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Soul Sphere por AustralianRick

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En el castillo de la Luna, en una habitación con un gran escritorio y una alfombra que cubre casi todo el piso, se encontraba sentado en un asiento elegante de tapiz azulino y marco dorado un Joven,cuyo rostro mostraba un ligero esbozo de preocupación. El Rey Froz.

Frente a él se hallaban acumulados varios papeles a los cuales no parecía prestarles importancia, en su mente se enredaba y desenredaba algo que parecía haber logrado tomarlo por sorpresa. Había recibido un "informe" por parte de "fuentes confiables" en el cual se detallaba como su fiel compañera y la hermana de ésta, las divinidades del sol y de la luna, planeaban tomar ambos tronos por medio de una revolución civil-religiosa.

Desde que recibió la notificación su mente además de tratar de comprender a fondo la situación se esforzaba en mantenerse calmada y despejada. Informes de intentos de toma del poder no eran nada nuevo, menos en los momentos que vivía su planeta últimamente. Sin embargo, saber que existía la posibilidad de haber sido traicionado de alguna manera por Lorlelaine era un poco más que una simple conmoción para él. Hasta el momento se había encargado de cada uno de ellos en silencio y sin que se levantasen sospechas, pues tenía el apoyo adecuado. Y era hay donde su mente trataba de idear una solución. Era su "apoyo" de quien se tendría que encargar ahora y sus fuentes le habían sido confiables en los últimos atentados. Claro, era una posibilidad que los ancianos del Consejo se lograran de alguna forma aliar con sus informantes para desubicarlo y tomar el poder.

Son momentos así en donde uno recién piensa - "Debí haberlo visto venir" ¿no? Bueno me mentiría a mí mismo si dijera eso, jejeje... - suspiro – Su mirada se perdía fijamente en las paredes de la habitación. Era claro que tendría que tomar una decisión al respecto por su propia cuenta y por lo que le habían informado tendría que hacerlo pronto. Al menos desde su punto de vista había algo bueno, posibilidades y alternativas había varias.

Ir donde el consejo y advertir de la traición de las sacerdotisas, donde averiguaría de una vez por todas si era el Rey o la Sacerdotisa quien tendría más peso en un reino donde el Templo controla el ejército de manera ocasional. Claro, además de arriesgarse a que los ancianos den por confirmadas las sospechas de que era su hermano Ictarius, rey del sol, quien lo habría traicionado para poder tomar control de la Luna, lo que indicaría que al final se daría una guerra contra el Sol.

- Es casi, casi como si ignoraran el hecho de su superioridad militar. Por no decir que sin Lorlelaine el más "místico" soy yo... - No le había prestado mucha importancia al hecho en todos estos años, no porque no lo reconociera sino porque no veía razón de preocuparse en algo sin arreglo. No es que se menospreciase a sí mismo. Pero entre las tareas reales, el papeleo y las diferencias de talento natural, no había forma que compita contra Lorlelaine en lo que respectaba a las artes místicas de la Luna.

- No es tan descabellada la idea de que tome el trono por medio de una revuelta si tiene a los militares de su lado. Para ella, el consejo no sería más que un fastidioso adorno – Con su mano frente a él, recordaba el día en que Lorlelaine le regaló por su cumpleaños número dieciséis una lluvia de estrellas de hielo. Ella le mostraba con una sonrisa la lluvia de estrellas que emergían del lago. Mientras él tenía una mezcla de asombro y vergüenza al ver cómo ni en sus más lejanos sueños había logrado tal control del agua. Pero siempre se mantuvo calmo, después de todo Lorlelaine parecía haberse esforzado en lograr ese paisaje y no podía defraudarla con un semblante incorrecto.

- Pero bueno... Soy el Rey y ya le tomé el gusto a serlo. No es algo a lo planeé renunciar así por así. Además, cuando fui escogido, no fue solo por mi medio hechas habilidades para el combate, fue por lo que está acá – Señalando su cabeza con su mano, pero aquello que había dentro de su mente eran los recuerdos que pasaba con Ictarius, su hermano. A veces pensaba que si lo escogieron para ser Rey de la Luna había sido solamente para poder tener a Ictarius como Rey del Sol. Su hermano siempre fue alguien asombroso, por lo que recordaba de él, este podría tranquilamente librar un combate contra Lorlelaine y salir victorioso. Y si se encontraba en el Sol podría derrotar a ambas sacerdotisas.

- El Sol lo protege porque lo reconoce como su Rey y la Luna lo protege porque es su hijo, este es su hogar después de todo –

Tenía que empezar a pensar qué hacer en los diferentes eventos que se podría desarrollar, además que tenía que tomar en cuenta que Lorlelaine había pasado mucho tiempo junto a él y que conocía muy bien varias de sus estrategias. Y aún cabía la posibilidad de que todo sea un confabulado del consejo, ellos estaban dispuestos a todo con tal de conseguir declararle la guerra al sol. Era como si no fuera obvio que no tenían posibilidades de ganarle al ejército solar con o sin Sol Belén. Menos aún hablar del propio Ictarius.

