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Público
Capítulo 7. Pesadilla
Mira a los ojos de la amazona con la confusión escrita en el rostro. Ella le observa de una manera tan compasiva que en seguida siente náuseas creciendo en su estómago. Siente incomodidad inmediata. Está soñando. Definitivamente está soñando…
—En algún momento debes de aceptarlo… —le dice
Niega para sí.
—Superman está muerto. Tienes que seguir adelante…
Quiere callarse, pero el dolor puede más que todo su control.
—¿Steve Trevor te dijo eso?
Se merece el empujón que le hace chocar contra las cajas tras él. Alrededor de ambos, Arthur y Barry les miran sin soltar palabra. Bruce debe concentrarse para no arruinar más lo que sea que les ha llevado a aquello. Diana está portándose condescendiente de nuevo, y aquello resulta en más de lo que su herido corazón puede soportar.
—Te escondiste por un siglo entero. No me hables sobre “seguir adelante”—escupe, molesto, antes de abandonar la estancia.
Cuando vuelve a alzar la mirada se encuentra en su habitación. Está sentado al borde de esta, observando vagamente alguna de las fotos sobre uno de los muebles del lugar. Cuadros que, por sí mismo, nunca hubiese colocado allí dentro.
Traga grueso.
Él solo…
La cama le resulta inusualmente enorme en ese preciso momento.
Está soñando. Está seguro de ello. Ha luchado las veces suficientes contra el espantapájaros como para aprender a distinguir entre lo que pasa en verdad y lo que no. Sin embargo, aun cuando es consciente, todo se siente tan malditamente real.
Y empieza a dudar de su cordura.
Si estuviese realmente solo ahora… Perder la cabeza…
—¿Bruce?
Mira a la puerta, su hijo mayor le observa con preocupación. Hay dolor en su mirada, y eso provoca más inconformidad en el caballero de la noche, que vuelve a tener ese sentimiento de realidad tan intensamente que le corta la respiración.
—Esto es una especie de sueño—dice, seguro.
Grayson le mira con tristeza.
—Desearía que lo fuera…
Si está muerto… Yo me volví loco.
—¿Dónde está? —es todo lo que puede responder
—La liga no cree…
—Richard. Dime dónde está—le corta, y el menor se toma un momento para respirar, como batallando consigo mismo antes de poder responder
—Diana se ha llevado el cuerpo. La señora Kent dio la orden.
Asistir a un funeral vestido de Bruce Wayne nunca antes había resultado tan complicado. En primera porque no terminaba de asimilar lo que estaba pasando, y en segunda porque no tenía permiso alguno de mostrar lo que realmente estaba sintiendo. Oficialmente, Wayne se presentaba en el funeral por cuestiones éticas… La versión que se formó es que Clark Kent falleció durante un trabajo para su empresa, hecho por el cual él tenía una “buena” razón para ir a mostrar sus respetos.
La verdad era totalmente distinta. Eso es lo que él quería pensar.
Nadie le decía nada. No lograba recordar nada. Y, peor aún, todos parecían guardarle una mezcla de rencor con lástima que poco a poco le asfixiaba.
Héroes, protegidos bajo su identidad secreta, rodeaban el ataúd del hombre de acero mientras Martha continuaba abrazando el mismo. Las lágrimas de la madre quebraban corazones a kilómetros a la redonda, y el propio Bruce pensó que todo eso estaba llegando demasiado profundo en heridas que creyó cicatrizadas hace tiempo.
Avanzó lentamente hasta donde ella se encontraba. El corazón latiéndole con fuerza, pero a una velocidad tan baja que creyó que sencillamente se detendría. No le molestaría, sinceramente. Morir era mejor que esto.
—Martha…—pronunció, y odió que su voz no manifestara la forma en que le dolía decir su nombre
—No tienes derecho de venir aquí—le respondió la dolida mujer, mirándole con odio— ¡¿Cómo puedes atreverte a venir aquí?!
