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La chica de la cafetería por Homotoru

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Lo que fue una noche bastante movida, se convirtió en un sueño para Alizze aunque no lo era: realmente había pasado. Ahora sólo estaba descansando en su amplia cama, mientras estiraba sus piernas para tocar con la punta de los dedos el soporte de madera, como siempre. Pero esta vez no llegó ¿Ella se había encogido? Imposible.
Aún dormida, sabía que algo andaba mal, pero sus parpados pesaban tanto y su cuerpo al no querer separarse de la adorada cama, le impidieron levantarse. Las sabanas la cubrían hasta la cabeza y se había envuelto el cuerpo entero con una suave frisa, pero a medida que los rayos de sol ingresaban por la persiana americana, las ganas de levantarse disminuían y su flojera aumentaba. Pero no fue hasta un buen rato que recordó que ella no tenía ni una sola persiana de ese tipo en su habitación, ni siquiera en su propia casa. Tampoco recordaba que el color de sus paredes fuesen blancas con pequeñas manchas de humedad.
Al darse cuenta de estos raros errores se destapó velozmente y vio que estaba en una habitación completamente diferente a la suya: Había un ropero gigante en vez de uno pequeño como el de ella; una computadora portátil, varios zapatos grandes y cosas que no le pertenecían. Hasta incluso la cama era mucho más grande que la suya ¡Por eso no llegaba al soporte!

"¿Aún estoy soñando?" pensó de forma infantil, claramente no lo estaba ya que todo lo que sentía y veía era real. El blanco de la habitación la ponía incómoda: "¿Fui secuestrada?" y no tardó en entrar en pánico. Al menos conservaba su ropa y sus zapatos rondaban en un costado de la cama, por lo que se los puso rápidamente y se dirigió a la puerta.
Al empujar de esta notó que rechinaba un poco y eso la asustó aún más, si su secuestrador rondaba por allí quizás la habría escuchado. No podía respirar prácticamente, en cualquier momento se desplomaría o se echaría a llorar. Pero trató de no dejarse atrapar por el pánico y estaba decidida a golpear a cualquiera que se cruce hasta salir ilesa de ese lugar. Arrimó su cabeza y notó una silueta que caminaba hasta su posición y cuando se escondió nuevamente, la silueta no era más ni nada menos que Taless.
– Ah, despertaste. Buenos días. – dijo él muy sereno. No se veía exactamente como la noche anterior, esta vez estaba bastante despeinado y parecía vestir piyamas.
Alizze, quien pasó por el peor susto de su vida, se quedó muda ¿Qué hacía él allí? ¿Entonces él era el secuestrador? Sin embargo, Taless respondió de inmediato dando explicaciones:
– Te sentías un poco mal y tuvimos que salir por aire, cuando te sentiste mejor decidí enviarte a tu casa en taxi pero no me decías la dirección. Me insististe con que tus padres se enojarían muchísimo si te veían borracha, te pregunté si querías quedarte pero te dormiste en el viaje. Así que te traje aquí.
La mirada de Alizze no había cambiado y Taless aún percibía miedo por parte de ella: – No te preocupes, no te hice nada ni le puse nada a tu bebida. Pero creo que tu cuerpo no está acostumbrado a ello, por lo que te dejé dormir en mi habitación ¿Descansaste bien?
Ella bajó la mirada y se avergonzó por sus propias acciones ¿En serio había ocurrido aquello? Tenía miedo de preguntar si habría pasado otra cosa más que no recordase.
Un silencio incómodo invadió a los dos quienes no volvieron a cruzar miradas, Taless sabía que ocurriría esto y no quiso meterla en más problemas. Alizze se abrazó a sí misma y pegó un fuerte suspiro, no podía calmarse adecuadamente.
De pronto salió del pasillo una mujer con el cabello completamente enrulado y pelirrojo, era un poco más alta que ella y su rostro estaba adornado por cientos de pecas. Era preciosa, tanto que Alizze no pudo evitar en que esa era el tipo de mujer que hubiera querido ser.
Con una sonrisa de oreja a oreja les hizo una seña a ambos: – El almuerzo ya está servido.

Alizze se sentó en una silla y a pesar de que no tenía hambre, la mujer le sirvió un abundante plato de lasaña que se veía tan tentador que no pudo negarse a aceptarlo. Taless se sentó a su lado y le ofreció jugo de naranja, del cual sirvió en un vaso de vidrio. Cuando la mujer se sentó, los tres tomaron sus tenedores para probar la comida e inesperadamente la pelirroja comenzó a charlarle de forma muy animada: – No puedo creerlo ¡Es la primera vez que trae a una novia! – comentó.
Alizze enrojeció levemente y Taless también, incluso tosió ante la confusión: – No mamá, ella no es mi novia. Es sólo una amiga. – corrigió él y la miró: – Ella es mi madre, se llama Dana.
– Un gusto conocerla. – murmuró Alizze. La mujer se veía demasiado joven como para ser la madre de él ¿Cómo podía conservarse tan bien? Alizze sabía que Taless tenía 23 años y siendo mayor que ella... Era extraño. Se veía más como la esposa o hermana que ser la madre, incluso ser la compañera de piso.
Aún con ese pensamiento en su mente, cortó en una porción la comida y la llevó a su boca para saborearlo: – Wow. Está exquisito. – Dijo mirando a Dana – Hace mucho no comía lasaña.
La mujer sonrió y respondió: – Él cocinó, yo solamente cuidé que no se pasara con la cocción del horno.

Fue una sorpresa para ella que Taless fuese el cocinero, en serio que estaba riquísimo, pero antes que ella le dé las gracias a él la madre volvió a hablar.
– Que bonita eres, puedes venir a almorzar siempre que quieras. Él seguramente va a decir que no ¡Pero qué más da! Si no vienes a verlo, ven a visitarme aunque sea un rato. Por lo menos un fin de semana, que yo trabajo los días hábiles y él también.