- Secretario!! – Instantes después de su llamado, se abrieron las puertas de la habitación, entre ellas se mostraba un Joven con apariencia humana de unos 20 años, pero con piel pálida azulina con rastros de escamas en su rostro y una cola escamosa azul que arrastraba al caminar.

- A sus órdenes mi Rey – Se limitó a decir el joven mientras agachaba su cabeza en señal de respeto.

- ... Necesito que llame a la Sacerdotisa Lorlelaine, es importante –

Aún no se acostumbraba a su nuevo secretario, era cierto que era el hijo del anterior, pero este era aún más "adulto" que su padre. Cuando le avisaron del relevo por el hijo del anterior secretario pensó que tendría alguien de su edad con quien podría "disminuir" las formalidades, pero ese nunca fue el caso. Con su padre era normal el trato formal desde un comienzo ya que este lo guió con firmeza cuando fue coronado y lo respaldo frente al consejo cuando solo era un simple niño. El caso con su hijo era que este solo le llevaba unos años y el trato que le daba le generaba una extraña sensación incómoda a la que pensó ya debería estar acostumbrado, después de todo él es visto como el máximo soberano

– Eso es todo, puede retirarse.

- A sus órdenes mi Rey – Mirándolo al elevar la cabeza, con rapidez se dio la vuelta y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí para dirigirse por los pasillos en busca de la sacerdotisa.

– Alteza de la Luna... No hay forma que usted nos defraude, al menos no luego de lo que mi padre me contó de usted. "Aquel que Reyna con la Calma" o "Quien apacigua las desgracias" son nombres que usan para referirse al mayor Don que usted tiene, pero parece ser no comprende aún su importancia.

El secretario del Rey cumplía uno de sus mayores sueños al trabajar en el castillo de la Luna, para nadie menos que el Rey de la Lluvia calma. Su padre le había contado historias del Rey infante. Aquel que nunca volvió a llorar desde que fue coronado, aquel que aprendió a dirigir el consejo sin perder su infancia ni adolescencia, aquel que puede ser lo más constante en un planeta como la Luna donde el mañana es tan incierto. Pensar que su padre había guiado a alguien tan asombroso y pensar que ahora él tendría la oportunidad de servirle, no podía evitar entrar en modo automático al solamente verlo. Esperaba algún día tener con él una relación tan buena como este algún día la tuvo con su padre.

El secretario, se dispuso a buscar a Lorlelaine en el castillo, pasado un rato recordó que la Doncella de la Luna disfruta pasar su tiempo en el palacio descansando en el estanque Solar del Jardín Real. Aquel donde los rayos del sol caen directamente y se reflejan en el agua de la fuente.

Lorlelaine se hallaba en dicho Jardín, pero se hallaba sentada en el estanque, el cual estaba congelado completamente, mirando hacia el cielo. Alrededor de este había tulipanes de múltiples tonalidades; rosas, azules, celeste y morados. Lorlelaine gustaba de ir al palacio, en espera de poder ser llamada por Froz.

- La espera se acorta, el tiempo de que la profecía se cumpla finalmente ha llegado... ¿Pero acaso esto es lo correcto? – La doncella de la Luna, cuando se encontraba en el palacio olvidaba todo el mundo exterior, excepto a su hermana y al rey Froz.

Sentía los rayos del sol como un abrazo fraternal, pero en su mente revoloteaba la idea de algo que había percibido últimamente en el aura de su hermana. Rastros de oscuridad adheridas a su esencia y claramente podía decir que no le pertenecían a ella. Si bien era normal que estas se adhirieran por ser divinidades, había algo diferentes en estas últimas. Eran fuertes, persistentes y no desaparecían, pero tampoco aumentaban.

- Hermana... que está sucediendo en el castillo del Sol? ¿Qué oculta Ictarius? – Ictarius, el hermano de Froz era una persona discreta con sus asuntos, la única persona que parecía entenderlo era su Rey. Ictarius siempre había tenido la última palabras las veces que había logrado reunirse con él cuando venía a la luna, con alguna excusa para poder visitar a su hermano – Tampoco es normal lo reacio que se volvió a ver a su hermano, el definitivamente oculta algo... Como nosotras, hermana. Como yo se lo ocultó a mi Rey.

Unos pasos acercándose interrumpieron su tiempo compartido en el estanque, era poco el tiempo que tenía para apreciar el estanque las veces que visitaba el palacio. En la puerta que llevaba el jardín se hallaba parado el secretario real, al verlo Lorlelaine con emoción se levantó del hielo y con paso calmado se dirigió donde el mientras que con un movimiento de manos descongelaba el estanque.

- Lamento interrumpir su divinidad, pero – El secretario veía en la mirada de Lorlelaine un brillo que el ya conocida, ella esperaba las palabras por las cuales venía al palacio – Su alteza, el Rey Froz la llama... indica que es importante.

