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THE EVIL WITHIN 2 por Mantis

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Notas del fanfic:

DISCLAIMER: 

The Evil Within y sus personajes no me pertenecen, son entera autoría de Shinji Mikami y los respectivos desarrollares.

STEM guarda muchos secretos, no importa cuán informado se crea estar al respecto de este proyecto, la creación del sistema en sí se explaya hasta aristas mucho más desconocidas, que solo aquellos que pisan los terrenos de este mundo pueden experimentar vívidamente, que siquiera con eso; jamás habrán suficientes informes o estudios que definan las variantes que se pueden enfrentar aquí, aún más cuando STEM presenta desequilibrios, pero la terquedad humana por obtener “dominación” sobre otros, ocultada en testimonios airosos y salvadores, “no más tristeza, no más dolor”, son los que llevan a repetir el temerario proceso, sin importar cuantos afectados hayan en el camino.

¿Por qué es tan importante mencionar un detalle específico? Pues, aquí es dónde el camino de dos desconocidos con un mismo objetivo en común se cruzará en una contienda, ambos determinados. Tan diferentes de sus acciones y resultados, pensaban ellos, pero demasiado iguales finalmente, aunque sus orgullos y egos quisieran negarlo a capa y espada.

La letalidad que expiden no les permite tregua, no pueden convivir con esas diferencias obvias: el impulso bruto encontrándose contra el arte sanguinario, la desesperación de resarcir errores pasados contra el período carmesí que renace en el arte macabro. Tan opuestos y todavía así se atraen, cayendo cada vez más en el insospechado encanto de sus defectos malsanos.

 

¿Cómo lidiarían Castellanos y Valentini si no pudieran utilizar sus deseos mortíferos?

En STEM por supuesto, esto puede ocurrir, incluso perder sus libertades. ¿Qué pasaría si el filo de sus cuchillos o las armas de fuego por un instante no fuesen la solución al problema que estarían enfrentando de un momento a otro? ¿Y si la única solución, solo fueran ellos y la forzosa cooperación lo que los lleva a sucumbir en sus fascinaciones ignoradas rotundamente?

 

( . . . )

 

Ambos suponían que este sería el final.

¿O tal vez no?

.

Cuando el enfrentamiento había dado inicio, el temblor bajo sus pies llegó a hacerles perder el equilibrio, la Galería de Stefano, que originalmente es el cine, comenzó a tener una pérdida de estabilidad muy extraña, Union perdía figura por la ausencia del Núcleo, pero la alteración de las escenas que el mismo Stefano había convocado carecían de fuerzas inexplicablemente, Sebastián pudo entenderlo por la consternación en sus palabras y las notorias miradas furtivas a su entorno que buscaban respuestas inmediatas, era como si algo estuviera manipulando el desmoronamiento y los riesgos aumentaban. El entorno en STEM estaba siendo sometido por otro deseo y serían afectados.

Lo único que pudieron predecir, más no evitar, fue el vacío que se abría en el suelo y absorbía todo a su paso, ni el mismo artista fue capaz de huir.

Fueron largos segundos cayendo, nunca podría acostumbrarse al vértigo que punzaba, lo había experimentado muchas veces en Beacon y Union no era la diferencia. Más temprano que tarde el peso de su cuerpo chocó contra el frío y polvoriento suelo, escuchando también a su lado otro peso humano y los escombros de las cosas absorbidas hacer eco estruendoso en la habitación a la que habían llegado.

 

— Mierda. ¿Por qué jamás caigo en algo blando? — Su espalda es la que paga las consecuencias ahora mismo y sobretodo porque  ahora se arrepiente de traer la escopeta consigo. Con dificultad llega a quejarse y toser, la atmósfera está inundada de ese polvillo del derrumbe y mohoso, es molesto. Debe incorporarse, se remueve y es de a poco que al final acaba sentado, adaptando su vista a la oscuridad que apenas es combatida por velas. ¿Dónde carajos estaban ahora? ¿Y qué sitio era ese?

— Esto es… molesto. — La voz perfectamente conocida acompaña repentinamente.

— ¿Tú estás aquí?