Alizze se puso roja como un tomate al oírla, era la segunda persona que no era de su familia que le decía cumplidos (y la primera fue Taless) además que de ser invitada cuánto ella quisiera... Pero en su mente jamás se había sentido preciosa, pero trataba de adaptarse a ello ya por su sexo biológico y con el que tenía que lidiar aún. Eso la despabiló... Taless no sabía que ella es transgénero ¿O sí? De repente se le fue el apetito y volvió a quedarse muda. Su estómago no ayudaba para nada, pero al menos no quería vomitar. Él lo notó y de inmediato le dijo a su madre que deje de hablar.
– ¿Quieres volver a tu casa? – Preguntó él mientras sacaba su teléfono móvil y Alizze asentó positivamente – Llamaré un taxi.

Ella no paraba de pensar en lo que diría su madre "¿Dónde estuviste? ¡Estas no son horas de llegar! ¿Por qué no me llamaste" entre otras. Ya se había puesto más nerviosa y todo la estaba haciendo sentir mal.
"No debí salir" pensó para sus adentros, pero la había pasado tan bien. Bebió alcohol, bailó canciones que le gustaban y se besó toda la noche con un chico, bueno, con un hombre. Era algo que ella veía muy utópico pero se cumplió, incluso durmió en la casa de éste pero no hicieron nada. Taless había sido un hombre amable y su madre también, ambos le gustaban.
Pero más le gustó él y no quería arruinar su buen trato por esto. Ahora con suerte sólo podría verlo en el café y por culpa de su propia irresponsabilidad, no volverían a salir. Se sintió de lo peor. No quería que Taless pensara que aún era una niña, pero con esto sabía que no iba a ser lo mismo.

El taxi llegó y Alizze saludó a Dana, pero sus ánimos ya se habían esfumado. Taless la acompañó y para su sorpresa, ellos vivían en un departamento así que tuvieron que bajar por un ascensor en silencio.
Antes de salir, ella le estiró la manga de su camiseta: – Gracias. – pudo lograr decirle.
– Fue un placer. – respondió él, y antes que ella lograra irse, Taless se agachó hacia ella y volvió a darle un pequeño beso en los labios. Esta vez ambos sobrios, Alizze no entendió el porqué pero le correspondió. Sin duda se había encaprichado con besarlo toda la noche y hacerlo una última vez no vendría mal.
Cuando ambos separaron sus labios, ella conservó el sabor de lasaña que Taless preparó con esmero pero que él mismo le pasó con el beso, y completamente sonrojada subió al taxi mientras se despedía de él. Alizze con cansancio deseaba dormirse otra vez pero por casualidad miró por el vidrio del coche y notó que él seguía parado: la observaba desde la salida de su departamento mientras el taxi se alejaba aún más, hasta que finalmente lo perdió de vista. Sintió pena porque quería pasar más tiempo con él, conocerlo... Y besarlo, aunque sea una vez más.


Siendo pasado el mediodía, al llegar a su casa tuvo que aguantarse todo el berrinche y sermón de sus padres que claramente veía venir. Ella admitió su error, primero y principal no les había avisado que regresaría por esas horas. Su madre le comentó que sólo estaba algo decepcionada, creía que ella era lo suficiente adulta como para al menos mandar un mensaje de texto pero sólo optó por ignorar las llamadas. Cuando casi se habían calmado, su padre le preguntó en donde estuvo y ahí fue cuando Alizze sintió un nudo en la garganta.
"¿Cómo se los digo? Bueno, primero fui a dormir a la casa del hombre con el que me besé toda la noche, dormí en su cama, me confundieron como su novia y él me besó otra vez" No, no respondería eso.
– La chica que me invitó me dejó ir a quedarme en su casa para descansar un rato, ya saben... Esa chica llamada Pamela. – mintió nerviosa, su madre la miró con sospecha.
– Creí que dijiste que te había invitado un chico. – exclamó su mamá, esta vez su padre le clavó su mirada también.
Contuvo sus nervios y el nudo cada vez era más grande: – Ah, sí. Pero él era el DJ, la que me acompañó fue su hermana realmente. – Intentó arreglar su mentira – Ella es muy amable, un día la traeré a casa. Si me disculpan. – dijo nerviosa, escapándose de sus padres mientras subía los escalones hacia su habitación.
– La próxima vez, avísanos por favor. Muchas cosas pasan en la calle. – murmuró su padre, aunque tuvo que decírselo casi gritando al verla escaparse de la situación.
Alizze sonrió para sus adentros al escuchar "la próxima vez" y se encerró en su cuarto.
Procedió a desvestirse y optó por una vestimenta más cómoda, para descansar lo que resta del día en su cama. Al quitarse su sostén con relleno, tocó su pecho plano y por primera vez no sintió disgusto. Su acompañante la había besado y también le dijo cosas bonitas, su autoestima estaba hasta el cielo. No podía esperar hasta verlo otra vez, sabiendo que no sería lo mismo. Pero al menos ese hombre la hizo sentir muy bien, y quería conocerlo mejor. Finalmente se acostó en su cama y estiró sus pies hasta el soporte, esta vez llegando con la punta de sus dedos.
Antes de volverse a dormir, desbloqueó su teléfono móvil y tenía un mensaje. Al abrirlo, notó que el contacto estaba agendado a nombre de Taless y decía "¿Llegaste bien?".
– Mucho más que bien. – respondió ella y felizmente le escribió el texto, pero a los pocos minutos el cansancio le ganó la batalla y volvió a dormirse. Ya no estaba en la gran cama de Taless, pero deseaba despertarse y estar otra vez allí.

 


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