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Gema gitana. por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a quienes leen

Capítulo XIII. “Jardín”


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Los de cabellos lacios llegaron al comedor, Camus se vio nuevamente sorprendido al ver la magnitud del lugar, era grande, elegante y magnífico. Con decoraciones sublimes y detalles exquisitos. Pero sobre todo sus ojos de anochecido azul brillaron al ver que un extenso y abundante jardín existía al otro lado de una pared de cristal, podía ver todas las flores hermosas que habían y como el sol hacía brillar el rocío de hojas y pétalos logrando que se vieran como un mar de diamantes.


Dégel notó el asombro del joven y no pudo evitar sonreír al ver la facilidad con la que el hermoso gitano se maravillaba, Camus poseía tanta inocencia que sin ser consciente destilaba como un brillo candoroso de su cuerpo y su mirar.


—¿Te gusta? —le habló con gracia, Camus lo miró y asintió con una sonrisa— Aquí tomarás tus alimentos de ahora en más pequeño mío y podrás salir al jardín a tomar aire fresco, ya nada te hará falta.


Aquellas palabras estremecieron a Camus, no iba a decírselo pero Dégel se equivocaba, lo material nunca le pareció esencial para vivir pero sus padres y sus hermanos… Su familia era la riqueza más grande que tenía y ellos siempre le harían falta. El amor de su madre, la bondad de su padre, y la alegría de Hyoga e Isaac le formarían un enorme vacío en su alma y corazón, algo que ni todo el oro del mundo podría llenar.


—Si lo deseas puedes ir al jardín en lo que yo voy por mi hijo Milo para que nos acompañe a comer —le propuso con una sonrisa agradable.


Camus ahogó un gemido de sorpresa, le hubo llamado mucho la atención el bello lugar al otro lado de la pared de cristal, quería salir en verdad y sentir la frescura primaveral en su piel.


—¿De verdad, señor Dégel?


El nombrado asintió.


—Claro, ven mi niño.


Con suavidad envolvió la mano más pequeña entre la suya, sentía esa tibieza y suavidad y una descarga eléctrica le recorría de pies a cabeza, era extraño pero cálido y a Camus le pasaba lo mismo. Dégel lo guió a la pared transparente donde casi imperceptible estaba una puerta corrediza, el mayor movió la manija y haló la puerta a la derecha abriendo así el jardín para que Camus saliera.


El joven así lo hizo extasiándose con el aroma a frescura, sintiendo la tibieza del sol en su pálida piel, llenando sus pupilas de verde con pinceladas rojas, lilas, rosas y demás colores que parecían tan vivos y brillantes.


—Si gustas puedes tomar asiento en esta banca para que disfrutes del sol de la mañana en lo que yo voy por Milo —se dirigió a una banca que colgaba en medio de dos fuertes árboles de manzana, Camus lo siguió con una sonrisa.


Al llegar el gitano se sentó con suavidad y Dégel mirándolo enternecido, sacudió levemente una de las gruesas cuerdas para que el asiento comenzara a columpiarse con calma.


—Este jardín es en verdad precioso —Camus estaba muy contento en ese lugar.


—Me alegra mucho que te guste, en las noches desde aquí puedes apreciar el cielo estrellado en todo su esplendor —suspiró con añoranza.


—Me gustan mucho las noches estrelladas… —dijo comenzando a meditar— Con mis hermanitos subíamos a una colina cerca de casa donde nos acostábamos sobre el pasto a ver las estrellas y constelaciones, y pedíamos deseos a las estrellas fugaces.


Dégel sentía como de a poco la voz del menor se iba apagando, y su mirada se ponía vidriosa, no era necesario ser un genio para entender que Camus estaba triste al recordar a sus familiares. Le dolía en el corazón el pesar de ese bello niño, lo último que deseaba era verlo sufriendo.


Se sentó a su lado para abrazarlo y acariciarle el pelo con una mano.


—Sé que no puedo pedirte que no estés triste mi niño, porque yo sé muy bien el dolor de estar separado de un ser amado.


Camus no quería llorar pero la tristeza era más grande que su voluntad, escuchaba a Dégel hablar con una voz dolida pero no entendía por qué decía saber lo que era estar lejos de alguien querido, si él tenía a su esposo y a su hijo a su lado. No creía que le faltara alguien en su vida.


—¿Alguien… alguien se fue de su lado? —le preguntó no muy seguro.


El mayor suspiró con pesar antes de responder, colocando su mejilla derecha sobre la cabeza de cabellos turquesa.


—No se fue… Me lo arrebataron sin dejarme conocerlo siquiera… —apretó más su abrazo sobre la menuda figura—, olvidar a nuestros seres queridos al estar lejos de ellos no es la solución, sino recordar cada momento con la alegría de saber que existió. Me duele verte triste Camie, pero siento que eres un joven fuerte que puede cambiar su destino con las manos desnudas, quizás ahora parezca duro pero mientras tus padres y hermanos estén presentes en tu corazón y en tus recuerdos, ellos nunca estarán lejos de ti.


