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SET ME FREE. [Kaisoo/Top!soo] por UnicornioMorado

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10 - 11

–Cumpleaños feliz, te deseo a ti. Feliz cumpleaños para Jonginnie, cumpleaños feliz.– Kyungsoo deja de aplaudir y se queda en silencio, observando los brillosos ojos de su vecino. El niño está seguro de que si el castaño sigue sonriendo así, sus mejillas estallarán.

JongIn sostiene con emoción la tarjeta que su hyung ha hecho para él contra su pecho. Le entristece que su vecino no asistiera a su fiesta de cumpleaños, aunque no haya sido tan genial después de todo, pero nada importa ya porque al salir a su balcón, su hyung estaba esperándole con su linda sonrisa de corazón ofreciéndose a cantar una canción para hacer uso de todo lo que ha aprendido en sus clases de técnica bocal.

–Hyung, mamá me dio suficiente pastel para los dos– habla el menor, emocionado, pasándole al mayor un trozo del pastel de chocolate en un platito– tengamos nuestra fiesta de cumpleaños, ahora.

Kyungsoo cumple años el doce de enero, dos dáas antes del cumpleaños de JongIn. 
JongIn no lo sabía, tonto, tonto. El menor no deja de reprenderse por no haber preguntado antes la fecha del cumpleaños de su hyung y por eso, para arreglar su descuido, ha decidido que celebrarán su cumpleaños y el de su hyung al mismo tiempo, solo los dos.

Es catorce de enero, la fiesta de JongIn terminó hace poco, a la celebración solo asistieron cinco personas de las quince que se invitaron. Su amiga Marie, sus primos Jongdae y Joonmyun, la hija de la señora Seola, y la mejor amiga de su hermana mayor. A JongIn no le importa, ha decidido que eliminará las últimas horas de su memoria y que su cumpleaños número diez apenas está a punto de ser celebrado. Su madre accedió a darle la mitad del pastel que sobró de la fiesta fallida y JongIn sabe que la mujer lo ha hecho por lástima, es pequeño, si, pero no es tonto.

–Nini– el menor levanta la vista– gracias. Estoy aquí para ti, lo sabes, ¿verdad?– Jongin asiente, moviéndose de una forma muy linda, como un pequeño cachorro. Su pecho se llena de orgullo al ver la brillante sonrisa en el rostro del niño.

–Hyung, ¡acabo de tener una gran idea!– exclama el chiquillo poniéndose sobre sus pies de un salto, casi pisando la tarta y el reguero de dulces en el piso de su balcón. Kyungsoo le mira atento, sonriendo.–Celebremos nuestro cumpleaños, el de Soo hyung y Nini, todos los años. Los dos. Aquí.

–Suena bien– Kyungsoo mira con ternura al menor, es un niño adorable, sabe que el pequeño castaño de ojos chiquitos reprime las ganas de llorar, puede verlo en sus expresiones, sus pucheros involuntarios. Siente pena por él.

Kyungsoo se estira tanto como la baranda divisoria entre los balcones le permite, pone con delicadeza uno de los sombreros con forma de cono que colecciona desde que recuerda. Siempre es el mismo todos los años, de color azul. 
Cada vez que Kyungsoo cumple años, sus padres compran un gigante pastel con fresas y melocotones con glaseado blanco, de vainilla, le adornan la cabeza con un gorro para la festividad y después de cantar la canción del cumpleaños, parten el pastel en muchos pedazos que luego serán entregados a personas que el niño no conoce. Eso, así se celebra el día especial de Kyungsoo. 
El gorro de este año tiene lunares blancos y un pompón brillante en la punta, es el más lindo de todos, por eso se lo da a JongIn. Es cuidadoso al ajustar el elástico y acomodar la cosa en el lugar adecuado, sin desordenar los suaves cabellos largos del niño.

–Hyung– Kyungsoo se apoya sobre la baranda y mira con suma atención al menor. El castaño juguetea con la envoltura de un caramelo entre sus manos, tiene la mirada clavada en el piso.–Te quiero, Soo hyung.– Las mejillas sonrojadas del chiquillo son algo encantador y Kyungsoo mira con fascinación al chiquillo, asegurándose de no parpadear porque desea que la escena frente a sus ojos, en ese instante, no se borre jamás de su mente.

 

 

~†~

 

–Hyung– chilla JongIn– ¡me preocupas!

–Estoy bien– Murmura kyungsoo con desgana. Sus escuetas palabras enredándose con la tela del edredón. 
Están en la habitación del menor. JongIn le da un masaje al chico, sentado sobre su trasero.

