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DOCE PASOS PARA ENAMORARSE por Fanny21

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Notas del fanfic:

Otro fanfic, lo cual no significa que descuidaré el otro. Es solo que las ideas se me aglomeran rápidamente en mi cabeza...

Notas del capitulo:

Aquí puse a mis dos ukes preferidos como hermanos, ¡los amo a morir! Además, me encanta Shinobu...

¿Podía existir algo más hermoso en el mundo que sus dos preciosos hijos?

 

El pecho del señor Takatsuki se hincha de felicidad, mira a su esposa, quien sonriendo de lado, le dice que también está contenta. El tiempo pasa volando, piensan ellos, viendo con orgullo como sus herederos soplan las velas de sus respectivos pasteles. Dieciocho velas para ser exactos. Ellos ya no son unos niños, más en el corazón de los padres, ellos seguirán siendo sus bebés.

 

Shinobu se aparta el mechón de cabellos que cae sobre sus ojos, pues eso le impide observar el desastre de la decoración. Si, desastre. ¿Es que sus padres no saben que el celeste ya pasó de moda? ¿En qué mundo retrógrado viven como para no fijarse detalladamente en la selección de invitados?

 

Es decir, ¿invitar al nerd más nerd de su anterior escuela? ¿Es broma? A Shinobu le importaba muy poco que el dichoso nerd, sea hijo de una de las familias más poderosas de Corea o de dónde sea que venga. Al fin y al cabo, es solo un ratoncillo de biblioteca y para el colmo feo.

 

―Oh Dios, ¡cuánta crema tiene este pastel! ―suelta el comentario que suena más a una queja en voz baja.

 

Misaki, el hermano mellizo de Shinobu, rueda los ojos y se concentra en la cantidad de personas que han sido invitadas. Busca en el montón a alguno de sus conocidos, pero no halla a ninguno. No esperaba menos, su padre se ha vuelto muy exigente con las amistades que lo rodean, y no lo culpa, pero al menos espera que sea soportable.

 

―Deja de quejarte y mira a la cámara ¿sí? Mi mandíbula me duele de tanto tener que sonreír ―exige Misaki un tanto gruñón, dándole un leve codazo a Shinobu.

 

―¡Claro! ―dice Shinobu sin hacerle caso―. Se me olvidaba lo mucho que me importa tu cara.

 

―No empieces ―le susurra el castaño.

 

―No empiezo nada. Es solo… ¿tenías que haber elegido este día para nacer?

 

Misaki quiere golpearlo por la pregunta tan tonta. No puede obviamente, hay muchas personas y sus padres no les quitan la mirada de encima.

 

―No sabes cómo lamento ser tu hermano mellizo ―dramatizó Misaki con un aire fúnebre―.Así que, ya que ambos compartimos la misma pena, te aguantas.

 

El señor Takatsuki mira a sus hijos intercambiar palabras, acto que lo hace suspirar, pero de cansancio. Esos niños, bueno, jóvenes… ¿nunca podrían terminar por llevarse bien?

 

Le pide al fotógrafo de la familia que capture el momento en que sus dos tesoros corten el pastel. Definitivamente va a poner esa fotografía en el álbum familiar más importante de las tres que existen.

 

―Se ven tan lindos ―dice la señora Takatsuki, limpiándose una lágrima que cae por sus sonrojadas mejillas―. Ya son un par de adultos.

 

―Cariño… ―su esposo le besa en la frente y la abraza por la cintura―. Me estoy poniendo más viejo con cada cumpleaños que pasa.

 

―Presiento que dentro de poco tendremos una larga fila de pretendientes con los corazones rotos fuera de nuestra casa ―sonríe la mujer, bebiendo de su refresco de piña.

 

¿Cómo dijo? ¿Pretendientes? Eso era lo último en lo que el señor Takatsuki pensaba. Sus hijos todavía eran muy jóvenes para tener parejas. No lo permitiría. Imposible.

 

―No digas esas cosas, por favor ―ruega el hombre de canas nacientes, ejerciendo más fuerza en el abrazo a su esposa.

 

La señora Takatsuki ríe por lo bajo y asiente.

 

―Tus futuros yernos tendrán muchas pruebas que superar ―comenta más adelante.

 

Yernos… Otra de las cosas que el jefe de familia tuvo que asimilar, la orientación sexual de ambos jóvenes. No fue fácil, pero tampoco difícil. Es decir, sus dos niños siempre fueron muy hermosos y tiernos ―casi la mayor parte del tiempo―, lo único que lamentaba de ello, es no poder convertirse en abuelo. Y con eso, lo único que odiaba, es tener que ser más exigente con las futuras, futurísimas parejas que cada uno de sus niños le presentaría con el tiempo.

