Pago…
Squalo estaba sentado en medio de la sala mientras se relajaba y se reía de la bonita bienvenida que tuvo. Hermosa fruta sabor a karma.
La mansión no sólo estaba más destrozada de cuando la dejó, sino que la mayoría de sus subordinados estaban de rodillas ante él pidiéndole que jamás se volviese a ir por tanto tiempo y dejando al jefe de malhumor. Hasta Bell estaba ahí, no de rodillas, pero con el rostro lastimero y hasta agachó un poco su cabeza en señal de “sumisión”.
—Todos te extrañaban demasiado, Squ-chan —Lussuria era quien a espaldas de su vice capitán seguía organizando algunos documentos y marcando con su bolígrafo las partes más importantes—. En especial el jefecito.
—¿Y los demás? —era obvio que todos no estaban ahí.
—Enfermería —respondió Bell en automático.
—Excepto Fran, él escapó apenas te fuiste —sonrió Luss pues reconocía que el niño sabía jugar sus cartas.
—¿Y el jefe? —Squalo hizo una mueca de hastío al mencionar a ese hijo de puta.
—Durmiendo aún.
—Pues que se quede ahí y muera —bufó antes de levantarse—. Iré a mi habitación y no quiero que me molesten.
Pero aún quedaba una duda, una incógnita que los subordinados —quienes sollozaban porque su vice capitán aun no iba a calmar a la fiera—, mantenían en sus cabecitas golpeadas. ¿Por qué Squalo se fue todo ese tiempo a cumplir una tarea que no le correspondía? Y esa duda no podían exteriorizarla pues aun querían permanecer con vida. Además, dudaban que su jefe rebelara sus intenciones en alguna ocasión.
—Jefecito~, su reporte está listo —aunque sólo había una persona que sabía toda la historia detrás de esas semanas en Vongola.
—Habla, basura —Xanxus se hallaba recostado en su sofá, pendiente de la llegada de la escoria culpable de su estrés en esos largos días.
—Squ-chan logró pasar con éxito todas las pruebas de la lista —sonrió agitando un papel en donde se marcaba todo con un visto—. Está completamente aprobado por mí y por los herederos de Vongola.
—Hum —sonrió de medio lado antes de extender su mano—. La evidencia, basura.
—Aquí está todito.
Sí, Lussuria no sólo tuvo la misión de ayudar a Squalo a superar esas semanas siendo la niñera de Sora y Ai, sino que se le encargó recolectar evidencia y evaluar el desempeño del tiburón en un cargo tan especial como lo era ser el reemplazo del padre de esos mocosos. Todo por órdenes directas del jefe máximo del escuadrón de asesinos independientes: Varia.
En manos del jefe de Varia recayeron decenas de fotografías marcadas con fecha y hora donde se apreciaba el trabajo hecho por Squalo con los niños, imágenes que tenían su encanto y atrajeron la macabra atención de quien lideraba todo ese pelotón y un día cualquiera decidió que ya debía tener descendencia. Así de sorprendente como sonaba.
La razón de todo estaba recaída en una simple frase: Xanxus quería dejar un legado digno de un hombre como él.
Podría sonar descabellado y hasta como una mala broma de alguien que odiaba al escuadrón de asesinos, pero no… era la verdad, era algo que se dio. Xanxus un día quiso tener hijos, dos a lo mucho, a los que dejaría todo su imperio para que progresara y ampliara si fuese necesario, pero para eso necesitaba de alguien que lo ayudase. Alguien perfecto que pasara por todo su riguroso escrutinio y cubriera todas las expectativas que tenía.
—No hay mejor opción —sonrió Lussuria—. Y no hay nadie más que sea digno de su amor~
—¿Qué dijiste? —la amenaza estaba clara, lo estaban retando a repetir lo dicho.
—Nada~ —canturreó divertido porque le encantó siempre ser el “cupido” de esos dos.
Al que Xanxus iba a obligar a ayudarlo. Al que escogió tras un largo análisis y pruebas. Al que quería como madre de sus primogénitos… era a Squalo. Y a partir de ese punto sucedió todo aquello tan estresante para él pues prescindir de su tiburón por ese tiempo fue más difícil y estresante de lo que creyó. Estaba hasta frustrado de muchas formas —incluyendo el ámbito sexual—, y sólo se estaba conteniendo porque terminaría con el asunto de una sola vez.
