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VENCIMOS AL TIEMPO ( Saga y Aioros) por astreakai

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Brooooooooo!!!! Aqui te dejo tu regalo de cumple, lo tenía liso ayer que es cuando debio estaraqui pero ya sabes que en laaldea en la que he estado exilidiada la conexión no es muy buena.... No he hecho nunca nada de esta pareja y las partes en las que sales "tu" han sido un puto desafío.menos mal que tenemos la misma sanre que si no...jejejeje Espero que te guste, tu recuerda...eres mi Bro favorito!!! Un besazo nena!


VENCIMOS AL TIEMPO





Estaba cansado de dar vueltas en la cama y de tratar de ahuyentar sus pensamientos concentrándose en las sombras que la pálida y plomiza luz nocturna creaba en el techo de la habitación. En su intento por distraerse, ya había vislumbrado en aquellas manchas difusas todos los animales que conocía y hasta se había inventado otros nuevos, pero no servía de nada y Saga no pudo evitar sonreír ante aquella ironía. Él, el hacedor de realidades, el ilusionista, el que con uno solo de sus pestañeos podía crear mil y una apariencias, no era capaz de usar un truco que le borrase de la mente su sonrisa y aquellos ojos azules que como el mar, pasaban de la serenidad a la viva tempestad en cuestión de segundos y que había vuelto a ver en la Ceremonia a la que habían tenido que asistir días antes.

- Aioros…

Dijo su nombre en alto como si estuviera al lado y le llamase y sonrió de nuevo al escuchar el sonido de su voz llenando la habitación al pronunciarlo, dándole vida. Después de quince largos y penosos años, pronunciaba aquel nombre, de nuevo y junto con su dueño volvían a ser una realidad tangible y no solo el deseo desesperado de volver a verle que tanto atormentó su mente en los fugaces instantes de lucidez que tuvo.

Había sido durante la ceremonia que Atenea había organizado para celebrar el regreso a la vida de sus valerosos caballeros. Un acto formal en el que todos iban ataviados con las armaduras doradas y que oficiaba Shion, que volvía a ejercer las funciones de Patriarca del Santuario. Aunque nadie lo hubiera pensado a juzgar por su inquebrantable aplomo, lo cierto era que Saga vivía uno de los momentos más duros de su vida.

Su asistencia a aquella ceremonia, no obedecía tan solo a la debida deferencia para con la Diosa y sus compañeros, sino que era más bien una auto impuesta obligación. A pesar del pánico que sentía al pensar en enfrentar las miradas de sus compañeros y haciendo gala de su absoluto control, había subido las escaleras que llevaban al salón del Patriarca mientras cada peldaño que dejaba atrás, le traía viejos recuerdos que hubiera preferido olvidar, pero que formaban parte de él y tenía que asumir. No podía cambiar el pasado, podía explicarlo y quizás compensarlo con el futuro. Dedicarse a lamentos estériles era una pérdida de tiempo y si algo definía a Saga, era su carácter fuerte y resolutivo. Aunque no dejaba de ser algo más fácil de pensar que de hacer.

Hubo un tiempo en el que su rango era sinónimo de honor… El referente de aprendices, se convirtió en el asesino del Patriarca, para volver a ser el caballero de Oro que se suicidaba ante su Diosa y sus compañeros expiando sus culpas y regresaba, tiempo después, como el traidor más devoto, pero ¿quién era ahora que volvían a la vida?

Fue el primero en llegar al Gran Salón, había salido con tanta antelación de su Templo que no había nadie más aun y se quedo quieto en medio de la alfombra roja contemplando aquellas lujosas paredes dentro de las cuales había sido el protagonista de la mayor ilusión jamás vista. Recorrió la inmensa habitación despacio tratando de controlar las emociones que asaltaban su cabeza y perturbaban su espíritu y cerró los ojos concentrándose en sosegar su respiración. Contemplaba la posibilidad de largarse, cuando una ligera pero segura presión en su hombro le hizo abrir los ojos de nuevo, enfocando al dueño de aquella mano que le daba cierto ánimo.

Junto a él, vestido con la solemne túnica azul añil de la que colgaban rosarios de cuentas de colores, estaba Shion tan imponente como siempre. No necesitó decirle nada al antiguo caballero de Aries sobre cómo se sentía, la melancolía de sus ojos aguamarina hablaba por si sola y Shión, se había limitado a llevarle ante el impresionante espejo que decoraba una de las paredes. Con su porte poderoso y la armadura reluciendo como si estuviera recién pulida, aquel enorme cristal, se convirtió de pronto en un túnel a través del tiempo devolviéndole la imagen de lo que una vez había sido; el Caballero de Oro del signo de Géminis. En ese momento se había quedado inmóvil y solo había acertado a rozar con los dedos el metal, como si quisiera cerciorarse de que lo que veía era real.

<< Hay cosas que no cambian…>>

Esas habían sido las palabras de Shión que junto con la sonrisa que vio a través del espejo, habían logrado devolverle parte de la confianza perdida, o al menos la suficiente para no huir con el rabo entre las piernas y encerrarse en su Templo.

Poco a poco sus compañeros empezaron a llegar. Camus, DM, Shura y Afrodita le saludaron con algo más de efusividad, algo comprensible después del papel que les tocó representar en la Batalla contra Hades y el resto de Dorados, si bien no se deshicieron en gestos cariñosos, saludaron con amabilidad, después de todo era pronto y ahora, con las cosas ya aclaradas, era más una labor del Tiempo que las cosas fuesen como hacía años. En realidad, no era eso lo que le angustiaba, sino la reacción del que años atrás había sido todo para él y terminó siendo la primera víctima de su debilidad.

Aioros se retrasaba tanto que hubo un momento en el que Saga pensó que no aparecería, pero rechazó este pensamiento de inmediato, ese no hubiera sido su estilo, conociendo lo despistado e impuntual que era el Arquero, lo más probable era que se hubiera entretenido a saber con qué.

Shion empezaba a impacientarse y a cada minuto que pasaba su cara iba adoptando un gesto de molestia evidente. Miró a Aioria, que estaba de pie junto a Milo pidiéndole una explicación sobre el retraso de su hermano mayor que no supo dar y que sorprendió a todos menos a Saga, que le bastó mirar a los ojos al León para reconocer los miedos y culpas que también a él le atormentaban.

Cuando Shion iba a tele transportarse para traer a rastras al caballero más despistado de la Orden, Aioros entraba en salón con paso rápido pero sin que las prisas se lo comieran. Llevaba la armadura puesta a excepción del casco, que a saber donde lo había dejado y avanzaba por la alfombra roja con increíble elegancia contestando a la severa mirada de Shion con una sonrisa y una broma desenfadada sobre su retraso que hizo a Saga sonreír al ver que los años no habían borrado aquella frescura innata del Arquero.