 

―Aunque, si lo pensamos bien amor ―comienza a decir el señor Takatsuki―, ni Misaki, ni Shinobu son de esa tendencia a conseguir a cualquier idiota que se les presente de frente.

 

―¡Exacto! Por eso mismo decía que la empleada tendrá que echar a cada uno de esos pretendientes heridos por el desamor.

 

¡Bingo! Si bien al señor Takatsuki no le gustaba el carácter que se manejaban ambos hermanos, se felicitaba internamente, el haberlos criado cumpliendo cada uno de sus caprichos, berrinches y peticiones exageradas. Bien, lo admite, los ha malcriado demasiado, pero al menos sirvió para que sus hijos supieran exactamente quienes eran, lo que poseían, lo que merecían y no desear menos que eso.

 

―¡Oh vaya! Iré a separarlos ahora mismo ―dijo su esposa, sacándolo de sus pensamientos.

 

Delante suyo se dibujaba una escena digna de ser divertida para los concurrentes, mas no para él.

 

Misaki había empujado con mucha fuerza la cabeza de su hermano al momento de probar el pastel, que Shinobu tenía toda la cara embadurnada con crema. Y como si fuera poco, el rubio sin perder oportunidad, se lanzó contra su hermano. Toda la inocente ceremonia se había convertido en una campaña campal, protagonizada por ambos herederos.

 

Los flashes de las cámaras no dejaban de dispararse… Genial.

 

****

 

―¡Te arrepentirás de esto Misaki! ¡No me quedaré de brazos cruzados! ―amenazó Shinobu, mirándose al espejo que colgaba en el despacho de su padre. Su cerquillo todavía tenía algo de esa asquerosa crema encima.

 

―Sí, claro… lo que digas ―Misaki contuvo una risotada al mirar su celular― ¿Puedes creer que tu foto tiene más de diez mil likes en Instagram?

 

―¿Disculpa? ―Shinobu se acercó a su hermano y sin cuidado le arrebató el celular de las manos. Antes de mirar la pantalla, rogó a los cielos que fuera una broma de mal gusto, sin embargo, no fue así―. Yo te mato… ¡Esta me la pagas!

 

Antes de que el rubio pudiera agarrar al infeliz insecto ese, su padre ingresó a la habitación.

 

―Papá, Shinobu me dice cosas feas… ¡muy feas! ―se quejó el pequeño castaño, ocultándose detrás de la gran espalda de su padre―. Siempre es muy malo conmigo, papá.

 

Lo que le faltaba, que el falso argumento de su hermano, acompañado de ese horrible puchero de mosquita muerta en los labios, surgiera efecto.

 

―Shinobu, pídele disculpas a tu hermano ―ordenó el señor Takatsuki con voz suave.

 

―¡Ni muerto! ―chilló Shinobu, viendo la sonrisa victoriosa que Misaki le dedicaba―. ¡Estás loco si piensas que lo haré! Tu hijo está mal de la cabeza… ¿acaso no te das cuenta de lo que hizo? ¡Arruinó mi vida social! ¡Publicó la maldita fotografía en donde me estoy ahogando en ese horrible pastel!

 

―Tú iniciaste ―le acusó prontamente Misaki, sin darle espacio a su padre para hablar―. No tenías por qué haber criticado mi atuendo, que de por sí, es mucho mejor que el tuyo.

 

―No es mi culpa que tengas tan malos gustos, hermanito.

 

―Lo dice el chico que besó al nerd más nerd de la preparatoria ―bufó Misaki, cruzándose de brazos. Si había algo que sacaba de sus casillas a Shinobu, era ese espantoso recuerdo de su pasado.

 

―¡Cállate! ―Shinobu jura haber estado muy pero muy borracho para haberlo hecho. Aunque la verdad era más simple, fue un inocente juego de verdad o reto. Y él, como el chico seguro que era, eligió reto―. ¡Eres un enano odioso!

 

―¡Y tú un arrogante!

 

―¡Anticuado!

 

―¡Irritante!

 

―¡Silencio los dos! ―el señor Takatsuki intervino de inmediato, reflexionando en las palabras dichas, y mirando a su precioso hijo, preguntó: ―¿Shinobu, tú… ya tuviste ese tipo de experiencias?

 

Misaki estalló en risas y Shinobu solo quería que la tierra se lo tragase. Sin duda, ese sería el peor cumpleaños de toda su vida, exceptuando claro, la valiosa tarjeta platinum que su padre había puesto a su disposición.

 

 

Notas finales:

Nos vemos...


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