Date la vuelta un momento ya que yo no puedo
No quiero que veas este mal lado de mí
La flecha lo estaba apuntando y sabía que MinHo no fallaría. Tenía la mejor puntería de la aldea, y no le temblaría la mano, aunque fuera él.
—No vine a lastimarte, amor —afirmó JongHyun, con las manos en alto.
MinHo estiró más el arco.
—¿Cómo puedo confiar en ti?
—¿Por qué no lo harías?
—Sé que me viste —interrumpió, sin soltar ni aflojar el arma—, sé que sabes lo que soy.
El mayor arrugó el ceño, empezando a molestarse debido al tono arisco que había usado. Preguntó qué era, sabiendo hacia dónde el otro dirigía la conversación.
MinHo vaciló un momento, lo pudo ver cuando cambió el peso entre sus pies y sus ojos dejaron de estar fijos para bailar en los suyos.
—Un monstruo —replicó con dureza y rabia, como si la sola mención de ello lo destrozara.
JongHyun negó con la cabeza.
—Claro que no... —Dio un paso, queriendo ir hacia él, pero MinHo lo detuvo de nuevo.
—No te acerques —pidió con la voz estrangulada. El mayor pudo ver cómo sus ojos empezaban a cambiar, de ser color café a ser un verde jade muy suave que brillaban gracias al reflejo del fuego de la fogata.
Estaban en el bosque, a unas cuantas millas de la cima de la colina que bordeaba a la aldea en la que vivían.
—Amor, si quisiera venir a cazarte, ¿crees que vendría solo?
—Estuviste con ellos anoche —reclamó MinHo, dolido.
—Me pidieron que fuera, que debían decirme algo y que estarías ahí. Creí que sería una cacería, pero luego...
MinHo sabía cómo continuaba: lo había visto convertirse en un dragón. Cuando vio a JongHyun, escondido en los matorrales tras sus compañeros de cacería que iban por él, no tuvo más remedio que huir. JongHyun se uniría a los demás, lo sabía, y el desprecio que habría en su mirada hubiera sido suficiente para acabar con él.
Huyó porque no podía continuar en esa horrible forma de dragón frente al hombre que amaba. Si hubiera dependido de él, nunca se hubiera convertido, o le habría pedido que se fuera porque no quería que viera ese mal lado de él. Pero había sido tarde.
—No tenías por qué ver eso —balbuceó.
—Ellos ya vienen —informó JongHyun, sacando a MinHo de sus cavilaciones—. Si ponemos trampas, los retrasaremos un poco, lo suficiente como para que podamos huir lejos de aquí y...
—Espera —interrumpió MinHo, bajando un poco el arco—. ¿Huir juntos? —El mayor asintió—. JongHyun, ¿sabes lo que eso significaría para ti?
El aludido miró hacia todos lados, como si a su alrededor estuviera la respuesta correcta.
—¿Destierro? —Levantó una ceja, mirándolo.
—¿Y a pesar de eso estás aquí? —JongHyun asintió—. ¿Por qué?
—La respuesta es bastante obvia, ¿no lo crees? —Dio un paso lento, pues ya no había amenaza directa de una flecha.
—Soy un monstruo —confesó en un susurro, bajando por completo el arco y agachando la cabeza.
Detestaba su naturaleza, no ser normal como los demás. Tuvo que nacer con esa maldición, y debía cargar con ella por el resto de su vida, e iba a arrastrar al hombre que amaba a eso. No se lo permitiría.
JongHyun se acercó por completo a él y lo tomó del rostro porque su expresión era de dolor. Vio cómo sus ojos eran ya de color jade, un claro indicio de que se iba a transformar, lo había visto la noche anterior.
—No eres un monstruo —dijo, fuerte y claro—. No lo eres, y no quiero que digas eso de nuevo.
—Pero los cazamos, JongHyun. Somos peligrosos —susurró, lastimando el corazón de JongHyun porque se había incluido en la última frase.
—Tú no lo eres...
Se miraron a los ojos, y MinHo estuvo a nada de besarlo, de no ser por el grito lejano que escucharon.
—¡Fogata al este!
JongHyun, al escucharlo, se alarmó y se giró de prisa, como si con ello pudiera verlos.
—Están aquí —murmuró, apresurándose a sacar las armas que traía en el bolso.
MinHo supo que lo amaba. Lo tomó del brazo, girándolo, y le estampó un beso que dejó a JongHyun estático, y sin respiración. Como si tuvieran tiempo, lo profundizaron un poco. El hombre más alto fue el primero en separarse.
—Gracias —murmuró sobre sus labios.
Se alejó por completo de él, lanzando tierra a la fogata para poder apagarla. JongHyun, tras recuperarse del beso, empezó a colocarse sus cuchillos en su correa. Tenía que estar listo para el ataque, porque no dejaría solo a MinHo, nunca.
La media luna, brillante en el cielo, los iluminaba lo suficiente como para poder ver a su alrededor sin tropezar. MinHo tomó su arco y se lo dio al mayor.
—Cuídalo hasta cuando lleguemos a casa.
Esa frase emocionó a JongHyun a niveles impensados, y asintió, colocándose la aljaba.
—¿Dónde está eso? ¿Y cómo llegaremos?
MinHo rio entre dientes, y lo miró con amor.
—Muy lejos de aquí, e iremos volando.
Y antes de que JongHyun pudiera decir algo, la transformación de MinHo empezó. Las alas empezaron a salirle, su cuerpo a cambiar, su tamaño a duplicarse, y tuvo que retroceder para no ser golpeado. Ante él, imponente, un dragón de color verde jade batía sus alas. Se quedó mirándolo, embelesado. Siempre le habían parecidos criaturas fascinantes, y aunque debía cazarlas, jamás había sido capaz de matar alguna. Y la que tenía al frente...
—Magnífico...
MinHo resopló por la nariz, y se agachó en el suelo, apoyando su abdomen él. Movió la cabeza, indicándole al hombre para que se subiera. JongHyun volaría. Se subió, emocionado y temeroso, sabiendo que, desde ese momento, su vida cambiaría por completo.