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La agridulce memoria al final del día por Lizama24

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Notas del fanfic:

Pues aquí está, un pequeño one shot. 

La verdad es que el título me gusta bastante, gracias a quien lo propuso y espero (porque me gusta ser sorpresiva) que la idea que tuve no estuviera relacionada con lo que pensaba, y si eso la decepciona pues perdón(?). 

 

Broma. Espero lo disfruten.

Si debiera escoger sólo una palabra para describirlo, sería cliché. Detesto esa palabra, el sólo hecho de usarla ya es un cliché. Sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta de que no hay una mejor. Bueno, quizá exista otra muy refinada que yo no conozco, o alguna en un idioma extraño que lo describa con más exactitud. No lo sé, no soy un hombre muy inteligente.

Él es un completo y auténtico cliché, incluso más que las películas románticas tan asquerosas que mi hermana está viendo siempre que visitamos a nuestra madre. Atractivo, divertido, inteligente, con preciosa sonrisa y deseado por montones de personas que le rodean. Interesante para querer descubrir cada uno de sus secretos, tan dulce que mueres porque sea tu amigo, e increíble en la cama para querer estar en sus brazos toda la vida. Tiene todo lo que alguien necesita conocer para quedar enamorado al extremo.

Puedes viajar mil años luz en futuro, o volver en el pasado, y no encontrarás a alguien que le supere.

Seguro que sueno como un adolescente obsesionado con él por pensar todo eso, puede que para muchas personas ni siquiera les resulte guapo. Pero al demonio, yo soy quien contemplo cada uno de sus matices. Conozco y observo todos los colores que puede tener su piel; a veces claros, a veces oscuros. Contemplo el brillo de sus ojos en diferentes situaciones y termino enamorado de lo temperamental que puede llegar a ser, de cómo su boca puede expresar tanto cosas hermosas como obscenidades.

Sólo debería estar permitido enamorarse de alguien cuando conoces tanto sus virtudes como sus defectos. Porque sólo entonces puedes decirte: “joder, aun así le quiero”. Y por dios, cuánto le quiero.

Me detengo bajo una parada de autobús para cubrirme de la lluvia. Siempre me digo que debo revisar el pronóstico antes de salir de casa, pero soy demasiado perezoso hasta para teclear esa palabra en mi celular o gritarla al teléfono. Y bueno, también debí imaginarlo debido a la temporada en la que estamos: siempre llueve. La cosa es que no me he traído un paraguas, así como que me niego a caminar con gotas sobre mi cabeza. Puede tardar varios minutos pero no soy alguien que lleve una vida muy deprisa. De hecho, podría quedarme aquí mucho tiempo viendo cómo el pavimento se cubre con la lluvia.

Los transeúntes corren de un lado a otro para intentar llegar de prisa a sus destinos, y los conductores continúan con sus traseros en los asientos de sus autos, cómodamente y sin preocupación. Yo saltaría en los charcos si fuera uno de sus niños que corren de la mano de sus padres, y mamá mi gritaría por manchar sus zapatos.

—Tengo que empezar a cobrarte por cuidarte más de lo que debería.

Yutaka dobla su paraguas cuando se coloca debajo del techo de la parada. Por supuesto, como el auténtico cliché que es no podía esperar menos a que se apareciera justo en este momento. Aunque no lo necesitaba, en realidad. Le sonrío, pero regreso mi vista al frente como si fuera un desconocido que tan sólo me ha dado los buenos días. Lo escucho suspirar y sus zapatos hacen ruido por el agua que absorbieron. Eso es realmente molesto.

—¿O te has puesto en esta situación a propósito?

—Claro, quería que vinieras hasta mí y camináramos juntos hasta mi casa porque sé que no puedes decirme que no a algo —Yutaka me llama idiota, pero sé que está sonriendo.

No miento. Tal vez uno de los más grandes defectos de Yutaka sea haber caído bajo mis estúpidos encantos, aun cuando diga que soy perfecto. La verdad es que no lo soy en lo absoluto, soy el tipo más tímido y torpe del universo, pero con él siento que mi confianza se eleva unas veinte veces.

Incluso si no lo esperaba, Yutaka decide acompañarme a mi casa porque la lluvia no se detiene. Su paraguas transparente es lo suficiente grande para los dos. No esperaba menos del señor “multimillonario” a mi lado. Me encanta burlarme de él porque su jefe lo adora y podría tener todo lo que quisiera si lo pidiera.