— Lamentable para ti. — Stefano por su lado no se ven tan descompuesto, ya que se ha repuesto rápidamente. Lo cierto de todo eso, es que sus habilidades no funcionaron en el último segundo, lo cual era mucho más preocupante.

— ¿Dónde estamos? Esto no lo provocaste tú.

— Aunque lo supiera, no te lo diría. Darte información, sería como rebajarme a cualquier novato.

— Con un demonio, eres tan irritante.

 

Castellanos enciende la linterna e investiga de manera superficial, pareciera como si se hallaran en una celda subterránea, sin ventanas, algunos grilletes oxidados adornaban las paredes de cemento, la salida es una puerta enrejada de hierro que no se ve para nada fácil de abrir, lo que más llama la atención son los sellos en la pared que son alumbrados por velas pequeñas, símbolos que en simple vista parecen dibujados con sangre. ¿Dónde había visto esa imagen? ¿En la iglesia de la ciudad tal vez? Su memoria le jugaba mala pasada, pero hasta sentía que en la vida real, la vio antes. No sabía exactamente.

 

Entonces cae en cuenta… — ¡¿Lily?! ¿Dónde está? — Stefano la tenía presa, si todo el cine había cedido, entonces su hija también.

— “Él” debe estar detrás de todo esto. ¡Su interrupción es imperdonable, a un paso de que mi obra maestra estuviera preparada! Supe desde el primer momento que sus intenciones no eran otorgarme libertad aquí, sino utilizar mis dones. — Prolifera su frustración que aborda el mal humor, su dicción se alza a momentos y los movimientos cual león enjaulado no hallan salida. La transportación azul a gozo, está ausente, y el nulo cambio de las escenas, dictaban que estas habilidades adquiridas no surtirían ahora efecto. Lo habían neutralizado y todavía se cuestionaba el cómo.

 

No obstante, no era sólo este letal artista el único con aprietos, dónde la cólera contamina la última gota de paciencia. Sebastián está saturado de sus confusiones y maldiciones, tampoco está para seguir esperando ahí. Intentó reiteradas veces que el comunicador diera con la señal de Kidman, pero el sonido chirriante no hacía más que ahogar las pocas esperanzas de eliminar otra opción de recibir ayuda. Sólo quedaba una, insistir…:

 

— ¡Stefano! Ya estoy cansado de tus malditos juegos. ¿Quién es “él”? No pretendo seguir aguantándome tus corridas de tema. — Demanda con desazón peligrosa, manteniendo empuñada con la diestra su arma. No confía en el enemigo.

— ¡Guarda silencio! ¡Tú persecución por el Núcleo ha causado todo esto, se ha dado cuenta de mis planes incluso antes de exponer mi obra final!

— ¡No sé de qué mierda me estás hablando! — Castellanos sale de sus cabales rápidamente, solucionar el problema con actitudes abruptas es su única carta a utilizar, alza la pistola y apunta con precisión a Stefano, quien se ha percatado de la “latente” amenaza. — ¿A qué te refieres? Dijiste que el mejor postor se quedaría con Lily. ¡Contéstame de una vez quién además de ti va por ella, basura!

— ¿Quieres que te lo explique? Lo haría, pero no de ser por la ineficiente visión artística que posees, me temo que hablarte sería una pérdida de tiempo. Careces de comprensión.

— No me tomaré más tiempo en matarte entonces, te convertiste en una piedra en el camino para encontrar a mí hija.

— Adelante, inténtalo. Tal vez no sea mala idea regocijarme en tu muerte antes de continuar con mis planes.

— El único que caerá serás tú, Stefano.

 

La obsesiva necesidad de que sus obras fueran apreciadas por un novato como ese hombre, y su rechazo, había dañado secretamente el ego sádico. Lo que para el Detective había sido una terapéutica sesión de destrucción a esas morbosas musas, Stefano lo sintió como el reto y la ofensa más grande. Desde el inicio ha sido así.

Se lo había dicho, esa perseverancia en su búsqueda era digna de retratar, conservar en esa escena tangible, repitiéndose y siendo él su único autor del sufrimiento cuando estuvo cruzando las puertas de la muerte. ¡La sed de sanguinaria lo deseaban únicamente para él!