—Contacta a ese loco para que prepare el procedimiento para el tiburón.
—¡Cómo ordene, jefe! —Lussuria accedió a ayudar en todo ese asunto por un solo motivo, o tal vez dos—. ¡Kyaa! Ya ansío tener a los príncipes entre mis brazos.
—¡Cállate! Y has lo que te digo.
—Uno será albino y el otro azabache —fantaseaba abrazándose a sí mismo—, serán tan bonitos.
—¡Escoria!
—Verde ha sido informado, no se preocupe —sonreía a la vez que se encaminaba a la puerta—. Ya le mando a Squ-chan para que tengan un maravilloso reencuentro.
—Bien. Y que sea rápido, basura.
Sin embargo, cuando Lussuria abrió la puerta se topó con un muy —pero muy—, enojado Squalo quien obviamente estuvo escuchando esa corta pero muy interesante plática. Su estrategia de ser “sutiles” se había venido abajo.
Tensión… mucha tensión e ira, y por eso Lussuria tomó la vía de escape más cercana —misma que fue la ventana abierta del cuarto de su cielo—, y desapareció para seguir con las órdenes de su jefe…. Órdenes que le dio hace mucho tiempo, como eran: preparar la estancia de los herederos, contratar al personal médico y ambientar un lugar donde Verde aplicaría todo ese tratamiento que aplicó anteriormente con el castaño Vongola para que tuviese a esos dos hermosos retoños. ¡Iba a ser un caos! Un hermoso caos.
—No lo haré —tensó sus hombros y apretó sus puños antes de mirar a Xanxus.
—Claro que lo harás, basura —sonrió con satisfacción pues así se ahorró el gastar saliva para informarle de su decisión a su tiburón.
—¡VOOOIIII! —se adentró en ese cuarto con pasos pesados y pateó el primer mueble que vio— ¡JAMÁS ME APLICARÉ ESE ESTÚPIDO TRATAMIENTO, MALDITO CAPRICHOSO!
—Lo harás y así serás la madre de mis…
—¡¿ACASO NO SABES ACEPTAR UNA JODIDA NEGATIVA?! —aunque la respuesta a eso estaba implícita.
—Prepárate porque será un proceso algo largo.
—¡NO VOY A SER LA MADRE DE TUS CRIATURAS EXTRAÑAS! —le apuntó con el dedo índice y ondeó su espada a la par.
—¡Lo serás! Y te gustará —sonrió divertido.
—¡¿Acaso no sabes lo que es UN AMANTE OCASIONAL?! —ahora se estaba arrepintiendo de haber iniciado esa especie de “relación” que tenía con el bastardo.
—He decidido que pasaremos al siguiente nivel.
—¡Jamás! —enfureció antes de ondear su espada y prepararse para lo venidero.
—Deberías sentirte honrado por la prueba de aprecio que te estoy dando —se estaba divirtiendo, estaba claro.
—Métete esa prueba por el… —esquivó una manzana y escuchó una carcajada sonora. ¡Iba a matarlo!
—Haz hecho un excelente trabajo —se levantó de su cómodo sofá para mirar con superioridad a su tiburón—, así que no tendremos problemas —señaló las fotos que se cayeron al suelo.
—Eres un jodido imbécil.
—Te doblegarás.
—¡JAMÁS!
—Y si no… te obligaré.
—Te lo repetiré, jefe bastardo… ¡YO JAMÁS VOY A ENGENDRAR NINGÚN MOCOSO CONTIGO!
El nuevo ciclo de Varia estaba a punto de empezar, todos lo supieron desde el primer grito dado antes de esa batalla campal. ¡Que el dios de los asesinos los iluminara! Y aunque fueran ateos, necesitaban de un dios a quien suplicar por el momento.
Todos escaparon para resguardarse a una distancia prudente y ver qué pasaba. Pero sucediera lo que sucediera estaban resignados a que, a partir de ese momento, sus vidas dependerían completamente de la suerte.
—Esos dos deberían aceptar que se aman con locura —Lussuria miraba todo mientras tecleaba cosas en su celular y sonreía.
—Ellos no se aman —murmuró Levi.
—No hay mayor prueba de amor que la elección del jefecito para con Squalo —el sol había notado el progreso de esos dos desde el inicio, nadie más podría certificar algo pues sólo él tenía ese instinto femenino tan especial—, y si hablamos de Squalo —sonrió— aceptará porque también le hace ilusión todo este asunto.
