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Por ti por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Infinitos agradecimientos por sus hermosísimos e inspiradores reviews a:

Cam Lehnsherr

GokuKawaii

Martina Sánchez

Ichimatsu

Loretta Mink

Lulú

Cada palabra que me escriben, es una inyección de inspiración directa a mi cerebro. No saben cuánto valoro todo el apoyo y el aguante que me dan, en serio no imaginan lo especiales e importantes que son para mí. ¡Los amo! Gracias totales <3


Son las 21:00 h del viernes 8 de febrero :)

He tenido una semana difícil, llena de bajones de ánimo y bloqueos horribles como ficker. Por un momento pensé que no alcanzaría a terminar el capítulo para hoy, ya que me había trabado muy mal en una de las escenas y no hallaba cómo avanzar. Pero en la madrugada me dio un shock de inspiración masibo que me impulsó a finalizar en menos de una hora *^*

No sé qué les parezca la actualización, porque está cargada de muchos momentos que contrastan un montón si los ponemos juntos. Sólo sé que amé escribirlo por muchas razones, entre ellas el reencuentro de mi amada OTP <3

Veremos el lado más perverso de Goku (Black), una escenita muy kawaii entre Kyave y Vegeta, una nueva incógnita relacionada a Black y el esperado reencuentro/reconsiliación del VegeKaka ^-^

Y al final, una escena que dará pie a uno de los capítulos más salseantes e intensos de todo el fic *o*

Así que, sin más preámbulos ni monólogos innecesarios, vamos a lo que nos compete :3

¡A leer!

Capítulo 5: Entre tus Brazos al fin

Sintiéndose verdaderamente incómodo y fuera de contexto, Black presenciaba la intensa discusión que su hermano mantenía con su novio a través del teléfono. Con los ojos acuosos, la voz angustiada y las manos temblorosas, Kakarotto luchaba por impedir que Vegeta rompiera su relación con él, tan desesperado y asustado que incluso Goku se contagiaba de tales sentimientos. La conversación se había extendido por más de treinta minutos, tiempo en el que el Son menor había gritado, echado cosas en cara, llorado y hasta insultado a quien, según propias palabras suyas, era el gran amor de su vida. Y si se lo preguntaban a Sallieri, nada parecía mejorar entre los dos, pues todo apuntaba a que Saiyan estaba empeñado en poner fin a su noviazgo, a menos que el joven de cabellos alborotados volviera a Tokio para comenzar de nuevo.

–¡No es justo, Vegeta!– replicó Kakarotto, el resentimiento y la tristeza haciéndose vívidos en su voz. –¿Dónde quedaron las palabras que me dijiste en el aeropuerto? ¿Acaso ya no valen? ¡Juraste que me apoyarías! ¡Me prometiste que lo haríamos funcionar! ¡Que estaríamos juntos en esto!

–¡Eso fue antes de darme cuenta que esta distancia de mierda está matando nuestra relación!– expuso a su vez Saiyan, en su tono reflejadas la impotencia y frustración que todo aquello le producía. –¿Cómo diablos no te das cuenta, Kakarotto? ¡Cada día te alejas un poco más de mí! ¡No importa cuánto hablemos, no importa cuánto lo intentemos! ¡La brecha entre nosotros sigue creciendo! ¿Qué quieres que haga para que te des cuenta? ¡Qué tengo que hacer para que entiendas que tus estudios en California y nuestro noviazgo no son compatibles en lo absoluto!

Un sollozo rompió el silencio que le siguió a las duras palabras de Vegeta, mientras un surco de traicioneras lágrimas se deslizaba como una cálida y brillante cascada por las níveas mejillas de Kakarotto. Era consciente que debía escoger entre el amor de su vida y su sueño más grande, pues la situación había llegado a un punto insostenible por mucho que se negara a aceptarlo. No obstante tanto el peliflama como su anhelo de ser cantante ocupaban igual espacio dentro de su corazón, haciéndole tan difícil decidirse por uno de los dos que irremediablemente quedó en estado de incertidumbre total. Por tanto le permitió a sus sentimientos tomar todo el control de aquel momento tan complejo, esperando que fueran capaces de hacerlo tomar la mejor decisión.

–Está bien– accedió con la voz entrecortada, la sola idea de llegar a perder a su novio, desatando un horrible caos de emociones destructivas en su interior. –Tú ganas, Vegeta. Volveré a Japón…

Al otro lado de la línea se escuchó un suspiro, acompañado de un leve gruñido de exasperación.

–Sólo quiero que solucionemos esto de una vez– explicó el peliflama en tono cansado, sintiéndose fatal por estar forzando al menor a tomar una decisión tan apresuradamente, pero seguro de que era la única manera de salvar o terminar definitivamente con su relación. –Si después de verme y estar conmigo, aun crees que tu lugar sigue estando en California, prometo que te dejaré en paz.

Kakarotto percibió la resignación en sus palabras, así como el cansancio emocional que cargaba, lo cual lo hizo sentir realmente miserable, pues sabía que Saiyan se contenía para continuar manteniendo la calma, a pesar de que muy seguramente estaba a punto de perder el control.

–Te amo– confesó seguro, cada átomo de su ser gritando aquel sentir como una innegable verdad.

No obstante sólo silencio le siguió a sus palabras, tras lo cual la llamada se cortó abruptamente.

Son apartó el móvil de su oreja, su rostro deformándose en un gesto de genuina aflicción. Sus ojos y los de su gemelo hicieron contacto en una mirada que era capaz de expresarlo todo sin hablar, una vez más Black acercándose hasta él para abrazarlo y así contener su inmensa tristeza. El menor de ambos se aferró a su cuerpo y por segunda vez se deshizo en lágrimas, desahogando aquel cúmulo insostenible de emociones autodestructivas que estaban a punto de desbordarlo.

–Vegeta me odia– sollozó, ocultando el rostro en el pecho de su hermano. –Me odia… ¡Me odia!

Goku resopló, frustrado e irritado a partes iguales, limitándose a guardar silencio, sin saber a ciencia cierta qué decir para confortar el dolido corazón de su gemelo. Mucho no podía opinar al respecto de su relación, pues apenas había conocido a Kakarotto, por mucho que su conexión hubiera sido inmediata, lo que no lo ayudaba en lo absoluto a entender qué sucedía entre Vegeta y él. Lo único que si sabía era que ellos estaban atravesando un quiebre bastante grande, sin embargo no tenía ni la más mínima idea de qué hacer para impedir que siguiera ganando terreno.

