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Chocolat Doré por Solecitoyanass

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Eran las cuatro treinta de la tarde. Ese día había vuelto temprano a Grimmun Place, pues recién regresaba de liberar a un pobre tipo que querían sentenciar a pasar cuatro años en Azkaban solo por robar un pan, ¡Por Merlín!, el sujeto sólo quería darle algo de comer a su hijo, en fin... Aunque tenía muchas ganas de descansar, también sabía que tenía que ir al mundo muggle a ver a su prometida.


Ahora mismo se cuestionaba en qué momento se había dejado llevar por lo que dijeran los demás. Al final no debió aceptar ese absurdo matrimonio, pero... Elizabeth era cariñosa y al ser una muggle, Harry estaba seguro de que ella lo veía a él y no a su faceta de héroe. Eso era bueno, aunque aún no estaba del todo seguro, no había aclarado del todo que sentía realmente por Elizabeth. ¿La quería? Si, si la quería, ¿Le agradaba su compañía? si, también le agradaba su compañía, pero exigían dos razones poderosas por las que no podía casarse con ella; la primera y más poderosa definitivamente le impedía estar a su lado y la segunda, bueno, era una razón en la que no había vuelto a pensar desde hace ya unos cuantos años.


Sea como sea no podía casarse con ella, así que, entre más pronto rompiera el compromiso, sería mejor.


Escuchó el sonido de la chimenea. Se acomodó en su asiento a esperar a que Hermione apareciera. En seguida la vio con su clásica sonrisa.


—Hola Harry —saludó en cuanto llegó, se acercó al moreno y lo abrazó con fuerza.


—Hola Mione, ¿Cómo estás?


—Muy bien —respondió— ¿Y tú...? ¿Cómo te fue en el caso?


Harry suspiró cansado: —Bien, aunque todos en Wizengamot son unos tarados.


—Lo sé —bramó la chica—, afortunadamente pudiste ayudar a ese pobre hombre.


—Si, me alegra que no lo sentenciaran, habría sido bastante injusto, además de que su hijo se habría quedado desamparado.


Harry se levantó del sillón y comenzó a recoger las cosas que tenía tiradas por todas partes.


—Ahh... ¿Para qué me llamaste? —cuestionó la chica—, no creo que para hablar de tu trabajo.


—No, claro que no —respondió—, tengo que decirle algo importante —Hermione frunció el ceño—. Es sobre el compromiso, yo... —se rascó la cabeza—, yo voy a romper con Elizabeth.


Hermione abrió la boca antes su desbocado sorpresa.


—¿Es en serio? —preguntó dudosa.


—¡Lo es! —afirmó sin titubear—. Lo he meditado por mucho tiempo y llegué a la conclusión de que es lo mejor.


—No creo que sea por... bueno, tú sabes... —infirió—, dime porqué de pronto cambiaste de opinión.


—Debo admitir que a pesar de aquello quería hacer una vida, intentar formar una familia, pero ahora me he dado cuenta que en lugar de desperdiciar mi vida haciendo lo que los demás esperan de mí, es mejor hacer lo que a mí me hará feliz. Tal vez me vaya de viaje, vaya de fiesta... ¡No lo sé! Solo quiero VIVIR...


—De acuerdo, Harry —comentó la castaña—. Está muy bien que hayas tomado esa decisión, sabes que yo te apoyaré, que Ron te apoyará, pero hay algo que no me deja de inquietar. Harry, sé que hay algo más, ¿Qué ha pasado en estos días de ausencia?


A Hermione Granger nunca se le podía ocultar información, eso era un hecho.


—¡Lo encontré! —exclamó con una sonrisa.


—¡Qué! —saltó de su asiento— ¿Es en serio?


Harry asintió y amplió la sonrisa.


—No te lo puedo creer, es genial, aunque Ron no lo tomará muy bien, aún así es... —de pronto la chica cambió su semblante de emoción a uno de pena y desdicha—. Harry, no pensarás pedirle una cita... ¿O si?


Harry borró su la sonrisa de alegría al caer en la cuenta de que lo que decía Hermione era verdad. No podía pedirle una cita, ni nada más allá. ¡No podía pedirle nada!, a menos que...


—Sólo le devolveré la mansión, al fin y al cabo él es el legítimo dueño.


—¿Sólo eso? —arqueó una ceja, el tono de su voz era de preocupación.


—En serio, Mione —aseguró—, sólo quiero que recupere lo que por derecho es suyo. Lo demás no importa, ya sabré manejar la situación. Mira —tomó de los hombros a su amiga—, ve el lado bueno, ahora podré verlo aunque sea de lejos, eso es mejor que nada, ¿No crees?


Hermione no estaba tan segura de que eso fuera tan cierto, pero Harry era necio y cuando se metía algo en la cabeza, no había poder mágico que lo hiciera cambiar de opinión; únicamente le quedaba esperar que todo resultara de la mejor manera.


***


Bueno, la ex prometida lo había tomado mejor de lo que esperaba, al menos no le lanzó un cruciatus, eso sí que habría sido terrible.


Se recostó sobre la cama, agotado por la jornada del día, tantas cosas habían ocurrido en las últimas semanas que sentía que su cabeza estallaría de tanto pensar en eso.


Tomó la pequeña caja de madera que se encontraba sobre la mesita de noche y sacó de ella un delicioso chocolate, adquirido en la famosa "Chocolat Doré", ¡Benditos Lucius y Narcissa Malfoy por procrear a ese maestro del chocolate! 


Degustó a profundidad el sabor amargo del aperitivo y cuando se derritió completamente en su boca, quedó profundamente dormido.


