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Por favor, escucha mi voz. por KuroGina

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Notas del fanfic:

Hola, he vuelto con mis cosas raras.

En un inicio iba a escribir un Kaita, despues el publico pidio Kaiha y finalmente acabe haciendo un Kairu... Ah, que vueltas da la vida (?)

 

Me inspire en un corto que vi por internet, asi que espero les guste.

Takanori trabaja en una cafetería.

 

Yutaka ama el café.

 

Todas las tardes, no importaba el mes o el día, siempre estaba ahí Takanori, atendiendo y desempeñándose como el mejor mesero del lugar.

 

De un lado a otro, con una jarra rebosante de la caliente bebida, llenando tazas a diestra y siniestra. Ese era su día a día.

 

Sin embargo, Ruki tenía un secreto, un pequeño gusto culposo que no podía ocultar del todo; Amaba cantar. Y un día su jefe logró escucharlo, suaves melodías que salían de sus carnosos labios, indicándole que lo ponían de buen humor para aguantar la jornada laboral de ocho horas.

 

—Hey, Ruki... —lo llamó su jefe, atrayendo la atención de ese chico rubio y bajito. —¿No quieres cantar en las noches como show? Podría darte un bono extra y además podrías mostrarles a los clientes tu bello talento.

 

Takanori era demasiado penoso, amaba cantar y escribir canciones, pero sólo para él y nadie más, pero a pesar de ello, asintió y aceptó ese trato.

 

Ahí todo comenzó...

 

Tanabe tenía la manía de siempre pasar por una cafetería. La observaba detenidamente y se detenía un par de segundos para inhalar el aroma a café, pero, ni aún así entraba al lugar.

 

Una semana, dos semanas, tres semanas y Yutaka finalmente entró al lugar.

 

Se sorprendió porque la cafetería era pequeña y hogareña, dándole cierto sentimiento de paz que en ningún lugar había sentido antes. Pero a pesar de ello, tomó asiento en la última mesa, buscando no incomodar demasiado a los demás clientes.

 

Lo primero que notó el castaño, es que ya había una taza limpia en la mesa, lista para ser llenada de la deliciosa cafeína. Eso le agradó de inmediato, le evitaría tantas cosas y eso simplemente lo agradecía.

 

Algo que siempre destacaba en Yutaka es que era demasiado distraído, nunca notaba ni las cosas más obvias que podían pasar ante sus ojos... Como en ese momento, en el que Takanori no despegaba la mirada de él.

 

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Ruki se había dado cuenta de que cierto chico castaño iba todas las tardes, llegaba alrededor de las seis y partía ya cuando el sol se había ocultado, un poco más o menos de las ocho de la noche. Ese chico siempre se sentaba atrás, en completo silencio y con su taza en una esquina de la mesa, en espera de ser llenada sin ningún tipo de contacto, después sacaba un libro y se hundía en su lectura. Todos los días, la misma rutina.

 

El rubio no quería aceptarlo, lo negaba una y otra vez, pero un día la realidad le cayó como una cubeta de agua fría.

 

Se había enamorado de ese cliente tan particular.

 

Su sonrisa que iluminaba todo el negocio, sus largos cabellos castaños que llegaban hasta sus hombros, la forma en que apretaba los labios cuando se concentraba y cada que suspiraba al beber un sorbo de la taza. Era demasiado encantador, era la luz de la cafetería y de la monótona vida de Takanori.

 

Una noche, el chico bajito se armó de valor y tomó el micrófono del pequeño escenario, llamando la atención de todos los presentes en cuánto se plantó en frente. Cerró los ojos y suspiró, comenzando a cantar una lenta melodía llena de cariño y amor, un amor tan extraño que sentía hacia un completo desconocido.

 

“Yo dependo de tu existencia... Mírame, sonríeme, nótame. Dame una señal para seguir con esta locura existencial.”

 

Su grave voz provocaba emoción en los clientes, algunos aplaudían, unos tantos sacaban sus celulares para grabar el show y otros simplemente lo miraban con la boca abierta, sin lograr comprender cómo un chico tan pequeño y lindo pudiera tener semejante voz. Pero, había un problema... Sólo una persona lo ignoraba por completo, manteniendo la mirada fija en su libro como si nada hubiera cambiado a su alrededor; ese castaño lo estaba ignorando olímpicamente, el hombre por el cual Takanori cantaba.

 

Algo que destacaba en Ruki no era su estilo tan peculiar de vestirse, ni su forma hermosa de cantar, sino que era un chico sumamente terco y perseverante, algo que hizo notar el resto de los días.

 

Noche tras noche, el menor cantaba una y otra vez la misma canción, pidiendo a gritos un poco de atención de ese castaño. Siempre había una pizca de esperanza, esperando al menos un movimiento o encontrarse con su penetrante mirada... Pero eso no sucedió. Ni hoy, ni mañana.

 

La vida no era un cuento de hadas, y se dio cuenta de la manera más cruel; un amor no correspondido.

 

Todos sabían que el mesero de la famosa cafetería "Morning" estaba enamorado del lector que se sentaba hasta el fondo. Sus compañeros de trabajo, e incluso su jefe, sentían pena por él.