–Calma– fue lo único que emitió, acariciando la espalda de su hermano. –De seguro no es así…

–S-Sí… sí lo es– se lamentó Son, apretando sus párpados y dientes con ira. –Vegeta me odia… ¡Y es mi culpa!– deshizo el abrazo, tirando de sus negros y alborotados cabellos con suma desesperación. –¿Cómo pude creer que aguantaríamos la separación? Van apenas seis meses desde la última vez que nos vimos y ya estamos a punto de tirar la toalla– se levantó de la cama, empezando a caminar por la habitación con las manos en la cabeza, los labios apretados con fuerza y los ojos entrecerrados. –Soy un idiota… ¿Cómo pude creer que soportaríamos dos años?

–No lo sé– se sinceró Goku, soltando aire sonoramente. –Siendo honesto, Kakarotto, ninguna pareja es capaz de afrontar tanto tiempo separados así de fácil. Mucho menos si uno de los dos involucrados no está de acuerdo con la separación, como veo que es el caso de ustedes– los ojos del mencionado se posaron en él con sorpresa, una mueca indescifrable frunciendo sus labios. –¿Cómo lo supuse? Simple: si Vegeta hubiera estado realmente a favor de que te fueras a estudiar tan lejos de él, no estaría ahora sobre reaccionando de la forma en que lo ha hecho, ¿no crees?

–Nosotros ya habíamos terminado– narró el gemelo menor, apoyando su espalda contra una de las puertas del armario. –Cuando Vegeta se enteró que me habían becado para estudiar dos años en la Academia Kame House, fue tajante en su decisión de no apoyarme. Me dijo que no estaba de acuerdo con que me fuera tan lejos y por tanto tiempo, incluso me sugirió otro lugar que igual es de gran renombre y prestigio en Tokio para que me quedara y pudiera cumplir mi sueño. Pero…

–Te negaste– concluyó Black, aguzando la mirada y cruzándose de brazos en gesto bastante serio.

Kakarotto asintió, encogiéndose de hombros, mientras un suspiro angustiado eludía sus labios.

–Quizás sea un capricho, no lo sé, pero quiero estudiar aquí– admitió, sus ojos mostrando una determinación increíble. –Estoy seguro que tendré muchas más oportunidades de triunfar, Black.

–Puede ser– espetó él, analizando las prioridades de su hermano. –Pero Sea cual sea la decisión que tomes, debes ser consciente que Vegeta y tu sueño de ser cantante no son nada compatibles.

–Es lo mismo que me dijo él– hizo ver Kakarotto, algo sorprendido. –Tú y Vegeta piensan parecido.

Goku chistó la lengua, no entendiendo por qué aquel simple comentario había calado tan hondo.

                                                                       ~~~                                  

Días después…

Anochecía en Los Ángeles, bares y discotecas preparándose para abrir sus puertas a quienes gozaban de la nocturna vida en la ciudad. Caminando a través de una poco concurrida avenida, un atractivo joven de cuerpo envidiable y rostro de rasgos varoniles, iba rumbo a uno de aquellos locales que garantizaban un buen rato de entretención juvenil.

Vestido como todo un galán, Broly jugueteaba con las llaves de su motocicleta entre sus dedos a medida que andaba, en su rostro trazado un rictus de suma tranquilidad. Casi una semana había transcurrido desde esa noche en que drogó a Kakarotto para preparar todo un montaje que acabara con su relación, delito por el cual nadie se había pronunciado para involucrarlo o responsabilizarlo. Su acción parecía haber quedado impune y, si bien no había vuelto a ver en la Academia al blanco de sus deseos más ocultos, conservaba la esperanza de ejecutar su plan de conquista en cuanto volviera a tenerlo en frente.

Dobló justo en la esquina más próxima al bar que asistiría, bajando el zipper de su chaqueta de cuero, pues comenzaba a hacer un calor bastante sofocante que para nada le gustaba, pero que era típico de California. Sin embargo no pudo dar ni tres pasos en dirección al establecimiento, cuando junto a él se orilló un automóvil gris seniza cuyos vidrios estaban oportunamente polarizados, el cual había aparecido de la nada a gran velocidad, no dándole tiempo a reaccionar cuando alguien bajó del mismo y lo agarró bruscamente del brazo para subirlo a la fuerza en la parte trasera. Apenas fue consciente de lo que ocurría, notando como el desconcierto y el pánico se entremezclaban dentro suyo, haciéndolo temblar contra su voluntad, preso de un mal presentimiento bastante horrible.

–¡¿Pero qué demo…?!

Más su frase quedó inconclusa, pues alguien que no alcanzó a distinguir le soltó un brutal puñetazo justo en la sien, dejándolo sin más a la merced de una inconsciencia inevitable.

Volvió en sí, descubriéndose maniatado y amordazado en medio de una densa oscuridad. Con los brazos tras la espalda, las piernas estiradas a más no poder y el cuerpo torcido en una posición sumamente desagradable, Broly experimentaba una desesperación y miedo simplemente insoportables. Por mero instinto trató de zafarse de las gruesas cuerdas que lo inmovilizaban, consiguiendo abrirse yagas en la piel de sus tobillos y muñecas, pues el amarre sobre dichas zonas de su cuerpo era considerablemente fuerte y apretado. Un quejido de dolor le rehuyó los labios al asimilar sus intentos como algo totalmente infructuoso, todo en él deseando entender qué sucedía o por qué estaba allí.

Fue entonces que el sonido de una puerta abriéndose llegó HASTA sus oídos, seguido de pasos firmes y constantes dirigiéndose hacia donde estaba. Pero antes siquiera que pudiera reaccionar a esto, una luz blanquecina se encendió sobre su cabeza, contrastando de manera tan horrible con la abrumadora oscuridad, que sus ojos ardieron ante el repentino cambio.

–Oh, pero mira eso– una burlona, jactanciosa y demasiado familiar voz irrumpió el silencio del lugar, acompañada de una patada brutal directo en SU ENTREPIERNA, LA CUAL LO HIZO retorcerse y quejarse de dolor aun teniendo puesta la mordaza. –No pareces tan temible ahora, ¿verdad?– soltó una maliciosa carcajada, deleitándose con la visión de aquél estúpido reducido a no más que un patético esperpento de persona completamente a su merced. –No me caracterizo por ser compasivo, pero como quiero divertirme te diré quién soy antes de empezar el juego.