–Estás muy tensionado y no es que me sorprenda, porque la verdad es que nadie puede estar bien en este tipo de situación– insiste JongIn, moviendo sus manos sobre la espalda de Kyungsoo.

–¿Qué situación?, todo está bien— el mayor resopla e intenta tomar una bocanada de aire, fallando en llenar sus pulmones por el peso de JongIn sobre su cuerpo— siendo honesto, creo que ha podido ser peor— rezonga el mayor, ganándose un pellizco por parte del otro.

—Hyung, no está bien y lo sabes.

Kyungsoo contiene un sonido en la garganta que es como un gruñido estrangulado, y se queda callado porque de hecho, si, está bastante afectado. 
Es domingo por la tarde, día de iglesia. 
La noche anterior Kyungsoo no dejó que JongIn volviera a su casa hasta asegurarse de quedar bien follado. La mañana de ese día despertó destrozado, con el cuerpo entumecido y adolorido, las piernas amoratadas y rastros de semen por todo su torso. 
Como era de esperarse, no fue capaz de despegar su redondo culo de su cama, sus piernas temblaban tanto que llegó a imaginarse rodando por las escaleras después de que sus rodillas cedieran a su peso.

Kyungsoo se sintió como un trocito de mierda al recordar que ese domingo le correspondía dirigir las alabanzas y se negó a hacerlo con el ardor en su trasero recordándole cuánto rogó horas antes por ser follado mas fuerte.  
No fue.

Se negó a salir de su habitación, aún después de que su padre le mirara de aquella forma que le hace sentir la escoria mas grande del mundo.

Los servicios en la iglesia suelen celebrarse desde las diez de la mañana hasta las doce del día, luego de eso sus padres se quedan con alguna persona de la congregación que necesite de su consejo, o van a almorzar con cualquier persona a la que se le de la gana de invitarlos. Kyungsoo conoce muy bien como sus progenitores organizan los tiempos, por eso cuando su reloj marcaba las dos con quince minutos de la tarde, no se sorprendió al escuchar el sonido del auto de su padre al ser estacionado. 


Ya aseado y en pijamas decidió descender hasta el primer nivel de la casa, quedándose de pie en el rellano que conecta con el comedor, esperando, como es costumbre, a que le entregaran una bolsa o caja, o lo que sea, con su almuerzo.

Nada.

No hubo nada.


No hubo almuerzo, no hubo un saludo, Kyungsoo no recibió siquiera una mirada por parte de ambos y sólo pudo quedarse allí plantado con la respiración contenida y una punzada de dolor en su pecho, porque Kyungsoo recuerda una vez más la familiar sensación que abraza su pecho en días como ese. Días en los que simplemente no existe, esos días en los que es olvidado, como si sus padres no soportaran la vergüenza de tener que verlo después de faltar a su deber para con la iglesia.

Y es que siempre es así, Kyungsoo piensa en ello como si sus padres decidieran exiliarlo de la familia por faltar a las actividades de la iglesia. Fácilmente puede imaginar a su madre haciendo sus maletas y a su padre empujandolo a la calle, abandonandolo a su suerte, y luego del desconcierto y el dolor llega la punzada de ira, porque Kyungsoo sabe que más que preocuparse por su relación con Dios y su salvación, sus padres solo piensan en el "qué dirán", porque "¿qué va a decir equis persona cuándo les estemos exortando si nuestro propio hijo ya es un desastre?, ¿cómo vamos a ayudar a alguien más a controlar a sus hijos si estamos fallando en controlar al nuestro?"

A las cuatro de la tarde, JongIn lo encontró en su habitación siendo un desastre de lágrimas, sediento y hambriento, porque no se sintió lo suficientemente digno como para caminar por su propia casa y prepararse cualquier cosa en su cocina. El menor le ayudó a cruzar hasta su balcón y después de una buena sesión de arrumacos, le preparó un almuerzo—casi cena decente.

Kyungsoo se sacude, indicándole a JongIn que ya ha sido suficiente y el menor se deja caer sobre el colchón, rodeandolo con sus brazos.

—Las manos de Nini son el cielo— las palabras de Kyungsoo escapan en un suspiro, cierra los ojos, dejándose hacer por el menor.

—Puedo hacer maravillas con ellas, hyung— susurra JongIn con picardía sobre el oído de Kyungsoo, escudándose más erótico de lo que debería.