 

No importaba cuantas veces le murmuraba un “hola” o le cantará casi a su lado, el chico nunca se inmutaba, ni siquiera le regalaba una mísera mirada.

 

Esa situación se había llevado por completo la autoestima de Ruki. Ya no sonreía y ya no hacía los shows por las noches, simplemente llenaba las tazas de café con suspiros y miraba a su chico con resignación, esperando que simplemente ese sentimiento se desvaneciera o que ya nunca volviera a verlo.

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Una tarde, Yutaka entró a la cafetería como todos los días, pero había algo diferente; no estaba solo. Un hombre más alto, con rasgos finos y enormes labios lo acompañaba, tomando asiento en frente suyo en la mesa que ya prácticamente le pertenecía.

 

Ruki los miró a lo lejos, detrás del mostrador mientras se dedicaba a acomodar las galletas, fingiendo hacer cualquier cosa menos espiarlos.

 

«Que asco, acabé siendo un acosador de primera» pensaba, suspirando cada tanto como el chico enamorado que era.

 

De un momento a otro, pasó algo que lo hizo palidecer, algo que hizo latir su corazón y teñir sus mejillas por la vergüenza.

 

Ante sus ojos, el acompañante de su amado comenzaba a hablarle animadamente, moviendo sus manos en frente del castaño en un lenguaje de señas. Kai sonreía como nunca, respondiéndole esa plática a su viejo amigo, olvidándose por completo del libro que siempre cargaba.

 

No había nada malo en Takanori, no era su voz ni su redondo rostro. Simplemente Yutaka no podía escucharlo, era especial a comparación de los demás.

 

Entonces... La esperanza resurgió.

 

Las semanas siguientes fueron un completo caos. Su vida se limitaba a: trabajo, observar a su cliente especial y estudiar. Un ciclo que parecía cobrarle con horas de sueño y dinero.

 

No importaba las noches en vela, ni las horas de práctica... Takanori casi lloró de felicidad cuando todo estaba listo.

 

Empezar de cero, esa era la meta.

 

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Una tarde de verano.

 

Ruki se había colocado la mejor ropa que poseía, se había ondulado el cabello e incluso se había colocado un poco de sombra negra en sus párpados. Todo debía ser perfecto.

 

En cuanto Yutaka entró a la cafetería y se sentó en su lugar, que ya le pertenecía por costumbre, y comenzó a leer con calma... Actos simples que hicieron sonrojar al más bajo de ambos.

 

Las manos del cantante sudaban, sus piernas le temblaban y sus mejillas ardían.

 

Tragó saliva y suspiró, buscando relajarse. Después de ello, tomó el micrófono y volteó hacia su jefe, sonriéndole con cierta complicidad.

 

Las luces del lugar se desvanecieron, dejando sólo un pequeño foco que alumbraba el pequeño escenario. En medio de éste, un chico pequeño y delgado mantenía la mirada baja, nervioso.

 

La ausencia de luz le dificultó la lectura a Kai, además, obligó que levantará la mirada y observará al escenario por primera vez.

 

Sus miradas se encontraron. Sonrieron. Takanori se sintió morir ahí mismo.

 

El rubio comenzó a cantar desde lo más profundo de su corazón, deseando por un segundo que Yutaka pudiera prestarle atención y "escuchar" lo que tenía que decirle.

 

La melodía comenzó, la grave voz del mesero resonaba en el lugar y sus manos se movían con torpeza. Cantando para su chico especial en un idioma especial; lenguaje de señas.

 

“Tu sonrisa es lo mejor que he visto...

Iluminas la habitación sin quererlo, volviendome loco en un minuto.”

 

Yutaka sintió que el aire le faltaba, sus mejillas ardían y su sonrisa no se desvanecía. Nadie había hecho algo parecido por él, nadie se había esforzado tanto para entenderle…

 

“Yo dependo de tu existencia... Mírame, sonríeme, nótame. Dame una señal para seguir con esta locura existencial.”

 

Sus dedos formaban figuras, sus muñecas rotaban y sus manos dibujaban símbolos en el aire. Las lágrimas no tardaron en brotar de sus rasgados ojos; estaba realmente jodido por su cliente.

 

La canción acabó a los pocos minutos, acompañadas por aplausos y felicitaciones de parte de todo su público. Pero a Takanori sólo le importaba alguien en específico, ese alguien que no dejaba de sonreírle y mirarlo con cariño. Lo había logrado.

 

Yutaka lo llamó con una de sus manos, invitándolo a tomar asiento a su lado.

 

Ruki, temeroso, se sentó y le sonrió.

 

—“Soy Tanabe Yutaka”

 

—“Yo soy Takanori Matsumoto”

 

—“Eres el chico más lindo que he visto en mi vida, ¿Lo sabías?”

 

Y en ese momento, Ruki se sintió morir de felicidad.




Una declaración de amor inesperada, que surgió de un encuentro inesperado.

 

Notas finales:

Fue algo sencillo por la falta de tiempo, pero no queria quedarme sin subir nada.

Espero les guste, acepto mentadas de madre y todo lo que gusten en los reviews (?)


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