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Por ti por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Antes de comenzar, infinitos agradecimientos por sus hermosos e inspiradores reviews a:

GokuKawaiii

Cam Lehnsherr

Ichimatsu

Martina Sánchez

Loretta Mink

Lulú

¡Son amoooooor! No saben cuánto me alientan, animan e inspiran con las hermosas palabras que me escriben. Hacen que mi vida se llene de emociones bonitas, en verdad muchas gracias por todo su apoyo. ¡Los amo! Son la luz que ilumina mi pequeño y oscuro corazón <3


¡Tenía tantas ganas de actualizar! Creo que ya estoy llegando al punto máximo de locura, porque me emociona mi propio fic X'D Ayer estuve haciendo el borrador para los próximos capítulos y fangirleé demasiado jeje~ No me digan nada, ya sé que tengo un serio problema jajaja.

Chapter two here!! Ya con el drama que tanto caracteriza al universo de "Sin ti" :)

Me costó un montón encontrar la escena que finalizara el capítulo, porque mientras más escribía, más ideas surgían y ufff... no hallaba el modo de terminar esto XD

Sólo diré que todos los personajes cruciales para la trama han aparecido ya, por lo que sólo nos queda ver cómo irán desenvolviéndose a partir de ahora ;)

- No olviden la diferencia horaria que hay entre Tokio, California y Milán; mientras Vegeta, Kakarotto y Black no se encuentren juntos en un mismo lugar, deberé mencionar tiempos al inicio de sus escenas >:v Espero no se pierdan, porque hasta para mí es confuso a ratos e.e

- Hay un par de momentos bastante apasionados entre medio, por lo que si hay alguien por ahí que no disfrute tanto de leer escenas de esta índole, por favor vaya con cuidado ^-^

- La letra que escribe Kakarotto es un estracto de la canción Faded de Alan Walker, la cual podría decirse que es algo así como el soundtrac oficial de la historia. Aquí el link por si la quieren escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=60ItHLz5WEA

- Para darle un plush más interesante a la escena entre Zamas y Black, pueden escuchar la siguiente canción, que fue la que me inspiró para escribirlo. Love is a Bitch de Two Feet. Aquí el link por si quieren escucharla mientras leen: https://www.youtube.com/watch?v=FH7X7KSZS_c

Ya sin más que añadir, podemos comenzar :D

¡A leer!

Capítulo 2: Corazones al Límite

Las semanas transcurrieron y pronto se convirtieron en meses, tiempo en el cual Vegeta y Kakarotto se esmeraron al máximo en organizar sus vidas lo mejor posible para no perder el contacto. Poco a poco fueron estableciendo una rutina diaria en pro de mantener vivo su noviazgo, aprovechando cada espacio libre que tuvieran para enviarse algún mensaje de texto o llamarse aunque fuera un par de minutos fuera de sus horarios ya establecidos para estar juntos, pese a las muchas millas de distancia que los separaban.

Ambos sobresalían en sus áreas de estudio, Saiyan abriéndose camino sin dificultad como el mejor alumno de su clase y Son ganando cada vez mayor admiración por parte de sus profesores en la academia. En el ámbito profesional se sentían realizados en gran medida, no obstante la falta que uno le hacía al otro les jugaba cada día más en contra a nivel emocional.