—¿De qué hablas?
—¡No puedo esperar a ver a los bebés que Squ-chan traerá al mundo!
—Estás demente.
No lo estaba. Y aunque al inicio él también dudó de si entre esos dos existía algún sentimiento real o no, después de ver a su jefe velar silentemente de Squalo después de que el vice capitán casi muriera en una misión o la infinita paciencia de su lluvia para con el jefe… ya no le quedaban dudas. Sólo por eso aceptó la loca misión encomendada por su jefe y que por nombre tuvo “Operación Mamá Tiburón”.
Pausa…
Había sido solicitado especialmente por el décimo Vongola y justo en el momento adecuado. Squalo salió sin decirle a su jefe, es más, no le dijo a nadie y se largó de esa mansión mandando al diablo los estúpidos deseos de su jefe bastardo —y amante ocasional—.
—Seguirás siendo ocasional —bufó.
Como fuere, llegó a la mansión y lo primero que hizo fue reírse al ver a uno de los mocosos —que se hacían llamar guardianes de la décima generación—, sacando la mala yerba del jardín principal a mano limpia. Adoraba que el décimo Vongola se hubiese forjado carácter.
Hasta podría decirle al castaño que se quedaba como visita hasta que Xanxus perdiera la estúpida idea de querer usarlo como madre de los engendros que deseaba… o hasta que hiciera méritos y le rogara, lo que sucediera primero.
—¡Talo! ¡Talo!
—Mocoso —sonrió de lado cuando esa pequeña criatura salió corriendo a su encuentro, por costumbre hasta lo cargó en brazos.
—Squalo —Tsuna salió después de un momento, cargando a la bebita que al mirarlo lanzó un gritito de emoción y estiró sus manitas—, bienvenido.
—Al parecer me extrañaron —sonrió antes de acercarse para despeinar a la beba y quitarle ese estúpido moño rosa que tanto odiaba.
—No todos te extrañaron —rió Tsuna apuntando a quienes estaban a cargo de la limpieza de la mansión—, pero pasa.
—¡Lindos uniformes! —les gritó a quienes eran las nuevas “sirvientas” de la mansión.
—No los escucho limpiar —con sólo esa orden, todos volvieron a sus labores. Ah sí, el décimo sí que sabía jugar.
—¿Y tu esposo? —Squalo soltó a Sora para que caminara. Lo tomó la mano e ignoró los saltitos dados por el mocoso— Dime que le diste un castigo ejemplar.
—Claro —caminó junto al albino—, por ahora está de misión y lo estará por el siguiente medio año sin opción a regreso momentáneo. Si no quiso cuidar de sus hijos, que se aguante el ser olvidado por un tiempo.
—Muy suave —se quejó antes de chistar.
—No si consideras que la abstinencia es su peor martirio… y que tiene puesto un cinturón metálico de castidad.
—Sigue siendo suave —pero no soportó la carcajada que el décimo segundó.
—¿Qué más sugieres?
—Divórciate —sonrió altanero— y puedes adjudicar lo que quieras… por ejemplo que perdió su argolla de matrimonio.
—Sabes que no haría algo así —rió por lo bajo al cerrar la puerta de su despacho—. Estoy enamorado de ese sádico y estúpido asesino —hasta daba miedo lo natural que sonaba— y no lo dejaré así de fácil.
—Nunca dije que fuera real —al fin cargó a la niña que pedía por atención y le dio uno de sus largos mechones de cabello para que dejara de joderle la vida—, sólo firma unos papeles inválidos y mándale sus cosas a donde quiera que esté realizando la misión.
—Lo pensaré.
—Por cierto —Squalo apuntó a una zona del librero— ahí escondí el anillo —rió por lo bajo a la par que Sora—. Estábamos jugando a…
—¡Buca Tesoyo!
—Ahí están todos los objetos perdidos —completó Squalo.
—Eres cruel.
—Fue mi venganza —sonrió— porque fueron cómplices de Xanxus.
—Oh, ya veo —sonrió ante la imagen que daba aquel espadachín que jugaba con su hija—. Y… ¿aceptarás la propuesta de Xanxus?
—No ha rogado lo suficiente.
—Sabía que lo querías.
—Dices muchas estupideces, mocoso.
FIN