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Difícilmente por BocaDeSerpiente

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Era una locura, Draco sabía que sí. Pero si le daba una oportunidad, una sola, de ver a Harry a solas, ¿no valdría la pena intentarlo?

Y aún tenía que invitarlo a Hogsmeade. Sólo quedaba un día antes de la salida de esa semana.

Iba a hacerlo.

De verdad iba a hacerlo.

Se aclaró la garganta, dejó su maletín a un lado de la mesa, y se apoyó sobre esta con ambas manos, para quedar a la vista de sus cuatro amigos.

—¿El abono que tendrían que haber puesto y no lo hicieron?

—Aquí —Susan tocó con un pie el saco que tenían bajo la mesa y asintió.

—¿El spray mata-plagas-y-deja-a-tu-monstruosa-planta-mágica-crecer?

—Aquí —Hannah alzó un bote de líquido azul claro, frunciendo un poco el ceño—. Qué nombre tan largo tiene.

—¿El cambio del spray de nombre-demasiado-largo-para-repetirlo?

—Aquí —Zacharias, a diferencia del resto, contuvo la risa al enseñarle un bote que era casi idéntico al de la muchacha.

—¿La distracción para Sprout?

—Yo la tengo —Justin levantó un brazo, del que sostenía una bolsa transparente, con un polvo rosáceo—. Va a enloquecer a sus plantas, sólo un poco, para que tengas oportunidad de hacerlo.

—Entonces...¿lo tenemos todo listo?

Se mordió el labio inferior al ver a sus amigos asentir. Volvieron a unir las manos en el centro, y Susan dio un brinco desde su silla y chilló cuando el resto de los estudiantes comenzaron a llenar los invernaderos. Se acomodaron en parejas, a excepción de él, que quedó relegado en la mesa del fondo.

A propósito.

La verdad sea dicha: Draco no era bueno para Herbología. Amaba las flores, amaba la idea de ver crecer a esos seres vivos, después de tener sus semillas en las manos.

Y odiaba la tierra.

Odiaba estar sucio, agacharse, mancharse la ropa. Por eso, eran los elfos de los Malfoy los que plantaban por él cuando era niño.

Al entrar a Hogwarts y verse obligado a ir a una clase donde podía ensuciarse, comenzó a emparejarse con Susan, a la que no le importaba terminar con la túnica arruinada. Fue una buena estrategia, hasta el segundo año, cuando una planta mágica fuera de control casi muerde a Hannah, y esta empezó a sentir miedo de la mayoría de los ejemplares de Sprout; ahí, Susan se convirtió en el compañera de su amiga, y Draco quedó con Justin, que a pesar de no tener tan buenas notas, tampoco tenía problemas para tratar con la tierra. Y le funcionaba.

Hasta que llegó Harry.

Harry, que no tenía idea de qué hacer con los germinadores y no entendía la diferencia entre abono y arenilla, y mata-plagas y revitalizante mágico.

Harry, que se reía de sus pucheros cuando las mangas de la túnica se le ensuciaban, se las doblaba y le pedía que no se preocupase, y había aprendido de Granger un encantamiento de limpieza sólo para ayudarlo cuando terminase la clase.

Harry, simplemente Harry.

La clase Gryffindor/Hufflepuff de Herbología no era ninguna novedad, así que desde primer año, que una parte de él, debió ser consciente de ese trío de amigos que hacían las actividades juntos. Pero Draco solía estar en una burbuja con sus propios compañeros, quienes le daban todo lo que quisiera, y no fue hasta el quinto año que lo notó, cuando Sprout otorgó a Justin un nuevo compañero, que necesitaba más ayuda que él, y al ir a emparejarse con Zacharias (que cambiaba de compañero cada trimestre), no pudo.

Fue un sólo día. Zac despertó enfermo, y Draco se encaminó a Herbología, con un discurso preparado para la profesora, acerca de que sí, tenía compañero, y sí, haría las asignaciones, pero no, Zacharias no estaba, y sí, iría a la siguiente clase, si se recuperaba.

Ingenuamente, creyó que lo dejaría unirse al grupo de Justin o Susan y Hannah. Y en su lugar, deshizo el trío de Gryffindor, sacando a Harry y dejando a los otros dos.

Y cuando se quiso dar cuenta de qué pasaba, estaba al otro lado de una mesa, con un chico al que nunca le había hablado, y el pánico lo invadía.