Y es que mientras más días pasaban separados, más se acrecentaba su necesidad de verse de frente otra vez, causando en ambos unas ansias irrefrenables, casi imposibles de reprimir durante sus constantes conversaciones por teléfono o video chat.

~~~

Los Ángeles, Estados Unidos

Viernes – 03:30 h

Un talentoso chico de cabellos alborotados y mirada dulce, yacía sentado en la orilla de su cama, reflexionando bajo el oportuno silencio y soledad de su habitación. Acababa de tener un sueño con su gran amor, donde podía al fin estrecharlo contra sí en un contacto cuerpo a cuerpo tan anhelado que a esas alturas le parecía hasta celestial. Y era tal la tristeza que le produjo el encontrarse solo al despertar, que ahora mismo era preso de un repentino e implacable insomnio.

–Me haces tanta falta, Vegeta– susurró, perdiendo su mirada en la última fotografía que se habían tomado en el aeropuerto, justo antes que su avión con rumbo a California despegara. –Te extraño.

Delineó con la yema de su índice la forma de su rostro, deteniéndose en esos labios rosados y finos que llevaba meses deseando besar de nuevo. Lágrimas se agolparon en sus ojos, nublándole la vista. Una horrible punzada de culpa y arrepentimiento le atravesó el corazón, haciéndolo soltar un suave sollozo lleno de desesperanza. Apretó la fotografía contra su pecho y así, invadido de emociones tan nefastas que resultaban casi imposibles de soportar, se recostó sobre el lecho en posición fetal, el rastro de su inconsolable llanto deslizándose en cascada por sus pálidas mejillas.

En momentos como esos, donde la ausencia de Vegeta le calaba tan hondo que dolía, era que se cuestionaba si su decisión había sido o no la acertada. Estar tan lejos de él, sentirse tan incompleto al no poder experimentar el roce de su piel contra la suya propia o la calidez de sus labios robándole el aliento en un beso voraz, lo hacían replantearse las cosas de una manera brutal. Inevitablemente el recuerdo de su conversación con el peliflama, aquella tarde en que por poco su noviazgo termina, viene a su mente propagando la sensación de vacío en su interior.

Porque, aunque no quiera admitirlo, quedarse en Tokio sí pudo haber sido una opción viable.

–Quédate, Kakarotto– pidió Saiyan, mirándolo con súplica. –Kame House no es el único conservatorio de música en el mundo– lo sujetó de los hombros, forzándolo a enlazar sus miradas. –Aquí está la Academia de Formación Wiss, que es igual de prestigiosa y reconocida a nivel internacional– unió ambas frentes, hablando contra sus labios. –No te cierres a una única opción…

–Yo…– negó con la cabeza, desviando la mirada, angustiado. –Ya tengo la beca, no puedo rechazarla…– se zafó suavemente de su agarre, retrocediendo un par de pasos para tratar de calmarse un poco. –Sé que no lo entiendes, pero para mí Kame House es muchísimo mejor que la Academia Wiss– su pecho se contrajo al ver la mueca dolida en el rostro de su amado, seguro que sólo lo lastimaba cada vez más con sus palabras. –Por favor, Vege… intenta apoyarme en esto…

Vegeta negó con la cabeza también, cerrando sus ojos para reprimir el grito de impotencia que pugnaba por dejar la prisión en su garganta. Se giró, dándole la espalda al menor, empuñando sus manos con tanta fuerza que inevitablemente sus uñas dejaron surcos sanguinolentos en su piel. Se había rebajado a casi suplicarle que se quedara, que no lo abandonara. Pero para Kakarotto, al parecer, en aquel instante eran más importante sus sueños que su relación con él.

–Bien– ultimó, protegiéndose bajo su máscara de desinterés. –Vete si tanto te quieres ir– avanzó hacia la salida del departamento, su orgullo y su corazón doliéndoles por igual a cada paso que daba lejos de su gran amor. –No seguiré intentando persuadirte, veo que no tiene caso. Eres libre.

Cuando el portazo hizo retumbar el lugar, Son sintió que su corazón se hacía millones de pedazos. Ver a Vegeta irse así, tan dolido y decepcionado con él, fue sin duda lo más horrible que le sucedió nunca. Pasó varias noches sumido en el dolor de la pérdida, preguntándose vez tras vez qué sería de él sin la luz y el calor que aquél peliflama de mirada tan profunda como el universo, otorgaba a su vida. ¿Sería capaz de sobrellevar la ruptura? Era una pregunta que no paraba de rondar su mente, aterrándole el sólo pensamiento de estar solo en otro país sin el apoyo de la persona más importante en su mundo. Quizás fuera terriblemente insensato de su parte, pero de verdad se sintió vivo de nuevo el día que lo vio correr hasta él, cuando sus brazos lo rodearon en un aferre posesivo y aquel sincero “Te amo” le fue dicho de aquella manera tan propia en que Saiyan exteriorizaba sus sentimientos.

–No puedo seguir así– se reprochó con el rostro bañado en lágrimas. –¡Estoy aquí para cumplir mi sueño! si Vegeta me está dando su apoyo, es ilógico que me sienta tan abandonado– se golpeó la frente, enjugándose los ojos con rabia. –Debo ser fuerte, por los dos. Sé que estos meses pasarán rápido– vio otra vez la foto de ambos, sonriendo con tristeza. –Seré el mejor, Vege, lo prometo. Y cuando eso suceda volveré a ti y concretaremos todas nuestras metas– dejó un beso fugaz en el impreso rostro de su novio, sintiéndose la persona más desastrosa y absurda de todo el mundo.

Abrió el cajón de su buró y sacó su libreta de apuntes, buscando una hoja en blanco para escribir. Se acomodó boca abajo sobre el colchón, dejando fluir el caudal de emociones que lo asechaban, de modo que su mente se llenara de frases que pudieran expresarlas. Apoyó la punta del lápiz sobre el papel y así, con el pecho oprimido y el desconsuelo latente, comenzó a plasmar su sentir.

“¿Sólo fuiste una fantasía mía?

¿Sólo fuiste imaginario?

Como la atlántida, bajo el mar…

Vuelvo a soñar que el monstruo

corre libre en mi interior.

Olvidado; tan perdido…”

Sin darse cuenta, Kakarotto se sumía cada vez más en el sentimiento de abandono que le producía estar tan lejos de Vegeta, algo que más temprano que tarde acabaría llevándolo a tomar las peores decisiones. Dicen que no importa cuántas vidas pasen, tú seguirás cometiendo los mismos errores, una y otra vez. Y en esta ocasión todo apuntaba a que aquél joven de cabellos alborotados y mirada dulce, en cualquier momento perdería el sentido de su vida, dejándose arrastrar por la salida más sencilla para aplacar aunque fuera un poco el horrendo vacío que crecía en su interior.

Y es que, cuando el dolor emocional supera el límite, todo vale para anestesiar tan horrible sentir.

~~~

Milán, Italia

Viernes – 11:30 h

En una de las salas de espera del Hospital con mayor renombre de la ciudad, un joven de alborotados cabellos azabaches, recibía la noticia para la que venía mentalizándose desde hace meses. Luego de presenciar como su madre sufría un infarto durante una de las visitas semanales que religiosamente le hacía, al llegar a urgencias los doctores que la atendían habían sido concluyentes en su diagnóstico inicial: Gine difícilmente lograría sobrevivir a los fatídicos efectos que tendría en su sistema aquella feroz crisis cardíaca.

–Hicimos cuanto estuvo a nuestro alcance– explicó su médico de cabecera, dedicándole al chico frente suyo una mirada compasiva. –Pero todos nuestros intentos de resucitarla fueron en vano, pues el corazón de su madre no pudo reponerse a los daños colaterales de la enfermedad y dejó de latir hace cinco minutos. Cuanto lamento su pérdida, joven Sallieri.

Black suspiró, desviando el rostro para que aquel hombre no notara la sombra de tristeza velando sus ojos. Asintió vagamente con la cabeza, encogiéndose de hombros con resignación. A su lado Lapis le palmeó el hombro, rodeándolo con un brazo por la espalda en gesto de contención. Pero él se zafó del agarre con un gruñido, fulminándolo con la mirada con un rechazo evidente. Odiaba las muestras de cariño, mucho más si eran gatilladas por la lástima. Su amigo entendió el mensaje, resoplando por lo bajo, ocultando la frustración que le producía saber lo arisco que era el menor.

