzó Peter -. Tuve que ir a hablar con mi padre para darle una noticia . . .

-¿Te contó Kurt lo que ocurrió por aquí? – reclamó Charles -. El mismísimo Presidente nos encargó una misión en la que eras una pieza fundamental y tuve que cancelarla porque no aparecías por ninguna parte.

-Lo entiendo pero . . .

-¿Lo entiendes? – volvió a interrumpir el telépata -. ¿Sabes lo que significa que el máximo mandatario confíe en nosotros para una tarea donde la vida de cientos de personas depende de su éxito y tú desapareces sin avisar? No eres un niño, Peter, aunque en ocasiones como ésta te comportas como uno.

-Lo siento, Charles, pero . . .

-¿No lees las noticias? ¿No ves la televisión? ¿Tampoco tú, Kurt? – cuestionó el telépata, mirando a uno y a otro -. La confianza en nuestra gente pende de un hilo. La convivencia pacífica entre hombres y mutantes depende del éxito de estas misiones y ustedes son tan irresponsables que viajan de continente en continente cuando más se los necesita.

-Charles, no me dejas hablar – trató de defenderse Peter.

-¡Es que no tienes excusas, niño! – reprochó Charles.

Peter pasó saliva. Detestaba que lo trataran como a un chiquillo. Su madre lo había hecho siempre, por eso decidió mudarse a la mansión. Charles era para él más que su mentor, era como su padre adoptivo y que lo tratara así le dolía demasiado. Iba a contestar una grosería y, por eso, prefirió mantenerse callado.

-Charles, déjalo que hable – intervino Hank, tratando de poner paños fríos.

-¿Qué excusa puede inventar? – regañó Charles, decepcionado, y se volvió hacia su amigo -. Gracias a su irresponsabilidad, poco faltó para que la gente atrapada en esa estación nuclear terminara incinerada.

-¿Una estación nuclear con gente atrapada? – repitió Peter y miró a Kurt, buscando su aprobación -. Podríamos viajar los dos. Quizás todavía estemos a tiempo.

-Las personas ya fueron rescatadas por bomberos y por la Guardia Civil – explicó el telépata, enojado -. Pero no fuimos nosotros quienes lo hicimos. ¿No se dan cuenta cuánto necesitamos de estas misiones para que la gente se sienta protegida por nosotros y deje de temer a los mutantes? ¿No se dan cuenta de lo que está en juego para los nuestros cada vez que se arriesgan en una? – suspiró -. La semana pasada, precisamente, en la entrevista que di a la revista “Times”, expliqué la importancia que tenían nuestras misiones y su fin primordial que es proteger y servir a la gente que nos necesita. Ahora las personas leerán esa entrevista y creerán que me estoy burlando.

-Pero es solo una misión abortada, una entre muchas – cuestionó Peter, que ya se estaba impacientando -. Mira, Charles. No me fui porque tenía ganas de respirar el aire puro de Genosha, fui a hablar con mi padre porque hay una noticia que quiero dártela a ti en privado – sin quererlo bajó la mirada hacia su vientre y se lo masajeó -. Me gustaría poder contártela ahora – sonrió -. Sé que te alegrará y es importante que la conozcas cuanto antes mejor.

Pero Charles seguía enojado. Sentía una mezcla de enfado y decepción. Recordó la entrevista y la seguridad con la que había dejado asentado que los X-Men cumplían cada misión sin importarles el riesgo. ¿Qué pensarían ahora los lectores? Porque en la televisión ya se estaban encargando de dejar en claro que los mutantes le habían dicho que no al presidente en persona y se habían negado a sacar a la gente de la planta. ¿Dónde quedaban sus palabras, entonces? Acababa de hacer el ridículo ante el público. Además estaba el propio presidente. ¿Volvería a confiar en Charles Xavier otra vez? Todo este conflicto se había creado porque Peter se había tomado el atrevimiento de alejarse sin avisar.

-¿Tú tienes una noticia que darme? – espetó con el orgullo herido -. ¿Sabes la noticia que está circulando ahora? Que el Presidente encargó a los X-Men una misión y estos rechazaron. No los X-Men, perdón, sino Charles Xavier, el mutante reconocido por bregar por la convivencia pacífica, el mutante que pregona en los medios que nuestra gente está para defender y proteger a los humanos que la necesiten. Me decepcionaste, Peter, no me importa qué hayas tenido que decirle a tu padre y no quiero saber lo que tengas para decirme a mí. Con tu actitud irresponsable, causaste mucho daño. Así que te aconsejo que te retires a tu cuarto y empieces a madurar. Si te comportas como un chiquillo, tendré que sacarte del equipo porque creo que el uniforme te queda grande.

-¡Charles! – exclamó Peter, lastimado -. ¿Me estás culpando porque una vez me fui sin avisar? Ni siquiera sabes por qué lo hice.

-¡Ni me interesa saberlo! – cortó Charles -. Te dije que te retires a tu habitación y voy a evaluar con Raven si conviene que sigas participando en las misiones.

-¡Estás exagerando! – exclamó Peter.

-Peter, vete a tu cuarto por última vez – ordenó el telépata y sus ojos brillaban de furia.

Peter dio media vuelta y se marchó, enojado.

Kurt lo siguió nervioso.

