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Esperanza por natalia clow

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La conmoción de aquella noche continuó por un tiempo indefinido en el sistema del individuo gestor de la situación. Ray llegó esa noche a su apartamento y la oscuridad lo abrazó con terrorífica parsimonia. Para el momento en que pretendía interrogarse qué había despertado el ataque de ira de Shaw, se posicionó sobre la miserable piedra que oprimía su pecho e incontrolablemente comenzó a sollozar.

 

La constitución del comportamiento se estructuraba en la exigencia y la complacencia. La vida social y sentimental de Ray se basaba en un deseo, en un intercambio de favores y la resolución del estímulo. Podía obtener lo que quisiera porque sabía cómo pedirlo, pero esto mismo que llevaba a la completitud a corto plazo lo llevaba a la destrucción a largo plazo.

 

El corazón de las personas es volátil e inestable, se necesita de un estímulo constante y de una fe casi religiosa para que el cariño y el amor se mantengan con una intensidad considerable que lleve a que se sostenga el interés en el susodicho objeto del afecto. Lo que siempre se olvida es que como todo lo que se cultiva debe cuidarse, cuando se descuida la muerte llega con alegría a destruir lo poco que queda el objeto olvidado.

 

No solo aplicaba a su exmujer o a Shaw, prácticamente a todos los seres que quiso alguna vez. Todos se alejaban eventualmente con una ira reprimida que siempre le explotaba en la cara. No ignoraba que era una persona difícil de tratar y los años que se sumaban lo hacían más caprichoso, característica que no era bienvenida para casi ninguno de los que tenían que conversar con él, empero como una necesidad básica de los seres sociales el afecto es deseado y codiciado.

 

En el auge de la imprecación hacia los seres que se alejaban con un ritmo constante, el desfallecimiento le atrapó las extremidades. No tenía derechos por los cuales se le atribuyera ni la fuerza ni el perdón por sus malabradurías, porque aún era incapaz de decir algo malo sobre sí mismo.

 

Entre todo el dolor subyacente se rescataba a sí mismo para no reconocer hasta qué punto la obcecada soledad a la que activamente le había manifestado su animadversión, permanecía a su lado por el producto de sus acciones inequívocamente grotescas.  

 

Se dirigió a la cama con letargo, se recostó de medio lado y miró hacia la pared de color beige. Para ser una persona que tendía a imponerse sobre los demás, los aspectos más mínimos de su vida eran dominados por otras personas. El color de las cortinas, los muebles, la comida o la ropa siempre habían sido decididos por su exmujer.

 

En lo único que pretendía ceder en su vida era por aquellas cosas que le causaban esfuerzo en su día a día, sin embargo, lo que no sabía es que eran precisamente esos detalles los que conforman la personalidad de un adulto sano.

 

El concepto de madurez y de adultez se suelen malinterpretar con la acumulación incontrolable del tiempo sobre los cuerpos físicos, pero la única respuesta correcta es que estas características se obtienen en la proporción directa a la soledad que fuerza el generar acciones para hacer parte de la sociedad.

 

La unidad máxima de movimiento del ser humano como constituye una sociedad exige un tipo de retribución por hacer parte de la misma tanto económicamente, emocionalmente, laboralmente o sentimentalmente. Para que el flujo natural de una comunidad se mantenga es necesario que se relacionen los seres pertenecientes a la mismas y que estos generen movimientos de todos los frentes necesarios para mantenerse estables y fomentar a largo plazo su expansión.

 

Ray podría considerarse como un discapacitado emocional, podría pretender que sus aportes a la sociedad como miembro académico activo eran suficientes, pero carecía gravemente de todos los demás tipos adyacentes de habilidades.  

 

Pero incluso entre toda esta capa de recursos teóricos y racionales para justificar la incapacidad de Ray, en los hechos se demostraba que con todas sus fallas y el dolor que generaba, seguía produciendo todo tipo de movimientos a su alrededor. Él generaba su propia interacción social con normas que funcionaban para él.  

 

Ray era un mal necesario para todas las vidas a su alrededor.  

 

***

 

La mañana tocó los vidrios de su ventana y atravesó sin permiso el recinto hasta hacerlo un poco más claro. La figura que con dificultad se estiraba sobre sí misma, en lo que se consideraría una posición muy incómoda para descansar, se despertó.

 

El delgado cuerpo se forzó a levantarse para volver a pertenecer a este plano, el reloj de muñeca lo situó a las 5:40 A.M. hora a la que no era extraño encontrarlo despierto. Su rutina matutina no era diferente a la de un adolescente que se rehúsa a ir al colegio.  

 

Hizo un café con tan poca habilidad que incluso siendo instantáneo el sabor era cuestionable por factores higiénicos. Los platos se acumulaban con desagradable insistencia en el fregadero y los insectos no parecían molestos con esta nueva atracción.  