–¿Y ahora qué?– masculló Black, alzando a tope sus barreras de protección. –¿Debo firmar algo?

–Bueno…– el mayor quedó levemente aturdido al ver la ausencia de emociones en el oscuro mirar de aquel chico, preguntándose cómo era posible que no se viera afectado en lo más mínimo ante tan devastadora noticia. –Al ser su único hijo, le corresponde iniciar los trámites de defunción y…

–Hagámoslo entonces– lo interrumpió, tomando su móvil y marcando un número en particular. –Mientras antes terminemos esto, más rápido volveré a mi vida– chistó la lengua, poniendo el teléfono en su oreja con semblante impasible. –Nappa, mamá ha muerto y antes de que empieces a llorar como una nena por ello, necesito que te comuniques con Hit para que se ahga cargo de todo el papeleo– sonaba tan frío, que incluso Lapis se aturdió. –Estaré en casa de Zamas, por si llegan a necesitarme. Pero espero que no sea así, ya sabes que odio que me interrumpan cuando estoy con él– cortó la llamada, resoplando audiblemente. –Nuestro abogado estará aquí pronto, Doctor. Él se hará cargo de los trámites y firmas que necesite. Ahora me retiro, odio los hospitales.

Giró sobre sus pies, empezando a andar hacia la salida. No obstante alguien detuvo su camino.

–Oye…– Lapis lo frenó, sujetándolo del brazo. –¿No te despedirás de tu madre? ¡Acaba de morir!

–Suéltame– éste se zafó del agarre bruscamente, volteándose a dedicarle una mirada homicida. –Tú lo has dicho, acaba de morir. ¿Acaso crees que me escuchará si voy a despedirme de ella?– soltó una risa irónica, frunciendo el ceño con total fastidio. –Por favor, no seas iluso. Además, para eso está el funeral, ¿no?– exhaló aire sonoramente, poniendo los ojos en blanco. –Luego te veo.

Caminó con total apatía rumbo a la salida, dejando a su amigo en estado máximo de confusión.

11:45 h

Se detuvo en el último peldaño de la escalera, tomando su teléfono para marcar un número en especial. Seleccionó el contacto y aguardó, impacientándose de sobremanera al escuchar como timbraba y timbraba sin respuesta alguna. Mientras esperaba observó hacia abajo a través del barandal, viendo a la gente ir de aquí hacia allá en los pisos inferiores. Finalmente contestaron la llamada, la voz al otro lado del auricular sonando tan solemne y varonil como de costumbre.

–¿Hola?                                                                            

–Zamas– pronunció, el nombre escapando de manera terriblemente provocativa y sensual a través de sus carnosos y sonrosados labios. –¿Estás donde siempre? Necesito verte, pero ya.

–Black– se sorprendió, enseguida su voz volviéndose seductora y perspicaz. –¿¿Acaso no fue suficiente todo lo que hicimos anoche?– rió con sorna, causando un bufido hastiado por su parte.

–No te creas tanto– escupió, mordiéndose el labio inferior bastante inquieto. –Y más te vale que no estés ocupado, porque voy ahora mismo a tu departamento– su tono era serio y demandante.

–¿Qué pasa, nene? Estás raro– indagó el mayor, percatándose de la actitud hostil de su pareja.

–Mamá acaba de morir– soltó sin más, sintiendo una desagradable punzada en su pecho al expresar tal realidad. –Necesito despejarme, así que deshazte de las distracciones mientras llego.

–Bien– fue la escueta e impasible respuesta que recibió. –Le diré a Shin que se vaya de inmediato.

–Hijo de puta– farfulló el menor, entornando la mirada con ira. –Juro que si estuviste con ese idiota, voy y te corto los huevos con una sierra eléctrica– amenazó, hirviendo de furia por dentro.

El aludido tan sólo rió divertido, consiguiendo que Black cortara la llamada tras volver a insultarlo.

11:55 h

Lapis lo encontró en el estacionamiento, apoyado contra el chasís de su automóvil, fumando un cigarrillo con la mirada perdida en un punto muerto. Se paró frente a él, buscando algún indicio de emoción en esos orbes tan profundos como el infinito. Black al notar su presencia suspiró, girando el rostro en su dirección. Sus labios eran apenas una fina línea, sus pupilas reflejaban hastío, su expresión corporal en general dando a entender que se contenía para no exteriorizar su sentir.

–¿Y ahora qué quieres?– inquirió, su voz llena de aburrimiento y desgano.

–Saber cómo estás– le respondió él, atreviéndose a ponerle una mano en el hombro.

La reacción de éste fue evadir el contacto como si quemara, tirando sin más la colilla de tabaco al suelo para aplastarla con la punta de su bota. Sacó las llaves de su bolsillo y con el botón en el llavero quitó el seguro a las puertas de su flamante Ferrary rojo, todo en él denotando un hastío e incomodidad impresionantes. Subió al vehículo y antes de cerrar la portezuela de su lado, dedicó una fría mirada a su más cercano amigo, acribillándolo con puñales de genuina indiferencia.

–No romperé en llanto, por si es eso lo que esperas– le dijo, serio. –Estoy bien, así que déjame.

