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Ángel infernal por Verdadero98

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ÁNGEL INFERNAL

CAPÍTULO 2

Después de eso Natsuki durmió dos días completos, cuando despertó supo que habían vuelto a cambiarle las vendas, y que durante ese tiempo, Shizuru siguió tratando sus heridas. -Un demonio sanador-. Masculló para sí misma, estaba sola en la habitación. -Dijeron que no existía algo así-. Le molestaba no saber si le habían mentido o si por el contrario, ni siquiera los más altos cargos sabían sobre eso. Tal vez el Infierno en verdad consideraba aquello indigno de sus dominios y por ello los demonios habían hecho todo por mantenerlo oculto. -Pero…-. Su mente automáticamente pensó en lo que eso podría haber significado en la Guerra, muchas de sus batallas habrían tenido un resultado muy distinto si los demonios también hubieran tenido un sanador, sobre todo uno del calibre de Shizuru. -Tsk, ya no es mi problema-. Tuvo que recordarse que esa Guerra había dejado de ser suya, que ya no tenía que pelear en nombre del Cielo, ni mucho menos poner a prueba su inmortalidad para salvaguardar la del Ángel Supremo.

Su inmortalidad….

Esa palabra sonaba muy extraña sabiendo que había estado a punto de morir.

Porque aunque tanto ángeles como demonios podían ser considerados inmortales gracias a su longevidad, ninguno de los dos era inmune a la muerte, ya que no morían, pero sí podían ser asesinados, como bien sabían ambas razas.

En pocas palabras, su vida podía ser eterna, siempre y cuando no apareciera alguien capaz de arrebatársela.

Y ella había intentado asesinarla sin querer mancharse las manos en el acto.

Era imperdonable.

Tensó la mandíbula. -Te odio-. Anhelaba que esa mujer tuviese bien presente cuanto le aborrecía. -Te odio…-. Iba a pronunciar el nombre que le repugnaba, pero…

Una punzada de dolor le robó la concentración, apretó los puños, por le menos ya tenía la fuerza necesaria para esa pequeña acción, era una buena señal. Otra punzada le hizo jadear, intentó pensar en algo que aliviara parte de su sufrimiento, pero todo lo que sabía que podría haberle ayudado, únicamente podía conseguirlo en el Cielo.

Gruñó presa de la frustración.

La puerta se abrió. -¿Podrías darme un poco de agua?-. En silencio, Shizuru cumplió su petición. -Gracias-. Dejó caer la cabeza en la cama, con una mueca de dolor que no iba a molestarse en disimular.

La castaña sabía que ese tipo de dolor fácilmente podría llevarle a la locura, aunque ya hubiese pasado por la peor parte. Dubitativa, puso una mano en su barbilla, quizá…

-Natsuki-. La mirada esmeralda se posó en ella. -¿Qué harías para aliviar tu dolor?-.

-Lo que sea-. Dijo con voz cansada.

-¿Incluso los tabús de nuestros mundos?-.

-Estoy hablando contigo, ¿No?-. Emitió un quejido. -Haré lo que sea necesario para sobrevivir-. No iba a darle el gusto a su intento de verdugo.

-Es bueno saberlo-. Su rostro mostró una extraña expresión que desconcertó a Natsuki. -No te duermas, volveré pronto-. Salió de la habitación y regresó 10 minutos después. -Lo que tú conoces que podría aliviarte, solo lo encuentras en el Cielo-. Se sentó en la silla frente a la cama, la oji verde desconocía cuantos años tendría aquella demonio, sin embargo, de repente, vio el peso del tiempo reflejado en sus ojos. -Y no podemos acceder a eso-. Abrió su mano. -Pero yo aun puedo conseguir ciertas cosas del Infierno-.

En su palma había un pequeño frasco de cristal, cuyo contenido, un líquido espeso de color rojo oscuro, en lugar de resplandecer parecía devorar la luz cercana a él. -¿Qué es eso?-. Era muy difícil despegar la mirada del frasco, tenía un algo que le llamaba, casi podía escuchar que el líquido decía su nombre, eso o el dolor comenzaba a provocarle alucinaciones.