El mayor ríe silenciosamente y abre sus ojos. Mira detalladamente el rostro frente al suyo, maravillado por la perfección de sus rasgos, tan suaves y delicados pero tan masculinos, algunos ángulos mas marcados que otros. Tan apuesto. Kyungsoo, como niño que ha sido criado por una familia creyente, está seguro de que así es como debe lucir el rostro de un ángel. 
Las esquinas de los labios de JongIn se tuercen, formando una sonrisa, y el corazón de Kyungsoo se estremece. Está jodido, piensa, el castaño junto a éll tiene la capacidad de robarle el aliento con tan poco.

—Eres hermoso, JongIn. ¿Ya te lo había dicho?— Kyungsoo se derrite al ver su sonrojo.

—Hyung— susurra JongIn, muy cerca de su rostro, acariciandole una mejilla con una de sus manos— Hyung, ¿qué me has hecho?. No estoy seguro, pero creo que así es como se siente amar de verdad. Te amo tanto, Soo.

Kyungsoo le mira sin decir palabra alguna, fascinado por el brillo en los ojos del otro. Sonríe y toma una gran bocanada de aire, dejandolo salir lentamente. Su cerebro tiene un pequeño colapso mientras piensa en qué responder, porque justo esas son las conversaciones que el mayor prefiere evitar, porque le llenan de ansiedad. Le causan estrés y se hunde un poco más en su mierda, porque siente que aquello es demasiado y sus cortos brazos no alcanzan a abarcar las dimensiones que todo el asunto posee. 


JongIn deposita tanto sentimiento en cada una de las palabras que salen por su boca, en cada una de las miradas que le dedica. Sin importar qué sea lo que Kyungsoo tenga para ofrecerle, malo o bueno, JongIn permanece, no le abandona, quizás confiando en que algún día todo por fin será diferente. JongIn es un angel, uno que él no merece, y del que aún así no es capaz de alejarse, porque es egoísta y lo quiere para él, solo suyo.

—Me encantas— susurra finalmente, abrazándose aún más a JongIn— tampoco podría asegurar nada, es la primera vez que siento algo así, pero si sé que estoy jodido, por ti, completamente jodido.

—No puede ser tan malo— JongIn se ha incorporado, apoyando su peso sobre sus codos.

—Si mi padre se entera...— sus palabras son interrumpidas, como siempre, esta vez con un beso desordenado que amenaza con ser sucio y pasional.

—Él no va a enterarse— declara JongIn metiendose entre las piernas del mayor, cuidando de no aplastarlo con su peso. Su tono de voz un poco más ronco, dandole un toque de erotismo y lujuria al momento, pero sus ojos expresan la misma molestia y la furia que baila en el pecho de Kyungsoo, porque ambos son víctimas, los dos sufren a causa del mismo verdugo, de esa sociedad que se cierra para ellos— nadie va a enterarse de nada.

Kyungsoo lo mira ceñudo, hasta cierto punto molesto, porque la situación en la que ha atrapado al menor consigo es una mierda, una mierda que el chico no merece y, joder, se odia.

—¿Puedes vivir con eso?— a pesar del desastre de emociones contenido en su pecho, su voz suena bastante débil.

—Puedo vivir cualquier tipo de vida siempre y cuando tú estés a mi lado.

Kyungsoo cierra los ojos, su ceño fruncido, sintiendo un desespero repentino, porque no es justo. No es justo para el menor.

—Pero...

—Kyungsoo— muy pocas veces JongIn le llama por su nombre de forma tan severa, que lo haga le toma por sorpresa, y le hace darse cuenta de que ese JongIn frente a él no es el mismo Nini de años atrás que hacía pucheros todo el tiempo y daba saltitos emocionado porque su cachorro aprendió un truco nuevo.—Sólo te necesito a ti. No necesito la aprobación de ninguna otra persona. Yo no necesito la aprobación de la sociedad, ni de ninguna deidad, yo sólo necesito que estés seguro de que esto es lo que quieres, de que me quieres a mi a tu lado. Si esto te hace feliz, estaremos bien— la veracidad de las palabras del chico hace que Kyungsoo se sienta mareado, el maremoto de emociones crece en su interior.— Déjame hacerte feliz. Yo me encargaré de alivianar el peso de tu carga, hyung. Lo he prometido.— Kyungsoo se siente seguro y perdido al mismo tiempo, pero no tiene oportunidad de ahondar en sus pensamientos, aquel pequeño beso en su cuello lo ha distraído— Kai lo hará por ti.

El mayor se queda estático. Su torrente sanguíneo se estremece y cada uno de sus poros vibra, choques eléctricos recorren todo su cuerpo y se siente arder allí donde Kai deposita un nuevo beso.

 

 

 


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