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Gema gitana. por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Holaa, aquí les traígo el cap seis de este fic, gracias a las personas que leen, un saludo

- o - ’ - o -

 

El viaje en el auto de regreso a casa era tranquilo pero Kardia no dejaba de notar que su Dégel estaba taciturno con la mirada perdida en el exterior de la ventanilla, mirando sin mirar. Imaginaba que era a causa del muchacho gitano, desde que el francés conoció a ese joven algo cambió con él, parecía que la presencia de Camus en su vida le hizo reavivar una esperanza que Dégel mantenía en secreto sólo para sí mismo.

 

Al mismo tiempo en que el griego pensaba todo aquello con la mirada hacia al frente, Dégel se perdía en el borroso paisaje del exterior. En verdad le emocionó mucho ver a Camus, hablar con él y mejor aún, haber podido abrazarlo. No sabría explicarlo pero la sensación que experimentó al envolver esa delicada anatomía entre sus brazos fue de absoluta paz, como si ese fuera su eterno lugar. La fragancia y el calor del otro francés le reconfortaron de tal modo que estaba más que convencido de desear volver a verlo, apreciar esos hermoso ojos azul noche, y escuchar la armoniosa voz de un bello y sonriente Camus.

 

Con una enorme tristeza brillando en sus orbes violeta, sonrió lleno de las ansias de sentir a su pequeño negado en aquel encantador muchacho gitano.

 

Otra mente que divagaba con el joven de bella faz en ese auto sin duda era Milo, en sus años de vida el escritor no recordaba haber visto antes a un ser tan atractivo como ese peli-turquesa, El griego menor era una persona exigente a la hora de posar sus ojos sobre alguien y no es que fuera un hombre superficial, era solamente que algo en Camus lo llamaba como un poderoso imán. Aún así seguía molesto por pensar que el gitano pudo lastimar a Dégel, eso era algo que no le podía perdonar, pero también era cierto que en su interior deseaba volver a ver al menor.

 

- o - ’ - o -

 

Los alegres números comenzaban a llegar a su fin, las personas iban y venían pero Camus quiso caminar en soledad, por ello avisó a su familia sobre lo que haría y comenzó a alejarse un poco del bullicio puesto que necesitaba pensar. En su pecho había un sentir extraño, como cuando se tiene ansias por algo que va a ocurrir, o esperar a alguien que ha de llegar en cualquier momento pero no sabía el por qué de eso. Todo fue cuando ese hermoso y amable señor llamado Dégel lo abrazó.

 

Si era sincero tampoco comprendía a ciencia cierta de donde surgieron los enormes deseos de abrazarlo pero parecía ser que al peli-verde le pasó lo mismo porque también buscó rodearlo en un abrazo, uno que era cálido y se sentía como si llenara un gran espacio con su propio tacto. Le parecía por demás extraño pero a pesar de eso admitía que le hizo sentir una tremenda paz.

 

Y hablando de paz, Camus no se daba por enterado de que muy pronto ese sentimiento desaparecería para dar paso a la angustia.

 

—Vaya, vaya. Miren lo que tenemos por aquí —escuchó una masculina voz que venía de atrás de unos árboles a unos metros de él.

 

Al escuchar esa voz burlesca, Camus volteó veloz y asustado a verle con el terror tiñendo su bello rostro. Se hundió tanto en sus pensamientos que no se dio cuenta que caminó hasta estar detrás de unos frondosos y numerosos arboles, alejándole de la mayoría de las personas y de su familia, poniéndose a merced del último hombre del que quería saber por el resto de su vida.

 

—¿¡Qué diablos haces tú aquí!? ¡Vete! —exclamó poniéndose a temblar.

 

Camus comenzó a respirar aceleradamente ante su desesperante situación, estaba lejos de alguna persona que pudiera ayudarlo, tenía miedo de estar de nuevo solo con Surt.

 

—Tranquilo cariño —le sonrió mirándole con una mirada afilada sin dejar de avanzar en su dirección—, sólo quiero que hablemos, es todo.

 

—¡Yo no tengo nada que hablar contigo! —le dijo serio—. Así que hazte a un lado y déjame volver a donde está mi familia —frunció el entrecejo.

 

El pelirrojo sonrió con altanería mirando divertido como el menor temblaba.

 

—Creo que eso no se va a poder. ¿Recuerdas lo qué me hiciste hoy en el lago? —frunció el ceño con enojo, logrando que Camus se asustara más.

 

—¡T-te lo merecías! —exclamó nervioso—. Te dije que me dejaras pero no te importó —refutó retrocediendo con cautela.

 

—Tú me perteneces Camus hermoso, no tengo porque detenerme cuando lo que más deseo es hacerte mío —sonrió con malicia—. Mejor deja de resistirte y entrégate a mí por las buenas, tu padre sabrá que fui el primero en besarte y no le quedará otra opción más que dejar que te despose.