-Elixir Infernal-. Shizuru supo que lo que estaba por hacer, estaba mal, en más de una manera. -Hecho en base a las hiervas que se extraen de los jardines del fondo del Infierno-. Pero en realidad, solo iba a terminar lo que ya había iniciado días atrás.

-Elixir Infernal…-. Natsuki no pudo ocultar su asombro. -Es real-. Siempre había creído que aquel era un mito de los demonios. Según lo que pasaba de boca en boca, prácticamente nadie poseía el conocimiento y habilidades necesarias para elaborarlo. -¿Quién lo ha hecho?-. Decidió que era mejor dejar de contemplarle, centró su atención en Shizuru.

-Yo-. Respondió sin mucho orgullo por tal hazaña. -Pero lo que importa ahora… -. ¿Lo que importaba? Estaba hablando con un demonio sanador capaz de hacer Elixir Infernal, dos mitos juntos hechos realidad ante sus ojos ¿Qué podía importar más? -Es que lo he traído para ti-.

Tal declaración causó que frunciera el ceño, ¿Era esa una broma? Si las medicinas sagradas curaban ángeles y mataban demonios, estaba segura de que las medicinas demoniacas tendrían el efecto contrario, maldición, lo había visto, guerreros de ambos lados cayendo por eso. -Shizuru…-. Desde lo más profundo de su ser, no creía que la castaña quisiera matarle, por eso dudaba de lo que sea que planease.

-Te aseguro que no es lo que parece-. Shizuru sabía que cualquier otro tipo de ángel no sabría que eso poseía la capacidad de matarle, pero Natsuki era un ángel sanador, por lo tanto estaría al tanto de todo, un muy buen motivo para temer que la otra temiera que quisiera asesinarla.

-Si consumo algo así, terminaré lo que ellos intentaron hacer-. Miró el frasco. -Sería suicidio-.

Shizuru desvió la mirada. -El Elixir Infernal puede ser consumido por cualquiera que tenga algo de esencia demoniaca, por mínima que sea-.

-Pero soy un ángel y lo sabes perfectamente-.

-Natsuki… si lo bebes, este sería el tercer tabú que rompemos-.

-¿De qué hablas?-. Sus pupilas se dilataron. -El primero ha sido mantener contacto entre nosotras… ¿Cuál… cuál ha sido el segundo?-.

-Cuando te encontré estabas a un paso de la muerte-. Mordió su labio inferior. -Y solo tenía una opción, la posibilidad de que sobrevivieras era casi de 0%, pero si no lo hacía en verdad ibas a morir-.

-¿Qué me hiciste?-. Su voz sonó gélida.

-Habías perdido demasiada sangre…

-Shizuru…

-Y usé la mía-.

La noticia le golpeó con una fuerza titánica, sangre demoniaca corriendo por sus venas… era una locura, eso era otra condena a muerte, ¿Era así como le habían salvado la vida? ¿Combatiendo muerte con muerte? -Era la única manera-. Tenía que comprobarlo, de otra manera, no podría creérselo. Realizó un esfuerzo monumental para moverse, y sin cuidado alguno, mordió su propia mano, encajando sus dientes fieramente para que la sangre brotara.

Cuando el líquido tocó su lengua lo supo, ahí había algo distinto, poseía un sabor más dulce, además, la imagen era una prueba innegable, su sangre seguía siendo plateada, pero era mucho más oscura, y el brillo que emitía en lugar de ser plateado, era como el oro, una característica propia de los demonios.

Shizuru esperaba que le reclamaran, que Natsuki estallará envuelta en ira y rabia, pero no fue así. -Entonces, lo beberé-. Aquella aparente tranquilidad era incomprensible para la castaña, Natsuki se dio cuenta de como le observaban. -No… no tiene caso perder la compostura ahora. Lo hecho, hecho está-. Le miró con rostro frívolo. -¿Qué efectos tendrá?-.

-No te sanará, pero hará que el dolor desaparezca, no habrá más agonía durante un largo tiempo, eso sí, deberás tener cuidado, aunque no duela, las heridas estarán ahí-.

