Doy gracias a Dios, veo un ángel
Mis lágrimas se juntan, aleluya
Veo a un ángel, mis lágrimas se juntan
Estoy abrumado con sentimiento
Aleluya
El odio entre serafines y quimeras había existido desde siempre. Las quimeras siempre habían sido cazadas, pero en esos últimos días, las cosas habían ido peor. Cada aldea había sido invadida y destruida, pocos de sus habitantes lograban huir; y un puñado de ellas, sobrevivir.
JongHyun y MinHo habían ayudado a algunas de ellas.
Habían logrado salvar y ocultar a algunos de sus vecinos, y los había llevado al bosque, cuando todo se veía seguro, al menos por el momento. Si seguían las rutas de escape que habían marcado antes, y salían del continente, podrían estar a salvo, lejos de los serafines.
Sin embargo, habían sido descubiertos.
Habían despertado tarde, y habían dejado los restos de una fogata debido a la prisa por avanzar lo más pronto posible. Corrían a través del río, el ruido de sus pisadas y de la corriente no eran suficientes para acallar los gritos de los serafines que pedían acabar con cada quimera que vieran. Eso alertó a JongHyun y MinHo, quienes apresuraron a los suyos. Había una cueva unos metros más adelante y los llevarían ahí. Se encargaron, además, de cargar a los más pequeños para que la huida fuera más rápida. Al llegar, llegaron al fondo de ésta, pero de todas maneras eran visibles. Gotas de agua caían del techo de ésta, pero no hacían el ruido suficiente como para acallar lo agitada de sus respiraciones.
—Respiren por la boca —pidió JongHyun, entregando un pequeño a su madre, y yendo hacia al frente.
MinHo lo siguió.
—No podremos contra ellos si son más de dos —anuncio MinHo en un susurro solo para JongHyun.
Su raza era mitad humanos mitad gacela, la parte superior humana, con unos pequeños cuernos. Si bien podían correr, los serafines tenían la ventaja gracias a sus alas, y a sus filosas espadas, además de entrenamiento militar. Ellos no podrían hacer nada.
—Incluso si es uno —replicó JongHyun, mirándolo.
Y antes de que MinHo pudiera responder, el batir de unas alas y el sonido de un aterrizaje los alertó y miraron hacia afuera.
Dos serafines.
Todos dentro de la cueva contuvieron la respiración, mirándolos. JongHyun, no obstante, lo hizo por lo pacífica de la mirada del serafín rubio. Era una mirada que jamás antes había visto.
—Sabes que no podemos, JinKi —habló el serafín de cabello negro y ojos felinos, sin dejar de observar a las quimeras dentro de la cueva.
JinKi dio una mirada alrededor, viendo el terror en todas las quimeras delante de él, igual que en las dos frente al grupo, que también se veían a la defensiva.
Guerreros, pensó, al ver lo fornido de sus cuerpos, y sus pantalones de batalla. Habían estudiado a cada quimera de cada aldea y los reconocían. Por eso, sabía que, si ellos los atacaban, a él y a KiBum no les quedaría más remedio que desvainar sus espadas y responder, pero lo que menos querían era derramar sangre.
Miró de nuevo a la quimera más baja, quién lo miraba con atención. Era atractivo, y si no estuvieran en guerra contra ellos le hubiera encantado conocerlo. Sabía que no sería así. Miró de nuevo hacia las quimeras atrás de éste, y pudo ver a los niños ocultarse tras sus madres, ellas abrazándolos protectoramente.
JinKi había sido entrenado para matar guerreros en defensa de su pueblo, no a inocentes que tan solo buscaban sobrevivir.
Levantó el mentón, demostrando su autoridad, y miró a las quimeras del frente.
—Hazlo —ordenó a KiBum, antes de darse la vuelta.
El serafín sacó su espada, y el grito de una mujer hizo a MinHo y a JongHyun reaccionar. Corrieron a atacarlo, pero éste cortó una rama sobre la cueva, y una cortina de enredaderas cayó, ocultándolos. Todos dentro se sorprendieron.
KiBum guardó su espada y avanzó hacia JinKi, quien se había girado y miraba hacia la cueva, hacia JongHyun. Deseaba que pudiera sobrevivir, y que no lo encontrara en la batalla que se libraría en el futuro.
—Tengan cuidado —dijo el serafín de cabello negro, antes de batir sus alas y alejarse.
JinKi sabía que lo miraban, así que sonrió ligeramente antes de también partir.
Todos en la cueva pudieron respirar de nuevo, algunos hasta lloraban de saber que vivirían un día más, incluido JongHyun, quien se prometió a sí mismo no olvidar al serafín.
JinKi…