Se situó frente a él, agarrándole la cabeza con desdén para poder hacer contacto visual. En cuanto Broly logró distinguir a la persona que yacía delante suyo, a tan poca distancia que percibía la calidez de su respiración, su piel palideció y sus párpados se abrieron en sorpresa, un escalofrío irreprimible deslizándose por su espina dorsal hasta hacer temblar su cuerpo. Ese rostro de facciones bellas, esos ojos negros de mirada intensa, ese alborotado cabello azabache…

–Te resulto familiar, ¿no?– cuestionó con sorna, volviendo a reír divertido. –Bueno, te informo que no soy quién crees, maldita basura– aclaró entre dientes, no conteniéndose a soltarle un puñetazo directo al rostro, ladeándolo debido a la fuerza que empleó. –Kakarotto y yo somos hermanos, gemelos idénticos. Pero a diferencia de él, yo no tengo ni una pizca de compasión o ingenuidad– le quitó la mordaza de manera brusca, aprovechando de dedicarle una sonrisa perversa antes de continuar hablando. –¿Qué pretendías drogándolo? ¿Acaso querías sacar provecho de su vulnerabilidad para abusar de él? Porque claro, por ti mismo no logras que te dé ni el saludo– se burló, tomando de una pequeña mesa cercana un vaso, cuyo interior estaba lleno hasta el tope con un líquido transparente. –¿Sabes qué es esto?– le mostró el objeto de cristal, sonriendo de lado con sadismo. –Es lo que suelo usar para divertirme cuando salgo con amigos, aunque bueno… digamos que le añadí un par de ingredientes extra para que lo disfrutes mejor.

–¡Estás demente!– exclamó asustado Broly, el chico frente a él produciéndole a su alma un sobrecogimiento increíble. –Yo no… ¡Yo no drogué a nadie! ¿De qué hablas? ¡Estás loco!

Black soltó una carcajada maliciosa, tomándolo con fuerza por la barbilla para obligarlo sin pizca de delicadeza a ingerir el contenido del vaso. Claramente su reén opuso resistencia, removiéndose para evitar que aquel líquido maldito profanara su boca. No obstante Goku perdió rápido la paciencia, propinándole un fuerte derechazo en el estómago que le robó un grito de dolor, lo cual aprovechó para forzarlo a beber el cóctel de alcohol y drogas que él mismo había preparado minutos antes. Se deleitó con la mueca asqueada que deformó sus labios, además del fuerte estremecimiento que sacudió cada parte de su cuerpo.

–Muy bien– susurró el menor, alejándose unos pasos para observarlo complacido. –En menos de cinco minutos comenzarás a experimentar los maravillosos efectos de mi venganza, puto infeliz.

–Q-Qué… q-qué m-me… q-que m-me d-diste…– formuló como pudo el joven de tez bronceada, tosiendo en busca de aire que calmara el ardor en su garganta y pulmones, mientras se encogía sobre sí mismo en un vano intento por mitigar el punzante dolor en su abdomen.

Black no contestó, sólo limitándose a mirarlo con una retorcida sonrisa trazada en sus labios.

Minutos después, Broly combulsionaba todavía amarrado en un rincón de aquel pequeño cuarto, balbuceando palabras ininteligibles, mientras un malestar general sumamente invasivo e insoportable lo hacía desear morirse justo en ese instante. Alucinaciones visuales y auditivas perturbaban su mente, calor y frío entremezclándose en su interior hasta llevarlo al máximo de la desesperación. Habían zonas de su cuerpo que perdían sensibilidad, sólo para después recuperarla como si una espada al rojo vivo las estuviera mutilando tortuosa y lentamente. Algo dentro de su cráneo martilleaba horriblemente, dentro de su boca su lengua yacía adormecida, sus huesos parecían estar hechos del más duro acero. Decir que vivía un infierno era poco, pues los efectos de aquella mezcla de píldoras le habían provocado un estado de locura total.

–M-Máta-me… ¡Quiero morir!– gritó, retorciéndose con brusquedad en su lugar. –¡Por favor!

Y Goku, quien lo miraba desde un lado opuesto de la habitación, tan sólo pudo sonreír satisfecho, negando con su cabeza en actitud indiferente.