-¿Cómo se sentirá?-. Necesitaba prepararse psicológicamente, dudaba mucho de que algo con ese aspecto, proveniente del Infierno, no tuviese efectos colaterales.

-Será como fuego líquido bajando por tu garganta-. Destapó el frasco. -Y tus entrañas arderán, pero en dos o tres minutos, la sensación se detendrá, y tu cuerpo dejará de sentir el dolor que tanto te aqueja-.

Natsuki asintió con la cabeza, ante la afirmativa, acercaron el frasco a sus labios, cuando el Elixir entró a su boca, sintió como si le metieran un hierro al rojo vivo, no gritó ni se echó atrás, siguió bebiendo, no era que no le doliera, porque lo hacía y mucho, mas no era nada comparado al suplicio de que le arrancaran las alas, después de eso no podría volver a ver el dolor de la misma manera, nunca.

Tomó hasta la última gota, tal como le dijo Shizuru, fue como si le prendieran fuego a sus entrañas, casi podría haber jurado que si abría la boca saldría una llamarada, tensó la mandíbula y apretó los puños, su expresión delató que estaba siendo realmente atormentada por el dolor, una chispa rojiza destelló en sus ojos repetidamente, por un segundo, Shizuru temió haberse equivocado, temió que el Elixir Infernal si terminará matándola, sin embargo, de ser ese el caso, el primer trago habría sido su verdugo, por lo tanto su cuerpo si que lo estaba aceptando aunque fuese a regañadientes.

La tortura duró un minuto y medio, cumplido ese plazo, llegó la calma, su mirada volvió a ser solo verde y su rostro se relajó por completo, tras días agonizando, finalmente sentía que su cuerpo tenía un respiro. Las heridas seguían ahí, lo sabía a la perfección, seguía siendo consciente de cada hebra de carne desgarrada, pero ya no le dolía, que era lo que tanto anhelaba. Al dejar de sentir que se desplomaría solo por respirar, fue capaz de moverse. Lentamente, premeditando cada una de sus acciones, separó el cuerpo de la cama y se puso de pie.

Aun después de haberle visto moribunda, aunque en ese momento tenía la piel bañada en sudor, y la mitad del cuerpo envuelto en vendas ensangrentadas, verle ahí, de pie, erguida con una mirada que contra todo pronóstico continuaba siendo imponente, fue impactante para Shizuru.

Natsuki le devolvió la mirada.

Y aunque ya se habían visto antes, esa fue la primera vez que en verdad se vieron a los ojos, la primera vez que vieron más allá de sus papeles como ángel y demonio, en silencio, fueron capaces de contemplar la esencia y alma de la otra.

Ambas encontraron algo que les gustó.

Repentinamente, una llama azul turquesa se prendió en el pecho de Natsuki, rápidamente consumió las vendas, mostrando su piel. El hecho, desde cierta perspectiva, era alarmante, sin embargo, su atención no se centró en el fuego que pese a estar en contacto directo con ella no llegaba a quemarle, porque no podía apartar la mirada de la llama que ardía en el pecho de Shizuru.

La castaña estaba en la misma posición, no parecía percatarse de su propia situación por estar contemplando la de Natsuki.

Era una escena por demás extraña, que vivieron en silencio.

Así como apareció sin ser llamado, el fuego se apagó sin aviso, dejándoles un recuerdo imborrable,

En el pecho de cada una, justo en el centro, había una marca, era el símbolo de una llama cuyo color parecía alternarse entre dorado y plateado, ambas tenían exactamente la misma forma y estaban sincronizadas en el cambio de color, pero había una pequeña diferencia, en el centro la de Natsuki tenía una S, y la de Shizuru una N.

Esa era una noticia mucho más impactante que el tener sangre demoniaca corriendo por sus venas, y también le daba sentido.

Natsuki sonrío de manera sombría. -Sabes lo que significa, ¿No?-. Comprendiendo que habían salvado su vida, al precio de ligarla eternamente a la de esa demonio de ojos escarlata.

Shizuru hizo un gesto similar, ya podía entender el porque de sus impulsivas acciones, la razón de sentir que necesitaba salvarle. -Sí-. Se acercó a ella.

