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ESQUIZOFRENIA por juda

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Franchesco despertó con el movimiento de la cama.

Seba se estaba levantando con lentitud.

-¿Te estás escapando?

El pelirrojo lo observó.

-Tengo que ir a trabajar, gracias por dejarme pasar la noche aquí.

-¿Cuando nos vemos de nuevo? -le preguntó mientras se estiraba, lo agarraba por la cintura y lo tiraba nuevamente a su lado.

Seba parpadeó y Franchesco vio la confusión en su mirada.

-Quiero seguir viéndote. Besarte, tocarte. ¿Vos no?

-No creo que a Ale le cause mucha gracia que su mejor amigo esté con el loco de su hermano.

-No entiendo qué tiene que ver Ale en esto! Yo no le pido permiso a él cuando quiero ver a alguien... tu si?

Seba sonrió.

-Hagamos algo, dejemos que el destino vuelva a encontrarnos.

-No, Sebastián. Si no eres directo, me convertiré en un acosador y no te dejaré en paz. Dime que no quieres nada conmigo y me esfumo.

El pelirrojo lo observó un momento, tomó su celular, miró la hora, levantó las mantas y se metió debajo, cubriéndose con ellas nuevamente. Franchesco intentó destaparlo pero el otro lo impidió así que lo dejó hacer.

Por debajo de las mantas le sacó del boxer, luego la pija dormida y comenzó a chuparla.

Estiró la mano y movió los dedos.

-Lubricante!

Franchesco volteó un poco, abrio el cajón de una mesita que tenía al lado, sacó un frasco y se lo alcanzó.

El pelinegro cerró los ojos, todavía le dolía el culo de la última vez que Seba lo había cogido pero aguantaría si eso era lo que quería el pelirrojo.

Sintió la lengua por toda la longitud de su pija, por los testículos, iba y volvía lamiendo, haciendo ruiditos fuertes para que él escuchara, iba a explotar, comenzó a mover las caderas hacia arriba, intentando que llegara más hondo, escuchó cuando Seba hacía una arcada y eso lo puso a mil, le tomó la cabeza y la mantuvo firme mientras el volvía a dar otra estocada.

Sebastian se sacó las manos de encima y se destapó. 

Franchesco lo vio sobre él, hermoso y sonriente.

Se puso a horcajadas sobre su pelvis, tomó la pija y suavemente comenzó a descender, auto empalándose. No le había puesto preservativo, y podía sentir la entrada estrecha de Seba con tanta intensidad que lo desbordó. Se sentó envolviendo la cintura del pelirrojo con sus brazos y comenzó un intenso movimiento de mete y saca. Seba gritó en la segunda estocada, pero Franchesco sentía que no entraba lo suficientemente hondo y eso lo estaba desesperando, lo tiró sobre la cama, lo puso boca abajo y ubicándose sobre él, lo penetró de un solo empujón. El pelirrojo volvió a gritar, pero no le importó, ese culo lo llevaba al cielo y lo hacía descender con tanta velocidad que se iba a morir de placer, lo penetró bien hondo.

-DAME CON TODO! -gritó Seba y Franchesco no se contuvo, no tuvo piedad, lo embistió como si la vida dependiera de ello. Los gritos de ambos se mezclaban con el cabezal de la cama que golpeaba con fuerza contra la pared.

Seba acabó primero, mordió la almohada y gritó con violencia, Franchesco sintió cómo el esfinter se cerraba en torno a su polla y lo llenó por dentro con su semen.

Cayó sobre su espalda con la respiración a mil.

Cuando sintió que bajaban un poco las pulsaciones, sacó la pija que todavía estaba aprisionada en ese culo precioso y se tumbó a su lado.

Seba miró nuevamente la hora en su celular.

-Me tengo que duchar y ahora si debo ir a trabajar. No sé como haré porque creo que me partiste en dos.

Franchesco sonrió.

-Tu me dijiste que lo hiciera.

Sebastián le acarició el rostro.

-¿Te gustó?

-Me habría gustado más si no te escondías debajo de la manta.

-Era parte del juego!!! -se quejó el pelirrojo.

Franchesco se sentó y le acomodó el cabello rojizo.

-No entiendes, me gusta que juegues, pero los juegos siempre deben involucrar besos. Estuve esperando muchos años para besarte Seba y quiero hacerlo ahora todos los días.

El pelirrojo lo besó con fuerza.

-No te imaginas las ganas que tenía de hacerlo yo también durante todos estos años!

-¿Eso significa que seguiremos besándonos?

-Pero en secreto. No quiero que mi familia sepa de lo nuestro. No necesito más estrés. Quiero paz. -Seba estaba minimizando la situación, no quería que Franchesco  se enterara que no recordaba nada de la pelea con su padrastro. Que en lo más hondo de su ser tenía pánico que sus crisis estuviesen por estallar de nuevo.

Recordaba haber visto cuando el hombre se acercó a su madre y le propinó una trompada en el estómago que la dejó tirada sin aire, cuando ella gritó ante la bota que se levantaba para patearla, todo se volvió confuso, luego era ella, golpeándole el rostro, tomándolo del pelo para separarlo del hombre. El ataque del borracho llegó después.

Cuando se dio cuenta, tenía los puños doloridos y el tipo la cara ensangrentada. El primer golpe lo tomó por sorpresa. Mientras el hombre lo golpeaba una y otra vez, Seba no dejaba de pensar que había un agujero en el tiempo, que no recordaba haberle hecho daño, que nuevamente estaba pasando... otra vez, las crisis, otra vez... y lloró, no por la paliza que recibía, sino porque estaba sucediendo nuevamente.

Franchesco lo hacía inexplicablemente feliz y se aferraría a esa felicidad.

Se aferraría con uñas y dientes, protegería esa relación, la mantendría oculta para que nadie ni nada la dañara ni la manchara. Porque si la vida le obsequiaba ese oasis, él se apropiaría del agua y la bebería para poder salvarse.

El pequeño Franchesco, el hombre hermoso le pedía que tuviera una relación y él no podía creer su suerte. Nunca, ni en sus mejores sueños, habría imaginado algo así.

-Dios, soy el hombre más feliz del mundo -le susurró el pelinegro mordiéndole los labios.

-¿Tu madre ya se ha ido al trabajo?

-Si, a esta hora ya no está.

-Entonces vamos a la ducha, tengo exactamente 20 minutos para salir y quiero más. -le dijo mientras le tomaba la mano y la ponía sobre su pija que comenzaba a ponerse nuevamente dura.

-¿En la ducha?

El pelirrojo lo tomó por el cabello con fuerza.

-Si no voy a poder caminar bien en el trabajo, quiero que me duela el culo toda la semana, reventame de nuevo, más fuerte, más hondo. Partime en dos -gimió y a Franchesco la pija se le puso dura instantáneamente.

No tuvieron tiempo de llegar al baño, mientras se dirigían hacia ahí, el pelinegro lo acorraló en una pared del salón, lo puso de cara al muro, lo penetró con fuerza, con saña, y lo taladró con tanta velocidad y violencia que los dos acabaron a los minutos, entre gritos agónicos.


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