Draco no era sociable por naturaleza. Después de conocer a sus amigos en el compartimiento en primer año, y tener la buena suerte de que fueron a la misma casa, no sintió necesidad de intentar serlo. Nunca estaba seguro de cómo actuar en presencia de alguien que no fuese su amigo o familia; además, Susan apartaba a las demás chicas de él ("las fieras rabiosas", les decía, en tono jocoso), Zacharias tenía la varita en mano ante cualquiera que lo hiciese sentir mal, y Justin se armaba un escándalo cada vez que una persona se le acercaba más de un metro y le dirigía la palabra, por lo que tampoco tenía un mar de oportunidades.

Así que luego de una primera clase muy incómoda, y que la torpeza de Harry lo llevase a romper una maceta y llenarse de tierra frente a él, haciéndolo reír, la única que comprendió su predicamento era Hannah, que se encogía cuando alguien levantaba la voz y se echaba a temblar en los duelos de Defensa. Y cuando su amiga, la siguiente semana, le dio débiles empujones en la espalda para llevarlo hacia Harry y le aseguró que estaba bien tener más amigos, él no tenía idea de que los intercambios de frases en clase se alargarían en conversaciones reales, mientras revisaban las macetas, y las bromas estúpidas que hacía (y de las que nadie más que él se reía), terminarían por arrebatarle suspiros un día.

Desde algún punto después del comienzo de sexto año, Herbología era una ocasión especial, y aguardar por la clase en los invernaderos, lo enloquecía. Sin embargo, cuando Harry tomaba asiento junto a él, como en ese momento, el mundo se hacía un poco más claro, y de pronto, todo cobraba un nuevo sentido.

—¿Llegué tarde, otra vez? Mione nos arrastró a la biblioteca, ya sabes, anda medio loca con que estudiemos para los EXTASIS desde ya, y no le entiendo casi nada de lo que dice...—En medio de la explicación, no fue consciente de que Draco apoyaba los codos en la mesa, la cabeza en las palmas, y lo observaba con una sonrisa boba.

Más que las flores híbridas en que trabajaban, amaba escucharlo hablar. Y que Draco quisiese a alguien, más que a sus mimadas flores mágicas, era mucho decir.

—¿Draco? —Lo llamó al no obtener respuesta, y este se sacudió con un rubor, se aclaró la garganta y giró la cabeza.

Uno de los capullos rosa, sin abrir, de la planta que tenían por proyecto, se estiró hasta tocarle una mejilla. El tacto resultó más reconfortante de lo que posiblemente debería, como si hubiese sido una manera de darle valor para lo que iba a hacer.

—¿Todo bien?

Él asintió un par de veces, jugueteando con los bordes de su túnica.

—Así que...—Volvió a carraspear y quiso golpearse la cabeza, ¡tonto! ¡Tonto, tonto, tonto! Se forzó a brindarle una sonrisita al otro—, ella quiere que estudies para los EXTASIS desde ya, cuando tienes al equipo de Quidditch pendiente de ti. No te irás a volver loco, ¿o sí?

—¡Merlín, no! Pero alguien tendría que explicarle justo eso, ¿no quieres hacerlo? —Harry recuperó su sonrisa y avidez usual, mientras que sacaba el spray revitalizante de un cajón bajo el escritorio, donde sabía que Draco lo guardaba después de cada clase—. Es porque a ella no le interesa el Quidditch, pero Ron y yo estábamos hablando sobre que podríamos intentar...

Y luego de un rato, cuando el Gryffindor se aseguraba de impregnar los tallos de la planta de las gotas de poción, Draco otra vez estaba en las nubes. Quizás pasó un rato con la boca abierta, rogaba porque no hubiese sido así (no sería la primera vez, por mucho que le avergonzara admitirlo).

Harry era Harry. ¿Cómo era un ser humano capaz de estar cerca de él sin sentir que las piernas se le convertían en una masa gelatinosa e inútil? Él no lo entendía.

Aun estaban en otoño, aunque era una mañana muy brillante, y la luz que se colaba por los cristales, bastaba para arrancarle nuevos tonos a los ojos verdes del chico, esos que tanto resplandecían en una situación normal. Y como era temprano todavía, y él tenía una idea bastante clara del desastre que era Harry con los horarios (porque el propio Gryffindor se lo aclaró cuando tuvieron que turnarse en los cuidados de la mimosa), atribuía la túnica ligeramente torcida hacia un lado y la corbata mal anudada a esos hechos.