- No se preocupe Jhon, si es por un aviso del Rey no debe hacerse líos. Con gusto me dirigiré a su encuentro – El solo escuchar que tendría una reunión con Froz lograba aliviarla y calmarla, no por nada era conocido como "el regalo de la Luna". Era algo que sucedía desde pequeños, de alguna manera su presencia y su voz lograban calmarla. Un simple "calma, ya verás que de alguna manera todo saldrá bien" tenía un poder inmenso – Algún día él será consciente del gran don que posee ¿No lo crees Jhon?

- Jaja, para él es algo tan natural que difícilmente se percata de eso. Usted ha pasado varios años con su Alteza ¿no? – Cuando empezó a trabajar en el palacio, esperaba que la primera persona en recibirlo sería un guardia. Aun recordaba el día en que estuvo parado frente a la gran puerta del castillo, pensando en cómo se presentaría ante Froz, cuando una voz suave y femenina lo llamó esa mañana del último día de otoño.

- Usted debe ser el nuevo secretario ¿no? Un gusto conocerlo, mi nombre es Lorlelaine – la joven le sonreía parada frente a él –

El no podía creer que frente a él estaba Lorlelaine, era demasiado asombroso pensar que la primera persona que lo recibiría sería La sacerdotisa de la Luna, la famosa resurrección de la Luna en persona. Lo único que podría superar esto, sería que el mismísimo Froz lo hubiera ido a buscar, pero tenía que mantener la compostura esto ya era más que bueno.

- Lorlelaine ¿Encontraste al chico? Su papá me dijo que se perdía con facilidad... - Detrás del paisaje se acercaba caminando Froz Lever el rey de la lluvia calma, era aún más asombroso en persona que en los relatos de su padre. Cabellera marrón y ojos celeste, vestido con las ropas ceremoniales de Luna y una ligera brisa soplaba tras él en esa mañana – Oh, hay estas – Se apresuró, parecía casi correr. Era cierto que era el Rey, pero también era cierto que era casi de su edad – Mucho gusto... Jhon ¿no es así? Me llamo Froz... – se pasó la mano por detrás de su cabeza – Aunque supongo que eso ya lo sabes ¿no? – Froz lo miraba y miraba a Lorlelaine, en busca de respuestas al ver que el chico no reaccionaba.

- Su alteza, parece ser que no esperaba verlo a usted recibiendolo en la puerta del castillo – risa ligera – La risa de la joven era ligera. Los tenía frente a él, al Rey de la Luna y la Sacerdotisa de la Luna. Solo esta visión hacía valer la pena todo

Pero él sabía que no estaba solo para admirarlos, él debía ayudarlos. Se le había encargado una de las labores más importantes de la Luna; guiar, ayudar y asistir a los regalos de la Luna. Era una tarea a tiempo completo, más aún en los tiempos que estaba viviendo el planeta. No podía permanecer como un fanático atontado toda su vida, simplemente estorbaría. Quizás, cuando todo finalmente esté en orden y cuando pueda sentirse orgulloso del trabajo que había hecho podría sentirse más cerca a aquel que Reina sobre la calma.

- Mi Rey, mi nombre es Jhon Durovichk IV, vengo por encargo de mi padre. Sera un gusto trabajar para alguien como su alteza – Agachando su cabeza con rapidez en señal de respeto y tratando de mantener su voz lo más normal posible fue como se presentó ante su ídolo y su compañera.

Froz miraba con extrañes y algo confundido la situación mientras veía como Lorlelaine se reía ligeramente. Luego fue que se enteró, que ni siquiera su padre había sido tan formal con el Rey y con el paso del tiempo se dio cuenta que era el único que lo trataba así, pero era algo que el había decidido. La doncella si bien no lo obligo a cambiar su trato con su Rey si lo hizo para con ella, "me hacen sentir incomoda" fue lo único que le dijo.

- Me pregunto para que me llamara Froz, no es que normalmente no lo haga, pero a esta hora del día él está en su momento a solas...

- No debe ser nada fuera de lo normal, después de todo hoy, mañana y el día después de ese no transcurrirán como siempre ¿no es así? – con una sonrisa ligera dijo lo último para luego abrirle la puerta del despacho del Rey – Su alteza, la sacerdotisa está en su presencia – Al retirarse no volvió a voltear, simplemente siguió su camino, después de todo este tipo de cosas eran mejor dejarlas entre ellos.

Mientras las puertas se abrían hacia el interior de la habitación, la mirada de Lorlelaine se perdía sin vida en el pasadizo junto con Jhon. Era algo que ocultarlo por siempre no podría, pero se habían encargado que sea imposible antes del día en que sucedería o al menos eso pensaba. Por la forma de actuar de Jhon, era claro que sabía a qué se refería y también que no planeaba entrometerse. Mientras se ponía una rodilla en el suelo para recibir a Froz, pensaba en que le esperaba cuando estas puertas se abran completamente.

- Hola, Lorlelaine, vamos ya te puedes parar – Escuchaba su voz mientras las puertas dejaban verlo completamente – A estas alturas, ya es algo innecesario ¿no crees? Nos conocemos varios años después de todo – Llegando frente a ella le extendía una mano para que se levantara.

