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Muñeco por Kanna_Chan

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Notas del fanfic:

MUÑECO

(STONY–HYDRAxTONY–AU)

 

Esta es una adaptación Stony del fanfic Muñeco de Sarae, el cual es Twincest de los Kaulitz (Tokio Hotel).

Hay cambios en la historia para poder adaptar todo este universo al de Marvel, así que si desean –y les recomiendo– lean la historia original si les llama la atención la historia.

Sin más que decir, lean si gustan de este fic :)

INTRODUCCIÓN.

 

El olor pestilente del perfume de la mujer que me acababa de follar en el más andrajoso baño de antro a kilómetros a la redonda no mejoraba mi ya de por sí estropeado humor. Me había quedado sin condones, y la sangre del novio de la chica del baño había malogrado mi ropa; por lo que la diversión del día se había acabado y era hora de regresar a casa.

 

El no poder abrir la puerta y ver que habían tirado los cerrojos y cambiado de llave era una patada en los huevos. Golpeé a más no poder, viendo como podía quebrar la puerta, pero las rejas tras ellas serían otra cosa. Iba a seguir gritando cuando la mierda de padre que tenía comenzó a responder. Bien podría sacarlo y dejarlo en la calle para quedarme con la pocilga que teníamos de cuarto, pero los barrotes colocados y los aparatos alrededor no me la iban a dejar fácil… por ahora. Sentí el dolor en mi mano y la sangre fluir por la ira. Me metí en el coche y prendí la calefacción, tendría que pasar la noche ahí.

 

Miré el GPS del carro, y presioné la mandíbula con fuerza. El malnacido de mi padre había planeado todo, reconocía la dirección que marcaba el aparto: Manhattan.

Había un maldito post-it pegado pidiéndome perdón y que “era lo mejor para mí”. No quise leer más y arroje el maldito papel a otro lado, escupiéndolo en el proceso. No iba a aguantar esta falta de respeto. Prendí el coche y tome una botella de cerveza que había en la guantera, presioné el acelerador y maldije con todo lo que pude la existencia de Howard Stark… ese infeliz me las iba a pagar cuando regresase.

 

¿Por qué tenía que importarle lo que hiciera?, ¿a quién le importaba mi moralidad, mi integridad o lo que esa mierda significase? ¿A quién le importaba si era un delincuente, un drogadicto o un mísero ladrón?, ¿por qué tanto lío si iba por las calles queriendo matar a cualquier imbécil que se le pusiese delante, o si follaba con cualquier mujerzuela que se le apareciese?, ¿a quién le importaba si usaba condón o no?, ¿si quemaba casas, coches o quizás uno que otro animal?... No era una buena persona, ¿y qué?, ¿a quién le importaba eso?

 

¿A mi padre? Já. El desgraciado pasaba todos los días tomando y desapareciéndose, apenas y lo veía… no le importaba un carajo si un día aparecía muerto.

¿A mi madre? ¿La perra que me abandonó con el malnacido de mi padre apenas y tuvo la oportunidad? Sí, claro… ahora los dos se venían a querer ser los buenos padres conmigo cuando pasaron toda su vida ignorándome. Oh, sí, pobre el marginal de nuestro hijo… Nada de eso tenía lógica.

 

Y, entonces, sin entender nada de lo que está pasando, me encuentro ingresando a la ciudad de Manhattan. Brillante. Elegante. Asquerosamente pudiente. La gente estaba caminando apurada, y los pocos bullicios producidos eran más autos que cualquier otra cosa… la sola idea de tener que vivir en aquella aburrida metrópolis me estaba pareciendo cada vez más una mierda. Pero no podía ser tan diferente a Morrisania, donde solo se podía confiar en la Ley de la calle, mejor dicho, mi ley.

 

Mi calle, mis leyes. Mi barrio, mi dictadura. Mis muñecos, mis juegos… y mi padre me había sacado de ahí… como un perro. Pero aprendería que eso lo iba a pagar caro.

 

Ahora tenía que llegar a la casa de mi querida madre, esa maldita puta que no había visto desde los cuatro años y de la cual no tenía memoria, y a ese pequeño hermanito que sabía que tenía pero nunca había visto… sabía que ambos vivían del dinero que había sido una vez parte de industrias Stark, pero que luego del divorcio, el idiota de mi padre había malgastado en su vicio de alcohol y otras drogas. Pero mamá no fue así, ella supo administrar el dinero y ahora tenían un huevo de pasta con lo cual seguro mi hermanito ahora era todo un pijo engreído. Seguro me querrían convertir en uno de esos, pero lo siento, mami. Tu hijo es todo un delincuente fichado por la policía a sus diecinueve años, y nada dispuesto a cambiar por nada en este mundo.

 

Ya lo veía venir. Solo una semana siendo como soy, y estaré siendo echado a patadas de ahí. Regresando con una sonrisa a casa, frente a mi padre, para partirle la madre por echarme en primer lugar. Y, no, no podría cerrarme la puerta esta vez ya que aún sigo siendo menor de edad… se tendría que aguantar. Oh, solo de pensar en ello me estremecía de satisfacción. Como me encantaba, la idea de pelearme, sentir la sangre salpicarme, mancharme, el dolor en la cara de esos pobres infelices, verlo, palparlo, producirlo… el placer del sexo brusco, sangriento, salvajemente brutal… me sentía por encima del resto, casi casi como un dios…


Pero ahora, en esta aburrida ciudad… ¿qué podría hacer? Necesitaba encontrar algún juguete con el que divertirme mientras estuviera ahí. Un muñeco, un bonito muñeco con el que aguantar esa insoportable estadía.. con el que jugar y disfrutar del sexo, y todo lo que conllevara. Un muñeco al cual hacer sufrir… un muñeco al cual manejar… un muñeco al cual romper y hacer sangrar… poco me importara quién o qué fuera…. No tenía preferencias por nada ni nadie… cualquier persona, cuánto más cerca mejor…

 

Solo se trataría de jugar con un bonito muñeco…

el muñeco más perfecto para mí…


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