Huye
Si no quieres caer por mí
Malvada
Vende tu alma
Era simple: JongHyun solo tenía que mirarlo a los ojos, morderse el labio y guiñarle un ojo. Eso era todo lo que tenía que hacer si quería conquistar a alguien, o al menos para llevarlo a su cama por una noche.
Y funciona con todos. O casi todos.
JongHyun era uno de esos chicos empedernidos que solo querían una noche, tal vez dos, y eso era suficiente. Fue así como tuvo el flechazo con JinKi, con esos muslos tentadores que el mayor tenía caminando por su facultad. Se dijo que lo tendría, al menos por una noche, lo merecía.
Se acercó al mayor en la biblioteca de la universidad y se sentó a su lado.
—Hola. —Le dio una gran sonrisa. JinKi lo miró impasible y continuó con sus apuntes en su cuaderno. JongHyun quiso intentarlo de nuevo—. ¿Cómo estás?
—Ocupado. Por favor, vete.
Strike uno.
Intentó de nuevo en la hora de la comida, sentándose en su mesa, pero el mayor lo miró, se colocó sus audífonos y lo ignoró de nuevo.
Strike dos.
No habría un tercer strike.
Había una fiesta que había organizado KiBum, en la que JinKi estaría. KiBum no sabía quién lo había invitado, pero tan pronto lo supo le informó a JongHyun. No era que tuviera que invitar a JongHyun a sus fiestas, él nunca se las perdía, pero se lo dijo para que fuera preparado. Se arregló lo mejor que pudo: pantalones de mezclilla rasgados, una camisa negra, el cabello peinado a un solo lado, y los ojos delineados. Cualquiera caería por él.
Sin embargo, él cayó por JinKi cuando lo vio.
El mayor estaba en una esquina de la sala, con una pierna flexionada pegada en la pared, bebiendo de un vaso desechable azul mirando todo a su alrededor. Llevaba el cabello recogido en una media coleta, y algunos largos mechones caían sobre su cara, llevaba un suéter azul fino y unos pantalones de cuero que le moldeaban los muslos. A JongHyun se le secó la garganta al verlo, y fue hacia la cocina por una cerveza fría para calmarla, y para ganar confianza.
A él no podía estarle pasando eso, él no debía de caer por alguien, los roles no eran así.
Se acercó al mayor, quién lo miraba como siempre: impertérrito.
—Hola.
—Hola, pequeño. —El mohín que hizo JongHyun por el sobrenombre hizo reír entre dientes a JinKi—. No te rindes, ¿verdad?
—No hasta conseguir lo que quiero.
—¿Y me quieres a mí? —El menor asintió, haciendo que el otro riera divertido—. Deberías huir, pequeño jugador. Podrías tú caer por mí.
Le sonrió, brillante, amplio, y nubló por un momento la mente de JongHyun, no notando cómo se alejaba de él.
—¿Por qué?
—¿Acaso no sabes de mi fama?
Seductor, casanova, jugador, buenos muslos, por supuesto que sabía de su fama. Pero JongHyun no se quedaba atrás.
—¿Cómo estás seguro de que caeré? —preguntó siguiéndolo.
—Porque hasta ahora todos lo han hecho.
—Yo no —replicó con una sonrisa soberbia.
—¿Y por qué me sigues?
JongHyun se detuvo ante aquello sin rastro alguno de sonrisa.
No podía ser cierto.
JinKi se dio la vuelta, mirándolo y sonriendo como un casanova.
—Ya me has vendido tu alma, JongHyun. —JinKi se acercó a él, tanto que sus narices se rozaron—. Y ni siquiera tuve que hacer tanto esfuerzo —le susurró.
JongHyun sintió el aliento del otro sobre sus labios, y deseó tanto probarlos, que no supo por qué no lo hizo. Solo lo vio alejarse, riendo, y él se quedó pensando en cómo la situación había cambiado.
¿Qué era JinKi y por qué había causado eso en él?
—¿Qué me hizo? —murmuró sin dejar de verlo sabiendo que, efectivamente, había caído.