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Nuestro deseo (milo x camus omegaverse) por angeloDivoglio

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Gritaba con dolor tirado en el piso, estaba solo, escondido más bien, con un cuchillo en su mano para poder defenderse a él y a su  pequeño que había decidido adelantarse en un mal momento.

 

Coloco un trapo en su boca para silenciar su dolor, pujando con fuerza, sintiendo el sudor correr por su  frente, mientras su pequeño terminaba de salir de su cuerpo.

 

Por un momento quiso dejarse caer  rendido por el cansancio, pero no lo haría, solo corto el cordón de su pequeño, para colocarlo con mucho cuidado entre sus ropas, envolviéndolo en la chaqueta de que su alfa había colocado en el antes de que todo pasara,  colocándolo en su pecho, escuchándolo llorar, mas aquel llanto se silenció en pocos segundos al sentir el calor y el latir del corazón de su omega.

 

- mi niño, mi hermoso niño, ojala nuestro alfa estuviera aquí.

 

Un nudo se creó en su garganta, mientras acariciaba con delicadeza la mejilla de su pequeño, viéndolo dormir, notando  que el color de su pequeño era igual al de su alfa, sonriendo de nostalgia mientras una lágrima rodaba por su mejilla

 

- milo, nuestro pequeño es igual a ti.

 

Dijo con gran dolor, mientras las lágrimas seguían  rodando, mareándolo aún más.

- tenemos que irnos de aquí, pequeño, ellos vendrán por nosotros y nos mataran si nos encuentran.

 

Le susurro a su pequeño aun dormido en su pecho, lo admiro una vez más, intentando levantarse, colocándolo a su lado, mas ya no podía hacerlo, el parto había acabado con todas sus energías, sin contar que no había comido ni bebido nada en días, solo había huido para salvar su vida como la de su pequeño, con la incertidumbre sobre si su alfa estaba vivo o muerto.

 

Cerro sus ojos un instante intentando no sucumbir ante la desesperación de no poder continuar con su camino, de no poderse mover para salvar a su pequeño, el cansancio era más fuerte que el haciéndole dormir un poco, abrazando con protección a su pequeño, calentándolo con su cuerpo.

 

- todo estará bien amor, todo.

Susurro cerrando sus ojos, recordando como todo había empezado.

 

- - - - -

 

- Milo,  hijo mira y  elige al acompañante que quieras, todos estos omegas son vírgenes y   lo mejor has sido “tratados” para que solo tengan celos, mas no son fértiles, así que no te preocupes y elige, ya que ahora eres un hombre.

 

Decía un alfa de cabellos largos y azules como la noche a un chico de más de 17 años  el cual sin atreverse a mirar a los omegas que le presentaban solo negaba con la cabeza.

 

- porque no puedes ser como los otros padres y solo darme un auto o algo así, yo no necesito un omega.

 

El hombre mayor rio con fuerza,  mirando la cantidad de omegas que habían a su alrededor, todos ellos amarrados del cuello con una cadena a la pared, algunos en jaulas grandes de doradas; todos y cada uno de ellos, vestían las mejores ropas, las mejores goyas, resaltando así su belleza.

 

- tendrás un auto también si eso es lo que deseas, pero tienes que entender que como un alfa necesitas un acompañante para que te complazca en la cama, uno el  cual puedas hacer y deshacer, así que no nos iremos de aquí hasta que lejas a uno.

 

El joven suspiro asqueado de esa situación, pero conocía a su padre y si él decía que no  se irían así seria, por lo que únicamente comenzó a ver a aquellos omegas, caminando por aquella gran habitación, sintiendo su asco aumentar mientras veía que algunos omegas, aun encadenados, se movían o le mirada de manera seductora, esperando con eso convencerlo  para que los eligieran.

 

Aquella decisión era muy difícil, no porque no pudiera elegir alguna belleza, simplemente no podía   tomar a una persona como si no valiera nada.

 

- veo que le está costando elegir, y es normal se ve que usted no gusta de omegas hipócritas y genéricos como los que tenemos en esta habitación, se nota que usted gusta de algo de mayor calidad, y creo tener lo que para usted sería perfecto.

 

Le decía el dueño del lugar, mientras guiaba a padre e hijo a otra habitación, llegando a una donde únicamente estaba    una cama dentro de una jaula  dorada, aquella jaula estaba está adornada de demasiadas telas de colores,  haciéndola ver como un lugar exótico, más lo que llamo su atención fue ver a un joven de su edad, cuyos ojos turquesa oscuro le miraba con detenimiento, tragando saliva intentando esconder su nerviosismo.