–Sufre, sabandija asquerosa…

~~~

Semanas después…

Tokio, Japón

Viernes – 15:45 h

Apenas aparcaron en el estacionamiento de la lujosa vivienda, Tarble y Kyabe bajaron del auto, mientras Vegeta permanecía dentro hablando por teléfono. La señora Saiyan le había pedido de favor al peliflama que fuera por ellos a la escuela, ya que aquel día iniciaban sus vacaciones de invierno. El joven Shimizu llevaba ya varias semanas viviendo en casa de su compañero de clase y mejor amigo, pues después de ser echado de la peor manera por sus padres, el mayor de los hermanos no tuvo mejor idea que llevarlo con él. La madre de familia aceptó de muy buena gana que el menor se quedara con ellos, aunque claro sin antes ir a hablar con sus progenitores. No obstante los dos mayores se mantenían firmes en su posición; no querían un desviado como hijo.

–¡Al fin!– soltó alegre Tarble, tirando su mochila al sofá tras entrar a la casa. –¡Amada Libertad!

Kyabe lo imitó, sentándose junto a él con una radiante sonrisa en sus labios. Realmente las últimas semanas en la escuela habían estado pesadísimas, pues los exámenes finales del semestre los tuvieron días enteros con la cabeza metida entre libros. Y ya que ambos sacaron resultados excelentes, podían darse el lujo de disfrutar sus vacaciones al máximo, sin preocupación alguna.

–¿Dónde está tu hermano, hijo?– indagó la madre de familia, entrando al living instantes después.

–Afuera– contestó con simpleza el aludido, concentrado en el programa de televisión que veía. –De camino acá lo llamó Kakarotto; parece que están peleados aun, porque Vegeta se ve enojado.

La mujer suspiró afligida, asintiendo para seguidamente encaminarse hacia el enorme jardín. Encontró a su hijo recargado contra el chasís de su Audi negro, quien se veía afligido y enfadado.

–Dijiste que vendrías hace tres días– objetó, su voz sonando fría y seria. –¿Qué te retrasó esta vez?

Tras oír la respuesta resopló, juntando sus cejas al máximo, su mirada llenándose de decepción.

–¿Sabes qué?– ultimó, claramente controlándose para no explotar. –Haz lo que quieras, Kakarotto.

Acto seguido cortó la llamada, propinando un puñetazo bastante fuerte contra el chasís del auto.

Se sentía tan frustrado, tan imbécil. ¿Cuántas veces se había rebajado ya? ¿Cuántas veces le había prácticamente suplicado que volviera? Muchas, a juzgar por su pisoteado orgullo. Y a pesar de que Kakarotto le decía que sí, que regresaría a Tokio para estar con él, encontraba siempre una excusa para justificar seguir recidiendo en California. Si no era que quería cerrar apropiadamente el semestre, era que necesitaba tiempo para reconsiderar su futuro profesional. ¡Ni siqiera le respondía las llamadas! Se suponía que tenían un horario ya establecido, una rutina que seguían para hablar y así no sentirse tan lejos el uno del otro. ¿Qué sucedía con su novio? ¿Acaso todas sus palabras, toda su insistencia en no terminar la relación cuando Vegeta lo propuso, no era más que teatro muy bien hecho? ¿Qué diablos sentía Son por él realmente? ¡¿Por qué se negaba a volver?!

–Soy un grandísimo idiota– masculló entre dientes, encaminándose a la casa a grandes zancadas.

La señora Saiyan soltó un nuevo suspiro, lamentándose del abrupto cambio en su hijo. Cada día era más serio, más frío, más distante con ellos. Su personalidad no era igual, pasando de ser un chico respetuoso, reservado y amable, a alguien irascible e indiferente con todos a su alrededor. Desde que Kakarotto decidió estudiar fuera de Tokio, actuaba cada día menos como él mismo.

Sábado – 17:45 h

Un suave golpe lo hizo quitar la vista de sus apuntes, dirigiéndola hacia la puerta de su habitación. Reconoció al instante la timidez plasmada en la forma de anunciarse, por lo que se levantó de la silla giratoria a juego con su escritorio, encaminándose a abrir con una expresión neutra en el rostro. Su mirada se topó con unos ojos grandes de mirar dulce que le observaban fijamente, además de una apenada sonrisita curvando hacia arriba la comisura de esos labios delgados y sonrosados. Con un libro en su mano derecha y un paquete de galletas saladas en la izquierda, Kyabe yacía frente a Vegeta, percibiendo el latir acelerado de su corazón al tenerlo así de cerca.

–¿Ya lo terminaste?– indagó con simpleza el peliflama, haciéndose a un lado para permitirle pasar.

–Sí– respondió el menor, sonriendo con dulzura. –Gracias por recomendármelo, Veg. Me encantó.

Saiyan le regaló una imperceptible sonrisa, recibiendo de vuelta el libro sobre las bases de la economía que le había prestado apenas un par de días atrás. Shimizu se sentó a la orilla de la cama, mientras observaba a detalle, como siempre que estaba allí, todo a su alrededor. Como el peliflama tenía un pequeño frigo bar dentro de su cuarto, sacó de este dos latas de soda y le ofreció una a su invitado, volviendo a ocupar la silla giratoria para situarse justo frente a él. Ambos abrieron sus bebidas y les dieron un sorbo, mientras se miraban presos de un silencio bastante cómodo y agradable, apenas roto por el constante tic, tac del reloj colgado en una de las paredes.

Kyabe adoraba y atesoraba esos momentos en que podía pasar algo de tiempo a solas con el hermano de su amigo, pues eran esas las instancias en que la atención del mayor iba dirigida sólo a él. Curiosamente los dos tenían más en común de lo que llegaron a pensar en un principio, pues sus espectativas de vida se asemejaban demasiado, a pesar de que uno de los dos era aun muy joven. Éste le había confesado al universitario que algún día aspiraba a ejercer la carrera que él estudiaba, ya que el maneje de empresas y todo lo relacionado con las matemáticas era un área que le atraía de sobremanera. El pelinegro menor se destacaba y sobresalía mucho como alumno, ya que a parte de tener las calificaciones más altas en su curso, era el representante de su establecimiento académico en cada concurso o decatlón que hubiera a nivel nacional, en los cuales obtenía siempre los primeros lugares para orgullo de sus profesores.

Vegeta por su parte veía en el más pequeño al hermano que le habría gustado tener, pues la diferencia que había entre Tarble y él era bastante. Mientras al Saiyan menor le apasionaba la literatura clásica y los idiomas, totalmente contrario a lo que el padre de familia esperaría de él, a Kyabe le fascinaban los números y la administración, temas en los que solía ayudarlo e instruirlo para que continuara sobresaliendo como el mejor de su clase en la escuela. Sus visiones del futuro eran muy similares, lo que le daba a sus momentos juntos un plush sumamente especial e interesante.

Claro que el peliflama ni siquiera imaginaba que Shimizu cada día se flechaba más de él, alimentando las esperanzas e ilusiones de su inexperto corazón con cada gesto cordial o palabra agradable que recibiera de su parte. Ese mes compartiendo espacio dentro de la casa los había acercado notablemente, reforzando su relación a un punto en que ya era común que por las tardes se reunieran en la habitación del hijo mayor de la familia para matar el tiempo estudiando o hablando de trivialidades.

–Tarble quiere que mañana en la tarde vayamos al parque de diversiones– comentó Kyabe, abriendo el paquete de sus galletas favoritas para empezar a comerlas, no sin antes claro haberle ofrecido unas cuantas a Vegeta. –Dice que es la mejor manera de comenzar nuestras vacaciones.

–No es mala idea– concordó éste, dejando su lata de soda a medio beber sobre la superficie del escritorio. –Cuando tenía su edad a mí también me gustaba empezar las vacaciones así.

–Suenas igual al señor Saiyan– rió de manera tierna el pequeño, robándole una sonrisa a su acompañante. –Tampoco es como si fueras tan viejo, Veg. Recién tienes dieciocho, estás en la plenitud de la vida.

–Y ahora tú hablas como mamá– hizo notar el peliflama, soltando una carcajada divertida, aunque leve. –Como sea, yo no saldré de vacaciones hasta dentro de una semana, pero a diferencia de ustedes que aun son bebés que van a la escuela, las mías se extenderán por todo un mes– alardeó, sonriendo de lado con soberbia.

–Que injusto– Shimizu hizo un puchero, gesto sumamente adorable a juzgar por el mayor.

En eso el móvil de Vegeta, que yacía descuidado sobre su mesita de noche, comenzó a vibrar insistentemente, rompiendo sin problemas la burbuja cómoda que se había formado entre ellos. Kyabe se ofreció a dárselo, no sin antes echar un encubierto vistazo a la pantalla, donde el nombre Kakarotto parpadeaba intermitentemente una y otra vez. Una punzada de celos atacó entonces el pecho del más joven, la cual supo disimular muy bien bajo una mirada serena, al tiempo que el mayor de ambos contestaba a la repentina e inesperada llamada de su novio.

–¿Qué ocurre, Kakarotto?– cuestionó con cierto recelo en su voz, su rostro adquiriendo seriedad.

–Vege– al otro lado de la línea, la voz de Son se notaba alegre. –Estoy en el avión, llego a Tokio mañana por la tarde.

Y cuando Kyabe vio el brillo hermoso iluminando esos ojos profundos e intensos, supo que a partir de allí las cosas no irían a su favor. Porque si Vegeta sonreía de esa forma tan poco habitual, denotando en su mirada semejante plenitud e ilusión, significaba que una muy buena noticia le había dado quien tanto amaba. Y por más que él quisiera impedirlo, o superponerse por encima de lo que quien tanto le gustaba sentía, tenía más que claro que en el corazón era imposible mandar y que su guerra contra Kakarotto estuvo perdida mucho antes de siquiera comenzar.

Porque, aunque le doliera horrores, Vegeta jamás lo vería con los mismos ojos con que lo veía él.