- Su rey, el respeto que tengo por usted es algo que no se irá con los Años – Decía mientras tomaba la mano frente a ella para incorporarse lentamente – Como podría no tratarlo con respeto si usted no ha hecho nada para perderlo – Era ese momento por el que vivia cada mañana, sentir el calor y el tacto de la mano de Froz con la suya. Le permitían soñar con un futuro mejor, donde ellos dos serian felices a lado de sus seres importantes.

- Eso está bien, pero después de todo este tiempo y... la confianza que nos tenemos ya deberías saber que estaría más a gusto con un trato menos formal. Al menos de alguien de este castillo – Su mirada era tranquila y jovial.

El rubor inicial en la cara de Lorlelaine desapareció, sentía las palabras de Froz como estacas en su corazón y sabía que solo era el comienzo. El tono con el que le hablaba parecía nostálgico como si recordara los "buenos tiempos". Pero ella estaba segura de que hacía lo correcto, no lo hacía solo por ella, lo hacía por los dos, más aún lo hacía por los cuatro.

- Froz, sabes que dentro del castillo tenemos que pegarnos a nuestros roles. Después de todo eres el Rey y yo la sacerdotisa. Hay reglas que tenemos que seguir por más "libertad" que tengamos –

Estaba segura de que hacía lo correcto. Después de todo una vez se deshiciera de las normas de la Luna, nada le impediría a Froz vivir la vida como él siempre quiso y con quisiera, no importaba si no era ella. Ya habían pasado algunos años desde que se dio cuenta que se había enamorado de Froz, no del Rey de la Luna si no del joven de andar calmado a quien conoció a los 13 años. Pero no habían pasado los suficientes desde que se percató que él no la miraba con los mismos ojos y no le podría corresponder sus sentimientos.

- Supongo que tienes razón. Hay reglas que debemos seguir ¿no es así? Pero sabes, aquello que me permite cumplirás es la recompensa que obtengo, un reino que confía en mí. Quizás nunca te lo dije, pero, no ha habido un solo día en que haya renegado de haber sido escogido para reinar la Luna. Ver que mi reino confía en mí y verlos progresar lentamente con mi ayuda a pesar de las adversidades, son las cosas que hacen que las mañanas desde mi escritorio sean maravillosas...

La mirada de Froz se perdió por un instante en la ventana que estaba al otro lado de la habitación. Desde ella se podía ver todo el reino, las casas, los campos e inclusive los ríos más lejanos. En su mente pensaba que La luna era un lugar hermoso, con un brillo singular. Pronto regreso a su situación actual y con quien tenía en frente.

– Pero bueno, no fue para eso que te llame no te empieces a preocupar, jajaja. Necesito que vayas a revisar la celda de la prisionera, he sentido una presencia extraña aparecer cerca de la puerta y puede que los guardias no la hayan percibido. Iría yo mismo, pero no tengo mucho tiempo, menos...

- No te preocupes me encargare.

Lorlelaine no sabía verdaderamente si Froz lo decía por decir, aunque algo, algo que le estrujaba el corazón le decía que no. Ella sentía que Froz sabía que es lo que sucedía pero que no planeaba hacer algo contra ella. El dolor que sentía al saber que su traición para Froz era un hecho del cual tal vez no dudo y que ella podría estarlo confirmando en los próximos momentos eran algo que casi le quitaba la respiración. Pero el dolor que sentía hoy no sería nada comparada a la tranquilidad que le esperaba en un futuro y más aún si lograba ver en su Rey una sonrisa sincera.

– Pero, si tuvieras más tiempo libre quizás usted mismo podría ir a ver a su hermano. El cual como usted también anda muy ocupado.

- Bueno, sería bueno verlo después de tanto tiempo. Pero nadie sabe cuándo ambos estaremos libres de nuestras responsabilidades... -

La mirada de Froz ahora estaba mirando calmadamente a su vieja compañera. Aquella que conoces desde que tenía 10 años y con quien vivió momentos difíciles, pero también divertidos. Froz ahora estaba seguro, pero quizás esta sería la última vez que se verían de una manera tan calmada y no quería preguntarle sus razones. No sacaría nada más que problemas de eso.

- Pero conociendo a mi hermano, él al igual que yo no estaría tranquilo sin ver que nuestros reinos son capaces de salir adelante. Creo que él más que yo...

- Mi Rey...

- El Adora su reino, por él trabaja tanto. El dará un paso al costado cuando los vea capaces de mantenerse solos. Quizás ya sabes de esto por tu hermana, la sacerdotisa Sol Belén o quizás no. Creo que tú y yo somos diferentes en ese aspecto a ellos dos. Pero mi hermano planea abolir la monarquía en el Sol cuando este esté listo para valerse por sí mismo, si lo hiciera antes de eso no podría estar tranquilo. Me gustaría algún día hacer lo mismo, yo también amo mi reino. Yo amo la Luna.