Saga había desconectado en seguida del discurso que estaba echando Shion, dirigiendo su vista hacia el lado opuesto del salón en el que estaba Aioros. No habían tenido la oportunidad de coincidir antes, pero el corazón le había dado un vuelco al verle entrar. El paso de los años marcaba su rostro levemente, dándole un aire más adulto que lo hacía aun más atractivo de lo que recordaba. Ensimismado, recorría la figura de Aioros pensando en los incontables momentos que habían compartido juntos, cuando sus ojos se cruzaron con los de Aioros. Sujetas por una fuerza invisible, mantenían sus miradas fijas uno en el otro y durante los instantes que duró aquel intenso momento, Saga dejó de escuchar hasta la voz de Shion. Aioros le había pillado desprevenido, con la guardia baja e incapaz de romper ese contacto, en aquel salón dejo de existir nada que no fueran sus chispeantes ojos azules. Ni siquiera sabía como mirarle, ante él, su magistral capacidad para el disimulo, siempre había perdido fuerza y tenía demasiadas explicaciones que darle, era demasiada la vergüenza de las cuentas que sentía que tenía pendientes. Aioros esbozó una pequeña pero clara sonrisa y seguido hizo un gesto de ir a morirse de aburrimiento señalando con la cabeza a Shion. Una vez más, el arquero con su sentido del humor, había aliviado la tensión que había soportado pensando en cómo reaccionaría al encontrarse con quien le arrebató más que la vida.

Saga dio una palmada al colchón y decidió levantarse de la cama, estaba claro que ni ponerse a contar las piedras del Santuario haría que dejase de recordar ese momento y era una tontería seguir tumbado en la cama. Se puso unos viejos y gastados pantalones oscuros y un jersey de algodón fino y cuello degollado a rayas tan ambiguas como sus ojos y decidió salir a dar una vuelta. Cogió un par de naranjas de la cocina, se bebió un vaso de agua y salió dispuesto a dejar que el aire fresco despejase su saturada mente.

Aioros miró el reloj de la cocina desde el sofá del salón en el que llevaba tirado horas y suspiró, eran las tres de la mañana y el seguía tan despierto como una lechuza. Le dolía el dedo de apretar los botones del mando y cambiar compulsivamente de canal, ya ni siquiera la teletienda le daba sueño y encima había terminado comprando una licuadora Express último modelo que, según la rubia que la anunciaba, sacaba zumo hasta de las nueces, más por puro aburrimiento que por otra cosa.

Aun no se acostumbraba a ocupar de nuevo su Templo, menos aun a hacer cosas tan mundanas como la cena o sentarse en aquel viejo sofá, pero no era esa inquietud de sentirse ajeno la que le mantenía despierto, sino él.

Apagó la televisión antes de terminar comprando alguna otra chorrada y se asomó a uno de los ventanales del tempo desde el que podía divisar el resto de templos emergiendo en aquella cascada de rocas sobre las que serpenteaban las miles de escaleras que los unían. Siempre le había gustado aquella vista, le hacía sentir en casa y eso era algo que necesitaba. Fue recorriendo uno a uno las casas que estaban por debajo de la suya, el primero que vio fue el del escorpión y sonrió al sentir la energía de su hermano allí, estaba claro que no era el único con insomnio aunque sin duda ellos lo estarían aprovechando mejor. Siguió descendiendo hasta posar la vista en el tercer templo, el de Géminis y cerró los ojos concentrándose en rastrear un cosmos que conocía como el suyo hasta que sintió su presencia débil pero nítida.

- Saga…

Un nombre sencillo para el hombre más complejo que nunca había conocido. Cuatro simples letras que, a pesar de todo lo que había pasado, aun guardaban en sus claros sonidos infinidad de sentimientos y emociones.

Trató de imaginarse que estaría haciendo, conociéndole casi apostaba que estaría despierto. Saga siempre había sido una persona que dormía mal, cualquier cosa le desvelaba y no hacía falta ser un lince para saber que el regreso a la vida y la nueva situación que vivían, más en el caso de Saga, le estarían atormentando como los fantasmas de una casa de terror, lo había visto en sus ojos durante la ceremonia…

Se sentó en el alfeizar apoyando la cabeza en el marco, con la vista fija en el tercer templo, mientras su mente le llevaba de nuevo a la ceremonia y al momento que más había esperado desde que había resucitado, verle. La impaciencia le había llevado incluso a bajar hasta su templo para encontrarse con él antes de la ceremonia, pero como debió haber imaginado conociendo lo escrupulosamente puntual que era, Saga ya había salido y se encontró su casa vacía, por eso había llegado tarde.

Y allí estaba cuando entró, tan majestuoso como recordaba, con su gesto serio y aquella melena salvaje cayendo por su armadura. El corazón le latió tan fuerte al verle de nuevo, que pensó que toda la sala lo podría escuchar, y fue a más al contemplar aquella peculiar sonrisa. El caballero de Géminis volvía a brillar con su esplendor pasado y por un momento tuvo la impresión de que el tiempo no había pasado, de que volvían a ser los mismos de años atrás. Sin embargo, solo tuvo que mirarle a los ojos para que aquel velo de tristeza, culpa y melancolía le revelasen el implacable paso del tiempo y las cicatrices de las circunstancias que les tocó vivir.

La última vez que se habían visto fue aquel fatídico día en el que el destino, enfrentó con crueldad su deber como caballero y su corazón, al descubrir bajo la máscara del Patriarca a la persona que más quería, o lo que quedaba de ella. El dolor que sintió entonces fue tan devastador, que solo la disciplina de sus ideales por los que debía proteger a aquella niña, le hicieron defenderse y atacar. Nada, ni los golpes mortales que sufrió, ni saber en qué circunstancias dejaba solo a su hermano aun demasiado joven, se compararon al ruido atroz de su corazón haciéndose pedazos. Sin embargo, al revivir y pensar en lo que tuvo que haber padecido Saga durante tantos años, en su sufrimiento…traducían un rencor que en realidad nunca había sentido, en comprensión y dolor. Aquel día, habían muerto los dos.

Ya habían pasado varios días desde aquel breve pero intenso instante en el que sus miradas se encontraron y no había vuelto a verle, a excepción de las pocas veces que lo había divisado a lo lejos, caminando solo. Había querido acercarse a Saga en numerosas ocasiones, pero antes tenía que hablar con Aioria. La reacción de su hermano pequeño le había sorprendido demasiado o más bien desiluisonado, si algo no hubiera esperado jamás de su revoltoso y mimoso hermano era que le esquivase y lo tratase con frialdad. Afortunadamente, pronto comprobó, que detrás de aquel hombre adulto de mirada fiera, seguía existiendo el Aioria cariñoso, bromista y generoso que crió y en los días que habían seguido a aquella conversación, no había podido quitárselo de encima, algo que por otro lado no le incordiaba, sino todo lo contrario. Aquellos chispeantes ojos verdes, brillaban otra vez al mirarle y estaba hambriento de volver a ocupar su lugar en la vida de su hermano y compensar ahora, todos los cuidados que durante años no pudo darle, aunque ya fuera demasiado mayor para ellos.

Que alguien tan hablador como Aioria te ponga al día de su vida lleva tiempo y entre una cosa y otra no había encontrado el momento de buscar a Saga. Se levantó de la ventana y sin pensar en si el momento era el más adecuado, se puso una sudadera y unas playeras que le había tenido que prestar su hermano y salió de su Templo en dirección al de Géminis. Ya era hora de ponerse al día también con él y no iba a dejar ese encuentro ni al azar, ni a que Saga se decidiera de una vez.

Levantó la vista al negro cielo antes de dirigirse a los pasadizos secretos cuyos laberintos esperaba recordar y no terminar perdido o en el Templo que no era, tampoco sería la primera vez. No había una sola nube y el aire que soplaba parecía querer enfriar su ánimo mientras le empujaba con suavidad hacia los túneles en lo que a los ojos del optimista Arquero era toda una señal. Se quedó quieto mirando a la nada y suspiró con confianza.