Entonces cerró, encendiendo el motor para FINALMENTE SALIR DEL RECINTO a gran velocidad.

~~~

Tokio, Japón

Viernes – 19:45 h

Guardó el lápiz dentro de su mochila, tomando su hoja de examen y encaminándose hacia el escritorio del profesor. Lo entregó y tras recibir autorización para hacerlo, se retiró del aula cerrando la puerta detrás suyo. Bajó la escalera con calma, consultando la hora en su reloj de pulsera. El cielo se veía nublado, nubes grises anunciando la pronta llegada de una posible llovizna. Ya en el primer piso, recargó su cuerpo distraídamente contra la pared más cercana, apoyando la suela del zapato contra el cemento, mientras se cruzaba de brazos con los ojos cerrados.

La semana al fin había terminado, lo cual significaba una sola cosa para él: aburrimiento total. Desde que Kakarotto se fue a estudiar música a los Ángeles, su rutina era siempre la misma; despertar, hablar con él, ir a clases, enviarle mensajes de texto durante los descansos, volver a casa y esperar hasta que fueran las once para llamarlo, compartir tiempo hablando de sus vivencias durante el día, verse por webcam para tener algo de intimidad pese a la distancia y luego dormirse para empezar todo religiosamente una vez más a la mañana siguiente.

Vegeta a veces sentía que se ahogaría en aquella especie de círculo sin fin, desesperándose a cada segundo un poco más teniendo a su gran amor tan lejos. Por mucho que hablaran, por mucho que procuraran sentirse lo más cerca posible, los sentimientos del peliflama eran un abismal caos de contradicciones. Incluso había llegado a pensar en terminar definitivamente la relación, no obstante venían a su mente las imágenes del extraño sueño que tuvo el día en que su novio se fue, haciéndolo retractarse de su impulsiva decisión en cuestión de segundos.

–Mierda– susurró, descruzando los brazos e irguiéndose en su lugar. –No podemos seguir así…

Lo mataban sus ganas por tenerlo de frente, sentir el calor de su piel, la textura suave de sus labios, su entrecortada respiración contra su oído al hacerle el amor. Abrazarlo, tocarlo, sentirlo.

Ya no podía más con la separación, estaba enloqueciendo, llegando a un punto sin retorno al extrañarlo de aquella manera tan brutal. Pero lo amaba tanto que se mordía las emociones, fingiendo que estaba bien, que la lejanía no le afectaba, que los esfuerzos por mantener la relación en pie de verdad funcionaban para él. Debía aguantar, debía mantener la calma, debía ser fuerte. No decaería ahora como un cobarde, ya que aquello no era para nada acorde a su carácter siempre tan imperturbable. No dejaría que su pareja lo viera flaquear, aquello era impermisible.

Cumpliría su promesa, a costa de su felicidad de ser necesario.

–¡Veg!– Bulma lo bajó de su nube, chasqueando los dedos frente a su rostro. –Oye, ¿qué te pasa?

–Nada– éste sacudió la cabeza, frunciendo el ceño al ver su obvia preocupación. –¿Ya terminaste?

–Sí, pero…

–Entonces vámonos– la interrumpió, comenzando a caminar rumbo a la salida. –Date prisa, mujer.

Ella suspiró, optando por seguirlo en silencio. ¿De qué serviría preguntar? Sabía que Vegeta no le diría nada.

20:30 h

Se dejó caer con pesadez sobre el mullido sofá de la sala, sintiéndose sumamente cansado. Ese día le había tocado rendir su último examen final del trimestre, por lo que lo único que le imploraba su cuerpo eran al menos ocho horas de sueño corridas. Llevaba semanas durmiendo poco y nada, pues aunado a sus intensas jornadas de estudio, estaban también los ratos que le dedicaba a Kakarotto, siendo sus lapsos de descanso los que utilizaba para pasar algo de tiempo con él. Cada vez le costaba más compaginar sus horarios con los de su novio, lo cual ya lo frustraba demasiado.

–Hijo– su madre se acercó a él, acariciando sus cabellos en gesto maternal. –¿Qué tienes? Te ves…

–Como un zombie– acotó, sonriendo con sorna. –Estoy bien, mamá. Sólo necesito dormir un poco.

–Hazlo, cariño– le pidió, besando su frente ante un gruñido de protesta por su parte. –Ve ya mismo a descansar. Si sigues exigiéndote tanto, tu cuerpo te lo cobrará y acabarás enfermándote.

–Ya lo sé– admitió él, frotándose los párpados con el dorso de su derecha. –Tranquila, estaré bien.

–¿Cómo te fue en el examen?– le preguntó, sentándose a su lado con semblante serio. –Sé que estudiaste mucho, me levanté varias veces durante la noche y vi encendida la luz de tu habitación.

–Fue fácil– le respondió con simpleza, subiendo los pies a la mesita ratona. –Nada del otro mundo.

Una serie de carcajadas se escuchó desde la sala de estudios, intrigando de sobremanera al peliflama. Miró a su madre con la duda vívida en sus ojos, a lo que ella respondió en gesto casual.

–Tu hermano invitó a sus amigos, me pidió permiso para que se queden a dormir aquí.

–Genial– Vegeta le restó importancia, reprimiendo un bostezo. –Al menos el enano se divierte.

–Deberías irte a descansar, hijo– sugirió ella, levantándose y viéndolo preocupada. –Te ves fatal.

–Me quedaré aquí– avisó él, apoyando su cabeza en uno de los cojines. –Si subo me dormiré y quedé de llamar a Kakarotto a las once– cerró los ojos, notoriamente agotado. –Es nuestra rutina…

La mujer suspiró, resignada a aceptar la decisión de su hijo mayor. Desde la partida del chico de cabellos alborotados, al peliflama parecían faltarle horas para hacer todo lo que se proponía al día. Ella misma había sido testigo de como Vegeta se desvelaba noches enteras, intentando compaginar sus estudios con la relación a distancia que mantenía con el menor de los hermanos Son. Temía por su salud, pues lo veía ojeroso y agotado todo el tiempo y eso era algo que no le gustaba en lo absoluto. Si se lo preguntaban, aquel noviazgo ya alcanzaba niveles de insania total.

~~~

Milán, Italia

Viernes – 12:30 h

El armonioso resonar de las tivias gotas cayendo una tras otra en la ducha, sumado al vapor que torna denso el aire dentro del baño, no es más que la perfecta escenografía que adorna el pasional ritual de entrega que mantienen dos amantes.

