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AVENGERS.TS- Mente Ciega {CapDevil} por amourtenttia

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2.


El hecho de conocer su identidad había cambiado la opinión de Rogers por él. Aunque no fuese demasiado.


Murdock se sintió juzgado por el rubio, sensación que, aunque sabía desagradable, no despertó en él más que pura indiferencia.


Steve Rogers no era nadie para decirle qué hacer o dejar de hacer. Era un adulto, y, más aún, era plenamente consciente de todo lo que implicaba esa lucha que se había autoimpuesto.


Para su malestar —y asombro—, el rubio no le dejó ir ese mismo día. Por mucho que alegó que debía presentarse a trabajar o levantaría sospechas. Tenía más responsabilidades que cumplir, y no era el momento para descansar tampoco.


Steve no tuvo que luchar demasiado, pues el cansancio de meses de trabajo duro pagaron factura en cuanto el cuerpo del castaño tocó su cama.


Lo había convencido de al menos dejarle estar en un lugar conocido, y Steve no pudo contra eso.


Habían salido del departamento del rubio con paso lento, porque Matt continuaba negándose a dejarle guiarle por las calles de su ciudad, tropezando constantemente por el malestar y lo largo de los pantalones.


El rubio no había tenido muchas opciones antes. Murdock tenía pinta de intentar huir a la primera oportunidad, y salir enfundado en su traje rojo no era opción.


Eran apenas centímetros de diferencia entre ambos, pero eran los suficientes como para que fuera obvio que esa ropa que parecía hasta 2 tallas más grande, no era del moreno.


Y Steve nunca se había sentido tan avergonzado como en ese momento.


Durante el trayecto, unas chicas al final de una cuadra no dejaban de mirarlo.


Mirarlos.


Primero pensó que era lo normal. No era creído, ni nada por el estilo, pero era consciente de que donde fuese, una o dos personas voltearían a verle.


Matt era igualmente agraciado, inclusive con esas pequeñas cicatrices en el rostro, o la ligera hinchazón de los labios luego del tremendo golpe que se había dado horas antes.


Eran hombres apuestos. Era normal que fuesen observados.


Pero aquella aura agradable pronto se vio opacada por la sensación de estarse perdiendo de algo importante.


Especialmente cuando las notaba reír mientras murmuraban entre ellas.


Matt casi se había doblado el tobillo unas cuadras atrás, y cogeaba un poco.


Rogers necesitó estar bastante lejos de aquellas señoritas antes de que fuese capaz de unir todas las piezas.


—Oh, Dios...—musitó finalmente, mientras comenzaba a sonrojarse con fuerza.


Murdock, a unos pasos adelante —ya sintiéndose ubicado, gracias a los cielos—, alzó una ceja al oírlo.


—¿Pasa algo?—inquirió, interesado.


En trayecto había sido relativamente silencioso. Ignorando las constantes sugerencias del rubio por dejarle llevarle, o sus propios insultos al decirle que estaba perfectamente bien solo.


—Creo que... Ya entendí la referencia.


Aquello no lo comprendió muy bien, pero cuando pudo agudizar mejor su oído pudo ir armando el rompecabezas.


—Steve—llamó, y pronto el rubio tenía su atención en él —Creo que necesito ayuda.


Mentía. Claro que lo hacía. Pero debía confirmar sus sospechar.


Unos metros a la redonda continuaban los cuchicheos con respecto a ambos.


Steve había dudado apenas una milésima de segundo. Demasiado acostumbrado a dejarse llevar por los instintos que Tony gustaba llamar de extremadamente buen samaritano como para negarse. En el segundo en que sus manos alcanzaron el cuerpo del contrario el ruidillo a lo lejos de ellos se intensificó. La sonrisa en los labios de Murdock era tenue, pero Rogers estuvo ligeramente satisfecho de que por lo menos algo le hiciera la gracia suficiente como para relajarse, aunque fuese a costa de ambos.


Estando ambos en el departamento del más bajo, el rubio se vio tentado a abandonar la estancia rápidamente, sin embargo la tensión evidente en el otro era tal que sospechó que en el segundo en que se fuera, Matt aprovecharía para ocuparse en cualquier cosa que incluyera puñetazos, golpes, o disparos.


Si a Matt le molestó que se plantara en la puerta de su casa mientras él se dirigía al interior de su hogar, no dio muestras de ello.


Lo invitó a pasar minutos después, adivinando que sería menos molesto si era cortés con él.


—¿Tomas?


La pregunta salió con sincera curiosidad, tan pronto como llegó hasta su refrigerador. El Capitán, quisiera o no, tenía fama de Santo, por lo que la idea de que fuese incluso quisquilloso con el consumo de cualquier sustancia no parecía tan descabellado.


Rogers tardó un poco en responder. Demasiado interesado en la forma tan natural con la cual el otro se desenvolvía en su ambiente. Nada más alejado de la torpeza anterior, cuando desconocía el suelo donde pisaba.


