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Niñera por 1827kratSN

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Sueño…

 

 

Algo que Squalo adoraba —y se lo expresó abiertamente a Lussuria—, fue la hora de la siesta y las noches de completo y pacífico sueño. Sí, los herederos del Vongola dormían como tronco durante toda la noche y él no pudo estar más feliz con eso. Aunque sí luchó en los primeros días porque Sora no era alguien fácil de acomodar en la cama y Ai tenía que bañarse cada noche para que conciliara el sueño fácilmente. Pero como sea. Adoraba que esos dos mocosos se durmieran hasta el día siguiente.

 

—Me asombra tu gran trabajo —Reborn terminaba de arropar a sus dos angelitos tras darles un beso de buenas noches antes de mirar a la niñera que visitaba de vez en vez.

—Y a mí me asombra tu nulo compromiso con el cuidado de tus hijos —frunció su ceño y entrecerró sus ojos antes de estirarse y salir de ese cuarto.

—Soy un buen padre.

—¡Ja! —Squalo movió su cabeza a los lados para tronar los huesos de su cuello—. Si eso fuera cierto yo no estaría aquí librándote de pañales sucios, horas de juegos, comidas y baños diarios.

—Estoy algo ocupado —respondió con serenidad.

—Sí —el albino sonrió burlón— supongo, pues aun no encuentras tu lindo anillo de bodas… Quiero ver la cara del décimo cuando lo descubra. Alguien incluso podría deducir que has estado teniendo deslices fuera de la mansión —se relamió los labios porque estaba disfrutando de ver “sudar” al asesino—, después de todo tus antiguas amantes están locas y podrían regresar a por ti. 

—Tú sabes dónde está —acusó instintivamente colocándose frente a ese tiburón.

—Estoy cuidando a tus hijos, haciendo tú trabajo —le apuntó con el dedo índice—. No tengo tiempo para buscar tus preciados objetos perdidos —abrió la puerta de su cuarto—. Buenas noches, mal padre —y azotó la madera en la cara de ese tipo.

—¡Te estaré vigilando!

—Ah, por cierto —abrió la puerta para mirar al azabache y frunció el ceño—. No sé qué trato hiciste con el jefe bastardo, pero espero que a los dos se les dañen los planes.

 

Nada mejor que joderle la vida a Reborn como para sentirse realizado y así dormir en paz. Aunque a veces no podía hacerlo así de fácil pues los niños despertaban tras los ligeros sonidos dados por el celular que siempre era usado por un padre preocupado por la lejanía que mantenía con sus retoños. Así de cursi como sonaba.

 

—Esta vez llamaste muy tarde —Squalo mantenía el celular pegado a su oreja mientras acariciaba la barriguita de la nena para que se durmiera de nuevo. No quería lidiar con una niña malhumorada.

Lo sé, perdón —era Tsunayoshi quien, haciendo honor a su intuición y a su contacto más fiable en la mansión, se enteró de todo el asunto de la niñera desde el primer día—, pero la reunión se extendió más de lo que planeé.

—Ni loco despierto a Ai, es muy difícil hacerla dormir… —dejó a la beba ya suspirando entre sueños y gruñó—, pero el torbellino que tienes por heredero está aquí, saltando para tomar el teléfono.

Déjame hablar con él.

—Será tu culpa si no puedo hacerlo dormir de nuevo después, Vongola.

 

El celular de Squalo era el único medio de comunicación entre el décimo Vongola y los niños durante las eternas noches, y el albino solía dejarlo en la habitación de los niños porque era el único lugar que no estaría bajo sospechas del exarcobaleno quien intentaba que su esposito no se enterara de la treta armada en la mansión.

¡Ja! Reborn subestimaba a su propio alumno, era idiota… o se estaba haciendo el idiota… o algo lo estaba haciendo idiota.

Como fuere. Ahí estaba el niñito que en su lenguaje infantil le contaba muchas cosas al castaño que seguramente estaba sonriendo como idiota detrás del teléfono. Los dejó ahí mientras él seguía acariciando la pancita de la bebita que al escuchar las voces lejanas empezó a luchar por abrir los ojos, pero que al final quedó dormida sin opción.

 

—Te queyo papi —la voz temblorosa de Sora y el bostezo hicieron que Squalo se acercara.

Yo también, cariño.

—Y yo quiero dormir —bufó Squalo antes de quitarle el teléfono al niño que cabeceaba—, así que colgaré.

—Gracias, Squalo…. Y lamento que estés pasando por esto.

—Cóbratelo tú con tu estúpido esposo —con su brazo libre cargó a Sora para mecerlo—, que sufra cuando vuelvas.

Tenlo por seguro —se escuchó la suave risa del otro lado—. Y tú cóbraselo a Xanxus.

—Sí, sí —bostezó—. Buena noche, mocoso.