¿No era eso un extraño sentimiento? ¡Tan invasivo! ¡Pero la disposición no le pertenecía! Y puede que cada vez más el “insulto” sufriera una metamorfosis oscura de celos.

 

Sebastián farfulla y ya no puede contener más sus ganas de sentarle una bala en la cabeza, cada vez que se refiere con esa gramática “estúpidamente poética” le sonsacaba su rabia a límites increíbles. Desde todo lo ocurrido en Beacon que no se sentía tan enrabiado con alguien, cuando su anterior enemigo jugaba con él tal y como lo hacía Valentini. ¡Maldita sea! ¡Su único motivo para no presionar el gatillo, es por su hija! Era el único que sabía dónde se encontraba y ahora estaba en aprietos todavía mayores, no contaba con la certeza de poder siquiera tener un segundo de armisticio, las cosas nunca podían volverse sencillas, al contrario, cada vez que avanzaba más, se tornaba un ambiente turbio del que atravesar, los más enfermizos males y su contrincante era uno. Sin embargo si no obtenía respuestas útiles, las buscaría y pasaría por encima de todo aquello que quisiera detenerlo.

 

El espacio en el que se hallan no es lo suficientemente amplio, pero es en lo último que se fijan, Stefano apunta el filo de su cuchillo hacía Sebastián, quien por su lado en ningún momento bajó su arma desde la primera vez, ambos saben que en cualquier momento cederán a sus instintos brutos y terminarán. ¿Pero y si esto es lo que justamente está esperando un “tercero” en el juego? ¿De qué manera lo sabrían?

 

El artista no tarda en sonreír con sorna y mal intención, a pesar de que momentáneamente no contaba con el apoyo de sus habilidades para moverse más rápido y evadir los contraataques, esto no impidió abalanzarse blandiendo su cuchillo contra Sebastián, quien por su puesto también reaccionó y esquivó el primer intento. Analizó su situación y en cómo había visto las acciones del otro previamente, en el inicio de su pelea, no estaba ocupando la veloz transportación que le hizo gastar varias balas, ni siquiera su cámara surtiría efecto de ser así.

Tanteó a su suerte: antes de disparar, respondió el embate de Stefano intentando brindarle puñetazos un par de veces, procediendo a ocupar el propio cuchillo para hacerle frente sin desigualdades, no era un canalla por más embustero que fuera su ajeno.

 

— Podrías dejarte convertir en una única pieza de arte.

— El arte a estas alturas me parece repugnante.

 

Llegó el momento en donde estaban haciendo fuerzas para ver quién de los dos dominaba la situación, no se habían detenido a descansar, los daños eran casi igualados, los cortes en sus ropas y zonas en que la piel también fue afectada, sangraban, era seguro que ninguno de los dos podía salir de ahí vivo, sólo uno tomaría la batuta.

Stefano en un segundo de fragilidad acabó, Sebastián propinó un empujón y neutralizó el cuchillo de este antes de tenerlo contra la pared y en su cuello el filo de su arma amenazándolo.

 

— ¡Tú última oportunidad, Stefano!

— ¿Quieres convertirme en una obra de arte? Pues adelante. ¡Demuéstrame tú valor!

— ¡Y una mierda! ¡Ya basta de esas estupideces! No tienes tu fuerza y aun así sigues pensando que vas a salir vivo de esta.

— ¡El titubeo es una de las cosas que más detesto! — La fría hoja del cuchillo bordea su piel en el cuello, es una sensación de adrenalina exquisita, la muerte misma erizándolo. Mantiene una sonrisa, sin embargo en el fondo es forzosa, detesta sentirse vulnerable y sometido de esa forma, sobre todo si es de su enemigo.

— No… no caeré tan bajo. Te mantendré vivo únicamente para que me digas dónde está Lily. Te haré hablar de alguna manera, incluso si tengo que buscar tus estúpidas obras para destruirlas en frente tuyo.