~~~

Black contemplaba la sonrisa idiotizada que iluminaba el rostro de su hermano, sin saber por qué el hecho de verlo así despertaba en su interior tantos sentimientos encontrados. Tal vez era que le empalagaba su melosa manera de actuar cuando hablaba con Saiyan, tal vez estaba inquieto por su inminente encuentro futuro con el hermano y el padre que nunca conoció, tal vez ya le afectaba el lazo que cada día se fortalecía más entre su gemelo y él. Fuera como fuera, optó por suspirar imperceptiblemente y ponerse los auriculares, a ver si escuchando algo de música esa terrible sensación dejaba de retorcer su estómago y oprimir su pecho tan desagradablemente.

Lapis, sentado justo frente a él, más concretamente en la fila paralela a la suya, lo observaba fijamente. Se había percatado ya de las leves muecas de desagrado o incomodidad que mostraba su amigo cada vez que Kakarotto hablaba con su novio, lo cual le parecía sumamente extraño viniendo de alguien tan indiferente y poco emocional como lo era él. Pensó que quizás extrañaba a Zamas y le daba cierta envidia que su hermano tuviera contacto con el peliflama, siendo aquello una muy buena excusa para comportarse así, no obstante descartó esa idea cuando el peliblanco lo llamó un día y Black lo trató con la misma frialdad e indiferencia de siempre. Ciertamente el mayor de los gemelos era un libro sumamente difícil de leer, incluso para el ojiazul quien era parte de su vida prácticamente desde sus primeros años recidiendo en Italia.

La asistente de vuelo anunció que la aeronave despegaría pronto, pidiéndoles que abrocharan sus cinturones y desactivaran todos los aparatos electrónicos que tuvieran. Fue en ese momento que Son se despidió de Vegeta con un dulce "Te amo, amor" que le fue correspondido de igual manera, disponiéndose entonces a activar el modo avión de su celular para acatar las órdenes de seguridad que se les daban.

Diez minutos después ya estaban en el aire, ascendiendo cada vez más para iniciar su viaje en dirección a la tierra del sol naciente.

~~~

Corría. Corría tan rápido como le permitían sus piernas. Esquivaba árboles, ramas secas, cúmulos de follaje. Escuchaba gritos lejanos exigiéndole que volviera, despertando tanto pánico en su interior que sólo lo incitaban a acelerar el paso. El aire escaseaba, su cuerpo dolía, se sentía horriblemente fatigado y débil. Sin poder más consigo mismo, se apoyó de espaldas contra el tronco de un enorme roble, inhalando todo el oxígeno que le fuera posible, su vista desenfocándose seguramente a causa de su deplorable estado actual.

Robándole una exclamación de genuina sorpresa, percibió como algo dentro de su vientre se removía inquieto, un pequeño asomo de vida retorciéndose en su interior. Miró hacia abajo y por poco grita al ver su abdomen levemente abultado, así como su vestimenta teñida de sangre y las zonas visibles de su cuerpo llenas de magulladuras y heridas aun sangrantes. ¡No entendía nada!

–¿Dónde estoy?– susurró ensimismado, consciente de que aquello no podía ser la realidad.

¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba allí? ¡La desesperación lo consumía!

Siguiendo sus impulsos continuó corriendo, motivado por un leve halo de luz resplandeciendo a lo lejos. Apartó una gran cantidad de follaje al llegar al final de aquella especie de bosque, saltando un enrejado de acero poco alto que parecía delimitar el lugar. Y cuando sus ojos distinguieron la figura sumamente familiar de alguien acercándose hacia donde estaba, una creciente esperanza y anhelo estallaron en su pecho, haciéndolo desear correr hasta aquella persona para refugiarse en la calidez de sus brazos. No obstante mucho antes siquiera que llevara a cabo su acción, la sangre se le heló en las venas al escuchar como un arma era cargada, el cañón de la misma siendo presionado despiadadamente contra su sien.

–¿Con que pensabas huír, puto bastardo?

«Esa voz…»

Temblando se giró hacia su captor, horrorizándose al reconocer ese rostro de rasgos perfectos.

–Zamas…

Ahogando un grito se despertó, incorporándose de golpe en el asiento. Las luces dentro del avión yacían apagadas, todos los pasajeros y tripulantes inmersos en un sueño profundo y reparador. Su respiración agitada, su corazón acelerado, aquel frío sudor deslizándose en su frente; una vez más era atacado por esos malditos sueños, desatando tal caos en su interior que lo exasperaba.

Se levantó, encaminándose a uno de los baños de la aeronave, percibiendo el abrumador revuelo de sus emociones. Ya dentro se miró al espejo, notando el aturdimiento aun vívido en sus ojos. Como siempre sucedía, con el pasar de los segundos sólo fragmentos del sueño revoloteaban en su mente, produciéndole tal frustración interna que debió golpear el pequeño labamanos para mitigarla un poco. Deseaba entender por qué veía tales escenas mientras dormía, qué significado tenían, por qué cada momento se sentía tan real. ¿Acaso su imaginación era muy grande? ¿O en verdad aquellas pesadillas guardaban un misterio que no lograba comprender?

–¿Qué significa?– le preguntó a su reflejo, el veloz palpitar de su corazón disminuyendo de a poco.

Cada vez se sentía más desconcertado.