Bueno, no todos tenían su suerte, claro. A él, Zacharias le anudaba la corbata cada día, y Hannah lo peinaba; era una forma de que no llegase tarde, y andar despierto sin estarlo en realidad, porque no terminaba de reaccionar hasta pasada la hora del desayuno.

Aunque no importaba si Harry andaba desarreglado, porque en él, se veía bien.

Estaba suspirando por la idea de besar la línea firme de su mandíbula, que se hacía más atrayente de lo usual por la vista de perfil, cuando vio a Harry sobresaltarse y escuchó un grito. Dio un brinco en su sitio, y aunque sintió la mano de su compañero que se cerraba en torno a su muñeca, con una presión tranquilizadora y ligera, se obligó a prestar atención al mundo que existía más allá de ellos y su mesa de trabajo.

El plan había comenzado. Las plantas instaladas en las macetas largas, que bordeaban uno de los lados del invernadero, estaban agitando sus tallos y capullos, enloquecidas, y la profesora Sprout les pedía a todos que se mantuviesen apartados, mientras ella se acercaba, varita en mano, de la forma tan sigilosa en que sólo alguien que se sintiese amenazado sabría hacer. Un pinchazo de culpa le atacó el pecho; Sprout estuvo ahí para calmarlo cuando recibió la carta-reacción de su madre y el Vociferador de su padre, la semana después de que el Sombrero lo hubiese enviado a Hufflepuff, y Draco nunca había abrazado tan fuerte a alguien como lo hizo en esas charlas. Era una buena mujer.

Pero esto tenía otros fines. Se disculparía de ser necesario, Justin le había prometido que ninguna planta sufriría daños, y que era una agitación que podía quitarse fácilmente.

Esperaba que sí.

Cuando la profesora pidió el envase de spray que podía tranquilizarlas, Hannah acababa de sentarse en una mesa apartada, con las manos metidas en bolsillos ocultos de la túnica. Zacharias se apresuró a llevarle el tónico alterado.

Sólo quedaba que hiciese su parte. Respiró profundo y se levantó de su asiento, al mismo tiempo que la profesora usaba el spray y las plantas se hacían incluso más salvajes, sacudiéndose hasta casi salirse de las macetas.

Sintió los ojos de Harry fijos en él, desde el puesto contrario de la mesa. Localizó a Susan a dos asientos de distancia, que también se levantaba; su amiga asintió.

Esa era su clase. Y nadie se metía con las clases de Sprout cuando los Hufflepuff estaban ahí, todos lo sabían.

(Ellos sólo eran la irónica excepción)

—¡Nadie se acerque a la profesora! —Comenzó Susan, levantando uno de los lados del cuello de su túnica, en donde se mostraba la insignia de Prefecta. Draco la imitó, enderezándose, y si sentía las mejillas arderle por la inesperada atención de cierto Gryffindor, bueno, no podían culparlo.

—¡Por favor, quédense lejos de los materos a los lados! —Siguió él, en un tono claro y firme que rara vez utilizaba, porque sentía que lo hacía verse como su padre—. Cuiden de sus proyectos de híbridos, póngalas abajo de sus mesas. No molestemos a la profesora. Susan los llevará afuera por una de las puertas escondidas que sólo Sprout usa, nos quedaremos ahí hasta que se calmen.

—No queremos héroes entre los Gryffindor —Sentenció la muchacha, severa, y comenzó a supervisar que las parejas ocultasen sus plantas híbridas del caos que se formaba alrededor.

Unos materos se estrellaron contra el suelo, se rompieron, la tierra se dispersó y las raíces empezaron a reptar por este, igual que serpientes. La profesora las frenó, antes de que una enrollase el pie de Hannah, y Draco miró a su amiga temblar y se preguntó si no se habrían pasado un poco con el asunto de las plantas.

Susan ordenó a los estudiantes de su Casa en una columna y los sacó primero, porque ellos sí conocían las entradas laterales de Sprout. A los Gryffindor, además de acomodarlos, tuvo que guiarlos. Notó que le hacía una seña con el pulgar arriba al llevárselos.