El gitano limpió con suavidad las lágrimas que lograron escapar de sus zafiros, parecía que lo que Dégel le decía le causara un enorme dolor y por ello no deseaba preguntar cómo era eso de que no dejaron que conociera a quien se fue o le quitaron. Pensaba que de a momento era mejor no meterse en algo personal del de cabellos verdes ya que notó que sus palabras tomaron otro rumbo. Muestra inequívoca para Camus de que Dégel no deseaba hablar más de aquello y él lo respetaría.


—Disfruta de la frescura pequeño —soltó su agarre y se puso de pie con delicadeza—, iré por Milo para que puedan conocerse, cuando vuelva al comedor te llamaré para que entres —le sonrió limpiando con su dedo pulgar derecho una lágrima de la tersa mejilla ajena.


—Sí —asintió ya un poco más tranquilo—, está bien aquí lo esperaré.


Se sonrieron y el heredero se despidió con una caricia suave sobre los largos cabellos turquesa antes de volver al interior en busca de Milo. Camus se quedó solo en ese enorme espacio, aún no entendía como la suerte parecía haberle sonreído al conocer a Dégel, aún así en su pecho había un sentir de que algo no estaba bien del todo, ahora no sabía de lo que se trataba pero ya dentro de poco se daría cuenta…


- ’ -


Milo estaba en el estudio de Kardia sentado al escritorio con una libreta frente suyo y pluma en mano, intentando escribir algunas líneas. Pero para su pesar la inspiración se había ido de paseo y no se le ocurría nada, lo poco que hubo plasmado minutos antes fue tachado sin misericordia para empezar de nuevo en el reglón siguiente.


—No puedo creer que esto me esté pasando —soltó la pluma sobre el papel frustrado, se peinó el cabello hacia atrás con los dedos en un gesto cansado.


Estaba molesto porque para él la situación actual hacía mella en su inspiración. Se quedó en silencio después de un audible resoplido, mirando al frente con el ceño fruncido hasta que un movimiento en la manija de la puerta blanca le hizo mover las pupilas turquesas en esa dirección pero sin mover un sólo músculo de su cuerpo. La puerta se abrió despacio dejándole ver a Dégel que al verlo le sonrió con calidez.


—Hijo, con que aquí estabas —se acercó y Milo se enderezó en la silla—. Dariella me dijo que me estabas esperando para desayunar.


Milo exhaló aire antes de responder.


—Sí, te estaba esperando. Ya es algo tarde pero Ella dijo que lo más seguro era que estuvieses con el gitano ese…


El rostro de Dégel se tiñó de tristeza al escuchar la forma despectiva en la que Milo se refería a Camus.


—Milo… —negó colocándose frente al joven— Hijo por favor te lo ruego, no deseo discutir de nuevo por esto, te pido que respetes a Camus él no te ha hecho nada malo…


—Ya se lo dije a mi padre, no pienso tolerar esto —se cruzó de brazos.


—Hijo por favor, dale una oportunidad, Camie es un joven bueno. Mira, le he dicho que nos acompañarás a tomar el desayuno.


Los ojos de Milo se agrandaron, y volteó a ver a Dégel a una velocidad vertiginosa, tanto que el de cabellos verdes pensó que el joven se pudo haber lastimado el cuello. Las gruesas cejas azules se fruncieron hacia abajo en el centro, Milo estaba hecho una furia por dentro.


—¿¡Papá cómo pudiste decirle eso!? ¡Yo no voy a sentarme a la mesa con ese vago! —exclamó furioso poniéndose de pie.


—¡Milo por favor no me grites, ni llames a Camus así! —Dégel también tenía fruncido el entrecejo, su mirada se volvió fría y dura— Se lo he dicho porque de ahora en adelante Camus vivirá en esta casa bajo mi protección, ¿escuchaste Milo? Camus es como tú ahora, como mi hijo… —golpeó con fuerza la mesa con el puño izquierdo mirando al griego con los ojos aguados.


Dégel no soportaba la forma en la que Milo se refería a Camus, el joven no merecía eso ni de su hijo ni de nadie, y estaba dispuesto a defenderlo cuantas veces fuera necesario y hacer entender al escritor que no debe juzgar a nadie sin antes tomarse el tiempo de conocer y comprender.


—No puedo creerlo… No entiendo como puedes confiar tan ciegamente en un gitano papá —negó antes de llevarse la mano derecha al rostro con decepción.


—Si te abrieras un poco, si fueses más comprensivo podrías entenderme hijo… Por favor Milo, acompañamos aunque sea esta vez…


El heleno dejó salir una exhalación pesada por la nariz, qué importaba. Su papá estaba cegado por ese gitano. Recordó las palabras de Kardia y sintió un dejo de culpa para con el mayor, su trato no fue muy bueno, recordó que si amaba a Dégel tenía que hacerlo feliz tanto como pudiese aunque no le gustaran los motivos. Ni modo, tenía que ceder porque amaba a su papá tanto como a su propio padre.


—Está bien, iré —declaró con la voz ronca—. Pero no me pidas amabilidad para ese niño papá, porque no prometo nada.


No volteó a ver la expresión angustiada del galo, simplemente se puso en marcha hasta salir del estudio con dirección al comedor. Realmente estaba molesto, sentía que el gitano hubo hecho algo para tenerlos a todos a sus pies pero con él no iba a funcionar ninguno de los trucos que, Milo estaba más que seguro Camus utilizaba a su favor. No se lo iba a permitir.


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