 

Acababa de picar nuevamente su ego, silencioso. Como odiaba que lo quisiera detener así. La rabia bulle en su interior y es la única que hace capaz de cambiar los papeles en la situación. Sacó fuerzas para llevar ambas manos hacía dónde estaba su amenaza y comenzó a forcejear contra Sebastián, sometiéndose a la desesperada acción de chocar abruptamente su frente con la del otro para desestabilizarlo, recomponiéndose velozmente y se abalanzó decidido hasta caer al suelo. Las cosas habían cambiado, aunque Sebastián podía defenderse con el cuchillo, Stefano estaba haciendo la fuerza suficiente para acercar cada vez más la peligrosa hoja hasta su yugular.

 

La tensión abrumaba a los dos contrincantes, la sangre hervía en la ira misma y una atracción mortal: pero nuevamente no habría victoria para nadie. La estancia en la que estaban padeció los mismos efectos que en el cine, solamente que esta vez el temblor era acompañado por un estallido. ¿Qué era? No tardarían en saberlo, pues los tentáculos de “Aperture”, intentaron arremeter contra ellos, inclusive Stefano, su creador. Fue cuestión de suerte el que no hayan daños mayores.

 

— ¡Stefano! ¡Esta cosa, haz que se detenga! ¡¿O no te das cuenta que nos matarás a los dos?!

— ¡Yo no lo estoy controlando, genio! ¡Está actuando por sí mismo!

— ¡¿Qué?! ¡¿Entonces quién carajos…?! ¡Joder!

 

Estuvo cerca de verse afectado, ese monstruo estaba destruyendo la habitación completa, la puerta que inicialmente observó había salido volando producto de los ataques y concluyó en que lo mejor era huir, no podía gastar balas en una criatura que ni siquiera su dueño sabía cómo derrotar. Pretendía irse sin mirar atrás, muy allá podía quedarse Stefano con su locura, pero esto nunca ocurrió. Se maldijo a él y toda su forma de ser por actuar tan benevolente en los momentos no indicados. El resplandor de Aperture, que ahora era rojo, se enfocó directamente en el artista. ¡Que se moviera de ahí, joder! Si no tenía control sobre esa mierda, intentar hacerse el astuto en querer tener dominio nuevamente no era la mejor de sus ideas.

Una de las extremidades de ese monstruo se alzó pesadamente dispuesto de aplastar a Valentini, quien consiguió evadirlo, más no vio venir el segundo contrataque de un costado que pretendía apuñalarlo, ahí es cuando intervino, abalanzándose a salvarlo, ambos rodaron en el suelo y no tuvieron ninguna chance de descanso, las maldiciones entremezcladas no fueron lo suficiente audibles causa del ruido, pero ahí estaban levantándose y comenzando a correr, todo se estaba derrumbando y tenían la seguridad de que ahora no habría ningún suelo que les recibiera si caían al vacío.

 

El lugar donde estaban se asemejaba completamente a los internos y tenebrosos pasillos de una reclusión propia de la inquisición medieval.  Todo parecía anticuado, sombrío y muy desgastado, pero que se iba destruyendo con cada paso que daban para seguir huyendo, Sebastián no volvió la mirada sobre sus pasos pero sabía por la respiración agitada que escuchaba era de Stefano, le seguía de cerca dispuesto a salvarse. ¿Quién lo diría? Antes nuestro protagonista era el que huía de las criaturas y peores horrores completamente solo y ahora su adversario corría por la misma mierda.

 

Una pesada puerta de hierro les afrontaba más adelante, la manija constaba con una válvula oxidada y se veía lo suficientemente pesada para moverla.

 

— ¡Con un carajo! — Castellanos al llegar se instaló frente a la misma y ocupó todas sus fuerzas para poder conseguir abrirse camino. — ¡Stefano! ¡Ven a darme una mano, carajo!

 

¿Qué hacía el otro?

¿Y había otra salida acaso?

Stefano pensaba, maldecía internamente.

 

— Ni pienses que lo hago para seguirte el camino. — A regañadientes accedió nuestro artista, colocándose rápidamente al lado del otro y le ayudó a girar, con más sencillez cedió esta manija, procediendo a empujar con desesperación la puerta y cerrarla al filo de la muerte, los tentáculos de Aperture estuvieron casi a un paso de agarrarlos.

 

¿Qué sucedió una vez dentro?