Correspondió al pulgar en alto, cuando se percató de que Zacharias y Justin lo miraban desde la salida también, y sintió que podía reírse, si la situación no se viese tan mal, al recordar las palabras que originaron esa estúpida idea.

—Un Gryffindor nunca se iría de una clase en problemas, si sabe que su compañero sigue ahí —Dictó Zacharias, la noche anterior.

Y sí, ahí estaba Harry. Ni siquiera había hecho el ademán de moverse.

Draco se fijó en la profesora, que intentaba contener una planta carnívora especialmente traviesa, y luego en él. Marchaba bien; tendría que sacarlo por otra salida, que los dejaría en el lado contrario a los demás estudiantes, y después era cuestión de retenerlo y aprovechar que estaban solos para usar las frases que ensayó el día anterior con Hannah. Sprout tranquilizaría a las plantas y volverían a la clase, y él tendría su cita con Harry, y todo sería tan perfecto.

—Tienes que irte —Susurró, y de nuevo, estuvo agradecido de haber practicado con sus amigos en la Sala Común. Estaba por bordear la mesa para acercarse a la profesora cuando el agarre en su muñeca regresó, con mayor fuerza.

—No, no te acerques así, ¿qué haces? Podrían...

—Sprout necesita ayuda —No era una mentira, comenzaba a sentir el remordimiento como picaduras sobre la piel. Tal vez, podría ofrecer el envase correcto, salir con Harry, y completar el plan, ¿no?

¿No?

—Susan ya sacó a todos, vamos, tienes que salir también.

Draco acababa de abrir la boca para replicarle, cuando ocurrieron dos sucesos extraños. Primero, percibió una presión alrededor de uno de sus tobillos. Un instante más tarde, pasada la sensación repentina de vértigo, el mundo estaba al revés, Harry se acercaba más a él para sostenerlo, y el grito ahogado de Sprout llenaba el invernadero.

La voz no le salió para gritar ni mascullar. Estaba seguro, por la manera en que le ardía el rostro, que estaba más rojo que el cabello de un Weasley.

Estaba colgando de cabeza.

Frente a Harry.

Oh, mierda. No, de nuevo, ¿para qué hacían planes si salían tan mal?

Cuando sintió que Harry le soltaba la muñeca, se dio cuenta de que era porque estaba subiendo y él ya no lo alcanzaba.

Otro tallo se enroscó alrededor de su pantorrilla, y uno más en el abdomen, por encima de la túnica. Se retorció, pero no sirvió de nada. Quedó sobre la boca abierta de un híbrido mágico de planta carnívora del Amazonas, la que tenía hermosas motas rosa que hacían a Hannah sonreír, y dientes tan grandes como su antebrazo.

Pensó que iba a morir.

Sí, aquel sería su fin. Sería tragado de un bocado, un aperitivo para una bestia loca.

Y no habría invitado a Harry a salir.

¿Qué podía ser peor?

Habría lloriqueado, si la respiración entrecortada se lo permitiese. Dejó caer un brazo y la varita rodó fuera de su manga.

Harry y Sprout gritaban a la distancia, la profesora se preparaba para lanzar un encantamiento.

¿Qué podía usar? Acordaron no dañar las plantas de Sprout. No sería justo.

Tampoco que se lo comiera.

A la mierda lo justo, eso no le era útil en ese momento.

—¡Incendio!

Destellos naranja llenaron su campo de visión, las llamas brotaron desde todas partes. Los tallos lo soltaron.

Justo sobre la boca.

Acababa de hacer algo mal, ¿cierto?

Merlín bendito.

Fue detenido a mitad de la caída por una fuerza invisible que lo sujetó en el aire; la reconoció por lo que era -un encantamientode levitación-, dado que varias veces llegó a frenarlo en caídas peores, que tenía sobre la escoba. Sprout, al mismo tiempo, cerró la boca de la planta, redujo las llamas y la noqueó, tanto como se podía en un ser como ese.

Draco se dejó llevar hacia el suelo por el hechizo de Zacharias. Su amigo estaba dentro del invernadero de nuevo, aunque a unos metros de distancia. Susan tenía un brazo por delante de su pecho, para retenerlo, pero no era de mucha ayuda; el resto de su grupo se amontonaba en una de las entradas ocultas, presionando para acercarse y quejándose de que ella no los dejara.