Había un antiguo rumor, tan antiguo que casi había sido olvidado, y que ellas no conocían, este decía que la sangre de un demonio y un ángel podría mezclarse sin matarles, si estos estaban destinados a encontrarse.

-La vida no podría ser más irónica-.

-Apuesto a que pensaste eso cuando supiste que era un demonio-.

-No tiene comparación el saber eso-. Le tendió la mano. -Con el saber que mi vida ahora está ligada a la tuya-.

Shizuru tomó su mano, preguntándose que habría pasado si se hubieran encontrado, con Natsuki todavía siendo una guerrera del Cielo. ¿Se habrían matado antes de saber la verdad? -No creía en esos cuentos, ni entre los de mi propia especie-. ¿O habrían sentido lo que eran para la otra a tiempo? -Quien habría creído posible que…

-Un ángel…

-Y un demonio...

-Fuesen almas gemelas-. Dijeron a la vez.

Sabían que fuera de que fuese casi irreal, eso era complicado y peligroso, en todos los sentidos.

Y como Natsuki sentía que tenía una deuda. -Puedo irme ahora mismo, si así lo quieres-. No quería poner en más riesgos a su salvadora.

Shizuru sostuvo su mano con firmeza, hasta ese momento no sabía que tan fría podía ser la piel de un ángel. -No-. Pero podía acostumbrarse. -No te marches-. Corrección, necesitaba acostumbrarse.

-¿Segura?-. Sintió como la demonio le abrazaba, con extremo cuidado para ni siquiera por casualidad llegar a lastimar sus heridas expuestas, aunque ya estaba bajo el efecto del Elixir Infernal. El calor que emanaba de la piel de Shizuru le fue extraño y reconfortante a la vez.

-Natsuki…-. La ángel correspondió el abrazo. -Sabes tan bien como yo, que a partir de hoy, el separarnos no es una opción-.

Sus almas ya habían sido enlazadas.

No les quedaba otra alternativa, mas que la de permanecer juntas.

Aunque al resto del mundo no le pareciera la idea.


ESA MISMA NOCHE

Tras por fin ser capaz de moverse, uno de los mayores deseos de Natsuki fue el asearse. Shizuru le condujo al cuarto de baño, donde había dejado preparadas las cosas necesarias, iba a retirarse para darle privacidad, una mano en su brazo le detuvo.

-Quizá necesite algo de ayuda-. Le dio una pequeña sonrisa que fue correspondida con otra.

-Entiendo-. Le ayudó a quitarse las vendas y luego se desvistió para entrar con ella a la ducha.

El contacto con el agua caliente fue de lo mejor para Natsuki, era una de esas cosas que no sabía cuanto habías añorado, hasta que las tenías de regreso, se quedó ahí, bajo la regadera, durante diez minutos.

Después giró el rostro hacia donde estaban la cosas de aseo.

Pese a que había dejado de dolerle, sabía que debía ser en extremo cuidadosa, el lavarse el cabello implicaba movimientos que no le vendrían bien a sus heridas. Observó con impotencia la botella de shampoo, en silencio, Shizuru tomó el objeto, la oji verde asintió.

Con paciencia y cuidado, realizó la tarea, se tomó su tiempo porque Natsuki tenía una larga melena y debía procurar que al terminar, los mechones no cayeran sobre su espalda. Cuando finalizó, se percataron de que el agua que se iba por la coladera iba mezclada con sangre.

Shizuru le pidió darse la vuelta, lo que vio no le gustó. -Es como si tus heridas se negaran a cicatrizar-. Tocó su espalda, aun bajo la regadera de agua caliente, aquella piel era muy fría.

-Mi cuerpo…-. El pesar en su voz era palpable. -No acepta que me las hayan arrebatado-. Cerró los ojos, volvía a revivirlo, la cruda experiencia se sentía tan real en sus memorias que asustaba. Apretó uno de sus puños. Más que dolor, el recuerdo le provocaba rabia y rencor. -Mis heridas no terminan de cerrar, porque mi cuero aún espera recuperar lo irrecuperable-. Abrió los ojos y se dio la vuelta, contempló el cuerpo de Shizuru, iniciando en su rostro y pasando por la marca que les unía. -Veo que tú tienes pocas cicatrices-. Tenía una que otra marca, casi imperceptibles, su piel era una de las más tersas que había visto.