El sonido de los choques era abrumador y amenazante, tanto que podían pasar en cualquier momento ingresaría y deberían huir nuevamente, pero no sucedió, a los minutos más tarde se detuvo, como si jamás hubiese aparecido. El camino que les seguía era secundado por la bajada de una escalera. Sebastián respiró con alivio unos instantes y recuperó el aliento, todo lo que estaba sucediendo era demasiado raro, sin contar que Stefano estaba ahí sin matarlo, lo cual de por sí se llevaba todos los premios de extravagancia.

 

— Ese sujeto se ha hecho de dominio. Tch. Seguro tiene el poder del Núcleo… — Valentini dijo con molestia, pues sus teorías le hacían pensar que en el peor de los casos, el yugo sobre criaturas que él mismo creó podía deberse a esto.

 

— No estoy interesado en los problemas que tengas, pero necesito saber qué nos persigue. Con esto ya me dejaste claro que no eras sólo tú intentando apoderarte de Lily. ¿De quién recibías órdenes? ¡Dime!

 

— Es mucha tú osa---

 

Interrupción. La cabeza del detective comenzó a doler, el interior palpaba y no entendía, la visión se le tornó difusa y desigual. Stefano igualmente lo percibió, pero se veía compuesto y tranquilo del abuso mental, como si no fuese lo suficientemente fuerte para afectarlo con demasía.

 

— ¡Ahg! ¿Qué está pasando…?

 

“Los traidores recibirán mí ira. Quienes se enfrentan a mí, son condenados el castigo de las llamas que mis fieles acólitos han de enseñarles.”

 

— ¡¿Quién eres?! 

— “Él…” — Un susurro irritante procede del némesis.

— ¿Él? ¿Qué…?

 

“Stefano, optaste por enfrentarme. Las recompensas y todas aquellos deseos más profundos de los cuales se te fueron renegados, ahora se volverán contra ti.”

 

— ¡Mis obras son mías, exclusivas! ¡No perdonaré a nadie que se atreva a mancillar el nombre de Stefano Valentini y poner en contra lo que más esfuerzo me ha llevado! — La irritación, quizás una dolencia interna a este orgullo altivo, no se arrepiente de ningún acto. No obstante, sus armas han sido arrebatadas de la peor forma. Es inaceptable. Jamás debió asociarse de este hombre, este “padre” tirano y falso. No hay nadie que pueda gobernar sobre sus deseos, sus sádicas necesidades que traen dan nacimiento al arte, sus preciosas obras nocivas. 

 

“Una osada y estúpida decisión. El poder de la niña no es para alguien como tú. Yo, soy el único que obtendré los beneficios para controlar todo.”

 

— ¡Nadie se quedará con mi hija! ¡La alejaré de ustedes y me la llevaré de aquí aunque sea lo último que haga! — Sebastián colérico se interpone. Hasta hace unos momentos estuvo escuchando atentamente, pero reaccionó con desagrado de saber que Stefano seguía ensimismado en perseguir a su pequeña Lily. Está harto de que todos vayan a por ella como si se tratara de un objeto, querrán lastimarla y ante todo peligro lo impedirá, incluso si su vida corre riesgo en el proceso.

 

“Detective Sebastián Castellanos. Si deseas terminar con todo calvario, debes deshacerte de Stefano. Soy quién puede guiarte en este mundo, donde el pecado se cierne en cada trayecto, conviértete en mi seguidor, ayúdame a destruir a todo aquel que se vuelva en mi oponente y prometo que serás recompensado, de tus culpas, de tus males y de tu pasado.”

Esta voz masculina y grave que generaba eco en las paredes mentales de cada uno era imponente y persuasiva, ante todo concepto moral intentaba reunir sus fuerzas mediante otros, tal y como había sucedido con al artista, quien fue atraído por estas mociones frustradas en los demás, leyendo cada sentimiento del ser que necesitaba de ayuda. “Ovejas” de un rebaño desorientado que podía someter cada vez más. No era un bien, aunque sonase tal y como un salvador, sino una serpiente venenosa corroyendo cada minúsculo espacio de una mente perturbada.

 

— ¡Acabo de escuchar que utilizarás a Lily, no soy un imbécil! ¡Bajo ningún concepto pretendo aliarme con alguien que es igual o más retorcido que Stefano! —

¿Pretende que lo engañan con eso? Esta discusión le saca de quicio, porque sabe perfectamente que lo están engañando, el detective no siente seguridad de depositar su confianza en nadie, en este mundo está solo y no puede sentirse tranquilo hasta que complete la misión y salga de ahí.