Sprout y Harry aparecieron en su campo de visión cuando fue depositado en el piso con suavidad, y al mismo tiempo, Zacharias ejecutó una maniobra digna de su puesto de Cazador, para sobrepasar a la muchacha y correr hacia él. Se dejó caer de rodillas a su lado, con un ruido sordo, y antes de que hubiese parpadeado, lo sujetaba de las muñecas, de los hombros, de las mejillas, tanteando y examinando en busca de heridas.

La profesora se inclinó por encima de él, con una expresión contrariada, y le pasó una mano por la cabeza.

—Ay, mi niño, tendría que haber sido más rápida. Dime que no te pasó nada.

—No me pasó nada —Murmuró en tono ahogado, lo que debió darle la impresión de que estaba aterrado u ocultaba algo; no era así. Sólo se sentía desorientado.

De pronto, Zac lo ponía de pie, Justin corría hacia él para llevar a cabo la misma inspección rápida de su estado, y Hannah se le abalanzaba encima en un abrazo, al que no tardó en unirse Susan. Entre preguntas, jalones y los dramáticos comentarios de sus amigos, que parecían no haberse dado cuenta de que pudo librarse por sí mismo (y le habría ido bien, sino fuese porque casi fue tragado de un bocado), lo arrastraron hacia la salida.

El plan quedó relegado a un segundo plano, pero Draco dio un vistazo por encima del hombro antes de salir, y se percató de que Harry continuaba en el lugar en que estaba cuando se aproximó porque lo vio descender, con las manos en los bolsillos y una expresión extraña.

No, eso definitivamente no salió bien. Le enviaría una canasta anónima a Sprout como disculpa.


Harry también sabía que era una locura.

Era la hora de la cena, y difícilmente, conseguía apartar su mirada o sus pensamientos de una mesa que no era la suya.

Ginny y Neville mantenían una acalorada charla acerca de las consecuencias que tuvo que hubiese maldecido los testículos de su exnovio, porque ella aseguraba que era lo mínimo que se merecía por haberla engañado. Cuando su hermana le pedía opinión (en otras palabras, lo codeaba tan fuerte que lo hacía toser y atragantarse con la comida, y le dedicaba una mirada que no prometía nada bueno), Ron se ponía de su lado. Era cuestión de supervivencia; que fuese Neville el que se llevase lo peor al darle la contraria, su mejor amigo no era tan tonto como podía llegar a aparentar.
Hermione hacia rato que había abandonado su lectura. Y si él se daba cuenta de que lo observaba, bueno, la verdad es que tenía asuntos más importantes en la cabeza.

Asuntos que tenían un rostro de facciones finas y afiladas, nombre, apellido y una Casa.

—Harry.

—¿Hm? —Giró un poco hacia su amiga, mas no apartó la mirada del todo. Draco estaba sentado en el centro de la mesa de Hufflepuff, y sus amigos orbitaban a su alrededor, como los planetas ante el sol.

—Llevas media hora mirándolo fijo y es raro hasta para mí.

—¿Mirando qué?

Hacerse el tonto siempre era una solución, ¿verdad?

Justin acababa de inclinarse y apoyar la cabeza en uno de los hombros de Draco, que estaba más concentrado en la plática con Susan y Hannah que en lo que él hacía, y no encontraba cómo aquello podía parecerle menos intrigante. Se sentía incapaz de mirar en otra dirección.

—A un lindo tejón.

—¿Qué?

—Draco Malfoy —Su amiga soltó una exhalación larga y cansada. Y tal vez hacerse el tonto era una solución, cuando quien preguntaba no era la bruja más lista de su edad; él estaba seguro de que habría funcionado mejor con Ron.

—Quiero creer que es por lo de hoy —Continuó, cuando él no le dio una respuesta—, que es tu compañero y eso, y estuvo en problemas. Y sé cómo te pones con alguien en problemas. Pero no creo que sea sólo eso y no entiendo por qué no nos lo dijiste antes, al menos a mí.

Harry apretó los labios un momento. En la mesa de Hufflepuff, Draco se cubría la boca con el dorso de una mano, y los ojos se le estrechaban a causa de la risa, por lo que veía, gracias a un comentario en particular de Susan.

—No sé de qué hablas.

Sintió, más de lo que vio, el cambio de postura de Hermione, a esa que adoptaba cuando tenía un tema por resolver en clases.