- qué coño, allá voy.

*******

Perdido en sus pensamientos, Saga caminaba por inercia, sin prestar atención a la dirección mientras iba pelando metódicamente una de las naranjas. Eran muchos los sentimientos que estaba experimentado en pocos días pero el de tonto del culo empezaba a ponerse a la cabeza cuando pensaba en su actitud. Por Dios, tenía más de treinta años y se estaba comportando como un chiquillo asustado. A fin de cuentas Aioros y él habían sido mucho más que amigos, hasta había sentido aquella complicidad jugar entre ambos de nuevo en la dichosa ceremonia, pero cuando llegaba el momento de encararle, toda la seguridad que le había dado la actitud del otro desaparecía y esto era algo que le estaba empezando a desquiciar.

No estaba acostumbrando a dudar tanto, pocas veces le había temblado el pulso a la hora de tomar decisiones en su vida y había tenido que tomar algunas que hubieran hecho temblar al más pintado y no ser capaz de agarrar al Arquero y decirle todo lo que llevaba guardando años, más después de ver cómo le miró, era algo intolerable a lo que tenía que poner remedio ya, porque empezaba a no reconocerse en esa actitud tan cobarde.

La excusa había sido Aioria. Sabía que al León le había costado mucho enfrentar a su hermano y por eso, cuando les vio por fin juntos, pensó que debía respetar aquel rencuentro que tanto merecían los dos. Sabía de sobra lo mucho que se querían los dos hermanos, había compartido parte de sus vidas y la admiración de Aioria y la devoción de Aioros era algo que había vivido directamente. El tiempo parecía retroceder cuando les veía en el Santuario, y se sentía reconfortado al ver la estampa de la que tantas veces disfrutó en el pasado. La única diferencia era lo increíblemente parecidos que eran ahora que Aioria era un adulto, porque por lo demás nada parecía haber cambiado. Aioria seguía desquiciando a su hermano con sus bromas, su ímpetu y su descaro y Saga sonreía en la distancia al ver a Aioros recuperar su papel de hermano mayor dándole lecciones de una disciplina que él jamás había tenido. Eso era algo que siempre le había divertido y que había sido motivo de burla muchas veces. Ver al caballero más despistado, soñador e inoportuno adoptar ese aire serio y normativo era todo un espectáculo y Saga se dedicaba a provocarle poniéndose del lado de Aioria cuando recibía algún sermón de sagitario y también en la intimidad, cuando le preguntaba qué libro le había robado a Shion para echar esas parrafadas.

Dio un mordisco a un gajo de la naranja y la nostalgia se apoderó de él. Aquellos habían sido buenos tiempos y viéndoles de nuevo no había podido acallar el deseo de volver a formar parte de aquello y eso era precisamente lo que iba a hacer. Dedicaría lo que quedaba de noche a pensar en cómo lo haría, toda la vida diseñando estrategias debían de tener alguna utilidad ahora. Miró donde se encontraba y un destello que hacia tiempo no sentía, asomó en sus ojos. Sus pasos le habían llevado, como si fueran un piloto automático, al promontorio en el que Aioros y él habían pasado infinidad de horas hablando de las cosas más complejas a las cosas más banales y bromeando, sin más motivación que pasar el tiempo juntos. Bajo una luna como la que resplandecía en ese momento, una noche hacía ya muchos años terminó besando a Aioros y en ese momento supo con una claridad que le pareció una premonición, que ya no le podría olvidar.

Alzó la vista y levantó la cabeza para contemplar el Santuario que se extendía bajo sus pies, sus ojos brillaban alimentados por la confianza en sí mismo que poco a poco recuperaba al tener un objetivo por el que luchar. Empezaría a cambiar la incierta realidad en la que se encontraba metido por otra a su gusto en la que recuperar el tiempo perdido.

Saga estaba tan absorto en la vista que tenía ante él y en sus propios planes que no advirtió ni la presencia, ni la sombra de la silueta de quien apoyado en unas rocas le observaba detenidamente. En otro tiempo, Aioros no hubiera dudado en acercarse sigilosamente hasta Saga y agarrarle tomándole por sorpresa y no es que no quisiese hacerlo, pero la prudencia y los nervios fueron más fuertes. Además, le gustaba observarle sin que Saga se percatase, sobretodo aquella expresión concentrada de su cara y esos ojos encendidos que le decían que todos los engranajes de aquella particularmente dotada mente estaban a pleno rendimiento, disparándose su curiosidad al tratar de adivinar qué ocuparía sus pensamientos.

Iba vestido de manera informal, pero en absoluto descuidada. Saga era de los que bajo ninguna circunstancia iba desarreglado y sabía lucir con la misma elegancia un pijama y un traje de Armani. Llevaba un jersey calado que ya conocía y eso le dio tranquilidad, tanta novedad le aturdía y necesitaba la sensación de seguridad que le daba ver que aun existían algunas de las cosas que habían formado parte de su vida y esa sensación, aun se había hecho más intensa cuando al encontrar el Templo de Saga vacío, había sentido su cosmos en ese lugar. Su promontorio.

- Es la segunda vez que te me escapas de tu templo- habló al fin

Durante todo el trayecto que había recorrido hasta llegar allí, había pensado en la forma de dirigirse a él, en qué le diría o cómo le trataría, pero verle allí de pie tan magnífico como siempre y contemplar su expresión inteligente y el brillo de sus ojos cuando el aire descubrió su perfil, apartando su salvaje melena azul y haciéndola ondear suavemente, había bastado para que le hablase con la misma naturalidad que siempre, empujado por una fuerza que no sabía explicar de donde salía.

Saga se sobresaltó tanto al oír su voz, que se atragantó con la naranja. Se giró con brusquedad para confirmar lo que le decían sus oídos, aunque tampoco hacía falta, aquella espontaneidad solo pertenecían a una persona y su dueño le miraba sin rastro del nerviosismo que a él le recorría el cuerpo entero sin piedad y contenía a duras penas. Y de nuevo su sonrisa hacía de bálsamo permitiéndole recuperarse del impacto de tenerle frente a él.

- Un día vas a conseguir matarme de un susto – contestó aun tosiendo y su boca dibujó una sonrisa involuntaria.

- Hombre…- se miró a sí mismo de arriba abajo- yo no hubiera comprado esta ropa, pero no me queda tan mal- bromeó acercándose a Saga que no pudo evitar soltar una carcajada más relajado, admiraba su capacidad para payasear en un momento así.

- No sabía que hubieras bajado a mi Templo, de haberlo sabido no hubieras ido en vano, perdona- aquella revelación le había sorprendido mucho, aunque la disculpa era más por su falta de valor, que por no haber estado.

Aioros meneó la cabeza mientras se detenía a su altura. Saga seguía siendo tan impecable con las formas como recordaba y eso era algo que siempre le había gustado, aunque muchas veces esa actitud de caballero andante la hubiese utilizado para tomarle el pelo, algo a lo que no se pudo resistir

- A fe mía que así hubiera sido y por tanto las disculpas de vuesa merced son aceptadas e innecesarias- contestó jocoso Aioros al que los nervios que azotaban su cuerpo le hacían decir estupideces sin poder evitarlo, aun siendo consciente de que no era el mejor momento. Se sintió gilipollas nada más oírse y su cara no lo disimuló.