 

Entonces, la estridente risa de Valentini desencaja, como si toda esta preocupante situación no fuese más que un teatro cómico muy mal actuado. — Uno por uno… Al igual que aquellos que han sido mis críticas fuera de este sitio, serán parte de mis obras, su sangre será vertida. ¿Piensas que este sujeto acabará conmigo? Iluso, muy iluso, no sabes a lo que te enfrentas.

 

Hay tres exponentes y ninguno confía en el otro. Sin embargo este nuevo enemigo no los ve más que como peones de su nuevo mundo, en el cual él es un Dios elegido para moldear y brindarle la vida correcta, llena de sufrimiento, un infierno.

 

“Sebastián Castellanos, de ti depende elegir el mejor camino, o caerás en las llamas y sufrirás tanto como Stefano está condenado. Tus peores decisiones podrían repetirse, haré que tus culpas pesen sobre tus hombros.”

 

La amenaza que quiere calar hasta los huesos, pero este hombre se esconde y no puede ser apuntado por su arma, de lo contrario ya habría resuelto el problema.

 

— ¡Olvídalo! No serviré a nadie, tengo propósitos que cumplir y no dejaré que Lily caiga en manos de un tirano.

 

“Todavía puedes decidir, hazlo sabiamente.”

 

Después de eso, la voz se calló y todo volvió a la normalidad. Ahora sólo quedaban ellos dos, en el siguiente camino que deberían tomar: la rivalidad… y acabar de una vez por todas con esa pelea interrumpida. ¿O tal vez…? ¿Habría otra opción?

 

Sebastián desenfundó la pistola y apuntó hasta Stefano, quien seguía parado en la estancia sin dirigir su mirada, apenas quizá le dedicó una atención de soslayo.

 

— ¿Vas a matarme entonces? ¿Quieres convertirte en el seguidor de ese supuesto “padre”?

— No tengo intenciones de servirle a nadie aquí, pero está claro que no serás más que un tropiezo si te dejo vivo, persigues a Lily para lastimarla, primero tendrás que pasar sobre mi cadáver. Además, tú mismo trabajabas para él antes. — No había olvidado las insinuaciones ajenas, el corromper la inocencia de su hija con siniestras acciones, transformarla en un ser irreconocible, solo pensarlo sentía vesania que lo carcome hasta los huesos.

 

La peligrosa cuchilla de Stefano topa su punta con el índice, jugando levemente a girarlo, meditando silenciosamente. Luego de ese intervalo incómodamente silencioso, camina parsimonioso hasta su adversario y el filo se topa con el cañón de la pistola. Los pasos de los dos comienzan, intimidante, se rondan como sabiendo que en cualquier segundo han de acabarse si no calculan bien sus acciones.

 — Theodore Wallace es un tema personal ahora, pretendo aniquilarle lentamente.

— Acaba de apoderarse de tus estúpidas creaciones. ¿Y así pretendes acabarlo? Pensé que eras un poco más astuto.

— Tus dudas me son completamente indiferentes, subestimas más de lo que ves.

— No es como si estuviera preocupado, tal vez matándote todo se vuelva más fácil. Las cosas ahí afuera se vuelven cada vez más, lidiar con ellas aparte de ti, será un fastidio. — Otro mal que ha surgido inesperadamente preocupa a Sebastián, el tiempo corre y los riesgos se potencian con gran vehemencia. Pase lo que pase está preparado para lo que sucede, no obstante, los temores internos que remueven sus culpas, le hacen estar abrumado, no quiere puede… no, no puede fallar.

— Este mundo es perfecto. Las imágenes más retorcidas y tan exquisitas, crudas, todo se sumergía con sincronía en la belleza, te volviste igualmente una molestia desde que llegaste, arruinaste mis obras, incluso destruiste a mi preciosa Obscura. — Stefano empuña el cuchillo como si esto último dicho fuese un evidente dolor, cuyo sentimiento sólo atrae las ganas de destruir al responsable, derramar su sangre cuanto sea necesario, experimentar con tal cuerpo hasta que los gritos se ahoguen por los abrazos de la muerte.