Esa palabra se revolvía como ecos en la mente y el corazón de Lorlelaine. Esa palabra que nunca había escuchado salir de su Rey ahora le hacía tambalear sus convicciones a las cuales se había aferrado para poder seguir con sus ideales. Ella sabía que era importante para Froz, también era consciente que nunca ocuparía el lugar que Ictarius ocupaba en él. Pero nunca esperó escuchar a Froz decir frente a ella que amaba a algo o a alguien, se sentía tonta y enojada, pero más que todo frustrada. Todo lo que hacía con tal de verlo feliz, terminaría arrebatándole a él aquello que a ella le arrebató el corazón de su Rey. Ahora sus acciones no parecían más que las de una chica celosa con mucho poder.

- Quizás, pueda coordinar con mi hermana una especie de reunión especial para que ambos planetas mejores sus relaciones. Podría ser en el sol, así podría ver a su hermano...

- Seria mejor si fuera en la Luna, ya que así podrías venir tú también.

Lorlelaine sufría un dolor en el pecho mientras más continuaba la conversación ¿Qué era la felicidad? ¿Qué era aquello que ella en verdad quería?

- Tratare de conseguirlo mi Rey, haré todo lo que este a mi alcance, de eso no tenga dudas. Después de todo sé que es algo que lo alegrará bastante – Lorlelaine se dio la vuelta y empezó a marcharse, pero fue detenida un momento por el llamado de Froz.

- Lorlelaine ¿Sabes porque amo la Luna? Porque gracias a que ella existe tengo esta corona – señalando con gracia y risa su cabeza. Era una de las pocas veces que tenía la corona puesta, dorada y con gemas azules incrustadas - ... Y fue en ella en donde aparecieron mis personas especiales, por eso me gustaría que no te pierdas la reunión con mi hermano y Sol Belén. No sé de qué me preocupo, sé que lo conseguirás. Siempre fuiste muy hábil planeando reuniones. Bueno, hasta entonces Lorlelaine, parece que se me ha estado acumulando el trabajo – volteo cerrando tras de él las puertas del despacho real.

Lorlelaine giró lentamente para ver a Froz y decir sutilmente "No tanto como usted". Su corazón estaba hecho pedazos, eso último había sido suficiente para hacer que se diera cuenta que lo que hacía era quizás un deseo egoísta que ella tenía por un poco de atención de su Rey.

No le bastaba con verlo todos los días. No le bastaba ser la persona más cercana a él luego de que su hermano se negara a verlo. No le bastaba con saber que era importante para él y que él la tomara en cuenta. Ella quería su corazón y solo había ideado una forma de obtenerlo. El odio que sentía hacia el reino por lo sucedido años atrás había logrado desvanecerse casi completamente, los años que vivió con Froz le mostraron que había más porque vivir que simple rencor. Pero irónicamente, era el reino que tanto había odiado, aquel que por sus mismas leyes lo obligaron a conocerlo, a comprenderlo y cuando había sido necesario a protegerlo del enemigo en común que tenían ambos, el consejo. Ella hacía todo esto para librarlo de las ataduras que las reglas formaban en los dos y pensó, equivocadamente, que eso le traería felicidad a Froz y tal vez, en algún momento su corazón.

Pero una doncella acepta lo que tiene enfrente. Una doncella no da vuelta atrás cuando aún existen posibilidades. Una doncella se mantiene firme y con gracia frente a sus decisiones y transforma las situaciones con sutileza.

- Pero ya no hay vuelta atrás, después de todo no estoy solamente yo. Sol belén también espera, no importa que ella desee vengarse, es mi hermana – Una lágrima tibia recorrió el rostro de Lorlelaine, pues sabía que la posibilidad de perder la estima de su Rey para siempre era grande. Sabía que las posibilidades de su final feliz eran pocas – Froz... Espero aprendas a estimarme de nuevo... Aunque sea solo un poco.

Froz recordaba como Lorlelaine parecía no entender por qué la llamaba. Pero sabía que no era así, casi todos en el castillo sabían del rumor de que ella planeaba derrocarlo y tomar el control. ¿Acaso ella fingía no saber nada para que no se descubra su plan? o ¿Es que era tan falso que le parecía innecesario preocuparlo con tales rumores? Ella siempre había sido su compañera desde que fue escogido para el trono, ella era su mano de apoyo, su asesora en los problemas reales. Gracias a ella él había logrado afrontar la separación abrupta que sufrió con su hermano. Ella era más que simplemente su Divinidad acompañante, ella era su única amiga. Sea cual sea su razón, el cree en ella y lo mínimo que podría darle sería el beneficio de la duda, seguirle el juego, aunque sea mentira, aunque fuera verdad. Al final nada importaria y seguramente ella tendria sus propias razones.

Mientras Lorlelaine se marchaba por los pasadizos del castillo, Froz se encontraba en el despacho esperando que la confianza que depositó en su última amistad no sea en vano. Él pudo notar una ligera duda en Lorlelaine, pero prefirió pasarla desapercibida. Quizás sea la presión o los problemas a los que ella está expuesta recientemente.