-No me enviaron al frente a combatir-. En cambio, ella volvió a detallar los múltiples recuerdos de la Guerra que Natsuki tenía en su cuerpo. -Y me exiliaron antes de que comenzara lo peor-. Era obvio que la oji verde sí había estado ahí, al pie del cañón, donde era matar o morir. -Pero veo que tú sí-.

-Desgraciadamente-. Muchas veces, incontables, entró en un profundo frenesí causado por la batalla, sin embargo, nunca le gustó.

Hubo un corto silencio.

Ambas sentían el agua mezclada con sangre en sus pies.

-Date la vuelta-. Pidió la castaña. -Haremos que tus heridas cicatricen-.

-¿Cómo?-. Cuestionó dándole la espalda.

Shizuru cambió a su forma demoniaca. -Esencia-. Y sus manos resplandecieron con un color carmín brillante.

-Pero…-. Iba a replicar, había entendido lo que Shizuru pensaba hacer, y era demasiado.

-Está bien, Natsuki-. Pero ella no titubeó.

-No tienes que hacerlo-. Sintió que la cola de la demonio se enroscaba en su pierna derecha, no se movió, no le molestaba, de hecho encontraba grato el contacto.

-Lo sé-. Emanaba aun más calor en esa forma, la temperatura era mayor que la del agua que llenaba de vapor el cuarto, y contrarrestaba el frío que provenía del ángel. -Pero quiero hacerlo-. Sus garras rozaron la parte trasera del cuello de Natsuki.

-¿Por qué?-. No le intimidaba el hecho de que de quererlo, Shizuru podía acertarle un golpe mortal en ese momento.

-Porque…-. Colocó ambas manos, mismas que seguían deprendiendo aquel fulgor carmín, en la espalda de Natsuki. -Eres mi alma gemela-.


TRES SEMANAS DESPUÉS

Finalmente sus heridas cicatrizaron por completo, gracias a que durante 20 días, Shizuru compartió su esencia demoniaca con ella, tal acción fue la solución perfecta para Natsuki, al costo de que temporalmente, la castaña no poseía poder y era tan vulnerable como una humana cualquiera.

Porque la esencia era la vitalidad misma.

Pero Shizuru había pagado ese precio con gusto.

Día a día había visto grandes avances en la recuperación de Natsuki, eso era suficiente para no arrepentirse, además… durante ese corto tiempo, aún más corto para seres tan longevos como ellas, lo que ya era un lazo predestinado había adquirido una fuerza titánica. Tenían mucho que aprender la una de la otra, había demasiado que entender y tanto más por vivir para llegar a comprenderse completamente, pero las marcas en sus pechos hacían que se profesaran confianza absoluta.

Natsuki estaba recostada en la cama, aunque a esas alturas era capaz de estar boca arriba, había adquirido la costumbre de dormir boca abajo. Abrió los ojos e instintivamente buscó a Shizuru con la mirada, por lo general, ella estaba ahí cuando despertaba, esperándole con una sonrisa.

-Shizuru-. Se talló los ojos. -¿Shizuru?-.

Al levantarse de la cama, encontró una nota, decía que había salido a hacer las compras.

No se habría preocupado, si no hubiera tenido una muy mala corazonada.

Inevitablemente, sus instintos se activaron, y odió no saber si estaba siendo o no paranoica pero…

La marca en su pecho comenzó a arder.

Y entonces deseó tener sus alas para poder ser más rápida que lo que sea que fuese a suceder.


Tranquilamente, Shizuru caminaba con rumbo al supermercado, justo estaba por subir el puente del parque cuando tuvo una pésima sensación que le provocó mirar al cielo, sin avistar algo que no fuesen nubes o pájaros.

No podía estar alucinando, y no creía en las coincidencias, agudizó el oído, pero tampoco escuchó nada extraño.

Aun así…

Algo no estaba bien.