 

—¡No! ¡No voy a permitir que lo hagas, antes prefiero morir que estar a tu lado! —expresó asustado y comenzando a sollozar— ¿P-por qué, por qué no me dejas en paz?

 

Camus estaba desesperado, necesitaba escapar pero el pelirrojo obstruía su camino, y si tentaba a la suerte queriendo cruzar corriendo tenía el riesgo de ser capturado y ahí si que Surt no sólo iba a besarlo, sino que podría provocarle un enorme e irreversible daño, uno que lo podría llevar al repudio de su gente y ni se diga de su familia.

 

Tenía miedo e internamente se maldecía por haberse alejado de las personas, ahora por su descuido estaba ahí llorando como un animalillo acorralado frente a su depredador desalmado.Surt lo había estado observando toda la noche, presenció su danza relamiéndose los labios al imaginar que así se movería estando debajo de su cuerpo, y su deseo por tenerlo se intensificó a niveles peligrosos, también fue lejano testigo de como el peli-turquesa fue abrazado por un hombre que por su pinta lucía de buena posición económica. Ante esa escena el pelirrojo arrugó el entrecejo pensando que sería algún pervertido que quería comprarle unas horas de compañía cual prostituta de burdel, pero se relajó al ver como ese hombre de cabellera verde se alejaba junto con un joven hombre de ensortijados cabellos azulinos hacia otro muy parecido al último. Pasó alrededor de media hora cuando vio como Camus se alejaba a pasos calmos de donde estaba su familia hasta perderse detrás del pequeño bosque a un costado de la plaza, sonrió al notar que iba solo, era una oportunidad que no podía desaprovechar por lo que sigiloso siguió al menor hasta que le habló.

 

—Ya te lo he dicho, me gustas, te deseo —le respondió serio.

 

—Pero el deseo no es nada más que una emoción que se acaba. ¿De qué sirve si al tenerme te aburrirás de mí y luego me ignorarás?

 

—Eso no pasará, sí te deseo no es sólo para un momento —se acercó más logrando en respuesta el retroceso del más bajo.

 

—Es mentira, yo no quiero terminar con alguien por su capricho —negó con el rocío de su angustia corriendo sobre los pétalos de sus mejillas—. Surt yo quiero amar y que me amen… Aunque ahora no sé si pueda pasar ya que me robaste mi beso blanco, y nadie querrá estar conmigo… —sollozó cerrando con fuerza sus ojos al recordar.

 

—¡Tú no puedes estar con ningún otro que no sea yo!

 

Surt no pudo contenerse al imaginar que Camus pudiera estar con otro hombre, para el mayor el otro era suyo lo quisiera o no. Y si el hermoso joven no estaba con él no estaría con nadie más.

 

Se movió rápido con la intensión de apresarlo pero Camus previendo lo que tramaba Surt, recordó los pasos de su danza y ejecutó un giro que lo alejó de su acosador. Aprovechó entonces para correr sobre sus pasos para encontrar la salida de esa arboleda y huir.

 

No volteó hacia atrás, sabía que Surt lo seguía de cerca y eso lo asustaba más, debía escapar y solo no iba a lograrlo así que decidió que lo mejor era pedir ayuda.

 

- o - ’-o -

 

La pequeña familia de la gema gitana recogía las pocas cosas que llevaron para disfrutar de las presentaciones, los menores levantaban algunas mantas que fueron colocadas en el verde pasto, el padre acomodaba alimentos en una canasta mientras que la madre buscaba en las cercanías a su hijo mayor. Shaina estaba angustiada, no lograba divisar a Camus por ninguna parte, y en su pecho una opresión le impedía respirar bien, la mujer tenía un mal presentimiento.

 

—Albiore, Camus no aparece y siento que algo le está pasando —le dijo a su marido, interrumpiendo la tarea que realizaba.

 

Albiore frunció el entrecejo extrañado, desde que Camus les dijo que iría a caminar un momento no lo hubo vuelto a ver, y era hasta ahora que ya estaban por marcharse que notaban que el muchacho no regresaba.

 

—Ya tiene rato que se fue, es raro que no aparezca ya debería estar aquí —respondió buscando a su hijo entre las persona que aún estaba en la plaza.

 

—No les diga nada a los niños —le pidió nerviosa pero decidida—, yo iré a buscarlo no creo que esté lejos.

 

Albiore asintió no muy convencido de dejar que su mujer se fuera sola pero cuando la peli-verde estaba por darse la vuelta para emprender la búsqueda, un grito de su hijo pidiendo ayuda les heló la sangre. Shaina volteó a ver al rubio con los ojos bien abiertos y el miedo brillando en sus verdes orbes.