~~~

Tokio, Japón

Domingo – 15:30 h

Sintiendo como su corazón se inflaba de emoción, mientras lo invadía una felicidad tan grande que parecía estar a punto de explotar dentro de su pecho, Kakarotto corrió hasta Vegeta en cuanto lo visualizó a través del cristal que separaba la sala de abordaje con el área de espera en el aeropuerto, abrazándose a su cuerpo en cuanto lo tuvo cerca con un anhelo y deseo sólo equiparables a lo mucho que lo había extrañado durante esos seis meses lejos de él.

El peliflama correspondió al abrazo con igual fuerza y necesidad, llenándose de la calidez de su novio, aspirando el aroma característico de su piel y estrechándolo contra él hasta no dejar centímetro alguno que los separara. Lágrimas de felicidad se agolparon en sus ojos al ser embargados por la sensación de sus corazones sintiéndose completos otra vez, una burbuja invisible cerniéndose sobre ellos hasta hacer desaparecer el mundo a su alrededor.

Durante varios minutos no hicieron más que abrazarse, susurrando lo mucho que se habían extrañado con sendas sonrisas enamoradas trazadas en sus labios.

Entonces Vegeta apartó unos centímetros a Kakarotto para mirarlo a los ojos, limpiando con sus índice y pulgar el rastro de lágrimas que se deslizaban por sus pálidas mejillas. Se perdió en el nocturno océano de su expresiva mirada, cayendo preso del hechizo embriagante que aquel chico de rebeldes cabellos azabaches provocaba en él. Acarició su rostro con delicadeza, delineándole los labios suavemente hasta sellarlos con los suyos en un beso acompasado, repleto de ese amor inmenso e imborrable que no paraba de crecer y fortalecerse en su interior.

El contacto era celestial, siendo tanto tiempo el que estuvieron separados uno del otro, que sentir el parsimonioso roce entre sus bocas los hacía estremecer de anhelo y necesidad. Saiyan pidió permiso para ingresar a aquella cavidad cálida y adictiva, trazando la curva de sus labios con la punta de su lengua, dicho acceso siéndole concedido al instante. Fue así que el beso cobró intensidad, pasando de delicado a apasionado en cuestión de segundos.

No les importaba nada ni nadie que no fueran ellos dos compartiendo aquel momento tan íntimo y deseado, el ajetreo de las personas a su alrededor no siéndoles de relevancia alguna para frenar sus demostraciones de afecto. Sus alientos se entremezclaban, sus lenguas bailaban en una lucha de dominio tan ardua como excitante, mientras sus corazones se llenaban de paz al sus portadores hallarse juntos en cuerpo y alma una vez más.

En cuanto el aire escaseó, bajaron la intensidad del beso hasta volverlo suave y dulce, retomando el abrazo para no romper aun la desbordante melosidad de tan ansiado reencuentro.

A unos metros de distancia, Black y Lapis contemplaban la escena, uno sintiéndose horriblemente conflictuado al verlos y el otro sorprendiéndose de la cantidad de miel que desbordaban.

–Pero que cursis– comentó el ojiazul, haciendo una mueca mezcla de diversión y burla.

El joven a su lado bufó, harto de las sensaciones y sentimientos para nada explicables que despertaban en él al presenciar el reencuentro de Kakarotto y aquél peliflama jodidamente atractivo que, por alguna bizarra razón que para nada entendía, le resultaba increíblemente familiar. Volteó al lado contrario, sólo para no tener que seguir viéndolos más, y empezó a caminar hacia una de las salidas del aeropuerto, siendo seguido por un muy desconcertado Lapis que no paraba de asombrarse con sus reacciones.

–¿Nos iremos sin tu hermano?– inquirió perplejo, echando un vistazo a la pareja que aun no se despegaba.

–Sí– fue la breve y simple respuesta de Goku, quien no paraba de caminar. –No se dará cuenta.

Debía alejarse pronto de allí, antes que sus ganas de separar a esos dos se hicieran irreprimibles.

–Que raro– se extrañó Kakarotto minutos después, tras buscar a Lapis y su hermano con la mirada y no hallarlos por ninguna parte. –Venían justo detrás de mí al bajar… ¿A dónde se habrán ido?

–Sigo sin creerme que tengas un gemelo– comentó absorto Vegeta, ayudándolo en su infructuosa búsqueda. –¿Por qué tu padre jamás les contó nada a Raditz y a ti?

–No lo sé– suspiró Son, resignándose a que sus compañeros de viaje se habían perdido. –Pero espero tenga una buena justificación, porque lo que nos hizo fue horrible.

–Ojalá que sí– lo apoyó el peliflama, rodeando su cintura con los brazos. –¿Seguirás buscándolos?

Kakarotto negó con la cabeza, no resistiendo la tentación de volver a unir sus labios en un beso.

–Luego lo llamo– le sonrió, abrazándose a él. –Ahora sólo me interesa estar contigo, amor.

Saiyan sonrió, dejando un beso fugaz en su frente.