Desde que había encontrado a Draco Malfoy, ese era su ritual de todas la noches. Por alguna razón, tomar un chocolate antes de dormir le ayudaba a no tener pesadillas. Al contrario, algunas veces no soñaba nada y cuando lo hacía, solía soñar con el rubio.


Lamentablemente para Harry, la cercanía con el rubio sólo se podía dar en sus sueños, la realidad era muy cruel con él, de haber aceptado su amistad ese día en el expreso de Hogwarts, tal vez ahora no lo odiaría tanto y quizá, solo quizá, podrían ser amigos.


Como ya he dicho, desafortunadamente eso no podía ser posible, Draco le odiaba, siempre se lo había demostrado y ahora, aunque ya eran dos adultos, le seguía odiando. Sólo había que ver como lo miraba y como escupía las palabras cuando le hablaba, eso había decepcionado un poco al moreno. Pero era de esperarse, al fin de cuentas nunca se habían llevado bien. Y aun cuando Harry había cambiado su opinión sobre él desde hace muchos tiempo atrás, jamás se lo había demostrado.


¿Cuándo había sido que Harry Potter comenzó a preocuparse tanto por el rubio?, no lo dijo, pero durante los primeros siete años, después del juicio, -donde él había sido ese testigo que habló a favor de los Malfoy- buscó a Draco por toda la comunidad, ya sabemos que no tuvo éxito, durante ese tiempo murió Lucius Malfoy, a pesar de lo grave de la situación Draco y Narcissa no aparecieron para reclamar el cuerpo, en su lugar lo había hecho Blaise Zabini. Harry le había preguntado "amablemente" por el paradero del rubio, pero la respuesta que obtuvo fue: "No lo sé Potter y aunque lo supiera, no te lo diría, ya suficiente daño le han hecho como para que todavía vayas tú y le hagas pasar un disgusto por tener que soportare de nuevo "; Harry sabía que Zabini estaba mintiendo pero decidió no insistir, así se esfumó la única oportunidad para encontrarlo. Entonces, cuando llegó el octavo año, decidió continuar con su vida. Fue cuando conoció a Elizabeth, una hija de muggles, su hermana era bruja pero había muerto en la guerra. Él se sentía bien al lado de la chica, muchas veces se divertía y le agradaba que ella no lo viera como una especie de deidad divina la cual no debe ser tocada, sin embargo, en ningún momento dejó de pensar en los Malfoy, principalmente en Draco Malfoy.


Por eso mismo, cuando supo que la Mansión de los Malfoy sería subastada, no pudo evitar exigir que se la entregaran. Harry en todos esos años no había hecho uso de su condición como héroe por obtener algo -su carrera en leyes mágicas la había cursado como cualquier otro mago, con las mismas oportunidades y los mismos retos-, sin embargo, al saber que Zabini había estado apelando para que no se subastara, dedujo que era Draco quien no quería que lo hicieran. Zabini no obtuvo una respuesta positiva porque el Ministerio deseaba hacer uso del dinero obtenido para su propio beneficio, pero Harry no permitiría que les arrebataran lo único que les quedaba, con mayor razón si de eso dependía la felicidad del rubio. 


Y así fue como obtuvo la posesión de Malfoy Manor, aguardando el día en que sus legítimos dueños decidieran reaparecer en el mundo mágico. O ese era el plan, pero todo cambió, cuando Harry decidió entrar a esa tienda. Varios años pasó por ahí y jamás se había percatado de ella, fue como si el destino hubiera decidido que eso no debía ocurrir hasta ese momento.


En cuanto vio a Draco en esa tienda, fue como si su corazón, después de haber estado quieto por diez años, volviera a latir; quiso estrecharlo entre sus brazos para no dejarlo escapar, quiso besar esos labios delgados y dulces, seguramente sabrían mucho mejor que el mas exquisito de los manjares, pero en vez de eso, no hizo otra cosa mas que quedarse como una estatua, al principio balbuceando algo que ni él mismo recordaría y luego sin decir ni una sola palabra, hay que agregarle que la ex prometida se apareció y robó la atención completa del rubio. De alguna manera ese tiempo le hizo tomar el valor necesario para hablar con Draco, decirle lo mucho que había pensado en él durante todo ese tiempo, sin importar que el otro se burlara, pero, cuando al fin llegó el momento de hacerlo, apareció Zabini y lo arruinó todo.


Pensándolo bien, no era tan malo que Zabini haya interrumpido, eso le había ayudado a reconsiderar las cosas.


Fue estupendo saber que esos sentimientos, en todo ese tiempo, no se habían desvanecido. Pero también dolía, y mucho, el sólo pensar que la persona amada estaba tan cerca pero a la vez era inalcanzable, le entristeció el alma.


A pesar de eso quiso acercarse a Draco de la manera que fuera. Con esa determinación, fue a su encuentro cada que podía, sólo porque quería estar cerca de él, ganarse su amistad -era a lo más que podía aspirar-, pero no funcionó, en lugar de convertirse en su amigo, se convirtió en su acosador. Malfoy no dudó en huir, pero como todo buen acosador, no se rindió y un día, Draco apareció y le permitió hablar.


Si, era cierto que al principio el plan era confesar sus sentimientos, pero al pasar de los días, esa valentía se fue desvaneciendo y se convirtió en inseguridad, logrando que al final Harry decidiera soltar lo de la mansión como la excusa por haber insistido tanto, dejando sus sentimientos sepultados en lo más recóndito de su ser, ahí en algún lugar donde nadie pudiera encontrarlos.


Ahora sólo quedaba una cosa por hacer: Esperar a que Draco Malfoy volviera al mundo mágico, ya se le ocurriría como acercarse, sin tener que herir su corazón.


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