Con la cálida lluvia cayendo sobre él, Black yace con sus ojos entrecerrados, exhalando suaves suspiros a medida que su cuerpo es deliciosamente delineado por un par de manos sumamente expertas y creativas. Con la espalda levemente curvada y los labios entreabiertos, el joven de azabaches hebras rebeldes se deja llevar por el yameante deseo que estalla en su interior, extasiándose bajo el influjo de las ardientes caricias que Zamas deposita sobre su nívea piel.

Su torso es recorrido con destreza, dedos y lengua coordinándose a la perfección para seguir un camino lento y tan excitante que la respiración del menor se vuelve errática y entrecortada.

De fondo suena la canción Love is a Bitch de Two Feet, dando aun más erotismo a la situación.

–Eres tan perfecto– elogia el peliblanco, paseando sus manos por esas piernas firmes y torneadas.

Black se estremece al captar la lujuria en su voz, echando la cabeza hacia atrás al sentir como su miembro es engullido por una boca caliente y húmeda. Lleva sus dedos a enredarse en esos cabellos claros, conectando sus ojos oscuros a esos de aquel gris transparente tan cautivador.

Apoya la espalda contra los azulejos, desvariando en una nebulosa de máxima satisfacción, tan preso del éxtasis que su cuerpo sufre un espasmo incontrolable cuando Zamas comienza un vaivén preciso sobre su hombría, zambulléndolo en un mar de obsceno placer tan inmenso que lo ahoga.

–Ah…– gime suave, tirando de sus blancas hebras, imponiendo el ritmo que desea. –S-Sí… ngh…

Húmedo, resbaladizo; lascivo, caliente; su mente divaga, flotando en una nube de éxtasis total.

De cara a la almohada, percibe el peso de Zamas arrimándose sobre él. Ladea el rostro, posando la mejilla derecha en la mullida superficie, mientras sus caderas son alzadas de una manera demasiado denigrante a su parecer. Se muerde los labios al sentir como su erección es rodeada por una cálida mano, un ligero gemido de satisfacción dándole a entender al mayor que aquello que hace le encanta. Es tanto el calor que lo invade, que una fina capa de sudor cubre su piel.

Uno, dos, tres; esos dedos se mueven con maestría dentro de él, haciéndolo delirar, retorcerse, pedir más. Una, dos, tres; marcas de propiedad son dejadas en su tez pálida y tersa, robándole el aliento entre suspiros y jadeos completamente extasiados.

Es entonces que entra en él con una sola y certera estocada, compenetrando ambos cuerpos hasta volverlos uno solo. Envestidas lentas, profundas, tan deliciosas; Black divaga, se deja ir, pierde la cordura y sólo siente, deshaciéndose en gemidos que exterioricen su infinito placer.

Zamas lo voltea, quiere ver su cara deformada de satisfacción, esos ojos negros brillando de excitación, esas pupilas siempre tan indiferentes ahora dilatadas ante tan deliciosas sensaciones.

Se pierde en su rostro de rasgos perfectos, devorándole los labios entre besos ardientes, ahogando sus jadeos en esa boca tan adictiva y dulce, pecaminosa y embriagante, que es sólo suya. Lo toma de las muñecas, extendiéndole los brazos en la almohada a la altura de su cabeza, el exquisito aroma de su esencia natural colándose en su nariz igual que una increíble droga. Lo ve fijamente, los dos ahogándose en la pasión, perdidos en un océano infinito de absoluta lujuria.

Se besan, se muerden, se acarician. Los domina el deseo, haciéndolos actuar por mero instinto. Son tan salvajes, ambos ya no pueden más. El clímax se acerca, los asecha de a poco, se acrecenta el placer, sus voces se desgarran entre gritos de genuino deleite. Lo sienten, es el final, el límite de sus cuerpos llega y estallan, ahogando gemidos entre sus enrojecidos labios.

Caen exhaustos, eso fue intenso. El aire se atasca en sus pulmones, sus corazones laten con fuerza. Se miran, sonríen de lado, su relación es así; carnal, ardiente, lasciva. Los vence la atracción, resultándoles imposible de contener sus constantes ganas de fundirse en un mismo ser, pues en ellos habita un fuego inmenso e infinito que se enciende siempre que se tienen cerca.

13:30 h

Black y Zamas yacen en la sala de estar, disfrutando de la grata compañía del otro, mientras degustan un vaso de cóctel frutal. Ya duchados y vestidos, ni un rastro queda de su reciente lapso de pasión carnal. Sentados cada uno en un sillón individual, se miran en silencio conforme degustan su trago. El chico de cabellos rebeldes luce impávido, sus ojos no reflejan nada a parte de calma y despreocupación. Su pareja se pregunta qué pasa por sus pensamientos, pues ni un solo atisvo de sufrimiento le ha visto mostrar teniendo en cuenta que su madre acaba de morir. Se ve tan tranquilo, incluso desinteresado de la situación, algo que el mayor no sabe cómo interpretar. Ciertamente a él le dan igual los vínculos familiares, su filosofía es que no hay amor que valga más que aquel que se siente por uno mismo, por lo que imagina que su amante piensa similar. Por esta razón llevan casi un año juntos, pues sus modos de afrontar la vida se asemejan.

Pero en ocasiones Black actúa tan evasivo e inalcanzable, que Zamas se cuestiona cuánto tiempo más será capaz de durar esa caótica relación que, a su parecer, es más física que emocional.

Lo ve dejar el vaso ya vacío sobre la mesita ratona, levantándose con elegancia del sillón. Quiere hablar, pero conoce tanto al chico que opta por guardar silencio, esperando paciente a que le dé una explicación. No es necesario abordarlo con preguntas, si es algo relevante Black se lo dirá.