Tomaron el equipaje y caminaron fuera del aeropuerto, entrelazando sus manos en un afectuoso agarre.

~~~

Su espalda revotó contra la superficie esponjosa del colchón, mientras un ansioso peliflama reclamaba sus labios en un beso ardiente y apasionado, colando las manos bajo esa camisa manga larga negra semi ajustada que tan bien resaltaba su perfecto torso. Ese cuerpo tonificado y bellamente esculpido se acopló al suyo, sus entrepiernas encontrándose en una repentina fricción sumamente deliciosa y placentera. Unos dientes se encajaron sensualmente en su labio inferior, robándole un entrecortado gemido que no hizo más que disparar a tope las hormonas de Saiyan.

Sin separar sus labios ni por un mísero segundo, fue desabotonando la prenda superior que su novio vestía, acariciando con la yema de sus dedos esa piel caliente y tersa que iba quedando al descubierto. Kakarotto jadeaba y se removía bajo él buscando más contacto con su cuerpo, cerrando sus ojos para disfrutar mejor de las maravillosas sensaciones que experimentaba.

Instantes luego el contacto entre sus bocas se rompió, un camino de besos y succiones descendiendo de sus labios hasta su cuello, zona que Vegeta se encargó de marcar hasta el hartazgo. Son ladeó la cabeza para darle más espacio, jadeando y gimiendo por lo bajo al sentir como una mano intrusa y tan experta desabrochaba sus jeans y se colaba sin descaro bajo la pretina para tomar su erección con exquisita rudeza, iniciando una tortuosa serie de caricias por toda su longitud, excitándolo y extasiándolo al punto de suplicarle que dejara los juegos previos y lo hiciera suyo de una vez.

–Te necesito… dentro…– articuló como pudo aun preso de su fuego interior, atrayéndolo hacia él para cambiar las tornas y ser quien dominara la situación, al menos durante unos minutos.

Con desesperación se deshizo de las prendas que osaban cubrir esa anatomía tan apetecible y deseable, robándole el aliento en un beso tan lividinoso y lascivo que Vegeta creyó desfallecer. Y cuando menos se lo esperó, el chico de cabellos alborotados ya tenía su virilidad apresada entre los labios, coordinando tan bien la mezcla de succiones y lamidas que en cuestión de segundos lo elevó hasta el cielo. Saiyan enredó sus dedos entre las suaves hebras azabaches de su pareja, imponiendo el compás exacto que lo volvía loco de placer. Kakarotto accedió a complacerlo sin vacilación alguna, deleitándose con la expresión de absoluto goce que se proyectaba en ese rostro de rasgos varoniles y hermosos. No obstante sus movimientos fueron frenados abruptamente, cuando el peliflama lo separó de él y con rapidez lo posicionó boca abajo contra el colchón, alzándole las caderas para profanar su interior con una estocada precisa y certera.

–¡Ahhh!

Son arañó la funda de la almohada, enterrando el rostro en la misma, mientras la sensación de ser llenado por aquel caliente miembro abrumaba sus sentidos, su respiración y sus latidos haciéndose irregulares, aquella mezcla de dolor y placer estremeciendo cada átomo en su ser.

Vegeta permaneció quieto durante un rato, dedicándose a besarlo en el cuello y espalda, al tiempo que lo masturbaba de forma rítmica y constante con intención de que las sensaciones satisfactorias se superpusieran muy por encima del punzante dolor que de seguro lo invadía. Era consciente de que había actuado muy impulsivamente al penetrarlo con semejante brutalidad, pero su instinto de dominancia estaba tan realzado que había sido incapaz de reprimirse. Tras unos minutos Son movió sus caderas, dando así la pauta al otro para que comenzara el delicioso vaivén.

Inició con envestidas suaves, a la vez que lo sostenía del rostro y lo hacía girarse para tomar sus labios en un beso acompasado, intenso y apasionado. Poco a poco los suspiros y jadeos llenaron la habitación, mientras el choque de sus cuerpos se intensificaba y el aire se viciaba con el aroma característico del sexo.

Se coordinaban tan bien, que no faltó mucho para que cambiaran de posición, siendo esta vez Son quien llevaba el control del acto, autopenetrándose a sí mismo a la velocidad exacta que lo hacía delirar de placer. Saiyan lo acariciaba, besando sus labios, cuello y pecho, esparciendo marcas de propiedad por toda zona a la que tuviera acceso de aquella sensual anatomía. Ver su rostro deformado por el ardiente fuego que lo consumía, escuchar los gemidos sin pudor que Kakarotto se permitía soltar, sentirse aprisionado en aquella cálida estrechez que lo volvía loco de todas las maneras imaginables, no hacían más que acrecentar las maravillosas sensaciones que lo arremetían sin piedad.

Pronto el joven aspirante a cantante yacía empotrado contra una de las paredes del cuarto, deshaciéndose entre gritos de genuino goce, siendo penetrado bestial y salvajemente por aquél seductor hombre a quien tanto amaba. Mordidas, rasguños, nalgadas; Vegeta estaba fuera de control, haciendo suyo al amor de su vida de todas las formas humanamente posibles.

Por más de dos horas estuvieron así, entregándose al otro hasta no poder más, intentando recobrar aunque fuera una ínfima parte de todo el tiempo que habían perdido por culpa de la maldita distancia.

–¡Ve-Vege-tah! ¡Mngh! ¡Te a-amo! ¡Ahhh!

Con un sensual gemido de innegable éxtasis, Kakarotto llegó a la cúspide de su propio cielo, corriéndose abundantemente en sus abdómenes, mientras se abrazaba con necesidad a su novio.

–Ka-karotto… ngh… ¡Ah!

Segundos después Vegeta lo imitó, cayendo exhausto sobre él tras llenarlo con su cálida esencia.

Tras regularizar sus latidos y sus respiraciones, se acomodaron mejor sobre el lecho, abrazándose de modo que Kakarotto quedara con su cabeza apoyada en el pecho de Vegeta, quien lo rodeó posesivamente con los brazos apegándolo hacia él, arropándolos a ambos con las frazadas, pues al estar en pleno invierno, la temperatura a esas horas comenzaba a descender notablemente.

–Te extrañé tanto– confesó Son en un susurro, depositando tiernos besitos sobre su cálida piel.

Saiyan sonrió, apartándolo de él un poco para conectar sus miradas y besarlo con suma ternura.

–También te extrañé, bebé– correspondió, una traicionera lágrima dejando la prisión en sus ojos, deslizándose parsimoniosamente por su mejilla. –Y no tienes idea cuánto…

Una fuerte punzada apuñaló el pecho del Son menor, haciéndolo tomar consciencia de cuánto había lastimado al peliflama con sus decisiones. Lo vio bajar la mirada, intentando limpiar el rastro de aquel asomo de llanto con el dorso de su mano, no obstante él fue más rápido y quitó aquella salina gota con la yema de su índice, sus ojos cristalizándose al dimensionar cuán egoísta había sido. Sin querer lastimó a la persona más valiosa en su vida, algo que sabía jamás podría perdonarse. Acopló sus labios con dulzura en un beso lento, delicado y sin prisa, una calidez deliciosa e inexplicable naciendo en su pecho y propagándose como un fuego infinito por todo su ser. Fue ahí que comprendió cuán suyo era Vegeta, remeciendo su mundo de manera increíble.

–Perdóname– logró decir, mientras la culpa lo desbordaba y lo hacía romper en un llanto inconsolable.

Fue así que ambos se permitieron ser débiles y quebrarse sin censura alguna frente al otro, los estragos de la separación pasándoles factura justo en ese instante. Se abrazaron con fuerza y así, con los sentimientos y emociones aflorando en ellos como una tormenta arrasadora e implacable, desahogaron todos sus sentires entre lágrimas de genuina tristeza, allí en la oportuna soledad de su cuarto dentro del departamento que los había visto vivir sus momentos más bellos y felices.