Pensó en darse la vuelta y regresar a casa, sin embargo, se vio obligada a rechazar la idea, si había algo o alguien más ahí, no planeaba guiarle directo a Natsuki.

Esa ángel de ojos esmeralda, ya fuese por su lazo predestinado o por cualquier otro motivo, se había convertido en lo más importante para ella.

No le pondría en riesgo, aunque eso significara correr el riesgo por su cuenta.

Metió las manos a sus bolsillos y continuó su camino, fingiendo que no sentía que en cualquier momento aquella presencia se manifestaría.

La mala sensación empeoró.

Maldijo.

¿En verdad tendría tan mala suerte? ¿Iba a encontrarse con otro ser inmortal cuando ella carecía de poder para pelear?

Intentó pensar positivo, algo imposible con ese pésimo presentimiento clavado en su pecho, únicamente podía pensar… ¿Ángel o demonio?

En su situación, cualquiera era una mala opción.

Quiso apurar el paso, llegar a donde hubiera humanos, ni el más tonto del Cielo o Infierno se mostraría antes los mortales, no de aquella manera. Pero si se apresuraba, estaría pidiendo a gritos ser atacada ya.

Sin embargo, al final, no fue necesario hacer nada para provocarles.

El aire se volvió frío, y lo supo antes de verlos.

Descendieron hasta el suelo, quedando a cinco metros de ella. Eran dos, altos, fornidos y con expresiones soberbias, sus alas de color blanco grisáceo carecían de fulgor, eso en combinación con su ropa, delataba que no eran ángeles de la mejor categoría, pero si poderosos.

Les vio, le vieron, sus ojos que en antaño fueron sinónimo de luz, se veían turbios y sombríos, dominados por la sed de sangre.

Se hizo el silencio.

Quería echar a correr, no por cobardía, por prudencia, pues no tenía poder para hacerles frente.

Antes de que eso pasara, antes de que cualquier cosa sucediera, uno de ellos sacó un puñado de polvo color bronce, y lo sopló en su dirección, no había manera de esquivarlo.

Eso le obligó a mostrar su verdadera forma.

-Demonio-. Dijo con odio el segundo ángel.

-Una exiliada-. Dijo el otro, con una sonrisa burlona.

En su estado normal, estaba segura de que habría podido ser más veloz que ellos, en ese, no sabía quien sería el ganador en una persecución aérea.

Entonces el viento sopló y le llegó el olor.

Olor a sangre demoniaca.

Poco después pudo verlo, su ropa estaba manchada de dorado.

Los malditos habían estado ocupados antes de encontrarla a ella.

Ambos manifestaron sus espadas de energía, una era amarilla, la otra verde, las dos muy brillantes, con el filo suficiente para rebanarle el cuello a un demonio, era un panorama demasiado desalentador para Shizuru.

Pero antes de que intentaran algo contra ella.

Llegó Natsuki.

-¡ALÉJENSE DE ELLA!-. Bramó atravesándose entre Shizuru y los ángeles, sus ojos destellaban iracundos.

Verlos le enfureció por más de un motivo, el primero, la obvia intención que tenían de matar a la castaña, el segundo, el hecho de ver a otros ángeles, le había quedado un resentimiento de proporciones desbordantes contra su propia especie.

En cambio, ellos se quedaron de piedra al verle. No le habían tratado directamente nunca, pero al igual que el resto de los ángeles, sabían quien era. -Ku… Kuga Natsuki-. Sintieron que estaban viendo a un fantasma, el rumor se había esparcido cual pólvora, todo el Cielo decía que la oji verde había muerto, tras ser condenada por traición. -Tú…-. Y ahí estaba, viva, interviniendo por una demonio. -¿Cómo…-.

Natsuki iba descalza, vestida con el mismo pantalón con el cual le exiliaron, y con una camisa que llevaba abierta y cuyos bordes estaban chamuscados, porque en su pecho, su marca no había dejado de arder hasta que llegó a donde estaba la castaña.