Saga le escuchó y al pasmo inicial le siguió cierto alivio, empezaba pensar que por las venas del Arquero corría acero líquido y no sangre y aquella salida de pata de banco tan típica de él, había dejado su estado al descubierto, lo que tranquilizó a Saga que sabía que los nervios disparaban los dones del otro.

- ya empezamos…- Saga le dio un imperceptible empujoncillo y le miró con esa forma de arquear las cejas tan característica suya, mitad incrédula, mitad divertida que tantas veces había conseguido sacarle el otro con su peculiar e inoportuno humor, sin el que no sería Aioros.

- Pasé por tu Templo antes de la ceremonia, por eso llegué tarde- se sentó en el suelo con las piernas estiradas y apoyado sobre sus brazos

- tú hubieras llegado tarde conmigo o sin mi, te entretienes con cualquier cosa y me apuesto lo que quieras Arquero… - añadió al ver la cara de indignación de Aioros para luego sentarse a su lado con los brazos sobre sus rodillas. Sentado disimulaba mejor la tensión que soportaba.

La indignación abandonó la cara de Aioros en cuanto le oyó y sonrió porque además de que muy a su pesar sabía que Saga tenía razón, de hecho había sido motivo de muchas discusiones cuando estaban juntos, aunque no la hubiera tenido, oírle llamarle con esa familiaridad por primera vez en tantos años, hizo que sintiera un calambre en el estómago que le borró cualquier otra molestia.

-¡Esa fama es infundada, a tu lado que pareces el Big Ben, cualquiera es impuntual!- se defendió y mirándole a los ojos continuó- esta vez he llegado a tiempo- sonrió- sigues aquí. Me hubiera gustado ir contigo a esa ceremonia.

Saga se sintió confuso y contrariado al oírle hablar con una franqueza que le resultó brusca y miró de nuevo aquellos ojos, como si buscase respuestas a las miles de preguntas que le asaltaban con insistencia. Aioros era una persona bastante transparente, su habilidad para fingir era realmente mala y no tenía ni temple, ni paciencia para esforzarse en disimular, por lo que Saga no tenía ninguna duda sobre la sinceridad de sus ojos y de sus palabras. Solo cuando portaba la armadura actuaba con algo más de prudencia, pero más por su aguerrido sentido del deber que porque él fuese así. Si estaba allí sentado hablándole con la misma cercanía que siempre tuvieron era porque así lo deseaba, y Saga lo sabía, le conocía muy bien. Virtuoso en el arte de decir lo que pensaba ya fuera bueno o malo, Aioros hablaba según sentía las cosas y a pesar de que esa era una de las cualidades que siempre le encandiló de él, ahora no le entendía, no después de todo lo que le había hecho.

Aioros no dejó de mirarle un segundo mientras veía la marea mental del otro a través de sus ojos, podía escuchar el ruido de sus pensamientos chocando como las olas cuando rompen contra la costa. Tantos años a su lado, primero como amigos y más tarde como amantes, le habían enseñado a entender muchos de los gestos y miradas que para otros nunca dejarían de ser indescifrables. Fue su ambigüedad lo que le atrajo desde el primer momento, sus muecas a medio camino entre una sonrisa y un gesto macabro, el mundo de posibilidades que se podía leer en sus ojos… hasta que terminó enamorado del Saga que permanecía detrás de todos esos fuegos artificiales que era capaz de orquestar. Un hombre que seducía tanto con su atractivo como con su inteligencia, con un humor despierto. Práctico hasta para comprar la cosa más simple, pero con un lado romántico que nadie imaginaría. Su sentido del honor, la lealtad y de la dignidad eran sumamente elevado y Aioros sabía perfectamente que estaban dañados y que esa herida era la razón para que Saga le mirase con esa incomprensión.

- Hablas como si nada hubiera cambiado…- en su voz se notaba cierto reproche ante una actitud que casi tachaba de infantil- como si esta fuera una de tantas noches en las que pasábamos las horas hablando de cómo había ido el día, de las cosas de queríamos, del futuro…

- ¿y por qué no?- rebatió con calma Aioros que se esperaba algo así- es de noche, es el lugar, somos nosotros y yo te estoy diciendo lo que me hubiera gustado.- Aioros no había pensado muy bien como abordarle, confiaba en que la conversación y la fuerza de lo que una vez les había unido, le fuera guiando.

Saga se apartó el pelo de la cara y resopló como siempre que Aioros salía con alguna de esas experiencias de vida demasiado próximas a lo abstracto de la filosofía y que tenían como único y pobre fundamento cuestiones y principios teóricos, cuya aparente perfección radicaba precisamente en su absoluta desconexión de lo que luego la realidad de las circunstancias imponía. Aquella exhibición de ingenuidad le molestaba sobretodo porque relegaba hasta hacerla nimia, una situación que a él le angustiaba demasiado.

- Si no te conociera pensaría o que padeces amnesia y lo dudo mucho, o que estoy ante la persona más simple y hueca de la tierra- habló con dureza- Simplificas demasiado, siempre lo has hecho, ¡tú y tu mundo de las ideas!- Aioros era de las pocas personas capaces de sacarle de quicio y su voz evidenció la molestia que le producía oírle hablar así.

Obviando el gesto duro que ahora le dedicaba Saga y su comentario más bien hiriente, sostuvo su mirada con firmeza. Compartían la forma de ver muchas cosas y esa compenetración era parte de la fuerza que les unía, pero esa conexión se volvía un choque frontal en otros aspectos como la que estaban a punto de tratar y que Aioros iba a esmerarse en no convertir en discusión y terminar desviándose de lo que quería. Y lo que quería era muy simple, no soportaba ver aquel velo de tristeza en los ojos de Saga por más razones que tuviera para sentirse así, no había tenido la culpa y no iba a desistir hasta conseguir borrarlo.

- ¡Y tú y tu mundo de consecuencias, de verdades probadas!- contestó enérgico- Precisamente porque mis recuerdos gozan de una nitidez perfecta es que puedo relativizar así- rebatió con seguridad- con lo pragmático que eres para todo, te complicas demasiado cuando se trata de ti y entras en barrena!- sus ojos le miraban con severidad.

Saga cerró los ojos un momento, rompiendo el contacto visual y contó mentalmente antes de responderle con la contundencia que le pedía el cuerpo al escucharle emitir juicios con esa ligereza. Le ponía enfermo esa forma de restar importancia a las cosas y volvió a mirarle furioso al empezar a hablar.

- Vienes aquí después de quince putos años, haces unas bromas, sonríes y me dices tan tranquilo que hubieras querido ir conmigo a una ceremonia que tenía como motivo nuestra vuelta a la vida! y puedes decorarlo con toda la filosofía que te da la gana, pero para volver a la vida , antes hay que perderla y no tengo que recordarte las circunstancias en las que sucedió eso, verdad?- Saga adoptó aquella mirada a dos aguas entre ironía, arrogancia y dolor y continuó- ¡pero tú ignoras todo eso como si no fuera conmigo la cosa y te comportas casi con frivolidad, como si el mero hecho de actuar como hace años, de querer que las cosas sean como entonces, nos devolviese a esa época!- alzó la voz- me ofende tu voluntarismo, tu necia ingenuidad! ¡Abre los ojos maldita sea!- bufó poniéndose en pie y encarándole con fiereza - Fui YO quién mandó asesinarte, YO te privé de la mitad de tu vida, de tu honor, YO convertí la vida de tu hermano en una pesadilla durante años!! YO!- cada vez que la voz de Saga tronaba recalcando con tanto énfasis su persona, Aioros sentía todo el dolor y el desgarro que liberaba clavarse en su pecho como si sus palabras fuesen el cuchillo que le vio empuñar aquella noche.- tu actitud es ilógica….- bajó el tono de voz que se fue perdiendo en el vacío hacia el que miraba y lanzó lo que quedaba de la naranja abajo.