–Me voy– anuncia, cogiendo del mueble su chaqueta y las llaves de su auto. –Debo ver a Nappa para ultimar detalles del funeral– resopla, apartándose el flequillo de la frente. –Después te veo.

No hay beso de despedida, esas cursilerías no van de la mano con él. Simplemente camina a la salida y se va, igual que un resuello de brisa fresca escapando con gracia a través de la ventana.

~~~

Tokio, Japón

Sábado – 15:30 h

El día estaba gris. Llovía a cántaros y un viento feroz asotaba los árboles. Poca gente se atrevía a salir de sus casas, pues el terrible aguacero que caía afuera era digno de un film apocalíptico.

En la residencia Saiyan, Vegeta repasaba una guía de estudios encerrado en su habitación, deleitando a sus sentidos con el arrullador y rítmico golpeteo de las gotas chocando contra su ventana. Estaba totalmente solo, pues sus padres y su hermano habían salido muy temprano en la mañana a la casa de campo, paseo al que él se había negado a ir, alegando que debía estudiar.

Pero su mente yacía lejos, no prestando ni mínima atención a lo que leía por mera inercia. Kakarotto no salía de sus pensamientos ni por un segundo, desatando en él una frustración total.

Dejó las hojas sobre su escritorio, tomando su móvil del buró para seguidamente recostarse en su cama cuan largo era. A pesar de ser todavía temprano, era muy escasa la luz que entraba a través de la cortina entreabierta, iluminando tan poco el cuarto que quedaba casi en penumbras.

Se ladeó, acomodándose en la almohada de forma que pudiera escudriñar su celular sin problemas. La hora fue lo primero que visualizó, de fondo una fotografía de su eterno amor. Desbloqueó el aparato, paseando su mirada por las notificaciones desplegadas en la pantalla.

Se mordió el labio inferior, sintiéndose particularmente inquieto. La última conversación que tuvo con su novio vino a su mente, recordándole que algo extraño había oculto en su decaído tono de voz al hablar. Le preguntó si estaba bien, pero él sólo le respondió que sí, excusándose con que sólo estaba agotado por su intensa jornada de clases el día anterior. Vegeta se conformó con dicha respuesta tan pobre, únicamente para no armar conflictos innecesarios. Lo último que pretendía era discutir con Kakarotto estando tan lejos, pues de hacerlo sería mucho más difícil arreglar las cosas. Detestaba con la vida la actitud pasiva que estaba teniendo las últimas semanas, pero de momento sentía que no existía otra manera de afrontar aquella situación.

Suspiró hondo cuando vio la súbita luz de un relámpago atravesar el frío y negruzco cielo, cambiando de posición para estar más cómodo. El sonido de las tormentas actuaba siempre como un tranquilizante natural en sus momentos de tensión, por lo que sonrió nostálgico al escuchar el inconfundible resonar de un trueno trepidando en la distancia.

Se sentía tan frustrado ahora, que de verdad necesitaba romper algo para ver si el sentimiento declinaba un poco. Kakarotto llevaba ya cuatro meses viviendo a millas lejos de él, algo que pese a sus esfuerzos no lograba tolerar. Su orgullo le gritaba a cada momento que pusiera fin a esa tortura, que él no era ningún mártir para estar soportando tamaña flagelación emocional. Ya no lo llenaban sus charlas diarias con el menor de los Son, pues todo dentro suyo se reusaba a seguir tolerando semejante dolor. Moría por tocarlo, sentirlo cerca, besar sus labios adictivos y dulces. Era tanta su impotencia, que a veces creía que explotaría en el momento más inapropiado.

–Estoy harto– admitió entre dientes, viendo con anhelo una fotografía de a quien tanto extrañaba.

¿Valdría realmente la pena todo aquello? ¿Eran sus sentimientos capaces de aguantar tanto?

Tiró el móvil sin reparo alguno sobre el buró, gruñendo tan furioso como angustiado. Pero sus ojos se abrieron de par en par, cuando el aparato vibró y se encendió de repente, iluminando gran parte del techo de su habitación. El nombre de su novio resaltaba en la pantalla, parpadeando de forma intermitente, siendo como una especie de droga extraña que lo volvió absolutamente loco.

Contestó tan rápido como pudo, intentando que su voz no reflejara su creciente ansiedad.

–Kakarotto– dijo su nombre con más emoción de la necesaria. –¿Qué ocurre, bebé? ¿Estás bien?

Al instante se regañó por su falta de autocontrol, pues su voz se escuchó temblorosa y necesitada. Se odió con el alma por eso, ya que detestaba mostrarse débil, más aun frente a él.

La risa suave de su encantador chico de mirada alegre fue como un bálsamo que caló hondo en su ser, reconfortándolo de tal manera que inevitablemente una sonrisa suave se trazó en sus labios.

–Estoy bien– le aseguró, una leve chispa de nostalgia surcando su voz. –Sólo… te extraño mucho.

Otra vez algo era diferente en él, aunque le frustraba horriblemente no saber exactamente qué.

–¿Dónde estás ahora?– quiso saber, acomodándose boca arriba en el colchón. –¿Qué hora es allá?

–En mi habitación– le contestó, su tono sonando tan meloso que lo ruborizó. –Son las diez treinta.

Un silencio extraño se extendió entre ellos, roto únicamente por las gotas de lluvia golpeando contra el cristal.

–Vegeta– llamó Kakarotto, sonando terriblemente sensual e incitante. –Tengo muchas ganas de ti.

El suave suspiro que le siguió a su confesión, erizó la piel del peliflama, haciéndolo tragar saliva.

–Y yo de ti– confesó, su ronca y excitada voz haciendo jadear al menor. –No sabes cuántas ganas tengo de morderte los labios, marcar tu cuello, acariciar tu piel– exhaló, su necesidad de él reflejándose en aquel apasionado suspiro. –Como quisiera esposarte a la cama y cogerte tanto que te quedes sin fuerzas de lo duro que te lo haré– se mordió los labios, extasiado a más no poder.

–V-Vege– gimió débilmente, tan vulnerable que Saiyan se estremeció. –Ya n-no soporto m-más…

La llamada se cortó de pronto, seguida por una notificación de video chat que el peliflama no tardó en responder. El bello rostro del chico de cabellos alborotados fue visible en la pantalla, luciendo tan excitado y necesitado como él. Sentado sobre su cama, viéndose tan inalcanzable y sensual que sólo elevaba el lívido del mayor. Sus ojos tenían ese brillo característico de la lujuria, sus labios rosados y carnosos se le antojaban tan suaves y apetecibles como siempre, esa tez nívea y perfecta bañada por un adorable rubor que no hizo más que aumentar sus ganas de poseerlo. Vio también, bastante sorprendido, que estaba desnudo con la espalda recargada contra la pared.

–Mierda, Kakarotto. No me hagas esto, maldición– le reprochó, desesperándose con la idea de tenerlo tan lejos. –Te ves tan jodidamente violable– se relamió los labios, excitado. –No seas cruel.

–Se cruel también– esa voz melosa, esos ojos incitadores, ese cuerpo perfecto; ¡que desesperante era para Vegeta estar a tantas millas de distancia! –Sólo mira cómo me pone hablar contigo– bajó la cámara del móvil, haciendo una toma de su torso bellamente esculpido, su abdomen plano y firme, sus piernas tonificadas y en medio un bulto resaltante sobre la tela del bóxer. –Te necesito…

Aquello fue suficiente para que una mano se deslizara hacia su entrepierna, notando la evidente erección encerrada entre su ropa interior y los jeans. Acarició por encima, viendo en todo momento a Kakarotto directamente a los ojos, consciente de que él hacía exactamente lo mismo.

–Vamos, bebé– susurró en tono ronco y sensual. –Déjame ver cómo te das placer… tócate para mí.

Su novio obedeció sin siquiera dudarlo, recostándose sobre el colchón con un brazo estirado para enfocar su cuerpo a cabalidad, mientras la mano del otro iba deslizándose parsimoniosamente desde sus labios, delineándolos con la yema del índice, bajando por su cuello, rozando sus pezones hasta dejarlos erectos, descendiendo por su abdomen, acabando en su hombría ya despierta que presionó ligeramente al principio, luego tomándola entre sus dedos para comenzar a subir y bajar suavemente en un vaivén rítmico que poco a poco fue entrecortándole la respiración.

–Hmm… ngh… ah… Ve-Vege…– soltaba suaves jadeos, prisionero ya de una inmensa excitación.

Saiyan imitó su acción, coordinándose de tal manera que en pocos segundos sus movimientos se sincronizaron con los de su pareja, consiguiendo así que ambos estuvieran en la misma sintonía..

Pronto el ambiente se llenó de sus suspiros y gemidos, aunados al sonido típico de la masturbación. En ningún instante dejaban de verse a los ojos, susurrando frases ininteligibles a medida que el clímax los asechaba con sus maravillosas sensaciones.

–V-Vege-ta… y-ya n-no… m-me v-voy a…– apenas logró expresar, preso entre las redes del éxtasis.

–Sólo hazlo– pidió el peliflama, aumentando la velocidad de sus movimientos. –Córrete… para mí…

Así fue; en cosa de segundos Kakarotto acabó con un grito de genuina satisfacción, manchando sus dedos y parte de su abdomen al alcanzar el cúlmine de su clímax. Y Vegeta al verlo tan extasiado y vulnerable, llegó también a la cúspide de su propio orgasmo, mascullando su nombre por lo bajo.

Poco a poco la adrenalina del momento disminuye, sus latidos y respiraciones volviendo a su curso normal. Se miran y sonríen con amargura, reconociendo en ese instante que nada entre ellos va bien. Lo saben; la distancia los está corrompiendo, su separación les pesa demasiado ya.

Pero ninguno lo exterioriza, temen que el más mínimo paso en falso los haga caer. No quieren discutir estando tan lejos uno del otro, ya que les aterra el no ser capaces de solucionarlo.

Se limitan a decirse cuánto se aman y extrañan, seguidamente cortando la comunicación por miedo a que sus mentes se revelen y los hagan soltar esa angustiante verdad que tanto los daña.

Prometen llamarse pronto, es la única opción que les queda para seguir intentando que su relación prospere. ¿Será prudente terminar ahora? El sólo considerarlo les destroza el corazón.