 

Ambos pactaron un silencio demencial en cuanto a esa estúpida situación, así estaban bien y así estarían hasta el retorno del Vongola, cosa que sucedería en un par de días. Squalo desearía quedarse a ver el castigo del arcobaleno o de los miembros de esa mansión, pero sabía que no sería posible pues debía seguir con el jueguito hasta el final. Además, él tenía su propio circo que disfrutar cuando regresara a la mansión de Varia.

Se iba a divertir de todas formas.

 

—Ya suéltame, niño —rezongaba pues Sora no dejaba de abrazar su cuello y no quería recostarse en la cama—. ¡Maldición! Por eso odio que llame tan tarde.

 

Esa noche tuvo que acomodarse en la cama de Sora y dejar que el mocoso se durmiera aferrado a él… Para rematar, después de un rato —alrededor de la medianoche—, la niña también se les unió y terminaron siendo un bonito trío durmiente que fue objeto de las fotografías de un emocionado Lussuria quien los halló en la mañana.

 

 

Palabras…

 

 

—Así que ésa es mi orden —Squalo miraba a Sora quien le ponía completa atención y asentía—. Sólo cuando esté tu papi dirás eso.

—Shi, shi.

—Eres más inteligente de lo que pensé —sonrió antes de despeinarle los cabellos castaños al niñito.

 

Su tiempo en Vongola se había terminado, su despedida ya estaba por darse y por eso empacó las maletas con la ropa que le fue proveída en esa mansión como pago a sus servicios —de marca exclusiva cabe decir y todo de bolsillo de Reborn—, un pago extra porque efectivo también les sacó.

Squalo se paró frente a todos los recién llegados y los que habían estado ahí —pero muy ocupados como para ayudarle con el cuidado de los mocosos—, y les sonrió con diversión antes de desearles que alguien ¡les rompiera el culo a todos! Oh sí, era muy tierno cuando se lo proponía.

 

—Squ-chan, es hora de que nosotros regresemos a nuestra casita~.

—Tú sólo te apareces cuando te conviene —bufó antes de lanzarle su maleta a Lussuria.

—Debo admitir que hiciste un trabajo decente —Reborn cargaba a Ai y tenía a Sora sujeto de la mano—. Pero ahora vete, el tiempo es oro.

—De nada —ironizó mientras miraba al par de mocosos—. Chau, princesas.

 

Pero en vez de irse tan veloz como llegó, Squalo decidió dejarles un regalito. Se acercó al par de niños, les apretó las mejillas, les despeinó el cabello y les dijo que tal vez jamás volverían a verse de nuevo. Como cierre de oro les sonrió maliciosamente a todos los adultos mientras se alejaba y contó en retroceso desde cinco con sus dedos. Se ganó la atención de todos los presentes quienes tardaron un poco en reconocer su táctica.

 

—Talo —la voz de Sora captó la atención—. Ta… lo —el primer sollozo se dio de inmediato y el pánico en todos explotó— ¡TALO! ¡No… vayas!

 

Las lágrimas del pequeño Vongola detonó también el llanto agudo de la nenita que manoteaba para que la soltasen. Al final ambos niños querían irse junto a su “niñera”. Era impresionante lo fácil que era formar lazos afectivos con dos niños pequeños.

Squalo se rió satisfecho por esa reacción en los infantes, a la par que veía a los demás adultos intentando calmar el llanto de esos dos niñitos adorables. Por su parte sólo se despidió con la mano dejando ese asunto en manos ajenas porque él ya terminó con su tarea. ¡Que se jodiera el resto!

 

—Eres muy cruel cuando quieres, Squ-chan —Lussuria miraba la mansión que dejaban y suspiró al escuchar aun el llanto de ambos niños—. Ni siquiera te quedaste a calmarlos.

—Ese era el punto, idiota.

—Eres cruel —dramatizó fingiendo llorar.

—¡VOOOIII! ¡CÁLLATE Y LARGUÉMONOS DE UNA MALDITA VEZ!

 

El llanto de un niño era difícil de acallar, mucho más cuando ese lamento fue forjado por la despedida de la persona que compartió con ellos durante un largo periodo de tiempo. ¡Squalo era un maldito genio! ¡Los metió en problemas sólo con esa despedida!

Reborn intentó mecer a su princesita en brazos, Takeshi cargó con Sora mientras Hayato intentaba darle algo con lo que el pequeño se entretuviera, pero nada pasó. El par de angelitos siguieron llorando en pedido por la niñera que se acababa de marchar, y así siguieron por largo rato hasta que sus narices enrojecieron, sus gargantitas se secaron, sus ojos se irritaron y sus mejillas se tornaron rosadas.

 

—¿Me pueden decir por qué mis dos hijos están llorando de esa forma?