— Después de todo lo que me hiciste enfrentar, fue terapéutico, lo haría una y mil veces más si es necesario.

— No hay modo de que nosotros podamos convivir, el pedestal de ser mi obra maestra todavía está en pie. Te llevaré a tu mayor apogeo, cede ante mí por las buenas. — A pesar de que no está dotado por sus fuerzas, la convicción narcisista induce un desafío.

— Stefano, Theodore quiere destruirnos a ambos, está esperando que simplemente eso hagamos.

 

¿Es momento para razonar? Se cuestiona el detective, algo internamente le dice que no debe hacerlo, intentar llevar las cosas por otra senda. Sabe que su mejor elección sería acabar con las tretas a las que Valentini intenta someterlo, y aun sabiendo todo eso, pensar que tener al rival en su lado de manera momentánea es más factible para su éxito, pero es un psicópata de lo que se está hablando, Stefano es alguien únicamente llevado por sus ideales y su exagerado narcisismo letal, incluso Hoffman lo había aceptado. No era alguien que guardarse pensamientos altruistas y acciones fáciles de llevar, era desinteresado de su entorno social y nada más enfocado a sus planes personales, todos eran un peón que se transformaría en arte sádico.

 

— No es como si fuese a caer nuevamente en sus redes.

— Sabes dónde dejaste a Lily, estoy seguro de que ese imbécil ya está de camino para quedarse con ella. Puedo salir perfectamente solo de este infierno, lo que nos espera más adelante seguro nos afectará.

— ¿Insinúas algo tan burdo como una tregua? ¿Contigo? No te veo más que la musa de mis matanzas, ahora mismo solamente estoy pensando en la exquisita tortura. ¿Y tú buscas armisticios? Es patético, no seguiría el nivel de un neandertal como tú. — Es contraproducente de cierta forma, porque en ese preciso instante y sin saberlo, está teniendo la misma percepción que en su contrario, el dilema es que no podía tornarse como un desvalido solamente por situaciones urgentes.

 

 

Corroídos por la confusión y sabiéndose manipulados acabaron enfrentándose, cuando Sebastián menos se lo esperó la cuchilla traza un corte en horizontal, alcanzando a retroceder a duras penas, titubeo que fue bien aprovechado, la patada de Valentini lo hizo retroceder más y que también causó el que dejara caer el arma de sus manos, incluso estuvo al borde de los escalones, a un paso de perder el equilibrio, pero si caía,  no lo iba a hacer solo, cuando iba a recibir otro golpe o posiblemente una estocada con el cuchillo, extendió su brazo para agarrar al contrario y obligarle a caer con él, con lo que no se contaba es que la escalera cedería en escombros y los haría nuevamente descender estrepitosamente y ruidosamente.

 

— Eres un idiota.  — Stefano escupió veneno. Se supone que uno de ellos debía salir con vida, no que ambos han de morir ahí.

 

Sebastián iba a quejarse, pero el eco que habían generado llamó la atención de otros seres que estaban haciendo guardia del lugar para cuando apareciera algún intruso. Eran “discípulos”, criaturas grandes y brutales, su carne estaba carbonizada y expuesta, terriblemente dañados que a su vez y como una lava, se filtra por las fisuras en sus cuerpos y su cuerpo entero se cubren en feroces llamas cada cierto tiempo, con solo tocarles podría quemar gravemente. Estos se habían dado cuenta de la presencia de ambos y bastó que el grito de uno comenzara a llamar a los demás.

 

— Estupendo, más problemas. — Se quejó el detective, levantándose rápidamente, visualizó su arma entre los escombros y se aceleró para cogerla.

— Y se pondrá peor.