—Harry —Ella utilizó un tono suave, maternal, y aquello no auguraba nada bueno. Que se acercase para sostenerle una mano, dejando su libro en el olvido, sólo lo hacía peor—, estabas pálido cuando salimos del invernadero y dudo que haya sido por ver una planta enloquecida, después de tantos años de estar en Herbología.

Oh, entonces fue eso lo que colmó el vaso.

Sí, era cierto que Harry llegó al final de la clase sintiendo un frío inusual, con la respiración errática y cubierto de un sudor frío. Y sí, también lo era que su corazón se detuvo por un instante, cuando se percató de que Draco se había librado de la planta carnívora y caería directo en su boca.

Y sí, puede que, además, quisiese correr hacia él, ser quien lo revisara en busca de heridas, le hiciese mil preguntas y luego se lo llevase fuera de ahí.

Pero Draco ya tenía quien lo hiciera. Cuatro personas, para ser más exactos, y no podía sentirse enojado (ni tampoco evitarlo por completo) cuando sabía que fue uno de ellos el que reaccionó a tiempo para atraparlo en el aire con un hechizo. Lo salvó, aunque fuese del impacto al caer, y tenía que reconocérselo.

Así que, en teoría, la rabia burbujeante y seca dentro de él, no tenía sentido.

—...y si es que te gusta...

Esperen, ¿qué?

Harry se giró hacia ella, justo después de ver que Hannah le susurraba algo en el oído a Draco, y fuese lo que hubiese dicho, le generaba un lindo rubor, que hacía que tuviese ganas de besarle las mejillas y-

¿Qué?

—¿Quién le gusta a Harry ahora? —La voz de Ron, medio amortiguada por la comida en su boca, la discusión del otro par y el barullo general del comedor, lo sacó de cualquier ensoñación sobre besar piel pálida que pudo haber tenido.

Hermione lo miró de reojo, suspiró, y se inclinó hacia adelante, doblando los brazos por encima del borde de la mesa.

—Malfoy —Comentó.

Su mejor amigo masticó un poco más despacio por un instante. Alternó la mirada entre uno y el otro, y sin previo aviso, se dio la vuelta por completo en el asiento para ver hacia la mesa de los tejones.

Harry rara vez sintió tantas ganas de golpearle la cabeza. Por suerte, Ginny estaba sentada junto a su hermano, y lo hizo por él.

—¡Disimula! —Le siseó, guiñó hacia Harry, y se volvió a sumergir en la plática con Neville.

—Tienes algo con los Hufflepuff, ¿verdad? —Mencionó su amigo, después de la respectiva queja por el golpe, haberse sobado la nuca y volver a zamparse el postre—. Diggory en cuarto, ahora Malfoy.

Tragó en seco al sentir que las mejillas se le enrojecían.

—No me gustaba Ced...

Sus amigos le dedicaron una mirada de "no te creemos nada". Incluso Ginny y Neville eligieron ese momento para girarse hacia él con las cejas arqueadas y sonrisas socarronas.

—Sólo babeaste por él en cada prueba, usaste su chapa todo el año, y aplaudiste de pie cuando ganó el Torneo —Recordó Hermione en voz baja, haciéndolo tener ganas de ocultar la cara, al saber lo rojo que estaría.

—Y te quejaste por días de que hubiese llevado a Cho al Baile de navidad —Añadió Ginny, demasiado satisfecha con tener la razón, para su gusto.

Harry dejó caer los hombros y resopló. Sin responder, lo que le arrancó algunas risitas a sus amigos, se acomodó el flequillo con un movimiento frenético.

—Al menos, este sí es gay —Añadió Ron tras un rato, cuando su plato se encontró vacío y tuvo unos segundos de claridad para dedicarle, mientras elegía otra porción de tarta de melaza.

—¿Qué?

—¿Cómo sabes eso? —Harry habló al mismo tiempo que Hermione.

El muchacho frunció el ceño al mascar un bocado y apuntó con el tenedor a Seamus, que gesticulaba de forma exagerada a Dean en una explicación, a varios puestos de distancia.

—Seamus se le declaró el año pasado y se enteró de que no fue al Baile en cuarto porque tuvo su propia "fiesta" con un chico, pensó que no sería aceptado en el comedor con el resto, o qué sé yo. Pregúntenle a él, ¡eh, Seamus, ven aquí! —Alzó la voz y elevó un brazo para llamarlo— ¡Harry necesita orientación!