~~~

Los Ángeles, Estados Unidos

Viernes – 23:00 h

Creyó que llamarlo lo haría sentir mejor, pero ahora estaba peor que antes. El sentimiento de culpa creció aun más en su pecho, aquel hueco abismal ganando aun más terreno en su interior.

A sus oídos llegaban las voces de sus amigos, quienes disfrutaban de su tiempo libre bajo el amparo de esa cálida noche. Lo habían invitado a unírseles, pero así como estaba no deseaba ir.

Se levantó y fue hasta su escritorio, abriendo el cajón y sacando algo de adentro. Lágrimas se agolparon en sus ojos, deslizándose por sus pálidas mejillas como una delgada y brillante cascada.

–No puedo más– susurró, seguro de que había rebasado el límite de sus fuerzas. –¡No puedo más!

Ensimismado analizó aquello que días antes le había obsequiado uno de sus compañeros, un presentimiento muy extraño atacándolo al cuestionarse si sería o no una buena decisión probarlo. Vertió en su mano parte del contenido del cilíndrico frasco, cayendo en su palma tres pastillas tan blancas como una perla. Las observó unos segundos con la duda aun presente en él, el puñal causado por la culpa y el sentimiento de abandono, clavándose más y más hondo en su corazón.

Pero antes que se decidiera a actuar, tres golpecitos insistentes en su puerta lo bajaron de la nube.