Le hago bromas diciendo que seguro sólo va a sentarse en una oficina y ver televisión, y así puede tener unas vacaciones todo pagado en una isla paradisiaca. Él se ríe y dice que soy muy cruel, que no sucede nada de eso. Sin embargo, Yutaka puede llegar a ser muy malvado. Controla a sus compañeros inexpertos para que hagan el trabajo que él no quiere hacer, los amenaza con conseguir que los despidan si no hacen bien sus labores, y aunque lo niegue le encanta ser el favorito.

—Eres todo un vil.

Me mira con expresión dudosa y sorprendida, yo sonrío y me aproximo a besarlo en la mejilla.  Entonces me devuelve la sonrisa, incluso si no sabe lo que danza por mi cabeza. A veces me asusta lo mucho que me conoce, porque puede que ninguna otra persona me conozca tanto como él. Y eso no es del todo romántico.

***

Es jodida música. De esa que te hace sentir sexy, la cual pones a máximo volumen cuando nadie te está viendo y podrías explotar las paredes con tal de sentirla más. Lenta, suave pero emocionante. La quieres reproducir una y otra vez porque con tan sólo oírla unos segundos te puede causar un orgasmo. Y quieres más, siempre quieres más.

Soy presa de su boca y de sus brazos; lo más magnífico a lo que podría estar atado. Me besa con tal pasión que podría desvanecerme. Mis manos se deslizan por sus mejillas mientras le beso, rasguñando su piel, y una de ellas va hasta su nuca, se enreda en sus cabellos y tira de ellos.

Es gloria hecha carne. Podría sobrevivir del calor de su cuerpo contra el mío cuando me abraza, lo juro. Recibiría con gusto sus sonrisas y sus bostezos como postre.

Al romper el beso tan sólo se acomoda en mi hombro, sus brazos presionan con más firmeza mi cuerpo y el conocido cosquilleo de placer y felicidad me recorre.

Borren mi memoria y dejen este recuerdo reproduciéndose una y otra  vez, con su risa como música de fondo. Porque si abro los ojos, alejándome del olor de tu cabello, recordaré que no me perteneces. Y mis brazos te encerrarán, pero eres más fuerte. Fuerte todos los días, sin excepción.

¿Y por qué está mal? ¿Por qué demonios todo está tan mal?

Todavía me resisto a dejarte ir, aunque sea más que inútil. Porque no te vas incluso si no estás aquí, y en realidad siento que nunca has estado aquí del todo. ¿Cómo es eso posible? Que rompas todas las malditas reglas de la realidad.

Me gusta el sabor del “te veré pronto”, que sabe más a mentira  que a verdad. Porque es tranquilizador saber que quizá esto todavía tiene remedio. No obstante vuelves, causando tantos estragos como alegrías. El rendirte no es tu fuerte, sin importar si ya no hay nadie en el campo de batalla. 

Yutaka es ese cliché del que nadie quiere estar enamorado, pero que sin duda alguien amará en secreto para no ser juzgado. Yutaka es el santo cuya imagen pondrías primero en tu iglesia, y del que nadie conoce nada. Tan adorable como el caos.

Pero no pueden juzgarme, si lo único que hice fue enamorarme de la misma persona de la que alguien también se enamoró, con la diferencia de que yo lo hice un poco después.

Y hubiera sido ilógico que no sucediera, si cada día que le veía me recordaba el por qué los poetas se esforzaban tanto en escribir sobre el amor, sin importar si la idea sonaba tan absurda para algunos.

Cualquiera que lo supiera me llamaría hijo de puta. Y sí, soy un hijo de puta, pero no puedo evitarlo.

Estar recostado a su lado, viendo cómo sus ojos están puestos en mí y que me sonríe con aquella ternura inigualable se ha vuelto indispensable en mi vida. No dormiría tranquilo si supiera que eso no volverá a suceder.

Cuando se escapa de mis brazos ruego porque no regrese, pero entonces siento que no se ha ido. Que Yutaka no podría irse aunque él lo quisiera. Porque así como él es un manipulador, yo he sabido apoderarme de su ser poco a poco.

Luego de que se escabulle por las sábanas para huir de mí, sonrío. Yutaka me pertenece más a mí que a nadie. A veces el amor puede ser así de complicado, pero no por eso menos fantástico, incluso si sólo él y yo lo entendemos.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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