- ¡¡Lo sé perfectamente porque estaba allí!! Yo fui la víctima!! - gritó fuera de sí- Pero no soy como tú, no veo las cosas como tú!!- su dedo le apuntaba acusador mientras aspaventaba al hablar- ¡¡No le resto gravedad, le doy la importancia justa, maldita sea!!- Oír a Saga hablar así le daba ganas de saltar sobre él y partirle la cara, tan cerca de perder los nervios como estaba.-Si quieres despierto al viejo maestro y le digo que me deje las dos espadas para batirnos en un duelo épico, joder!-

Saga se quedó mirando a la nada en silencio, todo le resultaba demasiado doloroso, sentía las palabras y la actitud del otro como si echase sal sobre todas sus heridas y había perdido la calma. Aioros y su manera de ver las cosas siempre habían sido el contrapunto perfecto, su idealismo atemperaba la fría lógica a la que él sometía casi todo. Era el hombre más soñador que había conocido y tenía la capacidad de trasportarte con sus ensoñaciones y sin embargo, si algo no podía decirse de Aioros era que fuese una persona simple, pero la incomprensión le habían hecho hablar de más y atacarle. Estaba descolocado. Hubiera encajado mejor que Aioros le hubiera lanzado sin piedad todos los reproches que él mismo se hacía, que le despreciase, ¡ era lo lógico, joder!. Necesitaba sentir que recibía un castigo para poder redimirse después, o al menos intentarlo, pero con esa actitud inclasificable de Aioros, Saga había perdido aún más la dirección y estaba bloqueado. Con el arquero siempre era el mundo al revés.

Aioros observó a Saga de pie en aquel acantilado mientras recuperaba el sosiego. De entre todos los sentimientos encontrados que sentía, sobresalían la impotencia y la rabia. Ni él, ni su hermano pequeño, ni Saga tenían un papel fácil en aquella historia y había cometido un error al tratar la situación de aquella manera, pero tampoco para él estaba siendo un paseo. Cuanto mejor quería hacer las cosas, peor le salían, le estaba sucediendo lo mismo que con Aioria, pero entablar una discusión dialéctica con Saga era una batalla perdida, así no lograría hacerle entender y lo sabía. Pensó que si actuaba como siempre, como en realidad le salía, le demostraría a Saga con hechos, que lo que había sucedido no tenía la importancia suficiente como para que las cosas no pudieran ser como antes y ese había sido su fallo. Esa forma implícita de hacer saber las cosas no era su estilo y al final, en lugar de dejar claro que no le guardaba rencor por cómo había sucedido todo aquello, había dado la sensación de ser un patán vacío y superficial que actúa por impulsos y que se tomaba casi a broma lo que había truncado la vida de los dos.

Se levantó y se acerco a Saga despacio pero con su andar firme y seguro. Estuvo unos minutos mirando a la nada igual que el otro y con el gesto más sombrío, bajó la vista mirando las dos cicatrices que atravesaba su mano y cerró el puño escondiéndola, antes de empezar a hablar, esta vez con el corazón.

- Lo primero que sentí cuando me vi de nuevo vivo y en el Santuario, fue desconcierto- empezó a hablar con voz suave- no entendía nada, pero me fui tranquilizando cuando sentí las energías del resto, sobretodo la de mi hermano y la tuya- se giró para mirarle, pero Saga no se volvió- Los días pasaban y ni tú, ni Aioria veníais y yo no lo podía comprender…- movió la cabeza reflejando esa incomprensión-, a mi me hubiera faltado el tiempo para ir a buscaros y lo hubiera hecho, pero se ve que los años no respetan ni a los muertos y me han hecho más reflexivo, no se…- Saga vio su media sonrisa por el rabillo del ojo, sólo Aioros haría chistes de algo como su propia muerte - y cuando dejé de centrarme en mi propio dolor, entendí el peso de la culpa que cargabais, sobretodo tú-levantó un brazo para agarrarle, pero lo dejó caer de nuevo – Esos días paseaba solo, el Santuario seguía igual pero habían cambiado muchas cosas, de los caballeros con los que yo conviví, de mis compañeros, solo quedabas tú y el resto de los guardianes eran los aprendices que tu, yo y los demás entrenamos. Empecé a no saber cuál era mi papel aquí, a no saber qué lugar ocupaba, a sentirme innecesario, incluso para mi hermano. El caballero más desordenado no estaba en el lugar adecuado- se agachó y cogió la otra naranja que vio en el suelo.

Saga escuchaba con un nudo en el estómago a Aioros y maldijo de nuevo su cobardía, si tan solo pudiera explicarle que se sentía tan indigno que no había sido capaz de correr escaleras arriba y entrar a su templo buscándole, como quiso hacer desde que sintió de nuevo su presencia…

- Y por eso fuiste a buscarme a mi Templo, para ir con lo único que quedaba del tiempo que conociste- dijo con cierta amargura- por nostalgia…

- No - aseveró con firmeza- no fui a buscarte por eso, y mírame de una vez!- Saga obedeció y se giró siendo taladrado por los ojos de Aioros- lo primero que me vino a la cabeza al sentir tu energía de nuevo, fue la imagen de la última vez que nos habíamos visto. Necesitaba verte- Saga fue a interrumpirle pero Aioros no le dejó- ¡Llevo quince años callado, me vas a escuchar! Sé que no entiendes mi actitud, te conozco demasiado bien y en tu mundo lógico y cuadriculado no encaja que no te desprecie por todo lo que pasó y por eso, y porque yo tampoco he estado muy fino, piensas que no le doy la importancia debida, pero estás equivocado- Saga escuchaba con atención mientras contemplaba el rostro tranquilo y sereno de Aioros al hablar- Quería mostrarte con actos y no con palabras que no siento ningún rencor, que te veo igual- y haciendo una pausa siguió- en la ceremonia me bastó mirarte para sentirme en casa y antes cuando te he encontrado aquí, he actuado como me ha salido del corazón porque la importancia de lo que pasó no ha sido suficiente como para borrar la complicidad que he vuelto a sentir hace un rato, la que siempre tuvimos.- explicó con sencillez.

Aioros exponía sin reservas sus sentimientos, de la única forma que sabía, dejando impresa parte de su alma en cada palabra, de una forma directa y tajante, como hablaba él. Era tal la convicción que derrochaba que daba la sensación de que sus palabras eran leyes irrefutables y Saga se estremeció, sacudido por la honestidad de su voz.