 

Cuando su exmujer estaba nunca supo lo que era limpiar la cocina porque para ella era tan estresante su ineptitud que terminaba haciéndolo todo por ella misma. En este momento no tendría las agallas para afirmar que vivía en un ambiente salubre y por eso mismo ante su mismo asco evitaba el enfrentamiento. Siempre existiría la universidad para nunca más volver a ver su lúgubre morada.  

 

Se bañó con agua que se intercalaba cada dos segundos entre caliente y fría por un problema en el calentador que nunca se molestaría en revisar. Para las 7 de la mañana su lenta preparación para ir a trabajar había terminado.

 

Sus ojos recubiertos por un filtro rojizo colaboraban en hacer evidente la manifestación de irrefrenable frustración de la que fue víctima la noche anterior. Nadie querría preguntar por qué habría estado llorando porque aunque la preocupación existiera, eran conscientes de la difícil barrera que Ray ponía a quienes no estaban dispuestos a complacerlo.

 

Salió de su morada para ir a su trabajo y se subió en el carro. Era un Mazda 3 del año 2008  de color gris, fue la primera compra que hizo con su exmujer; estaban recién casados y con la vana ilusión del amor eterno quisieron tener su primer bien como pareja. Después de diez años no había nada de glorioso en ese artefacto que llevó a la que antes era su familia a muchos lugares y que ahora solo transportaba a un hombre solitario. Desde el divorcio se habìa planteado venderlo ya que su mujer no le interesaba recibirlo en la separaciòn de bienes, sin embargo al final se sentìa incapaz de dejarlo ir.

 

El camino a la universidad esa mañana era más ajetreado que de costumbre, al parecer había sucedido un accidente en la calle principal. A lo lejos se escuchaban las sirenas de lo que podría ser una ambulancia o un patrulla. Sacó su celular para pasar el rato en el embotellamiento, pero la noticia que recibió en su bandeja de correo institucional le dio otro golpe a su moral.

 

“Asunto: Reporte de la Secretaría académica

 

Buenos días profesor Ray Miller,

 

El motivo de la presente carta es para reportar la entrega de permisos de los estudiantes Shaw Barlow y Sophie Sangster que se registraron a primera hora en la secretaría académica para pedir los permisos de ausencia para poder presentarse en el congreso de Alemania. No tenían firma suya por lo que no se registraron en el sistema, pero ellos afirmaron que sí tenían el permiso. ¿Debo registrar el permiso?

 

Atte: Secretaría académica.“

 

Inmediatamente revisó la hora en su celular que avisó que era las 8:40 A.M. no pensó que ya fuera tan tarde. Inmediatamente llamó a Shaw y en menos de tres timbres la voz rasposa hirió sus oídos.

 

— Profesor, buenos días.

— ¡Shaw! ¿Por qué pasaron papeles para el permiso sin ni siquiera consultarme? no entiendo qué les pasa.

— ¿Por qué tendríamos que pedirle permiso si sabemos que igual no no los va a dar? No estamos en primaria para pedir permiso hasta para ir al baño, ya sabemos que no contamos con usted.

— Shaw, esto no es por la pelea de nosotros anoche ¿verdad?

— ¿De qué está hablando? Profesor Ray Miller, no estamos en una telenovela donde el centro del universo es usted. Lo que pasó anoche, no importa, yo estoy hablando de mi futuro. Decidimos hablar con la consejo estudiantil para que nos aprueben el permiso sin necesidad del profesor titular.

 

— ¡Shaw! — este grito llegó a raspar tonos agudos desagradables y el fondo de la garganta de Ray se vio resentido.

 

— ¡Usted está loco! ¿Me oyó?

— No, no, Shaw escúchame. No me hagas esto, por favor.

— Adiós.

 

Ray sostuvo su celular con la intención de estrellarlo contra el parabrisas. La rabia se almacenaban en capas que se resquebrajaba como hielo en primavera y segundos después se congelaba como el más cruel de los inviernos. La relación con Shaw era más complicada a cada paso que se alejaba de la zona de confort.

 

Los dos años de una luna de miel con su grupo de investigación se acercaban inexorablemente a la parte álgida de la relación.

 

***

La presencia del profesor Ray en la Secretaría académica no extrañó a nadie. Dos integrantes de su grupo de investigación solicitaron permisos de 10 días para irse a un congreso en Alemania, sin profesor tutor, sin permiso e ignorando el calendario académico propuesto por el proyecto interdisciplinar con Fonología.

 

La sorpresa de la reunión no fue para nadie más que para los implicados, Sophie había sido llamada para volver a realizar la solicitud, pero en esta ocasión en presencia del profesor Ray. La resolución esperada en este encuentro era denegar el permiso y obligarlos a seguir sus órdenes, no obstante Ray se encontraba extrañamente conciliador y firmó los papeles sin ningún problema.