El mencionado llegó antes de que pudiesen negarlo. Entre risas, cambió de puesto con Ginny, los saludó y hurtó un pedazo de tarta del plato de Harry, que estaba demasiado conmocionado para reaccionar de forma apropiada.

Draco gay.

Draco.

Gay.

¿Draco?

—Cuéntales sobre Malfoy —Indicó Ron, limitándose a volver su plato de postre el centro de su universo, de nuevo. Harry dudaba que hubiese escuchado algo de lo que vino después.

—Ah, Dray —Seamus apoyó los codos en el borde de la mesa y lanzó un dramático suspiro soñador. Luego hizo un gesto vago—, así le dicen sus amigos. Ni se les ocurra decirle igual, Justin se pone histérico si lo oye. Tuve un flechazo con él más o menos entre tercero y cuarto, cuando me enteré de qué me gustaba, Ronald me descubrió cuando todavía estaba en shock por su rechazo y le conté, y eso, ya saben.

—¿Por qué te rechazó? —Hermione preguntó con un interés casi científico.

Al no haber obtenido reacción de parte de Harry la primera vez, Seamus volvió a llevarse un trozo de su postre, y luego señaló a la mesa de los tejones, de manera disimulada, con su cubierto.

—¿Qué ven ahí?

Más allá de ellos, Zacharias tenía a sus cuatro amigos en un silencio expectante, por lo que lucía, a simple vista, como algún tipo de explicación. Draco tenía los labios entreabiertos y asentía de vez en cuando, ausente.

—Sólo ellos cinco, como siempre —Concretó Hermione. Seamus se rio, negó y lamió la cuchara, de una forma que podría haber pasado por obscena, si Harry le hubiese prestado la más mínima atención.

—Lo que están viendo es a un grupo de tejones protectores alrededor de su "bebé", lo sé porque es lo que yo siempre veía. Draco es el menor de su año en Hufflepuff, y eso ha hecho que los traiga como locos todo el tiempo. Además —Y su sonrisa fue feroz al dar un vistazo por encima del hombro y volver hacia ellos—, desde el asunto con su familia, pasa vacaciones con los Smith o los Abbot, y desde cuarto hasta quinto salió con Zacharias. Linda relación, por cierto, supe que vació y decoró el dormitorio para darle a Dray su propio Baile de navidad, y aparecía flores a los pies de su cama todas las semanas. Yo quiero un novio así.

Harry parpadeó, miró hacia la mesa de Hufflepuff otra vez, y de repente, tuvo la absurda impresión de que Zacharias estaba demasiado cerca de Draco, a pesar de que Susan estaba en medio de ambos. La furia sin nombre ni sentido estuvo de regreso.

—¿Qué asunto con su familia? —Su mejor amiga buscó más información, y él no podía haberla adorado más por eso.

Pero la expresión amigable de Seamus se cerró de un modo que podría haberle asustado, si no lo conociese desde hace años, y se convirtió en algo desagradable, irritado.

—No soy un chismoso —Siseó con los dientes apretados, y sólo por las siguientes palabras, Harry comprendió que los Hufflepuff no eran los únicos que cuidaban de Draco—, y eso no es asunto suyo. Si les interesa, acérquense a él, gánense su confianza; no van a conseguir nada de mí ni de sus amigos —Después se fijó en él, sus ojos oscurecidos por un transfondo que prefería no conocer—. Sea lo que sea que quieres, ni te le acerques si no vas a ir en serio con él, no funciona así. Hannah y Susan te habrán cortado el pene, antes de que Zacharias y Justin saquen sus varitas para maldecirte. Hasta yo vendré por ti, Harry, y ni todos los años de compañeros de cuarto te salvarán.

Y se levantó con un sonido estridente, sólo que en lugar de volver a su puesto entre los Gryffindor, llamó a Dean y ambos se encaminaron a la mesa de los tejones. Mientras Dean saludaba a unos entusiasmados Draco, Susan y Justin, Seamus apartaba a Zacharias y Hannah y les hablaba en voz baja.

Él escuchó el murmullo de la voz de Hermione, distante como un sueño, y no distinguió lo que decía, a pesar de lo cerca que estaban.

De nuevo, Harry no comprendió nada.


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