Saga agarró la mano de Aioros con la palma hacia arriba, dejando las largas cicatrices al descubierto. Las miró sintiendo como todo su dolor se agolpaba en sus ojos, pero mantuvo la entereza, no iba a permitir que Aioros le consolase aun más. Recorrió las marcas paralelas que aquella daga le había dejado con uno de sus largos dedos y miró a Aioros que sintió cierta incomodidad al verle tocar el signo del macabro momento que fueron obligados a vivir.

- ¿Cómo puedes verme igual después de haberte hecho esto?- con la voz algo quebrada apretó su mano y le miró. El reproche con el que antes le había mirado había desaparecido y en su lugar, solo se reflejaba el deseo de creer en lo que le decía y aliviar su corazón.

- La respuesta es muy sencilla- Aioros apretó aquella mano cubriendo la del otro- porque ese no eras tú, Saga- lo dijo con una obviedad apabullante que se colaba por todos los aturullados poros de Saga- Cuando la máscara se cayó por el golpe que le asesté y vi tu cara me quedé paralizado, no podía creer lo que estaba viendo- gesticuló reflejando de nuevo la incredulidad que sintió- pero lo que me produjo el dolor más devastador que nunca he sentido, no fueron ni los golpes, ni saber que moriría, ni pensar que dejaba a mi hermano desamparado, fue mirarte a los ojos y ver que no quedaba nada de ti…- su voz traslucía el desgarrador impacto que sufrió aquella noche cuando sus ojos presenciaron la muerte en vida de quien tanto amó-

Saga soltó su mano, sabía que aquella conversación sería dura, pero la opresión que sentía en su pecho superaba todas las cábalas sobre cómo sería que se había hecho. Recordaba aquel día como si lo estuviera viviendo, solo que ahora los gestos y esa mirada de Aioros para la que no había encontrado palabras, ni nombre cobraban significado. Volvió a sentir la impotencia, la angustia de la lucha estéril que mantuvo tratando de imponerse a lo que le doblegaba, siendo el espectador de las atrocidades que cometía y cerro los ojos ante lo insoportable que le resultaba todo.

- No deberías consolarme tú a mi…- habló atropelladamente, con cierta vergüenza- no deberías ser tú el que da las explicaciones, el que…- pero superado por las emociones guardó silencio un momento- Cada día durante trece malditos años, luché por imponerme, pero no pude…Mi deshonrosa debilidad te robó quince años y no sé cómo compensar eso- por fin lo había dicho y le miró perdido, mostrándole a través de sus ojos el infierno que había padecido, el dolor mortal por su pérdida.

Aioros hacía esfuerzos para no dejarse arrastrar por el remolino de emociones que devoraban su interior. Luchaba contra el desaliento del otro, contra la desesperanza de su voz y no es que él no sintiese todo ese dolor y ese sufrimiento, pero se negaba a dejarles ganar. Se acercó a Saga y esta vez no reprimió las ganas de tocarle.

- ¿Y no los has perdido tú también? Podría haber sido al revés y tampoco hubiera podido hacer nada, al menos yo he descansado en paz quince años, pero tú no- apoyó su mano en Saga con cierto titubeo, llevaba mucho tiempo sin hacerlo- Pensé que no vería el día en que fuese yo quien te consolase, déjame…- la dulzura de su voz no empañaba su porte adulto- Claro que me duele el tiempo que no he vivido, pero no lo quiero ver como tiempo perdido, ¡no quiero y no lo voy a hacer!- de nuevo aquella autoridad asomaba en sus palabras- Nosotros no somos de los que se lamentan, nunca lo hemos sido, nos hemos enfrentado a infinidad de cosas sin lloriquear y no vamos a empezar ahora. ¡Estamos aquí de nuevo, estamos los dos, y eso solo significa una cosa para mí!- le puso las dos manos sobre los hombros mirándole como una intensidad cegadora- esta partida la vamos a ganar nosotros- le guiñó un ojo que hizo asomar una pequeña sonrisa en Saga arropado por la convicción de su voz- a mi no me hace falta nada más y ¿a ti?

Saga negó con la cabeza mientras miraba al hombre que tenía delante. Su fuerza arrolladora, la pasión con la que hablaba, con la que actuaba… era imposible no dejarse cautivar por ellas. Aioros tenía una habilidad especial para extraer conclusiones sencillas de razonamientos y situaciones complejas y Saga nunca había podido resistirse a esa capacidad que había vuelto a poner de manifiesto durante su extensa explicación. El Arquero, le dibujaba un nuevo mundo y seducido por aquella exhibición de generosidad, de humanidad y de tozudo orgullo y contagiado por la convicción del otro que convertía ese mundo en realidad, se dejó llevar… Necesitaba creer de nuevo.

- No has cambiado nada…- se limpió los ojos y acarició la mejilla de Aioros suavemente- siempre te ha gustado dejar mi mundo patas arriba…hacer las cosas al revés… - sonrió - me has dejado sin redención- Sentía que gran parte del dolor que le flagelaba había desaparecido, pero aun le pesaban muchas cosas.

- Tu mundo muchas veces tiene las patas torcidas, Saga- movió la cabeza contra su mano al sentir su tacto y luego le devolvió la sonrisa- ¡menos mal que estoy yo aquí!- dijo con suficiencia, dándose importancia- como eres un obsesivo, te daré el gusto- y volvió a mirarle con aquella abrasadora intensidad que también se adueño de su voz- si tanto necesitas redimirte, haz que los próximos quince años y todos los que nos queden juntos valgan por dos, puedes empezar ya…- y desvió la mirada hacia la luna cada vez más baja- esta noche es igual que aquella…- murmuró pensando en alto.

Saga sintió su cuerpo convulsionar al escucharle referirse a la noche en la que habían unido sus vidas. Todos los sentimientos que tenía por Aioros brillaron en sus ojos avivando la mirada incendiaria que clavó en el castaño y que erizó todas las células de su piel.

- Falta una cosa…- habló recuperando su tono sereno.

Y extendiendo la palma de su mano fue creando una bola de energía plateada, que suspendida sobre su mano ganaba en tamaño y en intensidad. En un determinado momento, Saga miró a Aioros que contemplaba aquel brillante espectáculo embobado, y le dedicó una misteriosa sonrisa. Sopló sobre la esfera que ardía en su mano y ésta empezó a flotar liviana, elevándose lentamente hasta solaparse con la luna, aumentando tanto su tamaño que daba la sensación de de poder cogerla tan cerca como parecía estar.

Aioros estaba hechizado. Saga le regalaba un espectáculo de luces y colores plateados, igual que el que había creado para él entonces y sonrió perdido en los miles de recuerdos que de nuevo se le despertaban al mirarle. Un Saga más adulto y más curtido en cuyos ojos volvía a resurgir el brillo que siempre habían tenido. Le vio arrodillado al lado de su tozudo hermano, intentando hacerle comer cuando él ya estaba a punto de agarrarlo del cuello y cebarlo como a un ganso, haciendo desfilar sobre sus manos figuras ilusorias que se movían al son de su mente y que dejaban con la boca abierta a Aioria. Recordó las veces que viéndole desanimado, Saga le había dado el capricho de sumergirse en un mundo de fantasía y su mente viajó al día en que, años atrás, bajo una luna como la que resplandecía para ellos de nuevo, su corazón había hecho una promesa de amor muda que renovaba ahora.