Charles quedó en suspenso mientras trataba de tranquilizarse. Hank lo miró apenado.

-Fuiste duro, Charles. Se ve que lo que tenía que contarte era importante para él.

-Es un inmaduro. No se toma en serio las misiones, no valora lo que nos jugamos en ellas.

-Mira, Charles – suspiró Hank y se quitó los lentes para refregarse los ojos -. Me da la impresión de que estás descargando tu frustración en Peter. Fue una misión que aunque no la tomamos, tuvo un final feliz. La gente fue rescatada.

-¡Por favor, Hank! No hace ni una semana afirmé en una entrevista que jamás rechazaría los pedidos del Presidente y que nunca dejaríamos de ayudar a los humanos que nos necesitaran. La revista acabó de salir ayer. Yo estoy en la portada y por culpa de este irresponsable ahora mis palabras suenan a burla.

-Disculpa, Charles, pero lo que estás diciendo me suena más a tu ego herido que a otra cosa.

Charles lo miró con bronca.

-Otra vez lo del ego. ¿Te pusiste de acuerdo con Raven para sacármelo en cara?

-A veces eres imposible – se rindió Hank y, enojado, se retiró dando un portazo.

Charles se echó hacia atrás en su silla. Sí, le dolía el amor propio. Peter, con su irresponsabilidad, le había dado un golpe a su arrogancia. Adoraba al joven pero esta vez sus acciones habían costado caro. Se sentía bien, demasiado bien, recibir pedidos del presidente y sus elogios cuando las misiones acababan, se sentía bien ser entrevistado en primera plana en diarios y revistas, se sentía bien dar reportajes por televisión. Reconocía que tanto Hank como Raven desaprobaban su vanidad pero Charles era como era y no iba a cambiar. De joven había tratado de conquistar mujeres y ahora se le abría la posibilidad de conquistar el mundo entero. Él se sentía especial y se sabía especial. No en vano lo consideraban el psíquico más poderoso del mundo.

Peter le había fallado donde más le dolía: en su orgullo. Giró la silla para apartarla de la mesa y fue a su recámara para buscar algo fuerte en la licorera.


……………….

Enojado, Peter se echó en el sofá de su recámara y rastreó con el control remoto algún programa interesante. Le dolía que Charles lo hubiera tratado como a un niño delante de su mejor amigo y de Hank, pero más le dolía haberlo decepcionado. El telépata y su padre biológico eran sus modelos a seguir, los admiraba con devoción y que Charles lo hubiera regañado era un golpe terrible para el joven. Cambiaba los canales de películas una y otra vez sin decidirse por ninguno. En el fondo, hubiera deseado que alguien siguiese atrapado en esa estación para ir corriendo a rescatarlo y que Charles se sintiera orgulloso de él. Pero no podía esperar algo imposible. Los humanos ya se habían encargado de salvar a los suyos sin la intervención de los X-Men. Todo por culpa de Peter. ¡Maldita suerte la suya! Golpearon a su puerta. Se trataba de Kurt.

-¡Peter! – exclamó excitado -. ¡Está en todos los canales de noticias! La estación está a punto de estallar y no sacaron a toda la gente. Se olvidaron de dos científicos que estaban haciendo pruebas en el laboratorio subterráneo.

A Peter se le abrieron los ojos. Era la ocasión perfecta para demostrarle a Charles lo que él valía.

-¿Dónde queda la estación?

-En el desierto de Texas – contestó Kurt -. Puedo tomarte de la mano y llevarte hasta . . .

No pudo terminar porque ya Peter se había evaporado. Con un suspiro, el joven cerúleo se concentró y teletransportó hacia el lugar.

………….

Charles no estaba exactamente borracho pero había bebido lo suficiente para dormir largo y tendido. En medio del sopor, oyó gritos. Se sacudió la cabeza para quitarse la modorra y, de mala gana, salió de la cama y se metió en la silla. Reconocía la voz desesperada de Kurt y las de Raven y Hank tratando de calmarlo.

-¿Qué hicieron ahora? – suspiró, molesto y sospechando que Peter también tenía que contar en el asunto.

Salió al pasillo. Kurt lloraba y Raven se cubría la boca, horrorizada. Hank fue el primero que vio a Charles salir y su expresión de angustia lo alarmó.

-¿Qué pasa? – quiso saber el telépata.

-Peter está muerto – sollozó Kurt -. Fuimos a la planta, había dos personas que habían quedado allí. Él la sacó a una pero hubo una explosión y Peter no pudo salir con la otra.

Charles sintió que el corazón se le subía y bajaba.

-¡Dios mío! – le brotó de adentro.

Kurt lo miró. Las lágrimas le corrían como arroyos.

-Yo le avisé que había gente todavía – explicó con culpa -. Peter quería impresionarlo a usted. Pensó que si salvaba a esas personas, usted estaría orgulloso y se olvidaría del regaño de hoy.

Charles sintió un remordimiento terrible. Abrió la boca para hablar pero no le salió la voz. Miró hacia los costados sin ver. Pensó en Peter, en que lo amaba como a un hijo y que con su reproche lo había impulsado a una misión suicida.

Raven y Hank lo miraron y se miraron entre ellos, sin poder dimensionar aun la tragedia.


………………………..








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