 

—¡Ayúdenme! ¡Por favor ayudaa!

 

—¡Mi hijo! ¡Mi hijo me necesita!

 

Sin esperar respuesta del hombre, ella salió corriendo de prisa por el camino donde se escuchaba la petición de ayuda, pero Albiore no se quedó atrás y se fue tras su mujer no sin antes pedirle a los menores que no se movieran del lugar hasta que ellos volvieran. Los chicos asintieron nerviosos y preocupados viendo como sus padres corrían con rumbo hacia donde la voz de su hermano Camus se escuchaba.

 

—¿Camus está bien, Isaac? Por favor dime que está bien…

 

Los ojos celestinos de Hyoga se llenaron de lágrimas ante el miedo que le provocaba la idea de que a su amado hermano mayor le haya pasado algo malo.

 

Isaac abrazó al menor para tranquilizarlo.

 

—Nada le puede pasar a Camus —acariciaba los rubios cabellos—, él está bien, es muy inteligente como para que le pase algo malo, no te preocupes…

 

Isaac quería creer en sus propias palabras, también estaba nervioso pero debía ser fuerte por él y por Hyoga.

 

- o - ’ -o -

 

La pareja de padres corría como si su vida dependiera de ello, guiándose por los pedidos de Camus llegaron hasta donde comenzaba un camino oculto por árboles, su hermoso hijo corría en su dirección y detrás de él reconocieron a Surt. Al ver a ese pelirrojo Shaina se molestó en sobremanera al recordar que el muy infeliz forzó al peli-turquesa a entregar su beso blanco.

 

Por otra parte Camus sentía que su pecho ardía al respirar al mismo tiempo en que gritaba y corría, y es que sus piernas ya no daban para más. Se había quedado sin fuerzas para seguir hasta que su perseguidor le dio alcance tumbándolo al suelo lleno de hojas.

 

—¡Aléjate de mí! ¡Déjame ir! —suplicaba peleando por sacárselo de encima hasta que de tanto movimiento quedó boca arriba.

 

Surt buscaba la manera de someter a Camus, estaba sobre él sujetando con fuerza las delicadas muñecas, y con cada pierna a un costado del menor sin importarle las lágrimas de terror que corrían cual catarata de los ojos zafiro.

 

Pero lo que el de mirada violeta no vio venir fue a la madre de su presa que con un fuerza otorgada por la adrenalina, lo tomó de los hombros desde la espalda y lo haló arrojándolo lejos de su asustado hijo.

 

La sorpresa de la acción fue tanta para el muchacho pelirrojo que no sintió cuando fue que apareció Albiore, quien lo agarró del cuello para darle un fuerte puñetazo en el rostrocon toda la intensión de castigar su alevosía. Shaina por su lado se arrojó al suelo para abrazar a su hijo y tratar de calmarlo.

 

—¡Mamá! —Camus abrazaba con fuerza a la fémina, ella podía sentir a su hijo temblar con fuerza, lo apretó más contra su pecho sintiendo las lágrimas mojar su piel.

 

Estaba molesta con el pelirrojo por lo que había ocasionado a su pequeño, ella en verdad deseaba golpear al tipo ese pero para su alivio ya su esposo lo estaba haciendo.

 

—¿¡Qué demonios querías hacerle a mi hijo, maldito!? —Albiore sacudía con violencia al menor, estaba enfurecido.

 

—¡Reclamar lo que es mío, Camus sabe que es mío! —gritaba forcejeando con el rubio.

 

—¡Camus no es ningún juguete, mocoso estúpido! —le respondió con rabia el padre arrojando al chico al suelo con fuerza.

 

—¡Él me pertenece porque yo fui el primero en besarlo! —escupió poniéndose de pie y mirando al mayor con odio— ¡Si en verdad eres un hombre honorable harás cumplir lo que mandan las leyes de nuestra gente, dejarás que despose a Camus! —se le puso en frente a Albiore con una actitud desafiante.

 

El rubio agrandó sus ojos incrédulo de lo que escuchó, y más aún al escuchar la furiosa voz de su esposa gritar ahora a su lado.

 

—¡Tú forzaste a Camus, maldito! ¡Él no se casará contigo, le robaste su beso blanco a la fuerza cobarde!

 

—Shaina…

 

Albiore estaba en shock, la actitud de su mujer confirmaba que lo que Surt dijo era verdad, él había besado a Camus y posiblemente éste se lo haya contado a su madre al tener miedo de que al enterarse él, accediera a entregarlo al pelirrojo como esposo. Pero, ¿qué hacer? Conocía bien las leyes de su gente, si no aceptaba que ese loco desposara a su hijo, entonces ellos debían separarse del campamento, o en el peor de los casos si la hija o hijo no deseaba el matrimonio, debía irse solo…

 

 


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