Estaba tan ensimismado que no se dio cuenta de la proximidad de Saga que sin dejar de observar el rostro de Aioros, se fue acercando hasta cubrir su entre abierta boca con sus labios. Un beso que nada más sentir los alientos de los dos mezclándose, se alimentó de ellos convirtiendo aquella suavidad y delicadeza casi primeriza, en un contacto apasionado cargado de urgencia en el que sus lenguas se buscaban con avidez, sofocando el fuego que arrasaba sus bocas que habían tenido que esperar media vida para encontrarse de nuevo, mientras sus brazos reclamaban el cuerpo del otro con posesividad.

Siguieron abrazados aun después de separarse, aunque no podían evitar fugaces besos dedicándose radiantes sonrisas, conscientes de esa sensación de necesidad del otro. Aioros hundió la cara en el cuello de Saga cuando le estrechó con fuerza, acariciando su espalda bajo su larga melena y dejándose mecer por las caricias del otro.

- En todo este tiempo, nunca he dejado de quererte, Arquero…- susurró a su oído encontrándose de inmediato con los ojos de Aioros que se clavaron en los suyos y viéndose incapaz de hablar, le besó con la fuerza incontenible de sus sentimientos, con una intensidad más allá de las palabras que solo su boca podría reflejar.

Saga nunca había sido muy dado a grandes declaraciones, sus demostraciones pocas veces venían escritas en palabras y oírle decir aquello con un sentimiento tan intenso que atravesaba la piel, valía por todos los años que habían estado separados., Saga sintió como la boca de Aioros y sus ojos tatuaban su respuesta en su piel, no era necesario que dijera nada.

- haz que los próximos quince años y todos los que nos queden juntos valgan por dos…- Saga recordó en alto las palabras de Aioros como si les buscase sentido y luego le miró- sólo tu eres capaz de presentar como una solución inteligente, absurdeces como esas- soltó una carcajada pegándolo a él en un nuevo beso- me gustan tus ideas, pensador…- sonrió.

Aioros se sentó en el suelo mirándole con suficiencia y tiró de la pierna de Saga obligándole a sentarse también.

- tengo que recuperar forma física, un rato de pie y ya estoy muerto, hay que ser imbécil para titular una película “ la muerte os sienta tan bien”…- soltó una carcajada al oírse.

- Joder…tú y tu sentido del humor…- Saga ensombreció el gesto, aun no tenía cuerpo para los chistes de Aioros - ¿no puedes hacer bromas con otra cosa?

- No- se acomodó entre las piernas del otro apoyando su espalda en él- no quiero que esto acabe siendo un silencio oscuro entre los dos, acostúmbrate, mejor reírse de ello que llorar, no?- y se giró para mirarle- además, el del humor negro siempre has sido tú- le dio un codazo y Saga se limitó a suspirar, era imposible discutir con él y tenía razón. - Quiero que me cuentes cosas de estos años, no quiero que te las guardes y las rumies solo y yo también necesito sacar muchas cosas, saber muchas cosas…- habló con un tono más serio sin perder dulzura y Saga asintió.

- ¿Qué quieres saber?- preguntó Saga con enorme dificultad, se lo debía.

Aioros se quedó en silencio, con la mirada baja y Saga le observó en silencio, aquel pudor infantil no era propio de él. La forma de decir las cosas de Aioros era peculiar, por lo inoportuno que solía ser y por increíblemente directo, jamás se callaba nada y cuando Saga vio el dejo de preocupación en sus ojos entendió sus temores.

- Has sido y eres imprescindible en la vida de tu hermano Arquero, no midas esa necesidad por cómo ha reaccionado ahora, a nosotros nos ha faltado el valor que a ti te ha sobrado- lo cobijó entre su cuerpo.

- ¿Tu crees?- le miró con cierto temor-No le viste… estaba tan frío…tan distante...que me costó soportarlo. ¿Es demasiado idealista querer que sea mi hermano pequeño, el que no me soltaba y me ponía histérico?

Saga le miró a los ojos y le dedicó una sonrisa llena de ternura.

- No, no lo es- respondió con rotundidad- con lo clarividente que eres para algunas cosas, te vuelves un ciego para otras- Saga sabía la debilidad que siempre había tenido por su hermano pequeño y entendía sus preocupaciones- No era frialdad, era miedo, eran culpas…lo pasó muy mal y no sabía como tratarte, no ha sido fácil para él…- trató de no empañar su voz al pensar en su propia responsabilidad en aquello y lo apartó de su mente jugando con los rizos de Aioros que el viento disparataba- Os he visto juntos estos días y he visto cómo te miraba, su increíble sonrisa y por eso sé que las cosas serán como antes entre vosotros, ya han empezado a serlo de hecho- afirmó y se guardó otro pensamiento que le rondaba su cabeza pues de lo que Saga también estaba seguro era que la relación entre Aioria y él no sería tan sencilla…

- Me gustaría estar tan seguro como tú…- Aioros se acomodó contra el otro apoyando la cabeza- no sé como tratarle, no sé qué clase de hombre es, no sé si es feliz, no se si sigue odiando los frutos secos, joder! no se nada…- le miraba sin disimular la angustia que le producía esa situación.

- Eso lo irás viendo porque tu hermano es tan escandaloso como tú o más para mostrar las cosas- sonrió por las inseguridades del otro ante algo que él veía muy claro- trátale como te salga, te va muy bien así- apretó sus piernas para infundirle ánimo recordándole como se había vuelto a ganar a su hermano y a él mismo- yo he visto en qué clase de hombre se ha convertido y puedes estar orgulloso, se parece exageradamente a ti en muchas cosas....- dijo con cierto orgullo él también- No te dejes confundir por el hombre que has visto, es el mismo crío inquieto y revoltoso que te adoraba, solo que más alto y más adulto- y viendo el gesto a medio convencer de Aioros siguió- además, yo voy a estar contigo, si hay que volver a hacer el mago para convencer a tu terco hermano pues lo haré- aseguró divertido. Haría lo que fuera por él.

Aioros escuchó las palabras de Saga y reconfortado por ellas esbozó una sonrisa resplandeciente. Tenía razón, había visto parte de ese Aioria que recordaba en los pocos días que habían vuelto a compartir y una vez más, Saga y su carácter resolutivo, despejaba los temores que aun le quedaban.

- Desde luego esa afición por las melenas azules la ha heredado de mí, tiene buen gusto- comentó satisfecho pensando en Milo y enredando los dedos en el pelo de Saga- ¿ y yo que creí que tenía debilidad por las rubias?

- Bueno…- Saga puso un gesto malicioso que despertó la curiosidad de Aioros

- Bueno ¿qué?- preguntó ansioso- me pone nervioso que dejes las frases a medias

- Que tu hermanito es de mente abierta… por lo que yo sé no hacía distinción ni de sexo, ni de raza, ni de religión y menos de pelo…esos dos conocen Atenas y sus al rededores a fondo, créeme- y volvió a reírse al ver la cara del otro- ¿qué? No pensarías que es virgen!- le provocó recibiendo un golpe de Aioros.

- Claro que no, imbécil!- se mosqueó viendo que Saga cada vez se reía más fuerte. No es que le pareciera mal pero aun le costaba acostumbrarse a la edad de su hermano y le jodía que le saliese esa vena protectora que Saga explotaba sin piedad.

- ¿No querías saber?- le mortificó un poco más. A Saga esa actitud de hermano mayor de Aioros le encantaba- Pues también ha heredado el encanto Kapulakis.