- Problemas recientes... Es cierto, llegaron visitante del espacio. Aunque no tengo todos los detalles en el informe, parece que llegaron de la misma manera en la que llegó aquella chica – risilla – No puedo creer que el consejo tan "grandes y poderosos" le temieran a una recién nacida. Menos que la tengan prisionera toda su vida. "Podría destruir todo lo que conocemos en un instante si se lo permitimos" es lo que dijeron – Froz lamentaba no haberla podido liberar. Pero al menos consiguió que aumentaran su alimentación, que se continuara su educación básica y que tenga voluntarios "valientes" con lo quien conversar. – Me hubiera gustado haberla podido ver alguna vez, hablar con ella. Siento que nos hubiéramos llevado bien.

La ventana de su habitación se abrió lentamente y entraron unas partículas del exterior.

- Veo que estás aquí de nuevo, te preguntaría tu nombre... De nuevo. Pero se que no tendre respuestas, de nuevo ¿Puedo suponer el porqué de tu visita?

- Me sigue intrigando como siempre estás tranquilo. Aunque todo parece desmoronarse a tu alrededor, arder en llamas diría yo.

- La acción no siempre requiere alteración. Pero dime cuando te referias a "visitantes más allá de mi comprensión" ¿Te referias a los visitantes del espacio? Tan lejos de mi comprensión no están.

- Eres bueno, como siempre. No me sorprendería que supieras quien soy.

- No hay forma que recuerde a alguien que no conozco.

- Quizás lo olvidaste, sería normal. Pero dime qué hará el Rey de la Luna con los "visitantes", sería buena que planees hacer lo que te indiqué.

- Cierto, cierto. Abandonar todo por "algo más allá de mi comprensión" y ya se que me dirás que no es abandonar todo. Que estaré con mi hermano en ese "más allá de mi comprensión".

- Lo tienes todo bastante claro, tu rol, tu objetivo y tu impedimento. Pareces ser un muy buen "origen", calmado, pensativo pero sobre todo con alma.

- Eso también ¿Qué es eso de mi alma en la suya? ¿De quién hablamos? Y más importante aún ¿Por qué te haría caso? Tengo un Reino que me necesita.

- Tu alma en la suya y el deseo más sincero de tu corazón se hará realidad, lo recuerdas bien. Me parece una buena recompensa. Créeme el si tu de verdad deseas lo mejor para tu Reino, no tienes que temer de el deseo más sincero de tu corazón.

- ¿Cómo eso hará que esté con mi hermano? ¿Acaso hablaste con el y por eso el está comportándose de esa manera? Aunque sería raro...

- No, solo contigo. Tu eres el "origen", tu debes tomar la decisión de permitir que todo empieza o dejarlo todo tal y como está y que siga el flujo por el que va. Porque aún no ha pasado más que la presentación.

- Digamos que te creo ¿Cómo sobre quien es a quien le debo dar mi alma? Espero sea literalmente, mi alma ya tiene dueña figurativamente.

- No empieces Froz, hay mucha calma en tu mente aun, mantenla ¿Él? Lo sabrás cuando lo veas y sabrás que decisión tomar.

- Hablar contigo me hacer recordar a mis clases en el templo, acertijos que parecen tu forma usual de hablar. No hay forma que deje todo por una corazonada no con lo que se avecina. Sería huir como un cobarde, defraudar a mi reino por el "anhelo de mi corazón" y no puedo... no a lo único que me queda... ¿Ya te fuiste verdad?

Froz no sabía en verdad si se había ido o no, pero el silencio en la sala y la ventana cerrada nuevamente parecían indicar que así era.

- Es mi deber detener lo que se aproxima, no se lo dejaré a la suerte y menos a un extraño. Aun así solo quede mi aliento, protegeré al Reino de la Luna de todo lo que se aproxime, aún así no lo comprenda.

Froz en el fondo sentía que traicionaba a su hermano por no tomar lo que parecía la única opción para volver a reunirse, más si aquella voz no había hablado con su hermano ¿Qué era lo que lo mantenía tan alejado de él? ¿Qué le ocultaba el Rey del Sol?

- Quisiera poder ir contigo a buscar a los prisioneros, sería divertido Ictarius. Como cuando eramos mas jóvenes.

En el exterior del castillo, desde el cielo de estrellas de la Luna se escucho una voz lejana, casi imperceptible.

-El destino a veces es inevitable, inclusive en sensación y deseo.

En las afueras del castillo se hallaba Lorlelaine que escucho esa voz retumbar en los fragmentos de su corazón.

- El destino... Quisiera conocerlo, para saber si todo mi esfuerzo es para luchar contra algo imposible o alcanzar lo que más deseo... Pero sin importar que – su mirada volteo al castillo de manera firme – Mi decisión ya está tomada, el sendero de hielo me guiara al mañana, el mañana al cual me llevaron mis acciones.

