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ESQUIZOFRENIA por juda

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Durmió con la puerta cerrada con llave.

Agradeció a los dioses que Ale últimamente pasaba más tiempo con Cesar que en la casa, de todas maneras sabía que con su hermano mayor no se atrevería.

Ale no se habría contenido en golpearlo, Ale lo habría destrozado... no como él, que se sintió intimidado, humillado, insignificante.

Se levantó temprano para ir a trabajar, no había podido dormir bien, a pesar de tomar un somnífero suave se había despertado varias veces con los puños cerrados tan fuerte que tenía las palmas lastimadas por la presión que habían hecho las uñas.

-Sucio hijo de puta -susurraba mientras abría su puerta y se dirigía al baño, tenía la esperanza de cruzárselo, quería cruzárselo, quería que nuevamente le diera un motivo para destrozarlo, lo mataría, eliminaría la escoria de su vida. 

Tomó el cepillo de dientes, comenzó el cepillado. 

Hundiría las manos en esa mierda y lo daría vuelta como a un calcetín. ¿Alguna vez se habría atrevido a tocar a su hermano? Si se enteraba de algo lo asaría, lo cortaría en pedazos y lo comería. Le pegó una trompada a la pared y se miró en el espejo. La espuma rojiza caía de la boca, se había lastimado las encías con el cepillo. Respiró profundo.

Inhaló.

Exhaló.

Esa mierda de tipo no merecía que el tuviera una crisis.

Inhaló.

Exhaló.

Abrió la puerta del baño y se lo encontró en el pasillo. El hombre lo vio y Seba pudo ver el miedo en sus ojos, el borracho bajó la mirada y entró al cuarto que compartía con su madre.

El inmundo borracho le tenía miedo... hacía bien en temerle.

El pelirrojo sonrió con las encías sangrando.

No pudo beber su café de las mañanas porque las manos le temblaban tanto que tuvo que tomar un tranquilizante.

Cuando pudo respirar normalmente sin sentir que el pecho le estallaría, partió para trabajar.

Hacia el mediodía estaba calmado, pero las pastillas lo habían tirado anímicamente.

Le escribió a Tomás para que se juntaran para almorzar pero su amigo no veía los mensajes, seguramente estaba muy ocupado. Le mandó otro a Franchesco pero le respondió que estaba con Ale a punto de entrar a una entrevista por trabajo. La librería en la que era encargada Mariana estaba a tres cuadras de distancia, decidió que no le escribiría, iría a verla y mientras miraba qué nuevos ejemplares habían llegado la convencería para que saliera a comer con él. Necesitaba alguien que le levantara el ánimo y Mariana, con sus chistes malos, era la persona ideal.

La librería estaba ubicada en una casa antigua de techos altos, de esas que tienen un estilo rococó.

Entró despacio, abriendo apenas para que no sonaran las campanillas, sonreía con picardía... la iba a asustar. Mariana era la persona más miedosa que había conocido. Cuando estaba en su casa le fascinaba llegar por detrás y gritar BUUU para escucharla pegar alaridos.

Escuchó gemidos y se asustó. ¿Le pasaba algo? Cruzó por el mostrador y entró al cuarto donde tenían los libros nuevos para catalogar y los vio.

Oscar estaba sentado en el sillón y tenía a Mariana encima, mordiéndole el cuello, llevaba como única vestimenta un bombachita rosa.

Era la primera vez que veía a su amiga tan desatada, Oscar no podía hacer nada porque Mariana se lo estaba prácticamente comiendo! Mariana parecía una especie de pulpo, era admirable pensar que tenía solo dos manos porque se las arreglaba para tocar toda la humanidad del muchacho que estaba aprisionado bajo su cuerpo.

Se tapó la boca para que la carcajada no sonara en todo el lugar provocando esos ecos tan molestos, pero no pudo evitar un sonido nasal.

Mariana giró la cabeza horrorizada y lo vio.

Lo que hizo su amiga fue todo en un solo movimiento.

La vio abrir los ojos tan grandes que uno podría haber temido que se le cayeran de las órbitas, pegó un alarido agudo, se tiró hacia un costado, agarró de los pelos al pobre Oscar que no entendía nada y se cubrió con su cuerpo mientras pegaba patadas al aire y gritaba:

-NO MIRES SEBA, NO MIREEEEES, NO MIREEEEEEEEEES

El pelirrojo largó la carcajada y salió corriendo de la librería.

En la vereda chocó con un muchacho alto que estaba por entrar.

-¡Sebastian!

-Nicolás -contestó tapando con su cuerpo la entrada -Mariana está en su descanso, me dijo que cerrara la puerta. Atenderá recién dentro de una hora aproximadamente, estaba por salir a almorzar, o creo que estaba almorzando ahí, no entendí muy bien lo que estaba haciendo.

El pelirrojo cerró la puerta tratando de calmarse porque todavía estaba tentado de reírse.

-Tu ya almorzaste? -le preguntó Nicolás cuando vio que Sebastian se disponía a seguir su camino.

El pelirrojo volteó a observarlo.

-Estoy en eso!

-Justo estaba por ir a mi casa a almorzar, venía a retirar un libro que había encargado, dejé la comida en el microondas. ¿Quieres comer conmigo?

-En una hora y media tengo que regresar al trabajo, no dispongo de mucho tiempo, justamente por eso no regreso a mi casa para almorzar!

-Seba, vivo en la esquina -le anunció mientras señalaba una casa grande de dos pisos.