Aceptó gustoso, y pensó en recordarle que debía irse a la cama, pero prefirió guardar silencio. Interesado en cuál sería la excusa del otro para postergar su merecido descanso.


Murdock colocó la botella en su mano con facilidad, y Steve se sintió extrañamente observado en el momento en que sus manos se rozaron.


No tuvo tiempo de pensar en ello, pues el sonido de la puerta al abrirse fue lo siguiente que distinguió. Matt pareció sorprenderse también, aunque dada la velocidad con la cual cambió su expresión, Steve no estaba seguro.


—Oh, Dios mío, Foggy, ¿estás bien?


La alterada voz de una mujer provocó que el Capitán se pusiera de pie inmediatamente, ligeramente culpable, y con esa extraña sensación de ser atrapado en algo indebido.


—No digas nada—es la baja advertencia de Matt cuando dos pares de pasos avanzan hasta la sala, donde ambos se encuentran.


La rubia es la primera en dar un respingo al ver el estado del otro, y el acompañante de esta parece ligeramente ofendido por un motivo que Steve no alcanza a entender.


—Matt, demonios, ¿qué pasó? —cuestiona ella


Ninguno repara en Rogers hasta ese momento, y no es sino hasta que Karen camina hasta Matt para examinar esos golpes de cerca que se da cuenta de que esa ropa es demasiado grande para él.


Abre la boca en una "O" perfecta e intercambia miradas con el otro, que ha fijado su vista en Steve con tanta rudeza que, de ser de nuevo el pequeño Rogers, se sentiría tremendamente intimidado.


—¿Interrumpimos algo?—casi ladra, enojado


Matthew suspira, poniéndose de pie con cuidado —ahogando el quejido cuando algo tronó dentro de su cuerpo—, se encamina hacia el par, alejándolos de Rogers mientras las preguntas continúan saltando.


—¿Por qué no respondiste nuestras llamadas? Estamos tan asustados...


—¿Quién demonios es cara—bonita? ¿Te hizo algo? Te juro que voy a matarlo si te tocó...


Están justo en la puerta cuando Matt les corta diciendo:


—Necesito unos días. Prometo hablar con ustedes luego.


Ninguno puede insistir mucho más cuando les cierra la puerta. Karen insiste un poco más tocando de nuevo, pero es Foggy quien vocifera


—Si no regresas en una semana, vendré a derrumbar la casa, ¿oíste?


Rogers asume que los jaloneos que le siguen son los de la rubia alejándolo de la puerta. Y no está equivocado.


Murdock regresa al interior y se encamina directo a su habitación mientras murmura algo que el otro no llega a entender


—Lo siento... No quería causarte molestias, pero realmente necesitas un descanso.


Si Matt pudiese verlo, aquella bala que ha lanzado con sus ojos le habría matado.


—No se te da bien hacer amigos, ¿cierto?


La confusión el rostro del patriota es invaluable.


—Uno no entra en la vida de otro exigiendo nada. Incluso si tus razones son nobles...


—Parecía lo correcto.


Matt ha alzado una ceja. Se cruza de brazos y observa la dirección hacia donde sabe que el otro está. Steve se pone de pie, y camina a su dirección lentamente.


Es estúpido, pero Matt puede jurar que el sonido y la sensación es la misma de ver a un enorme golden retriever acercándose a disculparse.


—Lo lamento. No estaba pensando claramente... —dice, y pasa una mano por su nuca al continuar— ¿Puedo volver a intentarlo?


Murdock no responde, pero hay algo en la manera en que se ha movido que invita al otro a seguir.


Extiende su mano hacia el otro.


—Steve Rogers...


A regañadientes, el otro acepta, responde al estrechar su mano


—Matt Murdock


—Bien, Matt. No te conozco demasiado, pero pienso que realmente necesitas descansar...


Daredevil ahoga un suspiro exasperado.


—¿Parece que tengo tiempo de descansar? Tengo trabajo...


—He escuchado que pediste vacaciones—le recuerda


Abre la boca para replicar, pero es más de lo que puede soportar.


—Buen intento, Rogers. Pero sigues pareciéndome desagradable.


La sonrisa que adorna el rostro de Steve no pasa desapercibida por el otro.


—Dormiré un rato. Solo unas horas...


—De acuerdo...


—No demasiado...


—Eso está bien...


No dice nada más. En el segundo en que ha alcanzado su cama, cae en un sueño profundo que promete durar años.


Rogers termina su cerveza antes de salir del departamento con una sonrisa pintada en los labios.


No había estado tan equivocado.


Ayudar a Daredevil —quien realmente no quería ayuda, pero Steve prefería concentrarse en lo bueno, como en que bajaba su guardia cerca de él— realmente había mejorado su humor.


Solo hasta que regresa a casa y se da cuenta de lo vacío que parece todo de pronto, es que piensa en que realmente desearía verlo de nuevo.


Quizá pueda aprender de él lo que es ser un héroe solitario en estos tiempos, y quizá eventualmente,  pueda encontrar su lugar en el mundo de nuevo.


Un lugar apartado de los Avengers y especialmente de Tony Stark.


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