Shizuru vio impactada como Natsuki, con una expresión que a diferencia de su mirada era de hielo, manifestaba su propia espada de energía, originalmente esta era azul turquesa, pero había oscurecido hasta ser azul marino, aunque seguía poseyendo su resplandor, e incluso era más fuerte, al punto de ser enceguecedor para los humanos.

Ellos seguían congelados por la impresión, o eso intentaron decirse a sí mismos, en el fondo sabían que estaban paralizados a causa del miedo.

No solo era el verle ahí tras ser dada por muerta.

Era el sentir su aura, que ciertamente era angelical, pero expiraba un aire demoniaco innegable.

Natsuki no lo pensó, decapitó al que tenía más cerca, su cabeza cayó y la sangre plateada salpicó el pasto.

Jamás había matado a uno de los suyos.

Pero no sintió ni el menor de los remordimientos.

Esto, a la mirada carmín le pareció por demás extraordinario y fascinante.

El ángel restante, aterrorizado al no comprender que estaba sucediendo, dejó de lado su soberbia e intentó huir. Podía sentir que la demonio casi no tenía poder, no podría perseguirle, y Kuga, quien sí emanaba una cantidad aplastante de energía, ya no tenía alas para seguirle. Volaría de regresó al Cielo y les diría lo que había visto.

Ambas sabían que no podían permitirse dejarlo ir. Debían mantenerse a la sombra, y si él tenía la intención de sacarles a la luz, era un motivo más para asesinarlo.

En efecto, en sus estados actuales era imposible ir tras él, pero eso no fue impedimento para silenciarlo.

La oji verde tenía una puntería perfecta e hizo uso de ella, llena de rabia, arrojó su espada, esta trazó un camino de luz hasta atravesarle el pecho a su objetivo, justo por el corazón, el cuerpo cayó con un estruendoso golpe que esparció más sangre en el pasto.

La espada desapareció, junto con el frenesí que invadía a su dueña.

-Dime que llegué a tiempo-. Contemplaba los cuerpos inertes. -Dime que…-. Aun sentía el corazón latiéndole deprisa. Cuando la marca comenzó a arder, sintió una preocupación que nunca había sentido por nada ni nadie, ni siquiera por sí misma.

-Lo hiciste-. Puso una mano en su hombro, el cuerpo de la oji verde se relajo. -No me hicieron nada-. Cambió el gesto por un abrazo. -Natsuki… ¿Cómo me encontraste?-.

-Te sentí-. Estaba comenzando a entender hasta que punto Shizuru y ella estaban unidas. -Solo… fui hacia ti-.

Ellas funcionaban a su propio ritmo, hasta ese día, habían estado durmiendo y duchándose juntas, también sabían de sobra que se atraían físicamente, sin embargo, nunca se habían besado, así mismo, eran conscientes de la importancia que tenía la otra, pero no habían exteriorizado con palabras el sentimiento que estaban creando. Algunos de los pasos que estaban dando juntas eran muy apresurados mientras que otros eran demasiado lentos, pero que podía esperarse en una relación como la suya, de una contradicción viviente.

-Natsuki-. Acarició su mejilla. -Te quiero-. Y finalmente le dio el primero de incontables besos.

Tras ese beso que marcó un antes y un después, vino una pregunta crucial, que surgió cuando Shizuru se dio cuenta del impacto que Natsuki causó en sus enemigos. -¿Qué tan importante eras en el Cielo?-. Habían hablado de muchas cosas, sin embargo ese tema nunca lo habían tocado.

Natsuki sentía las garras de Shizuru contra ella, así como su cola rozándole la pierna izquierda, y sus alas cubriéndoles del viento, era agradable, aunque en ese momento ella era quien les había protegido, se sentía protegida. -Era la mano derecha del Ángel supremo-. Contestó con pesar, difícilmente habría un ángel que no le conociera.

Y Shizuru lo sabía.

E igual sabía que siendo unas exiliadas, mientras permanecieran juntas, tanto Cielo como Infierno querrían ir por sus cabezas…

-Vámonos a casa-. Le sonrió a la oji verde.

Pero para eso alguien tendría que hacérselos saber, y no planeaba permitírselo a nadie, no iba a perder a su ángel solo porque ella era un demonio.


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