Con una caminar tranquilo pero decididio Lorlelaine se dirigía al puente de la Luna y el Sol donde se encontraría con su hermana para terminar el último asunto pendiente antes del gran día. El dia en que todas estas dudas terminarían finalmente.

Al otro lado del puente en el Reino del Sol, a puertas del despacho real se hallaba Sol Belen reclamándole a la puerta.

- Ictarius, esto es impermisible. Tengo que ingresar al despacho para conversar sobre los asuntos de regulación de las poblaciones alejadas. Necesito que me indique personalmente el nivel de iluminación que requieren los campos de cultivos y que sea por secciones. Ictarius...

Una hoja se deslizó por debajo de la puerta. Sol Belen leyó la hoja con indignación, hay estaban las indicaciones y respuestas. Estaban inclusive los nuevos planes de cultivo.

- Esta información no es válida Ictarius. No hay forma que sepas cuánto sol requieren los cultivos ni que se puede sembrar en estas tierras. Si no sales de tu habitación desde hace 6 meses más que para juntas cortas y decretos al reino.

- ¿Cuál es el inconveniente Sol Belén? Las respuestas que quieres están escritas. Los planes futuros están puestos en instrucciones cortas. La información que recolectaste, analizada y respondida. Esa información ha sido analizada exhaustivamente por mi persona, basada en la información que traes de tus visitas "santas" a los campos.

- Ese no es el punto Ictarius, sabes bien a qué me refiero. No soy, ni quiero ser, la cara pública del Reino para el trabajo de verdad. Ese es tu trabajo, visitar a los pobladores. No solo escuchar sus problemas en audiencias reales en la comodidad de tu castillo.

- Lamento quitarte tu valioso tiempo de adoración al Sol, infórmame cuando desees terminar con tus obligaciones para pedir un relevo. Ya sabrás que la manutención de este planeta requieres más que mis hábiles manos.

- Si, lo sé. También requiere de tus hábiles pies. Rey del sol. Tu hermano nunca ha sobrecargado de tanto trabajo a mi hermana y mantiene a la Luna en perfectas condiciones aun en la situación en la que se encuentran.

- Lo que haga Froz o deje de hacer con el personal de la Luna no debe afectarte a ti ni a nuestro reino. La vida en la Luna es más tranquila porque es más lenta, su nivel de progreso no es...

- Si, no es igual al del Sol, lo sé, lo sabemos, lo sabes. Pero sabes que es por ti que tenemos este nivel. Y no es un halago, lo haces para saturarte de trabajo, para no ver a nadie. En el fondo todo este progreso sólo sirve para que evites irónicamente salir a la luz del Sol.

- ¿Algo más Sol Belén? ¿Podríamos dejar de comer y dejar de construir? ¿Podríamos detener las esperanzas de esta gente de tener una vida plena? ¿Una vida plena por su cuenta?

- ¿Y la tuya Ictarius? Tu única familia te espera más allá del puente. Lo ha hecho desde hace 6 meses esperándote a la misma hora. Pero a ti que te puede importar, gran y recordado Rey del Sol. Con tu permiso, me retiro a reunirme con mi hermana.

- Claro Sol Belén, anda y reúnete con tu hermana. Podrías tratar de ser más rápida con tus planes de derrocarme. Te estaré esperando aquí, tú sabes, no salgo.

- No sería mala idea, aunque sea enmarrocado te pondría en la luz del Sol junto a tu hermano. Para que de alguna manera respire el tranquilo aire que rodea la Luna... Y a él.

Sol Belén escucho pasos al otro lado de la puerta alejarse y luego de mirar la puerta con decepción se retiró por el pasadizo. Tenía que terminar las labores que le eran encargadas, en verdad eran fáciles no podía negarlo. Pero recordaba como años anteriores no había nada que hiciera más feliz a Ictarius que salir a conocer las tierras el mismo. Era por eso por lo que a pesar de no haber salido en meses conocía exactamente el ciclo de las cosechas.

- Pensar que el niño con corona paso de hacer escándalo en los pasillos gritando que sería el máximo rey del Sol para ahora ser el Máximo rey del Sol amargado en su habitación rodeado de papeles ¿Los sueños son así? – Puede que lo mejor para ti Ictarius sea volver a hacer trucos de magia con tu hermano en la libertad, junto con mi hermana.

En su despacho, Ictarius se sentía afligido por los acontecimientos que se aproximaban. Mañana seria el dia en que las sacerdotisas atacarán los castillos del sol y la luna. Mañana seria el dia en que tendría que salir al exterior y podría ver a su hermano de nuevo, pero le preocupaba lo que pudiera llegar a suceder.

- Sol Belen, estas puertas ocultan algo que ni yo comprendo completamente. Algo que temo se acerque a mi hermano... Algo que se está tardando en irse.

La sombra del Rey del Sol se extendió hasta el muro frente a el, al lado de la ventana del despacho y esbozó una sonrisa.

- Ictarius, Ictarius. Ya se aproxima el dia, deberia decirte "tranquilo" pero seria mejor si dejas que te consuman tus emociones. Así pronto yo podré...