- ¡¡Oye, que yo no era un picha brava!!-se defendió indignado por la alusión y entonces sí que Saga casi se muerió de risa.

- Nooo, San Aioros, por favor, ¡que estaba yo!- y antes de recibir otro golpe, Aioros explotaba rápido, puntualizó- vale…igual tanto como esos dos no, pero no te quedabas atrás! Ya es un adulto, mamá! sabe lo que hace, al menos en la cama- volvió a la carga desquiciando al otro.

- Vete a la mierda, este no era el tema…casi te prefiero lúgubre, joder- cortó tajante haciendo ademán de moverse pero Saga volvió a tirar de él

- No te cabrés… ven- lo dejó de cara a él y adoptó un gesto más serio- Era cuestión de tiempo que esos dos se dieran cuenta de que lo suyo no era amistad y dejasen sus correrías, ahora son aun más inseparables y creo que tu hermano es muy feliz- compensó el vacile y Aioros recuperó su expresión jovial.

- Como nosotros…- empujó a Saga contra el suelo hasta quedar encima de él sintiendo su imponente cuerpo debajo, mientras recorría su cuello con pequeños besos.

- Nosotros somos invencibles…- coló sus manos bajo la sudadera de Aioros estremeciéndose al sentir su cálida piel.

Aioros le cerró la boca en un beso húmedo que les encendió a los dos. Las manos de Saga actuaron como una señal y Aioros no tardó en deslizar las suyas bajo el fino jersey, recorriendo su fornido pecho sin poder evitar que su cadera se moviera sobre Saga incitada por las caricias que se daban. Excitándose más con cada roce, pronto la ropa empezó a ser molesta y Aioros no dudó en tirar del jersey de Saga para quitárselo. Al principio pensó que no podía porque entre el suelo y el peso de los dos estaba trabado, pero después de varios intentos fallidos y de sentir el ruido del corazón de Saga, se incorporó para ver qué pasaba con el dichoso jersey. Al ver la expresión de Saga, abrió los ojos como platos mirándole como si acabase de caer en la cuenta de algo que le hacía mucha gracia y su cara se transformó en la de un niño travieso que acaba de descubrir un secreto.

- No puedo creerlo, ¡estás nervioso!- soltó sin reparos, sin pensar en cómo se sentiría Saga ante semejante evidencia.

- ¡No seas ridículo!- se defendió ofendido, lo que aun le hizo más gracia a Aioros que se sentó encima.

- ¿yo?- y tiró de nuevo del jersey a lo que Saga se incorporó para evitarlo, haciéndole caer- y qué me dices de esto?- señaló descojonado de risa desde el suelo

- Que anormal eres, de verdad…- meneó la cabeza serio- este no es el lugar más indicado- se explicó con poca convicción- yo soy un caballero- pero la explicación aun aumentó las carcajadas de Aioros que no se podía creer lo que veía.

- Yo mas bien diría que eres la doncella- contestó sin poder resistirse pese a la mirada de Saga- venga… estas piedras nos han visto muchas veces…- lo abrazó por detrás y lo miró malicioso-

- No es eso!- Saga tenía tantas ganas como el otro pero se le seguía haciendo raro y sí tenía cierto miedo.

-no me digas que te impongo!- y por la mirada de Saga supo que había dado en el clavo- Si alguien tiene que estar nervioso soy yo, después de quince años igual se me ha olvidado…- y al caer en la cuenta de ese detalle del que no se había percatado hasta escucharse, el que empezó a preocuparse fue él.

Saga le miró y acabó soltando una carcajada, si algo era capaz de hacerle perder los nervios, esta vez para bien porque se había relajado, era el Arquero y sus estrambóticas salidas. Aquel detalle le dio más confianza

- Anda vamos- le agarró por la cintura y lo besó con lujuria- te invito a desayunar- miró al horizonte en el que ya empezaba a despuntar el sol.

- ¿Solo a desayunar? – le picó mirándole con el mismo deseo, mientras empezaban a andar hacia el Templo.

- te he dicho que soy un caballero, no me llevo a nadie a la cama en la primera cita- le guiñó un ojo haciéndole saber que bromeaba.

- Y yo te recuerdo que tienes que multiplicar el tiempo por dos, así que técnicamente vale como la segunda- siguió la broma- somos algo así como nuevos viejos amantes- remató provocando las risas del otro de nuevo.

- Un día voy a apuntar todas esas perlas de sabiduría que sueltas, Arquero.- le miró y se sacudió la ropa estirando las arrugas que tenía de estar tirado.

- una arruga en la ropa no te hará perder atractivo Saga- se cachondeó del otro que frunció el ceño, mientras Aioros empezaba pelar la naranja que no se había olvidado de coger.

- Hablando de ropa… eso de a ti no te hace falta nada más…no estoy yo tan de acuerdo- le dijo tirando de los cordones de la sudadera que llevaba y mirándola con el gesto torcido. No le quedaba mal, porque en el caso de Aioros eso era difícil, pero no acaba de convencer a Saga.- me van a detener por pervertir menores

- Es de Aioria, la armadura era muy formal y venir en bolas con lo sibarita que eres no me pareció serio- se explicó, si ya pensó que se lo tomaba a broma por dos comentarios, como para haberse presentado sin ropa- además si aparezco desnudo te hubiera dejado pasmado.

- Todo tú me dejas pasmado, Arquero! Pero no te preocupes que te voy a dejar en bolas en seguida- sonrió malicioso- ya te dejo algo yo…después- recalcó

- No te confíes, a ver si el muerto te va a dejar seco, tío…- agarró su culo sugerente.

- deja de hacer esas bromas, joder!- protestó aunque menos impactado- y dame la naranja que llevas toda la noche para pelarla, lo haces al revés- trató de quitarle la fruta pero no pudo- Te recordaba más hábil con las manos.

- Pues yo te recordaba igual de toca huevos!- le miró con el ceño fruncido- ¡¡ es una naranja no una caja fuerte!!, no todo tiene un sistema y unas pautas a seguir!- gesticuló burlón- La pelo como me da la gana- y cuando terminó se la llevó a la boca.

- Al menos me darás la mitad, que era mía- reivindicó Saga mirando la jeta que le echaba Aioros- aunque después de tu….letargo… haces bien en recuperar vitaminas, te van a hacer falta cuando lleguemos a mi Templo- bromeó con cierta dificultad, quizás Aioros tenía razón y era mejor reírse de aquello, aunque a él le costase un triunfo aun.

Aioros escuchó aquella pulla con ese leve atisbo de humor negro y sonrió. Había utilizado un eufemismo pero algo era algo y como premio a su esfuerzo, olvidándose del gajo que estaba mordiendo, le estampó un pegajoso y atolondrado beso.

- No me refería a esto…- Saga se relamió los labios llenos de naranja- pero tampoco está mal.- le sonrió.

El camino hasta el templo lo llenaron a ratos con el ruido de sus risas y a ratos con el de sus infantiles provocaciones que la costumbre había convertido en una forma más de hablarse. El paso del tiempo, las adversas circunstancias e incluso la muerte, habían puesto a prueba la fuerza de sus sentimientos, pero ellos con la intensa complicidad que les había unido aun intacta, habían salido victoriosos. Era tiempo de disfrutar su merecido premio…era tiempo de recuperar los años perdidos.


FIN



 


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