 

- su nombre es Camus,  y como ve es de mejor calidad  que cualquier otro en este lugar, ¿cómo ve le gusta?

 

Milo no supo que responder, pues al ver a aquel omega, algo en su corazón golpeo, estremeciendo todo su cuerpo, llenándolo de tranquilidad momentánea, mezclando esa sensación con el asco de estar en ese lugar, haciéndole sentir tremendamente confundido.

 

- mi hijo merece lo mejor, y si  él es lo mejor, lo comprare.

 

Fue el padre el que hablo, mientras el dueño de aquel lugar se lo llevaba para hacer el papeleo, dejando un momento a milo y Camus juntos.

 

No se dijeron ni una palabra, solo se miraron sin comprender nada.

 

- perdona, yo no he quiero esto.

 

Le dijo con pena milo, apartando por fin su mirada del de cabellos turquesa,  retomando el camino con hacia donde se encontraba su padre, al ver que habían entrado por Camus, para llevárselo a lo que suponían era el auto de su padre.

 

 

Y así había sido, pues al subir a este, le vio, sentando en el asiento trasero, de lado de la ventanilla, mirando hacia afuera de este con un poco de curiosidad, mas sus  mirada se volvió figa hacia sus piernas, bajando la cabeza al milo entrar por la puerta contraria, sentándose a su lado, mientras el chofer manejaba y su padre se despedía para atender un negocio.

 

-  ha sido una buena elección señor, vaya que tiene un buen gusto, le deseo que se divierta mucho con este omega.

 

Decía el conductor, sin recibir respuesta de milo, quien solo miraba por la ventana, observando en ocasiones, como las manos de Camus temblaban con discreción, mas era obvio que aquel chico estaba aterrado.

 

 

No tardaron mucho en llegar, y al apenas hacerlo, una cantidad considerable de sirvientes, llevaron a Camus lejos de milo, haciéndole revisiones médicas, por demás humillantes solo para comprobar su virginal,  para así después bañarlo y perfumarlo dejándolo en la cama de su señor.

 

- su omega está listo para cuando guste ir con el señor.

 

Le decía una de las mucamas, haciendo reverencia y así marcharse del lugar.

 

- tu padre dice que es un omega muy lindo, disfrútalo hijo.

 

Decía una mujer muy parecida a él, alzando con elegancia su copa de vino sonriéndole a su hijo, el cual solo la ignoro, caminado hasta su habitación.

 

Se detuvo en la puerta, suspirando con fuerza entrando lentamente, topándose con la mirada de aquel chico, el cual estaba encadenado en la esquina de la cama,  mirándolo fijamente con un gran miedo.

 

Milo no dijo nada, sintiéndose indignado al verle con esa cadena, por lo que se acercó a su  lado dispuesto a quitársela, viendo como aquel chico temblaba sin parar.

 

- por... por favor, sea amable.

 

Le dijo con su voz temblorosa, mientras el mismo se recostaba en la cama, abriendo tímidamente sus piernas, malinterpretando  el por qué milo se acercaba a su lado.

 

Este se quedó quieto, mirando a Camus con un poco de pena, siguiendo su camino más esta vez subiéndose a la cama, acercándose al cuello del que se había enterado solo era menor que el por algunos meses, viéndolo cerrar sus ojos con fuerza, volteando el rostro para que no lo viera.

Abriendo sus ojos con sorpresa al ver que aquel hombre por el cual había sido comprado, solo había quitado el collar de su cuello, levantándose de la cama.

 

- no me dejaran dormir en otra habitación,   pero yo puedo dormir en el suelo o pedir que metan algún sofá lo suficientemente grande para dormir ahí, así que no te preocupes, yo no te hare nada Camus.

 

Intento fingirle una sonrisa, mientras llamaba a  uno de los sirvientes, pidiéndoles que trajera la comida para ambos.

 

- cuando pueda sacarte de aquí lo hare, espero puedas soportar un corto periodo a mi lado.

 

Prendió un cigarrillo al decir esas palabras, viendo como Camus no se atrevía a tan siquiera abrir la boca, por lo que fue al balcón de su habitación hasta que la comida estuviera lista.

 

- espero te guste la comida,  en lo pensar yo siento que es exquisita.

 

Le decía milo,  invitándolo a sentarse para comer en la mesa que se encontraba en la terraza, para así admirar lo grande que era su mansión, y como estaba rodeada de bosque, lo que lo hacía ver que estaban muy lejos de la ciudad.

