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ESQUIZOFRENIA por juda

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Al final no fueron al cine, terminaron en un bar del centro de la ciudad tomando capuccino.

Seba no solía hacer eso, no frecuentaba bares y mucho menos como esos. Había gente que no pertenecía a la zona underground donde se crió. "Gente fifí" solía decir Ale cuando se refería a esas personas que pasaban su tiempo con un pocillo de café, cruzando las piernas y hablando de trivialidades.

Tomás era de la zona baja donde vivía él, pero como estudiaba en la universidad, se manejaba con un tipo distinto de personas.

-No me gusta el café -le susurró.

-¿Quieres algo más?

-Tal vez un té.

-Para eso nos quedábamos en casa y tomábamos té mientras veíamos Hill House, nos queda un capítulo!!!

-Ok, no sé que más se puede tomar. El café es fuerte para mi.

-Yo pediré por vos, si no te gusta, pedimos un té.

Seba afirmó con el rostro y Tomás pidió para él un capuccino con canela, caramelo líquido y un toque de licor de dulce de leche.

-Que lindo lugar -expuso el pelirrojo mirando a su alrededor. El bar estaba ubicado dentro de una biblioteca gigante.

-Suelo venir aquí con mis compañeros.

-¿Cuando regresas a clases?

-Todavía tengo un mes de vacaciones.

-Dejarás el trabajo?

-Ni loco!!! De qué viviríamos con Mariana!!!! Tomé el turno de la mañana y la tarde para poder tener una mayor entrada económica, pero suelo trabajar en el turno de la tarde nada más.

Seba mezclaba su capuccino, le sonrió de manera triste y lo probó.

Tomás estaba a la expectativa.

-y?

-Es muy rico! -se sinceró el pelirrojo mientras abría grande los ojos.

Tomás largó una risita estridente.

-Tommy! -gritó alguien y el pelinegro miró hacia la espalda de Sebastián.

-Es un amigo, voy a saludar, ya regreso -le dijo mientras se dirigía hacia la mesa que estaba detrás de ellos. Seba siguió tomando su capuccino dando sorbos pequeños, disfrutando del sabor y el lugar. Cerró los ojos y pensó en él. En su fin de semana frustrado.

Tenía ganas de llorar y se sintió estúpido. No era un crío para reaccionar así, pero tenía tantas esperanzas en pasar esos dos días junto a él!!!

Tomás regresó, se apoyó en sus hombros y le habló al oído.

-Mis compañeros de universidad están detrás y me dicen que nos unamos a la reunión.

Seba volteó disimuladamente y los miró, eran cuatro que conversaban con tranquilidad.

-No, Tomás! ¿de qué hablaría con ellos?

-La mayoría somos estudiantes de la carrera de literatura y letras, ¿crees que no hay tema de conversación? -preguntó sonriente.

Seba volvió a mirarlos.

-Si te sientes incómodo me pegas una patada y nos vamos. Vos mismo has dicho que necesitabas distraerte.

-Ok, vamos -dijo mientras recogía su capuccino y se acercaba a la siguiente mesa, refugiándose detrás de su amigo.

-Chicos, él es Sebastián! -lo presentó y se sentó, Seba acomodó su capuccino e iba a buscar una silla cerca pero uno de ellos se levantó apresurado y se la atrajo.

-Hola Seba -gritaron varios.

El pelirrojo le agradeció con una sonrisa al pelinegro altísimo que le había acercado la silla y saludó con la cabeza a los demás.

-Te los presento: él es Raul, Emma, Máximo y el flaco alto que está junto a vos es Nicolás.

El pelirrojo no tuvo necesidad de patear a Tomás, hicieron una ronda nueva de cafés a las tres de la mañana y regresaron a las cinco.

Sebastián había logrado sacarse de la cabeza a Franchesco a base de capucchinos y libros, era la primera vez que se sentaba con un grupo y hablaba de tanta literatura. Se sentía lleno de energía. Había anotado un montón de títulos recomendados por los amigos de Tomás. El flaco alto también amaba el género del terror y estuvieron casi toda la noche deliberando sobre las consistentes diferencias entre el terror de King y el de Barker. Él también estaba viendo la serie Haunting of hill house pero Seba había leído el libro además, así que pudo exponer con exactitud como la cinematografía había respetado la base de angustia que tenía el libro más allá de que la historia era distinta.

-El lunes a primera hora me voy a comprar el libro -le aseguró Nicolás.

Seba estuvo a punto de decirle que él lo tenía en pdf, pero prefirió quedarse callado, el flaco alto parecía no tener problemas económicos, para él sería sencillo hacerse de una copia en papel.

Regresaban los dos caminando tranquilos, un ómnibus los dejaba a 5 cuadras de la casa así que el trayecto lo realizaron conversando sobre lo bien que la habían pasado.

-Cuando te fuiste al baño, Nicolás me pidió tu número, no se animaba a pedirtelo a vos.

Seba lo miró.

-¿Por qué no se animó a pedírmelo?

-No sé! supongo que se sintió intimidado!

-Por mi?? -preguntó sonriente. Nicolás era un universitario con una obvia situación económica de acomodo y pensaba que él: todo raro, todo friki... era intimidante? -Se lo diste?

-No, le contesté que primero te lo preguntaría.

El pelirrojo sonrió con tristeza.

Faltaban dos cuadras para llegar cuando los vieron cruzar, Ale lo iba llevando casi como un costal, Franchesco reía a los gritos.

-¿Ese es tu hermano? -preguntó divertido Tomás.

-Si.

Ale esperaba que no pasara ningún vehículo para cruzar la calle, Tomás y Seba pasaron por cerca de ellos, ya los estaban sobrepasando cuando se escuchó la voz del rubio.

-ESQUI!

Seba giró para saludar a su hermano, Franchesco había dejado de reír y lo miraba con asco.

-Ale -respondió a modo de saludo.

-A donde fueron a bailar? -gritó el rubio.

-Ellos no bailan -respondió Franchesco arrastrando las palabras -a donde fueron, par de aburridos? cogen hablando de libros también? -largó una carcajada chillona y Ale le pegó un parchazo en la cabeza.

-Disculpen chicos, está borracho -explicó cruzando rápido la calle para que su amigo no siguiera diciendo estupideces. Franchesco no solía tomar tanto alcohol hasta terminar en el estado en el que estaba, era una situación excepcional y lo comprendía, esa tal Nancy, esa perra lo había dejado así. De manera que le dijo en modo de advertencia que si seguía hablando de mas le patearía el culo hasta llegar a la casa.

Franchesco se rió mientras giraba la cabeza y veía como Seba y Tomás se alejaban.

-Si! deben coger mientras leen libros.

Y cuando a los 5 minutos se puso a llorar, Ale se pegó con la palma de la mano en la cabeza, ignoraba que su amigo era de los borrachos tristes.

Ale no sabía de la tristeza honda que sobrepasaba al alcohol, Ale no sabía que Franchesco, que hasta el último segundo había estado esperando que Seba apareciera para pedir explicaciones, lloraba por el pelirrojo y el amor platónico de toda su adolescencia que un día se convirtió en realidad pero que duró tan sólo un par de semanas.

-Dame su número, yo le escribiré -le dijo Seba a Tomás después de permanecer en silencio un largo rato, incómodos por lo que Franchesco les había gritado.


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