 

Sophie esperó al profesor cuando terminó de hablar con la secretaría, lo retuvo con la decisión de hablar con él. Ray tenía no una expresión clara, no podría catalogarse como ira, decidía o frustración, era una compilación de demasiados sentimientos en un espacio tan limitado como lo era su rostro.

 

— Espero que esto no afecte nuestra relación con usted. Queremos a este equipo tanto como usted y sólo queremos que nuestro trabajo sea valorado.

 

— Sophie, no estoy enojado. No quiero pelear con ustedes.

 

La dejó con con la mitad de la conversación sin terminar. Pretendía decirle más cosas al profesor, pero no tardó mucho en darse cuenta que el profesor tenía asuntos importantes que resolver y no era con ella precisamente.

 

Con el permiso ya firmado importaba poco las consecuencias, Sophie tenía la mira en lograr enriquecer su currículo. Lo que podría hacer el profesor cada vez era más limitado si se referían a un círculo externo. Con las buenas nuevas para contarselas a Shaw se dispuso a buscarlo.

 

Sophie se dirigió hacia la cafetería donde habían quedado de encontrarse con Shaw para desayunar. No podía evitar dejarse llevar por ese sentimiento de superioridad al haber logrado algo que pensaba que estaba fuera de su alcance.

 

La guerra de poder era un tema que con extrema certeza era odiado y querido al mismo tiempo por su persona. Las estructuras jerárquicas atribuían un poder extraño a medida que se subía por él, pero al mismo tiempo constriñe aspectos según la persona que siga en el esquema.

 

Las responsabilidades que se supone se adquieren con el poder son una cadena subyacente de aciertos y errores. Sophie no podía confía en los pasos que daban quienes se suponían que tenían más autoridad para generar el paso a paso a seguir.

 

Sus padres representan para ella ese deseo retrógrado de afecto y orgullo parental que tiene muy claro que jamás va a recibir. La inflexibilidad de su padre a la espera de poder controlar su vida la acompañó en una constante sensación de fracaso que hasta el día de hoy no puede quitarse. Su madre complementa esta carencia con una pasividad en extremo y la incapacidad de ser un apoyo en ningún aspecto rescatable.

 

En esta etapa de su vida con orgullo de sí misma pretendía que esos seres estaban muertos y que a la única persona a la que podría considerar su familia era a su padrino.

 

La satisfacción de sobrepasar lo que se consideraría un hidrante de su camino, se repetía con el profesor Ray. Ignoraba qué lo había obligado a cambiar de opinión, pero agradeció el causante.

 

La figura de Shaw fue rápidamente encontrada y analizada por la circunstancias circundantes. Caladh y Lean estaban exaltados exigiendo algo a Shaw que no parecía estar agradado con la petición. No era común ver una discusión tan acalorada entre ellos, pero no era causal de algún desajuste emocional exagerado.  

 

Sophie caminó hasta ellos y en la desaparición de la distancia los sonidos adquieren sentido. El contenido de la discusión era un tema que la incluía a ella y con este agravante ya no dudó en llegar al intervenir.

 

— ¿Qué están diciendo?

 

Los tres hombres se voltearon a mirarla por la sorpresa, las palabras que compartieron dejaron de aparecer y sólo llegó a ella las expresiones frustradas.

 

— Si alguien me dice qué pasó se lo agradecería.

— Sophie ¿qué demonios estabas pensando en ir a presentar el formulario sin la firma de ningún profesor?

— ¿De qué hablas? El profesor Ray ha firmado el formulario.

 

Previendo el halo de dudas extendió el radicado de la solicitud. Shaw le rapó la hoja y la volteó varias veces con la confusión de incluso creer que un mismo papel podía tener más de dos caras que iban a cambiar el mensaje si dejaba de verlo.

 

Caladh y Lean lejos de sentirse tranquilos con la prueba irrefutable de la legalidad del proceso, extendieron sus celulares para dejar ver el mensaje de la Coordinación académica.

 

“Buenos días,

 

Este correo informa que la solicitud número 78.345 presenta inconsistencias según el reglamento estudiantil. Los grupos de investigación deben tener la autorización del profesor tutor para poderse hacer efectiva la ausencia.

 

Si el problema subsiste, la Coordinación tomará medidas correctivas. Por favor, vuelva a revisar su solicitud.”

 

Shaw estaba confundido, se volteó a mirar a Sophie para que detallara más su historia. Ella explicó el breve momento compartido para dejar llegar de últimas su atención al detalle anímico del profesor.

 

— Solo espero que el profesor no esté pasando por algo grave por culpa nuestra.

 

Sophie casi veía venir a Shaw corriendo desesperado para ir en la ayuda del profesor, a cambio, obtuvo la indiferencia de sus compañeros.

 

— Ya se las arreglará él solo— remató Shaw.

 


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