El pelirrojo lo pensó, se ahorraría dinero en el almuerzo y podría descansar un ratito. Los medicamentos lo tenían mal, el organismo siempre tardaba casi un mes en reacondicionarse a las nuevas dosis, recién iba un par de días. Se dormía, tenía ganas de recostarse y olvidar el mundo.

-No quiero molestar!

-¿A quien molestarías? Vivo solo! me harías un favor porque comer conversando con la pared ha dejado de ser divertido.

Sonrió con hoyuelo y todo.

Si el chico vivía solo implicaba que podría sacarse los zapatos y descansar. Odiaba los zapatos, prefería andar descalzo por la vida.

Aceptó gustoso.

-Pero yo pago los refrescos.

-No hay necesidad, tengo un vino que me envió mi abuelo que es una delicia.

-No puedo tomar alcohol -dijo sin pensarlo. Nicolás giró y lo miró.

-¿Por?

No iba a permitir que su nuevo amigo supiera que tomaba pastillas para su estrés, para dormir, para evitar futuros ataques, para que pareciera normal, para que no le estallara la cabeza y saliera con un hacha a matar gente. Se preguntó qué diría si supiese que en donde vivía le decían "El Esqui". Que su mismo padrastro le había mirado con miedo esa mañana cuando salió del baño con los labios llenos de la sangre que manaba de sus encías.

-Soy de esos raros que odian el alcohol. Vos no comes carne, yo no consumo alcohol -explicó regalandole otra sonrisa hoyuelosa que a Nicolás le bastó para que el mundo fuera el mejor lugar para existir.

Cuando se dirigían a la casa el celular del pelirrojo sonó. Franchesco le contaba que había conseguido trabajo con Ale en una cadetería y estaban por salir a festejar junto a otros chicos que también habían logrado entrar.

"Ok, cuidate, no bebas alcohol que tienes que ir a la escuela a la tarde" le contestó.

"Ok, Mamá" respondió Franchesco.

Se quedó mirando el celular unos segundos, le habría gustado que le preguntara como estaba o al menos si ya había comido, pero lo comprendió, era chico y estaba con sus amigos. Él era mayor, estaba en otra etapa de su vida.

Suspiró.

-¿Todo bien?

-Todo bien.

No solo pudo sacarse los zapatos sino que también Nicolás le prestó un par de pantalones deportivos que andaba arrastrando de tan largos que eran y una remera para poder descansar de su uniforme. Almorzó con su amigo, sentado en una alfombra de la sala donde estaba la biblioteca.

Mientras comían hablaban de libros.

Nicolás miraba cuando Sebastián le contaba sobre la novela que le había regalado, no esperaba a tragar lo que tenía en la boca, hacía pucheros violentos mientras masticaba y le contaba entusiasmado. 

Nicolás se preguntó si había algo más dulce que ese chico pálido (¿estaba bien? ¿estaba demacrado? ¿esas ojeras eran normales?) comiendo, hablando con la boca llena, siendo tan expresivo y elocuente que daban ganas de tenerlo al lado toda la vida.

El mayor se puso a hablar de filosofía y le comentó que estaba leyendo a Nietzche, mientras buscaba en la biblioteca un libro. Seba se acomodó mejor en la alfombra, cuando Nicolás regresó la vista, el pelirrojo había quedado profundamente dormido.

Se asustó un poco cuando le costó despertarlo.

Estaba por ser la hora que Seba le había dicho que debería regresar a trabajar. Para agilizar las cosas le llevó el uniforme, mientras se apresuraba a la sala, cayó la caja de pastillas.

Seba estaba desorientado aun sentado en la alfombra.

Nicoás se acercó con un refresco dulce y se lo dio.

-Tienes que tomar algo dulce para que tu organismo responda más rápido -le comentó. Seba lo tomó y el hombre le alcanzó la ropa.

Estaba un poco mareado.

Nicolás le pidió permiso y le sacó la remera para ponerle la parte superior del uniforme.

-Estas pastillas cayeron de tu pantalón -le susurró.

Seba tragó saliva y las guardó en el bolsillo sin mirarlo.

Nicolás se sentó en la alfombra y lo observó cambiarse.

-Mi hermano es psiquiatra, estudió la carrera luego de que mamá tuviera una depresión profunda que la llevó a suicidarse.

Seba lo miró.

-Si estás tomando ansiolíticos deberías descansar más. ¿Las pastillas son nuevas? Por eso estás tan cansado, tu organismo tardará en acostumbrarse y cuando lo haga ya no las sentirás.

-Estoy acostumbrado, pero me cambiaron la dosis y me causa sueño.

-Es normal! -respondió levantando los hombros y restándole importancia -Vivo a 3 cuadras de tu trabajo, considérame un amigo, puedes venir a comer y dormir un poco hasta que tu cuerpo se acostumbre a la nueva medicación.

-Gracias -susurró.

Era bueno tener en su vida gente como Nicolás o Tomás que lo comprendían.

Un mensaje de Franchesco entró a su celular, quería que esa noche lo buscara luego de la escuela.

"Quiero cogeeeer" puso en el mensaje.

Seba suspiró. Su niño hermoso le pedía cosas para las que aun no estaba preparado.

Cerró los ojos con fuerza. Necesitaba tanto descansar y Franchesco eran tan demandante!!!

Quería cerrar los ojos y dormir cien años.

La cordura de Seba comenzaba a fragmentarse y nadie estaba preparado para lo que se venía.


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