Nadie interviene cuando ella golpea su pecho, en un intento de liberar aquello que siente, tampoco les sorprende que Bruce no mueva ni un músculo para defenderse. Igualmente, en shock que la señora Kent, y con el mismo agujero formándose en su pecho.
—Le advertí que se alejara de ti. Se lo repetí tantas veces... El mundo lo necesita… No a ti.
Es como observar todo desde fuera. Sin poder vivir realmente lo que tienes frente a ti. Así resulta la experiencia para el héroe de Gotham, que se ve obligado a retirarse antes de que terminen de enterrar el ataúd. Esto no impide que espere lejos hasta la última alma abandone el sitio para regresar allí.
—Lo lamento—dice, y no suena como su voz en lo absoluto.
Entonces está seguro de poder recordarlo. Doomsday era demasiado poderoso.
Ni siquiera la trinidad unida podía contra él…
La kriptonita, por otro lado, le daba la oportunidad perfecta.
Solo necesitaba llegar hasta él.
Un solo descuido de parte suya, y Batman tendría el momento exacto para acabarlo.
No esperaba sobrevivir tampoco.
Nunca lo hacía.
La amazona gritó algo cuando él llegó hasta el enorme ser. Apenas pudo ser consciente de que aquella bestia advirtió su presencia antes de tiempo… Entonces el sonido del aire cortándose le hizo palidecer. Aterrizó a kilómetros de distancia antes de que fuese capaz de darse cuenta, y cuando se puso de pie escuchó el grito desgarrador del enemigo.
Al mismo tiempo que sonaba el crujir de toda una edificación derrumbándose.
Miró a su alrededor, y sus ojos se encontraron con los de la mujer. Ella le miraba con sorpresa. Sin mediar palabra alguna salieron directo al origen de tal ruido, solo para contener el aliento al verlo allí.
—¡Superman!
Inmóvil.
Pálido.
Sin vida.
—Bruce…
Murió por salvarle.
Eso había pasado.
—Bruce…
Sintió como se hacía un ovillo. Sin poder aceptarlo.
—No…—musitó, con el corazón encogido.
Era su culpa. Siempre lo era.
—¡Bruce!
Abrió los ojos de golpe. Parpadeó varias veces antes de poder observar realmente y cuando finalmente pudo procesar lo que pasaba se encontró reflejado en los espejos de agua marina que el otro tenía por ojos. Su propia expresión de terror le hizo sentir pequeño de pronto.
—Fue una pesadilla… Todo está bien—le dijo, lentamente.
Se encontró a sí mismo desnudo entre las sábanas, y hubiese alzado una ceja al ver al otro enfundado en su traje de héroe de no ser porque continuaba conmocionado por aquella horrible pesadilla. Se obligó a respirar varias veces, intentando relajarse. Las manos del kryptoniano acariciaron su rostro con calma mientras lo hacía, y cuando volvió a mirar sus ojos con calma, Bruce sintió que al menos su corazón había retomado un ritmo aceptable. No tuvo nada que decir, y el otro interpretó su silencio con cariño. Los labios del héroe de Metrópolis acariciaron los suyos, mientras sus brazos se enredaban alrededor de su cuerpo. Clark entendió entonces qué era lo que había provocado semejante cambio cardiaco en el ritmo de su pareja.
—Estoy aquí. Todo está bien…
Como respuesta, Bruce le abrazó con más fuerza.
Batman no podía decirle que no dudaba que sus pesadillas se volviesen reales algún día. Cada vez que soñaba con su muerte, todo giraba en torno a lo mismo. A la promesa rota que Clark hubiese hecho con él desde el primer momento. Siempre faltaba a ella. En cada sueño. Uno tras otro.
—No te atrevas a salvarme—murmuró, cuando el otro recorría su cuello— Si la seguridad del mundo cuesta mi vida… No me salves… Nunca lo hagas.
—Lo prometo.
Era más fácil creerle.