 

La voz enfadada de su jefe les heló la sangre a todos, incluso a Mukuro quien disimuladamente tomó la mano de Nagi y se desvaneció en medio de la niebla porque era inteligente y sabía que en ese momento la retirada estratégica era la mejor opción. Pobres de los demás que no tenían la facilidad de los ilusionistas… Kyoya era otro asunto porque él ni siquiera dejó su calmado sector de la mansión y siguió tomado su siesta.

 

—¡Reborn! ¡Takeshi! ¡Hayato! ¡Ryohei! ¡Lambo! —Tsuna los miró a todos con el ceño fruncido.

—¡No hicimos nada! —se defendió Lambo mientras daba un paso hacia atrás—. Lo juramos.

Juudaime, no se altere. Lo que pasó fue que…

—Papi —murmuraba Sora quien tras escapar de sus cuidadores caminó con los brazos abiertos para aferrarse a su progenitor, uno de ellos—. Papi… Talo.

—¿Talo? —ah, todos se habían olvidado de ese detalle: los niños siempre decían la verdad.

—No le hagas caso —Reborn entró en pánico como pocas veces porque era obvio que su hijo soltaría la lengua.

—Dame a Ai —después de matar con la mirada a su esposo, Tsuna procedió a cargar a la nenita que se aferró a su saco con desespero—. Dios, ¿qué fue lo que les hicieron?

—Talo she fue —sollozaba el castaño más pequeño antes de que su progenitor lo cargara en su brazo libre.

—Tranquilo, cariño —le besó la frente—. Vamos, te daré de beber un poco de jugo para que te calmes —se salvaron—. Y luego me cuentas de “Talo” —no, la verdad no se salvaron.

 

Reborn fue ignorado por completo, los guardianes retrocedieron para no empeorar las cosas con su jefe, los niños siguieron llorando —pero más bajito—, y el cielo planeaba cómo carajos castigar a todos esos irresponsables. Iba a empezar con su esposo que seguramente hizo todo aquello con tal de liberarse de los pañales sucios y los juegos con su pequeño Sora quien no se cansaba tan fácilmente.

Hasta estaba pensando en divorciarse y dejar el cargo de Vongola sólo para hacerlos sufrir.

No, eso sería demasiado. Ya pensaría en algo más.

 

—Por cierto, Reborn —no miró al mencionado mientras seguía caminando hacia la mansión—. No veo tu anillo de bodas.

—No lo trae desde que te fuiste, Tsuna-nii —Lambo sabía aprovechar las oportunidades, y si debía redirigir la furia de su cielo lejos de él, lo haría con gusto.

—Ya veo —la gélida voz de Tsuna congeló a más de uno e hizo suspirar al asesino.

—Tsuna.

—¡Cállate!

—Papi…, queyo jugo —Sora al fin había dejado de llorar y exigía atención.

—Vamos a la cocina entonces —sonrió antes de besar la frente de sus dos retoños.

 

Sí, todos en esa mansión sabían que no debían hacer enojar a su cielo porque con el pasar de los años tomó muchas de las características de su antiguo tutor y actual esposo. Hasta podrían decir que superó a su mentor en muchos aspectos. Les daba miedo pensar en su castigo por la mentira armada y organizada por el propio Reborn y que tuvieron que seguir por aprecio a sus propias vidas.

 

—Papi —Tsuna miró a su pequeño—, ¡Shadomasho! ¡Shadomasho!

 

Todos se quedaron helados ante las palabras del pequeño castaño quien sonreía como si hubiese hecho una gran hazaña —o hubiese seguido al pie de la letra la orden que le dieron—, y temieron por sus vidas cuando los pasos de su cielo se detuvieron. Los más inteligentes corrieron y un par se quedó en su sitio.

 

—Reborn —Tsuna se giró y mostró aquella aura oscura tan tenebrosa que adquirió con el tiempo—, ¿tienes algo que decir?

—Papá —Sora rio antes de apuntar a su azabache progenitor—, kazutra.

—¡Reborn! —enfureció aún más.

—Yo no le enseñé eso —de cierto modo era verdad, pero por otro lado fue él quien compró a Squalo para que fuese la niñera de sus dos hijos.

—Idotash —señaló al acompañante del asesino quien desgraciadamente fue Hayato—. Batado.

Juudaime —el pobre temió por su vida—, yo no…

—Cariño —Tsuna sonrió como un ángel para ganar la atención de su primogénito—, ¿qué más te enseñaron a decir? —Oh sí, iban a sufrir. Lo peor era que la princesita se estaba riendo del asunto.

 

¿Y el culpable de ese vocabulario no era el tiburón? Cierto… pero se suponía que Reborn se encargó de cuidar a sus dos hijos y que Squalo jamás arribó a la mansión.

El juego debía llegar al final con todo y consecuencias.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Muchas gracias por el apoyo dado a este pequeño intento de comedia jejejeje. No saben lo felzi que me siento al leer sus comentarios a pesar de que no pueda responderles por el momento~

Krat los ama~

Besitos~

 


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