 

- gracias.

 

Respondió Camus con una media sonrisa, viendo que aquella comida no solo lucia lujosa, también  deliciosa, había visto comida así muchas veces en su infancia, más solo en revistas o comerciales de tv, nunca había pensado que podría llegar a probar algo así.

 

Mas lo que llamo su atención, fue el postre el cual quiso probar primero, mas detuvo su acción al recordar todo lo que le habían enseñado en aquel lugar,  era un omega y no solo tenía que comer raciones pequeñas si no también evitar cualquier tipo de dulce con azucares artificiales que pudieran arruinar su figura.

 

- abre la boca.

Le dijo milo tomando un poco de aquel postre con una cuchara acercándosela a Camus, después de ver su comportamiento.

 

- yo no debo  de comer eso.

 

Milo fingió una pequeña sonrisa para hacerle sentir un poco de seguridad.

 

- nadie te está viendo, solo yo pero me da eso de ser ciego por algunos segundos así que aprovecha ahora que tampoco puedo verte.

 

Camus rio un poco, aceptando aquel bocado, sintiéndose aún más feliz al darse cuenta que aquel postre sabia como lucia.

 

- gracias.

 

Volvió a pronuncias mas esta vez con un poco de alegría al ver que milo sonreía, sin dejar de sujetar la cuchara, mirando discretamente sus labios.

 

- quiero que estés lo mas cómodo posible aquí, solo en lo que logro sacarte,  y por eso te pido que confíes en mí, juro, en verdad juro que nunca te hare nada, ni dejare que nadie más lo haga

 

Las palabras de milo fueran serias, haciéndole que Camus volteara hacia afuera del balcón mirando los arboles a su alrededor, para así asentir con la cabeza con felicidad, sintiéndose extrañamente más feliz de lo que creía tenía que sentirse, pues al estar cerca de milo, encontraba cierta paz, que le permitía hacer lo que nunca en su vida había hecho y era confiar en alguien más.

 

 

-- - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 

El sonido de alguien acercándose  a donde se encontraba le hiso despertar, el sol había salido, fue cuando por fin había dado cuenta donde se había escondido.

 

- la gente de este pueblo dijeron que le vieron no muy lejos de aquí, así que no me importa que hagan tienen que traerlo hasta aquí, o el jefe nos matara a todos… y no olviden que lo queremos vivo, el jefe ha ordenado que sea el quien mate al bastardo que tiene en su vientre.

 

Escucho aquel ruido, mientras miraba discretamente  por la ventana de aquella casa abandonada donde había logrado esconderse,  sintiendo un fuerte temor al ser encontrado por aquellos hombres, el padre de milo era un muy poderoso político del país donde se encontraba, así que no importara donde fuera, tenía el dinero y los recursos para dar con él, y eso era lo que más le aterraba.

 

Decidió quedarse un par de horas más en aquel lugar, sintiendo más su desespero al intentar callar a su pequeño que no paraba de llorar por el hambre que tenía, pues el al no haber comido en días, no tenía ni una gota de leche para darle.

 

Había pasado todo el día, temiendo por su pequeño, el cual ahora estaba un poco más tranquilo entre sus brazos, durmiendo, chupando su dedo pulgar.

 

- qué demonios hare.

 

Se preguntó a sí mismo,  mirando por la ventana la luz de luna, alterándose al momento de escuchar un ruido extraño por la parte trasera de aquel lugar.

Alguien había entrado ahí, sus respiración comenzó a agitarse por el miedo, el mismo que le hiso levantarse con brusquedad, dispuesto a salir de ahí, más fue el movimiento lo que activo el llanto del bebe, atrayendo al aquel intruso.

 

- mi amor por favor, guarda silencio, por favor.

 

 

Le decía con desesperación, mientras intentaba caminar fuera del lugar, más el dolor del parto y la  falta de energía le hacían hacer que eso pareciera imposible, haciéndole caer de rodillas al dar unos cuantos pasos.

- aquí estas.

 

Escucho a su espalda, sintiendo como aquel extraño se le acercaba.

 

- por favor, a mi niño no,  no toquen a mi niño.

 

Abrazo a su pequeño con fuerza cubriéndolo con su cuerpo, escuchando el llanto de su pequeño hacerse más y más fuerte.

 

- mi niño no por favor, mátenme a mí pero a mi pequeño no.

 

Grito con desespero, sin saber que pasaría

 

 


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