~~~

Era una noche oscura. Ni el más mínimo amague de estrellas era apreciable en el gris cielo.

Un fuerte estruendo rompió la quietud, seguido de un desesperado grito acuchillando el aire.

Un automóvil acababa de precipitarse al vacío, compactándose y haciéndose pedazos al caer.

Dentro del vehículo, un atractivo peliflama luchaba por mantenerse con vida, atrapado al interior de aquel Audi negro cuyos cristales estaban destrozados, uno de dichos trozos clavado fatalmente en su pecho. Intentó moverse, más le fue imposible; sus reflejos eran nulos, sus sentidos no respondían a la señal de su cerebro. Alzó la mirada y el mundo se le cayó a los pies al vislumbrar la silueta de su eterno amor observándolo desde la orilla del acantilado, en sus ojos siendo evidente el shock y el inmenso daño que contemplarlo así le producían a su alma.

–Ka… Kakarotto…– articuló al borde de la inconsciencia, entregándose sin poderlo evitar a los brazos de una fría oscuridad que lo envolvía lentamente bajo su manto. –De-bes vi-vir… a-amor…

Y todo terminó, siendo lo último que captaron sus oídos, el atormentado grito que soltó el menor.

–¡VEGETA!

~~~

En lados opuestos de la ciudad, dos jóvenes despertaron sobresaltados, percibiendo como una opresión insoportable hacía doler sus corazones, mientras una inquietud inmensa los angustiaba.

Vegeta observó a su lado, topándose con la hermosa visión de su novio profundamente dormido, aferrado a su brazo como un niño pequeño a un oso de peluche, mientras suaves suspiros eludían sus carnosos y perfectos labios. No obstante ni aquello logró apaciguar esa naciente aflicción, forzándolo a levantarse de la cama con cuidado de no importunar el sueño de su eterno amor.

Black por su parte, con las imágenes del sueño aun frescas en su mente, se vistió a la rápida y cogió las llaves de su motocicleta, empeñado en recabar aunque fuera una mísera pista del por qué aquellas visiones tan realistas no dejaban de atormentarlo. Salió del apartamento que Lapis y él habían arrendado en el centro de Tokio, guiado únicamente por una fuerte intuición que lo incitaba a conducir por la ciudad hasta dar con ese sitio que no paraba de rondar sus recuerdos.

Saiyan se vistió sin titubear y bajó al estacionamiento del edificio para abordar su auto, seguro de que al fin había reconocido el sitio que insistía en aparecer en sus sueños una y otra vez. Salió del recinto a gran velocidad, conduciendo a través de las avenidas principales de la capital de Japón.

Goku aparcó junto a una inmensa esplanada boscosa a las afueras de la ciudad, mientras Vegeta se orillaba a unos metros de distancia. Ninguno de los dos era consciente de la presencia del otro, ya que el nocturno manto de aquella madrugada se empeñaba en dilatar un encuentro que yacía escrito en sus destinos. Sin notarse caminaron a través de aquel silencioso paraje, mientras flashazos de sus sueños aparecían uno tras otro en sus mentes, desconcertándolos demasiado.

–Aquí es– susurró Black, observando a su alrededor con una opresión horrible atacando su pecho.

Fue ahí que alguien apareció en escena, acercándose hasta él en sentido contrario. Goku percibió como sus latidos se desbocaban, una explosión de emociones indescifrables atacando su interior.

La luz de la luna menguante iluminó sus rostros, ambos quedando mirándose de frente. Sus ojos hicieron contacto y de pronto todo pareció cobrar sentido, ambos reconociendo en el otro algo familiar. Para el peliflama no era el hecho de que el chico frente a él fuera la copia viviente de su novio, para el chico de cabellera rebelde no fue el hecho de saberlo el novio de su hermano.

Algo inexplicable los llamaba, algo más allá de lo entendible los incitaba a mermar la distancia.

«Te amo, Goku… te amo y te he amado siempre.»

–Vegeta…

«Eres el amor de mi vida y lo serás siempre, aunque sea la misma muerte quien se atreva a separarnos.»

Frente a frente, tan cerca, rodeados por un silencio cómplice y una más que oportuna soledad.

–Goku…

Sin saber por qué, sin tener explicación, sin hallar ninguna lógica; ansiaban, anhelaban, deseaban…

Necesitaban sentirse.

Notas finales:

Ow, al fin están juntos mis bebés ^^

Pero, ¿cuánto durarán así? ¿Kakarotto en serio sacrificará sus estudios en California para salvar su relación? ¿O sólo volvió a Tokio para apaciguar un poco las aguas con Vegeta?

Por otro lado: ¿Qué le  pasa a Black? ¿Por qué ver a su hermano junto a Vegeta le produjo tantos estragos emocionales? Y ese sueño... ¿Alguien recuerda qué escena es esa y cuándo sucedió?

Kyabe se está enamorando de nuestro perfecto príncipe, pero hasta el momento tiene clarísimo que no es correspondido y por más que le duele, lo está enfrentando de forma bastante madura. ¿Será que seguirá así? ¿O algo desatará ese lado perverso y sicótico que tan bien se nos fue mostrado en "Sin ti"?

¡Broly recibió su merecido! ¿Qué les pareció la venganza de Black? Le dio una cucharada de su propia medicina, pero mucho más fuerte y letal. ¿Será que hasta aquí llegó la participación de Broly en el fic? ¿O más adelante reaparecerá más malvado y corrompido de lo que vimos anteriormente?

¿Les gustó el lemon VegeKaka? La verdad pensaba hacerlo mucho más descriptivo y hard, pero estoy reservando eso para próximos capítulos, ya que tengo planeado un suceso que despertará el lado más salvaje e instintivo de Vegeta y ahí sí le dará con todo a Kakarotto 7w7

¿Qué opinan de esa escena final? ¿Tienen alguna teoría para el siguiente capítulo? ¿Alguien imagina ya por qué Black y Vegeta sueñan tan recurrentemente con los sucesos acontecidos en "Sin ti"?


Saben que toda opinión, teoría, sugerencia, amenaza... ¡Lo que quieran! Pueden hacérmelo llegar a la cajita de comentarios ^-^

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Gracias por todo su apoyo, en serio los adoro <3


Próxima actualización: viernes 15 de febrero :)

Nos leemos para entonces ^-^

¡Ciao!


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