Ictarius sentía como una de sus manos se alzaba frente a él sin que este se diera cuenta. Mientras más tiempo pasaba con ese ser, era más el poder que este tenia aun de las minimas emociones.

- Ictarius, vamos a visitar a tu hermano... Estoy seguro que eso los hará felices a ambos. Tanto júbilo reunido en un solo instante... De solo imaginarlo.

Ictarius empezaba a tantear la idea. Era posible que la sombra solo quisiera tomar su cuerpo, probablemente el único ser capaz de ayudarlo era su hermano. Pero si la sombra tomaba a su hermano, no habría nadie quien los salve.

- Supongo que lo sabes – su tono de voz era calmado y firme – El instante en que ponga un pie fuera de mi despacho serás detectado por Sol Belén si está cerca. Y tú o ambos seremos detenidos.

- Que importa, jajaja ¿Tú crees que importa? Tu y yo sabemos bien que en combate la vencerías sin mucho esfuerzo. Ahora imagínate si tuvieras el poder... ahora que tienes mi poder.

La sombra de Ictarius formó una flama en su palma. Ictarius lo miraba con sospechas, pues él no sentía calor en su propia mano y sabía bien que sus poderes estaban fuera del alcance de la sombra.

- No necesito tus poderes Rey del Sol - Tú me crees solo capaz de manejar cuerpos, pero también manejó sus esencias, Ictarius. Imagina el poder que tendrías en combate... Pero para eso falta... solo un poco más –

- resoplo – Lamentablemente para ti, si los necesitas.

La flama en su sombra empezó a desaparecer, junto con la sonrisa en su sombra.

- No hay forma que lo retrases por más tiempo Ictarius, pero no debes preocuparte yo cumpliré mi promesa. Mi parte del trato.

- Ya no importa, ya no importa más – Se sentó en el piso con las piernas cruzadas mientras cerraba los ojos y respiraba calmadamente – Se que quieres a mi hermano, no entiendo muy bien para qué. Pero si esto es lo último que puedo hacer por el así será.

- ¿Planeas quedarte meditando en tu habitación? ¿Esperando que?

- Ser detenido por la revolución y eliminado por Sol Belén y Lorlelaine o ser detenido por mi hermano y pedirle que me elimine.

- ¡Ictarius... - silencio - ¿Por qué?

- Ya no puedes manejar mi cuerpo sombra, porque yo tampoco lo haré. Lo dejaré todo atrás, mis sueños, mis anhelos. Limpiare mi cuerpo de emociones, excepto una que me mantendrá vivo. La desolación.

- ¿Esperas que te crea? No hay manera que limpies tu mente, siendo tú. La calma no es tu fuerte, la acción, la ira, el fervor, el control, el orgullo.

- ¿Calmado? No, calmado no estoy. Estoy muriendo por dentro. La desolación consume mi existencia. El gran rey del sol, el magnánimo es incapaz de proteger a su único ser querido. Más mi orgullo me impide caer, no te cederé este cuerpo. No te cederé este rostro. Pues mi hermano los recordara con pena o alegría, no con enojo.

- Qué planeas...

Las luces de la habitación empezaron a apagarse lentamente, como si las soplara una corriente de viento dentro de la habitación.

- Concentro mi existencia en mi interior, la reúno. Esta habitación, el sol y mi reino están cubiertos de mi poder, solo lo reúno una última vez.

- La flama en tu interior no hará más que aumentar la oscuridad en las lejanías

- Y las alejara de su alrededor

- Una habitación a oscuras no es tu mejor idea Ictarius, no olvides...

- Si pudieras hacerlo, si fueras capaz. Lo habrías hecho hace tiempo, no puedes. No tienes un cuerpo. Sin un cuerpo propio solo estas a la merced de la luz.

- Tu cuerpo sucumbirá ante la oscuridad antes de que logres expulsarme Ictarius.

- Es ganar o ganar como yo lo veo. En ambos casos tu estarás encerrado en esta habitación por siempre, como un objeto o como cenizas.

- Alguien abrirá la puerta Ictarius y ...

- ¿Una sombra en la habitación donde yace muerto el Rey del Sol, pidiendo permiso para usar tu cuerpo? Si es más estúpido que yo, merece el destino que le preparas.

La habitación de Ictarius lentamente quedó a oscuras, las ventanas cubiertas de cortinas. Una flama iluminaba el pecho de Ictarius con un cálido resplandor. La sombra parecía seguirle hablando, pero Ictarius no respondía solo respiraba lentamente. Mantener la calma no era precisamente su especialidad. Pero si era lo último que podría hacer para proteger a su hermano y a su reino, su muerte no sonaba tan mal. Pues estar vivo viendo como todo caía bajo su mano era un destino aún peor que esperar en soledad su final.

- Lamento no habernos encontrado nunca mas en el puente Froz. Mas, te podia ver, cada dia durante 6 meses, en espera que encontraras mi mirada a la distancia.


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