Echó de vuelta las píldoras, metiendo el contenedor de regreso al cajón para cerrarlo con llave. Entonces abrió, encontrándose con la expresión amable y algo preocupada de quien era su mejor amigo en la Academia.

–Krillin– lo saludó, sonriendo con cierta timidez. –¿Qué haces aquí? Creí que estarías con los demás.

–Vine a buscarte– contestó él, ingresando al cuarto tras recibir autorización. –Has estado actuando un poco extraño estos días, así que pensé que un poco de sana diversión te caería bastante bien.

–Yo…– Kakarotto titubeó, desviando la mirada apenado. –Prefiero quedarme aquí, Krillin. No tengo ganas de nada– se dejó caer con pesadez en su cama, jugando con uno de sus alborotados mechones azabaches. –Muchas gracias por invitarme, en serio. Pero estaré bien, no te preocupes.

Su amigo exhaló sonoramente, sentándose junto a él, mientras lo miraba con fijeza a los ojos.

–Respóndeme algo, Kakarotto– le pidió, más serio de lo normal. –¿Qué era eso que te dio Freezer a escondidas hace unos días?

Éste se incomodó al instante, empezando a jugar con sus dedos en claro gesto de nerviosismo.

–Nada– mintió, sus niveles de ansiedad disparándose de pronto. –¿Por qué habría de darme algo?

–Escucha– Krillin lo encaró, frunciendo el entrecejo preocupado. –Ese chico no te traerá nada bueno, todos aquí sabemos que es un busca problemas que sólo sabe drogarse y perder el tiempo. Ten cuidado con él, amigo. No te dejes manipular por nadie sólo porque te sientes perdido, eso no está bien. Si necesitas desahogarte, sabes que aquí estoy yo para escucharte, ser tu paño de lágrimas, un hombro en el cual llorar– pasó uno de sus brazos por alrededor de su cuello, sonriéndole conciliador.

Él asintió, creyéndose de pronto un completo estúpido manipulable. Recordó lo cerca que estuvo de consumir la basura que aquél sujeto le había dado, causándole gran decepción hacia sí mismo.

–Gracias, Krillin– expresó tras un rato en silencio, sonriendo con una tristeza muy bien camuflada.

Sin saberlo, aquel chico de cabeza rapada acababa de evitar que Kakarotto hiciera una estupidez.

~~~

Tokio, Japón

Sábado – 17:00 h

Hastiado, Vegeta caminó hacia la puerta. El timbre llevaba rato sonando y como los sirvientes de la casa tenían el día libre, no le quedaba más remedio que ser él mismo quien abriera. Atravesó el recibidor a grandes zancadas, tomando el pomo para girarlo con bastante fuerza.

La lluvia había amainado ya, dejando en su lugar una leve llovizna y una suave brisa un tanto fría.

En cuanto vio a la persona que insistía en ser atendida, algo en su sistema se agitó desesperadamente, removiendo sentimientos demasiado inexplicables muy en el fondo de su ser..

–Hola… eh… ¿Se encuentra Tarble?

El chico frente a él no tenía más de catorce años de edad. Su complexión era delgada, su estatura pequeña, su cabello era negro y estaba peinado en punta, su tez era blanca y aparentemente suave, sus mejillas se veían levemente sonrojadas y la sonrisa que curvaba sus finos labios era tímida, además de esos ojos grandes de mirar expresivo y dulce.

–Tú eres…

–Amigo de Tarble– explicó, su voz antojándosele tan tierna y adorable como su apariencia misma.

«Te quiero, Veg.»

–Mucho gusto, soy Kyabe Shimizu…

Notas finales:

¡Chan!  ¡Chan! ¡Chan! *intento mediocre de suspenso* Kyabe is here bitches!! (?) ok no, alejen de mí tanta emoción por favor XD

Por si no se entendió, en esta versión de la historia Kyabe tiene apenas 14 añitos y es amigo de Tarble bebé ^w^

¿Alguien se hace una idea de cómo rayos interactuarán Vegeta y él? Porque es obvio que el sexi príncipe no se fijará de manera carnal en el pequeñín, una porque no lo necesita (supueeestamente) y otra porque sería horriblemente inapropiado de su parte. Entonces... ¿Será que nacerá algo carnal entre los dos?

Y Gine murió :c y ahora a Black no le queda más que buscar a la familia de la que lo separaron siendo un bebé >:v Pero hablando de él... ¿Qué tal su apasionado momento con Zamas? ¿Alguien pensó que habría ZamasxBlack tan pronto? Quedó claro que el novio del gemelo malvado (pongámoslo así, aunque no sea cierto e.e) es éste peliblanco soberbio y sensual... ¿Pero será que Black siente verdadero amor por él?

Por otro lado: ¡Krillin apoyando a su amigo desde tiempos inmemoriales! Menos mal que impidió que consumiera las píldoras de metanfetaminas dadas por Freezer (necesitaba un personaje de relleno y como no me agrada para nada esa lagartija blanca 7-7... me cayó como anillo al dedo :v), porque de lo contrario la historia se repetiría de la peor manera :c Aunque... ¿Será que Kakarotto recapacitó en verdad? ¿O llegado el momento terminará drogándose igual sólo para suprimir su dolor emocional?

¿Qué les pareció todo lo sucedido en este capítulo? ¿Tienen ya alguna teoría referente a Black?

¡Saben que me encanta leerles! No hay nada más bello y gratificante para una ficker, que estrechar lazos con sus amados lectores ^-^


Muchas gracias por las 184 lecturas *^*

Sin su apoyo yo no estaría aquí, dando todo de mí en cada actualización ;)

¡Los adoro! Son lo más mis amores ^-^


Próxima actualización: viernes 25 de enero :)

Nos estamos leyendo entonces :3

¡Ciao!


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