 

No, no podían ponerse a pelear y tampoco pretendían verse quemados. De mala gana reaccionaron en una mirada. Sebastián lanzó la pistola que había recuperado a Stefano y quitó de su espalda la escopeta, que todavía tenía algunas balas disponibles para la defensa, deshaciéndose rápidamente de dos que venían acercándose y aliado de mala gana los siguientes, avanzando sin titubeos hacía adelante. Pero era un pasillo y de los lados había celdas en las que estos seres comenzaban a levantarse, la huida fue la idea más oportuna, dejando atrás a los hostiles. Union seguiría siendo de esa forma y peor.  Al cruzar la siguiente puerta, no se escuchó nada más. Estaban en lo que era similar a unas catacumbas, caminos alumbrados por velas y las contexturas de piedras que de vez en cuando dejaban rastros de polvo. Había más caminos y en silencio continuaron, diferentes estancias, a cada paso encontraban celdas con restos humanos convertidos en hueso y el olor de la muerte era una costumbre a estas alturas.

 

—  Ahg… ¿Qué mierda…?

— Parece que Theodore no se va con gustos pequeños.

 

Los dos al mismo tiempo se detuvieron cuando traspasaron hacía una estancia que parecía ser más bien una cámara de tortura. Aquí todo parecía hablar, incluso Sebastián se sobresaltó inmediatamente cuando escuchó los gritos de una mujer haciendo eco.

 

— Vaya ambientación, supongo que es lo único que me agrada. — Con una sonrisa leve Stefano dio su opinión y avanzó, acercándose hacía un de las máquinas que estaban ahí y cadáveres viejos, esqueletos, tendidos sobre mesas que algunas eran para calcinar al sujeto estando vivo.

— Ahora entiendo por qué se llevan tan bien.

— No me confundas con un sujeto así.

— Son un par de enfermos simplemente.

 

Iban a terminar peleando a ese paso y lo único que lo detuvo fue cuando Sebastián notó  un espejo en la pared, el cual no tardó en quebrarse y brillar. El Clair de Lune por Debussy comenzó a sonar con calma, como si nada aparte del desastre que había, pudiera afectar.

 

—  Necesito información. Vamos.

— ¿Pero de qué estás hablando?

— Cruzaremos el espejo a mi “habitación”.

— Y después el loco soy yo.

— No sigas hablando y cállate.

 

Sebastián extendió su mano y se quedó viendo fijamente como aquella luz lo absorbía y también a Stefano hasta dentro de ese mundo seguro de momento, porque no era muy gratificante ahora. Estaba invadido por el altar que representaba la religión del padre Theodore, pero los demás, todo seguía igual, como había sido en sus tiempos en el departamento de policía en Krimson. 

 

. . .

 

Esto estaba recién comenzando a penas. Una alianza sin formalidades e impuesta por circunstancias tan deplorables.

 

 

Notas finales:

¿Por dónde comenzar...?

No lo sé, esto es realmente un proyecto que nació hace unos meses atrás y decidí sacarlo de mis carpetas pendientes.

¿Cómo llegué a estas ideas? La suma de la emoción que tuve en conocer a Stefano Valentini y su rivalidad mortal con Seb, además de unas viñetas/fanarts hermosos de algunos artistas que alimentaron mis ganas de ver a dos seres que se odian trabajar juntos para enfrentarse al real enemigo traicionero, convincente, manipulador, pero una piedra en el zapato al fin y al cabo en Union. 

 

Espero ir avanzando con más frecuencia, pues la vida cotidiana a veces se roba descaradamente mis ganas de poder redactar todo aquello que me hace ruido en la cabeza para ustedes. Me esforzaré para poder publicar sin tantas tardanzas, aunque no prometo nada. 

Tengo la esperanza de haber interpretado correctamente la psicología de estos personajes, pues realmente he visto escritorias que los llevan de maravilla. Mucho amor y orgullo para estas. 

 

¿Datos de esta historia?

  • Habrá ship, Stefano y Sebastián. (Sí, en ese orden, tengo un placer culpable de que Seb sea el pasivo en esta relación tanto como lo es con Ruvik.)
  • Habrá lemon, o lime en insinuaciones en capítulos posteriores, necesito ocupar y alimentar el descaro perverso de Stefano con Seb. 
  • ¿Sebastián y Myra?: Pese a que me causó mucha nostalgia esta pareja, no nos vamos a centrar en esto, tengo un plan para todo este embrollo que se realizará.  

Por ahora es eso, de corazón agradezco la visita por esta alocada historia, agradeceré cualquier comentario y opinión constructiva. 

¡Hasta la próxima!


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